lunes, 29 de abril de 2019

LOS NIÑOS NECESITAN SER FELICES, NO SER LOS MEJORES

...El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos...
Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores
..Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real...

Educación


Vivimos en una sociedad altamente competitiva en la que parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos. 

Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad. Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido: quieren que sus hijos tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente. 

Estos padres se han planteado una meta: quieren que sus hijos sean los mejores. Para lograrlo, no dudan en apuntarles en disímiles actividades extraescolares, allanarles el camino hasta límites inverosímiles y, por supuesto, empujarles al éxito a cualquier costo. Y lo peor de todo es que creen que lo hacen "por su bien".

El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos.

Los peligros de empujar a los niños al éxito

Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real. Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad. 

Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:

- Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia. La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “los mejores” en determinado campo, poniendo sobre ellos expectativas demasiado elevadas, solo hará que sus frágiles rodillas se dobleguen ante el peso de una presión que no necesitan. Esta forma de educar termina arrebatándoles su infancia.

- Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer. Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, por ejemplo, ya que no es tan importante lo que aprenda como la nota que consiga. De la misma manera, al centrarse en los resultados, pierde el interés por el camino, y deja de disfrutarlo.

- Planta la semilla del miedo al fracaso. El miedo al fracaso es una de las sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito. Por tanto, empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso. Como consecuencia, es probable que estos pequeños no se conviertan en adultos independientes y emprendedores, como quieren sus padres, sino que sean personas que apuesten por lo seguro y acepten la mediocridad solo porque tienen miedo a fracasar. 

- Genera una pérdida de autoestima. Muchas de las personas más exitosas, profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos, por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en realidad son iconos de belleza. Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien. Los niños que crecen con esta idea se convierten en adultos inseguros, con una baja autoestima, que creen que no son lo suficientemente buenos como para ser amados. Como resultado, viven pendientes de las opiniones de los demás.

¿Qué debe saber realmente un niño?

Los niños no necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Por eso, solo debes cerciorarte de que tu hijo sepa:

- Que es amado, de forma incondicional y en todo momento, sin importar los errores que cometa.

- Que está a salvo, que le protegerás y apoyarás siempre que puedas. 

- Que puede hacer el tonto, perder el tiempo fantaseando y jugar con sus amigos.

- Que puede elegir lo que más le gusta y dedicarse a esa pasión, sin importar de qué se trate. Que puede pasar su tiempo libre haciendo collares de flores o pintando gatos con seis patas si es lo que le apetece, en vez de practicar la fonética o el cálculo.

- Que es una persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas en el mundo.

- Que merece respeto y que debe respetar los derechos de los demás. 

¿Y qué no deben olvidar los padres?

También es fundamental que los padres sepan:

- Que cada niño aprende a su propio ritmo, y que no deben confundir la estimulación que desarrolla con la presión que agobia.

- Que el factor que más influye en el rendimiento académico infantil es que los padres les lean a sus hijos, que les dediquen un rato cada noche para cultivar juntos esa pasión por la lectura, no las escuelas carísimas o los juguetes hípertecnologicos. 

- Que el niño que mejores calificaciones saca casi nunca es el pequeño más feliz porque la felicidad no se mide en esos términos. 

- Que los niños no necesitan más juguetes sino una vida más sencilla y despreocupada, así como más tiempo con los padres.

- Que los niños merecen la libertad para explorar todo y decidir por ellos mismos que les gusta y les hace felices.

EL CEREBRO COMPLETA SIGNIFICADOS PARA QUE ENTENDAMOS EL LENGUAJE

El cerebro autocompleta significados para que entendamos el lenguaje
Las palabras y los gestos no transmiten todo lo que necesitamos comprender

El cerebro realiza una función de autocompletado para que podamos comunicarnos con los demás a través del lenguaje: añade significados a las palabras y a los gestos para que entendamos correctamente lo que la otra persona quiere contarnos. Es un aliado discreto que nos permite percibir el mundo, recordarlo y comunicarnos con los demás, más allá de lo que nos aportan los sentidos.

Eduardo Martínez de la Fe


Nuestro cerebro asigna significados adicionales a las frases y gestos de la persona con la que hablamos para que la entendamos correctamente, según han determinado dos estudios, uno en lingüística y otro en psicología experimental, publicados, respectivamente, en Natural Language & Linguistic Theory y en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). 

"Estos resultados sugieren que las palabras codifican muchos menos significados de lo que se pensaba originalmente", explica Philippe Schlenker, investigador principal del Instituto Jean-Nicod en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia y profesor en la Universidad de Nueva York, autor del primer estudio y coautor del segundo, en un comunicado

“Más bien, nuestro cerebro tiene un motor de significados que puede aplicarse tanto al material lingüístico como al no lingüístico”, añade Jean-Nicod. "Tomados en conjunto, estos hallazgos proporcionan nuevos conocimientos sobre los orígenes cognitivos del significado lingüístico". 

Inferencias para comprender 

La lingüística contemporánea ha establecido que el lenguaje transmite información a través de una tipología de inferencias altamente articulada. Es decir, el lenguaje se basa en derivar conclusiones a partir de premisas. 

Por ejemplo, si afirmo “tengo un perro”, asumimos que tengo un perro, pero también sugiero (o "implica") que no tengo más de uno, ya que si tuviera más de uno, habría dicho “tengo dos” o más perros. El oyente, sobre la primera premisa, deduce que solo tengo un perro. 

De la misma forma, cuando negamos algo, existe también un proceso de inferencia a partir de premisas. Si digo “no tengo perro”, el lenguaje revela que no tengo perro, pero no excluye que pueda llegar a tenerlo en el futuro. 

Hay más tipos de inferencias lingüísticas basadas en otras propiedades: por ejemplo, si afirmo “yo no maltrato a mi perro”, transmito que tengo un perro, pero el oyente debe deducirlo. No es una afirmación cerrada. Es además una afirmación negativa, pero implica una suposición positiva: tengo un perro. Las inferencias, por tanto, nos permiten percibir la realidad con todos sus matices, tanto implícitos como explícitos.



Lenguaje y cerebro 

La cuestión que se han planteado los lingüistas es si estas inferencias que usamos cotidianamente proceden de significados implícitos, contenidos en las palabras que tenemos guardadas en la memoria, o si son el resultado de procesos cognitivos adicionales. 

Lo que vienen a revelar los dos estudios señalados es que casi todas las inferencias que hacemos del lenguaje proceden de procesos cognitivos adicionales, no solo lingüísticos. Es decir, que el cerebro hace una aportación extra, una especie de función de autocompletado, para que los significados del lenguaje sean interpretados correctamente. 

Esta conclusión se basa en un tipo de oración poco estudiada que implica gestos, además de palabras. La oración es la siguiente: “Deberías desenroscar la bombilla”. Cuando usamos esta frase no sólo estamos evocando una acción, sino también un gesto (desenroscar). En este caso, el gesto lo infiere el cerebro por su contenido visual. 

Según los investigadores, esta frase implica que entendemos que la bombilla está enroscada en un portalámparas o casquillo. Interpretamos además varias cosas: que puede estar en el techo, que tenemos una bombilla y por último descarta que no tengamos bombilla alguna. 

Analizando todas estas implicaciones, los lingüistas concluyen que casi todos los tipos posibles de inferencias lingüísticas, que son ocho en total, se deben a procesos cognitivos no implícitos en la naturaleza del lenguaje. 

Es decir, no podríamos comprender el lenguaje sólo con su significado. Es preciso el concurso adicional del cerebro, el llamado motor de significados, para comunicarnos con los demás. 

El segundo estudio confirma 

El segundo estudio (PNAS) ha investigado cuatro de estos tipos de inferencias con métodos experimentales y confirma los resultados del primer estudio, de naturaleza puramente lingüística. 

Incluso va más allá en sus conclusiones, basadas en experimentos con 100 personas: el cerebro consigue que un estímulo visual desconocido (un gesto determinado) pueda ser reproducido por el lenguaje. Además, este material no lingüístico (el gesto) se estructura en el cerebro mediante los mismos procesos del lenguaje. 

En resumen, el concurso del cerebro es necesario para que podamos entender correctamente lo que nos comunica otra persona: completa lo que le falta al lenguaje para que lo interpretemos en el sentido pretendido por el interlocutor. 

Además, el cerebro aporta también algo a los gestos que usamos como forma de comunicación (lenguaje visual): ayuda a entender su significado con la información asociada que recuerda, siguiendo un proceso similar al que usa el lenguaje. 

Aliado cerebral 

Tal como explicamos en otro artículo, una función parecida de autocompletado ya la realiza el cerebro para fabricar la imagen del mundo que percibimos, así como para perfeccionar recuerdos: añade sensaciones imaginarias para dar más realismo a la experiencia. 

Ahora sabemos que no sólo procesa el lenguaje, sino que también le añade contenidos adicionales para que lo entendamos mejor. 

Se confirma por tanto no sólo que las palabras no transmiten todo lo que significan, sino también que el cerebro hace más funciones de lo que hasta ahora pensábamos, sin informarnos de ello. 

Es un aliado inesperado y discreto que nos permite percibir el mundo, recordarlo y comunicarnos con los demás, más allá de lo que nos aportan los sentidos.
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Referencias 
Linguistic inferences without words. Lyn Tieu, Philippe Schlenker, Emmanuel Chemla. PNAS, April 24, 2019. DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.1821018116 
Gestural semantics. Replicating the typology of linguistic inferences with pro- and post-speech gestures. Philippe Schlenker. Nat Lang Linguist Theory (2018). DOI:https://doi.org/10.1007/s11049-018-9414-3
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jueves, 25 de abril de 2019

"VOLVEREMOS A CLASE CUANDO ESCUCHÉIS A LA CIENCIA", GRETA THUNBERG

"Nuestro futuro se ha vendido para que un puñado de personas puedan ganar cantidades inimaginables de dinero."
El discurso completo de Greta Thunberg ante el Parlamento británico: 
"Volveremos a clase cuando escuchéis a la ciencia"

Medio ambiente

"Nuestro futuro se ha vendido para que un puñado de personas puedan ganar cantidades inimaginables de dinero. Nos han robado el futuro a la vez que nos decían que no había límite", señaló la activista

"La crisis climática es a la vez el conflicto más fácil y el más difícil al que nos hemos enfrentado. El más fácil porque sabemos lo que tenemos que hacer y el más difícil porque nuestra economía depende de la destrucción de los ecosistemas"Greta Thunberg

Greta Thunberg en un discurso EFE

Me llamo Greta Thunberg, tengo 16 años, soy sueca y he venido a hablaros en nombre de las generaciones futuras.

Sé que muchos de vosotros no queréis escucharnos. Decís que sólo somos niños. Pero nosotros sólo repetimos el mensaje de la ciencia sobre el clima.

Muchos de vosotros parecéis estar preocupados por ver cómo perdemos un tiempo de clase muy valioso, pero os aseguro que volveremos al instituto en cuanto empecéis a escuchar a la ciencia y nos deis un futuro ¿Os parece mucho pedir?

En el año 2030 yo tendré 26 años. Mi hermana pequeña, Beata, tendrá 23. Igual que muchos de vuestros hijos o nietos. Nos han dicho que es una edad genial en la que tienes toda la vida por delante. Pero no estoy segura de que vaya a ser tan genial para nosotras.

He tenido la suerte de nacer en una época y en un lugar donde todos nos dicen que soñemos en grande, que podría convertirme en lo que quisiera, que podría vivir en cualquier sitio que quisiera. La gente como yo lo ha tenido todo y más. Cosas con las que nuestros abuelos ni siquiera se atrevían a soñar. Hemos tenido todo lo que podíamos desear y, sin embargo, ahora podríamos acabar sin nada. Probablemente ya ni siquiera tenemos futuro.

Porque nuestro futuro se ha vendido para que un puñado de personas puedan ganar cantidades inimaginables de dinero. Nos han robado el futuro a la vez que nos decían que no había límite y que sólo se vive una vez.

Nos habéis mentido. Nos habéis dado falsas esperanzas. Nos habéis dicho que el futuro era algo que anhelar. Y lo más triste es que la mayoría de los niños ni siquiera sabe el destino que nos espera. No lo comprenderemos hasta que sea demasiado tarde. Y, sin embargo, somos los más afortunados. Los que se verán más afectados ya están sufriendo las consecuencias. Pero sus voces no son escuchadas.

