viernes, 2 de abril de 2010

Reflexiones Didáctico-pedagógicas




Guillermo Molina Miranda[1]

La reflexión sobre el rol y la acción educativa realizada por los docentes es tarea irremplazable para poder socavar los viejos cimientos que sustentan el quehacer didáctico pedagógico tradicional. El reconocimiento de sus soportes ideológicos, gnoseológicos, culturales, métodos y prácticas es como el lobo que nadie quiere ser, pero que de alguna manera llevamos dentro. Asumir este desafío,  autoevaluarnos examinando las bases constitutivas de nuestro quehacer, es como una exegesis en lo más sagrado e intimo de nuestra formación. Lo exterior, ya lo enunció Kant, es el reflejo de lo interior, sin su análisis no puede haber conciencia de transformación.

Las preguntas relativas a las mediaciones entre “el niño y el mundo” dirigidas a integrarlo a la sociedad, a su cultura, como uno de los roles y responsabilidades fundamentales de la labor docente y su privilegio de construir sociedad, en palabras de Álvaro Bustamante Rojas, acercamiento necesario a la educación como fenómeno social, me inducen a la reflexión  para encarar hermenéuticamente los problemas teórico prácticos de la pedagogía y la didáctica.  

La educación como constructo social, al igual que todo hacer y saber, representa la más sublime tarea formadora para el logro del primer trabajo humano, como lo señalara Martí, la “reconquista espiritual” de cada uno, que propicie el ejercicio de la libertad, base de toda formación.

Hacerse y rehacerse con el “capital cultural”(Bourdieu) es acceder a las herramientas imprescindibles para el desenvolvimiento social. Partir de ahí, un estar, ser y hacer  en el mundo, inalienable derecho, sin el cual se extingue o languidece lo verdaderamente humano.  Por ello, además de ser una constante social y un requisito para su humanidad, la educación es un instrumento político conducente a su propio desarrollo y autodeterminación o por el contrario a su negación. La sociedad a través de las diversas instituciones, el Estado mismo, se  convierte en posibilitador o negador del libre desarrollo individual y colectivo, dos aspectos inseparables del proceso educativo socializador. Las contradicciones dialécticas implícitas: individualidad y sociedad,  esclavitud y libertad, animalidad o humanidad, sumisión o emancipación, pero por sobre todo permanencia o transformación, configuran las apuestas de la construcción social, de ese llegar a ser humano como deber, expresado por Graham Greene y escuetamente manifiesto por Savater en llegar a serlo, papel determinante de la responsabilidad educativa y formadora de la especie: llegar a ser históricos.

Aprender en común, apuesta educativa, no de contenidos e información exclusivamente, sino por lo demás, relaciones simbólicas y sígnicas, desenvolvimiento de habilidades, capacidades, aptitudes, en fin, lograr el desarrollo máximo de todas las posibilidades y dimensiones humanas para comprender lo que hemos sido, somos, lo que vivimos y seremos para transformar lo indigno que conduce a la sujeción, lo injusto por lo justo y poder establecer relaciones equitativas en el plano social, cultural, económico, hacia la convivencia armónica y feliz de la sociedad. Ideales supremos de un ser social e individual posibles, enmarcados en situaciones históricas concretas espaciotemporales de un estar o llegar a ser, pero que como legado sin objeción, subyacemos en el momento de nacer.

La escuela, lugar especializado para la humanización y la caracterización

La escuela, entidad histórica específica donde se desarrolla la socialización de los sujetos a la vida histórico cultural, representa un “entramado conceptual racional” ideológico de clase que regula y reproduce relaciones de poder, integra o excluye, estableciendo sus propios mecanismos de validación. En ella se configura toda práctica educativa, el diseño curricular y el ideal de persona y mundo, pero al mismo tiempo, encarna un lugar para la reacción, la resistencia, que como lo afirma Althuser, refleja las contradicciones propias de la estructura social que la determina.

