Marco Polo
VIAJES
*******************************************************
Índice
Viajes
- I -
Aquí empieza la rúbrica de este libro denominado: la división del
mundo
- II -
De cómo micer Nicolás y micer Mafeo fueron de Constantinopla en
busca del mundo
- III -
De cómo se fueron micer Nicolás y micer Mafeo de la Soldadía
- IV -
De cómo los dos hermanos pasaron el desierto y llegaron a la ciudad
de Bojaria
- V -
De cómo los dos hermanos prestaron fe al emisario del Gran Khan
- VI -
De cómo los dos hermanos llegaron en territorio del Gran Khan
- VII -
De cómo se informa el Gran Khan de los asuntos de los cristianos
- VIII -
De cómo el Gran Khan envió a los dos hermanos como embajadores al
Papa de Roma
- IX -
De cómo el Gran Khan da a los dos hermanos las tabletas de oro de su
mensaje
- X -
De cómo los dos hermanos llegaron a la ciudad de Acre
- XI -
De cómo los dos hermanos partieron de Venecia para regresar al país
del Gran Khan y se llevaron a Marcos, el hijo de micer Nicolás
- XII -
De cómo los dos hermanos y Marcos partieron de Acre
- XIII -
De cómo los dos hermanos fueron a Roma a ver al Papa
- XIV -
De cómo los dos hermanos y Marcos llegaron a la ciudad de Clemeinfú,
en donde se hallaba a la sazón el Gran Khan
- XV -
De cómo los dos hermanos y Marcos fueron al palacio del Gran Khan
- XVI -
De cómo el Gran Khan envía a Marcos como embajador
- XVII -
De cómo volvió Marcos de su misión y lo que refirió al Gran Khan
- XVIII -
De cómo micer Nicolás y micer Mafeo piden permiso al Gran Khan para
volver a su tierra
- XIX -
Donde trata de la despedida, de los hermanos y Marco Polo del Gran
Khan
- XX -
Aquí se habla de la Armenia Menor
- XXI -
En donde se habla de la provincia de Turcomania
- XXII -
La Armenia Mayor
- XXIII -
Donde se habla del rey de Georgia y de su hacienda
- XXIV -
En donde se habla del reino de Mosul
- XXV -
De cómo fue tomada, la gran ciudad de Bagdad
- XXVI -
De la gran maravilla que sucedió en las montañas de Bagdad
- XXVII -
Del miedo que tuvieron los cristianos de cuanto les dijo el califa
- XXVIII -
De cómo vino la revelación a un obispo de que un zapatero haría
mover la montaña
- XXIX -
De cómo la oración del cristiano hizo mover la montaña
- XXX -
En donde se habla de la ciudad de Tauris
- XXXI -
Dejemos a Tauris y pasemos a Persia
- XXXII -
Relación de los Reyes Magos que vinieron a adorar a Dios
- XXXIII -
Los ocho reinos de Persia
- XXXIV -
De la ciudad de Yasdi
- XXXV -
Del reino de Kerman
- XXXVI -
De la ciudad de Camandi
- XXXVII -
De la segunda meseta inclinada
- XXXVIII -
De cómo se internó por una comarca salvaje y pobre
- XXXIX -
La grande y noble ciudad de Cobinan
- XL -
De cómo se pasa por un desierto
- XLI -
En donde se trata del Viejo de la montaña y de sus asesinos
- XLII -
De cómo el Viejo de la montaña convierte a la obediencia y a la
disciplina a sus asesinos
- XLIII -
De cómo los asesinos se entrenan para el mal
- XLIV -
De la villa de Sapurgan
- XLV -
De la noble y gran ciudad de Balc
- XLVI -
En donde se menciona la montaña de sal
- XLVII -
De la gran provincia de Balacian (Badakchan)
- XLVIII -
En donde se habla de la provincia de Pasciai
- XLIX -
De la provincia de Kesimur (Cachimira)
- L -
Del gran río Balacian (Badakchan)
- LI -
Del reino de Cascar (Caschgar)
- LII -
De la gran ciudad de Samarcanda
- LIII -
Aquí trata de la provincia de Yarcan (Yarken)
- LIV -
De la provincia de Cotan (Khotan)
- LV -
De la provincia de Pem
- LVI -
Aquí empieza el relato de la provincia de Ciarcian
- LVII -
De la ciudad de Lop
- LVIII -
De la provincia de Tangut
- LIX -
En donde se menciona la provincia de Camul (Khamil)
- LX -
En donde se habla de la Provincia de Gkingkintalas
- LXI -
De la provincia de Succu
- LXII -
De la ciudad de Campiciú
- LXIII -
De la ciudad de Eçina
- LXIV -
De la ciudad de Caracoron
- LXV -
De cómo Gengis fue el primer Khan de los tártaros
- LXVI -
De cómo Gengis Khan arma su gente para ir contra el Preste Juan
- LXVII -
De cómo el Preste Juan, con sus gentes, fue al encuentro de Gengis
Khan
- LXVIII -
De la gran batalla entre el Preste Juan y Gengis Khan
- LXIX -
Relato de los Khanes que reinaron después de Gengis Khan
- LXX -
Del dios de los tártaros y de su ley
- LXXI -
De la llanura de Bargu y de varias costumbres de los indígenas
- LXXII -
Del gran reino de Erginul
- LXXIII -
De la provincia de Grigaia
- LXXIV -
De la provincia de Tenduc
- LXXV -
De la ciudad de Ciandu y del maravilloso palacio del Gran Khan
- LXXVI -
Donde trata de los hechos del Gran Khan que reina presentemente,
llamado Cublai Khan, de cómo rige a su corte y administra justicia;
de sus gestas y proezas
- LXXVII -
De la gran batalla librada entre el Gran Khan y el rey Nayan, su tío
- LXXVIII -
De cómo el Gran Khan fue al encuentro de Nayan
- LXXIX -
En donde empieza la batalla del Gran Khan y de su tío Nayan
- LXXX -
De cómo el Gran Khan hizo matar a Nayan
- LXXXI -
De cómo el Gran Khan vuelve a la ciudad de Cambaluc
- LXXXII -
De la prestancia y majestad del Gran Khan
- LXXXIII -
De los hijos del Gran Khan
- LXXXIV -
Del palacio del Gran Khan
- LXXXV -
Del palacio del hijo del Gran Khan, que reinará después de su muerte
- LXXXVI -
De cómo el Gran Khan se hace guardar por 12.000 hombres a caballo
- LXXXVII -
Relato de la gran fiesta que celebra el Gran Khan el día de su
aniversario
- LXXXVIII -
Continuación de la fiesta que celebra el Gran Khan el día de su
aniversario
- LXXXIX -
De la fiesta que celebra el Gran Khan el primero de año
- XC -
De los 12.000 barones que asisten a las fiestas
- XCI -
De cómo el Gran Khan dispone para que le traigan los venados
- XCII -
De los leones, leopardos, lobos, linces, gerifaltes, halcones,
búhos, gavilanes y otros pájaros
- XCIII -
De los hermanos del Gran Khan que están al cuidado de los perros de
caza
- XCIV -
De cómo se ocupa de cetrería
- XCV -
Más relatos sobre la corte del Gran Khan
- XCVI -
De la ciudad de Cambaluc, de su grandeza y su numerosa población
- XCVII -
De cómo el gran señor acuña moneda
- XCVIII -
De los 12 barones que asisten en sus actos al Gran Khan
- XCIX -
De cómo desde la ciudad de Cambalue se va por diferentes vías a las
provincias
- C -
De cómo el Gran Khan ayuda a sus súbditos cuando tienen malas
cosechas o pierden el ganado
- CI -
De como el Gran Khan hace plantar árboles en los caminos
- CII -
Del vino que beben en Catai
- CIII -
De una especie de piedra que arde como la madera
- CIV -
De cómo el Gran Khan hace almacenar trigo para proveer a su gente en
tiempo de calamidades
- CV -
De cómo el Gran Khan hace la caridad a los pobres de su Imperio
- CVI -
De la provincia de Catai y del río Pulisanghin
- CVII -
De la gran ciudad de Giongiu
- CVIII -
En donde se habla del reino de Taianfu
- CIX -
En donde trata de un castillo llamado Caiciu
- CX -
De cómo el Preste Juan hizo apresar al rey Dor
- CXI -
En donde se habla del gran río de Caramoran
- CXII -
De la gran ciudad de Quengianfu
- CXIII -
De los confines de Catai y Mangi
- CXIV -
De la provincia de Acbaluc Mangi
- CXV -
De la gran provincia de Sindufu
- CXVI -
De la provincia del Tíbet
- CXVII -
En donde sigue la relación del Tíbet
- CXVIII -
De la provincia de Gaindu
- CXIX -
De la gran provincia de Caragian
- CXX -
En donde se sigue la descripción de la provincia de Caragian
- CXXI -
En donde se habla de la gran provincia de Cardandan
- CXXII -
De cómo el Gran Khan conquistó el reino de Mien y de Bengala
- CXXIII -
De la batalla entre el Gran Khan y el rey de Mien
- CXXIV -
En donde prosigue el relato de la misma batalla
- CXXV -
De cómo se desciende por una gran pendiente
- CXXVI -
De la ciudad de Mien
- CXXVII -
En donde se habla de la gran provincia de Bangala (Bengala)
- CXXVIII -
De la provincia de Cangigu
- CXXIX -
De la provincia de Aniu
- CXXX -
De la provincia de Toloman
- CXXXI -
De la provincia de Ciugiu
- CXXXII -
Donde se habla de la ciudad de Cacianfu
- CXXXIII -
De la ciudad de Ciangiu
- CXXXIV -
De la ciudad de Ciangli
- CXXXV -
De la ciudad de Tandinfu
- CXXXVI -
De la noble ciudad de Singiumato
- CXXXVII -
De la gran ciudad de Lingin
- CXXXVIII -
De la ciudad de Pingiu
- CXXXIX -
De la ciudad de Cingiu
- CXL -
De cómo conquistó el Gran Khan la provincia de Mangi
- CXLI -
De la ciudad de Coigangiu
- CXLII -
De la ciudad de Pauchin
- CXLIII -
De la ciudad de Caiu
- CXLIV -
De la ciudad de Tingiu
- CXLV -
De la ciudad de Yangiu
- CXLVI -
De la provincia de Nanghin
- CXLVII -
De la ciudad de Saianfu
- CXLVIII -
De la ciudad de Singiu
- CXLIX -
En donde se trata de la ciudad de Caygiu
- CL -
De la ciudad de Cinghianfu
- CLI -
De la ciudad de Cangiu
- CLII -
De la ciudad de Sugiu
- CLIII -
En donde se habla de la muy noble ciudad de Quinsai
- CLIV -
De las alcabalas que saca el Gran Khan de Quinsai
- CLV -
De la ciudad de Tanpingiu
- CLVI -
Del reino de Fugiu
- CLVII -
De la ciudad de Fugiu
- CLVIII -
De la ciudad de Çaiton (Cantón)
- CLIX -
Aquí empieza el libro sobre la India, que hablará de todas las
maravillas que contiene y de las costumbres de sus gentes
- CLX -
En donde se trata de la isla de Cipango (Japón)
- CLXI -
De cómo la gente del Gran Khan que había escapado al temporal tomó
la ciudad de sus enemigos
- CLXII -
Donde se habla del culto de los idólatras
- CLXIII -
De la región de Ciamba
- CLXIV -
De la isla de Java
- CLXV -
De la isla de Sondur y de la de Condur
- CLXVI -
De la isla de Pentan
- CLXVII -
Aquí se menciona la isla de Java la menor
- CLXVIII -
En donde se habla del reino de Sumatra
- CLXIX -
Del reino de Dagroian
- CLXX -
Donde se habla de Lambri
- CLXXI -
Del reino de Fansur
- CLXXII -
De la isla de Necuveran
- CLXXIII -
De la isla de Angaman
- CXXIV -
De la isla de Seilán (Ceilán)
- CLXXV -
De la provincia de Maabar (Malabar)
- CLXXVI -
Del reino de Mutfili
- CLXXVII -
Donde se trata del lugar que guarda el cuerpo de Santo Tomás Apóstol
- CLXXVIII -
De la provincia de Lar, en donde nacieron los abrayamanes
- CLXXIX -
En donde se habla nuevamente de la isla de Seilán
- CLXXX -
De la muy noble ciudad de Cail
- CLXXXI -
Del reino de Coilum
- CLXXXII -
De la ciudad de Comari
- CLXXXIII -
En donde se habla del reino de Eli
- CLXXXIV -
Del reino de Melibar
- CLXXXV -
Del reino de Goçurat
- CLXXXVI -
Del reino de Tana
- CLXXXVII -
Del reino de Cambaet
- CLXXXVIII -
Del reino de Semenat
- CLXXXIX -
En donde se habla del reino de Kesmacoran
- CXC -
En donde se habla de las islas llamada Varón y Mujer
- CXCI -
De la isla de Socotora
- CXCII -
De la isla de Mogdasio (Madagascar)
- CXCIII -
De la isla de Zanzíbar
- CXCIV -
Aquí empieza la descripción de Abasce, que pertenece a la India
Central
- CXCV -
En donde se habla de la provincia de Aden
- CXCVI -
De la ciudad de Escier
- CXCVII -
De la ciudad de Dufar
- CXCVIII -
De la ciudad de Calatu
- CXCIX -
De la ciudad de Curmos
- CC -
En donde se habla de la Gran Turquía
- CCI -
Lo que dice el Gran Khan del daño que le hizo Caidu
- CCII -
La historia de la hija del rey Caidu, de su fuerza y valentía
- CCIII -
De cómo Abaga envió a su hijo Argón a la guerra
- CCIV -
De cómo Argón heredó la señoría de su padre
- CCV -
De cómo Acomat va con su ejército para combatir a Argón
- CCVI -
De cómo Argón reunió en Consejo a sus barones para pelear contra
Acomat
- CCVII -
De cómo respondieron los barones de Argón
- CCVIII -
De los emisarios que Argón envió a Acomat
- CCIX -
De cómo Acomat contestó a los emisarios
- CCX -
De la gran batalla entre Argón y Acomat
- CCXI -
De cómo concertaron los barones de que Argón recobrara su libertad
- CCXII -
De cómo Argón fue libertado
- CCXIII -
De cómo Argón recobró la soberanía
- CCXIV -
De cómo Argón hizo matar a su tío Acomat
- CCXV -
Del pleito homenaje que rindieron los barones a Argón
- CCXVI -
De cómo Cuiaratu tomó el poder después de la muerte de Argón
- CCXVII -
De cómo Baidu tomó la señoría después de Cuiacatu
- CCXVIII -
Del rey Canci que reina en tramontana
- CCXIX -
En donde se trata de la provincia que está en la oscuridad
- CCXX -
En donde se habla de la gran provincia de Rusia y de su gente
- CCXXI -
En donde se habla del estrecho del Mar Grande
- CCXXII -
De los reyes de los tártaros de Poniente
- CCXXIII -
De la guerra que surgió entre Alan y Berca y de las batallas que
libraron
- CCXXIV -
De cómo Berca y sus huestes encuentran a Alan
- CCXXV -
De cómo Alan habla a sus gentes
- CCXXVI -
De la gran batalla que hubo entre Alan y Berca
- CCXXVII -
De cómo Berca se porta heroicamente
- CCXXVIII -
De cómo Totamangu fue señor de Poniente
- CCXXIX -
De cómo Toctai manda venir a Nogai para pedirle cuenta de la muerte
de Tolobuga
- CCXXX -
De cómo Toctai envía otro mensaje a Nogai
- CCXXXI -
De cómo Toctai fue al encuentro de Nogai
- CCXXII -
De cómo Toctai habló a su gente
- CCXXXIII -
Del arrojo y valor del rey Nogai
**************
La división del mundo
- I -
Aquí empieza la rúbrica de este libro denominado: la división del mundo
Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgos y
burgueses y gentes que deseáis saber las diferentes generaciones humanas y
las diversidades de las regiones del mundo, tomad este libro y mandad que
os lo lean, y encontraréis en él todas las grandes maravillas y
curiosidades de la gran Armenia y de la Persia, de los tártaros y de la
India y varias otras provincias; así os lo expondrá nuestro libro y os lo
explicará clara y ordenadamente como lo cuenta Marco Polo, sabio y noble
ciudadano de Venecia, tal como lo vieron sus mortales ojos.
Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres
sinceros y veraces. Por lo cual referimos las cosas vistas por vistas y
las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni
engaños.
Y todo hombre que leyere y entendiere este libro debe creer en él,
pues todas estas cosas son verdad, y os certifico que desde que Dios
nuestro Señor plasmó con sus manos a Adán y Eva, nuestros primeros padres,
hasta hoy día, no hubo cristiano ni pagano ni tártaro ni indio ni hombre
alguno de ninguna generación que tanto supiere ni buscare como el dicho mi
señor Marcos averiguó y supo; por eso os digo que sería gran desventura no
quedaran escritas todas las grandes maravillas que vio y oyó para quelas
gentes que no las vieron ni conocieron tengan de ellas razón en este
libro. Y os repito que para enterarse de ello vivió en estas diferentes
regiones y provincias más de veintiséis años.
Y ello fue que, estando encarcelado en Génova, hizo exponer todas
estas cosas a maese Rustichello de Pisa, que se hallaba también en la
misma prisión en el año 1298 del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
- II -
De cómo micer Nicolás y micer Mafeo fueron de Constantinopla en busca del
mundo
Fue en tiempo de Baduino, emperador deConstantinopla en el año 1250
de la Encarnación de nuestroSeñor Jesucristo: Hallándose con sus
mercancías en Constantinopla, procedentes de la ciudad de Venecia, micer
Nicolás Pol (padre de Marco Polo) y su hermano micer Mafeo Pol, prudentes,
nobles y avisados comerciantes, reuniéronse en consejo y decidieron
embarcar en la mar grande para hacer prosperar sus asuntos. Después que
hubieron comprado joyas de gran valor, partieron de Constantinopla en un
barco hacia la tierra de Soldadía.
- III -
De cómo se fueron micer Nicolás y micer Mafeo de la Soldadía
Cuando hubieron residido un tiempo en Soldadía decidieron irse aún
más lejos. Pusiéronse en camino, y tanto cabalgaron que no hubo aventura
que les detuviese hasta que llegaron al reino de Barca Caan, que era dueño
de una parte de Tartaria, situada entre Bolgara y Sara. Barca Caan recibió
con grandes honores a micer Nicolás y micer Mafeo y celebró con regocijo
su llegada. Los dos hermanos diéronle las joyas que habían traído.
Aceptolas Barca con gran complacencia y le plugieron muchísimo. Hízoles
entonces entregar dos veces tanto cuanto valían las joyas y les invitó a
pasar una temporada en varias partes del reino, en donde halláronse con
gran contentamiento.
Al año de residir en tierras de Barca encendiose una guerra entre
Barca y Alan, señor de los tártaros de Levante. Fuéronse el uno contra el
otro con gran violencia, combatiéronse ferozmente y hubo gran pérdida de
gentes de una parte y otra, y Alan fue vencedor. Y en estas circunstancias
no hubo hombre que pudiera pasar por esos caminos sin caer prisionero, y
como ésa era la dirección por donde habían venido y sólo podían seguir en
dirección contraria, los dos hermanos se dijeron: «Ya que no podemos
volver a Constantinopla con nuestras mercancías, sigamos hacia Levante;
así podremos volver quizá a tierras del soldán.» Se equiparon
convenientemente y se separaron de Barca, yéndose a una ciudad denominada
Uchacca, que era al confín sur del reino de este señor. Y partiéronse de
Uchacca pasando el Tigre, atravesando un desierto que era largo diecisiete
jornadas, no encontrando a su paso ni ciudades ni castillos, sino tribus
tártaras que vivían del pastoreo en sus tiendas de campaña.
- IV -
De cómo los dos hermanos pasaron el desierto y llegaron a la ciudad de
Bojaria
Y cuando hubieron pasado el desierto llegaron a una ciudad que se
llamaba Bojaria, noble y hermosa ciudad. También la provincia denominábase
Bojaria y el rey se llamaba Barac. Era ésta la más bella ciudad de Persia.
Una vez llegados a ella no podían ya ni adelantar ni retroceder, y en
vista de esto permanecieron en ella tres años. Mientras esto sucedía vino
un emisario de Alan, el señor de Levante, que era enviado por el gran
señor de todos los tártaros, llamado Cublai. Y fue gran asombro el de este
emisario cuando vio a micer Nicolás y a Micer Mafeo, pues jamás habíase
visto un latino en esos parajes. Dijo a los dos hermanos: «Señores, os
advierto que el gran señor de los tártaros jamás vio un latino y tiene
gran deseo de trabar conocimiento con ellos; así que si queréis venir
conmigo, os aseguro que os verá muy de su agrado y os llenará de honores y
bienes»
Los dos hermanos contestáronle que lo harían gustosos si era cosa
factible, y él replicó que llegarían sanos y salvos y sin ninguna
impedimenta si se iban en su compañía.
- V -
De cómo los dos hermanos prestaron fe al emisario del Gran Khan
Cuando oyeron las razones del mensajero enviado, aparejaron sus
caballerías y decidieron seguirle. Pusiéronse en camino y viajaron durante
un año a través de las montañas, y tomando por atajos y vericuetos
llegaron al cabo de él. Y encontraron grandes maravillas y cosas
extraordinarias, que no os referimos porque micer Marcos, hijo de micer
Nicolás, que ha visto también todas estas cosas, os las contará más
adelante en este mismo libro.
- VI -
De cómo los dos hermanos llegaron en territorio del Gran Khan
Y cuando llegaron en presencia del Gran Khan, éste les hizo muchas
fiestas y les recibió con grandes honores y cortesía, y fue grande su
alegría al verles. Les hizo varias preguntas sobre muchas cosas. Ante todo
sobre los emperadores, de cómo mantienen el poder y administran justicia,
cómo combaten y, en fin, cómo viven y lo que hacen, y los interrogó luego
respecto a los reyes, a los príncipes y barones.
- VII -
De cómo se informa el Gran Khan de los asuntos de los cristianos
Y se informó luego del Papa y de todos los hechos de la cristiandad y
de la Iglesia romana y de las costumbres de los latinos. Micer Nicolás y
Mafeo le dijeron toda la verdad y cada uno a su vez, como conviene a
hombres prudentes y cultos conocedores de la lengua de los tártaros: el
tártaro.
- VIII -
De cómo el Gran Khan envió a los dos hermanos como embajadores al Papa de
Roma
Cuando el gran señor que tenía por nombre Cublai Khan, señor de todos
los tártaros del mundo y de todas las provincias, reinos y regiones de
esta gran parte del mundo, hubo escuchado las gestas de los latinos
contadas por los dos hermanos tan llanamente, quedó muy complacido y
prometiose a sí mismo enviarles como embajadores al Papa. Y pidioles a los
hermanos encargarse de esta misión con uno de sus barones. Contestáronle
que lo harían como les mandase, como si fuera su propio señor, el Dux.
Entonces el Gran Khan hizo llamar a uno de sus barones, llamado Cogatai, y
le dijo quería fuera acompañando a los hermanos a ver al Papa. Éste le
contestó: «Vuestro siervo soy y pronto a vuestro mandato.» Hizo luego el
gran señor preparar sus credenciales en turco y las dio a los dos hermanos
y a su barón, y les encargó lo que debían decir de su parte al Pontífice.
Es menester que os diga lo que contenía el documento y la embajada que
enviaba: Pedía que le enviara hasta cien sabios de la cristiandad que
supieran las siete artes, que supieran discutir a los idólatras y a los
gentiles que todos los ídolos que tenían en sus casas eran obras del
diablo y que supieran probar por razonamientos que la ley cristiana es
mejor que la de ellos. Además, encargó a los hermanos que trajeran aceite
de la lámpara que alumbra el sepulcro de Dios nuestro Señor en Jerusalén.
Ya estáis enterados de lo que decía el mensaje que el gran señor enviaba
al Papa por medio de los dos hermanos.
- IX -
De cómo el Gran Khan da a los dos hermanos las tabletas de oro de su
mensaje
Cuando les hubo entregado el mensaje que enviaba al Papa les hizo dar
unas tabletas de oro en las cuales decía que los tres embajadores deberían
recibir allí donde fueran y donde pasaran: caballos, arreos y escolta de
un país a otro. Y cuando micer Nicolás y Mafeo estuvieron listos y bien
guarnecidos de cuanto necesitaron, se despidieron del gran señor, montaron
a caballo y emprendieron el camino. Al poco tiempo el barón tártaro cayó
enfermo y no pudo continuar. Quedose atrás en una ciudad, y cuando los
hermanos vieron que no se reponía, le dejaron y continuaron su viaje, y os
diré que por doquier se velan honrados y bien servidos en cuanto se les
antojaba. Cabalgaron tanto, que llegaron a Laias, para lo cual emplearon
tres años, y esto sucedió porque no siempre podían proseguir su ruta, por
el mal tiempo y la nieve y porque los ríos que tenían que vadear eran
considerables.
- X -
De cómo los dos hermanos llegaron a la ciudad de Acre
Y dejaron Laias para llegar a la ciudad de Acre, y esto sucedió en el
mes de agosto del año 1200 de la Encarnación. Allí se enteraron que el
Papa había fallecido, y cuando supieron que el Papa, que tenía por nombre
Clemente, había muerto, se encaminaron en busca del Legado de la Iglesia
romana en el reino de Egipto. Este varón ilustre, de mucha autoridad, se
llamaba Tealdo de Plasencia. Le expusieron de qué importante misión eran
mandatarios de parte del Gran Khan al Papa, y cuando el Legado les hubo
oído, le pareció gran maravilla y que lo que los hermanos decían era de
gran honra y provecho para la cristiandad. «Señores - les dijo -, ya que
veis que el Papa ha muerto, os aconsejo esperar que haya otro Papa, y
entonces le lleváis vuestra embajada.» Viendo que el Legado les decía cosa
razonable, pensaron que en ese intervalo irían a Venecia a ver a sus
familias. Y fueron de Acre a Negroponte. Y en Negroponte se embarcaron en
una galera, que les llevó a Venecia. Micer Nicolás encontró que en este
interregno su mujer había muerto y le quedaba un hijo de edad de quince
años, que se llamaba Marcos, y éste es el que habla en este libro. Micer
Nicolás y micer Mafeo quedaron cerca de dos años en Venecia, en espera de
la elección de un nuevo Pontífice.
- XI -
De cómo los dos hermanos partieron de Venecia para regresar al país del
Gran Khan y se llevaron a Marcos, el hijo de micer Nicolás
Después de esperar el tiempo que habéis oído, y viendo que no elegían
nuevo Papa, pensaron que habían demorado bastante para regresar cerca del
Gran Khan, y decidieron volver. Entonces se fueron de Venecia, llevándose
a su hijo Marcos, directamente a San Juan de Acre, en busca del Legado
antedicho. Con él platicaron sobre estos asuntos y le pidieron venia de ir
a Jerusalén a recoger el aceite de la lámpara del sepulcro de Jesucristo,
ya que el Gran Khan había expresado el deseo de poseerlo. El Legado les
dio permiso. Fueron luego al Santo Sepulcro, a Jerusalén, y habiendo
cogido el aceite volvieron a Acre a decirle al Legado: «Señor, mucho hemos
tardado en volver a ver al Gran Khan, y como aún no hay Papa, creemos es
nuestro deber el írselo a decir.» Y el Legado (que es el más importante
personaje de la Iglesia de Roma) les dijo: «Puesto que queréis volver
hacia la tierra del Gran Khan, os doy mi pláceme.» Escribió entonces su
misiva al Gran Khan, explicándole de cómo micer Nicolás y micer Mafeo le
habían. traído su embajada; pero no pudieron cumplirla por entero por no
haber aún un nuevo Papa.
- XII -
De cómo los dos hermanos y Marcos partieron de Acre
En cuanto los dos hermanos estuvieron en posesión de las
credenciales, pusiéronse en camino para volver a la tierra del Gran Khan.
Y tanto anduvieron, que llegaron a Laias. Mas no bien hubieron llegado,
fue elegido Papa el Legado que tenía por nombre Gregorio de Plasencia.
Grande fue la alegría que experimentaron al oír esta nueva, y no tardó en
llegar a Laias un emisario del Papa diciendo a micer Nicolás y Mafeo que
retrocedieran a ver al Pontífice. No quiero deciros la alegría que esto
les causó, y le contestaron que allá iban de buen grado. Entonces el rey
de Armenia hizo armar una galera para que en ella embarcaran y los envió
así, con grandes honores, al Legado.
- XIII -
De cómo los dos hermanos fueron a Roma a ver al Papa
Y cuando llegaron a Acre fueron a Su Santidad el Papa y se
prosternaron humildemente ante él. Les recibió con gran deferencia,
dándoles su bendición y haciéndoles gran fiesta. Y el Papa acordó darles
para que les acompañaran a dos de los predicadores, los más sabios de toda
la provincia, y éstos se llamaban Nicolás de Vicenza y Guillermo de
Trípoli. El Papa expidió sus breves y cédulas que contenían el mensaje que
enviaba al Gran Khan, y dando a todos su santa bendición, se fueron los
cuatro con Marcos, hijo de micer Nicolás. Encamináronse seguidamente a
Laias; mas no bien hubieron llegado, cuando Bondocdero, sultán de
Babilonia, vino a Armenia con un numeroso ejército, que causó estragos en
toda la comarca, y nuestros embajadores viéronse en peligro de muerte.
Considerando esto, los dos hermanos predicadores dudaron si debían
proseguir. Entregaron por fin a micer Nicolás y Mafeo sus breves y cartas
y se separaron de ellos, regresando con el maestre de campo.
- XIV -
De cómo los dos hermanos y Marcos llegaron a la ciudad de Clemeinfú, en
donde se hallaba a la sazón el Gran Khan
Y micer Nicolás, Mafeo y Marcos, hijo de Nicolás, se pusieron en
camino y cabalgaron tanto toda la primavera y el estío hasta llegar a la
ciudad de Clemeinfú, en donde se encontraba el Gran Khan. No haré mención,
sino más adelante, de lo que encontraron en el camino, pues deseo
contároslo a su tiempo en mi libro. Sabed sólo que emplearon tres años y
medio en este viaje, pues las grandes nevadas y las lluvias y los ríos
desbordados les impedían cabalgar en invierno. Y, en verdad, cuando supo
el Gran Khan que llegaban les envió al encuentro un mensajero con cuarenta
días de anticipación, y fueron bien atendidos y servidos por todos.
- XV -
De cómo los dos hermanos y Marcos fueron al palacio del Gran Khan
Cuando Nicolás, Mafeo y Marcos llegaron a esa gran ciudad se fueron
al Palacio Principal, en donde se hallaba el Gran Khan rodeado de muchos
barones. Se arrodillaron y humillaron ante él; pero el Gran Khan les hizo
levantar, les colmó de honores y les recibió con grandísimo júbilo,
interrogándoles de cuanto habían hecho desde que se separaron. Los
hermanos le aseguraron de que todo había ido a pedir de boca, puesto que
volvían sanos y salvos. Entonces presentaron sus breves y cartas que el
Papa le enviaba, que le causaron gran alegría. Cuando el Gran Khan vio a
Marcos, que era el joven bachiller, les preguntó quién era. «Señor - dijo
micer Nicolás -, es mi hijo y esclavo vuestro.» «Sea bienvenido», dijo el
Gran Khan. Mas ¿por qué extenderme en referiros más tiempo las grandes
manifestaciones de cariño y los honores con que fueron recibidos por el
Gran Khan?
