miércoles, 26 de febrero de 2014

COMENTARIOS A LA MISERIA DEL MUNDO DE BOURDIEU

Bourdieu: la miseria de los otros, la de todos

El sociólogo francés organizó una obra en los 90 que hoy se vuelve a leer. El libro pone en evidencia las consecuencias del neoliberalismo y cuestiona la idea de igualdad de oportunidades.

POR MARINA OYBIN

Formas de pobreza vigentes. Carpas para personas "sin techo" en París.

En 1993 Pierre Bourdieu dirigió y publicó una obra colectiva que iba a despertar la atención del mundo académico y también de la sociedad francesa en primer lugar y luego en otros países como el nuestro. En La Miseria del mundo, Bourdieu reunió testimonios de hombres y mujeres con profundas dificultades sociales en sus vidas en Francia, a principios de los 90. El exhaustivo trabajo, que incluye una voluminosa serie de entrevistas y análisis, y que llegó a ser un best-séller que vendió cien mil ejemplares en poco tiempo, ha sido reeditado (FCE). Es una obra fundamental para la sociología global y, claro, para la formación de los cientistas sociales argentinos. Cuatro sociólogos locales elogiaron, analizaron la recepción del texto en Francia y, en algún caso, cuestionaron su metodología. Es decir, abordaron una pregunta clave de la sociología respecto de la distancia con el entrevistado. Bourdieu no tuvo empacho en contradecir las corrientes positivistas de entonces que exigían una distancia extrema con el objeto de estudio. El libro también sirvió para provocar esta polémica y sacudir las raíces académicas de la investigación y llegar a una síntesis metodológica que con el tiempo, lógicamente, también se iba a cuestionar. El libro está vigente: analiza el sufrimiento social producto de transformaciones estructurales aún vivas y disecciona transformaciones estructurales.

Dirigido por Bourdieu, un equipo de más de quince prestigiosos sociólogos, como Patrick Champagne o Loïc D. Wacquant, trabajó durante tres años haciendo entrevistas que se presentan acompañadas por análisis teóricos y metodológicos. Hay también entrevistas y análisis realizados por el propio Bourdieu. Son testimonios intensos en relación a la dificultad que presentan algunos grupos para vivir plenamente. Las entrevistas, profundas, que llegan al núcleo del objeto de estudio, permiten acercarse a los actores sociales, a la miseria de otros, cuyos sentimientos devienen próximos.

“No lamentar, no reír, no detestar, sino comprender. De nada serviría que el sociólogo hiciese suyo el precepto spinoziano si no fuera también capaz de brindar los medios de respetarlo. Ahora bien, ¿cómo facilitar los medios de comprender, es decir, de tomar a la gente como es, sino ofreciendo los instrumentos necesarios para aprehenderla como necesaria, para necesitarla, al relacionarla metódicamente con las causas y las razones que tiene para ser lo que es? ¿Pero cómo explicar sin sujetar con alfileres? Cómo evitar, por ejemplo, dar a la transcripción de la entrevista, con su preámbulo analítico, el aspecto de un protocolo de caso clínico precedido por un diagnóstico clasificatorio?”, escribe Bourdieu.

Los ensayos y entrevistas permiten develar situaciones que vuelven verdaderamente miserable la vida de estos hombres y mujeres. Uno percibe que se trata de sujetos inmersos en estructuras sociales que comprimen sus vidas y las hacen dramáticas. Al tiempo, el Estado se aleja cada vez más. Son vidas que quizás podrían haberse vivido de otro modo, pero que sólo llegan a ser grises.

El mundo cercano

Bourdieu analiza cómo las nuevas transformaciones estructurales producen situaciones de sufrimiento social y de miserabilidad en amplísimas franjas de la población. No sólo en sectores marginales, sino en distintas categorías. A través de este libro uno puede acercarse a la miseria de una familia de inmigrantes argelinos en Francia, a los vecinos de una comuna operaria en los suburbios de París, a una mujer policía, un magistrado, un obrero comunista, una secretaria, un obrero especializado delegado de la CGT. Y la lista sigue con ejecutivos desocupados, estudiantes de los suburbios de París y una profesora de letras, entre muchos otros.

Con La miseria...

, el sociólogo francés plantea la responsabilidad pública del intelectual. Imposible quedarse callado ante la situación que se vive. Lucas Rubinich, sociólogo, profesor de Sociología de la Cultura y Sociología General en la carrera de Sociología en la UBA, señala que lo valioso en esta obra es que sin perder la especificidad académica, Bourdieu intentó un diálogo con la sociedad. Ve en ese diálogo una relación con la responsabilidad pública del académico: no puede quedarse con ese conocimiento al interior de su propio grupo, tiene que salir y comunicarlo porque está previendo una catástrofe para grupos sociales enteros.

Denis Baranger, autor del libro Epistemología y metodología en la obra de Pierre Bourdieu dice: “Recientemente Patrick Champagne, integrante del equipo de investigación, señalaba en una conferencia cómo, aún cuando la sociología ha tenido siempre alguna vocación política, hubo en este caso una intención consciente de que sus resultados fueran directamente apropiables por la sociedad. El libro es un ejemplo de sociología pública, como Michael Burawoy denominaría luego a un estilo de sociología consistente en conocimiento reflexivo dirigido a una audiencia extra académica, sin que esto signifique desmerecer su valor para los científicos sociales, claro está”.

“Su preocupación –explica Rubinich– era cómo intervenir más allá de lo académico, cómo se puede relatar el sufrimiento de las poblaciones producto de las transformaciones estructurales del neoliberalismo. Hay una decisión de encontrar estrategias que permitan dar cuenta del sufrimiento de la manera más cruda posible: darle voz a los agentes sociales”.

Emilio Tenti Fanfani, investigador principal del Conicet y profesor titular de Sociología de la Educación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), sostiene que la importancia de este trabajo, desde el punto de vista sociológico, radica en que, contrariamente a lo que solía afirmarse de la obra de Bourdieu –que era estructuralista y privilegiaba las dimensiones objetivas del análisis social (las cuestiones macro)– esta vez se adentra en las percepciones, en las representaciones, en las vivencias de actores que son representantes típicos de categorías sociales que sufren la cuestión social en la Francia contemporánea.

Como en una conjura, el análisis sociológico de La miseria del mundo viene a demostrar que muchos de los padecimientos no son culpa de quienes los sufren. De este modo, como sostiene Tenti Fanfani, el análisis sociológico puede tener cierto efecto terapéutico sobre los grupos que padecen. El sociólogo trata de mostrar que estas personas no son culpables de su miseria. Los libera de la culpa. ¿A qué tipo de miseria nos referimos? “No se trata de pobreza absoluta, esto es ausencia de recursos para satisfacer necesidades básicas, sino de pobreza relativa: la relación entre expectativas, aspiraciones, tendencia a la realización personal, lo que algunos llaman las necesidades post materialistas”, explica Tenti Fanfani. Son necesidades que exceden la vivienda, el alimento y el abrigo: necesidades de realización personal, sueños, aspiraciones, que encuentran obstáculos.

Impacto de la obra

Para Rubinich, La miseria..., impactó en todo el campo de las ciencias sociales: “En Francia, el intelectual es un personaje público. Toda la sociedad francesa tiene todavía, aunque haya cambios, una mirada del intelectual como una persona autorizada moralmente para hablar más allá de su especificidad”. En Francia, la recepción del libro no estuvo limitada al ámbito académico: “Se convirtió en un best-séller: vendió rápidamente 100 mil ejemplares. Además, algunos fragmentos de la obra fueron objeto de adaptaciones teatrales en no menos de seis oportunidades. También fue tema de un debate televisivo de gran audiencia con la participación de Abbé Pierre (figura emblemática del humanismo católico francés) y del propio Bourdieu. La obra misma se constituyó en un fenómeno social y se puede decir que cumplió con los propósitos que se planteaba Bourdieu”, dice Baranger.

Por su parte, Ricardo Sidicaro, investigador del Conicet, especialista en teoría sociológica y problemas sociopolíticos de la Argentina, considera que el libro tuvo más impacto en la sociedad civil que en el mundo académico, en especial en los sectores cultos que habían quedado huérfanos del marxismo. Por su lado, Rubinich delimita el contexto en que se produjo esta participación en la esfera política: “Bourdieu, enfant terrible del pensamiento académico francés como Sartre, salió de los ámbitos intelectuales para dar batalla en las calles, pero el contexto social fue diferente. Se relacionaba con Günter Grass y Edward Said, con nadie más. Nadie se interesaba por su propuesta. La de Bourdieu fue una batalla solitaria, sostenida en que las estructuras del campo cultural francés todavía habilitaban al intelectual a tener una voz crítica, aunque no fuera respaldado por movimientos sociales ni por el propio campo cultural. En términos políticos, fue una batalla absolutamente solitaria”.