¿Está encendido el micrófono? ¿Podéis oírme?

Alrededor del año 2030, dentro de 10 años, 252 días y 10 horas, habremos desatado una reacción en cadena irreversible que escapará todo control humano y que seguramente pondrá fin a nuestra civilización tal como la conocemos. Eso es lo que sucederá a menos que en el tiempo que nos queda se tomen medidas sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, incluida una reducción de al menos el 50% en las emisiones de dióxido de carbono.

Y tened en cuenta que estos cálculos dependen de inventos que todavía no se han inventado a esa escala, inventos que se supone que limpiarán la atmósfera de cantidades astronómicas de dióxido de carbono.

Además, estos cálculos no incluyen puntos de inflexión imprevistos y bucles de retroalimentación como el poderoso gas metano que se está escapando rápidamente con el deshielo de la capa de hielo ártico.

Y estos cálculos científicos tampoco contemplan el calentamiento atrapado en la contaminación tóxica del aire. Ni el aspecto de equidad o justicia climática que se estableció claramente en el Acuerdo de París y que es absolutamente necesario para que los cambios funcionen a escala global.

También debemos tener en cuenta que estos son sólo cálculos. Estimaciones. Eso significa que los "puntos de no retorno" pueden ocurrir un poco antes o un poco después de 2030. Nadie puede saberlo con exactitud. Sin embargo, sí podemos estar seguros de que ocurrirán en esos períodos de tiempo, porque estos cálculos no son opiniones ni suposiciones hechas a lo loco.

Estas proyecciones están respaldadas por datos científicos, conclusiones a las que han llegado todos los países a través del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o IPCC. Casi todos los más importantes paneles científicos nacionales en todo el mundo apoyan sin condiciones el trabajo y las conclusiones del IPCC.

¿Me habéis oído? ¿Entendéis mi inglés? ¿Está encendido el micrófono? Porque estoy empezando a dudar.

En los últimos seis meses he viajado por toda Europa. He pasado cientos de horas en trenes, coches eléctricos y autobuses para repetir una y otra vez estas palabras que pueden cambiarnos la vida. Pero nadie habla de eso y nada parece haber cambiado. De hecho, las emisiones siguen aumentando.

Cuando viajo para dar discursos en diferentes países, siempre me ofrecen ayuda para escribir sobre políticas climáticas específicas en países específicos. Pero eso no es necesario. Porque el problema esencial es el mismo en todos lados. Y el problema esencial es que no se está haciendo nada para poner freno, o siquiera reducir, el colapso climático y ecológico, a pesar de todas las palabras bonitas y las promesas.

Sin embargo, el Reino Unido es un caso especial. No sólo por la extraordinaria deuda histórica de carbono, sino también por su recuento actual –y por cierto muy creativo– de sus emisiones de carbono.

Desde 1990 el Reino Unido ha logrado una reducción del 37% de sus emisiones territoriales de dióxido de carbono, según el Proyecto Global del Carbono. Y eso suena sorprendente. Pero estas cifras no incluyen las emisiones de la aviación, los barcos y aquellas asociadas con importaciones y exportaciones. Si se incluyeran estas emisiones, la reducción desde 1990 sería de alrededor del 10%, o un promedio de 0,4% al año, según el Centro Tyndall Manchester.

Y la causa principal de esta reducción no son las políticas climáticas, sino una directiva de la Unión Europea de 2001 sobre la calidad del aire que básicamente obligó al Reino Unido a cerrar viejas plantas de carbón que eran extremadamente contaminantes y reemplazarlas por estaciones energéticas de gas que son menos sucias. Y por supuesto, al pasar de una fuente de energía desastrosa a una menos desastrosa, las emisiones se reducen.

Pero quizá la idea más equivocada sobre la crisis climática es que tenemos que "reducir" las emisiones. Porque eso está lejos de ser suficiente. Si queremos que el calentamiento baje a menos de 1,5 o 2 grados, tenemos que poner freno a las emisiones. Por supuesto que es necesario "reducir" las emisiones, pero eso es sólo el comienzo de un proceso rápido que debe llevar al fin de las emisiones en un par de décadas o menos. Y cuando digo "fin" quiero decir cero y luego pasar rápidamente a cifras negativas. Eso descarta automáticamente la mayoría de las políticas actuales.

El hecho de que estemos hablando de "reducir" en lugar de "poner fin" a las emisiones es quizá la mayor prueba de que las cosas siguen igual que siempre. Por ejemplo, actualmente el Reino Unido está apoyando activamente la nueva explotación de combustibles fósiles con la industria del fracking de gas shale, la expansión de sus campos de petróleo y gas en el Mar del Norte, la expansión de los aeropuertos y el plan de permitir una nueva mina de carbón. Es más que absurdo.

Sin duda, este comportamiento irresponsable será recordado en el futuro como uno de los grandes fracasos de la humanidad.

La gente siempre nos dice a mí y a los millones de jóvenes que nos manifestamos que deberíamos estar orgullosos de lo que hemos logrado. Pero lo único que tenemos que hacer es mirar la curva de emisiones. Y, lo siento, pero sigue siendo ascendente. Esa curva es lo único que deberíamos mirar.

Greta Thunberg ✔@GretaThunberg - Today I’m speaking at the British Parliament in London. #FridaysForFuture

Cada vez que tomamos una decisión, debemos preguntarnos: ¿Cómo afectará esta decisión a la curva? No deberíamos seguir midiendo nuestra riqueza y nuestro éxito según el gráfico que muestra el crecimiento económico, sino según la curva que muestra las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya no deberíamos sólo preguntarnos: "¿Tenemos suficiente dinero para poder hacerlo?", sino también: "¿Podemos lograrlo cumpliendo ampliamente con los objetivos de las emisiones de carbono?" Ese debería el foco de nuestra nueva forma de autoevaluación.

Muchas personas dicen que no tenemos ninguna solución para la crisis climática. Y llevan razón. ¿Cómo íbamos a tener una solución? ¿Cómo se "soluciona" la mayor crisis a la que se ha enfrentado la humanidad? ¿Cómo se "soluciona" una guerra? ¿Cómo se "soluciona" llegar por primera vez a la luna? ¿Cómo se "soluciona" inventar cosas nuevas?

La crisis climática es a la vez el conflicto más fácil y el más difícil al que nos hemos enfrentado. El más fácil porque sabemos lo que tenemos que hacer. Tenemos que poner fin a las emisiones de gases de efecto invernadero. Y el más difícil porque nuestra economía actual depende casi totalmente de los combustibles fósiles y de la destrucción de los ecosistemas para poder generar un crecimiento económico perpetuo.

"¿Y exactamente cómo resolveremos esto?" nos preguntáis a nosotros, los jóvenes que nos manifestamos contra el cambio climático. Y nosotros respondemos: "Nadie lo sabe con certeza. Pero debemos dejar de quemar combustibles fósiles y recuperar la naturaleza y muchas otras cosas que aún no sabemos bien cómo hacer".

Entonces nos decís: "¡Esa no es una respuesta!". Y nosotros os decimos: "Tenemos que comenzar a tratar la crisis como una crisis y comenzar a actuar incluso si no sabemos cuál es la solución". "Sigue sin ser una respuesta", decís vosotros. Entonces comenzamos a hablar de economía circular y de volver a una naturaleza salvaje y de la necesidad de una transición justa. Y vosotros no entendéis de qué estamos hablando.

Nosotros decimos que esas soluciones que necesitamos no las conoce todo el mundo y que entonces debemos unirnos en respaldo de la ciencia y encontrar juntos esas soluciones por el camino. Pero vosotros no nos escucháis. Porque esas son respuestas para resolver una crisis que la mayoría de vosotros no comprende bien. O no queréis comprender.

Vosotros no escucháis lo que dice la ciencia porque solo os interesan soluciones que os permitan seguir como antes. Como ahora. Y esas respuestas ya no existen. Porque no habéis actuado a tiempo.

Evitar un colapso climático requerirá un pensamiento catedral. Debemos poner los cimientos aunque todavía no sepamos cómo construir el techo.

Y estoy segura de que en cuanto comencemos a actuar como si estuviéramos en una emergencia, podremos evitar el colapso climático y ecológico. Los humanos somos muy flexibles: todavía estamos a tiempo de solucionar esto. Pero la oportunidad de hacerlo no durará mucho tiempo. Debemos comenzar hoy mismo. Ya no quedan excusas.

Los jóvenes no estamos sacrificando nuestra educación ni nuestra infancia para que vosotros nos digáis lo que consideráis que es políticamente posible en la sociedad que habéis creado. No hemos salido a las calles para que os hagáis selfies con nosotros y nos digáis cuánto admiráis lo que estamos haciendo.

Los jóvenes estamos haciendo esto para que vosotros los adultos despertéis. Los jóvenes estamos haciendo esto para que pongáis vuestras diferencias a un lado y comencéis a actuar como lo haríais en una crisis. Los jóvenes estamos haciendo esto porque queremos recuperar nuestras esperanzas y nuestros sueños.

Espero que mi micrófono haya estado encendido. Espero que hayáis podido oírme.

Traducido por Lucía Balducci

viernes, 19 de abril de 2019

ENSEÑAR A APRENDER. APRENDER A APREHENDERNOS

Enseñar a aprender. Aprender a aprehendernos


José Javier León
Maracaibo, República Bolivariana de Venezuela 

Enseñar a aprender; tarea difícil. Porque antes se debe sortear el escollo no menor de aprender a enseñar. Y aprender –enseñando, a su vez- a liberar pues sólo en libertad se aprende. Sólo aprende quien enseña y sólo enseña quien aprende. Freire dixit.

Me ha tocado en suerte la tarea de enseñar epistemología en una Universidad joven. Ya la palabra misma disciplinariamente hablando tiene su historia y su tradición, y aunque es más herencia del griego que de la Grecia antigua, se la usa más o menos como se conoce desde la Ilustración cuando alborearon las disciplinas y emprendieron su viaje colonizador en el paquete civilizatorio europeo para convencernos de que vino como el salmón remontando los siglos hasta Sócrates, Platón y Aristóteles; hoy aquí enseñamos epistemología revisitando someramente su empleo convencional pero con el fin de darnos tiempo, de detenernos en las diversas formas que tenemos de pensar y transformar el mundo y la realidad desde nuestras propias formas de conocer.

Y es ahí, desde esa toma de conciencia, de dónde surgen nuestrosproblemas ¿epistemológicos?

Para entender que no es exactamente la epistemología europea romántica heredada del uso disciplinario de la Ilustración la que nos toca enseñar, debemos pasar por el tránsito a veces doloroso de aprender a pensar con cabeza propia. Sin embargo, ¿cómo aprender a pensar? ¿Cómo hacerlo de manera autónoma, responsable, y en diálogo con el mundo?

Las herramientas las hemos heredado trasplantadas y como injerto, afectadas por su inadaptación a nuestras realidades. Sin embargo, las hemos asumido y enseñado, si es que enseñar sigue teniendo sentido, aunque no haya rendido mejores frutos el esfuerzo.

Me explico: los problemas que afrontamos en la realidad no pueden ser resueltos ni se resolverán con herramientas inapropiadas; de ahí la desconexión de los centros educativos de la apremiante y dinámica realidad del entorno, como lo recogen diagnósticos e informes de organismos nacionales e internacionales. Por ejemplo, leemos en Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial?, Ediciones Unesco, 2015, pág. 63: “Crece la decepción en algunos segmentos de la sociedad y en algunos países ante la ineficacia de la educación como vehículo para alcanzar una movilidad social ascendente y un mayor bienestar.” O bien, como leemos en el informe de la Unesco 2015 Situación educativa de América Latina y el Caribe(págs., 66-67): “el hecho de que los países de América Latina y el Caribe estén marcados por profundas desigualdades económicas y sociales, tiende a impactar severamente a las instituciones educativas. En ese contexto, la segregación social de las escuelas refuerza dicho patrón, pues tiende a excluir relativamente a los sectores más desaventajados de las condiciones promotoras de una mejor calidad educativa, como docentes mejor calificados, condiciones favorables de convivencia escolar, acceso a materiales educativos desafiantes. Adicionalmente, la segregación de las escuelas refuerza la inequidad, por cuanto la evidencia muestra que los compañeros son también un factor importante de la calidad educativa, y por tanto el capital social, económico y cultural de las familias, disponible en la escuela, se multiplica para los más privilegiados en la misma medida en que se reduce para los demás” (OREALC/UNESCO, 2010; CEPAL 2007; Valenzuela, Bellei, De Los Ríos, 2010).