Antes, la familia era el centro vital de humanización, hoy cumple precariamente esta función, reducida sólo a los primeros meses y años de la infancia. Desde los inicios de las sociedades  pre-capitalistas y capitalistas, la escuela ha sido lugar especializado para la humanización y caracterización individual a través de la socialización del legado histórico cultural de la humanidad que le antecede, pero no ha sido la única ni exclusiva institución, igualmente con ella, pugnan e influyen decididamente los medios masivos de comunicación, las organizaciones e instituciones sociales, políticas, religiosas. Fenómeno imperioso de entender, para establecer su verdadero rol, influencia  y resultados.

El análisis sobre “Las Funciones sociales de la Escuela”, documento de Ángel Pérez Gómez, Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, complementa esta reflexión y representa un motivo para analizar el papel de la escuela en  la sociedad actual, precisar sus fundamentos, a veces olvidados e incluso no comprendidos en su dimensión y repercusión socio-histórica.

La escuela, instituida para encarar especializadamente los procesos de socialización de las nuevas generaciones, es netamente conservadora, ya que reproduce social y culturalmente un modus de vida y de cultura,  unas determinadas relaciones económico sociales con miras a garantizar su supervivencia. Si bien, las instancias primarias de la educación como medio de socialización son ejercidas de manera directa por la familia, los grupos sociales, los medios de comunicación, es la escuela, la institución socialmente establecida para ello, “especializada y exclusiva, para inducir a ideas, conocimientos, representaciones, disposiciones y modos de conducta” que requiere la “sociedad adulta”, sustituyendo los “mecanismos de control externo” por “autocontrol”, como lo afirma categóricamente Pérez Gómez.

Son objetivos básicos y prioritarios de la escuela, en primer lugar, afirma Pérez, la incorporación al mundo del trabajo, cuya acción no se da sin lucha de dos aspectos ineludibles en el accionar de las instituciones educativas: la conservación y cambio; en segundo aspecto, formar al ciudadano para su intervención en la vida pública. Estos objetivos tienen como premisas la aceptación tácita del statu quo, es decir, se parte del hecho de ser y estar en un mundo social legado, cuya función principal es la de reproducirse, consolidando los valores e ideologías dominantes: individualismo, competitividad, insolidaridad, igualdad formal y desigualdad “natural” de resultados en función de “capacidades y esfuerzos individuales” frente a posiciones alternativas conducentes a develar las contradicciones entre los derechos políticos de igualdad y hechos reales en la esfera económica de exclusión y discriminación (derechos no de las personas sino de la propiedad), igualmente contradicciones entre conocimiento colectivo y apropiación individual y desigual del mismo, constitutivos del orden social actual.

La reproducción de la arbitrariedad cultural, como lo afirman Bordieu y Passeron y que retoma Pérez Gómez, con la subsiguiente función de reacción alterna por el denominada “compensatoria”, que facilita paliar los efectos y desenmascarar la lógica de la homogeneidad con la lógica de la diversidad y la necesidad de impulsar un modelo pedagógico-didáctico flexible y plural. Frente a la inculcación y adoctrinamiento ideológico implícitos en la interpretación idealista de la realidad, propone mantener la reconstrucción del conocimiento y la experiencia a través de dispositivos de socialización distintos que descubran los mecanismos complejos, sutiles, sinuosos y subterráneos circunscritos en el currículo. La escuela ha de ser un escenario vivo de interacciones y conflictos, “larvados o explícitos” de negociación en los que se pueden establecer resistencias, relativas autonomías para quebrar la reproducción conservadora inherente de la escuela.

Las fisuras y contradicciones del ordenamiento social se reflejan en la escuela y son consustanciales al desenvolvimiento económico de los protagonistas que implica diferencias, muchas veces profundas, no  solo para superar “obstáculos insalvables” y discrepancias latentes en por ejemplo, “dominio del lenguaje, características culturales, expectativas sociales, actitudes y apoyos familiares” para los distanciados social y económicamente, pero que marcan la pauta y son expresos también en los resultados escolares.