Sidicaro sostiene que es criticable el modo en que se recolectó la información para el libro: “Hay una implicación directa entre entrevistado y entrevistador: las técnicas metodológicas de lo que debe ser la distancia entre entrevistador y entrevistado están rotas. Bourdieu coloca por delante las palabras de los propios actores. En el abc de la sociología está el no creerle a los actores: así nace la sociología. Este tipo de giro está vinculado al interés de plantear un tema en la escena pública”.

Tenti Fanfani no coincide con Sidicaro: Bourdieu apunta a analizar cómo los actores viven y experimentan sus situaciones y, al mismo tiempo, dar una explicación que trascienda lo individual. Si bien toma en cuenta el discurso y los relatos de los actores, no los considera como única verdad. “Creo –dice Tenti Fanfani– que siempre la búsqueda de Bourdieu fue integrar dos momentos del análisis: el momento de la subjetividad y el de la objetividad. No caer en el determinismo objetivista que considera que las explicaciones que los hombres nos damos acerca de nuestra vida, experiencia, no tienen ningún sentido. Bourdieu intenta considerar y articular como objeto de análisis la subjetividad de las personas. Incorporarlas como objetos de análisis, no tomarlas como verdades: los subtítulos que intercala en los distintos discursos más el texto que antecede las entrevistas presentan las claves sociológicas”. Y agrega: “Los actores no tienen la verdad, si no la sociología no tendría sentido. Es importante explicarse por qué estos individuos tienden, por ejemplo, a imputarse a sí mismos sus éxitos o fracasos. Todos estos actores entrevistados viven situaciones de sufrimiento social, quizás ellos no tienen las razones de su padecimiento. El sociólogo toma en cuenta las expresiones de este padecimiento y al mismo tiempo ofrece una clave interpretativa que solo la sociología con el distanciamiento puede ofrecer”.

Baranger señala que Bourdieu y sus colaboradores procedieron violando a sabiendas todos los preceptos positivistas normalmente aceptados para la recolección de datos: “Es así como, inspirándose en la técnica utilizada por William Labov para estudiar el habla de los negros en Harlem, los entrevistadores fueron incitados a seleccionar los informantes entre sus amigos o conocidos con el propósito de reducir al mínimo la distancia social y la violencia simbólica. De este modo se podría lograr una comunicación no violenta, apta para cumplir con la intención mayéutica de la entrevista a la vez que para lograr una suerte de efecto terapéutico sobre los propios entrevistados. Sin duda hay mucho de discutible en la metodología utilizada, lo que no hace más que agregarle interés a la lectura de una obra provocadora en múltiples sentidos”.

Para Rubinich no es pertinente desatar una discusión metodológica: para él, la de Bourdieu es una intervención política que interpela al propio campo cultural, al resto de la sociedad, a los partidos y a los intelectuales: “A veces hay implicación, no hay mucha preocupación por esa supuesta distancia con el entrevistado, hay un intento de comunicar de la manera más abierta posible”, señala Rubinich.

Hay que destacar que La miseria del mundo es una obra que supuso reuniones, discusiones. No es muy habitual este tipo de trabajo conjunto creado por un colectivo sociológico: no se trata de una suma de artículos, sino de un trabajo con un objetivo y lenguaje sociológico compartido. “Es una obra de una escuela de pensamiento sociológico que para mí es de las más creativas, de las más complejas. Además, la obra fue un best-séller. Eso es un gran logro: la sociología como ciencia social no tendría ningún sentido si sus productos no trascendieran al círculo de los iniciados, para que tenga impacto social hay que ir un poco más allá”, subraya Tenti Fanfani.

A la pregunta que se desprende del libro ¿qué intentan desde las clases dominantes? Tenti Fanfani no duda: imponer visiones individualistas del self-made man : la falsa idea de la igualdad de oportunidades. Establece, además, una diferenciación entre pobreza y miseria relativa que es fundamental en las sociedades capitalistas. “Vivimos en una sociedad que genera más expectativas que posibilidad de realizarlas: esto sigue produciendo sufrimiento y padecimiento social”.

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/politica-economia/Bourdieu-miseria_0_1089491064.html

sábado, 22 de febrero de 2014

LAS CRISIS ECONÓMICAS QUE CAMBIARON LA HISTORIA

Las 5 crisis económicas que cambiaron la historia

© www.deviantart.com/selimtanriseven

Cinco años después de que estallara una de las peores crisis financieras de la historia moderna, las cicatrices todavía no se han cerrado.

Mientras siguen surgiendo predicciones que auguran el colapso inminente y los inversionistas prefieren quedarse al margen, la economía global, aunque no tan robusta como antes, no está cayendo en picado, opina el portal Motley Fool

Pese a que la crisis ha afectado a la vida de muchos, no es tan transformadora como las perores crisis de la historia: el mundo sigue operando del mismo modo que antes. 

Para entender el poder transformador que puede tener una crisis financiera, hay que recordar cinco colapsos económicos que cambiaron el curso de la historia, derrumbando imperios, alterando sistemas económicos y cambiando el equilibrio del poder global. 

1929: La Gran Depresión 

El crecimiento económico de los años 20 del siglo pasado destacó por la introducción de nuevas tecnologías, productos innovadores en el sector financiero y un entusiasmo sin límites por emplearlos por todos los sectores. 

Era el mercado alcista, que experimentó, incluso tras el ajuste por la inflación, un crecimiento bursátil del 400% en ocho años finalizando en 1929. 

Había razones económicas importantes y muy legítimas para el crecimiento.

La productividad creció a un ritmo récord durante la década de los 20. 

© AFP Paul J. Richards 

Los automóviles y la electricidad también empezaban a transformar el mundo occidental de una cultura agraria a una urbana. 

Sin embargo, una exuberancia irracional, combinada con un exceso de recursos prestados (créditos) creado por las innovaciones financieras de la época, finalmente elevó los precios de mercado muy por encima de sus niveles lógicos. 

Por la falta de control gubernamental sobre el sistema financiero y sobre la economía en general, no hubo una mano fuerte que pudiera detener la caída al abismo una vez que terminó el optimismo del mercado.

El largo camino hacia la recuperación de la crisis duró 25 años, pasando por una guerra mundial y una transformación irreversible de las instituciones gubernamentales. 

1789: La Revolución Francesa 

Los últimos 250 años han visto numerosas crisis económicas, pero antes de la Gran Depresión, ninguna había afectado el curso de la historia mundial tan profundamente como la que estuvo detrás del colapso de la monarquía francesa en 1789.

La Francia prerrevolucionaria era una nación en la que las élites adineradas engordaban mientras las masas pasaban hambre.

La nobleza, el clero y la burguesía de clase media-alta suponían alrededor del 10% de la población francesa, pero tenían aproximadamente la mitad de todos los ingresos nacionales en 1788.

Paradójicamente, la Revolución Francesa estalló después de que el rey Luis XVI destinara demasiado dinero del perteneciente a la corona a la revolución estadounidense.

© Wikimedia. Prise de la Bastille 

La deuda francesa se elevó a casi 3.000 millones de libras y la mitad de todos los ingresos terminaron yendo hacia la devolución de la misma, a pesar de que las tasas de interés anuales estaban por debajo del 6%.

El déficit siguió creciendo después de la guerra debido a la construcción de la Armada en previsión de nuevas batallas con Gran Bretaña, así que los ministros de Finanzas empezaron a temer que se llegara a una situación de insolvencia. 

Los intentos de cambiar el Código Tributario francés por votación de la Asamblea fueron rechazados por la élite.

La sangrienta revolución que siguió sacudió a Francia durante una década, llevando directamente a la época napoleónica y a la eventual transformación de Europa, que pasó de ser un mosaico de territorios vagamente alineados a albergar a varias potencias imperiales.

Gran Bretaña se convirtió en el mayor beneficiario del colapso económico de Francia. 

1720: Las burbujas de las compañías del Mar del Sur y del Misisipi

Aunque la burbuja de los tulipanes es más conocida, las burbujas gemelas de South Sea Company (la Compañía del Mar del Sur) y la Compañía del Misisipi, hinchadas en Gran Bretaña y Francia a principios del siglo XVIII, tuvieron un impacto mayor en el mundo financiero global.

Ambas burbujas se capitalizaron sobre el enorme interés público por las crecientes colonias americanas de los dos países y su potencial económico y ambas estallaron por la acción de charlatanes hábiles que gozaron del apoyo explícito del Gobierno.