- XVI -
De cómo el Gran Khan envía a Marcos como embajador
Y Marcos, el hijo de micer Nicolás, aprendió tan a la perfección la
lengua y costumbres de los tártaros y su literatura, que a todos causaba
maravilla. Pues desde su llegada a la corte aprendió a escribir y a hablar
cuatro lenguas. Y como era sabio y prudente, el Gran Khan le cobró gran
cariño, estimando su valor. Y cuando vio el buen entendimiento de Marcos
le envió como embajador a una región donde era menester seis meses para
llegar. El joven bachiller cumplió su misión sabia y prudentemente. Había
oído decir repetidas veces que cuando el Gran Khan enviaba mensajeros por
las varias partes del niundo y éstos no sabían referirle más que el objeto
de la misión por la cual habían sido enviados, los trataba de necios e
ignorantes, pues más le placía oír las costumbres y curiosidades de las
cortes extranjeras que lo que se refiriera al pretexto que tomaba para
enviarles. Y Marcos, que sabía esto, se esmeró en contarle al Gran Khan
cuantas novedades y cosas extrañas y curiosidades había visto en su
embajada.
- XVII -
De cómo volvió Marcos de su misión y lo que refirió al Gran Khan
Cuando Marcos volvió de su misión y se halló en presencia del Gran
Khan, después de referirle la manera en que había negociado y conducido su
embajada, contó cuantas novedades había visto, tanto en el camino como en
las ciudades, tan sabia y elocuentemente que el Gran Khan quedó encantado,
y cuantos le oyeron decían entre ellos que este joven, si llegaba a tener
larga vida, no podía por menos de alcanzar fama de varón de provecho y de
gran sabiduría. ¿Y qué más os diré? Desde entonces el joven fue llamado
micer Marco Polo, y así le llamaremos más adelante en nuestro libro.
Sabed, en verdad, que don Marcos vivió con el Gran Khan diecisiete años, y
no cesó de ir y venir en misión, enviado por el Gran Khan, que viendo que
le traía continuamente noticias de doquier y cumplía tan cabalmente sus
negociaciones, le tuvo en gran estimación, le colmó de honores, no
queriendo separarse de él, por cuya razón los varones empezaron a
envidiarle. He aquí por qué causa don Marcos sabe más de esta región que
ningún otro hombre, y que quizá entienda más él que los mismos naturales,
pues se aplicaba en ello con todo entendimiento.
- XVIII -
De cómo micer Nicolás y micer Mafeo piden permiso al Gran Khan para volver
a su tierra
Y cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos demoraron el
tiempo que sabéis con el Gran Khan, se dijeron que era hora de volver a su
tierra natal. Pidieron autorización repetidas veces y con gran cautela;
pero el Gran Khan los quería tanto y los veía con tanta complacencia en su
corte, que no quería por nada del mundo consentir en ello.
Empero la reina Bolgana, mujer de Argón, rey de Levante, murió y la
dicha reina puso en su testamento que ninguna dama pudiera ser de Argón ni
sentarse en el trono, que no fuera de su linaje.
Argón reunió a tres de sus barones: el primero llamábase Culatai; el
segundo, Apusca; el tercero, Coia, y les envió al Gran Khan, acompañados
de brillante escolta, para que le buscaran una dama que fuera del linaje
de la reina Bolgana, su difunta esposa.
Cuando los tres barones llegaron al Gran Khan y le explicaron el
objeto de su viaje, el Gran Khan les recibió admirablemente. Hizo venir a
su presencia a una dama que se llamaba Cogacin, y que era del linaje de la
reina Bolgana. Era joven y agraciada y no tenía más que diecisiete años. Y
dijo a los barones que era esta señora la que les convenía, y ellos la
encontraron muy de su agrado.
En ese entonces volvía micer Marcos de las Indias y de diferentes
mares y entretenía la corte con sus relatos sobre estas regiones, y los
tres barones, que habían trabado conocimiento con los sabios latinos micer
Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos, se dijeron entre ellos que desearían
navegar en su compañía y fueron al Gran Khan a pedirle en gracia que los
enviara por mar y que con ellos marcharan los tres latinos. El Gran Khan,
que ya sabéis cuánto los quería, accedió a esa gracia y permitió a los
latinos que se fueran con los barones y la gentil dama.
- XIX -
Donde trata de la despedida, de los hermanos y Marco Polo del Gran Khan
Cuando el Gran Khan se decidió a verles partir, les hizo venir a su
presencia y les entregó dos tabletas como salvoconducto para que
circularan libremente por sus dominios y para que en donde fueren hallaren
escolta, y tanto ésta como ellos, que todo fuera de libre de gastos. Y les
encomendó un embajada al rey de Francia, al rey de España y a otros reyes
cristianos, y luego hizo aparejar 14 veleros, de cuatro mástiles cada uno
y 12 velas, y os podría referir, pero sería demasiado largo entreteneros
sobre este particular.
Cuando las naves fueron aparejadas y los tres barones y la dama y
micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos se despidieron del Gran Khan,
embarcáronse con una dotación de 500 personas, y el Gran Khan les hizo
aprovisionar por un plazo de dos años.
Se dieron a la mar y navegaron cerca de tres meses, hasta llegar a
una isla, hacia Mediodía, que se llama Java y en esta isla vieron muchas
cosas maravillosas, que os contaré más adelante en este libro.
Dejaron luego, la isla y navegaron en el mar de la India dieciocho
meses antes de llegar a su destino.
Cuando llegaron encontráronse con que Argón había muerto, y la dama
fue dada en esposa a Casan, hijo de Argón. Pues no os miento diciéndoos
que cuando entraron en las naves eran 600 personas, sin la marinería, y
todos habían perecido, salvo 18 de entre ellos. Encontraron al señorío de
Argón regentado por Chiacato. Le recomendaron a la dama, y así cumplieron
su embajada.
Cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos hubieron cumplido
con la misión que les confió el Gran Khan, dio a los tres embajadores
cuatro tabletas de oro, con la orden escrita en letras de oro, que los
tres mensajeros fueron honrados y servidos por doquier, como si se tratara
de su propia persona, y que los caballos y gastos que hicieren corrieren
de su cuenta.
Otro sí os referiré para que veáis en qué gran estimación les tenían,
en razón del aprecio que de ellos hacía el Gran Khan, que les confiaron la
reina Cocacin y a la hija del rey de Mangi para que las llevaran a Argón,
señor de Levante, y así lo cumplieron. Asegurándoos que servían a estas
señoras como si fueran sus propias hijas, cuidando de que llegaran sanas y
salvas. Y éstas, que eran jóvenes y bellas, los consideraban como a sus
propios padres y le obedecían y acataban sus voluntades como a tales.
Escoltáronlas hasta dejarlas en manos de sus barones. La reina Cocacin,
que era mujer de Casan - reinante a la sazón -,quería tanto a los tres
latinos, que se desvivía por complacerles y halagarles. Y cuando se
despidieron de ella para volver a su tierra, lloró amargamente.
Esto os lo cuento en elogio a la conducta de los tres caballeros
latinos, a los que fueron confiadas las damas para escoltarlas a países
tan remotos a sus reinos y señores. Dejemos ahora esto para proseguir
nuestra relación.
Cuando los tres mensajeros se despidieron de Ciacatu, pusiéronse en
camino y cabalgaron tanto que llegaron a Trebizonda y de Trebizonda a
Constantinopla, y de Constantinopla a Negroponte, y de Negroponte a
Venecia. Y esto fue el año de 1295 de la Encarnación de Cristo. Y ya que
os conté el prólogo, ahora comienza la relación del libro.
- XX -
Aquí se habla de la Armenia Menor
En verdad, hay dos Armenias: la Mayor y la Menor. De la Menor es rey
un señor, cuya jurisdicción está bajo la dependencia del Tártaro. La
región es rica en villas y castillos y abundante por todos conceptos. Es
tierra que produce cantidad de caza, de animales y pájaros. Pero es una
provincia de condición malsana. Antiguamente los hombres eran gallardos y
valientes capitanes; ahora son raquíticos y viles, y no tienen más
condición que la de ser grandes bebedores. Hay en la costa una ciudad
llamada Laias, que es notable por su comercio. Todas las especias y paños
de seda y brocateles pasan por esa ciudad, y otras tantas cosas preciosas.
Y todos los mercaderes de Venecia y Génova y otros lugares vienen a
adquirir aquí sus mercancías.
Y hombres y mercaderes que quieren ir a tierra firme empiezan su ruta por
esta ciudad. Os hemos informado de la Armenia Menor, y ahora os contaremos
lo referente a la Turcomania.
- XXI -
En donde se habla de la provincia de Turcomania
En Turcomania hay tres suertes de habitantes, que son: los turcos,
que rezan a Mahoma y observan su ley; son gentes sencillas y de lenguaje
rudo; viven en las mesetas en donde saben que hay abundantes pastizales,
porque se dedican al pastoreo. Crían especies caballares de gran enjundia.
El resto de la población se compone de armenios y griegos, mezclados a
ellos en villas y castillos. Viven del comercio y del arte, pues sabed que
fabrican los más bellos tapices, superiores a los del resto del mundo, y
también tejen paños de seda, púrpura y otros colores, bellos y ricos cual
ninguno, y muchísimas cosas más. Las ciudades son: Conio, Cesarea y
Sebasto, y hay otras tantas villas, ciudades y castillos, de los cuales os
hago gracia, para no ser demasiado extenso. Todos están sometidos al
Tártaro de Levante, que es su señor. Y dejemos esta provincia, para
ocuparnos de la Armenia Mayor.
- XXII -
La Armenia Mayor
La Armenia Mayor es una provincia muy extensa; empieza en una ciudad
llamada Arçinga, en la cual se fabrican los mejores bogaranes (cuchillo
ancho de dos filos a modo de rejón). También he visto las más bellas lacas
que hay en el mundo. Tiene minas de plata riquísimas. Los habitantes son
armenios y súbditos de los tártaros. Abundan en ciudades y castillos, y la
más noble es Arçinga, que tiene un arzobispo. Las otras son Argiron y
Darçiçi. Es una provincia muy rica. En verano la viven las huestes del
Tártaro de Levante, porque hay en ella ricos pastizales para el ganado,
pero en verano solamente, porque en invierno el frío es tan intenso y la
nieve tan abundante que no dejaría vivir a los animales. Y por eso emigran
en invierno a países cálidos, adonde encuentran pastos en abundancia. En
esta Armenia Mayor es donde se encuentra el Arca de Noé en una alta
montaña (el monte Ararat). Confina al Mediodía y a Levante con un reino
llamado Morul, que está habitado por cristianos, jacobinos y nestorianos,
de los cuales os contaré particularidades más adelante. En la zona
limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia
[¿petróleo?], de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero
no es comestible, mas combustible y sirve para ungir los camellos contra
la tiña y el forúnculo. Y los hombres vienen de muy lejos a recoger este
aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia.
Dejemos ahora bien a la gente de Armenia Mayor para ocuparnos de la
provincia de Georgia.
- XXIII -
Donde se habla del rey de Georgia y de su hacienda
En Georgia hay un rey que se llama David Melic, lo que significa, en
español, rey David. También está sometido al Tártaro. En lo antiguo todos
los reyes de esta provincia nacían con un signo de águila en el hombro
derecho. Es una raza fuerte y valiente, diestra en las armas, buenos
arqueros y excelentes en la lid. Son cristianos de rito griego. Llevan el
cabello peinado a la usanza de los clérigos. De esta provincia fue de la
que no pudo pasar Alejandro cuando quiso dirigirse a Poniente, por ser el
camino extrecho y en extremo peligroso, pues de un lado hay el mar y de
otro una altísima montaña donde es imposible cabalgar. El sendero es tan
menguado entre el mar y la montaña durante más de cuatro leguas, que un
puñado de hombres pueden tener en jaque a todo un ejército. Y fue la razón
que impidió pasar a Alejandro. Y éste hizo alzar una torre para cegar el
pasaje y construir una fortaleza, de modo que la gente no pudiera
atacarla, y fue llamada la Puerta de Hierro, lo cual refiere el libro de
Alejandro, de cómo encerró a los tártaros entre dos montañas.
Y no es cierto que fueran tártaros, sino un pueblo llamado Comain,
pues en aquella época allí no existían tártaros. Hay muchas ciudades y
plazas fuertes en donde tienen seda en abundancia y se tejen brocados de
seda y oro de los más hermosos que darse puedan. Tienen pájaros y
gavilanes y toda especie de cosas en gran abundancia. Viven del comercio y
de la industria. En la provincia hay montañas altísimas, desfiladeros
angostos y temibles, y os digo que los tártaros jamás pudieron apoderarse
de ella.
Hay también un monasterio llamado de San Leonardo, que contiene la
especie maravillosa que os referiré: Debajo del monasterio hay un lago,
que viene de una montaña, que no tiene en todo el año ni un pez, ni grande
ni chico. En cuanto viene la cuaresma, por el contrario, llegan en grandes
cantidades los peces hasta el sábado Santo, o sea la víspera de Pascua de
Resurrección. De modo que en esta época hay miles de peces y en el resto
del año, como os digo, no queda ni uno solo. El mar del cual os hablo que
está al lado de la montaña se llama Glevechelan, y es de 2.700 millas, más
o menos alejado de todo otro mar unas doce jornadas. El Eúfrates y otros
ríos desembocan en él. Últimamente la navegaron mercaderes genoveses hasta
muy lejos. De ahí viene la seda que llaman «ghelle».
Os hemos referido los límites de la Armenia a Poniente. Ahora os
hablaremos de otros confines que están hacia Mediodía y Levante.
- XXIV -
En donde se habla del reino de Mosul
Mosul es un gran reino habitado por diferentes pueblos, del cual os
hablaré ahora. Hay la población árabe que reza a Mahoma. Hay otra especie
de gente que son cristianos, pero no dependen de la Iglesia de Roma.
Tienen un patriarca que hace funciones de arzobispo, obispo y abate, que
ellos llaman católico y envía sus clérigos a la India, al Catai y a
Bagdad, lo mismo que hace el Papa de Roma. Y os digo que cuanto cristiano
encontréis en estas regiones es o bien nestoriano o bien jacobita.
Los tejidos de seda y oro que allí se fabrican son llamados
«muselinas»; son finísimos y transparentes. Todas las especias caras son
de este reino. En las montañas viven unas gentes llamadas kurdos: una
parte sarracena, que adora a Mahoma, está compuesta de mala gente: hombres
de armas terribles, que saquean, si pueden, a los mercaderes. Dejemos el
reino de Mosul y hablemos de la gran ciudad de Bagdad.
- XXV -
De cómo fue tomada, la gran ciudad de Bagdad
Bagdad es una gran ciudad, en donde se halla el califa de todos los
sarracenos del mundo, así como Roma es la cabeza de la cristiandad. En
medio de la ciudad pasa un gran río, por el cual se puede ir al mar de las
Indias, y mercaderes y mercancías van por él sin cesar. Habéis de saber
que hay, navegando por este río, dieciocho jornadas desde Bagdad a la mar,
de Indias. Y los mercaderes que quieren ir a las Indias van por esta vía
fluvial hasta una ciudad llamada Chisi, y entre ésta y Bagdad hay otra
gran ciudad llamada Basora y alrededor de ella se crían las mejores
palmeras que hay en el mundo.
En Bagdad se tejen los más variados brocateles y paños de oro y seda,
es decir, el nassit, nac y la púrpura, bordados de toda suerte de animales
y pájaros. Es la ciudad más noble y grande de la región.
El califa de Bagdad tiene un inmenso tesoro en oro, plata y piedras
preciosas, y os diré cómo y por qué. Es verdad que en 1295 de la era de
Cristo, el gran señor de los tártaros, cuyo nombre era Alan, hermano del
que reina hoy día, reunió un gran ejército y vino a Bagdad, la sitió y la
tomó por la fuerza. Y fue un hecho muy notorio, pues en Babilonia había
más de 100.000 jinetes e infantes. Y cuando hubo conquistado la ciudad
encontró en el palacio del califa una torre llena de oro, plata y otros
tesoros, tales, que jamás se vieron mayores reunidos en un solo lugar:
Cuando esto vio, hizo traer a su presencia al califa y le dijo: «¿Señor,
por qué reuniste tantos tesoros? ¿Qué hubieras debido hacer? ¿No sabías
que yo era tu enemigo y venía con un poderoso ejército para despojarte de
todo? Cuando esto supiste, ¿por qué no repartiste tus tesoros a tus
caballeros y soldados para defender la ciudad y tu persona?» El califa no
supo qué contestar a esto. Entonces Alan replicó: «Puesto que veo que amas
tanto a tus tesoros, voy a darte a comer de ellos.» Y al instante hizo
prender al califa, lo hizo encerrar en la torre del tesoro y mandó que
nada le dieran de comer ni de beber, y luego exclamó: «Califa, come de ese
tesoro, puesto que tanto te gustaba, ya que nunca más comerás otra cosa en
tu vida.» Dicho esto, le dejó en la torre, donde murió, después de cuatro
días. Y más hubiera valido que el califa diera los tesoros a sus hombres
para la defensa de sus tierras y sus gentes, en lugar de perecer con todos
ellos y verse así despojado. Y éste fue el último de los califas de
Bagdad.
Ahora os hablarenlos de Tauris. Os podía haber referido anteriormente
sus hechos y gestas, mas como la materia se presta a un largo relato,
abrevio el mismo.
- XXVI -
De la gran maravilla que sucedió en las montañas de Bagdad
Queremos relatar una gran maravilla que sucedió entre Bagdad y Mosul.
Hubo en 1275 de la Encarnación de Cristo un califa de Bagdad que odiaba a
los cristianos, y día y noche pensaba el modo de convertir a éstos en
sarracenos o hacerlos perecer si no lo conseguía. Todos los días reunía en
Consejo a sus ministros y a seis sabios para preparar sus planes, pues
todos ellos odiaban a los cristianos. Es verdad que todos los moros
detestan a los cristianos. El caso es que el califa y los sabios que le
rodeaban encontraron que en el Evangelio está escrito: «Si un cristiano
tiene tanta fe como un grano de anís, obtendrá de Dios con su oración que
se junten dos montañas.» Cuando hubo leído esto el califa, se alegró
inmensamente, porque vio en ello un pretexto para convertir a los
cristianos a la religión sarracena o perderlos a todos.
El califa mandó entonces reunir a todos los cristianos de su reino, y
cuando se hallaron en su presencia les enseñó el Evangelio y les hizo leer
el texto. Enterados de ello, les preguntaron si aquello era la verdad. Los
cristianos contestaron que ésa era la única verdad. «¿Decís, pues -
replicó el califa -, que un cristiano que tiene fe, por las oraciones
hechas a su Dios es capaz de juntar dos montañas?» «Esto es» -
respondieron los cristianos -, «Os ofrezco una alternativa - dijo el
califa -; puesto que sois cristianos, debe de haber entre vosotros quien
tenga un poco de fe; de modo que haréis mover esa montaña que veis desde
aquí, o si no,os haré morir de mala muerte, pues si no la hacéis mover es
que no tenéis fe. De modo que os haré perecer a todos, a menos que no os
convirtáis a la ley de Mahoma y así estaréis en la fe verdadera y os
salvaréis. Os doy, pues, diez días de tiempo para conseguir esto. Si en
tal término no lo habéis hecho, os condenaré a todos a muerte.» Dicho
esto, calló el califa y despidió a los cristianos.
- XXVII -
Del miedo que tuvieron los cristianos de cuanto les dijo el califa
Cuando esto oyeron los cristianos, tuvieron gran miedo de morir. Sin
embargo, confiaban en su Creador que los sacaría de tan duro trance. Los
sabios cristianos reuniéronse en consejo, pues había arzobispos, obispos y
sacerdotes entre ellos. No pudieron resolver más que rezar a Dios nuestro
Señor para que en su gran misericordia les inspirara en esta ocasión y les
hiciera escapar de una muerte segura si no hacían lo que el califa les
había exigido. Sabed, pues, que día y noche se hallaban en oración y
rezaban devotamente al salvador Dios del cielo y de la tierra para que les
auxiliara en el duro trance en que se veían.
Quedaron ocho días y ocho noches orando hombres, mujeres, niños
pequeños y grandes. Y sucedió que un ángel del Señor se apareció a un
obispo, que era hombre de vida santa e inmaculada, y le dijo: «Ve a un
zapatero que no tiene más que un ojo y le dirás que rece para que la
montaña se mueva, y la montaña cambiará de sitio.» Y os contaré cuál era
la vida de este zapatero.
En verdad os digo que era un hombre honrado y casto. Ayunaba con
frecuencia y su alma no estaba mancillada por pecado alguno. Iba a misa
diariamente y frecuentaba a menudo la iglesia. Tenía maneras tan gentiles
y una vida tan ejemplar, que no había otro mejor a cien leguas a la
redonda. Atestigua una cosa que hizo el derecho a decir que era hombre de
gran fe. Había oído varias veces que en el Evangelio decía: «Si el ojo os
hiciere pecar, hay que arrancarle o hacer de modo que no haga pecar.» Un
día llegó a su casa una bella señora a comprarse zapatos.
El maestro quiso verle el pie y la pierna para saber qué zapatos pudiera
calzar. Y se hizo enseñar la pierna y el pie, que eran tan hermosos que
jamás hubo otros más bellos. Cuando el maestro vio las piernas de esta
mujer, fue tentado, porque sus ojos se deleitaban en ellas. Entonces dejó
marchar a la dama y no quiso vender los zapatos. Y cuando se alejó, el
zapatero se dijo: «Ah, desleal y ladino, ¿en qué piensas? Tomaré gran
venganza en mis ojos, que me escandalizan.» Y cogiendo una lezna, se dio
un corte en el ojo, de tal suerte que se le reventó y no vio más con él.
Así, este buen zapatero se vació el ojo, y ciertamente era un santo varón.
Mas volvamos al relato.
- XXVIII -
De cómo vino la revelación a un obispo de que un zapatero haría mover la
montaña
Cuando tuvo el obispo la revelación de que la oración de un zapatero
tuerto haría mover la montaña, se lo comunicó a los cristianos. Y los
cristianos obtuvieron que hiciera venir el zapatero. Entonces le dijeron
que elevara una plegaria al Señor para hacer mover la montaña. Cuando el
zapatero se hubo enterado de lo que los cristianos pretendían de él,
contestó que no era tan santo para que el Señor le escuchase en tan gran
milagro. Los cristianos le instaron fervorosamente de interceder por
ellos, hasta que pudieron persuadirle de cumplir su voluntad y de elevar a
su Creador esta prez.
- XXIX -
De cómo la oración del cristiano hizo mover la montaña
Cuando expiró el plazo concedido por el califa, los cristianos se
levantaron de madrugada, y hombres y mujeres, pequeños y grandes, se
fueron al pie de la montaña en procesión, llevando la Cruz del Salvador.
Eran más de 100.000 reunidos en la llanura los que rodeaban la Santa Cruz.
El califa asistía por su lado con un sinnúmero de sarracenos, pronto a
exterminar a los cristianos en cuanto la montaña no se moviese.
Y los cristianos, grandes y chicos, tenían gran zozobra y miedo;
pero, sin embargo, esperaban en su Creador. Cuando todos, cristianos y
sarracenos, se hallaban reunidos en el valle, el zapatero se arrodilló
ante la Santa Cruz, y alzando sus brazos al cielo, imploró al Salvador
para que la montaña se moviera y para que los cristianos no tuvieran que
morir de muerte adversa. Y acabado que hubo de impetrar la clemencia del
cielo, la montaña empezó a agitarse y moverse violentamente. Y así que el
califa y los sarracenos vieron esto, llenáronse de maravilla y más de uno
se convirtió, y el califa mismo se hizo cristiano en secreto. Cuando murió
le hallaron encima una cruz, y los sarracenos no lo sepultaron en la tumba
de los demás califas, sino en lugar apartado.
Y así se produjo el milagro.
- XXX -
En donde se habla de la ciudad de Tauris
Tauris es una gran ciudad en una provincia llamada Irac, en la cual
hay numerosas villas y castillos; pero como Tauris es la más noble ciudad
de esta provincia, os hablaremos de ella y de sus hechos. Los hombres de
Tauris son comerciales e industriales: fabrican paños de oro y seda de
gran valor. La ciudad está tan bien situada, que desde la India, Bagdad,
Mosul, Cremosor y de otras muchas envían sus mercancías, así como los
mercaderes latinos vienen a adquirirlas desde países más lejanos. Hay
abundancia de piedras preciosas. Es ciudad en donde se enriquecen los
mercaderes y los navegantes. La población es una mezcla de mil razas: hay
armenios, nestorianos, jacobitas, georgios y persas; hay hombres que
adoran a Mahoma (y éstos son la mayoría), que llaman taorizinos. La ciudad
está rodeada de hermosos jardines, llenos de abundante fruto. Los
sarracenos de Tauris son malos y desleales; la ley que les dio el profeta
Mahoma les manda hacer todo el daño que puedan a los cristianos y a los
que no participen de su fe, y que si los despojan no será pecado. Y por
esta razón harían cosas perversas si no fuera por la Señoría, que se lo
impide. Todos los sarracenos del mundo observan esta ley.
- XXXI -
Dejemos a Tauris y pasemos a Persia
La Persia era antiguamente una inmensa provincia, noble e importante,
pero en el presente los tártaros la han destruido y diezmado. En Persia se
halla la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando
vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres
grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete
cuadrado, muy bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al
otro. Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus
cabellos. El uno se llamaba Baltasar, el otro Gaspar y el tercero Melchor.
Micer Marcos interrogó a varias personas con respecto a estos tres Reyes
Magos, y nadie supo dar razón de ellos, exceptuando que eran Reyes y
fueron sepultados ahí en la Antigüedad. Pero os voy a referir lo que
averiguó más tarde sobre el particular:
Un poco más lejos, y a tres días de viaje, se halla un alcázar
llamado Cala Atapereistan, lo que en español significa: «Castillo de los
adoradores del fuego.» Y esto es la verdad, pues estos hombres adoran el
fuego. Os diré por qué lo adoran: Las gentes de ese castillo cuentan que
en la Antigüedad tres Reyes de esta región fueron a adorar a un profeta
que acababa de nacer y llevarle tres presentes: el oro, el incienso y la
mirra, para saber si ese profeta era Dios, rey terrestre o médico, pues
dijeron que si tomaba el oro, era rey terrenal; si el incienso, era un
Dios; si la mirra, entonces era un médico. Cuando llegaron al sitio en
donde había nacido el niño, el más joven de los Reyes se destacó de la
caravana y fue solo a ver al niño y vio que era semejante a él, pues tenía
su edad y estaba hecho como él, y esto lo llenó de asombro. Luego f ue el
segundo de los Reyes, que era de la misma edad, y contestó lo mismo. Y
creció al punto su sorpresa. Por fin, fue el tercero, que era el más
anciano, y le sucedió lo que a los otros dos. Y quedáronse pensativos...
Cuando se reunieron se contaron uno a otro lo que habían visto y se
maravillaron de ello.
Entonces decidieron ir los tres a un tiempo, encontrando al niño del
tamaño y edad que le correspondía (pues no tenía más que trece días). Ante
él se postraron ofreciéndole oro, incienso y mirra. El niño cogió las tres
cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los Reyes Magos
volvieron después de esto a sus respectivos países.
- XXXII -
Relación de los Reyes Magos que vinieron a adorar a Dios
Cuando hubieron cabalgado algunas jornadas, se dijeron que querían
ver lo que el niño les habla dado. Abriendo el cofrecillo, se encontraron
que contenía una piedra. Sorprendidos, preguntáronse qué significaría
aquello, pues habiendo el niño cogido las tres ofrendas, comprendieron los
Reyes que el niño era Dios, Rey terrestre y Médico, y debía de tener
aquello un sentido oculto, y, en efecto, el niño dio a los tres Reyes la
piedra, significándoles que fueran firmes y constantes en su fe. Los tres
Reyes tomaron la piedra y la echaron a un pozo, ignorando aún su
significado, y cuando la piedra cayó al pozo, un fuego ardiente bajó del
cielo y penetró en el pozo. Cuando tal vieron los Reyes, quedaron
estupefactos y se arrepintieron de haber tirado la piedra, pues era un
talismán. Cogieron del fuego que salía del pozo para llevarlo a sus
respectivos países y ponerlo en un magnífico y rico templo. Y desde
entonces está ardiendo y le adoran como si fuera un dios. Y los
sacrificios y holocaustos que hacen son con ese fuego sagrado. Jamás toman
de otro fuego que no sea de este maravilloso, caminando leguas y leguas
para conseguirlo, cuando se les acaba, por la razón que ya os dije. Y son
numerosos los que adoran el fuego en esta región. Todo esto le contaron a
mi señor Marco Polo, y también de que los tres Reyes Magos el uno era de
Sava, el otro de Ava y el tercero de Cashan. Y ahora que os he contado
esta historia os citaré otras ciudades de la Persia, sus costumbres y
gestas.
- XXXIII -
Los ocho reinos de Persia
Sabed que en la Persia hay ocho reinos, porque es una extensa
provincia, y he aquí los nombres de ellos: el primero se llama Casvin; el
segundo, hacía Mediodía, Kurdistán; el tercero, Lor; el cuarto, Gulistán;
el quinto, Ispahon; el sexto, Ceraci; el séptimo, Sonkara; el octavo,
Tonquín. Todos estos reinos están hacia Mediodía, menos uno, que está
cerca del árbol solitario.
En este reino hay magníficos caballos que llevan a vender a la India.
Y sabed que son caballos de gran valor, porque se venden muy bien cada uno
en 200 libras. También tienen los asnos mejores del mundo, que valen hasta
30 marcos de plata cada uno, son grandes corredores y muy resistentes.
Estas gentes llevan los caballos hasta Chisi y a Curmosa, que son dos
ciudades en el litoral de la India; allí encuentran mercaderes que se los
compran, los llevan al interior de la India y los tornan a vender a buen
precio.
En este reino hay gente muy cruel y homicida, y siempre tienen
pendencias entre ellos, que si no fuera por el temor a la Señoría de los
tártaros de Levante matarían a todos los negociantes que viajan por esos
parajes. Y a pesar de la soberanía de los tártaros, no dejan de cometer
fechorías, que si los mercaderes no van bien provistos de armas y de
flechas los matan y los maltratan. Todos son musulmanes y observan la ley
del Profeta.
En la ciudad hay muchos mercaderes y artesanos que viven de su
trabajo y del tráfico de los mismos. Tejen el brocado de oro y seda de
toda especie. Hay en la comarca mucha abundancia: tienen maíz, trigo,
avena, cebada y alpiste y toda clase de vinos y frutas.