La caracterización de la sociedad actual, define y afecta la naturaleza de la escuela, lo que induce a su permanente revaluación e innovación, tanto de los modos de aprender, como de sus roles y ámbitos, para lograr atender los desafíos de la cada vez cambiante realidad. La organización de las tareas, las estrategias y técnicas de enseñanzas, los espacios, tiempos y rutinas han de modernizarse y complementarse, no pueden permanecer absolutos en una sociedad cada vez  saturada de información, con mayores instrumentos que la alejan o la posibilitan creativamente, pero al mismo tiempo, más lejos de la comprensión holística de la realidad, asfixiada por la sacralidad de la homogeneidad y desligada de lo humanístico y diverso. En ella, se reflejan los conflictos y la desigualdad.

La construcción conceptual base de la construcción disciplinar

No hay conocimiento científico sin reconstrucción conceptual del mundo físico ni social.  El mundo de los conceptos disciplinares son la base de su cientificidad. Las disciplinas sociales no son la excepción, la pregunta eterna de cómo aprenden los niños, de cómo conceptúan, de cómo organizan categorías, de sus falencias para ello, de qué métodos seguir para ser más certeros y eficientes, es la eterna pregunta de cómo aprender, cómo hacer y cómo saber, objetos de estudio indiscutibles de la pedagogía y la didáctica.

La propia complejidad de los conceptos sociales y su aprehensión, requiere que el docente tenga presente las dificultades de aprendizaje de los niños para tener mayor eficacia en el proceso formador. Preguntarnos por el conocimiento que tienen los niños acerca de lo próximo y remoto, lógico y geográfico, político e histórico de nuestro país, lleva a la reflexión de la mano del distinguido Filósofo y psicopedagogo español, Juan Delval con su valioso aporte acerca de  “El Desarrollo y las Ideas del Niño”. Desde su perspectiva educadora, pero igualmente desde su formación filosófica, Delval critica las prácticas y métodos conducentes a validar los resultados de la enseñanza por la simple repetición, lo que conduce a mecanizar, automatizar y en últimas a no aprender lo que se enseña, pese a las distintas estrategias evaluativas. 

Las investigaciones realizadas por Delval en España, sobre la asimilación y conocimiento de los conceptos de las Ciencias Sociales, tales como: país, nación, pueblo, espacio, historia, geografía, política, economía, relaciones sociales, poder, autoridad, entre otros, que implican una correspondencia y gradualidad en la configuración mental conceptual de los niños y adolescentes, nos ubica en la perspectiva general de establecer estrategias metodológicas innovadoras afines para lograr la acertada comprensión de esas complejas nociones en los sujetos cognoscentes en las distintas categorías disciplinares de la Ciencias Sociales.

Conocimiento y manejo categorial necesarios para conceptuar, se convierten en forzosos instrumentos a tener en cuenta en el proceso enseñanza-aprendizaje, dado que constituyen en los niños un obstáculo evidente que requiere especial atención, para que en su fase aprehensiva puedan ir diferenciando y estableciendo las relaciones manifiestas entre la parte y el todo, sus configuraciones y nexos, de modo que lógicamente encadenen la esencia conceptual del objeto estudiado. Por ejemplo, en el caso de la noción de Nación, ciudad, pueblo, ideas políticas, Constitución, Delval reconoce a través de preguntas y respuestas a los propios niños, las limitaciones, dificultades y errores en su proceso de comprensión, si primero no se comprenden las unidades geográficas con sus jerarquizaciones y relaciones que las envuelven. Organizar esos elementos en una noción, cuestión que requiere cierto nivel de desarrollo social e histórico, ellas, las nociones, son –dice- el “trasfondo de su desarrollo intelectual” y de la comprensión del orden social adquirido.