Antes de estallar, las burbujas se habían hinchado hasta tamaños verdaderamente asombrosos. 

Sin necesidad de proporcionar la más mínima evidencia que respaldara las promesas más extravagantes, las compañías se promocionaban como puentes a las incalculables riquezas del Nuevo Mundo. 

Contado con un amplio apoyo de sus gobiernos y grandes cantidades de dinero de sus respectivas cortes reales, gozaban de una legitimidad incontestable (aunque no verificable) que prestaba a todo lo que decían una apariencia de verdad. 

© Wikimedia. William Hogarth - The South Sea Scheme 

Fomentadas con toda clase de mentiras sobre los fondos de estas empresas en el Nuevo Mundo, los precios de las acciones se disparaban día tras día. 

En cuanto la recuperación de beneficios en la parte superior de cada burbuja se precipitó, muchos inversores quedaron arruinados. 

El enojo público producido por estas implosiones contuvo el desarrollo de los mercados comerciales tanto en Gran Bretaña como en Francia durante casi un siglo. 

El impacto financiero de las burbujas también fue enorme. 

Tras el ajuste por la inflación, la capitalización bursátil combinada de estas dos compañías alcanzó los 500 millones de libras esterlinas en su auge, aproximadamente el equivalente a la mitad de la producción económica de todo el mundo en aquellos momentos. 

1627: La quiebra del Imperio español 

Las vastas riquezas de oro y plata (unos tres billones de dólares) que mantenía el Imperio español a finales del siglo XVI gracias a las expediciones de los conquistadores al Nuevo Mundo, financiaban las numerosas campañas militares que llevaba a cabo en Europa. 

Como consecuencia, España expandió sus territorios hacia una gran parte de Italia, Alemania y los Países Bajos. 

Pero las constantes guerras y ocupaciones militares agotaban el tesoro español, que sufría una presión inflacionaria debido al influjo de plata y oro del Nuevo Mundo. 

En lugar de reformar las finanzas reales, el ineficaz rey Felipe III condenó a España a un descenso hacia la irrelevancia a largo plazo.

El impago de las deudas de la corona impidió que el Imperio sofocara una rebelión holandesa en 1607. 

© Wikimedia. Juan de Miranda Carreno 

Este fracaso, cinco años después de que los holandeses establecieran la primera empresa con cotización bursátil de la historia, desplazó el poder económico de Europa hacia Ámsterdam. 

El esfuerzo reiterado para someter de nuevo a los Países Bajos en la década de 1620 por el recién coronado rey Felipe IV tropezó con un colapso económico desastroso en la provincia vital española de Castilla, en 1627. 

La corona española había devaluado su moneda hasta tal punto que esta se quedó efectivamente sin valor, y las fuerzas españolas tuvieron que vivir de los saqueos que llevaban a cabo en la mencionada provincia por algún tiempo. 

La bancarrota de España de 1627 fue la quinta en 70 años, pero esta puso al poder español en decadencia definitivamente, despejando el terreno para el crecimiento de los imperios mercantilistas de los Países Bajos y del Reino Unido.

El ascenso al trono en 1665 del discapacitado y deformado (debido a los sucesivos matrimonios consanguíneos en la familia real) Carlos II fue el último clavo en el ataúd del Imperio español. 

235: La crisis del tercer siglo y el declive de Roma

El tardío Imperio Romano, que se había expandido por todo el Mediterráneo y hasta partes de Oriente Medio, África y Asia Menor, vio su economía empezar a resquebrajarse en el siglo III. 

Hasta aquel tiempo Roma llevaba casi 800 años proyectando su poder, pero el sistema llegó a ser cada vez más frágil tras el asesinato del emperador Cómodo en el año 193.

La dinastía que asumió el control tras su muerte reinó durante cuatro décadas hasta terminar en el año 235 con el asesinato del emperador Alejandro Severo a manos de sus propios soldados. 

La lucha por el poder que siguió, rompió la cohesión interna del Imperio y destruyó de este modo su red comercial. 

© Flickr / portableantiquities. 

235: Crisis of the Third Century and the decline of Rome 

La degradación de la moneda estaba fuera de control, mientras el Imperio perdía también su dominio sobre las provincias exteriores y se veía obligado a acuñar monedas con cada vez menor cantidad de metal precioso. 

Ciudades y pueblos de todos los tamaños se arruinaban y destruían, porque Roma ya no podía pagar a las legiones que siempre habían mantenido la paz dentro de sus fronteras y garantizado la seguridad de los comerciantes y viajeros a lo largo de miles de kilómetros de carreteras.

La avanzada economía interna interdependiente, basada en el comercio, se deterioró (sobre todo en la mitad oriental del imperio) pasándose a un sistema más feudal, en la que los grandes terratenientes construyeron entidades autosuficientes y otorgaron protección a los pobres a cambio de su libertad. 

El Imperio dividido finalmente se reparó en el curso de las campañas militares del emperador Aureliano en el año 275, pero nunca recuperó su antigua gloria. 

http://actualidad.rt.com/economia/view/120489-crisis-economicas-cambiaron-historia

viernes, 14 de febrero de 2014

DARWIN Y SU IMPORTANCIA EN LA CONSOLIDACIÓN DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO

Darwin y su importancia en la consolidación del pensamiento científico...



Alonso Zavala Nuñez
Revista Unam.mx

Introducción

Hace 150 años se publicó una de las obras que ha tenido más importancia en la consolidación del pensamiento científico, se trata de El origen de las especiesdel naturalista Charles Darwin. También en este año se celebran 200 años del nacimiento de este destacado científico inglés. La Dra. Ana Barahona Echeverria, profesora del Departamento de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias de la UNAM, en esta entrevista nos habla del conflicto religioso que trajo consigo la publicación de la teoría de la evolución de las especies, así como los estudios que se han desprendido de ella. Por otro lado, Dra. Barahona hace énfasis en la trascendencia del evolucionismo como parte del proceso de cambio, del conocimiento dogmático a los principios probados científicamente, así como su importancia en la consolidación de la educación laica en el Estado Mexicano.

Revista Digital Universitaria: A 150 años de la publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural de Charles Darwin, ¿en qué radica la trascendencia de esta teoría y cómo se mantiene vigente en la sociedad y en la ciencia?

Ana Barahona Echeverría: La importancia de Darwin y de la teoría que postuló sobre la evolución de las especies, por medio de la selección natural, fue tan grande en su momento como y sigue siéndolo en la actualidad. Darwin no fue el primer naturalista en proponer la idea de que los seres vivos podían transformarse a través del tiempo, pero sí el primero que elaboró una teoría y un mecanismo, la selección natural, en la que explica muy clara y detalladamente, a través de un extenso argumento, la evolución de las especies. Esto está escrito en su libro más importante, desde el punto de vista de su impacto: El origen de las especies.

Lo que más causó revuelo cuando se publicó este libro, en 1859, fue el hecho de presentar sus propuestas ante la idea de que las especies habían sido creadas y que no se transformaban, que eran fijas, lo que se denominaba fijismo. Darwin contravino esta creencia y propuso exactamente lo contrario: la posibilidad de que los organismos cambian con el paso del tiempo, a través de un mecanismo que él desarrolla, y denomina selección natural. Otro aspecto que llamó la atención en la propuesta darwinista de la evolución de los seres vivos, fue la inclusión del ser humano desde un primer momento, aunque por razones personales Darwin no quiso incorporar en El origen de las especies el capítulo que había reservado sobre origen del hombre, el cual publicaría más adelante en un libro que se titularía El origen del hombre. Entonces, a pesar de que Darwin no quiso llamar la atención sobre el hecho de que los seres humanos habíamos estado sujetos y éramos parte de todo el proceso evolutivo, la reacción fue inmediata con respecto a este punto.

Darwin llegó a completar, desde mi punto de vista, una revolución científica que comenzó con Copérnico, seguida por Galileo y por Kepler, en la cual estos científicos sacaron a la Tierra del centro de la creación y la colocaron como un planeta más en la constelación del universo. De la misma manera, lo que Darwin hizo fue apartar al ser humano del centro de la creación y lo trató como una especie más de entre todas las existentes. Porque antes de Darwin se creía en muchos países, pero sobre todo en Inglaterra, en una teología natural, es decir, que había un demiurgo creador que en la tradición judeo-cristiana es Dios y esta figura benevolente había creado a todos los seres vivos, y éstos, una vez creados, se mantenían así por siempre. 




Una nueva teoría científica



RDU: En su momento, ¿cómo recibieron esta nueva teoría las comunidades científicas de mediados del siglo XIX?