He pensado que, en nuestro caso [recuérdese que escribo desde América del Sur, desde una capital de provincia] tal situación reeditada año tras año, década tras década, respondió a un plan exprofeso. Se trataba, precisamente, de que la escuela no fuera un actor decisivo en la transformación de la realidad.

Un viejo maestro decimonónico, Simón Rodríguez, teorizó con mucha energía al respecto y nos conminaba desde entonces rayano en la desesperación a levantar escuelas útiles, donde los estragos sociales de la Colonia fueran superados. Valga afirmar que su proyecto educativo no prosperó y se impuso muy al contrario una educación eurocéntrica, afrancesada, para élites, clasista, con una visión de lo popular que colocó en situación manumisa a las mayorías depauperadas. En ese modelo “aprendimos” los rudimentos de una ciencia sin aplicación ni aplicabilidad, sin imaginación ni creatividad, inatenta a la realidad, en todo caso, ciega al diario acontecer, sin capacidad para leer el pasado, comprender el presente ni descifrar el futuro. Una escuela, tuvimos, tuve, sin proyecto y sin proyectos. Estudiábamos aferrados a la mnemotecnia, al tiempo que desconocíamos lo necesario para transformar la realidad en función de la satisfacción de nuestras muchas necesidades.

¿Por qué se dio esto? Porque contamos con la suerte o la desgracia de tener inmensas riquezas naturales, especialmente en biodiversidad y energéticas, que alimentaron por siglos las arcas privadas de los que necesitaban que tal situación no se revirtiera, y una de las condiciones que tal status quo exigía, era precisamente que la escuela no corrigiera el desfase y continuara su curso “enseñando” nada.

¿Cuándo empezamos a revertir esta situación? Cuando la crisis energética, el modelo de desarrollo e incluso el modelo civilizatorio provocó que los pueblos nos encontráramos a nosotros mismos y comenzáramos a emplear el tiempo y el espacio escolar –subvirtiendo el orden tradicional de la escuela- para traer a su seno los problemas de la realidad. Comenzamos a aprender a aprehendernos.

Y en esa tarea estamos todos, estudiantes y docentes. Comprendiendo juntos que la escuela está inserta, imbricada, relacionada con la comunidad y que los problemas de esta son los de la escuela y viceversa. “Las voces del Sur tienen que ser oídas en los debates internacionales sobre la educación. Por ejemplo, en las comunidades andinas de América Latina, el desarrollo se expresa mediante la noción de sumak kawsay, vocablo quechua que significa ‘buen vivir’. Este sumak kawsay, que tiene raíces en culturas y cosmovisiones indígenas, ha sido propuesto como concepción alternativa del desarrollo y ha pasado a formar parte de la Constitución de Ecuador y Bolivia.” (Replantear la educación… pág. 31).

La Universidad en la que trabajo nació con esta conciencia y de esta crisis. ¿Cómo dar clases sin tomar en cuenta el contexto local, nacional y global que ha determinado el tipo y el modelo de ciencia –los modos plurales de conocer el mundo- necesario(s) para crear soluciones a los problemas inaplazables de la realidad?

Porque, “Una auténtica educación es aquella que forma los recursos humanos que necesitamos para ser productivos, seguir aprendiendo, resolver problemas, ser creativos y vivir juntos y con la naturaleza en paz y armonía. Cuando las naciones toman medidas para que una educación así sea accesible a todos a lo largo de toda su vida, se pone en marcha una revolución tranquila: la educación se convierte en el motor del desarrollo sostenible y la clave de un mundo mejor” (Power, C., 2015, citado en Replantear la educación… pág. 32)

Lo dicen como vemos, los informes al respecto, lo gritan las agendas de los organismos internacionales. La realidad puede ser otra, desde el momento en que los pueblos nos miramos a la cara y nos reconocemos como hermanos en un mundo que puede estallar en mil pedazos.

Sólo el amor -por el conocimiento- podrá desactivar la violencia y el terrorismo y hacer que nos reencontremos en el proyecto local y global de salvarnos, salvando el planeta.

miércoles, 10 de abril de 2019

HALLAN NUEVA ESPECIE HUMANA, EL HOMO LUZONENSIS

Descubren una nueva especie humana, el 'Homo luzonensis'


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La nueva especie, que vivió hace 50.000 años, ha sido hallada en la isla de Filipinas de Luzón.

Descubren una nueva especie humana, el 'Homo luzonensis' 
Trabajos de excavación en la cueva Callao, 29 de agosto de 2011. AFP

Investigadores han informado sobre el descubrimiento de una especie de homínidos hasta ahora desconocida, bautizada como 'Homo luzonensis'. Los fósiles con características distintivas fueron hallados en una cueva en la isla filipina de Luzón. La especie habitó en esa zona entre 50.000 y 67.000 años atrás, según un estudio publicado en la revista Nature.

En excavaciones llevadas a cabo en 2007, 2011 y 2015 en la cueva Callao se encontraron siete dientes, dos huesos de dedos, dos huesos de dedos de los pies y un hueso de la parte superior de la pierna. Los restos hallados proporcionaron la prueba directa más temprana de la presencia humana en Filipinas. Según los investigadores, los restos hallados pertenecían a al menos tres individuos de esta especie.


Nature News & Views ✔@NatureNV A previously unknown human species called Homo luzonensis lived in Asia. Find out more about this amazing discovery in a terrific N&V by Matt Tocheri @mylakehead @HumanOrigins https://go.nature.com/2uWF8iW  924

El análisis del hueso del pie descubierto en 2007 sugirió que este pertenecía al género Homo, pero no estaba claro a qué especie exactamente.

Los autores del estudio detallan que otros especímenes hallados "exhiben una combinación de características morfológicas primitivas y derivadas diferente de la combinación de características encontradas en otras especies en el género Homo", como el 'Homo floresiensis' y el 'Homo sapiens', lo que "garantiza su atribución a una nueva especie".

Los huesos de los dedos y de los dedos de los pies de los antiguos habitantes de Luzón son curvos, lo que sugiereuna capacidad para trepar árboles comparable a la de los homínidos de hace dos millones de años o más.

El hallazgo de esta especie subraya la importancia de la isla del sudeste asiático en la evolución del género Homo, agregan los investigadores. Esta es la segunda vez en el siglo XXI que se descubre una nueva especie de la familia humana en islas del sudeste asiático.

El 'Homo luzonensis' vivió al mismo tiempo que el 'Homo floresiensis', unos homínidos de tamaño medio que habitaron la isla indonesia de Flores. El 'Homo floresiensis' fue la primera de las especies humanas que habitó la isla de Flores hace aproximadamente 100.000-60.000 años. Huesos de representantes de esta especie —apodados 'hobbits' por su estatura de apenas un metro— fueron encontrados en 2003 en la cueva de Liang Bua.

El 'Homo luzonensis' fue contemporáneo no solo de los 'hóbbits', sino también de nuestra especie, el 'Homo sapiens', que apareció en África hace aproximadamente 300.000 años.

Los científicos dijeron que no podían descartar la posibilidad de que la llegada de nuestra especie a la región hubiera contribuido a la desaparición del 'Homo luzonensis'. Los habitantes de Flores también desaparecieron hace unos 50.000 años, al mismo tiempo que el 'Homo sapiens' se extendía por la región.

En cuanto a la estatura del 'Homo luzonensis', juzgando por el tamaño de los dientes los investigadores creen que posiblemente era mucho más pequeño que el 'Homo sapiens'.

Los descubrimientos de Luzón y Flores demuestran que la historia de la evolución humana es más complicada de lo que se creía anteriormente.

Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/311272-descubrir-nueva-especie-humana-homo-luzonensis

Dentadura superior derecha de Homo luzonensis
Dentadura superior derecha de Homo luzonensis Callao Cave Archaelogy Projet

Hito científico: descubierta una nueva especie humana que vivía a la vez que el 'Homo sapiens'

El estudio de sus fósiles, de 50.000 a 67.000 años de antigüedad, revela una mezcla singular de características que lo diferencia de otras especies.10 abril, 2019 19:00

Eva Rodríguez Nieto / SINC @evaou22

Un equipo multidisciplinar internacional, codirigido por Florent Détroit, profesor titular del Museo de Historia Natural de París (Francia), ha analizado varios huesos del pie y de la mano, un fémur parcial y dientes de homínidos antiguos hallados en la cueva del Callao, en Filipinas.

Algunos de estos fósiles proporcionan pruebas suficientes de que una nueva especie de homínidos, a la que han denominado Homo luzonensis, vivió en la isla de Luzón hace 50.000 años, durante la época del Pleistoceno Tardío. El primer fósil fue descubierto durante la excavación de 2007 en la campaña organizada por el científico Armand Mijares, de la Universidad de Filipinas. Posteriormente, en 2011 y 2015, se hallaron todos los fósiles que publica este miércoles la revista Nature.

"Lo que lo convierte en una nueva especie es la combinación de todas las características que hemos descrito de H. luzonensis juntas. Cada una por separado se puede encontrar en una o varias especies de homínidos. Esto es lo que indica también que tiene más afinidades con especies del género Homo, que con otros géneros de hominino como Australopithecuso Paranthropus. Si se toma el paquete completo, ninguna otra especie del género Homo es similar", declara a Sinc Détroit. 

Descubierta una nueva especie de homínido.

Para el investigador, el elemento más sorprendente e interesante de los que han hallado es la falange del pie CCH4, debido a su forma y morfología muy inusuales para una especie reciente del género Homo. "Recuerdo que el día que lo encontramos, durante la excavación de 2011, tuve la discusión con un colega filipino que es bioantropólogo especializado en H. sapiens, porque no podía aceptar que fuera una falange del pie. Es uno de los elementos más interesantes de H. luzonensis porque muestra características sorprendentemente primitivas, como el Australopithecus", añade.

Los dientes también presentan una combinación sorprendente de características morfológicas primitivas y modernas. "Están muy bien documentados en el registro de fósiles de homininos y son bien conocidos por su valor taxonómico y filogenético. Los dientes de los luzonensis son extremadamente importantes", continúa.

Homo luzonensis se describe a partir de un conjunto de huesos y dientes fósiles que pertenecieron al menos a tres individuos. Dos de estos fósiles tienen entre 50.000 y 67.000 años de antigüedad según el análisis de series de uranio. Son los primeros restos humanos conocidos en Filipinas, que preceden a los primeros de Homo sapiens, de entre 30.000 a 40.000 años, descubiertos en la isla de Palawan, al suroeste del archipiélago.

Respecto a la polémica que siempre envuelve a este tipo de estudios sobre evolución humana y nuevas especies, el experto responde: "Por supuesto, algunos colegas cuestionarán la legitimidad de describir una nueva especie basada en un conjunto bastante pequeño de fósiles, pero la pregunta de qué es una especie es un tema muy debatido que no se resolverá (ni se hará más complicado) con un debate sobre si fue una buena o una mala idea describir al H. luzonensis".

Détroit estima que si sus colegas científicos pueden demostrar que se equivocan porque los fósiles pudieran entrar en una de las especies de homínidos ya conocidas, "simplemente la agruparemos y olvidaremos, pero mientras tanto, estoy convencido de que es la forma en que tenemos que hacerlo para mejorar nuestro conocimiento y comprensión de la historia evolutiva de los homínidos".
La apariencia del 'Homo luzonensis'

Una de las preguntas que siempre surge cuando se habla del descubrimiento de una nueva especie es acerca de su apariencia y comportamiento. Sin embargo, debido a los escasos elementos con los que cuentan, los científicos se muestran cautelosos con la estimación, por ejemplo, del tamaño corporal de H. luzonensis.

"Los argumentos más fuertes indican que era probablemente un homínido de cuerpo pequeño, por el tamaño de la dentadura y del metatarsiano (publicado en 2010). Los dientes son muy pequeños –más que los de Homo floresiensis– y sabemos que en primates existe una fuerte correlación entre el tamaño de los dientes y el tamaño corporal, pero, por supuesto, no es una regla estricta y hay varias excepciones".

Según los investigadores, no se debe tener la imagen de H. floresiensiscomo modelo para su apariencia física, ya que también se demostró que la longitud del metatarsiano estaba dentro del rango de los H. sapiens de cuerpo pequeño o de los grupos étnicos denominados negritos de Filipinas.

