viernes, 26 de junio de 2009

MACHISMO Y EDUCACIÓN


Foto: Rodriguez, Ferney Yesyd. El machismo de la Biblia”. Segunda edición

El Machismo sigue vivo porque es parte esencial de las relaciones opresivas de clases


¿De dónde toma la sociedad los criterios de comportamiento discriminatorios hacia los géneros? Podría ser el interrogante, frente a múltiples actitudes y prácticas vejatorias, consuetudinarias desarrolladas milenariamente contra las mujeres u hombres con comportamientos no ajustadamente “masculinos”. Unas plagadas de miedos, jerarquías, sumisiones y obediencias, mientras otras, se inclinan por la insolencia, ofensa, discriminación y desvalorización que comúnmente se denomina “machismo”.

Los criterios o reglas de comportamientos discriminatorios o no, no son ajenos, como lo expresara Marx, a la vida social. Toda forma de pensamiento es el reflejo en la consciencia de las condiciones materiales de existencia. La costumbre, declarante en mucho de lo correcto o incorrecto, sería la respuesta usual, argumentada por la aceptación de haberlo hecho siempre así. Pero, ¿Por qué la educación no ha logrado mellar en la costumbre y prejuicio segregacionista hacia el género?

Tradicionalmente el trato diferencial se ha venido asociando a niveles o grados de importancia dado a los roles familiares: aceptación, pasividad, dependencia, y control, coacción y preponderancia de un género contra otro, por considerarlo “débil”, “delicado”, “necesitado de protección”. Sin embargo, esta asociación, es la simple respuesta a la práctica social discriminatoria de una sociedad, basada en la propiedad privada como columna de todas sus relaciones sociales y culturales. Para decirlo de otra manera, es el reflejo objetivo de la actividad práctica social, cimentada sobre relaciones de dependencia real de unas clases sobre otras y justificada ideológica, social, histórica y culturalmente por toda la superestructura de la sociedad.

Históricamente la disgregación de género es el resultado de la primera división del trabajo que F. Engels compendia magistralmente en el libro “La Familia, la propiedad privada y el Estado: “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos’. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino” .

Por tanto, el machismo, como lo anota Ulises Casas , “es el efecto de estructuras económico-sociales de carácter histórico. En efecto, hubo un período en el cual la mujer era el eje de la economía doméstica y, en consecuencia, el jefe de la familia; el matriarcado marcó un ciclo histórico ya definido por historiadores y antropólogos. Cuando se establece la agricultura y la ganadería y las tribus o comunidades se convierten de itinerantes en sedentarias, se inicia el proceso de la influencia del macho sobre el grupo familiar; al conformarse estructuras económicas de propiedad privada el patriarcado se afianza y lo mismo sucede con la monogamia: hay que garantizar el traspaso del patrimonio al primogénito, en un comienzo, y luego a los hijos legítimos” (Ulises Casas, 2000). Concepto y descripción histórica ajustada sobre esta forma de exclusión.

“La mujer inicia el proceso de escogencia del macho o del padre de sus hijos si desea tenerlos; al mismo tiempo, en lo que respecta al acto sexual, el placer se hace predominante” . El mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de la mujer evolucionan dialécticamente, es decir en lucha y contradicción, sin que se logre erradicar el machismo y otras formas de discriminación y opresión propias de los modos de producción y organización social de propiedad privada. Para algunos, esto es un simple cliché. Pero el análisis de toda opresión está establecido sobre la práctica económico-social que determina, sin lugar a dudas las relaciones sociales.

El machismo y cualquier otra forma de discriminación, se remeda normalmente a través de la educación desde la familia y la escuela, en cuanto, instituciones de justificación y continuación del orden social existente . El machismo no surge, ni la exclusión, por fuera del orden imperante. La educación como proceso de enculturación por medio de la cual la generación más antigua transmite todo el acerbo ideológico, cognitivo y cultural a las generaciones más jóvenes, reproduce constante y permanentemente su legado. El capitalismo, para nadie es un secreto, como sistema económico y social dominante, esta basado esencialmente en la propiedad privada sobre los medios de producción, lo que refleja en la conciencia social y en sus relaciones formas de dominio y opresión, de las cuales el género no ha sido la excepción.

Las raíces del machismo se remontan a la división social del trabajo y de su desarrollo a la sociedad patriarcal de la que la sociedad occidental fundamenta toda su cultura hasta hoy. La condición sociológica de preponderancia masculina arbitraria a la mujer, es acentuada con sutileza por el capitalismo e instrumentalizada para auspiciar más la opresión. Las conquistas logradas por la mujer, además de su consciencia y lucha, obedecen al mismo tiempo, a espacios generados inherentes a las necesidades del capitalismo con miras a la expansión de mano de obra y a la formación del ejército de reserva que favorezca la des-valoración del trabajo.