ABE: La idea fue reconocida en algunos casos con cautela, pero de manera generalizada fue aceptada como una nueva teoría científica, es decir, que las diferentes comunidades científicas la aceptaron muy pronto, durante el siglo XIX. Lo que ocasionó una disputa, que duró hasta entrado el siglo XX, fue si la idea de Darwin de la selección natural, era el mecanismo causal que podía haber llevado a las especies a modificarse a través del tiempo. Esta polémica tuvo gran importancia a finales del siglo XIX. Posteriormente, en las primeras décadas del siglo XX, gracias a la introducción y el desarrollo de la genética, de los principios mendelianos y de la teoría cromosómica de la herencia, se determina, sin lugar a dudas, que la selección natural es un mecanismo que explica perfectamente la evolución de las especies en el tiempo. Pero en su época, una parte importante de la comunidad científica se volcó a favor de la teoría de Darwin.

Desde el inicio del siglo XIX empiezan a surgir ideas relacionadas con el cambio de las especies. Tenemos a Lamarck, que publica en 1809, la Filosofia Zoológica, de la cual también se celebran doscientos años en este 2009. Lamarck es el primer naturalista que en realidad empieza a hablar de la posibilidad de que las especies se transformen en el tiempo, pero Lamarck estaba equivocado en el mecanismo que desarrolló, el cual tiene dos leyes famosas: la primera es el uso y el desuso de las partes y la segunda es la herencia de los caracteres adquiridos. De alguna forma él ya había empezado a hablar de la mutabilidad de las especies, contraviniendo la idea anterior del fijismo.

Más tarde vienen escritos del abuelo de Darwin: Erasmus Darwin, que en el libro Zoonomía adelanta la posibilidad de que las especies pudieron haber cambiado. En la obra Vestigios de la Historia Natural de la Creación, que en su momento publicó como autor anónimo, Robert Chambers ya era muy persuasivo sobre la idea de que las especies no habían sido creadas de manera inmutable por una deidad. No estoy diciendo con esto que Darwin tomó estas ideas y las volvió a repetir, pues las conocía bastante bien; lo que quiero decir es que Darwin fue muy original no sólo porque cuestionó el fijismo de las especies, sino porque cuestionó también la postura de la teología que daba una respuesta divina al por qué existe tanta biodiversidad de especies y por qué están adaptadas a su ambiente; además Darwin introdujo una propuesta de selección natural, en la cual, dicho sea de paso, el azar jugaba un papel muy importante, en el sentido de que la variación dentro de las poblaciones se generaba de manera independiente a las necesidades de los organismos; es decir, no hay un telos, una finalidad, en la variación que se presenta en las poblaciones naturales.

Lo anterior era impensable para la teología, porque Dios no había dejado nada al azar, por lo tanto, que la teoría de Darwin fuera materialista y que dejara al azar algunos aspectos de la explicación de los seres vivos era una teoría que no sólo no podía ser científica —para la postura eclesiástica― sino que era una aberración racional, por decirlo de alguna manera.

RDU: ¿Actualmente, cómo es vista la teoría de Darwin, cuál es el manejo que le da la ciencia?

ABE: A 150 años de la publicación del Origen de las especies hay una aceptación universal, en el sentido de que es la selección natural el principal, aunque no el único, mecanismo de cambio evolutivo. Incluso se han desarrollado modelos matemáticos, que elaboraron, a principos del siglo XX, tres grandes genéticos estadísticos: Ronald Fisher, Sewall Wright y J. S. B. Haldane, quienes empezaron a modelar matemáticamente cómo podía actuar la selección natural en las poblaciones naturales. Además la genética se ha desarrollado de una manara vertiginosa durante todo el siglo XX, donde aparece también la biología molecular, en fin, se empiezan a desarrollar otras disciplinas que han aportado evidencias empíricas, datos duros de corroboración de la teoría darwiniana de hace 150 años. Porque obviamente la genética no existía en esa época; Darwin sí estaba equivocado en su explicación sobre cómo las variaciones de los individuos se podían transmitir de una generación a otra, pero en cuanto surge la genética, a principios del siglo pasado, esto queda clarificado y áreas como la biología molecular, la sistemática, la paleontología, aportan evidencias contundentes de que efectivamente la evolución es un hecho.

Pero por otro lado, la evolución es vista como un proceso histórico, en el cual el cambio de las especies tiende a dejar sus huellas; de esta manera nosotros podemos estudiar los diferentes linajes con disciplinas como la paleontología, la sistemática o la biogeografía. La evolución también se puede entender a través de estos grandes linajes en las diferentes eras geológicas, aquí estaríamos hablando de una idea de tiempo profundo. La tercera idea, igualmente importante, es que la teoría darwiniana se ve como una teoría que explica de manera suficiente y eficiente los cambios que han ocurrido en los organismos y que la selección natural es, como antes mencioné, de los cinco mecanismos sin duda el más relevante que nos da esa explicación de los cambios en las poblaciones a través del tiempo.

RDU: Junto a las teorías de Darwin han coexistido otras teorías sobre el origen de los seres vivos. ¿Considera que alguna de éstas pudo llegar a refutar completamente el trabajo de Darwin?

ABE: Efectivamente hubo otras propuestas, como ya he mencionado, los trabajos de Lamarck hacían notar que las especies mutaban a través del tiempo, pero la forma como lo explicaba era incorrecta; esto es conocido como lamarckismo y se basa en que aquello que los organismos usan o desusan en su vida lo heredarán a sus descendientes; esa es básicamente la propuesta de Lamarck, pero ahora sabemos, gracias a la genética y algunas otras disciplinas, que no sucede así; para el lamarckismo lo que hagamos con cierto énfasis en nuestra vida o dejemos de hacer, modificará de alguna forma nuestro material genético, y de esta forma nuestros descendientes adquirirán estas características. Esto es conocido como la “Herencia de los caracteres adquiridos”. Lo anterior era muy conocido durante la época de Darwin, pero luego el lamarckismo se desarrolló con mucha fuerza y se llamaría neo-lamarckismo, cuando en los años 40 del siglo pasado, durante el desarrollo de la biología molecular y con el estudio de las bacterias, se pensó que estás podían explicar un cambio evolutivo al estilo en que lo había propuesto Lamarck. Cuando estos investigadores, básicamente franceses, postularon que las bacterias modificaban su material genético por causas ambientales dirigidas (por ejemplo, se pensaba que el uso de ciertos antibióticos modificaba el material genético de las bacterias produciendo resistencia a ellos) pensaron que esto podría llevar, si no a una negativa, por lo menos si a un cuestionamiento acerca de las teorías de la evolución por selección natural apoyados por los avances de la genética en el siglo XX.

Pero conforme se fue profundizando en esta materia, se llegó a concluir que la genética de las bacterias no era diferente a la de los demás seres vivos, quienes heredan su material genético, por decirlo de esta forma, de la misma manera que lo hacen otros organismos. Con esto se descartó el neo-lamarckismo, y creo que ya nadie defiende a esta teoría en la actualidad.

Podríamos hablar de otras, que cuando surgieron fueron cuestionadas como alternativas al darwinismo, y me refiero a la teoría de Stephen Jay Gould y de Niles Eldridge, llamada la teoría del Equilibrio intermitente o del Equilibrio puntuado, donde ellos proponen, a finales de los años 70, que al menos, desde el punto de vista de la paleontología, el cambio que se ve en las especies no es gradual ni continuo como lo había propuesto Darwin, ya que él pensaba que las variaciones en el tiempo se daban por pasos que a veces no eran notables y creía en un cambio continuo gradual. Estos autores propusieron que las especies a nivel paleontológico y a partir del estudio las eras geológicas y los fósiles, tienen largos periodos de estasis, esto es, se mantienen iguales por un tiempo prolongado y de repente hay saltos bruscos, que son llamados saltos intermitentes o puntuaciones en el registro fósil.

En un principio se les cuestionó a Gould y a Eldredge si esta propuesta sería una modificación a la teoría de Darwin, o incluso una suplantación de la teoría evolutiva y si era esto abandonar la visión gradualista que Darwin propuso. Pero estos investigadores fueron modulando sus propias ideas y expusieron en otros escritos que al menos en el registro fósil podían verse los cambios intermitentes, pero que a nivel ecológico los cambios podían ser continuos y estarían de acuerdo con la teoría de la selección natural.

Por supuesto que no se pronunciaron como anti-dariwinistas ni estaban pensando en una nueva teoría que suplantara a la teoría de Darwin, más bien la pensaron como una propuesta hacia el campo de la paleontología y de la geología, donde podríamos estar hablando no de una continuidad sino de saltos bruscos. 