También creen que la forma en que caminaban podría ser distinta. En el artículo se mencionan varias características de los huesos del pie que son muy parecidas a Australopithecus y que se interpretan generalmente como evidencias de un comportamiento locomotor mixto, bipedal en el suelo y todavía trepando árboles.

"No sugerimos que H. luzonensis haya regresado a los árboles por todo lo que sabemos sobre la evolución del pie en el género Homo. En nuestra opinión, los efectos del endemismo insular podrían explicar la reaparición de tales características primitivas. Pero es una pregunta muy interesante para abordar: si eran estrictamente bípedos como todos los miembros de nuestro género o si estas características primitivas influyeron o cambiaron su andar bípedo. Todavía es demasiado pronto para responder", apunta Détroit.

Por otro lado, tampoco están seguros de si estos individuos vivían en la cueva o no. "Durante la excavación no identificamos los pisos vivientesactuales en esta vieja capa que contiene los fósiles de homininos. Algunos H. luzonensis puodrían haber realizado actividades, por ejemplo de despiece, justo desde o hacia la entrada de la cueva y los huesos y los dientes podrían haber sido desplazados dentro después. Existen todavía varias hipótesis", dice el científico.

Mezcla de rasgos muy modernos y otros muy arcaicos

Los análisis comparativos realizados en los fósiles, utilizando imágenes en 3D y morfometría geométrica, muestran que H. luzonensis tiene elementos muy primitivos, parecidos a Australopithecus y otros que son muy modernos, cercanos a nuestra propia especie Homo sapiens.

Los premolares de un mismo individuo tienen entre dos y tres raíces, mientras que en H. Sapiens suele haber una raíz y a veces dos. Por esta característica y por la morfología del esmalte, son más parecidos a los del Australopithecus y especies como Homo habilis y Homo erectus. En contraste, los molares son muy pequeños y tienen una morfología muy simple, como los del H. sapiens. No existe ningún individuo con estas características combinadas en ninguna de las especies conocidas en la actualidad.

Asimismo, los huesos de los pies tienen en la falange proximal una curvatura muy marcada e inserciones muy desarrolladas para los músculos involucrados en la flexión del pie. Estas características tampoco son propias del H. sapiens pero se parecen mucho a la falange de Australopithecus, conocida solo en África y en períodos mucho más antiguos (hace entre 2 a 3 millones de años).

Los H. Luzonensis estaban solos

Además de los huesos y los dientes recuperados, en la misma capa se halló un conjunto faunístico dominado por el ciervo pardo filipino, con un número menor de cerdos verrugosos endémicos y pequeños bovinos extintos, similares al búfalo enano de Mindoro (Bubalus mindorensis) actual.

"Por lo que sabemos, H. luzonensis fue el único hominino presente en Luzón en ese momento. Los primeros H. sapiens conocidos en Filipinas son los fósiles descubiertos en la cueva de Tabon en la isla de Palawan", concluye el científico.

miércoles, 3 de abril de 2019

VIDEOJUEGOS, OTRO CAMPO DE LA BATALLA DE IDEAS

Los videojuegos: Otro campo de la batalla de ideas

Nelson Villagra G.

Foto: taringa.net

Vivimos en un mundo en que la información masiva ha sido monopolizada por quienes difunden los presuntos valores del neoliberalismo y la economía de mercado como un nuevo dios repartidor de bienes.

El mensaje que segundo a segundo recibimos no es siquiera el que entregan los medios formales de comunicación y los supuestos “ideólogos” del neoliberalismo.

La constante reafirmación de ese mensaje de un mundo pleno de oportunidades para el más “apto”, hoy llega a través de un mensaje indirecto y por ende más efectivo.

Se trata del campo entretenido -y en apariencia inocente- de los videojuegos, donde aquel mensaje no encuentra ninguna respuesta que lo confronte.

Millones de niños y adultos ocupan su tiempo libre en los videojuegos de la red hasta tal punto que ese quehacer se convierte en una adicción.

Numerosos juegos interactivos nos permiten “competir” - incluso con nosotros mismos –. Ganamos puntos según los enemigos que logremos eliminar con ametralladoras virtuales, naves espaciales y temibles robots.
Son sumamente entretenidos esos juegos virtuales que permiten apoderarnos de un banco, de una ciudad o de una región entera. Lo mismo sucede con aquellos mediante los cuales crece nuestra fortuna virtual hasta convertirnos en millonarios. Una ilusión que llevada al paroxismo puede enloquecer a los “empresarios” del ciberespacio.

En apariencias, los videojuegos no hablan de reivindicaciones sociales, ideologías u otras pamplinas. Aparentan ser por completo inocentes. El contrabando está bien disfrazado.

Sin embargo, diversos estudios concluyen que detrás de estos juegos hay una gigantesca industria ideológico-cultural que el gran capital pone en marcha cada día. El mensaje ideológico encubierto lo inunda todo: medios de comunicación, redes sociales, ciberespacio. La vida cotidiana de la humanidad la manejan titánicas fuerzas conservadoras, rayanas en el neofascismo, que actúan como efectivos mecanismos de control social.

Al menos desde hace 40 años, la tecnología ha invadido nuestra vida. La televisión, internet o el móvil, nos han convertido en tributarios de su dominación. La tecnología y las ciencias de la comunicación están cambiando el mundo con tanta profundidad y rapidez que hasta el liberalismo probablemente será convertido a la larga en un deshecho.

Quienes aún intentamos denunciar la falacia de la democracia neoliberal, quienes conservamos la convicción que otro mundo es posible y necesario, ya no lo podemos hacer solamente con una pancarta, una manifestación callejera o un discurso bien intencionado. El tiempo corre en contra nuestra.

Se avecina “...una nueva bomba atómica científica con la potencia suficiente como para manipular pensamientos, dirigir sentimientos, adulterar recuerdos o falsear emociones”, afirma Rafael Yuste, profesor de ciencias biológicas y neurociencia, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, que dirige el Proyecto Brain, creado por el ex presidente Barak Obama con un presupuesto de ¡6.000 millones de dólares!

El Proyecto Brain, explica el profesor Yuste, consiste en “desarrollar las técnicas, que no existen ahora, para registrar la actividad completa del cerebro y poder manipularla de manera precisa. Es un proyecto de desarrollo de técnicas. Un primer paso para poder abordar el gran problema de saber cómo funciona el cerebro”.

A continuación él explica qué se podrá hacer dentro de algunas décadas:

“Es muy simple. El cerebro genera la mente. Si entendemos el cerebro, entendemos la mente. Si podemos leer la actividad del cerebro, podemos leer la mente. Imagínate que podemos leer la mente y podemos manipular la actividad del cerebro, entonces podemos manipular la mente. Esto es de regla de tres, es de cajón. Podremos manipular la mente de las personas” (1).

Noblesse oblige: el profesor Yuste (español, 56 años) también tiene preocupaciones éticas: “las ciencias –advierte- siempre han sido utilizadas para bien o para mal”, señala.

Aunque la pancarta sea todavía un símbolo de protesta, ¿habrá algunos jóvenes contestatarios que exploren las posibilidades de expresar en la red un mensaje de cooperación social tan entretenido e indirecto como aquellos que sacralizan al individuo “más apto”? ¿Podremos contar con especialistas que se introduzcan seriamente en la Inteligencia Artificial para fomentar la respuesta ideológica al neoliberalismo? No se trata de difundir El Capital u otras teorías sociales liberadoras de una manera literal sino artística. Tal como hacen los innumerables “juegos” que existen la red y con los cuales alucinan niños, jóvenes y viejos.

Por el momento, tengo claro que el profesor Yuste camina con decisión hacia el “rediseño de la especie humana”, cumpliéndose lo que se ha pronosticado: “Dentro de 30 años no importa lo que pase con Marte, sino lo que pasará con nuestra mente...” Y esto no ocurrirá mediante un acuerdo plebiscitario democrático, sino a traición utilizando mecanismos tales como los videojuegos.

Nota:

martes, 2 de abril de 2019

LA ÉTICA DEL CUIDADO DE UNO MISMO COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

Entrevista con Michel Foucault 
La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad[1]


Por Raúl Fomet-Betancourt. Helmul Becker y Alfredo Gómez-Muller

P.: Ante todo, nos gustaría saber cuál es el objeto de su reflexión en la actualidad. Hemos seguido el desarro­llo de sus últimos análisis y, concretamente, su curso en el Colegio de Francia del año 1982 sobre la hermenéutica del sujeto y nos gustaría saber si su preocupación filosó­fica actual sigue estando determinada por el eje subjetividad-verdad.

R.: En realidad ése fue siempre mi problema, aunque haya formulado de un modo un poco distinto el marco de esta reflexión. Siempre he pretendido saber cómo el suje­to humano entraba en los juegos de verdad, y ello tanto si se trataba de juegos de verdad que adoptan la forma de una ciencia, o que adoptan un modelo científico, como si se trataba de aquellos otros que se pueden encontrar en instituciones o en prácticas de control. Ese es el objeto de mi trabajo en Las palabras y las cosas, en donde he in­tentado ver cómo en los discursos científicos el sujeto humano va a ser definido como individuo que habla, que vive y que trabaja. En los cursos del Colegio de Francia he puesto de relieve esta problemática en su generalidad.

P.: ¿No se ha producido un "salto" entre su problematización anterior y la de la subjetividad/verdad, con­cretamente a partir del concepto de "cuidado de uno mis­mo"?

R.: El problema de las relaciones existentes entre el sujeto y los juegos de verdad yo lo había enfocado hasta entonces o bien a partir de prácticas coercitivas -tales como la psiquiatría y el sistema penitenciario-, bien bajo la forma de juegos teóricos o científicos -tales como el análisis de las riquezas, del lenguaje o del ser viviente-. Ahora bien, en mis cursos en el Colegio de Francia he intentado captar este problema a través de lo que podría denominarse una práctica de sí mismo que es, a mi juicio, un fenómeno bastante importante en nuestras sociedades desde la época grecoromana -pese a que no haya sido estudiado-. Estas prácticas de sí mismo han tenido en la civilización griega y romana una importancia, v sobre todo una autonomía, mucho mayores de lo que tuvieron poste­riormente cuando se vieron asumidas, en parte, por insti­tuciones religiosas, pedagógicas, de tipo médico y psi­quiátrico.

P.: Se ha producido por lo tanto en la actualidad una especie de desplazamiento: estos juegos de verdad \a no tienen tanto que ver con una práctica coercitiva cuanto con una práctica de autoformación del sujeto.

R.: Así es. Estamos ante lo que se podría denominar una práctica ascética, confiriendo al ascetismo un sentido muy general, es decir, no tanto el sentido de una moral de renuncia cuanto el ejercicio de uno sobre sí mismo me­diante el cual se intenta elaborar, transformar y acceder a un cieno modo de ser. Entiendo pues el ascetismo sentido más general que el que le ha conferido, por ejem­plo, Max Weber, pero, pese a todo, mi análisis va en cier­to modo en la misma línea de Weber.

P.: Se trata de un trabajo de uno sobre si mismo que puede ser comprendido como una determinada libera­ción, como un proceso de liberación.

R.: Tendríamos que ser en lo que se refiere a esto un poco más prudentes. Siempre he desconfiado un tanto del tema general de la liberación, en la medida en que, si no lo tratamos con algunas precauciones y en el interior de determinados límites, se corre el nesgo de recurrir a la idea de que existe una naturaleza o un fondo humano que se ha visto enmascarado, alienado o aprisionado en y por mecanismos de represión como consecuencia de un de­terminado numero de procesos históricos, económicos \ sociales. Si se acepta esta hipótesis, bastaría con hacer saltar estos cerrojos represivos para que el hombre se re­conciliase consigo mismo, para que se reencontrase con su naturaleza o retomase el contacto con su origen y res­taurase una relación plena y positiva consigo mismo. Me parece que éste es un planteamiento que no puede ser ad­mitido así, sin más, sin ser previamente sometido a exa­men. Con esto no quiero decir que la liberación, o mejor, determinadas formas de liberación, no existan: cuando un pueblo colonizado intenta liberarse de su colonizador. estamos ante una práctica de liberación en sentido estric­to. Pero sabemos muy bien que. también en este caso con­creto, esta práctica de liberación no basta para definir las prácticas de libertad que serán a continuación necesarias para que este pueblo, esta sociedad y estos individuos puedan definir formas válidas y aceptables de existencia o formas válidas y aceptables en lo que se refiere a la sociedad política. Por esto insisto más en las prácticas de libertad que en los procesos de liberación que, hay que decirlo una vez más. tienen su espacio, pero que no pue­den por sí solos, a mi juicio, definir todas las formas prác­ticas de libertad. Nos encontramos ante un problema que me he planteado precisamente en relación con la sexuali­dad: atiene sentido decir liberemos nuestra sexualidad? ¿El problema, no consiste más bien en intentar definir las prácticas de libertad a través de las cuales se podría defi­nir lo que es el placer sexual, las relaciones eróticas, amo­rosas y pasionales con los otros? Este problema ético de la definición de las prácticas de libertad me parece que es mucho más importante que la afirmación, un tanto manida, de que es necesario liberar la sexualidad o el deseo.