La complejidad en la comprensión social, tanto del tejido como de la estructura política y las diversas y múltiples relaciones y sentidos sociales sobrellevan unas determinadas etapas de manejo intelectual que requieren ejercitación, interiorización jerarquía y que corresponden a los niveles sociales de aprensión de esa realidad. Delval, muestra como característica primigenia la confusión presente en los niños, al ser abordados en estos conceptos, porque mezclan toda la información que reciben, igualmente expresa las dificultades de la enseñanza para establecer criterios pertinentes e instrumentos intelectuales prioritarios para que éstos, alcancen a “comprender la relaciones entre los elementos del sistema”.

La necesidad del uso adecuado del lenguaje, también es evidente en cualquier aprendizaje, independientemente de la asignatura, y su poder definitivo en la construcción lógica, coherente y cohesionada de un discurso que bien puede en últimas ser impreciso o contrariamente, entrañar altos niveles de comprensión y acción expresiva del objeto estudiado.

La importancia del manejo lingüístico y comunicativo sale, sin lugar a dudas a flote, igual que la experiencia, siendo ambos decisivos en los resultados de la enseñanza-aprendizaje.


La labor mediadora docente un desafío ético político cada vez mayor

Comprender las relaciones, interacciones, el fenómeno educativo en el propio movimiento social establecido, demanda un compromiso educador consciente, histórico, ético-político, verdaderamente invaluable para formar las nuevas generaciones de ciudadanos dignos, con capacidad “autónoma, activa y solidaria”, crítica, transformadora y  creativa, sin los cuales no se podrá trascender los cauces fatales de la sociedad discriminatoria de hoy. Dicho compromiso va más allá de nuestra propia consideración como profesionales, al mismo tiempo, también de una juiciosa y profunda formación, autoformación e idoneidad pedagógica-didáctica y con ello del ideal antropológico, ético-político de persona y sociedad. Lo contrario significa, propender por lo mismo: la repetición, el statu quo; por asumir sin recato las relaciones capitalistas de explotación y pauperización, deshumanización y segregación.

Ante todo la educación representa liberación y la labor pedagógica- didáctica desarrollada principalmente en la escuela, los instrumentos epistemológicos, ideológicos y metodológicos para alcanzarla. Sin nuestro perfeccionamiento a la luz del conocimiento científico e investigativo y nuestra propia reflexión crítica de la actividad educadora, no es posible el cambio educativo, ni renovar nuestras prácticas tradicionales de enseñanza. Pero ante todo, el docente de las Ciencias Sociales, tiene un reto mayor, lograr la aprehensión de esa realidad social como compromiso de transformación de la misma para hacerla más solidaria, humana, equitativa, justa, es decir, afronta un desafío que pugna con los intereses de los todopoderosos, gestores de un orden social corrupto, egómetro, atiborrado de  injusticias y miserias y cuyas políticas son contrarias a la defensa de lo social, colectivo, racional y verdaderamente humano. No puede ser neutral, ni lo ha sido. Por ello lo concita a confrontar la realidad, las causas, relaciones, nexos, interacciones de las problemáticas sociales, de las crisis humanitarias, políticas, económicas, sociales, ambientales con un nuevo orden visionario de racionalidad, democracia, fraternidad y solidaridad.

La crítica de la ideología de la “igualdad de oportunidades” expresada por Bordieu y recogida por Gómez, expresa la contradicción principal de la escuela, igual que la de la competitividad y la meritocracia, pilares de un enfoque neoliberal y discriminatorio. Simples argucias para ocultar  desigualdades y contradicciones de clases, inherentes a las condiciones sociales existentes. Con ella, se oculta la responsabilidad estatal de ofrecer una educación universal, que a todas luces permita el acceso sin exclusión de estratos ni condicionamientos económicos o sociales, que no la hagan segregacionista como acaece, sino incluyente. La función educativa de la escuela desborda la acción reproductora de la misma, tanto porque se apoya en el conocimiento público para el desarrollo del conocimiento privado, como porque representa la aguda tensión dialéctica de las clases que la requieren para su movilidad y en la práctica es negada por el  condicionante de “tener y poder”, soportes de la sociedad actual. 