Ciencia y religión



RDU: Actualmente existen grupos, sociedades religiosas e incluso sociedades científicas que mantienen posturas que contradicen la teoría de Darwin. Frente a este fenómeno cuál es la postura que adopta la biología y la ciencia en general, ya que es un fenómeno que limita entre aspectos científicos, sociales y religiosos.

ABE: Yo pienso que la discusión entre científicos y religiosos acerca de por qué los seres vivos existimos y de si nos transformamos o no es una discusión entre sordomudos, es decir, esta discusión que ha tenido por siglos la Iglesia con la ciencia es irreconciliable. La Iglesia basa sus principios en la fe y la ciencia se fundamenta en el conocimiento probado. La fe no tiene cabida en la ciencia, por ejemplo, yo no puedo validar la ley de la gravitación universal tan sólo porque tengo fe en ella, existen suficientes evidencias empíricas que afirman que existe la gravedad como fenómeno natural que es explicado por la ley antes mencionada; la manifestación de la gravedad la vemos en los cuerpos celestes —cómo es que la Tierra gira en torno al Sol, por qué la Luna gira alrededor de la Tierra- o por qué no salimos volando del planeta y tenemos cierto peso, o el efecto de la gravedad terrestre sobre los seres vivos, por mencionar algunos.

Las discusiones entre la Iglesia y la ciencia, tienen una historia larga, y como mencioné antes, son irreconciliables porque estamos hablando de dos cosas completamente distintas. Creo que la postura que ha mantenido la religión, sobre todo la Iglesia católica, que ha polemizado con la teoría de la evolución, en concreto sobre si hemos evolucionado o no, y si compartimos o no rasgos con los primates, es persistente. Pero esta es una cuestión meramente científica y existen evidencias desde muchas disciplinas, como la paleontología, la antropología, la biología molecular o la genómica en la actualidad, que nos dan muy buenas razones para creer que lo que sostiene la teoría de la evolución como selección natural ha sucedido, es decir, nos permite creer que la evolución es un hecho. Mientras que la Iglesia se basa en principios que no son comprobables; la ciencia al enfrentarse a las religiones lo hace con argumentos que son incompatibles con la fe. El conocimiento científico es probado, existen diferentes metodologías para poder explicar los fenómenos y poder inferir las leyes, que son los marcos explicativos de estos fenómenos naturales, y la religión no funciona así.

Por supuesto que uno de los grandes conflictos en general con la ciencia, en particular con la biología y la propuesta evolutiva, es que de esta forma la Iglesia pierde poder en la explicación del mundo, pues ya existe una explicación de por qué el humano es de cierta forma, o por qué comparte un ancestro con el chimpancé, o por qué las plantas son de uno u otro color. Dentro de la biología encontramos explicaciones científicas y ya no tenemos que apelar, como Newton propuso hace tres siglos, a entidades metafísicas, que no tienen una corroboración empírica; ésto debilita de cierta forma el poder que tiene la religión sobre la sociedad y sobre las explicaciones del mundo. No podemos explicar cómo fue la creación, el diluvio universal y si hay un Dios. No hay formas de explicar científicamente si esto existió, aunque como individuo sí puedo tener fe en ello, de hecho hay biólogos, evolucionistas o científicos físicos, químicos, etcétera, que muy personalmente tienen una creencia religiosa y hay una polémica alrededor de esto.

También existen posturas radicales como la de Richard Dawkins que piensa que si uno es un biólogo evolutivo es incongruente con que tenga sentimientos religiosos. Pero hay posturas mucho más moderadas que dicen que un científico no tiene por que abandonar sus creencias religiosas para estar convencido de una teoría científica, en este punto siempre habrá mucha diversidad; no está todo dicho, es un debate que sigue estando presente en la sociedad. Pero por otro lado la iglesia católica recientemente aceptó la evolución pero anteponiendo al origen de todo a Dios: Dios creó al mundo incluyendo la evolución de las especies.

Basados en la creencia de Dios, antes de las propuestas de Darwin, la visión hegemónica era el creacionismo, pero a partir del arraigo de la visión darwinista sobre la evolución, el creacionismo cayó en descrédito, porque cada día se encontraban más evidencias del cambio en los seres vivos. De hecho recientemente, en el año 2004, se descubrió un organismo llamado Tiktaalikque de la misma forma al Arqueopterix, el cual es un referente que liga la evolución de los reptiles con las aves, este Tiktaalik es un tertrápodo que relaciona de una manera muy sugerente a los peces con los anfibios. Es una especie de pez que vivió en el agua pero también salía a tierra, tiene branquias, pero también cuenta con pulmones, además de cuello movible y un tipo de patas, es decir, está repleto de rasgos intermedios entre los peces crosopterigios y los primeros vertebrados con patas, con los que comparte varias características únicas. Este fósil nos proporciona una evidencia más de la evolución, específicamente de los linajes que se originaron en el agua hasta los que salieron a la superficie terrestre.

A partir de todas las evidencias que han proporcionado las ciencias como la biología, la sistemática, la génica y la biología molecular, el creacionismo no sólo fue cayendo en descrédito sino que fue abandonado.

Es importante destacar que la enseñanza en las clases de ciencias, antes de la separación entre la iglesia y el estado, por ejemplo en México, era lo impuesto por la Iglesia de acuerdo a sus cánones. En México, a partir de las Leyes de Reforma con Benito Juárez, donde se da la separación entre la iglesia y el estado, éste toma la educación de los mexicanos y además decreta la formación del registro civil, pues antes de la Reforma la Iglesia llevaba los registros de matrimonios, nacimientos y defunciones. Desde ese momento el Estado lleva las riendas de la educación.

En el caso específico de Estados Unidos, cuando se empieza a promover la teoría de la evolución, inician los conflictos a principios del siglo XX. En México no nos cuestionamos la enseñanza de estas teorías científicas, al menos seriamente; y tampoco en los salones de clase nos cuestionamos que estos temas formen parte de los libros de texto, porque justamente el estado es laico y ha establecido la educación laica en la Constitución. Pero en lugares como en Estados Unidos, donde si se cuestiona la enseñanza de la evolución, es diferente porque no existe la hegemonía de una iglesia sino que hay muchas iglesias, donde a diferencia de México, sus influencias en la esfera pública son muy grandes. En nuestro país persiste la hegemonía de la Iglesia católica, pero el Estado la mantiene al margen de aspectos como el político y el educativo, y ha confinado la religión al ámbito privado donde no puede decidir lo que se enseña en las escuelas o los libros que se publican, con respecto a la enseñanza de la evolución. De la misma forma en que el estado no interfiere con el culto religioso.

El problema de Estados Unidos es muy paradójico, porque al haber muchas religiones tienen gran presencia pública, lo que significa poder ante el estado. Además, como ya no se puede hablar del creacionismo, pues fue sumamente refutado, ahora se quiere introducir de nuevo la discusión y la enseñanza del creacionismo en las escuelas a través del llamado diseño inteligente, que es disfrazar esa postura dogmática con apariencia científica, “el viejo vino en botella nueva”, por decirlo de alguna manera. El diseño inteligente defiende una complejidad irreducible en los seres vivos, que no se explica con las leyes de la física, la química o la biología, y apela a que hay un ‘diseñador’y un ‘diseño inteligente’. Esto no es más que enseñar el creacionismo disfrazado de esta nueva disciplina, haciendo pasar el creacionismo como científico. Por ejemplo hay estados de la unión americana donde se enseña evolución, pero no se enseña la Biblia; hay otros donde no se da evolución, pero sí este nuevo tipo de creacionismo. Hay muchas variantes en Estados Unidos, y afortunadamente en México no tenemos estas inquietudes de sacar la evolución de las escuelas y meter el estudio de la Biblia, para eso existen en algunas escuelas privadas clases de catecismo en horarios extra oficiales donde los padres deciden si llevan o no a sus hijos. 




Actividades en la UNAM



RDU: Con motivo de la celebración del nacimiento de Darwin y los 150 años de la publicación de su obra, qué actividades se llevan a cabo en la Facultad de Ciencias y en el Departamento de Biología.

ABE: Más que la Facultad de Ciencias en general, hay un esfuerzo muy importante que empezó desde al año 2008 con el Grupo de Microbiología del Departamento de Biología Evolutiva, que consistió en preparar los festejos de Darwin, haciendo invitaciones a personas tan importantes como Lynn Margulis y realizando mesas redondas.