Dejemos estos reinos y os contaré de la gran ciudad de Yasdi y de
todo lo que la concierne.
- XXXIV -
De la ciudad de Yasdi
Yasdi es una noble y bella ciudad de la Persia. En ella se fabrican
brocados de seda que llaman «yasdi» y que los comerciantes transportan a
muchas regiones para sacar de ellos pingües beneficios. Adoran a Mahoma.
Alejándose de ella, hay que cabalgar siete jornadas en la llanura, y nohay
más que tres lugares con habitaciones donde repararse.
Hay buenos caballos que tratan magníficamente, mucha caza en los
bosques, perdices y tordos en abundancia. También hay buen número de
pollinos salvajes. Al cabo de siete jornadas de marcha hay un reino
llamado Kerman.
- XXXV -
Del reino de Kerman
Kerman es otro reino de la Persia y antiguamente tenía un senor
hereditario, pero después de la conquista de los tártaros ya no es así, y
tienen un gobernador impuesto por la voluntad del Tártaro. En este reino
hay semillero de piedras llamadas turquesas. Las encuentran en las
montañas picando la roca. Tienen además minas de acero y ónix. Todos los
arreos de los caballos son muy bien labrados y cincelados, tanto los
frenos como las espuelas, las sillas, las espadas, arcos, goldres y
aljabas, vainas y demás armaduras en usanza.
Las damas y damiselas bordan a la perfección sobre brocados de seda
de todos colores, animales, pájaros, flores y otros motivos. Fabrican las
gualdrapas de los barones y grandes capitanes, tan primorosamente, que es
maravilla el verlo. También confeccionan almohadones, edredones, cojines,
y todo esto con una habilidad increíble. En las montañas nacen los más
variados pájaros. Los que mejor vuelan son de una especie más pequeña:
halcones pintados de rojo en el pecho y debajo de la cola; vuelan con
tanta rapidez que no hay pájaro que los alcance y los sobrepuje.
Partiendo de la ciudad de Kerman se galopa otras siete jornadas,
encontrando al paso castillos, caseríos y alquerías en gran cantidad. El
cabalgar es muy agradable por estas regiones, habiendo abundante caza de
perdices. Al cabo de las siete jornadas de marcha por esa llanura, se da
con una inmensa calzada agreste, cuya ascensión dura dos jornadas y otras
dos para bajar a la vertiente opuesta. También aquí abunda la fruta. En
otros tiempos hubo habitaciones, pero ahora es terreno de mesta en donde
sólo pastan algunas majadas conducidas por sus pastores. En esta bajada de
la ciudad de Kerman reina en invierno tal frío que hay que proveerse de
mantas y abrigos para no sucumbir.
- XXXVI -
De la ciudad de Camandi
Al cabo de la pendiente, después de dos jornadas de montura, se halla
uno en un inmenso llano, en cuya desembocadura está la ciudad de Camandi,
que antaño fue muy grande y noble ciudad. Pero queda reducida hogaño,
porque los tártaros la saquearon en varias ocasiones. Esta llanura es muy
calurosa.
La provincia que mencionaremos ahora se llama Reobar. Sus frutos son
los dátiles, las manzanas, los pistachos y otras especies que no crecen en
nuestras regiones nórdicas. En este llano hay una especie de pájaro que se
llama francolín, que es diferente de los francolines de otros países, pues
son negros y blancos y tienen el pico y las patas encarnadas. Los animales
suelen también ser bastante diferentes de los nuestros, y os hablaré ante
todo de los bueyes. Los bueyes son muy grandes y blancos como nieve, el
pelo liso y corto, por el calor sin duda; las astas gordas y pequeñas y
nada puntiagudas. En el lomo tienen una prominencia redonda, alta dos
palmos, es decir, una joroba. Son hermosísimos, y cuando los quieren
cargar se echan como los camellos; luego álzanse por sí solos. Llevan muy
bien pesadas cargas, siendo robustísimos. Tienen el morro grande como el
de los pollinos, y la cola tan gruesa y larga que bien puede pesar treinta
libras; son grandes y gordos, y exquisitos como alimento. En esta llanura
hay varios castillos y villas fortificadas, con murallas altas y fuertes
para la defensa contra los caraunas, que son bandidos que merodean por el
país. ¿Y por qué se llaman caraunas? Porque sus madres son indias y sus
padres tártaros. Cuando esta gente recorre el país dedicándose al pillaje,
lo hacen con encantamientos y sortilegios y obras diabólicas, logrando que
la atmósfera se oscurezca de modo que nada se pueda divisar al horizonte.
Y consiguen que estas tinieblas perduren unos siete días. Conocen
perfectamente la región. Cuando han sumido al país en la oscuridad,
cabalgan apretados los unos contra los otros en grupos que llegan a formar
hasta un núcleo de 10.000 (a veces más y a veces menos), de tal suerte,
que ocupan casi toda la parte que desean devastar, no escapando a su
triste suerte ni hombre ni bestia ni objeto alguno. De suerte que después
de haber apresado a los hombres, matan a los viejos y se llevan a los
mozos, vendiéndolos como siervos y esclavos. Su rey se llama Nogodar. Este
Nogodar fue a la corte de Ciagatai, que era hermano del Gran Khan, con
10.000 hombres, y vivió con él, pues era su tío y, al mismo tiempo, un
gran señor. Cuando hubo obtenido la hospitalidad, Nogodar ideó y ejecutó
una gran felonía. Ya os diré cómo: Al separarse de su tío Ciagatai, que
vivía en la Armenia Mayor, se escapó con 10.000 hombres, todos crueles y
ladinos; pasó por Badasian y por una provincia que se llama Pasciai, por
otra denominada Kesciemur, perdiendo gente y ganado, porque los caminos
eran estrechos y malos y había muchos desfiladeros. Cuando hubieron pasado
todas estas provincias, entraron en la India limítrofe a una provincia
llamada Dilivar. Se apoderaron de una hermosa ciudad llamada Dilivar,
asentando en ella sus reales y desposeyendo al rey Asidin, sultán
poderoso. Ahí quedó Nogodar con sus huestes, y no hubo nadie que mandara
por encima de él, e hizo la guerra a los demás tártaros que vivían en los
vecinos reinos.
He aquí la historia de esa llanura y de las tribus que hacen la
oscuridad para dedicarse al bandolerismo. Micer Marcos fue preso por estas
gentes en la oscuridad, pero pudo escapar a un castillo llamado Canosalmi.
De sus compañeros pocos salvaron, fueron presos, muertos o vendidos. Y os
contaré ahora otras cosas más amenas.
- XXXVII -
De la segunda meseta inclinada
Esta llanura se extiende al Sur, en una longitud de cinco jornadas de
marcha. Y al cabo de estas cinco jornadas se encuentra una nueva meseta
que desciende 20 millas y ofrece caminos pésimos. En ellos guarecen gentes
maleantes, y el tránsito es poco seguro y peligroso.
A la bajada de esta pendiente hay una llanura muy bella, que se llama
la llanura de Formosa. Para llegar a ella se emplean dos jornadas; hay
magníficos ríos, bordeados de palmeras por doquier. Hay abundancia de
francolines, loros y otros pájaros que no existen en nuestra tierra.
Después de cabalgar otras dos jornadas, se llega al Océano, y en la
costa hay una ciudad llamada Cormos, que es puerto de mar. Los mercaderes
llegan a ella de las Indias en sus barcos, naves y galeras, y traen toda
suerte de especias y piedras finas y perlas y brocados de oro y seda,
colmillos de elefantes y otras mil mercaderías. Allí las entregan a los
naturales, que a su vez las desparraman por todo el universo. Es una
ciudad sumamente comercial. De ella dependen muchas otras villas y
castillos. Es la capital del reino, cuyo rey se llama Ruemedan Acomat. El
clima es tórrido, el sol implacable y la costa un poco encerrada, de modo
que no pasa el aire. Si un mercader extranjero llega a morir en ella, el
rey se incauta de toda su fortuna. En esta región hacen un vino de dátiles
y especias que es exquisito, y cuando los hombres lo toman se emborrachan
y se purgan a la vez, lo que les hace gran bien y les fortifica además los
músculos. Los hombres no comen como nosotros, pues si prueban el pan
candeal y la carne, enferman. Para conservarse sanos beben vino de palmera
y comen pescado. También comen muchas cebollas.
Su galeras son muy malas y se van a menudo a pique, porque no están
clavadas con puntas de hierro, sino cosidas con hilo que fabrican de la
corteza de Indias, que hacen macerar y se vuelven fuertes como crines de
caballo. De estos hilos o cordeles hacen una red, con la cual cubren la
carena; pero aunque dure bastante, al cabo del tiempoel hilo se deshace en
el agua del mar. Las naves tienen un árbol, una vela y un timón; carecen
de puente; cuando las cargan cubren las mercancías con cueros. No conocen
el acero, y por esta razón hacen el espolón de madera y de cuerdas
entretejidas. La navegación es muy agradable en estas galeras, pero, como
os he dicho, son inseguras y naufragan con frecuencia, tanto más que hay
grandes tempestades en el mar de la India.
La población es negra y adora a Mahoma. En verano la gente se aleja
de la ciudad porque el calor es tan intenso en ella que morirían; se van a
los alrededores, a sus jardines, en donde hay agua y ríos. A menudo sopla
en verano un vendaval de arena tan ardiente, que mataría a todo el mundo
si se quedara en la ciudad.
Siembran trigo, cebada y otros cereales en el mes de noviembre y lo
recogen en marzo, y así se hace con la recolección de todos los frutos,
pues se recoge y cuenta la cosecha en el mes de marzo; después de este mes
ya no encontráis ninguna sola hierba ni fruto, pues el sol lo abrasa todo.
Las galeras no están alquitranadas, sino untadas con una especie de
aceite de pescado.
Cuando muere algún indígena, los hombres y mujeres le guardan mucho
duelo. Las mujeres especialmente lloran a sus muertos más de cuatro años
después de la defunción, por lo menos una vez al día. Se reúnen para esta
ceremonia deudos, parientes y vecinos y celebran el duelo con gran pompa.
Dejemos ahora esta ciudad.
No os referiré aquí aún lo que atañe a las Indias, contándolo más
adelante en este libro en su tiempo y lugar. Volveremos a pasar la montaña
y regresaremos por otro camino a la ciudad de Kerman, de la cual os hablé
ya, pues para alcanzar esa región, de la que quiero hablaros, hay que
volver por la ciudad de Kerman.
Ya os dije que el rey Ruemedan Acomat, del cual nos separamos
entonces, es el que reina en Kerman. El camino de regreso de Cremosa a
Kerman está compuesto por bellas llanuras ricas en víveres. Hay baños
calientes. Hay perdices, frutos, dátiles en cantidad. El pan de trigo es
tan amargo, que nadie puede comerlo; por lo tanto, no se consume, y esto
es debido a que el agua con que se amasa es amarga. Los baños de que os
hablo son fuentes termales calientes. Son excelentes para varias
enfermedades y eczemas.
Deseo hablaros ahora de otras comarcas que os iré nombrando en mi
libro hacia tramontana.
- XXXVIII -
De cómo se internó por una comarca salvaje y pobre
Desde Kerman cabalgamos siete jornadas por caminos feos y aburridos.
Durante tres días no encontramos ni un solo río, y las fuentes que se
hallan al paso son saladas; el agua es de color verde como el pasto, y tan
amarga, que nadie puede beberla. Si por casualidad llega a probarla el
viajero, se enferma. La sal que da esta agua una vez evaporada es tan
fuerte, que un solo grano produce cólicos terribles. Por esta razón los
hombres se llevan agua en las alforjas de sus cabalgaduras. También sus
caballerías beben a veces de ella cuando están sedientas y les produce
igualmente cólicos. Durante tres días no se encuentra ninguna habitación;
todo alrededor es desierto y de aspecto árido. No se ve rastro alguno de
animales, pues no encontrarían alimento.
Al cabo de estas tres jornadas hay otra tirada de cuatro, en las
mismas condiciones. Todo es aridez, desolación; el agua amarga, no hay ni
árboles ni animales, a excepción de algunos borricos salvajes. Por fin,
después de estas cuatro jornadas acaba el reino de Kerman y empieza la
ciudad de Cobinan.
- XXXIX -
La grande y noble ciudad de Cobinan
Cobinan es una gran ciudad. Los habitantes adoran a Mahoma. Hay
hierro, acero e imán en gran cantidad. Fabrican espejos de acero grandes y
bellos. Aquí se hace la atutía, muy buena para los ojos. Os diré cómo la
obtienen: toman una tierra compuesta de cobre y calamina, que sirve para
hacer el latón; lo ponen en un horno muy fuerte, sobre el cual hay una
rejilla de hierro. El humo y la humedad que se adhieren a la rejilla
forman una sustancia llamada «atutía», y lo que queda de la tierra en el
fuego es la «escoria», con la que se hace el latón.
Dejemos esta ciudad y prosigamos.
- XL -
De cómo se pasa por un desierto
Cuando se aleja uno de Cobinan se atraviesa un desierto por espacio
de más de ocho días, seco, árido, sin fruta ni árboles, las aguas amargas
y pésimas, y hay que llevarse toda clase de provisiones para comer y
beber, excepto el agua para las caballerías, que, a pesar de tener mal
sabor, ellas beben con gran avidez.
Al cabo de las ocho jornadas se encuentra una provincia llamada
Tonocain. En ella hay cantidad de castillos y ciudades; confina con la
Persia hacia el poniente. En la llanura vastísima crece el árbol que los
cristianos llaman el árbol seco (álamo). Os diré cómo es: es muy grande y
gordo, sus hojas son de un lado blancuzcas y del otro verdes. La corteza
es como la del castaño, pero la madera es fuerte y amarillenta; a 100
millas a la redonda no se ve otro árbol, salvo en una dirección, a unas 10
millas, en donde hay un arbolado de otras especies. En este lugar es
donde, según se dice, se efectuó el encuentro entre Alejandro y Darío. Las
ciudades y castillos son ricas en cosas buenas; el clima es templado, ni
demasiado frío ni demasiado caliente. Las gentes rezan a Mahoma. El tipo
de los indígenas es gallardo; las mujeres, especialmente, son de gran
hermosura.
Dejemos esta región y os hablaremos de otra llamada Muleet, en donde
tenía por costumbre vivir el Viejo de la montaña.
- XLI -
En donde se trata del Viejo de la montaña y de sus asesinos
Muleet significa herético, según la ley de Sarain. Os contaré su
historia, tal como la oyó repetidas veces micer Marcos.
Al viejo le llamaban en su lengua Aladino. Había hecho construir
entre dos montañas, en un valle, el más bello jardín que jamás se vio. En
él había los mejores frutos de la tierra. En medio del parque había hecho
edificar las más suntuosas mansiones y palacios que jamás vieron los
hombres, dorados y pintados de los más maravillosos colores. Había en el
centro del jardín una fuente, por cuyas cañerías pasaba el vino, por otra
la leche, por otra la miel y por otra el agua. Había recogido en él a las
doncellas más bellas del mundo, que sabían tañer todos los instrumentos y
cantaban como los ángeles, y el Viejo hacía creer a sus súbditos que
aquello era el Paraíso. Y lo había hecho creer, porque Mahoma dejó escrito
a los sarracenos que los que van al cielo tendrán cuantas mujeres hermosas
apetezcan y encontrarán en él caños manando agua, miel, vino y leche. Y
por esta razón había mandado construir ese jardín, semejante al Paraíso
descrito por Mahoma, y los sarracenos creían realmente que aquel jardín
era el Paraíso.
En el jardín no entraba hombre alguno, más que aquellos que habían de
convertirse en asesinos. Había un alcázar a la entrada, tan inexpugnable,
que nadie podía entrar en él, ni por él. El Viejo tenía consigo a una
corte de jóvenes de doce a veinte años; era los que adiestraba en el
manejo de las armas, convencidos ellos también por lo que dice Mahoma, que
aquello era el Paraíso. El Viejo los hacía introducir de a cuatro, de a
diez y de a veinte en su mansión; les daba un brebaje para nadormecerles,
y cuando despertaban se hallaban en el jardín, sin saber por dónde habían
entrado.
- XLII -
De cómo el Viejo de la montaña convierte a la obediencia y a la disciplina
a sus asesinos
Cuando los jóvenes despertaban y se encontraban en el recinto,
creían, por las cosas que os he dicho, que se hallaban en el cielo. Y
damas y damiselas vivían todo el día con ellos, tocando y cantando y
dándoles todos los gustos, sometidas a su albedrío. De suerte que estos
jóvenes tenían cuanto deseaban, y jamás se hubieran ido de allí
voluntariamente. El Viejo, que tiene su corte en una espléndida morada,
hace creer a esos simples montañeses que es el Profeta. Y así lo creen en
verdad.
Cuando el Viejo quiere enviar un emisario a cierto lugar para matar a
un hombre, hace que tomen el brebaje un determinado número de entre ellos,
y cuando están dormidos les hace llevar a su palacio. Y cuando despiertan
y les dice que van a tener que ir en misión, se asombran, y no siempre
están contentos, pues por su voluntad ninguno se alejaría del Paraíso en
donde se hallan. Se humillan, sin embargo, ante el Viejo, pues creen que
es el Profeta. El Viejo les pregunta de dónde vienen; ellos contestan:
«del Paraíso», y aseguran que ese paraíso es realmente como el que Mahoma
describió a sus antepasados, haciéndoles lenguas de cuantas maravillas
contiene. Y los que no conocen aún, tienen deseos de morir y de ir al
cielo para alcanzarle pronto. Así es que cuando el Viejo quiere hacer
matar a un gran señor, escoge por asesinos a los mozos que sean más
garridos. Los envía por el país y les manda matar a ese hombre. Ellos van
y ejecutan el mandato de su señor y vuelven luego a su corte (por lo menos
los que escapan con vida, pues hay muchos de entre ellos que son
ejecutados después de haber cometido el reato).
- XLIII -
De cómo los asesinos se entrenan para el mal
Cuando los que se han salvado vuelven a su señor, dicen que han
cumplido con su misión. El Viejo demuestra gran regocijo y festeja la
hazaña. Ya le han enterado de quién puso más ardimiento y diligencia en la
ejecución, pues envía a la zaga hombres que le informan de quién fue el
más arrojado.
Cuando el Viejo quería quitar de en medio a algún señor u otro hombre
que le estorbaba, escogía entre sus asesinos a los más aguerridos, los
mandaba a donde quería, diciéndoles que les enviaba al Paraíso y que
matarán a tal o cual hombre, y que si éste desaparecía les estaba
reservado el cielo. Lo que les mandaba lo cumplían de muy buena gana, de
manera que la víctima no escapaba a su mala suerte cuando el Viejo así lo
disponía. Así tenía en jaque a varios reyes y varones, que no tenían ni
idea de que quisiera exterminarlos.
Os he referido las artimañas del Viejo de la montaña y de sus
asesinos; ahora os contaré cómo fue derrotado y por quién. Otra cosa se me
olvidaba deciros: este Viejo tenía a otros dos sicarios, que eran sus
cómplices y tenían sus malas costumbres. El uno lo envió a Damasco y el
otro al Kurdistán. Pero dejemos esto, y veamos cómo acabó. Hacia el año
1262 del nacimiento de Cristo, Alan, el señor de los tártaros de Levante,
enterado de las horribles hazañas de este Viejo, decidió que había que
destruirle. Reunió a sus barones, los envió bien provistos de gentes de
armas y pusieron cerco al castillo durante tres años; pero era tan fuerte,
que no pudieron tomarle. No hubiesen podido apoderarse de él si los
sitiados hubieran estado bien provistos de todo; pero al cabo de los tres
años se acabaron los víveres, y entonces el Viejo de la montaña, de nombre
Aladino, hubo de rendirse con toda su gente, y pereció infamemente.
Desde aquella época hasta hoy no hubo más asesinos y acabó el terror
que el Viejo de la montaña sembrara en el pasado.
Y dejemos ahora esto y prosigamos nuestra relación.
- XLIV -
De la villa de Sapurgan
Dejando este castillo se cabalga por hermosos llanos y valles con
ricos pastizales, frutos, hierbas en gran abundancia. Los ejércitos se
complacen en quedarse en ellos por la gran cantidad de cosas que hallan
para su sustento. Esta región se cabalga en ocho días, pasando por villas
y castillos. Los habitantes adoran a Mahoma.
Hay trozos en que hay que cabalgar por un desierto de 60.000 millas,
en donde escasea el agua, que conviene llevar consigo. En cuanto a los
animales, aguantan sin beber hasta encontrar una fuente.
Después de cabalgar ocho días se llega a una ciudad llamada Sapurgan.
Es una ciudad rica y abundante. En ella se encuentran los mejores melones
del mundo, en gran cantidad, que ellos tienen por costumbre de secar del
modo siguiente: los cortan alrededor como correas, los ponen luego al sol
a secar y sevuelven más dulces que la miel. Con ellos comercian y los
venden en los alrededores. También hay multitud de pájaros y caza. Dejemos
esta villa y os contaremos de otra llamada Balc.
- XLV -
De la noble y gran ciudad de Balc
Balc es una noble y gran ciudad. En lo antiguo fue más próspera, pero
la invasión de los tártaros y otros pueblos la han echado a perder. Tenía
antes magníficos palacios y casas de mármol, pero éstas fueron destruidas.
Aquí fue donde Alejandro tomó por esposa a la hija de Darío. Los
habitantes adoran a Mahoma. Hasta aquí llega la tierra del señor de los
tártaros de Levante, y esta ciudad es limítrofe a la Persia.
Dejemos esta ciudad y hablemos de otro país llamado Dogana.
Abandonando la ciudad de Balc, se cabalgan doce jornadas sin encontrar
rastro alguno de habitaciones, porque la gente huyó toda a la montaña y se
refugió en las fortalezas, por miedo a los bandidos, que les tenían
atemorizadas.
Hay agua en gran cantidad, caza y leones.
No se hallan víveres con facilidad durante estos doce días, así que
hay que proveerse de ellos para sí y las caballerías.
- XLVI -
En donde se menciona la montaña de sal
Después de andar doce días se halla una ciudad fortificada, llamada
Taican; en ella hay alhóndiga. Es una región muy hermosa, y las montañas
de Mediodía son grandes y dan mucha sal. De todas partes vienen a cogerla,
hasta de veinte jornadas de distancia, porque la sal es excelente. Es tan
dura, que no puede partirse más que con la picota de hierro, y la hay en
tanta abundancia, que durará hasta el fin del mundo.
Hay tres jornadas de marcha desde esta ciudad, entre Nordeste y
Levante, siempre entre poblados y una comarca rica en frutas, trigo y
viñedos. Beben mucho y frecuentan a menudo las tabernas, pues tienen muy
buen vino cocido. No se tocan la cabeza más que con una banda retorcida de
diez palmos de larga, con la cual se la envuelven. Son buenos cazadores, y
se dedican también a la cetrería. No se visten más que con pieles de
animales, que ellos mismos cazan, cosen y adaptan para cubrirse el cuerpo;
con las mismas se calzan también; todos saben coser las pieles.
A tres jornadas de marcha se encuentra una ciudad llamada Scasem, que
pertenece a un conde, y los demás castillos y ciudades están en la falda
de la montaña. Por medio de esa ciudad pasa un gran río.
Hay muchos erizos. Los cazadores los persiguen con sus perros;
entonces el animal se repliega sobre sí mismo y lanza sobre la jauría las
púas que cubren su dorso; así logra herir mortalmente a más de un perro.
Scasem está en una gran provincia que lleva el mismo nombre. Tiene
idioma propio. El pueblo se dedica al pastoreo, es montaraz y posee en la
montaña espaciosas habitaciones. También viven en cavernas, que ellos
mismos se escarban fácilmente en la montaña, que es de arcilla blanda.
Partiendo de esta ciudad se vuelve a caer en despoblado durante leguas y
leguas, sin encontrar ni habitación ni alimento ni que beber, si no se
lleva consigo.
Al otro extremo de la provincia se encuentra Balacian, que os
describiré.
- XLVII -
De la gran provincia de Balacian (Badakchan)
Balacian es una provincia en donde adoran a Mahoma. Tiene idioma
propio. Es un gran reino hereditario, es decir, que la dinastía desciende
directamente de Alejandro y de la hija de Darío, el gran rey de Persia.
Todos estos reyes se llaman en sarraceno Qulcarnein, lo que significa en
español Alejandro, por amor del gran rey.
En esta provincia nacen las piedras preciosas llamadas «balax», que
son bellas y de gran valor. Nacen en las rocas de la montaña. Los
naturales perforan grandes galerías y taladran la montaña para buscarlas,
como se hace con las venas argentíferas. Se encuentran en una montaña
llamada Sighinan. El rey la manda taladrar sólo para él, y nadie puede ir
a esta montaña para buscar los «balax», so pena de muerte. Al que las
cogiera se le aplicaría la pena capital. El rey las envía en obsequio a
los demás reyes, príncipes y grandes señores; a éste por cortesía, al otro
para granjearse su amistad; pero también las hace vender para comprar oro
y plata. Por eso no las deja coger por cualquiera y vender por todo el
mundo, porque así quitaría a estos «balax» su valor. Y, por tanto, se
esfuerza en que nadie las transporte sin su permiso. Sabed que en esta
región hay otras montañas en donde se encuentra el lapizlázuli del más
fino y mejor, la piedra de la cual se saca el azur, que está en filones en
la montaña, como los demás minerales.
También hay minas de plata.
Es una comarca muy fría; nacen en ellas caballos que son grandes
corredores y no van herrados. Tienen el pie muy firme en la montaña.
También nacen halcones sagrados, que son muy hermosos y vuelan muy alto.
Hay gran cantidad de aves y de pájaros de toda especie. Tienen trigo y
cebada.
No tienen aceite de oliva, pero lo hacen de nueces y de cinamomo. En
esta tierra hay desfiladeros, tan angostos en varios lugares, que nadie
puede penetrar en ellos, y tajos fantásticos, y las ciudades y castillos
en las montañas son fortalezas inexpugnables. Son buenos arqueros y
tiradores; se visten con cueros de animales, porque el paño es muy caro.
Las grandes damas y los gentiles llevan pantalones, como os contaré más
adelante. Hay algunas que se cubren las piernas con 100 brazadas de tela;
otras con 80 ó 60, y lo hacen para demostrar que son gruesas, porque a los
hombres les gustan las mujeres entradas en carnes.
Después de haberos descrito este reino, os contaremos de gente varia
que se halla al Mediodía, a diez jornadas de esta provincia.
- XLVIII -
En donde se habla de la provincia de Pasciai
A diez jornadas de Balacian hay una provincia llamada Pasciai. Los
indígenas son idólatras y tienen idioma propio. Los hombres llevan en las
orejas unos zarcillos de oro y plata, perlas y piedras preciosas. Son
maliciosos, listos y prudentes. Esta provincia tiene clima cálido. Se
alimentan de carne y arroz. Dejemos esta relación para hablaros de otra
provincia, a siete jornadas de distancia hacia el viento griego y que
tiene por nombre Kesimur.
- XLIX -
De la provincia de Kesimur (Cachimira)
Es una provincia que aún tiene idólatras. También con idioma propio.
Se entregan a toda especie de encantamientos, brujerías y artimañas
diabólicas. Hacen hablar a los ídolos. Por sus consejas hacen cambiar el
tiempo y pueden producir la oscuridad en la atmósfera. Hacen mil cosas por
poder de magia o por ciencias ocultas. Son jefes de otras tribus idólatras
y les abastecen de ídolos. Desde este país se podría ir al mar de Indias.
Los naturales son morenos y delgados: las mujeres, muy bellas y morenas
también. Sus alimentos consisten en carne y arroz. Es tierra templada, en
donde no hace frío ni calor. Tienen bosques frondosos. Son autónomos, y su
rey hace observar la justicia. Hay ermitaños que viven en sus cenobios y
observan abstinencia absoluta; son muy castos y no pecan contra su fe. Los
tienen por muy santos; viven muchos años, y la abstención de pecar la
hacen por amor a sus ídolos. Han construido muchas abadías y monasterios
de su religión.
En esta comarca se venden más corales que en ninguna otra parte.
Dejaremos esta provincia y no continuaremos hacia la India. No quiero
aún tocar este punto, porque a la vuelta os hablaré de todo lo referente a
la India. Por eso retrocedamos a nuestra provincia, hacia Balacian, porque
es imposible ir por otra región.
- L -
Del gran río Balacian (Badakchan)
Dejando a Balacian, se navega doce jornadas entre Levante y sobre un
río que es del hermano del señor de Balacian, en cuyas orillas hay muchas
casas y castillos. Los hombres son valientes y rezan a Mahoma. Al cabo de
las doce jornadas se llega a una provincia, que no tiene mucha extensión,
pues se recorre en tres jornadas en todos sentidos, y se llama Vocan.
Tienen idioma propio y sus habitantes son de raza guerrera. Tienen por
jefe a un señor que llaman None, lo que en español significa conde, pero
son vasallos del señor de Balacian. Tienen animales en cantidad, caza y
venados de todo especie.
Alejándonos de este lugar, caminamos doce días hacia Nordeste, por
sitios montañosos, y llegamos a un lugar que es el más elevado del mundo.
Allí hay un valle entre dos montañas, por el cual corre un magnífico río y
las mejores praderas de ricos pastizales, pues un animal flaco engorda en
diez días. Hay gran abundancia de fieras. Multitud de carneros salvajes,
muy grandes, con cuernos hasta de seis palmos y, por lo general, de tres o
cuatro. De estas astas hacen los pastores cuencos, en los cuales comen;
aquí encierran a sus animales en cercados. Esta meseta se llama de Pamir,
y durante doce jornadas no hay ningún poblado, y conviene que los viajeros
lleven provisiones. No hay pájaros voladores por la latitud y el frío. El
fuego no es tan claro como en otras partes por el frío intenso, y las
cosas tardan mucho en cocer.
Dejemos este relato para entreteneros de otras cosas hacia Nordeste y
Levante. Al cabo de las doce jornadas conviene cabalgar otras cuarenta más
entre Nordeste y Levante por montes, cuestas y valles, vadeando ríos,
recorriendo desiertos sin habitaciones ni manera de aprovisionarse, por lo
que le conviene al viajero llevar consigo víveres. A esta región la llaman
Belor. Los hombres viven a una latitud muy elevada. Son idólatras y muy
salvajes; no viven de la caza; son malísimos.
Dejemos esta inhospitalaria región, para contaros de la provincia de
Cascar.
- LI -
Del reino de Cascar (Caschgar)
Cascar fue antaño un reino; ahora pertenece al Gran Khan. Las gentes
adoran a Mahoma. Hay muchas poblaciones y castillos, y la más importante
ciudad es Cascar. Están también situados entre Nordeste y Levante; crecen
muchas plantas de algodón y salen de esta región mercaderes que van por
todo el mundo haciendo negocio con esta planta. La población es miserable
y pobre, muy sobria en el comer. En este país hay cristianos nestorianos,
que tienen su Iglesia y su credo. Los de la provincia hablan un idioma
propio. En su totalidad se recorre en cinco jornadas. Dejémosla para
tratar de Samarcanda.