P.: ¿El ejercicio de las prácticas de libertad no exige un cierto grado de liberación?

***R.: Sí. por supuesto. Por eso hay que introducir la no­ción de dominación. Los análisis que intento hacer se cen­tran fundamentalmente en las relaciones de poder. Y en­tiendo por relaciones de poder algo distinto de los esta­dos de dominación. Las relaciones de poder tienen una extensión extraordinariamente grande en las relaciones humanas. Ahora bien, esto no quiere decir que el poder político esté en todas partes, sino que en las relaciones humanas se imbrica todo un haz de relaciones de poder que pueden ejercerse entre individuos, en el interior de una familia, en una relación pedagógica, en el cuerpo político, etc. Este análisis de las relaciones de poder cons­tituye un campo extraordinariamente complejo. Dicho análisis se encuentra a veces con lo que podemos deno­minar hechos o estados de dominación en los que las re­laciones de poder, en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifi­que. se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo in­móvil y fijo e impidiendo la mínima reversibilidad de mo­vimientos -mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares-, nos encontra­mos ante lo que podemos denominar un estado de domi­naciones cierto que en una situación de este tipo las prácticas de libertad no existen o existen sólo unilateralmente, o se ven recortadas y limitadas extraordinariamente. Es­toy de acuerdo con usted en que la liberación es en oca­siones la condición política o histórica para que puedan existir prácticas de libertad. Si consideramos, por ejem­plo. la sexualidad, es cierto que han sido necesarias una serie de liberaciones en relación con el poder del macho, que ha sido preciso liberarse de una moral opresiva que concierne tanto a la heterosexualidad como a la homose­xualidad: pero esta liberación no permite que surja una sexualidad plena y feliz en la que el sujeto habría alcan­zado al fin una relación completa y satisfactoria. La libe­ración abre un campo a nuevas relaciones de poder que hay que controlar mediante prácticas de libertad.

P.: ¿No podría la liberación en sí misma ser un modo o una forma de práctica de la libertad?.

R.: Sí, así es en un determinado número de casos. Exis­ten casos en los que en efecto la liberación y la lucha de liberación son indispensables para la práctica de la liber­tad. En lo que se refiere a la sexualidad, por ejemplo -y lo digo sin ánimo de polemizar, ya que no me gustan las polémicas-, creo que en la mayor parte de los casos son infecundas. Existe un esquema reichiano, derivado de una cierta forma de leer a Freud, que supone que el problema es un problema únicamente de liberación. Para decirlo un tanto esquemáticamente, existiría el deseo, la pulsión, la prohibición, la represión, la interiorización, y el proble­ma se resolvería haciendo saltar todas estas prohibicio­nes, es decir, liberándose. En este planteamiento -y soy consciente de que caricaturizo posiciones más interesan­tes y matizadas de numerosos autores- está totalmente ausente el problema ético de la práctica de la libertad: ¿cómo se puede practicar la libertad? En lo que se refiere a la sexualidad, es evidente que es únicamente a partir de la liberación del propio deseo como uno sabrá conducirse éticamente en las relaciones de placer con los otros.

P.: Usted dice que es necesario practicar la libertad éticamente.

R.: Si porque en realidad ¿qué es la ética sino la prác­tica de la libertad, la práctica reflexiva de la libertad?

P.: ¿Quiere decir esto que usted entiende la libertad como una realidad ética en sí misma ?

R.: La libertad es la condición ontológica de la ética; pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad.

P.: ¿Es la ética aquello que se lleva a cabo en la bús­queda o en el cuidado de uno mismo?

R.: El cuidado de uno mismo ha sido, en el mundo grecorromano, el modo mediante el cual la libertad indivi­dual -o la libertad cívica hasta un cierto punto- ha sido pensada como ética. Si usted consulta toda una serie de textos que van desde los primeros diálogos platónicos hasta los grandes textos del estoicismo tardío -Epicteto, Marco Aurelio, etc.-, podrá comprobar que este tema del cuidado de uno mismo ha atravesado realmente toda la reflexión moral. Es interesante ver cómo en nuestras so­ciedades, por el contrario, el cuidado de uno mismo se ha convertido, a partir de un cierto momento -y es muy difí­cil saber exactamente desde cuándo- en algo un tanto sos­pechoso. Ocuparse de uno mismo ha sido, a partir de un determinado momento, denunciado casi espontáneamen­te como una forma de amor a sí mismo, como una forma de egoísmo o de interés individual en contradicción con el interés que es necesario prestar a los otros o con el necesario sacrificio de uno mismo. Esto ha tenido lugar durante el cristianismo, pero no me atrevería a afirmar que se deba pura y simplemente al cristianismo. La cues­tión es mucho más compleja porque en el cristianismo procurar la salvación es también una manera de cuidar de uno mismo. Pero la salvación se efectúa en el cristianis­mo a través de la renuncia a uno mismo. Se produce así una paradoja del cuidado de sí en el cristianismo, pero éste es otro problema. Para volver a la cuestión que usted planteaba, creo que entre los griegos y los romanos -sobre todo entre los griegos-, para conducirse bien, para practi­car la libertad como era debido, era necesario ocuparse de sí, cuidar de sí, a la vez para conocerse -y éste es el aspecto más conocido del gnosis seauton- y para formar­se, para superarse a sí mismo, para controlar los apetitos que podrían dominamos. La libertad individual era para los griegos algo muy importante -contrariamente a lo que comúnmente se dice- inspirándose más o menos en Hegel, de que la libertad del individuo carecía de importan­cia ante la hermosa totalidad de la ciudad-: no ser escla­vo (de otra ciudad, de los que os rodean, de los que os gobiernan, de vuestras propias pasiones) era un tema abso­lutamente fundamental. La preocupación por la libertad ha sido un problema esencial, permanente, durante los ocho magnos siglos de la cultura clásica. Existió enton­ces toda una ética que ha girado en tomo del cuidado de sí y que proporciona a la ética clásica su forma tan parti­cular. No pretendo afirmar con esto que la ética sea el cuidado de sí, sino que, en la Antigüedad, la ética, en tanto que práctica reflexiva de la libertad, ha girado en tomo de este imperativo fundamental: "cuida de ti mismo".

P.: Imperativo que implica la asimilación de los logoi, de las verdades.

R.: Sin duda, uno no puede cuidar de sí sin conocer. El cuidado de sí es el conocimiento de sí -en un sentido socrático-platónico-, pero es también el conocimiento de un cierto numero de reglas de conducta o de principios que son a la vez verdades y prescripciones. El cuidado de sí supone hacer acopio de estas verdades: y es así como se ven ligadas la ética y el juego de la verdad.

P.: Usted afirma que se traía de hacer de esta verdad aprendida, memorizada y progresivamente aplicada un semi-sujeto que reine soberanamente en el interior de cada uno. ¿Qué estatuto tendría este semi-sujeto?

R: En la corriente platónica, al menos según el final del Alcibíades, el problema para el sujeto, para el alma individual, es volverse hacia sí mismo para reconocerse en lo que es, y, reconociéndose en lo que es, recordar las verdades que le son similares y que ha podido contem­plar. En cambio, en la corriente que se puede denominar, globalmente, estoica, el problema consiste más bien en aprender, en servirse de la enseñanza de un determinado número de verdades, de doctrinas, entre las cuales unas son los principios fundamentales y las otras las reglas de conducta. Se trata de operar de tal modo que estos princi­pios os digan, en cada situación, y en cierto modo espontáneamente, cómo tenéis que comportaros. Encontramos aquí una metáfora que no proviene de los estoicos sino de ^Plutarco, que dice: Es necesario que hayáis aprendido os principios de una forma tan constante que, cuando vuestros deseos, vuestros apetitos, vuestros miedos se despierten como perros que ladran, el lógos hable en vosotros como la voz del amo que con un solo grito sabe acallar a los perros. Es ésta la idea de un Logos que en cierto modo podrá funcionar sin que vosotros tengáis que hacer nada: vosotros os habréis convertido en el Logos o el Logos se habrá convertido en vosotros mismos.

P.: Podríamos volver a la cuestión de las relaciones entre la libertad y la ética. Cuando usted afirma que la ética es la parte reflexiva de la libertad, ¿quiere decir que la libertad puede cobrar conciencia de sí misma como práctica ética? ¿Es en su conjunto y siempre una liber­tad por decirlo así moralizada, o es necesario un trabajo sobre sí mismo para descubrir esta dimensión ética de la libertad?

R.: Los griegos, en efecto, problematizaban su liber­tad, la libertad del individuo, para convertirla en un pro­blema ético. Pero la ética en el sentido en que podían en­tenderla los griegos, el ethos, era la manera de ser y de conducirse. Era un cieno modo de ser del sujeto y una determinada manera de comportarse que resultaba per­ceptible a los demás. El ethos de alguien se expresaba a través de su forma de vestir, de su aspecto, de su forma de andar, a través de la calma con la que se enfrentaba a cualquier suceso, etc. En esto consistía para ellos la for­ma concreta de la libertad: es así como problematizaban su libertad. El que tiene un ethos noble, un ethos que pue­de ser admirado y citado como ejemplo, es alguien que practica la libertad de una cierta manera. No creo que sea necesaria una conversión para que la libertad sea pensada como ethos, sino que la libertad es directamente problematizada como ethos. Pero, para que esta práctica de la libertad adopte la forma de un ethos que sea bueno, bello, honorable, estimable, memorable, y que pueda servir de ejemplo, es necesario todo un trabajo de uno sobre sí mismo.

P.: ¿ Y es en este punto en donde usted sitúa el análisis del poder?

R.: Me parece que en la medida en que la libertad sig­nifica, para los griegos, la no-esclavitud -lo que constitu­ye sin duda una definición de la libertad bastante alejada de la nuestra-, el problema es un problema totalmente político. Es político en la medida en que la no-esclavitud es a los ojos de los demás una condición: un esclavo no tiene ética. La libertad es pues en sí misma política. Y además, es también un modelo político en la medida en que ser libre significa no ser esclavo de sí mismo ni de los propios apetitos, lo que implica que uno establece en re­lación consigo mismo una cierta relación de dominio, de señorío, que se llamaba arché, poder, mando.

P.: El cuidado de sí es, como usted ha dicho, el cuida­do de los otros, en cierto modo. En este sentido es siem­pre ético, es ético en sí mismo.

R.: Para los griegos no es ético porque implique el cuidado de los otros. El cuidado de sí es ético en sí mis­mo: pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida en que este ethos de la libertad es también una manera de ocuparse de los otros. Y es por ello por lo que es importante para un hombre libre, que se conduce como tal, saber gobernar a su mujer, a sus hijos, su casa. Nos encontramos así también con el arte de gobernar. El ethos implica también una relación para con los otros, en la medida en que el cuidado de sí convierte a quien lo posee en alguien capaz de ocupar en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales el lugar que convie­ne -ya sea para ejercer una magistratura o para establecer relaciones de amistad-- Y, además, el cuidado de sí implica también una relación con el otro en la medida que, para ocuparse bien de sí, es preciso escuchar las leccio­nes de un maestro, uno tiene necesidad de un guía. de un consejero, de un amigo, de alguien que nos diga la ver­dad. De este modo el problema de las relaciones con los demás está presente a lo largo de todo este desarrollo del cuidado de sí.