La labor formadora del docente ha de enfocarse entonces en un deber ineludible, comprender su función como intelectual en la sociedad para poder ejercer a tino su profesión y a tono con los requerimientos de la sociedad. Excitar al cambio en las condiciones de desigualdad, opresión, injusticia se convierte en una conducta obligatoria y ética.

En “los Profesores como intelectuales”, Giroux analiza talantes que inciden en el cambio educativo y el reto que representa para los docentes abrir el debate sobre los problemas medulares de su profesión, al igual que los de la educación y pedagogía.

Giroux, propone la necesidad de “examinar las fuerzas ideológicas y materiales que han contribuido a lo que podríamos llamar la proletarización del trabajo del profesor”, tendencia que reduce la labor docente a la de técnicos especializados, aprovechada por inconsecuentes directivos para violar sus derechos laborales y reducir la labor docente a tareas netamente administrativas. 

La crítica a la ola de reformas educativas impulsadas por los gobiernos y las élites en el poder, vacías e insustanciales, argumentadas ligeramente en la escuela pública sobre carencia de idoneidad en el ejercicio intelectual y moral de los docentes, o los magros resultados en las pruebas nacionales o internacionales, deben ser aprovechadas tanto para el esclarecimiento de la educación como fenómeno social, como para coadyuvar a mejorar el estatus docente, al igual que los desafíos de su propia formación profesional, y las problemáticas educativas esenciales de la educación.

Las reformas que omiten el punto de vista docente y sus experiencias, en nada contribuyen al mejoramiento de la calidad y en particular al conocimiento del papel que desempeñan los profesores en la visión de formar estudiantes como ciudadanos críticos y activos. La actitud estatal ha gravitado en el desconocimiento de su realidad social, profesional, reducidas oportunidades de formación y desmejora de su calidad de vida. 

Desarrollar opciones que redefinan la naturaleza de la crisis educativa encausada a establecer sus verdaderas causas; propender por puntos de vista alternativos; defender la escuela como institución para impulsar la democracia plena; encarar el creciente desarrollo de enfoques tecnocráticos que han pretendido devaluar la labor docente e impulsar la formación transformadora, intelectual docente; pugnar por unir la teoría con la práctica; establecer diferencias en los niveles y procesos de enseñanza; “conseguir que lo pedagógico sea más político y lo político más pedagógico”, son entre otras, propuestas sugestivas de Giroux que no podemos omitir y que tocan el corazón de la actividad pedagógico educativa actual.

Bibliografía:

Bustamante Rojas, Álvaro. EDUCACION COMO FENÓMENO SOCIAL Y FORMACIÓN DOCENTE. Bitácora Fundamentos Básicos de la educación como Fenómeno social y político. Colectivo Cátedra Tolima. Ibagué, 2009

Delval, Juan. EL DESARROLLO Y LAS IDEAS DEL NIÑO. Bitácora Fundamentos Básicos de la educación como Fenómeno social y político. Colectivo Cátedra Tolima. Ibagué, 2009

Pérez Gómez, Ángel I. LAS FUNCIONES SOCIALES DE LA ESCUELA: DE LA REPRODUCCIÓN A LA RECONSTRUCCIÓN CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO Y LA EXPERIENCIA. Bitácora Fundamentos Básicos de la educación como Fenómeno social y político. Colectivo Cátedra Tolima. Ibagué, 2009

Giroux, Henry. LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES. Bitácora Fundamentos Básicos de la educación como Fenómeno social y político. Colectivo Cátedra Tolima. Ibagué, 2009

Alfonzo, Norys. NOTAS PARA LA CONCEPCIÓN DE UNA PEDAGOGÍA SENSIBLE EN EL ESPACIO EDUCATIVO. Bitácora Fundamentos Básicos de la educación como Fenómeno social y político. Colectivo Cátedra Tolima. Ibagué, 2009



















Guillermo Molina Miranda

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