- LII -
De la gran ciudad de Samarcanda
Samarcanda es una grande y noble ciudad. Los habitantes son
cristianos y sarracenos, y son vasallos del sobrino del Gran Khan, que, no
obstante, no es su amigo, pues varias veces ha probado su enemistad hacia
él. Es el verdadero amo. Os contaré un gran milagro que sucedió en esta
ciudad.
Hace en verdad poco tiempo que Ciagatai, hermano carnal del Gran
Khan, se hizo cristiano. Era señor de esta región y de varias otras
comarcas. Cuando los cristianos de la ciudad de Samarcanda se enteraron de
que su señor era cristiano, llenáronse de alegría y construyeron en esta
ciudad una gran iglesia en honor a San Juan Bautista. Tomaron un bello
trozo de piedra que pertenecía a los sarracenos y lo pusieron como pilar a
una columna que había en medio de la iglesia y que sostenía la bóveda de
la misma. Mas sucedió que Ciagatai dejó de existir, y cuando los
sarracenos supieron que había muerto, airados por saber esa piedra en la
iglesia cristiana, se dijeron que la arrebatarían a la fuerza. Lo que les
era muy fácil, pues sobrepujaban quince veces en número a los cristianos.
Entonces las personas principales entre los sarracenos fueron a la iglesia
de San Juan, expusieron sus títulos ante los cristianos y les exigieron la
devolución del pilar. Los cristianos replicaron que le darían cuanto
quisieran, pero les suplicaban les dejasen esa piedra, pues sería gran
lástima se la quitaran de la iglesia. Los sarracenos replicaron que no
querían ni oro ni tesoro, sino esa piedra a todo trance. El mando y
señorío pertenecía a ese sobrino del Gran Khan. Éste ordenó que dentro de
dos días fuera devuelta la piedra a los sarracenos. Y cuando esta orden
llegó a los cristianos, se encolerizaron y no supieron qué hacer... Pero
se produjo el milagro que os voy a contar: Cuando llegó la madrugada del
día fijado, la columna que descansaba sobre el pilar, por voluntad de
nuestro Señor Jesucristo se apartó del pilar y se elevó en el aire casi a
tres palmos de tierra, y así se sostuvo, como si la piedra hubiera estado
debajo. Desde aquel día la columna quedó suspendida, y así permanece
todavía, lo que por todos fue considerado un gran milagro.
Dejemos esto para contar las particulardades de una provincia llamada
Yarcan.
- LIII -
Aquí trata de la provincia de Yarcan (Yarken)
Yarcan es una provincia que se recorre en cinco jornadas. La
población obedece a la ley de Mahoma. Hay algunos cristianos nestorianos.
Pertenecen a la jurisdicción del sobrino del Gran Khan, del cual os hablé
anteriormente. Viven en la abundancia, pero no hay nada notable que
contar; por eso pasamos de largo y os hablaremos de Cotan (Khotan).
- LIV -
De la provincia de Cotan (Khotan)
Cotan es una provincia entre Levante y Nordeste, larga diez jornadas.
Pertenece al Gran Khan. Los habitantes adoran a Mahoma. Hay numerosos
castillos y ciudades, y la más noble entre ellas, cabeza del reino, se
llama Cotan. Hay abundancia de productos, algodoneros en cantidad; tienen
propiedades, viñas y jardines. Viven del comercio y la industria. No son
guerreros.
De aquí salimos para Pem, otra provincia de la cual os hablaremos.
- LV -
De la provincia de Pem
Pem es una provincia que se recorre en cinco jornadas entre Levante y
Nordeste; los habitantes adoran a Mahoma y son vasallos del Gran Khan. Es
rica en ciudades y castillos, y la capital del reino se llama Pem. Hay un
río en ella, cuyas aguas llevan el diaspro y la calcedonia. Hay abundancia
de productos. El algodón crece por doquier. Viven del comercio y de la
industria. Tienen una costumbre singular: cuando una mujer tiene un marido
que se separa de ella para ir de viaje por más de veinte días, tiene
derecho a escoger otro marido. Así es la costumbre.
Esta provincia de Cascar pertenece hasta ahora a la Gran Turquía.
Dejemos estos para contaros de la provincia de Ciarcian.
- LVI -
Aquí empieza el relato de la provincia de Ciarcian
Ciarcian es una provincia de la Gran Turquía, entre Nordeste y
Levante. Los habitantes adoran a Mahoma. Posee numerosas ciudades y
castillos, y la más hermosa de entre ellas es la capital, llamada
Ciarcian.
Hay un río que lleva en sus aguas el diaspro y la calcedonia, que se
vende en Catá, y produce mucha riqueza, porque lo hay en cantidad y es
excelente. Toda esta provincia es arenosa, y de Cotan a Pem hay dunas de
arena, así como en el mismo Pem. Hay aguas estancadas y amargas, pero
también las hay potables y dulces. Cuando llega un ejército enemigo, se
refugian con sus mujeres e hijos y caballerías entre las dunas durante dos
o tres días, en donde saben que hay agua y podrán subsistir. Nadie puede
descubrir su paradero, porque el viento borra los rastros por donde han
pasado, como si jamás hubiera habido una pisada humana por esos parajes.
De esta forma escapan al enemigo. Y si sucediera que un ejército pasara
por ahí y que fuera un ejército amigo, esconden a los animales, pues no
quieren que los cojan y coman, pues los guerreros no suelen pagar lo que
toman.
Desde Ciarcian hay cinco jornadas de marcha entre las dunas, donde
hay aguas fétidas y amargas. No hay nada digno de mención, por lo demás,
en esta provincia. Al cabo de cinco días se encuentra una ciudad al
extremo del desierto, donde es menester que los hombres se aprovisionen de
víveres para poderle pasar.
Prosigamos el relato y dejemos esto.
- LVII -
De la ciudad de Lop
Lop es una gran ciudad a orillas del gran desierto llamado de Lop,
entre Levante y Nordeste. Esta ciudad pertenece al Gran Khan. Los
habitantes adoran a Mahoma. Los que desean pasar el desierto descansan en
ésta durante una semana para refrescarse y aliviar la carga de sus
cabalgaduras. Al cabo de la semana se abastecen de víveres para un mes y
dejan la ciudad para entrar en el desierto.
Éste es tan inmenso, que en un año no se llega a recorrerlo en toda
su extensión.
En donde es más estrecho hay que emplear un mes en la travesía. Está
lleno de dunas, montañas y valle No hay nada que comer en él. Al cabo de
un día y una noche de marcha se encuentra, sin embargo, agua, de sabor
algo agrio, pero que puede apagar la sed a unos 50 ó 100 hombres, con sus
caballerías. Sólo en otros dos sitios se encuentra agua amarga; las otras
son buenas, y hay hasta 28 abrevaderos. No hay fauna ni pájaro alguno,
porque no encuentran qué comer.
Pero oiréis de él una maravilla que os contaré:
Si cabalgando de noche por ese desierto alguien se aleja de la
caravana y se queda distante de sus compañeros para dormir o para otra
necesidad, al querer alcanzarlos oye voces que le hablan como si fueran
sus compañeros de viaje, y que le llaman hasta por su nombre. Esto les
hace perderse más y más, de forma que se extravían por completo. De este
modo perecieron y se perdieron muchos viajeros. Hasta durante el día oís
las voces de esos espíritus y os parece oír instrumentos extraños, así
como tambores.
Así se pasa el desierto con grandes fatigas. Dejémosle, pues os he
contado sus particularidades, y os mencionaré la provincia que se
encuentra en este desierto.
- LVIII -
De la provincia de Tangut
Después de tres días de marcha en el desierto ya nombrado, se
encuentra una ciudad llamada Saciú, que pertenece al Gran Khan; la
provincia se llama Tangut. En ella son todos idólatras. Hay, sin embargo,
algunos cristianos nestorianos. También hay sarracenos. Los idólatras
tienen un lenguaje propio. No viven del comercio, sino de la agricultura.
Hay muchas abadías y monasterios llenos de ídolos de muchas clases, a los
cuales sacrifican y por los que sienten gran reverencia. En cuanto a un
hombre le nace un hijo, engordan un carnero para ofrecérselo al ídolo. Al
cabo del año, en el día de la fiesta del ídolo, el que ha criado el
cordero se lo lleva en gran pompa con sus hijos al templo. Luego le
cuecen, le llevan ante el dios con gran respeto y le dejan ahí hasta hacer
sus oraciones, para que el ídolo proteja a su niño, pues creen que los
ídolos comen la sustancia de la carne. Después de esto cogen la carne, se
la llevan a su casa en triunfo y convidan a parientes y amigos a comerla
con gran alboroto, y cuando han comido la carne guardan cuidadosamente los
huesos en un armario, en lugar seguro, porque fueron tocados por el ídolo.
Los idólatras de todo el mundo se hacen incinerar cuando fallecen y
les llevan después de muertos al sitio en donde han de ser quemados. En un
lugar indicado hacen sus parientes una casita de madera, que cubren de
seda y telas de oro, y cuando el difunto está depositado en este túmulo la
concurrencia le trae vinos y viandas. Lo hacen esto porque pretenden que
así le han de recibir en el otro mundo. También cuando el cadáver llega al
sitio donde tiene que ser quemado, sus parientes y allegados hacen cortar
en papel formas humanas, caballos, monedas grandes como bizancios, y otros
simulacros, que hacen quemar junto con el cuerpo del difunto, y pretenden
que en el otro mundo el muerto tendrá tantos carneros, esclavos, animales
y objetos como los que queman en efigie de cartón.
Cuando llevan el cuerpo a incinerar tañen cuantos instrumentos tienen
y hacen música a su alrededor.
Otrosí; cuando estos idólatras mueren, los deudos llaman a los
astrólogos, les dicen la fecha del nacimiento, el mes, el día y la hora, y
según eso los astrólogos adivinan, por arte diabólico, cuál es la fecha en
que han de quemar el cuerpo. Y así permanece el cadáver en su casa una
semana, un mes y hasta seis meses sin quemar, pues jamás le incinerarían
sin que el adivino les advirtiera que era llegada la hora. Mientras tanto
queda el cuerpo depositado en la casa del modo siguiente: hacenuna caja
con gruesos tablones de un palmo bien calzado, ponen en ella el cuerpo del
difunto y le cubren de lienzos empapados en alcanfor y otras materias
aromáticas, de forma que el cuerpo no despida mal olor.
Los parientes del difunto, tantos días como guardan el cuerpo en su
casa, tantos como le hacen participar de las comidas, poniendo el ataúd
cerca de la mesa, dándole de comer como si estuviera vivo. Este simulacro
dura un rato, porque pretenden que el alma come de estos alimentos.
Algunas veces el astrólogo les dice que no conviene que el muerto salga
por la puerta, y la hacen cegar con una plancha, sacándole por otra
puertas o a veces abriendo un boquete en la pared.
Todos los idólatras tienen estas mismas costumbres.
Dejaremos esta materia para tratar de otras ciudades que están
allende en el desierto.
- LIX -
En donde se menciona la provincia de Camul (Khamil)
Camul es una provincia que fue antaño un reino con ciudades y
castillos numérosos; su capital se llama Camul igualmente. La provincia
está enclavada en el desierto; de un lado hay el gran desierto y de otro
uno más pequeño, que se recorre en tres jornadas. Los indígenas son
idólatras y tienen idioma propio; viven de fruta, pues la hay en
abundancia, alimento que ellos venden también a los viajeros que pisan por
allí. Son hombres de carácter alegre, que no saben más que cantar, tocar
toda clase de instrumentos y darse a las delicias del cuerpo. Son
hospitalarios, y si un extranjero viene a hospedarse en su casa, están
encantados, ordenando a sus mujeres que hagan la voluntad del huésped.
Ellos se van de la casa a ocuparse de sus asuntos, no regresando en dos o
tres días. El forastero queda solo en casa de la mujer y hace lo que le
parece; se acuesta con ella como si fuera su mujer propia, y ellos lo
toman esto a mucha honra. Todos los de esta ciudad son burlados por sus
mujeres, pero no se ofuscan por eso. Las mujeres suelen ser hermosas y muy
alegres.
Y aconteció que en tiempos de Mongu Khan, señor de los tártaros, le
fue referido que la gente de Camul permitía a sus mujeres cometer
adulterio con los forasteros. Y Mongu les prohibió, so gran pena, de no
albergar más a extranjeros en su casa. Cuando esto oyeron los de la
población se indignaron. Reuniéronse todos en consejo y decidieron lo
siguiente: llevar a Mongu un gran presente, pidiéndole que les dejara usar
de sus mujeres como bien les parecía, según la costumbre de sus
antepasados, que les mandaban dejar a los extranjeros disfrutar de sus
mujeres y de sus bienes. Que los ídolos veían este proceder con
complacencia y con eso se multiplicaban sus haberes en vez de menguar.
Cuando Mongu Khan oyó estas razones, dijo: «Puesto que queréis vuestra
vergüenza y vituperio, tenedlos.» Y consintió que hicieran su voluntad y
mantuvieran sus costumbres, como lo hacen hasta nuestros días.
Dejemos Camul y vamos hacia tramontana, a una provincia perteneciente
al Gran Khan.
- LX -
En donde se habla de la Provincia de Gkingkintalas
Gkingkintalas es una provincia que está más hacia Poniente cerca del
desierto, a una distancia de dieciséis jornadas. Pertenece al Gran Khan;
hay en ella castillos y ciudades y tres clases de religiones: los
cristianos nestorianos, los que adoran a Mahoma y los idólatras.
En el confín de esta provincia hay hacia Poniente una montaña en la
cual se encuentran filones de acero y ónix.
También de la misma se saca el mineral que sirve para hacer la
salamandra (el amianto). Y sabed que la salamandra no es un animal como se
dice, sino lo que os voy a explicar. Es cierto que ningún animal puede
vivir en el fuego, porque su naturaleza está compuesta por los cuatro
elementos. Como la gente no sabía lo que era una salamandra, decían que
era un animal, pero no es así. Tenía un compañero de viaje cuyo nombre era
Curficar, un turco muy sabio que vivió tres años con el gran Khan para
explotar la salamandra, el ónix, el acero y otras cosas. El Gran Khan le
había encargado de gobernar durante tres años esta provincia, para
ocuparse de la salamandra, y mi companero me explicó el hecho y le vi con
mis propios ojos. Cuando se taladra la montaña se saca un mineral que, una
vez desmenuzado, se mantiene unido por filamentos como la lana. Por eso
cuando se tritura este mineral se deja secar, luego se machaca en grandes
morteros de cobre, luego se lava bien y se seca y quedan esas hebras de
las cuales os hablo. Luego ese hilo que se parece a la lana se hila y con
él se hacen hermosas telas. Estas telas no son, empero, muy blancas. Mas
las ponen en el fuego y las dejan allí algún tiempo y se vuelven blancas
como la nieve. Es menester, sin embargo, que esta tela de salamandra no
tenga costura alguna, ni roto, para poderla meter en el fuego y que se
vuelva blanca. Ésta es la verdad; la salamandra y todo lo demás son
cuentos y fábulas. Os diré además que en Roma hay un gran lienzo que el
Gran Khan envió al Papa como presente para poner en él el sudario de
nuestro Señor Jesucristo.
Dejemos esta provincia y os contaré de otra entre Levante y Nordeste.
- LXI -
De la provincia de Succu
Alejándonos de esta provincia por el espacio de diez jornadas entre
Levante y Nordeste no se encuentra poblado alguno. Nada hay digno de
mención; al cabo de estas diez jornadas nos encontramos con una provincia
llamada Succu, en la cual hay numerosas ciudades y castillos, y la capital
tiene por nombre Succu. Hay en ellas cristianos e idólatras; son vasallos
del Gran Khan. La provincia a la cual pertenece ésta, y que mencioné más
arriba, se llama Tangut. Por las montañas que la cubren se recoge el
ruibarbo en cantidad. Allí lo adquieren los mercaderes para llevarlo a
vender por el mundo. Los indígenas viven de la agricultura. Dejando estos
lugares, os hablaremos de una ciudad llamada Campiciú.
- LXII -
De la ciudad de Campiciú
Campiciú es una ciudad que se halla en Tangut. Sus habitantes son
idólatras y algunos de entre ellos adoran a Mahoma. Hay también cristianos
que tienen tres grandes y hermosas iglesias. Los idólatras también tienen
sus templos y rezan según sus ritos. Poseen una cantidad de ídolos; los
hay enormes, los unos de madera, los otros de piedra o de barro, todos
cubiertos de oro y muy bien labrados. El ídolo gigante está en medio de
varios otros pequeños que parecen rendirle pleitesía. Y ya que os hablo de
los ídolos, voy a contaros más pormenores sobre ellos.
Sabed que el clero regular de los idólatras vive más honestamente que
las demás gentes. Evitan la lujuria, aunque no la tienen por gran pecado.
Pero si un hombre yace con una mujer contra natura, lo condenan a muerte.
Tienen un almanaque para contar las lunas y los meses como nosotros. Hay
una época del lunario en la cual los idólatras no matan a los animales ni
a los pájaros durante cinco días, ni comen de una res que haya sido
sacrificada durante esos días, y viven durante ellos más honestamente que
los demás días. Tienen derecho a tener treinta mujeres, más o menos, según
la proporción de su matrimonio y puedan mantenerlas. Los hombres dan a sus
mujeres para su manutención ganado, esclavos y dinero según sus medios.
Por lo general tienen a la primera mujer por lamejor. Si ven que una de
sus mujeres no tiene buena conducta o deja de gustarle, pueden, repudiarla
y hacer según su albedrío. Se casan con sus primas y también con las
viudas de sus padres. No tienen en cuenta ciertos pecados graves para
nosotros, porque viven como los animales.
Hagamos punto y os contaremos otros hechos hacia Poniente. Micer
Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos vivieron un año en esta ciudad por un
hecho que es inútil mencionar. Y prosigamos a sesenta jornadas hacia
Poniente.
- LXIII -
De la ciudad de Eçina
Partiendo de Campiciú, se cabalgan doce jornadas hasta llegar a una
ciudad llamada Eçina, que está limitando con el desierto de arena hacia
tramontana y pertenece a la provincia de Tangut. Los indígenas son
idólatras. Tienen ganado caballar y lanar. Se crían excelentes halcones
laneros, alfaneques o negris. Viven de la agricultura y no se dedican al
comercio.
En esta ciudad hay que abastecerse para cuarenta días, pues en
dejándola se atraviesa un desierto hacía Poniente durante cuarenta días,
donde no hay ni habitaciones, ni ventas, ni rastros humanos, más que en
verano en los valles y montañas. Se encuentran, sin embargo, a menudo
burros salvajes y animales extraños. Hay también bosques de pinos. Después
de cuarenta días por este desierto se llega a una provincia hacia
Poniente, y oiréis cuál.
- LXIV -
De la ciudad de Caracoron
Caracoron es una ciudad que tiene tres millas de circunferencia. Es
la primera plaza fuerte que los tártaros arrebataron al enemigo al salir
de su patrimonio. Os contaré las gestas de los tártaros de cómo
conquistaron al mundo y cómo realizaron su expansión. Los tártaros vivían
hacia Poniente en los alrededores de Ciorcia; en esta región había una
gran llanura pelada, sin habitaciones ni ciudades ni fortalezas: pero los
pastos eran excelentes, los ríos caudalosos. No tenían señor, pero es lo
cierto que pagaban un tributo a un señor que en su idioma llamaban Khan,
lo que en español significa el gran señor. Y fue éste el Preste Juan, del
cual hablan todos en el gran Imperio. Los tártaros le daban una renta de
diez cabezas de ganado, y adivino que se multiplicaron, y cuando esto vio
el Preste Juan, decidió dividirlos en varias regiones. Envió a ellas para
regentarlos a sus barones. Y cuando los tártaros oyeron lo que hacía con
ellos el Preste Juan, montaron en cólera. Emigraron entonces todos juntos
y fueron hacia el desierto de tramontana, adonde el Preste Juan no podía
ni alcanzarles ni perjudicarles. Se declararon en rebelión, no pagaron ya
sus alcabalas y así quedaron por algún tiempo.
- LXV -
De cómo Gengis fue el primer Khan de los tártaros
Y sucedió que en el año de 1187 de la Encarnación de Jesucristo los
tártaros eligieron como rey a un hombre que en su lengua se llamaba Gengis
Khan. Era hombre de gran valor, de buen sentido y valiente como el que
más. Y cuando le eligieron rey, todos los tártaros del mundo que se
hallaban desparramados en países extranjeros se llegaron a él y le
aclamaron como gran señor. Y Gengis Khan mantenía su autoridad franca y
llanamente. Los tártaros acudieron numerosísimos, y cuando Gengis Khan vio
que había tal multitud, se calzó las espuelas, se armó de arco y coraza y
fue a la conquista de otras partes del reino. Y conquistaron ocho jornadas
de tierra. Pero como con los vencidos usaba de clemencia y no les hacía
daño alguno, se sumaban a sus huestes y proseguían la conquista de otros
pueblos. De esta manera conquistaron la multitud de pueblos que habéis
oído mencionar, y las gentes, viendo el buen gobierno de este señor y su
bondad, se sometían voluntariamente a él. Cuando tuvo como súbditos a
tanta multitud de gentes capaces de cubrir la tierra entera, dijo que
quería conquistar la mayor parte del mundo. Entonces envió emisarios al
Preste Juan, y esto fue en el año 1200 del nacimiento de Cristo. Y le
propuso de tomar por esposa a su hija. Cuando el Preste Juan oyó que
Gengis Khan le pedía la mano de su hija: «¿Cómo no tiene vergüenza Gengis
Khan de pedirme a mi hija por mujer? ¿No sabe él, por si acaso, que es mi
siervo y vasallo? volved a él y decidle que antes quemaría a mi hija que
dársela por esposa. Decidle también que le condeno a muerte por traidor y
desleal a su señor.» Luego instó a los embajadores que se fueran y no
volvieran a reaparecer más en su presencia. Partieron los emisarios a toda
prisa y no pararon hasta hallarse en presencia de su señor, contándole
cuanto les había dicho el Preste Juan, sin omitir palabra.
- LXVI -
De cómo Gengis Khan arma su gente para ir contra el Preste Juan
Y cuando Gengis Khan oyó las palabras violentas que Juan pronunciara
contra él, parecióle que de rabia iba a estallársele el corazón dentro del
pecho, pues os repito que era un gran señor. Y habló enfurecido a los que
le rodeaban, diciendo que todo lo abandonaría, su dominio y señoría, si no
le hiciera pagar bien caro al Preste Juan la afrenta que le había hecho, y
que pronto le demostraría si era o no su siervo. Y reuniendo a su gente,
juntó el mayor ejército que nunca se viera, con todos los armamentos
temibles de que disponía, e hizo saber al Preste Juan que iba en contra
suya con todas sus fuerzas y que se preparara a defenderse. Cuando el
Preste Juan supo que venía contra él con todas sus huestes, dijo con aire
socarrón que aquello no era nada, que no eran guerreros y que no había por
qué temerles; sin embargo, se preparó con un esfuerzo suprerno, no
queriendo morir de muerte infame, e hizo convocar a todas las gentes de
países extranjeros. Así reunió a un numeroso ejército. Y de este modo se
preparaban de una parte y otra. Y Gengis Khan desplegó sus fuerzas en una
gran llanura llamada Tangut, que pertenecía al Preste Juan. Y allí sentó
sus reales. Y eran sus hombres en tan gran número que no podían contarse.
Allí supo con regocijo que el Preste Juan venía a su encuentro y holgóse
de que fuera en esta bella y ancha llanura donde podía librar una gran
batalla; ya le tardaba en luchar cuerpo a cuerpo con él. Y dejemos a
Gengis Khan y sus huestes y volvamos al Preste Juan.
- LXVII -
De cómo el Preste Juan, con sus gentes, fue al encuentro de Gengis Khan
Y cuentan que cuando el Preste Juan supo que Gengis Khan venía a su
encuentro con toda su gente, caminaron tanto hasta llegar a la llanura de
Tangu t y asentaron el campamento a la vera del de Gengis Khan, a 20
millas de distancia. Cada ejército descansó para estar dispuesto el día de
la batalla.
Y así, prontos a la lucha, esperaban los dos ejércitos. Un día Gengis
Khan hizo venir a su presencia a sus astrónomos, el uno cristiano y el
otro sarraceno, y les hizo decir cuál sería el vencedor en la contienda.
Los astrólogos consultaron los signos de las estrellas. El astrólogo
sarraceno no supo decirle la verdad, pero el cristiano fue más feliz y se
la enseñó abiertamente. Cogió una caña, que partió en dos pedazos iguales,
y las puso de un lado y otro sin que nadie las tocara. La una llevaba una
inscripción con el nombre de Gengis Khan y la otra con el del Preste Juan.
Y dijo a Gengis Khan: «Señor, mirad esta caña que lleva vuestro nombre,
así como la otra del Preste Juan; cuando hayamos hecho nuestras
invocaciones de las dos, la que venza es la que indicará el que gane la
batalla.» Gengis Khan dijo que ansiaba ver el resultado, y apresuraron la
experiencia lo antes posible. Los astrólogos tomaron el salterio y leyeron
ciertos salmos e hicieron sus invocaciones. Entonces la caña de Gengis
Khan, sin que nadie la tocara, se puso encima de la del Preste Juan. Y
cuantos presenciaron el hecho esto vieron. Y vístolo, Gengis Khan no cabía
de gozo y alegría. Y como tenía a los cristianos por hombres honrados, les
colmó de honores y les tuvo la mayor consideración como caballeros
honestos y veraces.
- LXVIII -
De la gran batalla entre el Preste Juan y Gengis Khan
Después de dos días, las dos partidas se armaron y batieron
duramente. Y fue la batalla más grande y encarnizada que jamás vio el
género humano. Y hubo grandes bajas de una parte y otra, mas al fin venció
GengisKhan la batalla y en ella pereció el Preste Juan y fue desposeído, y
Gengis Khan continuó sus conquistas. Después de la victoria reinó seis
años Gengis Khan y se apoderó de castillos, ciudades y provincias. Mas al
cabo de seis años fue a un castillo llamado Coagin y fue herido por una
flecha en la rodilla, de cuyas resultas murió. Y fue esto una gran
desventura, porque era sabio y valiente.
Os he contado de cómo los tártaros eligieron a su primer gran señor,
de cómo vencieron al Preste Juan. Ahora os contaré de sus usos y
costumbres.
- LXIX -
Relato de los Khanes que reinaron después de Gengis Khan
Después de Gengis Khan reinó Cui-Khan; el tercero, Batui-Khan; el
cuarto, Ocati-Khan; el quinto, Mongukhan; el sexto, Cublai-Khan, que es el
más grande y poderoso de todos ellos, pues todos juntos no tuvieron tan
gran poder como este Cublai, y aun más que todos los emperadores
cristianos, moros y sarracenos no podrán tener ni tendrán tanto poder como
Cublai. Y os lo demostraré en este libro.
Sabed en verdad que todos los grandes señores que descienden de la
dinastía de Gengis Khan son sepultados a su muerte en la montaña llamada
Altai. Cuando mueren los grandes señores de los tártaros, aunque se hallen
a cien jornadas de esta montaña, convienen en que les lleven allí. Y es
gran maravilla que cuando el cuerpo de estos señores es llevado a esta
montaña -aunque esté a cuarenta días de distancia-, todos los hombres que
encuentra el cortejo fúnebre a su paso son pasados por las armas y
atravesados por una espada por los que conducen el cadáver, que les dicen:
«Id a servir a vuestro señor al otro mundo», pues creen firmemente que el
que así muere irá al lugar de la bienaventuranza a servir a su señor. Y la
misma suerte corren los caballos: cuando muere el gran señor, sus mejores
caballos son sacrificados para que vayan a servirle al otro mundo. Y sabed
que cuando finó Mongu-Khan, más de 20.000 hombres murieron hallándose al
paso del cuerpo que llevaban a la sepultura.
Más cosas os contaré de los tártaros: los tártaros viven en invierno
en llanuras fértiles y regiones templadas, en donde hay buenos pastizales
para su ganado. En verano viven en lugares frescos de la montaña y en el
valle, en donde encuentran agua, bosques y pastos para las majadas. Tienen
casas de madera, que recubren de fieltro, de forma cilíndrica, y que
transportan con ellos adonde van. Atan las vigas con tanto orden, que son
fácilmente transportables. Y cuando arman y tienden sus casas colocan la
puerta hacia el Mediodía. Tienen carretas cubiertas de fieltro oscuro, así
que cuando llueve no se estropea nada en su interior. Estos carros son
uncidos por bueyes o tirados por camellos, sobre ellos llevan a sus
mujeres e hijos. La mujer es en el hogar la que compra, vende o fabrica
todo lo necesario al amo de la casa y a la familia, pues los hombres no se
ocupan más que de caza, guerra y cetrería.
Viven de carne, leche y caza. Comen ratas de faraón, de las que
abundan en las llanuras y por doquier. Comen indistintamente carne de
caballo y de perro, es decir, toda clase de carne, y beben de la leche de
yegua. Se guardan muy bien de tocar a la mujer del prójimo, pues esto lo
tienen por gran villanía. Las damas son buenas y leales con sus barones y
son sumamente habilidosas en los quehaceres de la casa. Los matrimonios se
hacen del siguiente modo: cada hombre tiene derecho a tener hasta cien
mujeres si le place y tiene con qué mantenerlas. Los maridos pagan la dote
a la suegra y la mujer no da nada al marido. Pero tienen a la primer mujer
por la mejor y la más venerable. Tienen más hijos que los demás hombres
por el número de mujeres que poseen. Toman por esposas a sus primas y a
sus madrastras. Se casan también con sus cuñadas, siempre que haya muerto
el hermano, y cuando se casan, celebran las bodas con mucho boato.
- LXX -
Del dios de los tártaros y de su ley
Y ésta es la ley: creen en un solo dios, que llaman Nacygai; le dicen
el rey terrestre que cuida de sus hijos, su trigo y su ganado. Sienten por
él el más profundo respeto y cada cual tiene uno de estos dioses en sus
casas. Lo representan en general moldeado con fieltros y trapos, y también
a su mujer e hijos. Le sientan a la mujer a la izquierda y los hijos
delante. Cuando comen, como acto de veneración, le untan la boca al dios
con carne gorda, y a su mujer e hijos, y siembran pan ante la puerta de su
casa. Hecho esto, dicen que el dios y su familia han tenido su parte.
Luego se ponen ellos mismos a comer y a hacer sus libaciones. Beben leche
de yegua, pero la preparan de tal suerte que parece vino blanco y que es
riquísimo. A éste le llaman chemis.
Sus avíos son los siguientes: los ricos visten con paño de oro y
brocatel de seda y grodetures, sombreros de cebelinas, armiño y zorro;
todo su indumento es magnífico y de gran precio.