P.: El cuidado de sí tiene siempre como objetivo el bien de los otros: tiende a gestionar bien el espacio de poder que está presente en toda relación, es decir, ges­tionarlo en el sentido de la no-dominación. ^Cual puede ser, en este contexto, el papel del filósofo, de aquel que se ocupa del cuidado de los otros7

R.: Partamos como ejemplo de Sócrates: es él quien interpela a la gente de la calle o a los jóvenes del gymnasio diciéndoles: ¿ Te ocupas de ti mismo? Los dioses le han encargado hacerlo, es su misión, misión que no aban­donará nunca, ni siquiera en el momento en que es ame­nazado de muerte. Y es sin duda el hombre que se pre­ocupa del cuidado de los otros quien adopta la posición particular del filósofo. Pero en el caso, digamos simple­mente, del hombre libre, me parece que el postulado de toda esta moral era que aquel que cuidaba de sí mismo como era debido se encontraba por este mismo hecho en posición de conducirse como es debido en relación con los otros y para los otros, una ciudad en la que todo el mundo cuidase de sí mismo como es debido seria una ciudad que funcionaría bien y que encontraría así el prin­cipio de su perpetuación. Pero no creo que pueda decirse que el hombre griego que cuida de sí deba en primer lu­gar cuidar de los otros. Este tema no intervendrá, me pa­rece, hasta más tarde. No se trata de hacer pasar el cuida­do de los otros a un primer plano anteponiéndolo al cuidado de sí; el cuidado de sí es éticamente lo primero, en la medida en que la relación con uno mismo es ontológicamente la primera.

P.: ¿Este cuidado de sí, que posee un sentido ético positivo, podría ser comprendido como una especie de conversión del poder?

R.: una conversión, sí. Es en efecto una manera de controlarlo y delimitarlo, ya que. si bien es cierto que la esclavitud es el gran riesgo al que se opone la libertad griega, existe también otro peligro que se manifiesta a primera vista como lo inverso de la esclavitud: el abuso de poder. En el abuso de poder uno desborda lo que es el ejercicio legítimo de su poder e impone a los otros su fantasía, sus apetitos, sus deseos. Nos encontramos aquí con la imagen del tirano o simplemente del hombre pode­roso y rico que se aprovecha de esta pujanza y de su ri­queza para abusar de los otros, para imponerles un poder indebido. Pero uno se da cuenta -en todo caso es lo que afirman los filósofos griegos- de que este hombre es en realidad esclavo de sus apetitos. Y el buen soberano es aquel precisamente que ejerce el poder como es debido, es decir, ejerciendo al mismo tiempo su poder sobre sí mismo. Y es justamente el poder sobre sí mismo el que va a regular el poder sobre los otros.

P.: El cuidado de sí. desgajado del cuidado de los otros ¿no corre el riesgo de absolutizarse? ¿Esta absolutización del cuidado de sí no podría convertirse en una forma de poder sobre los otros, en el sentido de la dominación del otro?

R.: No, porque el peligro de dominar a los otros y de ejercer sobre ellos un poder tiránico no viene precisamente mas que del hecho de que uno no cuida de sí y por lo tanto se ha convertido en esclavo de sus deseos. Pero si uno se ocupa de sí como es debido, es decir, si uno sabe ontológicamente quién es, si uno es consciente de lo que es capaz, si uno conoce lo que significa ser ciudadano de una ciudad, ser señor de su casa en un oikos. si sabe qué cosas debe temer y aquellas a las que no debe temer, si sabe qué es lo que debe esperar y cuáles son las cosas, por el contrario, que deben serle completamente indife­rentes. si sabe, en fin. que no debe temer a la muerte, pues bien, si sabe todo esto, no puede abusar de su poder en relación con los demás. No existe por lo tanto peligro.

La idea, tal como usted la formula, aparecerá mucho más tarde, cuando el amor de sí mismo se convierta en algo sospechoso y sea percibido como una de las posibles raíces de las diferentes faltas morales. En este nuevo con­texto. el cuidado de sí tendrá como forma primera la re­nuncia de uno a sí mismo. Se encuentra esta idea de for­ma bastante clara en el Tratado de la virginidad de Gregorio de Nisa, en donde figura la noción de cuidado de sí, la épimeléia heautou. definida esencialmente como renuncia a todos los lazos terrenales, como renuncia a todo lo que pueda ser amor de sí. apego a este mundo. Pero yo creo que en el pensamiento griego y romano el cuidado de sí no puede tender a este amor exagerado de sí que llevaría a abandonar a los otros o, lo que es peor, a abusar del poder que se pueda tener sobre ellos.

P.: ¿Se trata entonces de un cuidado de uno mismo que, pensando en sí, piensa en el otro?

R.: Sí, efectivamente. El que cuida de sí hasta el pun­to de saber exactamente cuáles son sus deberes como se­ñor de la casa, como esposo o como padre será también capaz de mantener con su mujer y sus hijos la relación

debida.

P.: Pero ¿no juega la condición humana, en el sentído de finitud, un papel muy importante? Usted se ha refe­rido a la muerte: ¿cuándo no se tiene miedo a la muerte, no se puede abusar del poder que se tiene sobre los otros? El problema de la finitud me parece muy importante: el miedo a la muerte, a la finitud, a ser herido, está en el corazón mismo del cuidado de sí.

R.: Sin duda. Y por eso el cristianismo, al introducir la salvación como salvación en el más allá, va en cierta medida a desequilibrar o en todo caso, a trastocar com­pletamente toda esta temática del cuidado de uno mismo pese a que, y lo repito una vez más, buscar la salvación significa también cuidar de uno mismo. Pero en el cristia­nismo la condición para lograr la salvación va a ser preci­samente la renuncia. Por el contrario, en el caso de los griegos y de los romanos, dado que uno se preocupa de sí en su propia vida, y puesto que la reputación que uno deje en este mundo es el único más allá del que puede ocupar­se, el cuidado de sí puede entonces estar por completo centrado en sí mismo, en lo que uno hace, en el puesto que ocupa entre los otros; podrá estar totalmente centra­do en la aceptación de la muerte -lo que será muy eviden­te en el estoicismo tardío-, preocupación que incluso, hasta cierto punto, podrá convertirse casi en un deseo de muer­te. Al mismo tiempo, esta preocupación, si bien no equi­vale a un cuidado de los otros, sí equivale al menos a una preocupación acerca de lo que será beneficioso para ellos. Es interesante comprobar, en el caso de Séneca, por ejem­plo, la importancia que adquiere este tema: apresurémo­nos a envejecer, apresurémonos a ir hacia el final, ya que nos permitirá encontramos con nosotros mismos. Esta es­pecie de momento anterior a la muerte, en el que ya no puede suceder nada, es diferente del deseo de muerte que encontraremos entre los cristianos, quienes esperan de la muerte la salvación. En Séneca es más bien como un mo­vimiento para precipitar la existencia de forma que ante uno ya no quede más que la posibilidad de la muerte.

P.: Le propongo ahora pasar a otro tema. En los cur­sos del Colegio de Francia usted ha hablado de las rela­ciones entre poder y saber: ahora habla de las relacio­nes entre sujeto y verdad. ¿Existe una complementariedad entre estos dos pares de nociones, poder/saber y su­jeto/verdad?

R.: El problema que siempre me ha interesado, como he señalado al principio, es el problema de las relaciones existentes entre sujeto y verdad:

¿Cómo entra el sujeto a formar parte de una determi­nada interpretación, representación, de la verdad? La pri­mera cuestión que me he planteado ha sido: ¿cómo ha sido posible, por ejemplo, que la locura haya sido problematizada, a partir de un momento preciso y tras toda una serie de procesos, en tanto que enfermedad, respon­diendo a un tipo determinado de medicina? ¿Qué lugar se le ha asignado al sujeto loco en este juego de verdad defi­nido por un saber o un modelo médico? Al realizar este análisis me di cuenta de que. contrariamente a lo que cons­tituía una costumbre en ese momento -en los comienzos de los años 60-. no era simplemente recurriendo a la ideo­logía como se podía dar cuenta de este fenómeno. Exis­tían. de hecho, prácticas -y muy especialmente esa im­portante práctica de la internación que se había desarro­llado desde comienzos del siglo XVII y que había sido la condición para la inserción del sujeto loco en este tipo de juego de verdad- que me reenviaban mucho más al pro­blema de las instituciones de poder que al problema de la ideología. Y fue de este modo como tuve que plantear el problema de las relaciones poder/saber, un problema que no es para mí el fundamental, sino más bien un instru­mento que me permite analizar, de la forma que me pare­ce más precisa, el problema de las relaciones existentes entre sujeto y juegos de verdad.

P.: Pero usted suele oponerse a que se hable del suje­to en general.

R.: No, no me he opuesto; quizá no lo he dicho de forma adecuada. Lo que he rechazado era precisamente que se partiese de una teoría del sujeto previa —como la elaborada, por ejemplo, por la fenomenología o por el existencialismo-. y que, a partir de esta teoría del sujeto, se plantease la cuestión de saber, por ejemplo, cómo era po­sible una determinada forma de conocimiento. Lo que he intentado mostrar es cómo. en el interior de una determi­nada forma de conocimiento, el sujeto mismo se consti­tuía en sujeto loco o sano, delincuente o no delincuente, a través de un determinado número de prácticas que eran juegos de verdad, prácticas de poder, etc. Era necesario rechazar una determinada teoría a priori del sujeto para poder realizar este análisis de las relaciones que pueden existir entre la constitución del sujeto, o de las diferentes formas de sujeto, y los juegos de verdad, las prácticas de poder, etcétera.

P.: ¿Quiere esto decir que el sujeto no es una sustan­cia?

R.: No. no es una sustancia; es una forma, y esta for­ma no es sobre lodo ni siempre idéntica a sí misma. Us­ted, por ejemplo, no tiene respecto de usted mismo el mis­mo tipo de relaciones cuando se constituye en un sujeto político, que va a votare que toma la palabra en una asam­blea. que cuando intenta realizar su deseo en una relación sexual. Existen, sin duda, relaciones e interferencias en­tre estas diferentes formas de sujeto, pero no estamos ante el mismo tipo de sujeto. En cada caso, se juegan, se esta­blecen respecto de uno mismo formas de relaciones dife­rentes. Y es precisamente la constitución histórica de es­tas diferentes formas de sujeto, en relación con los juegos de verdad, lo que me interesa.

P.: Pero el sujeto loco, enfermo, delincuente -incluso quizás el sujeto sexual- era un sujeto que era el objeto de un discurso teórico, un sujeto digamos pasivo, mientras que el sujeto al que usted se refiere en los dos últimos años en sus cursos del Colegio de Francia es un sujeto activo, políticamente activo. El cuidado de sí afecta a lo­dos los problemas de la práctica política, de gobierno. etc. Podría pensarse que se produce en usted un cambio, un cambio que no es quizá tanto de perspectiva cuanto de problemática.

R.: Es cierto, por ejemplo, que la constitución del su­jeto loco puede en efecto ser considerada como la conse­cuencia de un sistema coercitivo -el sujeto pasivo-, pero usted sabe también que el sujeto loco es un sujeto no-libre y que justamente el enfermo mental se constituye como sujeto loco en relación y frente a aquel que lo de­clara loco. La histeria, que ha sido tan impórtame en la historia de la psiquiatría y en el mundo manicomial del siglo xix, me parece que es la ilustración misma de la ma­nera en que el sujeto se constituye en sujeto loco. Y no es una casualidad que los grandes fenómenos de histeria se hayan observado precisamente en aquellos lugares donde existía un máximo de coacción para impedir que los indi­viduos se constituyesen en sujetos locos. Por otra parte, e inversamente, diría que, si bien ahora me intereso en efecto por cómo el sujeto se constituye de una forma activa, a través de las prácticas de sí, estas prácticas no son sin embargo algo que se invente el individuo mismo. Constituyen esquemas que él encuentra en su cultura y que le son propuestos, sugeridos, impuestos por su cultura, su sociedad y su grupo social.

P.: Parecería que existe una especie de deficiencia en su problematización, a saber, la concepción de una re­sistencia al poder. La resistencia al poder supone un su­jeto muy activo, preocupado de sí y de los otros, un suje­to responsable tanto política como filosóficamente.