En este año este laboratorio ha organizado tres mesas redondas con investigadores tanto nacionales como extranjeros. En el mes de marzo el Grupo de Estudios Interdisciplinarios de la Biología del Departamento de Biología Evolutiva, llevó a cabo un Coloquio Hispanoamericano que duró una semana con bastante éxito. Y el grupo que yo encabezo, llamado Historia Filosofía y Estudios Sociales de la Biología, ha participado en diferentes actos, pero de manera muy importante estamos concentrando esfuerzos en un evento que tendrá lugar aquí en la Facultad de Ciencias, donde trabajamos en conjunto con el Colegio Nacional y con el Instituto Max Planck de Historia de la ciencia de Berlín. Es un evento que se llevará a cabo en noviembre de este año con la participación de personas de la categoría de Hans-Jörg Rheinberger, director del Instituto Max Planck y con gente de El Colegio Nacional, de la talla el del Dr. José Sarukhán. Además estamos invitando investigadores latinoamericanos, porque aquí se han hecho estudios importantes, pero poco conocidos, sobre la evolución. Creo que es tiempo de darle su lugar a las aportaciones de estos científicos con respecto al área de la biología evolutiva y desde luego con otros investigadores importantísimos como Janet Brown y Niles Eldrege, entre otros. Creemos que va a ser un evento importante y nos estamos concentrando en él.

Por otra parte el Grupo Museo de Zoología, en particular el Dr. Juan José Morrone, se ha encargado de editar unos volúmenes especiales, que contienen artículos que investigadores de la Facultad de Ciencias hemos publicado a lo largo de los últimos diez años, sobre la teoría de la evolución de Darwin en sus diferentes aspectos. Estos volúmenes también serán publicados como parte de los festejos. 




Palabras finales...



RDU: Dra. Barahona, ¿desea agregar alguna reflexión final?

ABE: Una cosa que es muy importante, y partiendo desde mi experiencia al escribir libros de primaria y secundaria, ahora mismo escribo libros de preparatoria y por supuesto libros para educación superior, donde mi postura es que la enseñanza de la evolución en México es importantísima, no sólo porque es necesario conocer la forma en que evolucionan las especies o porque compartimos un ancestro en común con el chimpancé, sino porque refrenda el Estado laico mexicano y esto para mí es fundamental. Lo que se enseña en México es una educación científica y laica, de acuerdo con el artículo tercero de la Constitución Política, y la Iglesia no debe interferir en este espacio.

Mi participación en la elaboración de los libros de educación primaria de la SEP, está en la parte de biología de los libros de ciencias de cuarto a sexto de primaria. En ellos escribí, entre otros temas, sobre evolución, Darwin, los pinzones, el registro fósil, de la historia de la ciencia, etcétera. En estos libros está plasmado mi esfuerzo y la CONALITEG los distribuyen a todo el país, con un tiraje aproximado de 3 millones de ejemplares al año. Hay hogares donde los únicos libros que existen son los de la SEP y me siento muy orgullosa de haber hecho este servicio y esta contribución a la enseñanza las ciencias naturales y en particular de la evolución, desde la primaria. Además porque éstos se encuentran en cada rincón del país, pues un libro de la SEP, junto a ciertos refrescos embotellados y papas de bolsa, se encuentran en todas partes; por decirlo de una manera coloquial, no hay niño mexicano que se quede sin sus libros de texto gratuitos, porque esto eso sería violar la Constitución.

Debo mencionar que no sólo escribí sobre plantas y animales, sino también acerca de que los seres vivos somos productos históricos, estoy convencida de que la enseñanza en México debe ser científica, y en el caso de la biología no la concibo sin enseñar la evolución. Esto refrenda también mi postura laica. Y me siento muy orgullosa de haber formado parte del equipo que elaboró esos libros. 

http://www.revista.unam.mx/vol.10/num6/art36/int36.htm

lunes, 10 de febrero de 2014

REPRESENTACIÓN NO ES DEMOCRACIA, ÉSTA EXIGE PARTICIPACIÓN Y DECISIÓN DIRECTA DE LA MAYORÍA

Democracia representativa y democracia participativa


Tenemos la costumbre de considerar que democracia y representación son, en cierta forma, sinónimos. No obstante, la historia de las ideas demuestra que no es así.
 
ALAIN DE BENOIST

La democracia representativa, de esencia liberal y burguesa, y en la cual los representantes electos están autorizados a transformar la voluntad popular en actos de gobierno, constituye en la hora actual el régimen político más comúnmente extendido en los países occidentales. Una de las consecuencias de esto es que tenemos la costumbre de considerar que democracia y representación son, en cierta forma, sinónimos. No obstante, la historia de las ideas demuestra que no es así.

Los grandes teóricos de la representación son Hobbes y Locke. Tanto en uno como en otro, en efecto, el pueblo delega contractualmente su soberanía a los gobernantes. En Hobbes dicha delegación es total; sin embargo, no se convierte en una democracia: su resultado sirve, al contrario, para investir al monarca de un poder absoluto (el «Leviatán»). En Locke, la delegación está condicionada: el pueblo no acepta deshacerse de su soberanía más que a cambio de garantías que tienen que ver con los derechos fundamentales y con las libertades individuales. La soberanía popular permanece suspendida en tanto que los gobernantes respetan los términos del contrato.

Rousseau, por su parte, establece la exigencia democrática como antagónica a cualquier régimen representativo. Para él, el pueblo no hace un contrato con el soberano; sus relaciones dependen exclusivamente de la ley. El príncipe sólo es el ejecutante de la voluntad del pueblo, que se mantiene como el único titular del poder legislativo. Tampoco está investido del poder que pertenece a la voluntad general; es más bien el pueblo quien gobierna a través de él. El razonamiento de Rousseau es muy simple: si el pueblo está representado, son sus representantes quienes detentan el poder, en cuyo caso ya no es soberano. El pueblo soberano es un «ser colectivo» que no podría estar representado más que por él mismo. Renunciar a su soberanía sería tanto como renunciar a su libertad, es decir, a destruirse a sí mismo. Tan pronto como el pueblo elige a sus representantes, «se vuelve esclavo, no es nada» (Del contrato social, III, 15). La libertad, como derecho inalienable, implica la plenitud de un ejercicio sin el cual no podría tener una verdadera ciudadanía política. La soberanía popular no puede ser, bajo estas condiciones, más que indivisible e inalienable. Cualquier representación equivale, pues, a una abdicación.

Si admitimos que la democracia es el régimen fundado en la soberanía del pueblo, no se puede más que dar la razón a Rousseau.

La democracia es la forma de gobierno que responde al principio de identidad entre los gobernantes y los gobernados, es decir, de la voluntad popular y la ley. Dicha identidad remite a la igualdad sustancial de los ciudadanos, o sea, al hecho de que todos son miembros por igual de una misma unidad política. Decir que el pueblo es soberano, no por esencia sino por vocación, significa que es del pueblo de donde proceden el poder público y las leyes. Los gobernantes no pueden ser más que agentes ejecutores, que deben ceñirse a los fines determinados por la voluntad general. El papel de los representantes debe estar reducido al máximo; el mandato representativo pierde cualquier legitimidad desde el momento en que sus fines y proyectos no corresponden a la voluntad general.

Sin embargo, lo que sucede hoy es exactamente lo contrario. En las democracias liberales, la supremacía está concedida a la representación, y más específicamente a la representación-encarnación. El representante, lejos de estar solamente «comprometido» a expresar la voluntad de sus electores, encarna él mismo dicha voluntad de hacer aquello para lo que fue elegido. Esto quiere decir que encuentra en su elección la justificación que le permite actuar, no tanto según la voluntad de quienes lo eligieron sino según la suya propia. En otras palabras, se considera autorizado por el voto a hacer lo que considere bueno.

Este sistema está en el origen de las críticas que no han dejado, en el pasado, de estar dirigidas contra el parlamentarismo, críticas que hoy reaparecen a través de los debates sobre el «déficit democrático» y la «crisis de la representación».

En el sistema representativo —al haber delegado el elector mediante el sufragio su voluntad política a quien lo representa— el centro de gravedad del poder reside inevitablemente en los representantes y en los partidos que los agrupan, y ya no en el pueblo. La clase política forma más bien una oligarquía de profesionales que defienden sus propios intereses, dentro de un clima general de confusión e irresponsabilidad. Añadamos que hoy día, en una época en que quienes poseen poder de decisión tienen en mayor grado los poderes de nominación y de cooptación que el propio electorado, terminan conformando una oligarquía de «expertos», de altos funcionarios y de técnicos.