Sus armas son el arco, la espada y la maza. Pero se sirven más del
arco que de otra arma, porque son excelentes arqueros. En la espalda
llevan una armadura de cuero de búfalo u otras pieles muy bien curtidas.
Son magníficos hombres de armas y valientes guerreros, y pueden
resistir más que otros mortales. Muchas veces, cuando están en campaña,
resisten hasta un mes sin comer, y se sustentan tan sólo con leche de
yegua y algo de carne de perdiz. Su caballo pastará lo que halle, pues no
está acostumbrado ni a la cebada ni la paja. Son muy disciplinados y
obedientes a su señor, y cuando están en campaña pasan la noche a caballo,
armados de pies a cabeza; el caballo pace las hierbas que encuentra al
paso. Son aguerridos, curtidos, incansables en la faena y la gente mejor
preparada para conquistar reinos e imperios.
Se dividen jerárquicamente en la siguiente forma: cuando un señor de
los tártaros va a la guerra lleva 100.000 jinetes y los distribuyen en el
siguiente orden: cada 10 hombres tienen un jefe, un grupo de un centenar
tiene otro jefe, otro manda a 1.000 hombres y otro a 10.000, de suerte que
el general no necesita reunir en consejo más que a 10 hombres. El que
tiene a su cargo a 10.000 no tiene que hacerlo más que con 10 y el de cien
con otros tantos, y así cada uno, respectivamente, obedece a su jefe
inmediato. Cuando el señor de 100.000 hombres quiere mandar sólo a un ala
de su ejército, manda venir al jefe de los 10.000 hombres, que le entrega
1.000, y el jefe de los 10.000 manda al jefe de 1.000 que le proporcione
10 hombres, y el jefe de 100 manda al de 10, y cada uno lleva contingente
a la parte de 1.000 hombres y saben cuánto le pueden dar y obedecen
ciegamente al mandato más que a nadie en el mundo. Al conjunto de 100.000
hombres le llaman «Tut» y a los 10.000 un «Toman», y los «Tomanes» se
pueden contar por millares, por centenas y por docenas. Y cuando el
ejército va a una acción, sea en la montaña o en el llano, manda 200
hombres de vigía, llamados «excaregaites», así detrás como delante. Y esto
lo hacen para evitar una sorpresa. Cuando van muy lejos a guerrear no
llevan armamento: llevan dos botellas de cuero, en donde ponen la leche
para beber, y una pequeña cacerola para los víveres, y la tienda de
campaña para guarecerse en tiempo de lluvia. Os diré que cuando es
menester cabalgan hasta diez días sin víveres y sin encender fogatas;
viven de la sangre de sus caballos, a los cuales les pinchan una vena y
chupan esa sangre sin desmontar de ellos. También llevan la leche
congelada como una especie de pasta seca, de modo que al mojarla se
derrite en el agua y les sirve de bebida sustanciosa.
Cuando se baten con sus enemigos los vencen de la siguiente manera:
simulan la huida y de pronto se vuelven y asaltan al enemigo. Tienen
amaestrados a sus caballos de modo que se vuelven al enemigo como si
fueran perros. Así que cuando el enemigo los cree vencidos y en huida es
él el que está perdido. Y cuando los tártaros ven que han conseguido matar
algunos hombres y caballos, presos de nuevo ardor, combaten tan
valientemente que vencen al enemigo.
Todo lo que os he contado se refiere a las usanzas y costumbres de
los tártaros antiguos; pero al presente se han envilecido. Las costumbres
de Catai son las de los idólatras; las que se practican hacia Levante son,
en cambio, a la manera sarracena.
Administran la justicia del siguiente modo: cuando algún hombre roba
algún objeto insignificante, pero que con ello perjudica a otro, se le dan
siete bastonazos, o 37, o 47, hasta 107, según valga la cosa robada, y a
algunos les suele costar la vida. Si roban un caballo les condenan a ser
cortados por medio de una espada. Si el ladrón tiene con qué pagar, paga
nueve veces el valor del objeto robado, y entonces es dejado en libertad.
Cada señor y los propietarios de cierta cantidad de ganado lo hacen
marcar con un sello o una cifra: así hacen con los caballos, las yeguas,
los camellos, las vacas, los toros y otros animales. Luego los sueltan
para que pasten, sin el cuidado de ningún pastor; si por casualidad se
mezclan los rebaños, cada uno devuelve la pieza, según la marca que lleva,
al propietario. Los corderos, carneros y cabras están al cuidado de un
pastor. Todo este ganado es grande y gordo y presenta hermosos ejemplares.
Os diré otra curiosa usanza que tienen, y que se me olvidó contaros:
cuando entre dos vecinos hay uno que ha perdido un hijo de cuatro años o
más y al otro se le ha muerto una hija, los casan juntos. Dan la muchacha
muerta al hijo difunto por esposa y hacen levantar acta de ello. Luego
queman el documento, y el humo que se levanta en los aires dicen que va
hacia el hijo, al otro mundo, a atestiguar que se tengan por marido y
mujer. Luego celebran un gran festín y desparraman las viandas por aquí y
por acullá, diciendo que de ello participan sus hijos en el cielo. También
hacen pintar en un papel el retrato del hijo y caballos y gualdrapas y
monedas, que queman igualmente, y dicen que todas estas cosas que hicieron
quemar serán propiedad de sus hijos en el otro mundo. Y hecho esto, se
consideran parientes y se tratan con cariño, como si sus hijos vivieran en
realidad.
Os he contado extensamente las costumbres de los tártaros; pero aún
queda que contaros las gestas del Gran Khan, que es el gran señor de todos
los tártaros de su poderosa corte imperial; pero os lo contaré en este
libro en su tiempo y lugar, pues son narraciones interesantes de contar.
Y volvamos a la gran llanura en donde nos hallábamos cuando empecé a
contaros las costumbres de los tártaros.
- LXXI -
De la llanura de Bargu y de varias costumbres de los indígenas
Alejándonos de Caracoren y de Altai, en donde ponen los cuerpos de
los tártaros, nos dirigimos a una región llamada Bargu, que tiene de
extensión cuarenta jornadas.
Los habitantes se llaman Mecrit y son salvajes. Viven del pastoreo y
de la caza. Cabalgan ciervos. Las costumbres son las de los tártaros. Son
vasallos del Gran Khan. Desconocen el trigo y el vino. En verano se nutren
de venado y pájaros, pero en invierno carecen de todo, por el frío
intenso. Y cuando se cabalgan cuarenta jornadas se llega al Océano. Allí,
en las montañas, anidan los halcones marinos, pues no hay ni mujeres ni
hombres ni bestias ni pájaros, a excepción del llamado «Bargherlac», que
es alimento de los halcones. Es del tamaño de la perdiz; sus patas, como
las de los loros; la cola, como la de la golondrina, y vuelan muy bien, y
cuando el Gran Khan desea tener halcones peregrinos los reclama a esa
comarca, pues nacen en una isla que hay en el mar, así como los
gerifaltes. Esta comarca está situada tan a Septentrión, que la estrella
del Norte queda un poco atrás hacia el Mediodía. Los gerifaltes nacen en
esta ciudad en tanta abundancia, que el Gran Khan tiene cuantos quiere.
Así, que los cristianos que los traen de sus tierras no los llevan al Gran
Khan, sino a Argón, señor de Levante.
Ya os hemos referido todo lo concerniente a la provincia de
Septentrión hasta el Océano. Volveremos atrás hasta el Gran Khan, en una
provincia llamada Campiciú.
- LXXII -
Del gran reino de Erginul
Cuando se deja Campiciú, del cual os he hablado ya, se marcha cinco
jornadas por un camino donde se oyen hablar ciertos espíritus malignos, y
al cabo, hacia Levante, se encuentra el gran reino llamado Erginul.
Pertenece al Gran Khan; forma parte de la provincia de Tangut, que está
dividida en varios reinos. Los habitantes son cristianos nestorianos,
idólatras y mahometanos. Son muchas las ciudades que hay en ella, y la
capital es Erginul. De esta ciudad se va al país de Catai.
Yendo al Catai se encuentra al paso una ciudad llamada Cilingiu. La
provincia también se denomina así. Aquí también hay numerosas villas y
fortalezas. También forman parte de Tangut y pertenecen al Gran Khan.
Hay otros salvajes, con astas enormes y magníficos pelos largos,
salvo en la espalda, y pintados de blanco y negro. Tienen el pelamen de
tres palmos de largo. Los naturales han domesticado varios de estos toros;
los cogen salvajes y se reproducen de tal modo que tienen gran cantidad de
ellos. Con ellos cazan y trabajan, y como tienen mucha fuerza rinden el
doble trabajo que los demás animales.
En esta región se produce el almizcle mejor y más fino. Sabed que el
almizcle se recoge así: hay un animalito del tamaño de una gacela, que
tiene el pelo muy áspero, las patas de gacela, sin cuernos, con cola de
gacela, cuatro dientes, dos abajo y otros dos en la mandíbula superior, de
tres dedos de largo y muy puntiagudos. Van siempre por parejas. Es un
hermoso animal. Cuando se le apresa, el animal tiene escondido en el medio
del vientre, en una bolsita entre el cuero y la carne, el humor, que se
corta con el pellejo y se aparta, y este humor es el almizcle, del que
mana una fragancia muy persistente. En esta región lo hay en cantidad.
Los naturales viven de la industria y del comercio, y tienen trigo en
abundancia. Es una provincia grande de veinticinco jornadas. Hay faisanes
dos veces mayores que los nuestros, del tamaño de un pavo real. Tienen la
cola de lo palmos de larga y comúnmente de nueve, ocho y siete, por lo
menos. Los hay también más pequeños y como el faisán de nuestra tierra.
Hay inmensa variedad de pájaros de los más bellos matices y colores.
Los naturales son idólatras. Son gruesos, tienen la nariz roma y el
pelo negrísimo. Son barbilampiños, excepto algún que otro pelo en la
barbilla. Las mujeres no tienen ningún bello; sólo tienen pelos en la
cabeza. Son blancas, de hermosa piel y de miembros proporcionados. Son muy
inclinados a la lujuria y tienen cantidad de mujeres, y ni sus leyes ni
costumbres son contrarias a eso. Pueden tomar cuantas mujeres quieran y
cuantas puedan mantener. Si hay una mujer hermosa y de humilde condición,
la toman por su hermosura los más conspicuos varones y hombres notables de
gran prestigio; por ello dan dinero a la madre según lo estipulen.
Proseguiremos nuestro viaje y hablaremos de otra provincia hacia
Levante.
- LXXIII -
De la provincia de Grigaia
Dejando a Arginul y yendo hacia Levante durante ocho jornadas, se
encuentra una provincia donde hay numerosas villas y castillos, y es la de
Tangut. La ciudad principal se llama Calaciai. Los naturales son idólatras
y hay tres iglesias de cristianos nestorianos. Son feudatarios del Gran
Tártaro. Hacen camelotes de piel de camello, blancos, buenos y de la mejor
calidad. De allí los llevan a los mercaderes de todos los países, a Cati y
a todas partes.
De esta provincia iremos a otra hacia Levante, que llaman Tenduc,
entrando en las tierras del Preste Juan.
- LXXIV -
De la provincia de Tenduc
Tenduc es una provincia de Levante rica en castillos y ciudades.
Pertenece el Gran Khan, pues los descendientes del Preste Juan son sus
vasallos. Su capital es Tenduc. El rey de esta provincia desciende del
Preste Juan y él mismo se da este nombre. Es cristiano; su nombre es
Georgie. Gobierno en nombre del Gran Khan, pero no sobre el dominio del
Preste Juan: tan sólo en una parte de él, pues el Gran Khan dio por
esposas a sus hijas y parientas a los reyes que descienden del Preste
Juan.
En esta provincia se encuentran las piedras de las que se saca el
cobalto, y las hay de excelente calidad. Tejen camelotes muy finos de piel
de camello. Viven del pastoreo y de la agricultura. También parte de entre
ellos se dedican al comercio y a la industria.
El señor es cristiano, como os he dicho ya; pero en la población hay
idólatras en gran número y hombres que adoran a Mahoma. Hay una clase de
gente llamada Argón, que quiere decir en español «guasmul», es decir,
mestizos de dos tribus: la de Tenduc, idólatra, y la mahometana. Son muy
hermosos, mucho más que los demás del país; más finos, más cultos y
hábiles comerciantes. Sabed que en esta provincia vivía el sabio maestro
del Preste Juan cuando éste reinaba sobre los tártaros y todas las
provincias y reinos circunvecinos. Y aún moran ahí sus descendientes, y el
Georgie que os nombré es de la estirpe del Preste Juan y heredó de la
señoría del mismo. Es el lugar que en nuestro país llamamos Gogo y Magogo,
pero ellos lo llaman Ung y Mungul. Y en cada una de estas provincias hay
una familia de esta gente: en Ung los gogos, y en el Mungul los tártaros.
Y cabalgando por esta provincia siete jornadas hacia Levante, hacia
Catai, nos encontramos con varias ciudades y castillos, en donde adoran a
Mahoma y a los ídolos; pero aún existen algunos cristianos nestorianos.
Viven del comercio y la industria. Fabrican el brocado de oro, que
llaman nascisi, fin y nac, y paños de seda de varias suertes; también
tejen el brocatel de seda y oro y bayetas de lana de muchas clases.
Son vasallos del Gran Khan. Hay una ciudad llamada Sindaciu; en ésta
se hacen trabajos de toda especie de talabartería y los arreos necesarios
del ejército. En una montaña de esta provincia hay un lugar llamado Ydifu,
en el cual hay filones argentíferos, de los cuales se saca muchísima
plata. También tienen caza en abundancia.
Abandonaremos esta provincia y ciudad para irnos a tres jornadas y
llegar a una ciudad llamada Ciagannor, en la cual hay un gran palacio, que
pertenece al Gran Khan, y es la residencia de predilección del gran señor,
porque hay lagos y ríos llenos de cisnes. En el llano hay grullas,
faisanes y perdices y toda clase de pájaros. Y por eso el Gran Khan la
habita de preferencia; ahí se complace en cetrear con el gerifalte y el
halcón, y es uno de sus entretenimientos favoritos. Hay cinco clases de
grullas: una negra, como los cuervos, y de gran tamaño; la otra, toda
blanca, las alas preciosas, con plumaje lleno de ojos redondos como la
cola del pavo real, pero de color dorado; la cabeza es negra y roja, el
cuello negro y blanco y larguísimo. La tercera especie es semejante a la
nuestra; la cuarta, pequeña, con un penacho rojo y el cuerpo negro. La
quinta es gris, con la cabeza bermeja y negra, el cuerpo grande y bien
plantado.
En esta ciudad hay un valle, en donde el Gran Khan ha hecho construir
varios pabellones para criar pájaros, que llamamos perdices reales. Las
hacen guardar, y hay en cantidad fabulosa, y cuando viene a cazar tiene
todas las que quiere a su albedrío.
Y nos iremos hacia tramontana y Nordeste hacia donde sopla el viento
griego:
- LXXV -
De la ciudad de Ciandu y del maravilloso palacio del Gran Khan
Y cuando nos alejamos de la ciudad arriba mentada por espacio de tres
jornadas, llegamos a otra llamada Ciandu, que ha fundado el Gran Khan.
Este Khan se llama Cublai-Khan.
En esta ciudad elevó un palacio de mármol y piedras, cuyas alas y
estancias están enteramente doradas.
Es maravillosamente bello y bien decorado. Desde este alcázar parte
una muralla que tiene cerca de 16 millas de circunvalación, en cuyo
recinto hay fuentes, ríos y valles. El Gran Khan ha reunido en él toda
suerte de animales: ciervos, corzos y gamos, que dan en pasto a los
gerifaltes y halcones, que aquí tiene en número de 200. Él mismo va a
verlos una vez por semana y va galopando por esta pradera, que corre a lo
largo del muro, y muy a menudo trae consigo un leopardo en la grupa de su
caballo. Así se divierte en ver cómo los ciervos son devorados por los
gerifaltes.
Sabed que en esta pradera cercada de muros ha hecho construir un
palacio de vigas, pero dorado en su interior y decorado con toda especie
de aves y pájaros, hábilmente recortados sobre el oro. La armazón es de
cañas y tablones barnizados, tan bien unidos que el agua no puede echarlos
a perder. Estos tablones son de más de tres palmos de espesor por 10 a 15
de longitud. A veces su longitud cubre toda la casa de un lado a otro; el
palacio está enteramente compuesto de estas cañas doradas y vigas y
dispuesto en tal forma que el Gran Khan puede hacerlo desarmar cuando
quiere, y está ligado por 200 gruesos cordones de seda.
En él habita el Gran Khan tres meses del año: junio, julio y agosto.
Porque no hace calor y porque goza con la estancia en él. En estos tres
meses se arma el pabellón de caña, que luego se desarma en los demás meses
del año. Así lo hizo construir, para armarle y desarmarle. El Gran Khan
abandona el día 28 del mes de agosto de cada año la ciudad y el palacio. Y
os diré el por qué más adelante.
Tiene una cuadra de caballos y yeguas blancas como la nieve (jamás de
otro color), en número de 10.000; no puede beber de la leche de estas
yeguas más que el Gran Khan y sus allegados que sean de la familia del
emperador y su estirpe. Y sólo otra categoría de gente tiene este
privilegio, y son los llamados «Horiat», por especial favor acordado
después de una gran victoria ganada antaño por ellos con Gengis Khan.
Y os digo que honran tanto a estas yeguas blancas, que si un gran
señor las encuentra a su paso cuando las llevan a pastar, nunca pasaría
por en medio de ellas, sino cederá el paso. Y los astrólogos y los ídolos
han sugerido al Gran Khan que cada año el 28 de agosto hay que regar la
tierra y desparramar en el aire esa leche para que la beban los espíritus.
Y los ídolos dijeron que así los espíritus protegerían a sus mujeres, sus
ganados, su trigo y sus casas y hacienda.
De ahí se traslada el Gran Khan a otra residencia.
Pero os contaré un milagro, que he tardado en referiros: sabed que
estando el Gran Khan en su palacio hubo una gran nevada y muy mal tiempo.
Tenía un sabio astrólogo y un brujo, que por su sabiduría y sus
sortilegios hacían despejar las nubes sobre su palacio, de modo que allí
nunca hacía mal tiempo, aunque todo alrededor reinara la tormenta. Estos
sabios se llamaban Tebet y Quesmur y eran de familia idólatra. Eran
maestros en artes diabólicas y en hechizos, pero hacían creer que el poder
de encantamiento era debido a su santidad y al caso que los dioses hacían
de ellos. Estos hombres tienen por costumbre, cuando hay un condenado a
muerte, de hacerle cocer y comerle luego; pero si hubiere muerto de muerte
natural, entonces no lo comen. Y estos bacsis logran con sus sortilegios
hacer el milagro siguiente: cuando el Gran Khan está sentado en la inmensa
sala en su estrado alto y ponen las copas llenas de vino y de leche y
otras bebidas en el suelo, en medio de la sala, a 10 pasos de la mesa,
estos bacsis hacen, por sus artificios y encantamientos, que esas copas
llenas se levanten del suelo y se posen ellas solas ante el Gran Khan, sin
que nadie las toque. De este hecho pueden atestiguar más de 10.000 hombres
que lo presenciaron. Y los hombres sabios que entienden de nigromancia os
dirán que esto puede hacerse.
También os digo que cuando vuelven estos bacsis de las fiestas de sus
ídolos, le dicen al Gran Khan: «Señor, el tal ídolo desea se celebre la
tal fiesta en su honor.» Y nombran al ídolo que desean honrar, y añaden:
«Sabed, gran señor, que este ídolo tiene por costumbre traer el mal tiempo
y las calamidades que destruyen a nuestro ganado, y el granizo y el
pedrisco, y si no se le ofrecen holocaustos nos mira airado; por eso os
pedimos nos deis tantos carneros de cabeza negra, tanto incienso, tanta
madera de zábila y tanto de esto y tanto de lo otro para que podamos
inmolar y sacrificar con gran pompa a nuestro ídolo para que nos proteja.»
Y los bacsis se lo dicen a los barones que rodean al Gran Khan y a sus
mayordomos y consiguen cuanto piden para honrar la fiesta de sus ídolos.
Entonces hay gran jubileo, con cantos y letanías. Inciensan y perfuman de
especies el ambiente, hacen cocer la carne y la presentan a los ídolos,
derramando el jugo aquí y allá, para que así se alimenten. Y así es como
los honran en sus ceremonias. De modo que cada ídolo tiene su fiesta en un
día determinado, como nuestros santos, pues tienen grandes templos,
abadías y monasterios, que forman pequeñas ciudades, en las que hay más de
2.000 monjes que viven más honestamente que los demás ciudadanos.
Estos monjes llevan afeitada la cabeza y la barba. Celebran una
ceremonia con cantos y luces, con la pompa que jamás podréis figuraros.
Entre ellos hay algunos que pueden casarse; por lo general lo hacen y
tienen muchos hijos.
Hay otra suerte de religiosos, llamados «sensin», que guardan
rigurosa abstinencia y llevan una vida ejemplar. No comen en toda la vida
más que sémola, que es el afrecho o restos que quedan en la cáscara del
trigo. Esto lo meten en remojo en agua caliente algún tiempo y luego comen
esa papilla. Ayunan varias veces al año y no toman otra cosa que esa
sémola. Tienen grandes y numerosos ídolos y a veces adoran al fuego. Los
seglares dicen que los que viven en tan grande abstinencia y de vida tan
estrecha son como los «ratarinos», porque adoran los ídolos de manera
diferente a la suya y dicen que son locos, porque afligen así a sus
cuerpos. Tienen un gran respeto por ellos. Éstos no tomarían mujer por
nada en el mundo. Y se tonsuran la cabeza y la barba. Llevan vestidos
negros y blusas de estameña, y si fueran de seda las llevarían del mismo
color. Duermen sobre tablas de madera y llevan una vida austera.
Sus iglesias e ídolos son todos femeninos; es decir, que llevan
nombres de mujeres.
Y dejemos este argumento para contaros los grandes hechos y
maravillas del gran señor de todos los tártaros el Gran Khan llamado
Cublai.
- LXXVI -
Donde trata de los hechos del Gran Khan que reina presentemente, llamado
Cublai Khan, de cómo rige a su corte y administra justicia; de sus gestas
y proezas
Os quiero relatar en nuestro libro todas las grandes proezas y
maravillas del Gran Khan que reina en la actualidad, llamado Cublai, que
en nuestro idioma quiere decir el señor de los señores. Y lleva ese título
justificadamente, pues es sabido de todos que es el hombre más poderoso en
tierras, huestes y tesoros que jamás haya existido desde Adán, nuestro
primer padre, hasta nuestros días.
Os demostraré en mi libro lo que es un hecho.
- LXXVII -
De la gran batalla librada entre el Gran Khan y el rey Nayan, su tío
Sabed, en verdad, que desciende en línea recta del emperador Gengis
Khan, y que por su descendencia debe ser el señor de todos los tártaros.
Heredó la señoría el año 1256 del nacimiento de Cristo y empezó a reinar
ese año. Mereció el mando por su valor, sus proezas y su inmensa
sabiduría, pues sus parientes se lo quisieron arrebatar, aunque la señoría
le venía de derecho. Reinó desde esa fecha cuarenta y dos años, hasta el
año 1298. Debe de tener ochenta y cinco años. Antes de heredar el reino
tomó parte en varios hechos de armas y fue bizarro capitán, y desde que
reina no ha hecho más que una campaña, en el año 1286, y os diré por qué.
Un hombre que llamaban Nayan y era tío de Cublai Khan, se vio, muy
joven aún, dueño y señor de varias tierras y provincias, de suerte que
podía armar hasta 400.000 hombres. Sus antepasados habían sido antaño
vasallos del Gran Khan, y él mismo lo era. Pero, como os cuento, era un
joven de treinta años. Viéndose tan gran señor, no quiso más someterse al
Gran Khan, y pensó en quitarle el poder. Entonces Nayan envió emisarios a
Caidu, que era otro grande y poderoso señor y sobrino del Gran Khan, de
natural rebelde, que también le odiaba. Le mandó ponerse de su lado y que
fuera por otra parte a arrancarle su tierra y señorío al Gran Khan. Y
Caidu le respondió que estaba de acuerdo y pronto con sus gentes en la
fecha que le había indicado para ir contra el Gran Khan. Y éste tenía el
poder de armar a 100.000 hombres. Y tanto Nayan como Caidu se preparaban y
reunían cantidad de caballeros e infantes para ir en contra del Gran Khan.
- LXXVIII -
De cómo el Gran Khan fue al encuentro de Nayan
No se inmutó el Gran Khan al oír tamaña felonía, y como hombre
prudente y de gran valor se preparó con sus gentes y juró que no quería
llevar su corona ni reinar en sus tierras mientras no diera muerte a los
dos traidores. Y el Gran Khan hizo sus preparativos en veintidós días, tan
secretamente, que tan sólo su Consejo estaba enterado de ello. Reunió a
350.000 hombres y caballos y a 100.000 infantes; y aún tuvo tan pocos,
porque éstos guardaban al huésped que tenía en su casa, y sus otros
ejércitos, que eran numerosos, estaban lejos, conquistando tierras y, por
consiguiente, no había tiempo para reunirlos, pues si hubiera podido
reunir a todas sus fuerzas, hubiese tenido cuantos soldados quería y se
habría juntado una tal multitud, imposible de contar. Y entre estos
350.000 hombres estaban sus halconeros y otros que le rodeaban en su
corte. Cuando reunió a su gente hizo venir a los astrólogos para ver si
vencería al enemigo y si estaba destinado a aniquilarlos, y le
pronosticaron que haría cuanto se propusiera. Entonces el Gran Khan se
puso en camino con sus huestes y anduvieron veinte días, hasta llegar a
una llanura, donde se hallaba Nayan con toda su tropa, que consistía en
400.000 hombres. Llegaron de madrugada, y tan secretamente, que el enemigo
ignoró su llegada, porque el Gran Khan había hecho ocupar sus caminos de
modo que nadie pudiera ir y venir sin caer prisionero. Y fue por lo que
los enemigos no sospecharon siquiera su llegada. Se hallaban muy cerca del
campo cuando Nayan, despreocupado en su tienda de campana, holgábase con
su mujer y regocijábase en su belleza, pues sentía por ella gran pasión.
- LXXIX -
En donde empieza la batalla del Gran Khan y de su tío Nayan
Cuando llegó el alba del día señalado para librar la batalla,
apareció el Gran Khan en una plataforma, en la misma llanura donde Nayan
había acampado (ajeno a lo que le esperaba, creyéndose muy a salvo de toda
sorpresa). No habían tenido siquiera la precaución de poner centinelas ni
vigías ni delante ni atrás. El Gran Khan surgía de una plataforma, como os
dije, en un pabellón sujeto a cuatro elefantes. Su señera flotaba tan en
lo alto, que podía verse desde todas partes. Sus hombres alineados y
escalonados en orden de batalla a 30 millas a la redonda, envolvían el
campamento de Nayan por todos coltados. Cada hombre, a caballo con su
peón, lanza en ristre. Todos en plan de batalla, cercando al enemigo para
combatirle. Cuando Nayan y sus hombres se vieron acosados por el Gran
Khan, ciñendo el campamento, quedaron atónitos. Corrieron a las armas. Se
armaron hasta los dientes y pronto se alistaron en plan de batalla.
Una vez que las dos partes contrarias se hallaron frente a frente, se
procedió al ataque; entonces oyóse sonar los clarines, tañer instrumentos
de toda clase y cantar en alta voz. Porque las costumbres de los tártaros
predican que cuando están listos en orden de batalla, no entran en él
hasta que los capitanes no suenan las nácaras; luego tocan sus atabales,
hacen música de chirimías, de arpas y de laúdes, cantan cantos guerreros.
Por eso los cantos y sonidos se hacían oír de una parte y de otra. De
pronto empezaron a tocar las nácaras del Gran Khan. Y cuando éstas sonaron
se entabló la lucha, con arcos, espadas, mazas y juego de lanzas, y los
hombres de a pie tenían ballestas, ristres y otras armas, en cantidad.
Comenzaron la lucha, cruel y sangrienta; llovían flechas por doquier. Los
gritos y ayes lastimeros hendían el aire. Los caballeros y sus
cabalgaduras caían muertos a granel. Y los gritos y alaridos eran tan
grandes, que no se hubiera oído al dios tonante. Y como Nayan era
cristiano bautizado, su señera llevaba bordada la cruz de Cristo.
Y para no prolongar el relato: Sabed sólo que esta batalla fue la más
grande y encarnizada que jamás libraron los tiempos antiguos. Y jamás
viose tal multitud de jinetes y soldados. Tantos murieron, que da horror
el recordarlo. La refriega duró desde la madrugada al mediodía. Y el Gran
Khan salió vencedor. Cuando Nayan y sus soldados vieron que no podían
resistir, huyeron a cual mejor; mas nada les sirvió, pues le aprisionaron
con sus barones y sus soldados y todos sus armamentos, y tuvieron que
rendirse al Gran Khan.
- LXXX -
De cómo el Gran Khan hizo matar a Nayan
Cuando el Gran Khan supo que Nayan había caído prisionero, mandó que
le dieran muerte. Le condenaron a morir de la manera siguiente:
envolviéronle en un capote, y tanto le mantearon hasta darle la muerte. Y
así lo hicieron, porque no querían que la sangre del emperador se
derramara en tierra, ni que el sol y el aire lo vieran, pues sabed que
Nayan era de la estirpe del gran Señor.
Cuando el Gran Khan venció la batalla, como os lo he referido, todos
los hombres de Nayan le rindieron pleito homenaje y le juraron fidelidad.
Pertenecían a cuatro provincias: primera, la Ciorcia; segunda, Cauli;
tercera, Barscol; cuarta, Sichintingin.
Y después que el Gran Khan hubo vencido en la batalla, hubo judíos,
sarracenos e idólatras que no creían en Dios, que se burlaban de la cruz
que Nayan traía bordada en su pendón. Y decían a los cristianos: «¡Mirad
cómo la cruz de vuestro Dios ayudó a Nayan, que era cristiano!» Y tanto se
mofaron y hacían burla de ello, que llegó hasta oídos del Gran Khan, y el
Gran Khan riñó severamente a los que se permitieron esas chanzas en su
presencia. E hizo venir a un grupo de cristianos que se hallaban en el
sitio y les consoló diciendo: «Con razón la cruz de vuestro Dios no ayudó
a Nayan, porque, en su sabiduría, sabía que no era menester ayudarle
contra el derecho. Nayan fue desleal y traidor y se volvió contra su
señor; tuvo, pues, la suerte que se merecía.» Éstas fueron las palabras
del Gran Khan a los cristianos con respecto a la cruz que Nayan llevaba en
su estandarte.
- LXXXI -
De cómo el Gran Khan vuelve a la ciudad de Cambaluc
Después de su victoria sobre Nayan volvióse el Gran Khan a su capital
de Cambaluc, y allí demoró contento, en medio de grandes festejos. Otro
barón, llamado Caidu, que era también rey, al oír la derrota de Nayan y su
muerte, montó en gran cólera; mas se guardó de preparar la guerra, pues
temía correr la misma suerte que Nayan.