R.; Esto nos lleva al problema de lo que entiendo por poder. No empleo casi nunca de forma aislada el término poder y, si lo hago alguna vez, es con el fin de abreviar la expresión que utilizo siempre: relaciones de poder. Pero existen esquemas ya establecidos, y así, cuando se habla de poder, la gente piensa inmediatamente en una estruc­tura política, en un gobierno, en una clase social domi­nante. en el señor frente al esclavo, etc. Pero no es en absoluto en esto en lo que yo pienso cuando hablo de re­laciones de poder. Me refiero a que en las relaciones hu­manas, sean cuales fueren -ya se trate de una comunica­ción verbal, como la que estamos teniendo ahora, o de relaciones amorosas, institucionales o económicas-, el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro. Estas relaciones son por lo tanto relaciones que se pueden encontrar en situaciones distintas y bajo diferen­tes formas; estas relaciones de poder son relaciones mó­viles, es decir, pueden modificarse, no están determina­das de una vez por todas. El hecho, por ejemplo, de que yo sea más viejo y de que al inicio de la entrevista usted estuviese un poco intimidado, puede dar un giro, a lo lar­go de la conversación, y ser yo quien me sienta intimida­do ante alguien que, precisamente, es más joven. Las re­laciones de poder son por lo tanto móviles, reversibles, inestables. Y es preciso subrayar que no pueden existir relaciones de poder más que en la medida en que los suje­tos sean libres. Si uno de los dos estuviese completamen­te a disposición del otro y se convirtiese en una cosa suya, en un objeto sobre el que se puede ejercer una violencia infinita e ilimitada, no existirían relaciones de poder. Es necesario pues. para que se ejerza una relación de poder. que exista al menos un cierto tipo de libertad por parte de las dos partes. Incluso cuando la relación de poder está completamente desequilibrada, cuando realmente se pue­de decir que uno tiene todo el poder sobre el otro. el po­der no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse. de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesaria­mente posibilidades de resistencia, ya que. si no existie­sen posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la si­tuación-, no existirían relaciones de poder. Al ser ésta la forma general que adoptan las relaciones de poder me re­sisto a responder a la pregunta que a veces me plantean: si el poder está presente, ¿entonces no existe libertad? La respuesta es: si existen relaciones de poder a través de lodo el campo social, es porque existen posibilidades de libertad en todas partes. No obstante, hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación. En muchos casos, las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son perpetuamente disimétricas y que el margen de liber­tad es extremadamente limitado. Para poner un ejemplo, sin duda muy esquemático, en la estructura conyugal tra­dicional de la sociedad de los siglos XVIII y XIX, no puede decirse que sólo existía el poder del hombre: la mujer podía hacer toda una serie de cosas: engañarlo, sustraerle con maña dinero, negarse a tener relaciones sexuales. Subsis­tía sin embargo un estado de dominación, en la medida en que todas estas resistencias constituían un cierto número de astucias que no llegaban nunca a invertir la situación. En los casos de dominación -económica, social, institu­cional o sexual- el problema es en efecto saber dónde va a formarse la resistencia. ¿Va a formarse, por ejemplo, en una clase obrera que va a resistir a la dominación política -en el sindicato, en el partido-, y bajo qué forma -huel­ga, huelga general, revolución, lucha parlamentaria-? En una situación de dominación como ésta es necesario res­ponder a todas estas cuestiones de forma específica, en función del tipo y de la forma concreta que adopta en cada caso la dominación. Pero la afirmación: usted ve poder por todas partes; en consecuencia, no existe lugar para la libertad, me parece absolutamente inadecuada. No se me puede atribuir la concepción de que el poder es un sistema de dominación que lo controla todo y que no deja ningún espacio para la libertad.

P.: Se refería antes al hombre libre y al filósofo, como dos modalidades diferentes del cuidado de une mismo. El cuidado de sí del filósofo tendría una cierta especifici­dad y no se confundiría con el del hombre libre.

R.: Diría que se trata de dos posiciones diferentes en el cuidado de uno mismo, más que de dos formas del cui­dado de sí; creo que el cuidado de sí es el mismo en su forma, pero que en cuanto a la intensidad, al grado de celo con el que uno se ocupa de sí -y en consecuencia también de los otros-, el puesto que ocupa el filósofo no es el mismo que el de cualquier hombre libre.

P.: ¿Se podría pensar entonces que existe una rela­ción fundamental entre filosofía y política?

R.: Sí, sin duda. Me parece que las relaciones entre filosofía y política son permanentes y fundamentales. Si se considera el cuidado de uno mismo en el pensamiento griego, esta relación es evidente. Y bajo una forma ade­más muy compleja: por una parte esta el ejemplo de Só­crates -y de Platón en el Alcibíades y de Jenofonte en las Memorables-, que interpela a los jóvenes diciéndoles:

Mira, tú, tú que quieres llegar a ser un hombre político, que quieres gobernar ¡a ciudad, que quieres ocuparte de los otros, pero que no te ocupas de ti mismo, tú serás un mal gobernante. En esta perspectiva, el cuidado de uno mismo aparece como una condición pedagógica, ética y también ontológica. para llegar a ser un buen gobernante. Constituirse en sujeto que gobierna implica que uno se haya constituido en sujeto que se ocupa de sí. Pero por otra parte está también el Sócrates que dice en la Apolo­gía: Yo interpelo a todo el mundo, porque todo el mundo tiene que ocuparse de sí mismo; a lo que añade justo a continuación: Y al hacer esto presto el mayor servicio a la ciudad, \ en ve: de castigarme, deberíais de recom­pensarme, recompensarme mejor que a un vencedor de los Juegos Olímpicos. Existe por tanto una implicación muy fuerte entre filosofía y política, que se desarrollará más adelante cuando la filosofía no sólo se preocupe del alma de los ciudadanos, sino también del alma del prínci­pe. El filósofo se convierte en el consejero, el pedagogo y el director de la conciencia del príncipe.

P.: ¿Podrá convertirse esta problemática del cuidado de uno mismo en el corazón de un nuevo pensamiento político, de una política distinta a la que consideramos hoy?

R.: Confieso que no he avanzado en esta dirección y me gustaría acercarme a problemas más contemporáneos. con el fin de tratar de ver qué se puede hacer con todo esto en la problemática política actual. Pero tengo la im­presión de que en el pensamiento político del siglo xix -y posiblemente sería preciso remontarse más allá, a Rous­seau y a Hobbes- se ha pensado el sujeto político esen­cialmente como sujeto de derecho, ya sea en términos naturalistas, ya sea en términos de derecho positivo. En cambio, me parece que la cuestión del sujeto ético no tie­ne mucho espacio en el pensamiento político contempo­ráneo. En fin, no me gusta responder a cuestiones que no he examinado; me gustaría por lo tanto retomar las cues­tiones que he abordado a través de la cultura antigua.

P.: ¿Qué relación existía entre la vía de la filosofía que conduce al conocimiento de sí y la vía de la espiri­tualidad? 

R.; Por espiritualidad entiendo -circunscribiendo esta / definición a este período histórico- lo que se refiere precisamente al acceso del sujeto a un cierto modo de ser y a las transformaciones que debe sufrir en sí mismo para ac­ceder a este modo de ser. Creo que en la espiritualidad antigua existía, o casi existía, una identidad entre esta es­piritualidad y la filosofía. En todo caso, la preocupación más importante de la filosofía giraba en tomo del cuidado de uno mismo; el conocimiento del mundo venía después y, en la mayoría de los casos, en apoyo de este cuidado de sí. Cuando leemos a Descartes, resulta sorprendente en­contrar en las Meditaciones exactamente esta misma pre­ocupación espiritual por acceder a un modo de ser en el que la duda ya no estará permitida y en el que por fin uno podrá conocer: pero al definir así el modo de ser al que da acceso la filosofía, uno se da cuenta de que este modo de ser está enteramente definido por el conocimiento y que la filosofía se definirá como acceso al sujeto cognoscente o a aquello que lo cualificará como tal. Y, desde este punto de vista, me parece que superpone las funciones de la espiritualidad al ideal de un fundamento de la cientificidad.

P.: ¿Se debería actualizar esta noción del cuidado de sí, en sentido clásico, frente a este pensamiento moder­no?

R.: No, en absoluto, no se trata de decir: desgraciada­mente se ha olvidado el cuidado de uno mismo, y el cui­dado de si es la clave de todo. Nada me resulta más ajeno que la idea de que la filosofía se ha extraviado en un mo­mento determinado, que ha olvidado algo y que existe en alguna parte de su historia un principio, un fundamento que es preciso redescubrir. Me parece que todo ese tipo de análisis que, o bien adoptan una forma radical dicien­do que. desde sus comienzos, la filosofía ha sido olvido. o bien adoptan una forma mucho más histórica para afir­mar que en tal filosofía hay algo que ha sido olvidado, no son muy interesantes, no se puede obtener gran cosa de ellos. Y esto no significa que el contacto con un determi­nado filósofo no pueda producir algo, pero habría enton­ces que subrayar que este algo es algo nuevo.

P.: Esto hace que nos tengamos que plantear ¡a cues­tión de por qué uno debería tener acceso a la verdad hoy, en sentido político, es decir, en el sentido de una estrate­gia política en contra de los diversos puntos de bloqueo

del poder en el sistema relacional.

R.: Después de todo es un problema, en efecto; ¿por qué la verdad? ¿Y por qué se preocupa uno de la verdad. y, además, más de ella que de uno mismo? A mi juicio se entra así en relación con una cuestión fundamental que. me atrevería a decir, es la cuestión de Occidente; ¿qué es lo que ha hecho que toda la cultura occidental se haya puesto a girar alrededor de esta obligación de verdad, una obligación que ha adoptado todo un conjunto de formas diferentes? Tal y como están las cosas, nadie hasta ahora ha podido mostrar que se pueda definir una estrategia ex­terior a todo ello. Y sin duda es en este campo de la vo­luntad de verdad en el que uno puede desplazarse, de una forma o de otra, a veces contra los efectos de dominación que pueden estar ligados con estructuras de verdad o con instituciones encargadas de la verdad. Para decir las co­sas de una forma muy esquemática, podemos encontrar numerosos ejemplos: ha existido todo un movimiento lla­mado ecológico -que por otra parte es muy antiguo y no sólo del siglo xx- que ha estado con frecuencia en cierto sentido en relación de hostilidad con una ciencia, o en todo caso con una tecnología, legitimada en términos de verdad. Pero, de hecho, también esta ecología hablaba un discurso de verdad: únicamente en nombre de un conoci­miento de la naturaleza del equilibrio de los seres vivos, etc., se podía hacer la crítica. Se escapaba por lo tanto de una dominación de la verdad no jugando un juego total­mente ajeno al juego de la verdad sino jugándolo de otra forma, o jugando otro juego, otra partida, otras bazas en el juego de la verdad. Creo que sucede lo mismo en el caso de la política, en el que se podría hacer la crítica de la política -a partir, por ejemplo, del estado de domina­ción de esta política indebida- pero no podría hacerse de otro modo que jugando un cierto juego de verdad, mos­trando cuáles son sus consecuencias, mostrando que exis­ten otras posibilidades racionales, enseñando a las gentes lo que desconocen acerca de su propia situación, sus con­diciones de trabajo, su explotación.

P.: ¿No piensa usted, en relación con la cuestión de los juegos de verdad y de los juegos de poder, que se puede comprobar en la historia la presencia de una modalidad particular de estos juegos de verdad, que tendría un estatuto particular en relación con todas las otras po­sibilidades de juegos de verdad y de poder y que se ca­racterizaría por su apertura esencial, su oposición a cual­quier bloqueo de poder, al poder por lo tamo en el senti­do de dominación-esclavitud?