El Estado de derecho, cuyas virtudes celebran regularmente los teóricos liberales —a pesar de todas las ambigüedades que implica esta expresión— no parece que, por su propia naturaleza pueda corregir dicha situación. Al descansar sobre un conjunto de procedimientos y reglas jurídicas formales, en realidad es indiferente ante los fines específicos de la política. Los valores están excluidos de sus preocupaciones, dejando así el campo libre para el enfrentamiento de intereses. Las leyes solo tienen la autoridad de hacer lo que sea legal, es decir aquello que sea conforme a la Constitución y a los procedimientos previstos para su adopción. La legitimidad se reduce entonces a la legalidad. Esta concepción positivista-legalista de la legitimidad invita a respetar a las instituciones por ellas mismas, como si constituyeran un fin en sí, sin que la voluntad popular pueda modificarlas y controlar su funcionamiento.

Sin embargo, en democracia la legitimidad del poder no depende solamente de la conformidad con la ley, ni tampoco de la conformidad con la Constitución, sino sobre todo de la congruencia de la práctica gubernamental con los fines asignados por la voluntad general. La justicia y la validez de las leyes no pueden residir por entero en la actividad del Estado o en la producción legislativa del partido en el poder. La legitimidad del derecho no puede, tampoco, ser garantizada por la mera existencia de un control jurisdiccional: hace falta, para que el derecho sea legítimo, que responda a lo que los ciudadanos esperan, a que integre las finalidades orientadas hacia el servicio del bien común. Finalmente, no podemos hablar de legitimidad de la Constitución más que cuando la autoridad del poder constituido es reconocida siempre como capaz de modificar su forma y su contenido. Lo que viene a decirnos que el poder constituido no puede ser delegado totalmente o alienado, y que continua existiendo y se mantiene superior a la Constitución y a las reglas constitucionales, incluso cuando éstas mismas proceden de él.

Es evidente que no se podrá escapar totalmente jamás a la representación, pues la idea de la mayoría gobernante enfrenta, en las sociedades modernas, dificultades infranqueables. La representación, que no es lo peor, no agota sin embargo el principio democrático. En gran medida puede ser corregida por la puesta en marcha de la democracia participativa, llamada también democracia orgánica o democracia encarnada. Una reorientación tal parece hoy día de una acuciante necesidad debido a la evolución general de la sociedad.

La crisis de las estructuras institucionales y la desaparición de los «grandes relatos» fundacionales, el creciente desapego del electorado por los partidos políticos de corte clásico, la renovación de la vida asociativa, la emergencia de nuevos movimientos sociales o políticos (ecologistas, regionalistas, identitarios) cuya característica común es no defender los intereses negociables sino los valores existenciales, dejan entrever la posibilidad de recrear una ciudadanía activa desde la base.

La crisis del Estado-nación, debida en particular a la mundialización de la vida económica y a la aparición de fenómenos de envergadura planetaria, suscita por su parte dos modos de superación: hacia lo alto, con diversas tentativas que buscan recrear a nivel supranacional una coherencia y una eficacia en la decisión que permitan, en parte al menos, conducir el proceso mismo de mundialización; hacia lo bajo, recuperando la importancia de las pequeñas unidades políticas y las autonomías locales. Ambas tendencias, que no solamente no se oponen sino que se complementan, aportan soluciones al déficit democrático que se constata actualmente.

Pero el paisaje político sufre todavía otras transformaciones. Hacia la derecha, observamos una ruptura con el antiguo «bloque hegemónico», como resultado de que el capitalismo ya no tiene una alianza con las clases medias. Al mismo tiempo, mientras que los estratos medios se encuentran desorientados y frecuentemente amenazados, los estratos populares están cada vez más decepcionados debido a las prácticas gubernamentales de una izquierda que, después de haber renegado prácticamente de todos sus principios, tiende a identificarse más y más con los intereses del estrato superior de la burguesía media. En otras palabras, las clases medias ya no se sienten representadas por los partidos de derecha, mientras que las clases populares se sienten abandonadas y traicionadas por los partidos de izquierda.

A esto se añade, finalmente, la desaparición de las antiguas coordenadas, el derrumbe de los modelos, la disgregación de las grandes ideologías de la modernidad, la omnipotencia de un sistema de mercado que -eventualmente- aporta los medios para subsistir pero no las razones para vivir; todo ello hace resurgir la cuestión crucial del sentido de la presencia humana en el mundo, del sentido de la existencia individual y colectiva, en un momento en que la economía produce cada vez más bienes y servicios con cada vez menos trabajo de los hombres, lo que tiene como efecto multiplicar las exclusiones en un contexto ya fuertemente marcado por el paro, la precariedad del empleo, el miedo al futuro, la inseguridad, las reacciones agresivas y las crispaciones de todo tipo.

Todos estos factores llaman a rehacer profundamente las prácticas democráticas que únicamente pueden operarse en dirección de una verdadera democracia participativa. En una sociedad que tiende a volverse cada vez más «ilegible», esto tiene como principal ventaja eliminar o corregir las distorsiones debidas a la representación, asegurar una mayor conformidad con la ley y con la voluntad general, y ser fundadora de una legitimidad sin la cual la legalidad institucional no es más que un simulacro.

No es al nivel de las grandes instituciones colectivas (partidos, sindicatos, iglesias, ejército, escuelas, etcétera) —que hoy se encuentran todas en mayor o menor medida en crisis y que no pueden desempeñar entonces su papel tradicional de integración y de intermediación social— como será posible recrear dicha ciudadanía activa. El control del poder no puede ser tampoco patrimonio exclusivo de los partidos políticos, cuya actividad frecuentemente se resuelve en el clientelismo. La democracia participativa no puede ser hoy día más que una democracia de base.

Dicha democracia de base no tiene por finalidad generalizar la discusión a todos los niveles, sino determinar más bien, con el concurso del mayor número, los nuevos procedimientos de decisión conformes con sus propias exigencias, las que derivan de las aspiraciones de los ciudadanos. Tampoco se podría volver en una simple oposición entre la «sociedad civil» y la esfera pública, lo que extendería aún más el dominio de lo privado y abandonaría la iniciativa política en formas obsoletas de poder. Se trata, al contrario, de permitir a los individuos que se pongan a prueba en tanto que ciudadanos y no como meros miembros de la esfera privada, favoreciendo la posible eclosión y multiplicación de nuevos espacios de iniciativa y responsabilidad públicas.

El procedimiento refrendario (que resulta de la decisión de los gobiernos o de la iniciativa popular, bien sea el referéndum facultativo u obligatorio) sólo es una forma de democracia -entre otras posibles- cuyo alcance quizás se ha sobreestimado. Señalemos de una vez que el principio político de la democracia no es que la mayoría decida, sino que el pueblo es soberano. El voto no es por sí mismo más que un medio técnico para consultar y revelar la opinión. Esto significa que la democracia es un principio político que no podría confundirse con los medios que utiliza, y que tampoco puede ser producto de una idea puramente aritmética o cuantitativa. La cualidad de ciudadano no se agota en el voto. Consiste más bien en poner en práctica todos los métodos que le permitan manifestar o rechazar el consentimiento, expresar su rechazo o su aprobación. Conviene, pues, explorar sistemáticamente todas las formas posibles de participación activa de la vida pública, que sean también formas de responsabilidad y de autonomía en sí, ya que la vida pública condiciona la existencia cotidiana de todos.

Pero la democracia participativa no tiene solamente un alcance político; tiene también uno social. Al favorecer las relaciones de reciprocidad, al permitir la recreación de un lazo social, puede reconstituir las solidaridades orgánicas debilitadas hoy día, rehacer un tejido social disgregado por el advenimiento del individualismo y la salida de un sistema basado meramente en la competencia y el interés. En tanto que es productora de la “sociabilidad” elemental, la democracia participativa va a la par del renacimiento de las comunidades vivas, de la recreación de las solidaridades de vecindad, de barrio, de los lugares de trabajo, etcétera.

Esta concepción participativa de la democracia se opone palmariamente a la legitimación liberal de la apatía política, que indirectamente alienta la abstención y acaba por ser un reino de gestores de expertos y de técnicos. La democracia, a final de cuentas, descansa menos sobre la forma de gobierno propiamente dicha que sobre la auténtica participación del pueblo en la vida pública, de tal suerte que el máximo de democracia se confunda con el máximo de participación. Participar es tomar parte, es probarse a sí mismo como parte de un conjunto o de un todo, y asumir el papel activo que resulta de dicha pertenencia. «La participación —decía René Capitant— es el acto individual del ciudadano que lo efectúa como miembro de la colectividad popular». Vemos a través de esto cómo las nociones de pertenencia, ciudadanía y democracia se encuentran ligadas. La participación sanciona la ciudadanía que resulta de la pertenencia. La pertenencia justifica la ciudadanía que permite la participación.