Ya os dije que ésta fue la única vez que él Gran Khan fue a la
guerra, pues para las demás empresas guerreras enviaba a sus hijos y a sus
barones; pero en aquella ocasión quiso ir en persona, porque la audacia de
aquel príncipe le pareció grave en demasía. Dejemos ya esta aventura y
volvamos a los hechos notables del Gran Khan.
Os contamos ya sus orígenes y su edad. Diremos ahora lo que hace con
los barones que se distinguen en las batallas y con los que son felones y
malvados. Al que se porta bien y manda 100 hombres le da el mando de los
1.000 y le regala además vajilla de plata y una tabla de mando, que
equivale a una ejecutoria de nobleza.
Porque el comandante de 100 hombres tiene una tableta de plata, el
que tiene mando de 1.000 una de plata dorada, y el que manda 10.000, una
tableta de oro con cabeza de león. Y os diré el peso de estas tablas. Los
del mando de 100 y de 1.000 tienen tablas que pesan 120 «sazos», y los de
cabeza de león pesan 220 «sazos», y en todas estas tablas hay
inscripciones con una sentencia que dice: «Por la fuerza y por la gracia
que Dios ha dado a nuestro emperador, el nombre de Khan sea bendecido y
loado, y los que le desobedezcan morirán o verán su perdición. Y los que
posean estas tablas tienen privilegios y un reglamento de todo lo que
deben hacer por su cargo y dignidad.»
Ahora os instruiremos de otras cosas. El que tiene el mando de
100.000 hombres o que manda a un gran ejército tiene una tabla que pesa
300 «sazos» y lleva inscrita la sentencia de que os he hablado más ariba.
Al pie de la tabla hay un león labrado, y en el tablero están
representados el Sol y la Luna. Y los que tienen este privilegio son
grandes jefes, con mando muy extenso, y los que poseen esa tabla deben
tocar su cabeza con un sombrero de paja. Cuando se sientan deben hacerlo
siempre en silla de plata, y el gran señor da a éstos una mesa de
gerifaltes, y los que a ésta se sientan tienen plenos poderes, son grandes
varones y pueden representarle como a su propia persona. Cuando envía a un
embajador, puede proveerse de los caballos del rey, y os digo rey, porque
puede tomarlos, desde el rey para abajo, a cualquier otro hombre.
Dejemos este negocio y veremos la continencia del Gran Khan y su
majestad y prestancia.
- LXXXII -
De la prestancia y majestad del Gran Khan
El señor de los señores, llamado Cublai Khan, es de buena estatura,
ni grande ni pequeño, sino mediano. Es proporcionado, de miembros ágiles;
la cara, blanca y bermeja como una rosa; los ojos, negros; la nariz, recta
y bien delineada.
Tiene cuatro mujeres legítimas, y el mayor de los hijos de estas
mujeres tiene derecho a ser dueño del Imperio cuando deje de existir el
Gran Khan. Las mujeres llevan el título de emperatriz, y cada uno le añade
su nombre propio para distinguirlas. Estas damas tienen su corte aparte,
con 300 doncellas, hermosas y bien parecidas, a su servicio. Luego
criados, escuderos y otros hombres y mujeres, de modo que cada séquito
alcanza a 10.000 personas. Cada vez que el señor quiere acostarse con una
de sus mujeres la hace venir a su alcoba, y a veces va también al cuarto
de ellas.
Tiene, además, muchas amigas, y os diré en qué forma. Hay una raza de
tártaras que son muy hermosas; cada año eligen cien doncellas de las más
agraciadas que hay en el reino, y son traídas al Gran Khan. Las hace
guardar por las mujeres de sus barones, manda que con ellas se acuesten
para saber si tienen buen aliento, si son vírgenes y sanas en todos sus
miembros. Y las más hermosas, buenas y sanas las dedican al servicio del
señor. Cada tres días y tres noches, seis de estas doncellas sirven al
señor en su aposento, en su lecho y en todo cuanto necesitare. El Gran
Khan hace de ellas lo que quiere, y ellas lo tienen en gran honor. Al cabo
de tres días y tres noches estas damiselas se dan el cambio y son
remplazadas por otras seis.
- LXXXIII -
De los hijos del Gran Khan
El Gran Khan tiene 22 hijos varones de sus mujeres. El mayorazgo
tenía por nombre Gengis, en recuerdo del buen Gengis Khan, y debía ser el
futuro Gran Khan y señor de todo el Imperio; pero murió y recayó en un
hijo suyo llamado Temur, y éste es el que está designado para heredar el
Imperio y ser Gran Khan y señor. Y es por derecho, porque este Temur es
hijo del hijo mayor del Gran Khan. Este príncipe es sabio, valiente y
esforzado, y ya lo ha demostrado en varias batallas y acciones de guerra.
El Gran Khan tiene otros 25 hijos más de sus amigas, que son buenos y
valientes, y cada uno tiene el título de gran barón y algún mando en el
ejército.
De los hijos que tiene de sus cuatro mujeres, siete son reyes de
grandes provincias y reinos. Todos gobiernan con sabiduría, porque son
barones, esforzados yvirtuosos. Y esto no es de extrañar, porque su padre,
el Gran Khan, es hombre extraordinario y el mejor gobernante del Imperio,
así como el más valiente entre los tártaros. Os hablé del Gran Khan y de
sus hijos; ahora os diré cómo tiene su corte.
- LXXXIV -
Del palacio del Gran Khan
El Gran Khan vive en la ciudad principal del Catai, llamada Cambaluc,
durante tres meses del año: diciembre, enero y febrero; en esta ciudad
tiene su palacio, del cual os quiero contar.
Hay ante todo un gran muro cuadrado, que por cada costado mide una
milla, es decir que en su totalidad es de cuatro millas. Este muro es
grueso y tiene por lo menos 10 pasos de elevación; es blanco y almenado.
En cada esquina de la muralla hay un grande y magnífico palacio, en el
cual guardan los arreos, las armas, las sillas y frenos de los caballos,
cuerdas de arco, ballestas y todo lo necesario al ejército. En medio de
cada muro hay un palacio semejante al del Gran Khan, de modo que en el
recinto hay ocho palacios. Todos ellos contienen las colecciones de armas
del Gran Khan, y es que uno lo dedica a las sillas, otro a los arreos
únicamente y otro a coches y palanquines.
Esta muralla tiene cinco puertas al Sur; en el centro hay una puerta
mayor, que no se abre más que para dar paso al Gran Khan; a los lados de
esta puerta hay otras dos más pequeñas, por donde pasa la demás gente, y
más allá hay otras dos grandes puertas, por donde pasan todos los que van
a palacio.
Dentro de este recinto hay otro muro, más largo que ancho, dispuesto
de la misma manera, con ocho pabellones y cinco puertas al Sur, idéntico
al primero, sólo que por los costados no tiene más que una sola puerta. En
medio de todos estos muros está el palacio del Gran Khan, que os
describiré. Es inmenso, rodeado de un gran foso; no tiene entresuelo, pero
el piso se eleva a 10 palmos del suelo. El techo es altísimo. Los muros de
los salones y estancias están recubiertos de oro y plata y hay en ellos
bellísimas pinturas de dragones, animales, pájaros, caballeros y damas y
figuras de toda especie. La sala central es tan grande, que 6.000 hombres
pueden comer en ella. Tiene tantos aposentos y habitaciones, por lo demás,
que no hay mortal que supiera hacer otro mayor ni mejor ordenado.
El techo exterior está pintado de rojo, gualdo, azul y otros colores,
tan bien barnizados, que relucen como cristales, y es tan sólido el
barniz, que durará para muchos siglos.
Entre las dos murallas hay ricas praderas y alamedas de árboles
preciosísimos, en los cuales corren y se solazan toda clase de animales:
ciervos, llamas, gacelas, gamos y cebellinas, pero en recintos apartados y
no por donde deben pasar los hombres. Hacia la diestra hay un lago que
contiene toda clase de peces, pues el gran señor hizo que le llenaran de
peces de toda especie, para tenerlos a su voluntad cada vez que los
pidiera. Un gran río atraviesa el lago; pero todo está tan ingeniosamente
dispuesto para que los peces no puedan escaparse, pues la embocadura del
lado está protegida por un enrejado de alambre de cobre.
Hacia Poniente, lejos del palacio y en una colina, ha hecho levantar
una explanada a más de cien pasos de altura y de un perímetro de una
milla. Esta colina está cubierta de árboles que no pierden jamás su verdor
y están perennemente lozanos. Cuando se mienta ante el Gran Khan un árbol
curioso o bello, que se haya visto por alguna parte, lo hace traer por
medio de los elefantes, con todas sus raíces y mucha tierra, para
plantarle en esta colina. (Y por grande que fuera el árbol lo traería de
esta manera.) De modo que posee los mejores árboles del mundo. Las paredes
que suben a la colina son de mármoles verdes y malaquita, y así, entre el
verde de los árboles y las piedras del mismo tono, todo aparece verde de
color esmeralda, y por eso le llaman el Monte Verde.
Remata a este monte un soberbio palacio, verde también, y monte,
palacio y árboles son tan bellos, que hacen las delicias de la vista. Y el
gran señor los hizo construir para regalarse en ellos y complacerse.
- LXXXV -
Del palacio del hijo del Gran Khan, que reinará después de su muerte
Debajo de su palacio hizo construir otro semejante al suyo, el cual
es también perfecto. Éste es para su hijo, cuando llegue a reinar y sea
gran señor. Por eso está hecho de igual modo y magnificencia que el suyo.
Y Temur, hijo del Gran Khan, lo habitaba y seguía en él el mismo
ceremonial y costumbres que su padre. Y esto lo hacía por orden del Gran
Khan, que deseaba le guardaran a su hijo la misma consideración y le
eligieran Gran Khan después de su muerte. También éste tiene la bola y los
sellos del Imperio; pero no con la plenitud de poderes que tiene el gran
señor.
Ya os he descrito los palacios, y ahora os describiré la ciudad de
Katai, por qué fue fundada y cómo. En verdad, existía allí una grande y
noble ciudad que llamaban Cambaluc, que en nuestro idioma significa la
ciudad y por sus astrólogos supo que esta ciudad se sublevaría y crearía
grandes dificultades al Imperio. Por esta razón el Gran Khan hizo
construir otra ciudad más abajo, e hizo que los habitantes de aquélla se
trasladaran a ésta; la de abajo se llama Taidu.
Tiene 23 millas de cintura; es cuadrada, y sus cuatro lados son
perfectamente iguales. Está amurallada con muros de adobe y de tierra que
miden 10 pasos de ancho por 20 de alto. En su base no tienen igual espesor
que en la cúspide, pues miden sólo tres pasos en la parte superior. Estos
muros son blancos y almenados. Tienen 12 puertas, y a cada lado de ellas
se halla un hermoso palacio, de modo que a cada tres puertas corresponden
cinco palacios, y éstos tienen grandes salas y arsenales, donde viven los
guardianes.
Las calles de la ciudad están tiradas a cordel y son anchas, de modo
que en ellas se abarca toda la perspectiva, y desde cada puerta se ve la
otra que está enfrente. En la ciudad hay bellos palacios, hermosas
mansiones, casas magníficas y amplias habitaciones. En medio de la ciudad
encontraréis una torre que tiene una campana grandísima, que repica por
las noches, para que nadie salga a la calle después de los tres toques.
Y cuando la campana sonó, nadie se atreve a salir, como lo mandan las
ordenanzas, excepción hecha de un caso apurado por asistir a un enfermo o
a una mujer que esté de parto. Y si esto hacen, deben proveerse de una luz
o un farol. Cada puerta de la ciudad está guardada por 1.000 hombres, y no
es por desconfianza, sino por honrar al gran señor que vive ahí y porque
no quieren que los ladrones cometan villanías.
Os he contado de las ordenanzas de la ciudad; os contaré de la corte
y otros hechos.
- LXXXVI -
De cómo el Gran Khan se hace guardar por 12.000 hombres a caballo
El Gran Khan se hace guardar por 12.000 hombres a caballo, que llaman
quesican, o sea caballeros fieles al señor, y esto no lo hace por temor,
sino para demostrar su grandeza. Los 12.000 hombres son mandados por
cuatro capitanes, tocándole 3.000 a cada uno. Éstos montan por turno la
guardia cada tres días y tres noches, y allí están a mesa y mantel. Así
turnan los 3.000 continuamente durante todo el año.
Cuando el Gran Khan se sienta a comer en cualquiera de sus cortes,
tiene mesa aparte en un estrado más elevado que los demás y colocado
mirando hacia Mediodía. Su primera mujer se sienta a la izquierda, un poco
más abajo; un escalón más abajo se sientan sus hijos, nietos, sobrinos y
parientes, personajes del linaje imperial, pero siempre de modo que sus
cabezas lleguen a los pies del señor. Los demás dignatarios de la corte se
sientan en otras mesas y aun algunos más abajo (sobre tapetes) que los
príncipes de sangre imperial, y así de las mujeres. Todas las mujeres del
hijo del gran señor y de sus hijos y parientes se sientan a la izquierda y
más abajo, y así las mujeres de los dignatarios, y cada uno sabe el puesto
que le corresponde según dispuso el gran señor. Las mesas están colocadas
de modo que el gran señor las abarca todas con la vista, aunque son
numerosísimas. Aparte de esto, comen en la corte otros 40.000 hombres más,
pues acudeu forasteros con grandes presentes y de países lejanos y son
gente de consideración; estos magnates vienen, por lo general, cuando el
Gran Khan celebra sus ceremonias de corte.
En el centro de la sala donde el gran señor se sienta a la mesa, hay
un gran recipiente de oro en forma de barril, con vasos más pequeños a los
costados. Del guadamanil se saca el vino u otro brebaje para llenar una
vasija de oro como para satisfacer a ocho o diez hombres. Ésta es llevada
por dos coperos, del cual uno sirve y el otro tiene la copa de oro; así
sirven a los caballeros y a las damas.
Todas estas vasijas, jarros y copas son de grandísimo valor, pues el
Gran Khan posee una tal cantidad de vajilla de oro y plata que aun
viéndolo no se puede creer.
Los que sirven los manjares y brebajes al Gran Khan son nobles
barones y llevan la boca y nariz tapadas con servilletas recamadas de seda
y oro para que con sus alientos no desfloren las comidas y brebajes del
Gran Khan.
Cuando el Gran Khan bebe, todos los instrumentos se ponen a tocar, y
los hay a fe en gran cantidad. Cuando el señor alza su copa en la mano,
todos los barones y los circunstantes se arrodillan y prosternan ante él.
En el banquete imperial los platos se sirven en gran abundancia y son
innumerables.
Las damas acompañan siempre a sus barones a la corte. Una vez
concluida la comida se reúnen en la gran sala central delante del gran
señor, donde juglares, bufones y truhanes hacen toda clase de juegos y
farsas y divierten a la corte, y todos hacen fiesta al gran señor.
- LXXXVII -
Relato de la gran fiesta que celebra el Gran Khan el día de su aniversario
Los tártaros acostumbran a festejar su aniversario. El gran señor
nació el día 28 de la luna del mes de septiembre, y ese día celebran la
fiesta mayor, a excepción de la de primero de año, como os contaré luego.
El día del aniversario de su nacimiento se viste el Gran Khan con un
magnífico traje de paño de oro. Y más de 12.000 barones y dignatarios se
atavían igualmente del mismo color y de manera parecida a la de su señor.
No es que los atavíos sean tan suntuosos, pero son, sin embargo, de color
y brocatel de oro y seda, con un gran cinturón todo de oro. Estos trajes
los regala el gran señor a sus cortesanos. Hay trajes de éstos de
ceremonia que son de gran valor, y las piedras preciosas y las perlas que
llevan encima valen más de 10.000 bizancios de oro. Hay variedad de ellos,
pues el Gran Khan regala 13 veces al año estos ricos trajes a estos 12.000
barones y caballeros para que se vistan como él. No hay otro señor que tal
haga y que pueda sostener tan inmenso gasto.
- LXXXVIII -
Continuación de la fiesta que celebra el Gran Khan el día de su
aniversario
Todos los tártaros del mundo y todas las provincias y regiones hacen
grandes presentes el día del cumpleaños del Gran Khan, cada uno según está
estipulado y como conviene que lo haga. El gran señor ha destinado a 12
barones para dar la señoría a estos hombres según lo que trae cada uno de
ellos. Y ese día oran los idólatras, los cristianos y los sarracenos y el
pueblo para que le conserve la vida y le colme de alegrías y de
prosperidad. Esas horas pasan en medio del regocijo general, festejándolas
con gran pompa. Pero dejemos esto para hablar de otra gran fiesta que
celebran al empezar el año, que ellos llaman la fiesta blanca.
- LXXXIX -
De la fiesta que celebra el Gran Khan el primero de año
El primero de año es para ellos en febrero, y lo celebran muchísimo.
Es costumbre que ese día, tanto el Gran Khan como todos sus súbditos,
hombres y mujeres, se vistan de blanco. Lo hacen porque consideran que el
blanco es símbolo de gran alegría, y, además, porque creen que todo el año
gozarán de bienaventuranza si lo empiezan bien. En esa fecha todos los
vasallos de las provincias y regiones más lejanas le traen magníficas
ofrendas de oro, plata y piedras raras y ricos brocateles blancos. Así,
para todo el año tiene una cantidad de tesoros. También entre el pueblo y
los barones y nobles señores es costumbre se regalen entre ellos objetos
blancos, deseándose mutuamente salud y prosperidad.
Es asimismo usanza presentar al Gran Khan en obsequio más de 100.000
caballos blancos. Y ese día llegan comitivas de más de 5.000 elefantes
cubiertos de magníficas gualdrapas bordadas de pájaros y flores. Lleva
cada uno en el lomo dos ricas alforjas bordadas con estuches muy bellos y
lujosamente trabajados conteniendo vajilla, arreos magníficos, que suelen
ser comúnmente blancos. Y llegan caravanas de camellos cubiertos de ricos
paños de oro y cargados con las cosas necesarias a la fiesta,y todos pasan
ante el Gran Khan. Esta comitiva es la coga más grandiosa que darse pueda,
y por la mañana, antes que las mesas estén preparadas, todos los reyes,
duques, marqueses, condes, barones y caballeros, astrólogos, médicos,
buhoneros y otros oficiales y comandantes de tierra y mar vienen a la gran
sala delante del señor, y los que no caben en ella se quedan afuera de
manera que pueda verlos el Gran Khan, a presentar sus credenciales y
oficios. La comitiva se forma de este modo: Ante todo, sus hijos, sus
sobrinos y los de su linaje imperial. Luego, los reyes; después los buques
y las maestranzas, unos tras otros como tienen que seguir según la
jerarquía. Y cuando todos se han colocado en sus respectivos puestos viene
un sacerdote que dice en alta voz: «Inclinaos y adorad.» Y a la voz del
sacerdote todos se inclinan, tocando la tierra con la frente, y adoran al
Gran Khan como si fuera un dios. Y esto lo hacen cuatro veces seguidas.
Van luego a un altar que está muy adornado, y sobre este altar hay una
tabla bermeja en la cual está escrito el nombre del Gran Khan y delante un
magnífico incensario. Con él inciensan la tabla y el altar con reverencia
y vuelven a sus sitios respectivos, presentando sus ofrendas que son de la
riqueza que podéis suponeros.
Hecho esto, y habiendo visto el gran señor con gran complacencia todo
este ceremonial, se ponen a comer y se sientan por orden y jerarquía, como
os he contado ya en el otro capítulo. Os he hablado de la fiesta blanca;
os contaré ahora de los trajes que el Gran Khan regala a los barones para
que asistan a estas ceremonias.
- XC -
De los 12.000 barones que asisten a las fiestas
Sabed en verdad que el Gran Khan ha dispuesto 13 fiestas a las cuales
deben asistir los 12.000 barones que llaman quecican, o sea, los más
próximos feudatarios del Imperio. A cada uno le da 13 trajes de colores
variados bordados en perlas, alfójar y piedras preciosas de grandísimo
valor. Les regala también calzas de gamuza bordadas finamente con hilos de
plata, y todo esto tan recamado y rico, que cuando se han revestido con
estos adornos tan nobles y suntuosos parece cada uno rey. Hay un traje
designado para cada una de las 13 fiestas, teniendo el Gran Khan otros
semejantes y parecidos, aunque bordados con más magnificencia; pero es de
rigor que los barones ostenten el mismo día un traje parecido al del gran
señor y en los mismos colores que esté.
Os he hablado de los 13 trajes que tienen los 12.000 barones, lo que
hacen 156.000 trajes, que valen un tesoro. Sin contar calzas, botas y
cinturones de oro, que valen otros tantos patrimonios, y todo esto lo hace
el gran señor para que sus ceremonias resulten brillantes y fastuosas.
Os diré una cosa más maravillosa aún de las que os llevo contadas en
este libro. Sabed que un gran león es traído al pie del señor en estas
ceremonias, y cuando le ve se hecha a sus pies y se humilla como si lo
reconociera por dueño y señor. Y así queda postrado ante él sin cadena y
en plena libertad, lo que es verdaderamente prodigioso.
Dejemos esto y os contaré de una gran cacería ordenada y dirigida por
el Gran Khan.
- XCI -
De cómo el Gran Khan dispone para que le traigan los venados
Mientras el Gran Khan vive en la ciudad de Catai los tres meses de
diciembre, enero y febrero, ha establecido que sesenta días todos sus
oficiales deben cazar y dedicarse a la cetrería. Y es costumbre que cada
señor o capitán le traiga grandes piezas, como jabalíes, ciervos, corzos,
gamuzas, osos y otros animales de caza mayor. Así, que todos deben
dedicarse a la caza. Y estos animales, después de destripados y bien
mondos, los ponen en carretelas y los envían al gran señor. Y esto durante
treinta días, así que llegan en grandes proporciones. Los que viven en
reinos más retirados se las mandan ya cocidas y adobadas, porque el camino
es largo y se echarían a perder. Os he hablado de la caza y de los
venados; os hablaré de las fieras que tiene el gran señor.
- XCII -
De los leones, leopardos, lobos, linces, gerifaltes, halcones, búhos,
gavilanes y otros pájaros
El gran señor tiene leopardos en cantidad, que sirven para cazar y
coger otras piezas. Tiene lobos adiestrados en la presa de otros animales
y que son excelentes cazadores. Tiene grandes leones, más fieros que los
de Babilonia, de pelo de bello color, leonado de blanco, negro y bermejo.
Éstos suelen estar adiestrados para la caza del jabalí; tiene bueyes
salvajes, pollinos, osos, ciervos, cervatos, garnos y otros venados.
Y es cosa bella el mirar cómo estos leones apresan a las fieras. Van
de caza con los leones en carretas, acompañados de un perrito. Hay además
águilas que están adiestradas para cazar lobos, zorros y gacelas, y las
que combaten contra los lobos son grandes y terribles, pues no hay lobo
que se salve de las garras del águila.
Os quiero hablar ahora de las jaurías de perros que tiene el gran
señor.
- XCIII -
De los hermanos del Gran Khan que están al cuidado de los perros de caza
El gran señor tiene dos barones que son sus hermanos carnales, el uno
llamado Baian y el otro Mingan. Tienen el título de «ciunci», es decir,
los que guardan al perro mastín. Cada hermano tiene 10.000 hombres a sus
órdenes, que visten de rojo y azul; cada vez que van de caza con el gran
señor visten este atavío. De estos 10.000 hombres hay 2.000 que llevan a
la mano un perro mastín o dos. Cuando el Gran Khan va de caza, uno de sus
hermanos, llevando sus 10.000 hombres con sus 5.000 perros, le acompaña,
mientras el otro, con igual cantidad de hombres y perros, va por el otro
lado. Y van tan bien ordenados, que se despliegan en fila en una jornada
de marcha y no hay fiera que quede viva a su paso. Y es un espectáculo
admirable ver cómo perros y cazadores se desenvuelven en esta cacería. Es
sorprendente, cuando cabalga el gran señor en las landas, ver venir a su
encuentro a sus perros con presas de ciervos y otros animales; lo que
resulta, sin duda alguna, un espectáculo tremendamente bello.
Os conté de los perros de caza; os diré en lo que emplea el tiempo
otros meses del año.
- XCIV -
De cómo se ocupa de cetrería
Pasados los tres meses de residencia en la ciudad que os nombré, se
va en el mes de marzo hacia Mediodía hasta el mar Océano, llevando consigo
10.000 halconeros y 5.000 entre gerifaltes y halcones peregrinos, halcones
sagrados para cazar en el río. Y no los tiene sólo consigo, sino que los
divide en grupos de 200, 100 y más; éstos apresan a los pájaros y los
traen al gran señor. Mientras éste caza con su gerifalte, hay 10.000
hombres distribuidos de dos en dos, que se llaman «toscador», o sea
buhoneros, que vigilan y guardan, y cada uno lleva su reclamo o señuelo a
capirote para que cuando fuera menester pueda cobrar su halcón. Y cuando
el señor suelta sus pájaros no ha menester que los siga, que ya están ahí
sus hombres para recogerles y socorrerles si así lo necesitan.
Y todos los pájaros del Gran Khan tienen en las patas un escudete de
oro pegado a los cascabeles, y también así acostumbran tenerlo los de los
barones, en el cual dice el nombre del pájaro y el de su propietario. De
modo que si se extravía puede ser devuelto a éste, y si no se encontrara
el dueño hay un barón llamado «bularguci» que se encarga de hacerlo buscar
a los guardas. Y cuando se extravía un caballo, una espada, un venablo o
un pájaro, o cualquier cosa, se lo llevan a este oficial para que lo
guarde hasta encontrar su dueño, y aquel que no se lo llevare
inmediatamente es tenido por un ladrón y pueden prenderle. Así es que el
que haya perdido un objeto acude a este barón, que se lo entrega al
instante. Y éste se encuentra siempre muy a la vista con su pendón para
que todos puedan acudir a él con presteza. De modo que nada se pierde que
no sea restituido.
Si el Gran Khan caza cerca del mar Océano tiene mil ocasiones para
apresar cuantos pájaros quiera, y no hay placer comparable a éste.
El Gran Khan va siempre encima de su elefante en un pabellón de caza
forrado en su interior por brocatel de oro repujado y cubierto
exteriormente de piel de león. Allí se custodian los mejores gerifaltes.
Sale a la caza en un elefante, rodeado de los barones, y cuando éstos le
señalan las grullas, hace que entreabran el techo de su pabellón y lanza
los gerifaltes y azores. Y allí contempla con gran regocijo y
satisfacción, tendido en su lecho, el espectáculo del gerifalte
persiguiendo a las grullas. Y sus barones le dan escolta. Nadie en el
mundo puede experimentar mayor deleite cual este señor cuando va de caza.
Hay otro paraje, llamado Cacciar Hodun, donde también posee uno de
estos pabellones, y allí encuentra a sus amigas y a su numerosa corte,
compuesta de 10.000 personas. Os describiré el tal pabellón: es tan
amplio, que sus cámaras son capaces de contener 1.000 caballeros, y la
puerta mira hacía Mediodía. Cerca de ésta hay otra hacia el Oeste, en
donde mora el señor en persona. Allí es donde da audiencia a sus vasallos,
y detrás de esta sala se halla aparejada la alhania o alcoba. Todo
alrededor hay otros pabellones que sirven para el séquito. Las tiendas son
hechas de esta manera: en medio tienen tres columnas de madera olorosa,
muy bien labrada; exteriormente están cubiertas con pieles leonadas,
blancas, rojas y negras, también trabajadas, que ni el viento ni la lluvia
las puede dañar. En el interior las paredes van recubiertas de armiño y de
cebellinas, que son las dos pieles más preciadas que existen, pues la piel
de cebellina que se necesita para hacer un traje de hombre costaría 2.000
bizancios si es de la mejor y 1.000 si es de calidad inferior. Y el
tártaro la llama la reina de las pieles. De estas dos clases de pieles
están recubiertas las dos grandes cámaras del Gran Khan, cosidas con tal
destreza que encanta el verlas, y la alhanía donde duerme el señor es
también por fuera de piel de león y por dentro de cebellinas y de armiño.
Los cordones que ligan las cañas del pabellón son trenzados en seda y
burato y de tan primorosa labor que ni un rey podría pagarse este lujo.
Rodean a estos pabellones otros semejantes, y las amigas del Gran
Khan tienen los suyos, así como los gerifaltes que se hallan custodiados
en otros más lejos. Este campamento está lleno de gente; es toda una
población de astrólogos, médicos, halconeros y otros oficiales la que
compone el séquito del Gran Khan. Y la estancia del señor en esos parajes
dura hasta la primavera, que cae por nuestra Pascua de Resurrección. Y
pasa el tiempo en estas delicias cazando en los lagos y en tierra,
apresando grullas, cisnes y otros mil pájaros.
Ningún mercader, ni artesano, ni villano puede tener ni perros de
caza, ni halcones, ni pájaros, ni dedicarse a la cetrería a 20 leguas a la
redonda de donde mora el señor. Sólo en otras provincias remotas pueden
cazar y adiestrar pájaros a voluntad.
Y hasta donde alcanzan sus feudos no hay rey, ni duque, ni barón que
se atreva a cazar liebres, ni reses, ni venado en tiempo de veda. Y el que
contraviniere a este edicto se arrepentiría en verdad, porque así lo ha
dispuesto el gran señor. Y es tal la obediencia y el acato a su soberana
voluntad, que liebres, gamos y otros animales vienen pacíficamente hasta
entre los hombres, que les pueden acariciar, pero se guardarían muy bien
de hacerles ningún daño.
Y hasta Pascua de Resurrección queda el gran señor disfrutando de
esos pagos, para volver a su ciudad de Cambaluc, con sus gentes y su
corte, por la misma ruta que había emprendido al venir.
- XCV -
Más relatos sobre la corte del Gran Khan
Al volver a su muy amada villa de Cambaluc se instala en el palacio
mayor y celebra tres días de fiesta con su corte y sus mujeres.
Y pasados los tres días se recoge en la ciudad alta, que, como os
dije, hízose construir, llamada Ciandu, o sea el palacio de mimbres
rodeado por la gran pradera. Allí pasa el estío, porque es una región
fresca preservada de la canícula. Allí queda desde el primero hasta el
veintiocho de agosto, día en que hace desparramar la leche de sus yeguas
blancas, como os conté más arriba en mi narración. Vuelve luego durante
seis meses a la ciudad de Cambaluc para celebrar en ella su aniversario en
el mes de septiembre, y permanece allí octubre, noviembre, diciembre,
enero y febrero, que es el mes en que cae la fiesta blanca. Desde el
primero de marzo a mitad de mayo va a orilla del Océano, como os tengo
contado; luego vuelve durante tres días a su capital, celebrando fiestas,
saraos y entretenimientos con sus mujeres, y son días de júbilo y de
alegría para toda la corte, pues maravilla el ver con la solemnidad con
que celebran estos tres días.