R.: Sí. absolutamente. Pero cuando hablo de relacio­nes de poder y de juegos de verdad no quiero decir de ningún modo que los juegos de verdad no sean más que relaciones de poder -esto sería una caricatura terrible-. Lo que me interesa es, como ya he dicho, saber cómo los juegos de verdad pueden ponerse en marcha y estar liga­dos con relaciones de poder. Se puede mostrar, por ejem­plo, que la medicalización de la locura, es decir, la orga­nización de un saber médico en torno de individuos de­signados como locos, ha estado ligada con toda una serie de procesos sociales, de orden económico en un momen­to dado, pero también con instituciones y con prácticas de poder. Este hecho no merma en modo alguno la vali­dez científica o la eficacia terapéutica de la psiquiatría: no la legitima, pero tampoco la anula. Que las matemáti­cas estén ligadas, por ejemplo -de una forma por otra parte muy distinta de la psiquiatría-, con estructuras de poder se debe en cierta medida a la forma en que son enseñadas, a la manera en que se organiza el consenso de los mate­máticos. a cómo funcionan en circuito cerrado, a sus va­lores, a cómo se determina lo que está bien (verdadero) o mal (falso) en matemáticas, etc. Esto no quiere decir en absoluto que las matemáticas sean exclusivamente un jue­go de poder, sino que el juego de verdad de las matemáti­cas se encuentra ligado de una cierta manera, y sin que ello merme su validez, con juegos y con instituciones de poder. Y está claro que en un determinado número de casos las relaciones son tales que se puede hacer perfec­tamente la historia de las matemáticas sin tener esto en cuenta, si bien esta problematización es interesante y, en la actualidad, los propios matemáticos empiezan a tener­la en cuenta, comienzan a estudiar la historia misma de sus instituciones. En fin, está claro que esta relación que puede existir entre las relaciones de poder y los juegos de verdad en matemáticas es muy distinta de la que se puede dar en el caso de la psiquiatría. De todos modos, lo que uno no puede en todo caso decir es que los juegos de ver­dad no son más que juegos de poder.

P.: Esta cuestión reenvía al problema del sujeto ya que, en los juegos de verdad, la cuestión que se plantea es la de saber quién dice la verdad, cómo y por qué la dice; en realidad, en el juego de verdad se puede jugar a decir la verdad: existe un juego, se juega a la verdad o la verdad es un juego.

R.: El término juego puede inducir a error: cuando hablo de juego me refiero a un conjunto de reglas de pro­ducción de la verdad. No se trata de un juego en el senti­do de imitar o de hacer como si: es un conjunto de proce­dimientos que conducen a un determinado resultado que puede ser considerado, en función de sus principios y de sus reglas de procedimiento, como válido o no. como ga­nador o perdedor.

P.: Sigue estando el problema del quién: ¿es un gru­po, un conjunto...?

R.: Puede ser un grupo, un individuo. Existe en rela­ción con esto un problema. Se puede observar, en lo que se refiere a estos múltiples juegos, que lo que ha caracte­rizado a nuestras sociedades, a partir de la época griega, es el hecho de que no existe una definición cerrada e im­perativa de los juegos de verdad permitidos, lo que supondría la exclusión de todos los otros. Existe siempre. en un juego de verdad dado. la posibilidad de descubrir algo distinto y de cambiar más o menos una determinada regla, e incluso a veces de cambiar en su totalidad el jue­go de verdad. Y esta posibilidad de desarrollo es sin duda algo que se ha producido en Occidente, algo que resulta singular en relación con otras sociedades en las que tal posibilidad no existe.

¿Quién dice la verdad? Dicen la verdad individuos que son libres, que organizan un cierto consenso y que se en­cuentran insertos en una determinada red de prácticas de poder y de instituciones coercitivas.

P.: ¿La verdad no es pues una construcción?

R.: Eso depende: existen juegos de verdad en los que la verdad es una construcción y otros en los que no lo es. Puede existir un juego de verdad, por ejemplo, que con­siste en describir las cosas de una cierta manera: el que realiza una descripción antropológica de una sociedad no realiza una construcción, sino una descripción -que por su parte presenta un cierto número de reglas, histórica­mente cambiantes, de tal modo que se puede decir hasta un cierto punto que es una construcción respecto de otra descripción. Ello no significa sin embargo que no exista nada frente a nosotros y que todo provenga de Id cabeza de alguien. De esta transformación de los juegos de ver­dad se ha dicho, o por lo menos algunos han deducido que yo he dicho, que no existía nada; me han hecho decir que la locura no existía, precisamente cuando se trataba de un problema completamente inverso: se trataba de sa­ber cómo la locura, bajo las diferentes definiciones que se le han podido conferir, ha podido ser integrada, en un momento dado, en un campo institucional que la constituía como enfermedad mental confiriéndole un determi­nado espacio al lado de otras enfermedades.

P.: En el fondo existe también un problema de comu­nicación en el núcleo mismo del problema de la verdad. el problema de la transparencia de las palabras del dis­curso. Aquel que tiene la posibilidad de formular verda­des tiene también un poder, el poder de poder decir la verdad y de expresarla como él quiere.

R.: Sí, y ello no significa no obstante que lo que dice no sea cierto, como creen la mayor parte de las gentes, quienes, cuando se les hace observar que puede existir una relación entre la verdad y el poder, dicen: ¡Ah, bue­no. entonces, esto no es verdad!

P.: Lo cual está relacionado con el problema de la comunicación, ya que, en una sociedad en la que la co­municación tiene un muy alto grado de transparencia, los juegos de verdad son quizá más independientes de las estructuras de poder.

R.: Plantea usted un problema sin duda importante. Me imagino que usted está pensando quizás en Habermas cuando dice esto. Estoy interesado en lo que hace Haber­mas, y sé muy bien que no está muy de acuerdo con lo que yo hago -me parece que yo estoy más cerca de lo que él dice-, aunque existe algo que no veo claro: es el lugar tan importante que concede a las relaciones de comunica­ción y, sobre todo, a la función que yo llamaría utópica. La idea de que podría darse una situación de comunica­ción que fuese tal que los juegos de verdad pudiesen cir­cular en ella sin obstáculos, sin coacciones y sin efectos coercitivos parece pertenecer al orden de la utopía. Y ello significa no ver que las relaciones de poder no son en sí mismas algo malo, algo de lo que es necesario liberarse. Pienso que no puede existir ninguna sociedad sin relaciones de poder, si se entienden como las estrategias me­diante las cuales los individuos tratan de conducir, de de­terminar. la conducta de los otros. El problema no consis­te por lo tanto en intentar disolverlas en la utopía de una comunicación perfectamente transparente, sino de procu­rarse las reglas de derecho, las técnicas de gestión y tam­bién la moral, el ethos. la práctica de sí. que permitirían jugar, en estos juegos de poder, con el mínimo posible de dominación.

P.: Se si rúa usted muy lejos de Sartre, que decía: el poder es el mal.

R.: Sí, pese a que se me ha atribuido con frecuencia esta idea. que está muy lejos de lo que pienso. El poder no es el mal, el poder son juegos estratégicos. ¡Es bien sabido que el poder no es el mal! Consideremos por ejem­plo las relaciones sexuales o amorosas: ejercer poder so­bre el otro. en una especie de juego estratégico abierto en el que las cosas podrían invertirse, esto no es el mal, esto forma parte del amor. de la pasión, del placer sexual. Fi­jémonos por ejemplo en la institución pedagógica, que ha sido objeto de críticas, con frecuencia justificadas. No veo en qué consiste el mal en la práctica de alguien que. en un juego de verdad dado y sabiendo más que otro. le dice lo que hay que hacer, le enseña, le transmite un saber y le comunica determinadas técnicas. El problema está más bien en saber cómo se van a evitar en estas prácticas -en las que el poder necesariamente está presente y en las que no es necesariamente malo en sí mismo- los efectos de dominación que pueden llevar a que un niño sea someti­do a la autoridad arbitraria e inútil de un maestro, o a que un estudiante esté bajo la férula de un profesor abusiva­mente autoritario. Me parece que es necesario plantear este problema en términos de reglas de derecho, de técnicas racionales de gobierno, de ethos, de práctica de sí y de libertad.

P.: ¿Podría entenderse lo que acaba de decir a modo de criterios fundamentales de lo que usted llama una nue­va ética? Se trataría de intentar jugar con el mínimo de dominación...

R.: Creo efectivamente que este punto es el punto de articulación entre la preocupación ética y la lucha políti­ca para el respeto de los derechos, de la reflexión crítica contra las técnicas abusivas de gobierno y de una ética que permita fundamentar la libertad individual. 

***P.: Cuando Sartre habla del poder como mal supre­mo parece hacer alusión a la realidad del poder como dominación. Quizás en este caso usted esté probablemente de acuerdo con Sartre.

R.: Si', pero creo que todas estas nociones han sido mal definidas y no se sabe muy bien de qué se está ha­blando. Yo mismo no estoy muy seguro de haberme ex­presado muy claramente ni de haber empleado las pala­bras que era necesario emplear cuando comencé a intere­sarme por este problema del poder. Actualmente tengo una visión más clara de todo ello. Me parece que es nece­sario distinguir las relaciones de poder en tanto que jue­gos estratégicos entre libertades -juegos estratégicos que hacen que unos intenten determinar la conducta de los otros, a lo que los otros responden tratando de no dejar que su conducta se vea determinada por ellos o tratando de determinar a su vez la conducta de los primeros- de las situaciones de dominación que son las que ordinaria­mente se denominan poder. Y entre ambas, entre los jue­gos de poder y los estados de dominación, están las tec­nologías gubernamentales, confiriendo a este término un sentido muy amplio -que va desde la manera de gobernar a la propia mujer, a los hijos, hasta la manera en la que se gobierna una institución-. El análisis de estas técnicas es necesario porque es a través de este tipo de técnicas como se establecen y mantienen muy frecuentemente los esta­dos de dominación. En mi análisis del poder, existen es­tos tres niveles: las relaciones estratégicas, las técnicas de gobierno y los estados de dominación.

P.: En su curso sobre la hermenéutica del sujeto dice en un momento dado que no existe un punto más funda­mental y útil de resistencia al poder político que la rela­ción de uno para consigo mismo.

R.: No creo que el único punto posible de resistencia al poder político -entendido justamente como estado de dominación- esté en la relación de uno consigo mismo. Digo que la gubernamentalidad implica la relación de uno consigo mismo, lo que significa precisamente que. en esta noción de gubernamentalidad. apunto directamente al con­junto de prácticas a través de las cuales se pueden consti­tuir. definir, organizar, instrumentalizar las estrategias que los individuos en su libertad pueden establecer unos en relación con otros. Individuos libres que intentan contro­lar, determinar, delimitar la libertad de los otros, y para hacerlo disponen de ciertos instrumentos para gobernar­los. Y ello se basa por lo tanto sobre la libertad, sobre la relación de uno consigo mismo y sobre la relación con el otro. Si se trata por el contrario de analizar el poder no a partir de la libertad, de las estrategias y de la guberna­mentalidad, sino a partir de la institución política, no se puede considerar al sujeto más que como sujeto de dere­cho, un sujeto dotado de derechos o carente de ellos y que, a través de la institución de la sociedad política, ha recibido o ha perdido los derechos: nos encontramos así reenviados a una concepción jurídica del sujeto. Por el contrario, la noción de gubernamentalidad permite, me parece, poner de relieve la libertad del sujeto y la relación con los otros, es decir, aquello que constituye la materia­lidad misma de la ética.

P.: ¿Cree usted que la filosofía tiene algo que decir sobre el porqué de esta tendencia a querer determinar la conducta del otro ?

R.: La manera de determinar la conducta de los otros va a adoptar formas muy diferentes, va a suscitar apetitos y deseos de intensidad muy variable según las socieda­des. No sé nada de antropología, pero uno se puede ima­ginar que hay sociedades en las que la forma mediante la cual se dirige la conducta de los otros está hasta tai punto codificada de antemano que todos los juegos en cierto modo están ya preestablecidos. En una sociedad como la nuestra, por el contrario, los juegos pueden ser enorme­mente numerosos -es evidente en las relaciones familia­res, por ejemplo, en las relaciones sexuales o afectivas, etc.- y, en consecuencia, los deseos de determinar la con­ducta de los otros son también mayores: cuanto más li­bres son las personas, unas en relación con otras, mayor es el deseo en unos y otros de determinar la conducta de los demás. Cuanto más abierto es el juego más atractivo y fascinante resulta.

P.: ¿ Cree usted que la tarea de la filosofía es prevenir los peligros del poder?

R.: Esta tarea ha constituido siempre una de las fun­ciones más importantes de la filosofía. La filosofía en su vertiente critica-y entiendo crítica en un sentido amplio-ha sido precisamente el saber que ha puesto en cuestión todos los fenómenos de dominación, cualquiera que fue­se la intensidad y la forma que adoptan -política, econó­mica, sexual, institucional, etc.-. Esta función crítica de la filosofía se deriva hasta cierto punto del imperativo socrático: ocúpate de tí mismo, es decir, fundaméntate en libertad mediante el dominio de ti mismo.

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[1] Entrevista con Michel Foucault realizada por Raúl Fomet-Betancourt. Helmul Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984. Publicada en la revista Concordia No 6, 1984. pp.99-116.

 
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