Conocemos la divisa republicana francesa: «Libertad, igualdad, fraternidad». Si las democracias liberales han explotado la palabra «libertad», si los antiguos demócratas populares se han emparentado con la «igualdad», la democracia orgánica o participativa, fundada en la ciudadanía activa y en la soberanía del pueblo, bien podría ser el mejor medio para responder al imperativo de fraternidad.

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=4558

INSTITUCIONES EDUCATIVAS DE IBAGUÉ UTILIZAN MANUAL DE CONVIVENCIA COMO ACCIÓN CORRECTIVA Y NO PREVENTIVA, CONCLUYE ESTUDIO

Los conflictos comunes en la institución escolar

En la foto, de izquierda a derecha, Libia Amalia Rojas, docente de la Universidad de la Sabana, jurado de la investigación; Carlos Alfonso Quimbayo, director de la investigación, y Erika Julieth Tapias Rojas y Luis Fausto Yate Ramírez, estudiantes autores del estudio sobre conflictos escolares en el aula. (Foto: SUMINISTRADA– EL NUEVO DÍA)

Estos son los resultados de una investigación efectuada por dos estudiantes de la Maestría en Educación de la UT.

Treinta y seis de los cerca de 400 docentes del Tolima y de departamentos vecinos que han cursado la Maestría en Educación en la Universidad del Tolima desde 2006, han llevado a cabo investigaciones educativas relacionadas con factores del clima escolar, tema del macroproyecto de investigación que realiza el grupo de gestión escolar que lidera la estudiante del doctorado en Educación de la Universidad del Tolima, Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo.

En lunes de la semana anterior, los estudiantes de la Línea de Gestión Escolar de la Maestría, Luis Fausto Yate Ramírez y Erika Julieth Tapias Rojas, presentaron la investigación que se titula ‘Caracterización del conflicto escolar entre estudiantes de la ciudad de Ibagué’, bajo la dirección del profesor universitario Carlos Alfonso Quimbayo Valderrama. Se trata de una investigación que se relaciona con el clima escolar y clima de aula, objeto de estudio de los estudiantes de la Maestría de Educación, en varias investigaciones.

¿Cuáles son y cómo se solucionan los conflictos escolares en la jornada de la mañana con estudiantes de básica secundaria?, es la pregunta de investigación que sirvió de guía. Se encuestó a 372 estudiantes de educación básica, y a 12 docentes y directivos de una de las instituciones educativas del barrio El Jordán de Ibagué. Se efectuó entrevistas a grupos focales, se analizó descripciones sobre el comportamiento de los estudiantes contenidos en los observadores de los alumnos, en desarrollo de métodos y técnicas cuantitativas y cualitativas de investigación.

“La principal causa de los conflictos es que la institución como medio de solución utiliza el manual de convivencia, pero únicamente como acción correctiva, por ningún lado se encuentra medios de prevención o métodos de solución diferentes a los normados”, es una de las conclusiones del estudio.

Hay actitudes de indiferencia de los padres de familia y los estudiantes, en las relaciones con sus docentes y directivos del establecimiento educativo “se aprecia cierto recelo por los estudiantes al interactuar con ellos y contarles sus problemas o inquietudes, convirtiéndose esto en potencializador de los conflictos, al no existir un canal para poder dialogar sobre estos y encontrar la solución a los mismos”, dice el informe final de la investigación.

Conductas de indisciplina en el Aula 

Las conductas disruptivas o de indisciplina en el aula son generadoras de conflictos entre estudiantes y profesores y entre los estudiantes. Docentes y estudiantes están de acuerdo en que “hablar con los compañeros interfiriendo el normal desarrollo de las clases”, es una de las conductas disruptivas más comunes en los establecimientos educativos; llegar tarde y utilizar el celular, se le suman a la anterior. 

“La joven dice groserías en clase a todo grito, generando burla e indisciplina”, es una de las observaciones que hace uno de los docentes sobre el comportamiento de los estudiantes en el aula. A veces se pasa de las palabras a la agresión física: “Agredió físicamente a una compañera mordiéndole la mejilla”, es la anotación que hace otro profesor. 

Para intervenir sobre estos casos, que son leves o graves, los directivos y los docentes generalmente recurren a lo que estipula el Manual de Convivencia de la institución escolar. Se adopta, frente a los conflictos y comportamientos de los estudiantes, un enfoque tradicional en el que se concibe al conflicto como algo malo y anormal que se debe evitar y, en consecuencia, sancionar, se recurre a un tratamiento punitivo de la indisciplina y de los conflictos escolares que esta genera. 

Otra concepción o enfoque del conflicto consistitrá en las relaciones humanas o de la perspectiva hermenéutica interpretativa o la crítico-social, en la que el conflicto es visto como algo natural e inevitable (Jares, 1997), que se puede convertir en una oportunidad para transformar o cambiar situaciones conflictivas que ocurren a menudo dentro de las instituciones escolares. 

En la investigación a que hacemos referencia, se encuentra que docentes y directivos invocan la sanción como práctica apropiada para solucionar los conflictos en el aula. Se ven faltas y no soluciones. 


POR LUIS EDUARDO CHAMORRO RODRÍGUEZ 
EL NUEVO DÍA

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/educacion/209624-los-conflictos-comunes-en-la-institucion-escolar#sthash.bN1U2fUj.dpuf

domingo, 2 de febrero de 2014

EN CUALQUIER SOCIEDAD LA PRIORIDAD DEBEN SER LOS MAESTROS

La prioridad: los maestros

Una reveladora investigación hecha por la Fundación Compartir, en conjunto con las universidades del Rosario y de los Andes, pone en el foco de la escena una solución para los pobres resultados que obtiene Colombia en las pruebas PISA (el lugar 62 de 65 países): mejorar la calidad de los docentes.

Elespectador.com. 

De lo que saben, de cómo lo transmiten, de cuánto les pagan, de cómo se forman. Cosas simples. Cosas que hacen falta, por demás.

Mucho más allá de las características socioeconómicas de los estudiantes o de la dotación en los colegios o de los materiales o de los currículos, que son factores que, por supuesto, inciden en un buen rendimiento de los alumnos, el enfoque en el que tienden a coincidir los expertos del mundo en estos temas apunta a una sola cosa: la calidad del profesor. Eso dispararía no solamente el nivel educativo en Colombia, sino que también sería útil para la economía. Veamos.

No es un invento. De acuerdo con la evidencia empírica que allí tiene asiento, la formación de quienes dictan la clase, más que cualquier otra política aplicable en el sector, crea las diferencias en el desempeño de quienes la reciben. En Colombia, tal y como lo mencionamos en este diario el día de hoy (“Dejémonos de vainas con la enseñanza”), los maestros que ocupan una plaza en los colegios o quienes aspiran a ella, tienen un nivel formativo muy mediocre. Malos estudiantes terminan siendo profesores. A esas facultades que enseñan licenciatura entran aquellos bachilleres que no tienen las mejores habilidades. Parte de los peores estudiantes. Eso es inaceptable.

Las comparaciones no sólo se hicieron con países de excelentes resultados, como Singapur, Corea, Finlandia, sino también con otros más sensatamente comparables: Brasil, Israel, México, Estados Unidos. Colombia, de acuerdo con el estudio, tiene un escenario en donde todo es mejorable: la oferta de los programas de formación de profesores es muy amplia, heterogénea, con muy poco énfasis en lo que es la práctica docente y la investigación pedagógica. Los bachilleres no quieren estudiar docencia o, por lo menos, no les apetece tanto a los mejores. Las becas que se dan para estudiar sobre este importante oficio son proporcionalmente muy lejanas al número de maestros que se necesitan en Colombia. “Los análisis realizados muestran que las competencias en escritura, razonamiento cuantitativo y competencias ciudadanas de los graduados de formación de docentes son inferiores a las de otras carreras”. Es decir, no sólo los malos bachilleres se meten de maestros sino que también su desempeño, al finalizar la carrera, es deficitario.

Lástima, porque un maestro promedio frente a uno deficiente representa un retorno social en valor presente neto que va de US$300.000 a US$400.000 por grupo de estudiantes. Es rentable para la economía del país.

Son propuestas sencillas las que ayudan a resolver esta problemática. Cinco cosas puntuales que van mucho más allá de una grandilocuente reforma estructural que aún no llega. Mejorar los programas de pedagogía. Reclutar a los mejores alumnos para que estudien docencia, con incentivos como las becas condonables. Acompañamiento a los novatos. Subir el sueldo a los maestros, que estén a la par de otras profesiones que también gozan de prestigio.

Un útil estudio que puede redundar en algo más grande. Un camino mucho más corto y a todas luces efectivo. ¿Le apostamos o nos hundimos en la misma lógica de siempre?

http://www.elespectador.com/opinion/editorial/prioridad-los-maestros-articulo-472308

 
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