- XCVI -
De la ciudad de Cambaluc, de su grandeza y su numerosa población
Hay una multitud de casas entre el centro, la villa y los arrabales
de esta ciudad; hay tantos arrabales como puertas, y en éstos vive tanta
gente como en la ciudad. En ellos se hospedan los mercaderes que vienen a
sus negocios, y acuden en gran número a causa del Gran Khan, que hace que
la ciudad sea un espléndido mercado.
Los palacios en los arrabales y en la ciudad son también muy
hermosos, pero no llegan al del Gran Khan.
En la ciudad no se entierra a ningún hombre. Y a los idólatras los
van a incinerar más allá de los arrabales; allí también dan enterramiento
a los demás muertos.
En el recinto de la ciudad no puede vivir ninguna pecadora o mujer de
malas costumbres; son las damas del gran mundo quienes sirven a los
hombres por dinero, y aun éstas viven en los arrabales. Eso sí, allí las
hallaréis en gran número: hay 20.000 cortesanas que mercan sus favores. Y
son muy necesarias por el tráfico inmenso de la ciudad. Podréis daros
cuenta de la cantidad de gente que reside en Cambaluc y pasa por ella, por
el número crecido de sus meretrices.
En Cambaluc se mercan los objellos más raros yde más valor.
Primeramente, de las Indias vienen cargamentos de alhaites, piedras
preciosas, perlas finas, joyas y preseas; son traídas a esta ciudad.
De la provincia de Catai y de los demás reinos afluyen todas las
mercaderías. Naturalmente que esto sucede por la gran cantidad de
compradores y de gente allí reunida en la corte del Gran Khan, por los
huéspedes ilustres, las damas, sus barones y dignatarios y por lo que
compra el gran señor.
Cada día entran más de 1.000 carretas de sederías o de ingredientes
para fabricarlas, porque en Cambaluc se teje el paño de oro, las bayetas
de seda, los grodetures y tafetanes. En los alrededores de la ciudad hay
otras pequeñas villas que viven todas de lo que compra la capital.
Y ahora os hablaré de la «Ceca» y de la moneda que se acuña en esta
misma ciudad y veréis las riquezas del gran señor y cómo puede gastar
cuanto se le ocurra y más de lo que os dije.
- XCVII -
De cómo el gran señor acuña moneda
También es Cambaluc la Ceca del gran señor. Arreglolo de tal manera
que el Gran Khan posee el secreto del alquimista más avisado. Hace acuñar
monedas del modo siguiente: toman la corteza de los árboles (moreras por
lo general, de las que el gusano de seda devora la copa), y de la membrana
que hay entre la corteza y el tronco suelen hacer una pasta como la del
papiro, de color muy moreno, casi negro. A estos papeles o tarjetas las
hace cortar de varios tamaños, por lo general como tarjetas largas y
estrechas. Una pequeña, a la cual le da el valor de la mitad de un sueldo;
otra mayor, que vale un sueldo; otra de medio ducado de Venecia, y otra de
dos ducados, y otra de cinco, y otra de diez. Otra hay que vale un
bizancio, y otra de tres bizancios, y así hasta diez bizancios. Todos
estos papeles o tarjetas son sellados con el signo del Gran Khan. Hace
fabricar tal número de ellos, que puede comprar fácilmente todos los
tesoros de la tierra. Y una vez estampillados, los hace repartir por todas
las provincias, reinos y señoríos y paga con ellos todas sus cuentas.
Nadie puede desechar esta moneda, so pena de muerte. Y todos los
mercaderes toman esos papeles en pago de sus mercancías y con ellos se
pagan las perlas, las joyas, el oro y la plata. Y el papel que vale diez
bizancios no pesa ni uno. Y mientras varías veces al año llegan los
mercaderes con perlas, piedras finas, oro y plata, el gran señor llama a
12 sabios que son los elegidos para estas cosas y son muy duchos en la
materia, les manda que examinen las cosas que traen los mercaderes y que
las justiprecien y les paguen lo que valen. Y estos 12 barones les pagan
el precio en esa moneda de papel.
Los comerciantes lo aceptan con gran placer, porque con ellas pueden
a su vez comprar cuanto quieran. Y así el Gran Khan hace pagar con esas
tarjetas mercancías que valen sus 400.000 bizancios.
Y una vez al año se publica un bando diciendo que todos los que
posean oro, piedras y plata lo lleven a la Ceca y le serán trocados por
ese papel moneda. De esta manera el gran señor acumula tesoros
incalculables de plata, oro y piedras finas.
Cuando estos papeles se rompen, o ensucian, o deterioran, se los
llevan a la Ceca, donde los cambian por nuevos con una disminución del 3
por 100. Y cuando un hombre quiere adquirir un cinturón de oro, una
vajilla de plata o joyas y preseas se va a la Ceca del Gran Khan y le
lleva los papeles en pago del oro y plata que compra al barón que dirige
la Ceca.
Y ya veis cómo el gran señor puede tener, y tiene, los mayores
tesoros del mundo.
Os he contado de las cosas referentes a la moneda, y ahora os contaré
de la nobleza y señorío.
- XCVIII -
De los 12 barones que asisten en sus actos al Gran Khan
El gran señor escogió a 12 hombres de los más principales de su reino
entendidos en todos los negocios que conciernen las 33 provincias. Os diré
su ordenamiento y facultades.
En primer lugar habéis de saber que los 12 barones viven en un
palacio espacioso, con inmensas salas, en la ciudad de Cambaluc; cada
provincia tiene un juez, un notario y un escribano, que viven en este
mismo palacio, pero cada cual en su departamento. Y este juez y escribano
deciden de todos los negocios que conciernen a las provincias de las que
son diputados, pero están a su vez sometidos al mando de los 12 barones.
Estos 12 barones son poderosos: ellos eligen a los señores y gobernadores
de las provincias. Les señalan según sus méritos al Gran Khan, que los
ratifica en sus cargos, dándoles una tableta de oro, tal como conviene a
su señorío. Y estos barones deben también reunir y formar las huestes para
la guerra, siempre con la venia del gran señor.
Al Consejo le llaman «Scieng», es decir, la Suprema Corte, y nadie
hay más poderoso que ellos, salvo el Gran Khan. El palacio en que viven se
llama también «Scieng», y ésta es la mayor dignidad que hay en la corte
del gran señor, pues tienen derecho de hacer cuanto les place. No os
hablaré del gobierno de las provincias, porque lo dejo para más adelante
con más pormenores. Y dejemos esto para contaros cómo el Gran Khan envía a
sus estafetas y de qué modo aparejan sus caballos.
- XCIX -
De cómo desde la ciudad de Cambalue se va por diferentes vías a las
provincias
De la ciudad de Cambaluc, parten varias carreteras, que van por
determinadas provincias, y cada una se llama con el nombre de provincia
adonde lleva. Y es cosa hecha con muy buen juicio y muy bien ordenada.
Cuando un correo parte de Cambaluc y ha recorrido 25 millas, encuentra un
puesto llamado «iant» en su lengua, y en la nuestra posta. Y en cada posta
encuentra un palacio muy grande, en donde los embajadores y emisarios del
Gran Khan pueden alojarse. En estas ventas tienen camas con colchas de
seda y demasquinos y todo lo que conviene para hospedar a personas de
importancia. Y si un rey bajara en ellas quedaría satisfecho. Cada posta
cuenta con 400 caballos de repuesto, según lo ha establecido el gran
señor, siempre prontos a continuar la ruta. A cada 25 o 30 millas hay las
tales postas (en las carreteras principales se entiende). Y esto en todo
el Imperio del Gran Khan.
Hasta en parajes, alejados, donde escasea el poblado y no hay
hospedería ni albergues, ha dispuesto el Gran Khan que haya estas postas,
con sus casas cómodas y caballerías y arneses.
Así es que los embajadores, heraldos y estafetas del Gran Khan
encuentran en todas partes donde cobijarse y caballos de repuesto.
Esto no hay emperador, ni rey, ni ningún otro hombre que lo disfrute
con tanta largueza.
De modo que hay más de 200.000 caballos dedicados a las postas para
los correos y estafetas, y más de 10.000 palacios amueblados a este
objeto.
Hay en las pequeñas aldeas, de tres en tres millas, un hombre con un
relevo. Lleva una gran cintura llena de monedas o colgantes de hierro,
para que suenen de lejos cuando galopa. Éstos van como el viento, pero
nunca más allá de tres millas, y el que le oye venir se apronta a
relevarle. Se entregan de uno a otro por medio del escriba, que tiene
obligación de reseñarlo, una pequeña tarjeta, y por medio de estas
estafetas tiene el Gran Khan las nuevas de diez jornadas de distancia en
un día y una noche (pues no emplean más estos hombres en hacer el
recorrido de cinco jornadas). Y en dos días y dos noches llegan las
noticias de veinte jornadas, y en diez días y sus noches las que vienen de
cien días de distancia. De modo que estos hombres rinden en un día el
fruto de diez jornadas. Éstos están exentos de toda alcabala, y el Gran
Khan les remunera con largueza.
Y para los caballos que esperan el relevo se arregla el gran señor
del modo siguiente, y pregunta: «¿Cuál es la ciudad más próxima a la
posta?» Averigua con qué cantidad de caballos puede contar como tributo en
esa ciudad, y así provee la posta. De modo que no le cuesta nada al gran
señor, a menos de que no se trate de lugares apartados y distantes en los
cuales esté obligado a proveer las postas con sus propios caballos.
Cuando es menester que un heraldo llegue pronto para traer la noticia
de la rebelión de una provincia, corren 200 millas en un día y hasta 250.
Cuando quieren correr la posta tan rápidamente y hacer tantas millas en un
día, les entregan la tabla del gerifalte con la expresa nota que tienen
algo importante que comunicar y es menester lleguen como el rayo. Si son
dos, se ponen en camino con dos buenos caballos fuertes y resistentes. Se
vendan el vientre y atan la cabeza y corren hasta llegar al puesto o a la
posta de 25 millas, y allí encuentran el relevo de caballos frescos y
aparejados. Montan en la silla y continúan a todo correr hasta la posta
siguiente, en donde encuentran otro relevo pronto, y así hasta la noche. Y
de este modo estas estafetas hacen 250 millas para traer las noticias al
gran señor.
Dejemos esto de las postas, que os hemos relatado minuciosamente, y
os contaré una gracia que el gran señor concede dos veces al año.
- C -
De cómo el Gran Khan ayuda a sus súbditos cuando tienen malas cosechas o
pierden el ganado
Tiene el Gran Khan por costumbre mandar emisarios para enterarse del
estado de las cosechas en sus provincias, y si han sido perjudicados los
labradores por el granizo, pedrisco u otra calamidad, y si hay gente que
ha sufrido de estos males les perdona por ese año el pagar el tributo, les
hace dar grano para la siembra, para que coman, y esto por bondad de
corazón. Esto en el estío; en invierno hace la misma cosa para el ganado.
Si un hombre ha perdido sus animales o sus bestias por una epidemia o por
accidente, les hace dar el suyo propio y les perdona el pecho por este
año.
- CI -
De como el Gran Khan hace plantar árboles en los caminos
Ha ordenado que por las carreteras por donde pasa la posta, los
mercaderes y los peregrinos, se planten árboles, de dos en dos, a los
lados del camino. Estos árboles son tan grandes, que se ven de lejos. Y
esto para que nadie pierda de vista la carretera y no se aparte de ella. Y
los encontraréis en regiones desiertas, muy útiles para los viandantes,
que no pierden el camino, y los hay en todas las provincias y en todos los
reinos.
- CII -
Del vino que beben en Catai
Los habitantes de Catai beben un vino que preparan del modo
siguiente: Hacen una bebida con arroz fermentado y otras especias, y lo
elaboran de tal manera que es mejor que cualquier otro vino, porque es muy
ardiente.
Y ahora os contaré de unas extrañas piedras, que ellos logran quemar
como la madera.
- CIII -
De una especie de piedra que arde como la madera
Hay en toda la provincia de Catai una clase de piedras negras, que
sacan de la montaña, como los minerales, y queman como si fueran zoquetes
de madera. Es decir, que el f uego es más intenso y resistente que el de
la madera, y si las encendéis por la noche y prenden bien, os durará la
candela hasta la mañana siguiente. Y en toda la provincia de Catai queman
de esas piedras. No faltan, sin embargo, bosques para quemar madera; pero
esas piedras cuestan menos y duran más.
También os contaré de cómo el Gran Khan se ocupa de que el trigo se
abarate.
- CIV -
De cómo el Gran Khan hace almacenar trigo para proveer a su gente en
tiempo de calamidades
Cuando llega un buen año y cosecha abundante, y el gran señor ve que
hay mucho en el mercado, hace recoger una buena cantidad y llenar bien los
graneros y arreglarlos de modo que puedan durar tres o cuatro años. Con
esto quiero decir que hace almacenar toda clase de cereales: trigo,
cebada, alpiste, arroz y demás, y de todo esto recogen en gran cantidad.
Cuando el trigo llega a faltar o sube mucho de precio, saca él de sus
graneros, y si la fanega cuesta un bizancio, hace distribuir cuatro
fanegas a cada hombre. Y así todos tienen trigo en abundancia. De este
modo, el gran señor provee para que en tiempo de hambre sus súbditos no
padezcan. Y lo mismo ordena que se haga en sus tierras y señoríos.
- CV -
De cómo el Gran Khan hace la caridad a los pobres de su Imperio
Y os contaré cómo hace la caridad a los pobres en la ciudad de
Cambaluc. Se preocupa de las familias pobres de seis, de ocho y de diez
miembros, y si no tienen que comer les hace dar trigo y toda clase de
vituallas. También los que van por pan a la corte o a palacio nunca
vuelven con las manos vacías, y eso que van más de 30.000 personas diarias
durante todo el año. Y es gran bondad del señor hacia su pueblo, que así
le quiere y le venera como a un dios.
De Cambaluc iremos a Catai, a ver las grandes cosas que contiene.
- CVI -
De la provincia de Catai y del río Pulisanghin
Sabed que micer Marcos en persona fue enviado como embajador por el
Gran Khan hacia Poniente, y se ausentó de Cambaluc y viajó por espacio de
cuatro meses. Os referiré lo que vio a la idea y al retorno.
Partiendo de la ciudad de Cambaluc, a 10 millas, hay un río llamado
Pulisanghin, que desemboca en el Océano, y sobre el cual transportan
muchas mercaderías.
Mide 300 pasos de largo por ocho de ancho. En este río hay un hermoso
puente de piedra de 24 arcos y 24 pilastras de mármol gris, magníficamente
entrelazadas. A cada lado del puente hay una columnata de mármol, que
corre a lo largo del pretil; cada columna tiene por base la figura de un
león y está rematada en su cúspide por otro león grande y bien labrado; a
un paso y medio de esta columna hay otro semejante, con los leones por
base y remate, y de una columna a otra hay un parapeto de mármol gris,
para que los hombres no caigan al agua. Y así, una tras otra, hasta el
cabo del puente,que es de una bella construcción.
- CVII -
De la gran ciudad de Giongiu
A 30 millas hacia Poniente de este puente se encuentran habitaciones
lujosas y viñedos y campos y una gran ciudad llamada Giongiu. En ella hay
varias abadías idólatras. Viven del comercio y la industria. Tejen en ella
el paño de oro y los brochados de seda; hacen magníficos cendales y hay
muchas hospederías para los viajeros.
Al salir de la ciudad y a una milla de ella hay dos caminos, uno
hacia Poniente y otro hacia Occidente; el de Poniente llega hasta Catai, y
el de Occidente a la provincia de Catai, siempre cuajadas de ciudades,
castillos, fábricas, alhóndigas y grandes zocos, campos, viñedos y muchos
monumentos.
Os contaremos del reino llamado de Taianfu.
- CVIII -
En donde se habla del reino de Taianfu
Al salir de Giongiu, después de diez jornadas de marcha, se halla el
reino de Taianfu. La capital tiene también el mismo nombre; es grande y
bella; en ella hay mucho tráfico y mucho arte. En esta ciudad fabrican
arneses, necesarios al ejército del gran señor. Hay viñedos y vino
excelente, y la misma ciudad es la que surte a la provincia. Hay criaderos
de gusanos de seda y mucha industria en buratos y sedas.
De Taianfu se cabalgan siete jornadas a Poniente, en una rica región
con villas, castillos, fábricas y almacenes. Hay un continuo vaivén de
mercaderes, y al cabo de siete jornadas se encuentra una ciudad llamada
Pianfu, también muy comercial. En ella fabrican sedas en cantidad. Y ahora
hablaremos de otra gran ciudad, llamada Cacianfu; pero ante todo
mencionaremos un magnífico castillo llamado Caiciu.
- CIX -
En donde trata de un castillo llamado Caiciu
A dos jornadas a Poniente de Pianfu hay un bello castillo, llamado
Caiciu, que hizo construir antaño un rey llamado Dor. En este castillo hay
un gran palacio, que en una de sus amplias salas contiene una colección de
retratos y pinturas de todos los reyes que reinaron antiguamente en esta
provincia y han ido dejándolos a su paso. Del rey Dor os contaré una
historia interesante que pasé entre él y el Preste Juan, y que narran las
gentes del lugar. Es verdad que este rey Dor era enemigo del Preste Juan,
pero estaba tan bien fortificado en su castillo que aquél no podía hacerle
daño alguno, por lo cual se sentía muy molesto y furioso. Siete criados
del Preste Juan le retaron y le dijeron que le traerían vivo al rey Dor.
El Preste Juan les contestó que si esto hacían no les había de pesar y
sabría recompensarlos, así que decidieron hacer lo siguiente: se fueron en
compañía de sus escuderos y le dijeron al rey Dor que venían del
extranjero para servirle. El rey les acogió gozoso y les contestó que eran
los bienvenidos.
De esta manera los siete criados empezaron a servirle. Dos años
quedaron a su servicio, y el rey les tomó gran apego y se fiaba de ellos
como de sus propios hijos. Y escuchad lo que hicieron estos malvados (¡que
nadie puede librarse de los hombres desleales!) Cuando vieron que el rey
estaba indefenso, dieron por llegado el momento de ejecutar su proyecto.
Dijéronle al pronto al rey que tendría que seguirles y que si no le
matarían. El rey, extrañadísimo, exclamó: «¡Cómo, amados hijos! ¿Adónde
queréis que vaya?»«Vendrás -dijeron- con nosotros hasta nuestro señor el
Preste Juan.»
- CX -
De cómo el Preste Juan hizo apresar al rey Dor
Cuando esto oyó entró en gran aflicción: «¡Tened piedad de mí! ¿Cómo
es posible que habiéndoos colmado de honores en mi palacio queráis
librarme en manos de mi enemigo? ¡Si esto hacéis, seréis unos villanos y
malandrines!» Éstos dijeron que así debía ser. Y le llevaron ante el
Preste Juan. Y al verle el Preste Juan, gozábase en su venganza. Mandó que
le encerraran en un calabozo y que le guardaran las fieras, para
significarle su desprecio y que le consideraba tan vil como a ellas. Así
le tuvo dos años, y al cabo de ellos le hizo venir a su presencia y le
dijo: «Ya ves que no eres de talla como para hacerme la guerra y no puedes
medirte conmigo.» Así lo reconoció humildemente el rey Dor. Entonces el
Preste Juan, al verle tan bueno y mansueto, le dio ricos caballos y
arneses, le vistió de brocado de oro y, haciéndole acompañar por brillante
escolta, le devolvió a su reinado, y desde ese tiempo fue su amigo y
aliado.
- CXI -
En donde se habla del gran río de Caramoran
A 20 millas hacia Poniente se encuentra un río llamado Caramoran, que
es tan grande que desemboca en el Océano. A sus orillas hay grandes
poblaciones y mucho tráfico. En sus riberas crece el jengibre y el
cinamomo. Hay tanta multitud de pájaros, que por tres faisanes se da un
sueldo, es decir, un aspro, que vale un poco más.
A dos jornadas del río se encuentra la noble ciudad de Cacianfu. Los
naturales son idólatras, y los de la provincia de Catai lo son igualmente.
Es una ciudad industriosa y comercial; hay gran mercado de sedas. Tejen en
ella brocados de oro y de seda de todas clases, y de allí vamos a la
cabeza del reino, llamada Quengianfu.
- CXII -
De la gran ciudad de Quengianfu
Y cuando se deja la ciudad de Cacianfu se cabalgan ocho jornadas
hacia Poniente, encontrando siempre amenas praderas, poblaciones,
ciudades, aldeas y castillos, jardines y campos fertilísimos, y se llega a
la ciudad de Quengianfu. Toda la comarca está llena de moreras, en las
cuales anidan los gusanos de seda; los habitantes son idólatras. Hay
abundancia de pájaros y toda suerte de bichos. Es gran ciudad comercial e
industrial. Quengianfu fue capital poderosa del reino y tuvo muchos reyes
buenos y justos, y hoy la rige un hijo del gran señor, llamado Mangalai;
su padre le confió este reino y le hizo coronar aquí; es muy amado de sus
súbditos. Los huéspedes que moran en torno a su palacio tienen gran solaz
de venación. En el arrabal en donde está este palacio hay una llanura
rodeada de lagos, ríos y riachuelos; por él corren numerosas fuentes. Hay
una muralla robusta, que rodea la ciudad, y tan hermosa que no puede
dibujarse mejor. Las estancias son amplias y pintadas, con friso de oro
repujado. El rey Mangalai es justo y ecuánime y muy querido de sus
súbditos; la guardia vive en los alrededores de palacio y se alimenta de
la caza, que tiene a su albedrío.
Nos internaremos en la montaña para contaros una provincia muy
pintoresca, entre riscos, que se llama Cuncun.
- CXIII -
De los confines de Catai y Mangi
Dejando Mangalai, se marchan tres días hacia Poniente por una hermosa
llanura cubierta de ciudades, villas, castillos y aldeas, ricas en sedas y
abundante en frutas. Al cabo de las tres jornadas se llega a un país de
altas montañas, y valles muy hondos, que es la provincia de Cuncun. Entre
los riscos y peñascales hay aldeas y fortalezas. La gente es idólatra y
vive de la caza y de la agricultura. En los bosques hay muchas fieras:
leones, osos, lobos, gamos, ciervos, de modo que la gente que los caza
vende sus pieles y saca gran provecho de ellas. Cabalgando veinte jornadas
entre riscos no se deja, sin embargo, de encontrar castillos y poblados, y
en ellos muy buenas hospederías para el viandante, en donde puede
descansar y solazarse. Y vamos a otra provincia.
- CXIV -
De la provincia de Acbaluc Mangi
Después de veinte jornadas entre las montañas de Cuncun se llega a la
provincia de Acbaluc Mangi, que abarca una inmensa llanura. También esta
zona está muy poblada. Los indígenas son idólatras. Viven del comercio y
de la industria, y crece una tal cantidad de jengibre, que abastece a toda
la provincia de Catai, que saca de esta planta mucho provecho. Es un
mercado rico en trigo, arroz y toda clase de cereales. La capital se llama
igualmente Acbaluc Mangi, lo que significa ciudad blanca. Esta provincia
es hermosísima y rica en bosques y valles, y durante veinte jornadas
siempre es el paisaje rico y poblado. Aquí también hay osos, leones,
ciervos y gamos, y el animal del que se saca el almizcle.
Sigamos por orden y llegaremos a la ciudad de Sindufu.
- CXV -
De la gran provincia de Sindufu
Después de veinte jornadas hacia Poniente, en el confín de Mangi,
está la provincia llamada de Sindufu. La capital se llama también Sindufu,
y tiene grandes y poderosos reyes. Tiene 20 millas de circunvolución; está
dividida de la siguiente manera: el rey dejó a su muerte tres hijos, y
entonces la ciudad se dividió en tres partes; cada cual tiene un muro de
defensa, separando la que toca a cada cual; pero estos muros, a su vez,
están dentro de la muralla de la ciudad. El rey, que era muy rico y
poderoso, dejó grandes tesoros para sus tres hijos. Pero el Gran Khan
conquistó este reino y destronó a los tres reyes.
La ciudad está dividida por un río que lleva aguas dulces y tiene
muchos peces; es ancho media milla y muy profundo; llega al Océano, que
está a ochenta o cien jornadas de distancia, y se llama Quiansui. A
orillas de este río hay numerosas villas, ciudades y castillos. Navegan en
él muchos bajeles y hermosas naves. Parece un mar más que un río, por su
anchura. Os describiré el puente que está encima de él.
El puente, enteramente de piedra, tiene ocho pasos de ancho y una
media milla de largo; en su pretil hay columnas de mármol, que sostienen
el techo del puente, pues es cubierto, y el techo, de madera, está pintado
de mil colores y adornos; en el interior, a lo largo, hay pabellones
ocupados por mercaderes y artesanos. Estos pabellones se desarman por la
noche y se arman de día con vigas dispuestas para ello, y los hombres que
mercan en él pechan al gran señor por lo que venden, que le rinde bien
1.000 bizancios de oro. Los indígenas son idólatras.
De esta ciudad se cabalgan cinco jornadas por llanos y valles no
perdiendo nunca la traza de castillos y villas. Los hombres se dedican a
cultivar la tierra. Son también industriales, porque trabajan los más
bellos cendales y otros paños. Hay fieras en cantidad, leones y leopardos.
De aquí a cinco jornadas se llega a una provincia desierta, llamada
Tíbet.
- CXVI -
De la provincia del Tíbet
Después de cinco jornadas se entra en una provincia muy devastada,
porque Mongut Khan la ha arrasado. Hay castillos y villas destruidos por
la guerra. Hay bambúes tan grandes y gordos, que tienen tres palmos de
circunferencia y 15 pasos de altura. De un nudo a otro miden tres palmos.
Los viajeros que pasan de noche por esta región arrancan las cañas de
estos bambúes y con ellas hacen fuego, pues cuando arden chisporrotean de
tal suerte y producen tanta humareda que los leones y osos huyen
despavoridos y no hay cuidado que se acerquen. Es tremendo el ruido que
producen al estallar en el fuego. Y os contaré algo curioso a este
propósito:
Cuando se cogen estas cañas verdes y se ponen en haces, prendiéndoles
fuego con unas astillas, en seguida empiezan a retorcerse y a crujir, de
tal suerle que se las oye hasta a 10 millas de distancia en el silencio de
la noche, y el que no está acostumbrado a oír esas detonaciones se queda
pasmado. Los caballos, que nunca oyeron tal ruido, huyen espantados,
rompen sus bridas y las cuerdas con que los amarran, así que es buena
precaución vendarles los ojos y atarles bien fuerte las patas para que no
puedan huir. Con estas fogatas es la manera más segura de escapar a las
fieras, que viven en abundancia en esos bosques. Hay que proveerse de
víveres para los veinte días porque no hay ni venta ni hospedería ni quien
dé de comer a las caballerías. Se encuentra por todo este camino a muchas
fieras dañinas y peligrosas, aun cerca de los poblados.
Os contaré cómo casan a las mujeres. Ningún hombre tomaría por esposa
a una virgen; dicen que no valen nada si no han conocido a otros hombres
antes de casarse. Y por esta razón se aplican las mujeres a perder pronto
su virginidad. Cuando pasan extranjeros por esta región y despliegan sus
tiendas de campaña para descansar y hacer un alto en el camino, las viejas
de los castillos y poblados bajan y traen a sus hijas hasta el campamento
y las entregan a los forasteros para que con ellas se acuesten, y ellos
las retienen y usan de ellas, pero no pueden llevárselas: antes de
separarse de ellas es conveniente den a la moza con la cual han dormido un
regalo o una prenda para que puedan demostrar, cuando quieran casarse, que
han tenido un amante. Por lo general les regalan piedras para collares. De
este modo, si una joven lleva colgadas de su cuello veinte señales, para
demostrar que ha tenido muchos amantes, es la que se llevará la palma y
será la que más pretendientes tenga. Y ellos dirán que es más agraciada
que las otras. Pero cuando ya han hecho de ella su mujer, la quieren
muchísimo, y malhaya al que tocare a la mujer de otro, de lo cual se
guardan mucho. Os he contado de esos singulares matrimonios. Las jóvenes
tienen de dieciséis a veinticuatro años.
La gente es idólatra y de mala entraña. Desconocen el bien, y para
ellos robar y cometer villanía es muy natural. Son los mayores ladrones
que existen. Aquí también abundan los «gudderis», del cual se saca el
almizcle. Estos malos hombres tienen buenos perros, que le apresan al
dremán, y con eso consiguen tener almizcle en grandes cantidades. No
tienen ni papel moneda ni oro, pero se lo procuran con esa sustancia
aromática. Se visten muy pobremente; de pieles de animales, por lo
general, y de bocoran. Tienen idioma propio. Este Tíbet es una provincia
muy extensa.
- CXVII -
En donde sigue la relación del Tíbet
Los indígenas son idólatras. La provincia limita con Mangi y otras, y
cuenta con ocho reinos, numerosísimos castillos y ciudades. Hay en varios
parajes ríos y montañas en que se encuentran pepitas de oro. Se recoge la
canela. Les gusta mucho los adornos de coral, que ponen al cuello de sus
mujeres y de sus ídolos y pagan muy caro. En esta provincia tejen el
camelote en cantidad y el paño de oro y brocado de seda. Aquí nacen los
más sabios astrólogos y adivinos, los más sutiles de todas las provincias
circunvecinas; hacen los más terribles sortilegios y, por arte diabólica,
hacen ver y oír cosas maravillosas. Tienen malas costumbres, crían grandes
mastines, muy recios para la lucha y para pelear con las fieras. Tienen
mucha clase de perros y buenos halcones, que vuelan bien y cazan mejor.
Dejaremos esta provincia, de la cual os hemos contado, a grandes
rasgos, sus particularidades, e iremos a la provincia de Gaindu.
Todo el Tíbet y demás provincias pertenecen al Gran Khan, y todas las
regiones descritas hasta ahora, menos las del principio del libro, que
pertenecen al hijo de Argón, como os llevo dicho.
- CXVIII -
De la provincia de Gaindu
Gaindu está hacia Poniente; no tiene más que un rey, vasallo del gran
señor. Son idólatras. Tienen un lago, en donde se encuentran hermosas
perlas; pero el Gran Khan tiene prohibido que las pesquen, porque así
sacarían cuantas podrían y se volverían vulgares y bajarían de precio. Así
que cuando el Gran Khan las quiere para él, las manda pescar, prohibiendo,
so pena capital, que las pesquen sin su consentimiento. Hay montañas de
turquesas, que son piedras muy bellas. Tampoco éstas las deja coger el
Gran Khan, más que cuando él lo manda.
En esa provincia no tienen a mal que un forastero los avergüence con
sus mujeres, hermanas o hijas, ni mujer que viva en la casa. Y se alegran
cuando un forastero se acuesta con ellas, pues dicen que sus ídolos y
dioses les dan por ello bienes en abundancia.