El género no es más que un constructo social adscrito a la dependencia económica. En contraste con la masculinidad la feminidad, debe superar los valores intrínsecos a su naturaleza y sobrepasarlos con el ideal de “Ser” como especie, constitutivo de toda liberación. El género igualmente, “es un intermediario construido por el orden social para inhibir la energía sexual, enclaustrarla y limitarla, direccionándola hacia la reproducción de este orden de dominación y sumisión” .

La mayor parte de la violencia intrafamiliar hunde sus raíces en el machismo. La sociedad Colombiana según lo denuncia la psicoterapeuta María Antonieta Solórzano, en entrevista con Cecilia Orozco Tascón , estima que cerca de 32 millones de colombianos sufren la cultura de la violencia intrafamiliar: “Precisamente porque la mente patriarcal presente en cada uno de nosotros hace que parezca normal el castigo y corriente la actitud sumisa de mujeres y niños. Hay tal perversidad en las relaciones familiares que las mujeres y los hombres parten de la base de que lo natural es que ellas sean una posesión masculina y, más grave aún, que los hijos sean una posesión de los padres, y particularmente una responsabilidad de las madres”.

Pese a la alharaca de “liberación femenina”, establecida por encima de las clases y las condiciones capitalistas de existencia, el machismo sigue preponderando y reproduciendo todas las relaciones vejatorias del machismo. Ahora más que nunca, la mujer como símbolo y objeto sexual y comercial son el asiento de esclavización y dominación capitalista.

Las concepciones justificadoras de las clases dominantes y costumbres reproductoras del orden injusto actual, es decir la ideología dominante, se pueden explorar como mecanismos de control social y aprovechamiento en dogmas subyacentes en la cultura de superioridad del macho, poseedor de la decisión y elección de mandar, ordenar, conquistar; optar por un oficio, tratamiento, remuneración, etc. Veamos algunos ejemplos subyacentes en la cultura, propiciadores y generadores de prácticas arraigadas de machismo y discriminación.

Algunos textos Bíblicos, base de las creencias comunes de nuestra sociedad, hacen alusión al comportamiento, concepto, y actitud de la mujer que no son propiamente afines a la equidad de género. Ferney Yesyd Rodríguez , en el artículo: “El Machismo de la Biblia, cita algunos pasajes cargados de segregación, que pese a las circunstancias históricas del periodo inicial del cristianismo, son pie aún con arraigo de su practica doctrinal, que con justificada razón llevó a expresar a finales del siglo XIX a Elizabeth Cady Santon , "La Biblia y la Iglesia han sido los mayores obstáculos en el camino de la emancipación de la mujer."

"Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé luz a un varón, será inmunda 7 días.... Y si diera luz a una niña, será inmunda dos semanas..." —LEVÍTICO 12: 1, 2 & 5.

"Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive: pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.". —ROMANOS 7: 2

"Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas..." —1 PEDRO 3: 1.- SIGUE

El machismo como fenómeno multidimensional no es una simple forma de ser. Las citas anteriores solo son reflejo de una época no ajena a las costumbres y formas propias de concebir la vida social particular de un sistema de producción esclavista y patriarcal. No corresponde exclusivamente al ideario religioso, sino que está presente en toda expresión cultural. Su evolución en el interregno histórico del patriarcado a la sociedad pre y capitalista, no ha sido otra que la acentuación de formas de predominio y avasallamiento, donde el machismo ha sido uno de sus pilares; sigue vivo porque forma parte inherente a la sociedad de clases basada en relaciones de producción privada.

El machismo es el fruto de la correspondencia a la manera de producir y relacionarse socialmente, por eso no se puede erradicar totalmente, sino cambian las condiciones sociales de producción. La educación consciente juega un papel preponderante, pero no es por sí misma garantía de equidad y erradicación de la segregación.

La educación para convertirse en antítesis de las prácticas sociales de dominio de género, clase, grupo sobre otro, como dialécticamente se desarrollan dentro del régimen social reinante, ha de superar conscientemente la tradición y pugnar por cambiar las condiciones materiales de su desenvolvimiento y desarrollo.

Guillermo Molina Miranda
Editorial Revista Pedagógica Nueva Escuela Nro. 3. Junio 27 de 2009.

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