Y por eso son largos con sus mujeres con los extranjeros. Cuando un
hombre ve llegar a un forastero a su casa y pedir hospitalidad, se marcha
en seguida y ordena a la mujer hacer lo que le mande el forastero. Se
aleja de la casa y va a su viña o al campo, y no vuelve hasta que el
extranjero abandona la casa, y a menudo el peregrino vive en ella tres
días y se acuesta en el lecho de la mujer del villano. Y el que ocupa la
casa pone la señal para significar que se halla en ella, es decir, que
cuelga su sombrero en la puerta. Y el villano que ve la señal en la puerta
de su casa no vuelve hasta que en ella no queda el forastero.
Tienen oro en barras y lo pesan en «sazos», y vale según el peso. No
tienen ni monedas ni papel. Fabrican una pequeña moneda, que os
describiré: toman sal y la hacen cocer en un cacharro que puede contener
una libra más o menos, y 84 de estas medidas de sal valen un «sazo» de oro
fino, y es lo que emplean como moneda corriente.
Tienen dremanes, que producen el almizcle en cantidad. Buenos peces,
que pescan del lago en donde hay perlas. Hay toda clase de fieras y
pájaros de cetrería. No tienen vino de uva, pero hacen vino de trigo y
arroz con especias, y es vino excelente. En esta provincia nacen muchos
algarrobos. Hay un arbusto que es muy frondoso y tiene florecillas
blancas. Hay canela, jengibre, cinamomo y otras especias que no se ven por
nuestro continente, y por eso es inútil mencionar.
Dejemos esta región, de la cual hemos referido la fauna y flora, y
pasemos más adelante en la misma zona.
Dejando atrás a Gaindu se cabalgan cinco jornadas, encontrando al
paso castillos y alquerías. Los naturales son tan raros en sus costumbres
como lo son los que os he contado ya. Tienen caza en abundancia. Después
de diez jornadas se encuentra un río, Brius, que marca el limite de la
provincia de Gaindu; éste lleva en sus aguas muchas pepitas de oro. Hay
canela en abundancia. El río desemboca en el Océano.
Dejemos este río, que no tiene nada de notable, y vamos a otra
provincia, llamada Caragian.
- CXIX -
De la gran provincia de Caragian
Cuando pasamos este río nos internamos en la provincia de Caragian,
que es tan extensa que comprende seis reinos. Está hacia Poniente. Sus
habitantes son idólatras y pertenecen al Gran Khan. El rey es hijo suyo y
se llama Esentemur, gran rey, rico y poderoso; es hombre sabio, prudente y
discreto y administra bien la justicia. Hacia Poniente, separándose del
río cinco jornadas, hay ciudades y castillos, en donde se crían magníficos
caballos. Viven del pastoreo y de los frutos de la tierra. Tiene lengua
propia, dificilísima de entender. Al cabo de cinco jornadas se encuentra
la capital, llamada Iaci. Hay mercaderes e industriales en ella.
Mahometanos idólatras y cristianos nestorianos. Muchos arrozales; el pan
de trigo es malo en esta provincia; pero comen mucho arroz y hacen un vino
muy bueno con especias. Un vino claro y capaz de emborrachar a un hombre,
como nuestro vino.
La moneda que emplean es la siguiente: Toman conchas marinas,
pequeñas como porcelanas, que también cuelgan en los collares de los
perros, y éstas valen: 80 conchas, un «sazo» de plata, que son dos cequies
venecianos gordos y ocho «sazos» de plata fina valen un «sazo» de oro
fino.
Tienen salinas, de las que sacan la sal, y todos viven de estas
salinas. También el rey saca gran provecho de esta sal.
No les importa nada que usen de sus mujeres con tal de que éstas
consientan en ello.
E iremos al reino de Caragian, pero antes os contaré una cosa que
había diferido hasta ahora: hay un lago de cerca de 100 millas de
circunferencia que tiene una gran cantidad de pescados riquísimos. Son de
grandes tamaños y de todas clases. Los indígenas comen carne cruda, de
pollos, de carneros y de búfalo. Los pobres van a la carnicería, cogen el
hígado crudo tal como cuelga del animal, lo cortan en trocitos,
comiéndolos con una salsa de ajo. Y así comen las demás carnes. Y los
nobles también comen carne cruda, pero la hacen picar y preparar con salsa
de ajos y especias y la devoran con fruición, como nosotros la carne
cocida.
- CXX -
En donde se sigue la descripción de la provincia de Caragian
Dejando la ciudad de Iaci y yendo diez jornadas a Poniente se
encuentra la provincia de Caragian y su capital del mismo nombre. Son
idólatras y pertenecen al Gran Khan. El rey es Cogacin, hijo del gran
señor. En esta provincia hay pepitas de oro en el río y en un lago; pero
en las montañas lo hay en más grandes cantidades todavía. Tienen tanto
oro, que dan un «sazo» de oro por seis de plata. También aquí se emplean
las monedas de porcelana de que os hablo, pero las traen de la India.
En esta provincia hay grandes culebras y serpientes, tan enormes que
causan terror. Son horribles, de 10 pasos de largo y gordas como un haz de
trigo; tienen dos piernas delanteras cerca de la cabeza, pero sin piesy
sólo con una una como las del león o del halcón. La cabeza enorme y los
ojos como un pan. La boca tan amplia, que se tragarían a un hombre entero
de una vez. Los dientes, grandísimos. Son tan desmesuradamente largas, que
no hay hombre ni animal que no les cause pavor. Las hay más pequeñas: de
ocho, seis y cinco pies.
La manera de cazarlas es la siguiente. Habéis de saber que de día
permanecen ocultas en la tierra por causa del gran calor; por la noche
salen a buscar su pitanza y devoran a todos los animales que se les ponen
por delante.
Van a beber al río, a los lagos y a las fuentes. Es tan gorda esta
serpiente, que cuando viene arrastrándose por la arena, para comer o beber
en la noche, marca un surco en los arenales como si hubiera pasado una
barrica llena de vino. Y los cazadores que las cogen ponen trampas allá
donde ven sus huellas. Clavan en el suelo un palo de madera muy fuerte y
gordo, en el cual hay clavado un cuchillo de acero a modo de navaja o un
hierro de pica; todo esto lo cubren de arena para que la culebra no lo
vea. Y de éstos ponen varios. Cuando llega el pitón y se engancha en el
hierro pega tan terribles golpes, que el acero le entra en el pecho y le
desgarra hasta el vientre, de manera que muere en seguida.
Una vez apresada, le quitan la hiel del vientre y la venden muy cara,
pues sabed que de ella componen una gran medicina. Si un hombre ha sido
mordido por un perro rabioso, le dan de beber de esta poción por valor de
un pequeño dinero, y con esto basta para salvarle. Cuando una mujer tiene
un parto difícil y grita muy fuerte, le dan un poco de esta hiel y en
seguida sale de cuidado. La tercera virtud de esta hiel es que si se
aplica en una llaga en dos días está cicatrizada. Y por eso este remedio
tiene gran precio en esta provincia. También la carne de la serpiente es
muy apreciada; se vende muy cara y la comen con fruición, encontrándola
exquisita.
Y estos animales van a la guarida de los leones, osos y otras fieras
cuando tienen cría y se tragan a grandes y pequeños y lo que pueden
alcanzar. En esta provincia nacen caballos grandes y fuertes de los que
llevan a vender a la India. Les cortan dos o tres vértebras de la cola
para que con ella no puedan azotar al jinete y no la puedan agitar cuando
galopan, lo que ellos consideran una cosa muy fea. Esta gente monta a la
franca.
Tienen armas forradas de piel de búfalo, lanzas y escudos y albardas,
y todos llevan flechas. Y os diré una patraña que ejecutaban antes de que
el Gran Khan les conquistara: cuando sucedía que un gentilhombre bien
parecido pedía hospitalidad en la casa de uno de esta provincia, lo
mataban durante la noche, no para robarle, sino porque pretendían que su
sombra, gracia e inteligencia, así como sus armas, quedaban en la casa. Y
así mataron a muchos antes de que el Gran Khan les conquistara. Eso pasaba
hace treinta y cinco años más o menos, pero ya no lo hacen porque temen su
justicia.
- CXXI -
En donde se habla de la gran provincia de Cardandan
A cinco jornadas de Caragian, hacia Poniente, se encuentra la
provincia de Cardandan, en donde la gente es idólatra y pertenece al Gran
Khan. La capital de esta provincia se llama Vocian. Toda la gente tiene
dientes de oro, es decir que se los cubren con oro. Tienen una especie de
moldes de oro con los cuales se cubren la dentadura superior e inferior.
Esto hacen los hombres, pero no las mujeres. Los hombres son todos nobles
y no se ocupan más que de caza y de cetrería. Las mujeres lo hacen todo, y
sólo las ayudan los esclavos. Cuando las damas tienen un hijo varón lo
lavan y lo envuelven en un pañal, y el marido se acuesta en la cama con el
niño y se queda en ella durante cuarenta días, no levantándose más que
para las precisas necesidades. Y amigos y parientes le vienen a ver y le
hacen fiesta y solaz, y esto lo hacen porque dicen que sus mujeres han
pasado fatigas llevando el niño en su vientre y no quieren que sufran
cuarenta días. Pero la mujer, en cuanto ha parido, se levanta, hace todos
los menesteres de la casa y sirve a su varón en la cama.
Comen carne cruda y cocida y arroz cocido con la carne y otros
condimentos. Beben el vino de arroz y especias. Sus monedas son el oro y
las conchas. Dan un «sazo» de oro por cinco de plata; porque tienen los
plateros a cinco meses de distancia, por eso los mercaderes traen la plata
en abundancia, pues que ellos la truecan por oro y con eso sacan ventaja.
Éstos no tienen ni ídolos ni iglesias, pero rezan a los antepasados,
diciendo que de éstos descendemos. No tienen alfabeto y no saben escribir,
y esto no es maravilla, porque están muy desviados y apartados del resto
del mundo, entre grandes selvas y montañas que no pueden franquear, porque
el aire es tan malsano que morirían.
Cuando tienen un negocio entre ellos, toman un pedazo de madera, o
cuadrado o redondo, y le parten por en medio y cada cual se guarda un
trozo. Llegado el día del pago, el que tiene que entregar el dinero se
hace dar la otra mitad del disco o del trozo de madera a cambio de
satisfacer la cantidad estipulada.
En estas provincias de Caragian, Vocian e Iaci no tienen médico.
Cuando alguien cae enfermo llaman a los magos y adivinos que guardan a los
ídolos. Cuando llegan éstos, el enfermo le dice su padecimiento. Entonces
los magos tocan instrumentos y bailan y cantan hasta que uno de ellos cae
al suelo, echa espuma por la boca y queda como muerto. Entonces está en el
poder del diablo. Cuando los otros magos ven que uno de ellos ha caído en
la forma que habéis oído, le preguntan cuál es la enfermedad que padece el
enfermo, y éste contesta: «El espírítu tal lo ha tocado, porque no le ha
hecho ningún caso.» Y los magos contestan a coro: «Te rogamos que le
perdonen y tomen para sanar su sangre las cosas que se te antojen en su
alrededor.» Luego pronuncian muchas sentencias para que los espíritus que
habitan en el mago que está en éxtasis respodan si el enfermo ha de morir;
entonces el mago, con voz plañidera, dice: «Este enfermo ha hecho tantos
agravios a tal espíritu y es tan mal hombre, que no quiere perdonarle.» Y
si, en cambio, debe sanar, le dicen que si quiere volver a la salud tome
dos corderos o tres, haga diez brebajes buenos y raros, y añaden que los
corderos tengan la cabeza negra y que con ellos sacrifique a tal o cual
ídolo o a tal espíritu, y hagan gran fiesta a estos dioses, y les alaben y
canten sus loas.
Cuando los deudos y amigos han oído esta sentencia se apresuran a
hacer lo que les han dicho los magos. Matan los corderos, riegan con su
sangre el suelo en honor a tal o cual espíritu. Luego los aderezan y
convidan a los magos y a las mujeres que traían a los ídolos a cantar y a
bailar. Encienden las luces, preparan los brebajes, tañen los
instrumentos, hasta llegar al paroxismo. Llega un momento en que caen los
unos encima de otros como borrachos, y entonces preguntan si el enfermo
puede esperar en una salvación, y responden que aún no le ha sido
perdonado, que le queda esto y estotro por hacer, y cumplídolo, al fin le
declaran que sanará. Dicho esto vuelven a tocar la música y a empezar el
baile y las luminarias y el incienso; comen y beben hasta hartarse. Luego,
satisfechos, se retira cada uno a su casa, y cuando todo ha concluido, el
enfermo sana inmediatamente.
Dejemos estos magos y sus artimañas y prosigamos nuestro relato.
- CXXII -
De cómo el Gran Khan conquistó el reino de Mien y de Bengala
Omitimos involuntariamente contaros una gran batalla en el reino de
Vocian, que debe quedar escrita en este libro, y os narraremos cómo
acaeció el hecho y de qué manera:
En el año 1272 de la Encarnación de Cristo, envió el Gran Khan un
gran ejército al reino de Vocian y Caragian. Porque aún no había enviado a
sus hijos, como hizo en lo futuro, nombrando como rey de Sentemur al hijo
de su hijo difunto. Y sucedió que el rey de Mien y de Bengala, que era un
rey muy podereso en tierras y tesoros, no quería someterse al Gran Khan, y
se portó tan mal, que el Gran Khan le quitó los dos reinos arriba
mencionados.
Cuando supo el rey de Bengala que el Khan estaba en Vocian se dijo
que era imprescindible ir contra sus huestes y aniquilarlas, de modo que
al Gran Khan no le quedaran ganas de guerrear contra él. E hizo grandes
preparativos, y os diré cuáles: Tenía 2.000 elefantes muy grandes, y
encima de cada cual hizo construir un castillete de madera muy fuerte, que
sirviese para combatir. En cada uno apostó 12 hombres prontos al combate y
en algunos hasta 16 o más. Concertó unos cuadros de batalla con 40 hombres
a caballo y otros tantos a pie.Todo este aparato respondía al de un gran
rey,cual era este rey de Bengala.
Terminado que hubo los preparativos, se puso en marcha en busca del
ejército del Gran Khan. Caminaron largo trecho sin que se produjera una
aventura digna de mención; pero al llegar a tres jornadas del ejército del
tártaro, sentaron el campo para descansar.
- CXXIII -
De la batalla entre el Gran Khan y el rey de Mien
Cuando el señor de los tártaros supo con certeza que este rey venía
contra él con tan gran número de soldados tuvo miedo, porque él no contaba
más que con 10.000 hombres a caballo. En cuanto a él, no había cuidado,
pues era valiente condotiero. Defendió a la desesperada al país y a sus
gentes. Los tártaros se apostaron en la llanura de Cocian y allí esperaron
al enemigo. Esto lo hicieron con mucha prudencia y entendimiento. Al pie
de esta llanura había un bosque muy espeso, a cuyas orillas esperaban los
tártaros alineados en orden de batalla.
Cuando hubieron descansado, las huestes del rey Mien se pusieron en
marcha para ir al llano de Vocian, donde se habían desplegado los
tártaros. Y frente a éstos dispuso el rey a su gente en orden de batalla.
Cuando los tártaros los vieron llegar fingieron no asombrarse y
demostraron su valor y arrojo. No flaquearon ni un momento, viendo que la
batalla era inevitable. Pero así que los caballos de los tártaros vieron a
los elefantes con las máquinas de guerra, no quisieron avanzar y
retrocedieron espantados, mientras los elefantes se les echaban encima.
- CXXIV -
En donde prosigue el relato de la misma batalla
Y así que los tártaros los vieron llegar fingieron no asombrarse y
demostraron gran valor y arrojo. Viendo que no les obedecian sus caballos,
por un momento se creyeron perdidos. Pero he ahí lo que idearon: bajaron
de sus monturas y ataron los caballos a los árboles; cogieron los
arcabuces y flechas en mano y arremetieron contra los elefantes; mas los
soldados del rey no se arredraron por esto y tiraban sin cesar sobre los
tártaros, asaltándolos duramente. Pero los tártaros, que eran mejores
hombres de guerra que sus enemigos, aguantaban con ardimiento el duro
ataque.
Al sentirse heridos, los monstruosos elefantes retrocedieron con
tanto ímpetu que empezaron a romper las líneas del ejército del rey, y no
pararon hasta refugiarse en el bosque, en donde, enfurecidos, destrozaron
los pabellones que llevaban encima y cuanto se les ponía por delante. Los
tártaros volvieron a montar a caballo y arreciaron nuevamente contra
ellos; agotadas las saetas, pusieron mano a la espada y al machete y se
echaron encima con furia indecible. Caballeros y caballos caen al suelo en
la refriega, cercenaban brazos y piernas y el suelo estaba sembrado de
cadáveres. ¡Ni el Dios tonante metiera más ruido! Se oían alaridos, gritos
desgarradores por doquier. Y, sin embargo, los tártaros tenían la ventaja
a pesar de todo, pues el ejército del rey, mayor en número, había quedado
diezmado. En llegando el mediodía, el rey y sus milicias quedaban en tan
mal estado, que ya no podían aguantar y vieron que permaneciendo allí no
quedaría ni uno solo con vida. Entonces se dieron a la fuga y los tártaros
arreciaron contra ellos; mas de pronto se acordaron de los elefantes que
estaban en el bosque y fueron por ellos. Cortaban los grandes árboles para
impedir que éstos se les escaparan, y los elefantes, al reconocer a la
gente del rey que traían prisionera, se apaciguaban, porque estas bestias
tienen gran entendimiento; de modo que pudieron cogerlos a todos. Y de
esta batalla tuvo el gran Khan no pocos elefantes. Y así acabó esta
contienda tal como lo habéis oído.
- CXXV -
De cómo se desciende por una gran pendiente
Desde esta provincia se baja una pendiente muy rápida, que dura unos
dos días y medio. No hay nada digno de mención sino un gran mercado en
donde se reúnen los hombres tres días por semana. Ycambian el oro por la
plata, dando un «sazo» de oro por cinco de plata.Vienen de muy lejos a
cambiar el oro por la plata, obteniendo con ello grandes ganancias. Nadie
conoce las casas de los que custodian el oro, pues lo tienen tan escondido
en lugares apartados y torres fortificadas, que no hay ser humano que
penetre en ellos más que ellos mismos.
En los confines de la India, hacia Mediodía, se encuentra una
provincia llamada Mien. Hay quince jornadas de camino por pasos desolados
y grandes selvas, en donde moran elefantes salvajes y rinocerontes. No hay
alma viviente ni habitaciones, y por eso dejaremos estos yermos
inhospitalarios y os contaremos una historia que os interesará.
- CXXVI -
De la ciudad de Mien
Después de cabalgar quince jornadas por sitios solitarios, se da con
la ciudad de Mien, noble cabeza del reino. Los naturales son idólatras,
sometidos al Gran Khan. Hubo en esta ciudad un rey muy poderoso. Cuando
murió dejó dispuesto que sobre su tumba se elevaran dos torres, una de oro
y la otra de plata. Se entiende que debían ser de piedra cubiertas de una
lámina de oro de un dedo de espesor para que la torre pareciera de oro.
Era de diez pasos de altura y gruesa en proporción. La remataba una cúpula
y era redonda; en la cúpula había muchas campanillas, que al menor soplo
del viento se movían y sonaban suavemente. La otra torre era de plata,
hecha en la misma forma y del mismo tamaño. Y el rey mandó que esto se
hiciera en recuerdo de su grandeza y en honor de su alma. Y eran las
torres más bellas que verse puedan.
El gran Khan conquistó esta provincia, y veréis de qué suerte. En la
corte del gran señor había una cantidad de juglares y bufones, y el Gran
Khan les mandó que conquistaran la provincia de Mien; les proveyó de
capitanes y fuerzas. Los juglares se pusieron en camino, pusieron cerco a
la provincia de Mien y la conquistaron. Cuando llegaron a la ciudad de las
dos torres se quedaron maravillados de su belleza, llevándole al Gran Khan
noticias de su valor y hermosura y que si quería las desharían para
mandarle el oro y la plata; pero el Gran Khan, que sabía que ese rey las
mandó construir en honor a su alma y para que quedaran en recuerdo después
de su muerte, dijo que se cuidaran muy bien de tocarlas y menos de
deshacerlas, pues deseaba quedaran como las había mandado construir el rey
difunto. (Y no es extraño, porque los tártaros respetan las disposiciones
de sus muertos y se guardan de tocar a sus cosas.)
En esta provincia tienen elefantes y bueyes salvajes, grandes y
hermosos; ciervos, gamuzas, cabritos y toda clase de animales en gran
abundancia.
Ya que os he contado de la provincia de Mien, la dejaremos y os
contaré de una provincia llamada Bangala.
- CXXVII -
En donde se habla de la gran provincia de Bangala (Bengala)
Bangala es una provincia al Mediodía, que hacia el año 1209 del
nacimiento de Cristo, en que micer Marcos estaba en la corte del Gran
Khan, no pertenecía aún a éste; sin embargo, sus huestes se preparaban
entonces para conquistarla. Esta provincia tiene un rey y lengua propia.
Son los más encarnizados idólatras. Confinan con la India. Aquí hay muchos
eunucos, y de allí los traen los barones y señores para sus cortes. Los
bueyes son tan grandes como elefantes, pero no tan gordos. Los indígenas
viven de carne, leche y arroz; son muy ricos, pues comercian en especias,
jengibre, azúcar y otras variadas cosas, todas de gran precio. Los indios
vienen a comprar aquí eunucos y esclavos para volverlos a vender más
lejos. Y ya que no hay nada más que mencionar en esta provincia, nos
iremos y os contaremos de otra llamada Cangigu.
- CXXVIII -
De la provincia de Cangigu
Cangigu es una provincia de Levante. Tiene sus reyes. La gente es
idólatra. Tiene lengua propia. Se rindieron al Gran Khan y le pagan cada
año un tributo.El rey es tan dado a la lujuria que tiene 300 mujeres, y
cuando ve a una mujer hermosa en su país, la hace venir en seguida a su
palacio. Esta provincia es abundante en oro. Recogen especias muy caras en
gran abundancia; pero como están muy lejos del mar, sus mercaderías valen
poco, pues no tienen salida. Tienen elefantes y otros animales. Viven de
carne, de arroz y de leche. No tienen vino de uva, pero sí de arroz con
especias. Los varones y hembras se pintan la piel, es decir, que con
agujas candentes dibujan en la piel leones, dragos, trasgos y pájaros e
imágenes; luego les pasan tintas de colores y las graban tan profundamente
que el color ya no se borra. También hacen lo mismo con la cara, el cuello
y el vientre, en las manos y piernas y en todas las partes del cuerpo, y
esto en ellos es distintivo de nobleza. Cuanto más pintados están más
consideración merecen y pasan por más hermosos.
Dejemos esta provincia y os contaremos de otra a Levante, llamada
Aniu.
- CXXIX -
De la provincia de Aniu
Aniu es una provincia hacia Levante que pertenece al Gran Khan. Son
idólatras. Viven del pastoreo y la agricultura. Tienen lengua propia. Las
mujeres llevan brazaletes de oro y plata en las piernas y en los brazos, y
los hombres igualmente, pero más ricos y de más valor. Tienen muchos y
hermosos caballos y los venden a los indios en gran cantidad. Tienen
búfalos, bueyes y vacas, con ricos y fuertes pastos para criarlos. Gran
abundancia en víveres. Desde Aniu a Cangigu, que está a quince jornadas, y
de Cangigu a Bengala, que es la tercera parte de la provincia, hay treinta
jornadas.
Dejaremos a Aniu e iremos a otra provincia llamada Toloman, que se
encuentra de ésta a ocho jornadas hacia Levante.
- CXXX -
De la provincia de Toloman
Toloman es una provincia de Levante. Los indígenas son idólatras,
tienen idioma propio y pertenecen al Gran Khan. Son tipos de gente muy
garrida, no muy blancos, mas morenos y bien plantados. Poseen ciudades,
pero más que todo fortalezas y castillos en la montaña. Cuando mueren se
hacen incinerar y recogen los huesos en unas arquetas, que llevan a lo
alto de una montaña y guardan en grandes cavernas y covachas, tan
escondidas y empinadas, que ni hombre ni bestia pueden alcanzarlas.
Tienen oro en cantidad. Las monedas son de porcelana. En todas estas
provincias, es decir, en Bengala, Cangigu y Aniu, se sirven de la misma
moneda de oro y conchas. Hay algunos comerciantes y éstos son riquísimos.
Viven de carne, leche y arroz, y en lugar de vino tienen la bebida de
arroz fermentado con especias. Dejemos esta provincia para ir hacia
Levante. Y os hablaré de una provincia llamada Ciugiu.
- CXXXI -
De la provincia de Ciugiu
Ciugiu es una provincia de Levante distanciada de Toloman doce
jornadas. Corre por ella un río, cuyas orillas están cuajadas de
poblaciones. Después de navegar doce días por río se llega a la ciudad de
Ciugiu, que es muy grande y noble. Son también idólatras y vasallos del
Gran Khan. Tejen de la cáscara de los árboles unas telas magnificas, que
llevan puestas en verano. Son guerreros; no conocen más moneda que el
papel del Gran Khan, pues ya entramos en tierras donde circula la moneda
papel del Gran Khan.
Hay en esta provincia tantos leones, que nadie puede dormir al aire
libre porque sería devorado inmediatamente. Y cuando los hombres van por
el río y no se alejan bien de la costa, el león nada hasta la barca, coge
al hombre y se lo lleva. Por eso toman las mayores precauciones y tienen
unos perros tan fieros que pueden al león. Llevan siempre una pareja de
ellos, y un hombre y dos perros pueden cazar al león. Cuando ven a un león
que va delante de ellos, los perros se tiran a él y le muerden en las
piernas y nalgas con tanta furia y destreza que el animal no puede
volverse contra ellos; entonces busca la fiera un árbol para parapetarse y
hacerles frente; mas ellos no le sueltan las partes traseras. Entonces el
jinete que los sigue saca sus flechas y saetas y le manda una, dos o tres
y traspasa con ellas cuantas veces puede al león para matarle. Jamás puede
defenderse contra un hombre a caballo que tenga dos buenos perros.
Tienen en esta región seda en abundancia, que llevan a diestra y
siniestra por el río, también el poblado en sus orillas de villas y
aldeas. La gente es idólatra y pertenece al Gran Khan. A las doce jornadas
de navegación se llega por el río a la ciudad de Sindufu, de la cual os he
hablado antes. De Sindufu se cabalga setenta jornadas por provincias y
tierras por las que hemos estado ya y hemos descrito antes en este libro.
Al cabo de setenta jornadas se llega a Giongu; de Giongu se va cuatro
jornadas entre castillos y ciudades. La gente es muy artista y muy
comerciante. Son idólatras y tiene papel moneda. Al cabo de cuatro
jornadas se llega a la ciudad de Cacianfu, que está al Mediodía y
pertenece a la provincia de Catai y os contaremos de este Cacianfu todo lo
que sabemos.
- CXXXII -
Donde se habla de la ciudad de Cacianfu
Cacianfu es una grande y noble ciudad del Catai. Los naturales son
idólatras y queman a sus muertos. Pertenecen al Gran Khan, y usan su
moneda. Tienen sedas en abundancia. Tejen paños de oro y de seda y cendal.
Hay muchos castillos y ciudades en la señoría.
A tres jornadas hacia Mediodía nos encontramos con la ciudad de
Ciangiu.
- CXXXIII -
De la ciudad de Ciangiu
Ciangiu es una populosa ciudad del Mediodía, que pertenece al Gran
Khan, situada en la provincia de Catai. Usan papel moneda. Son idólatras y
hacen quemar los cuerpos de sus difuntos. Aquí fabrican la sal, y os diré
de qué manera: toman una especie de tierra de salitre, que disponen en
montículos; a éstos los riegan con agua hasta empaparlos bien. Recogen
luego esa agua en un caldero de hierro y la hacen hervir y la sal queda en
el fondo, muy blanca y menuda. Luego la llevan a vender y recaban de ella
mucho dinero.
De esta ciudad, que ya no tiene nada que mentar, vamos a la de
Ciangli, que está hacia Mediodía. Y os contaremos sus hechos.
- CXXXIV -
De la ciudad de Ciangli
Ciangli es una ciudad de Catai, hacia Mediodía. Está a cinco jornadas
de Ciangiu; pero este trayecto está cubierto de aldeas, villas y
castillos, que pertenecen al Gran Khan, y son tierras fertilísimas. En
medio de la ciudad de Ciangli pasa un gran río, que transporta gran
cantidad de mercaderías, sedas, especias y otras cosas de gran valor.
Y nos iremos de esta ciudad, para llegar a Tandinfu.
- CXXXV -
De la ciudad de Tandinfu
A seis jornadas de Ciangli, hacia Mediodía, atravesando villas,
fortalezas y castillos de grandes proporciones, llegamos a la ciudad de
Tandinfu. Los naturales son idólatras y queman a sus muertos. Pertenecen
al Gran Khan y usan papel moneda. Viven de negocios y de industria. Tienen
víveres en abundancia.
Tandinfu era la capital de un gran reino; pero el Gran Khan la
conquistó y la tomó por las armas, y aunque sufrió rudo cerco es, a pesar
de todo, la más noble ciudad de la región. Sus habitantes son riquísimos
mercaderes. Hay tanta seda en la comarca, que es maravilla.
La ciudad está cubierta de preciosos jardines, llenos de árboles
frutales. De la ciudad de Tandinfu dependen 11 villas imperiales, que
están bajo su señorío.
En el año 1272 de la Encarnación del Señor, el Gran Khan envió a esta
ciudad y su provincia a un barón llamado Liitan Sangón, y puso a su mando
80.000 hombres a caballo para guardarla. Toda vez que Liitan sentó sus
cabales y permaneció un poco de tiempo entre esa gente, le pasó una mala
idea por la cabeza y pensó en cometer una gran villanía y traición. Reunió
a su Consejo y a los notables de la provincia y les sugirió rebelarse
contra el Gran Khan. Y así lo hicieron, y todo el pueblo se sublevó contra
el gran señor, y ya no le obedeció. Enterado de esto, envió el Gran Khan a
dos de sus barones, que tenían por nombre Anguil y Mongatai, a la cabeza
de 100.000 hombres, para combatir al traidor. Liitan sufrió una gran
derrota, y fue decapitado, con todos sus secuaces. El Gran Khan hizo luego
abrir una encuesta, y a los culpables que habían tomado parte en la
sedición les hizo morir de muerte violenta, y a los inocentes les perdonó
y vivieron tranquilos, sometidos al gran señor, como buenos vasallos.
Y dejemos a esta ciudad, para adentrarnos hacia Mediodía y hablaros
de la ciudad de Singiumato.
- CXXXVI -
De la noble ciudad de Singiumato
Partiendo de Tandinfu hacia Mediodía y cabalgando tres jornadas por
ciudades y castillos hermosos y poblados amenos, en una región
industriosa, llegamos a una gran ciudad llamada Singiumato, llena de
bellas cosas de arte e industria. Son idólatras y pertenecen al Gran Khan.
Usan papel moneda. La ciudad está dividida en dos partes por un gran río,
y sus habitantes se han arreglado de modo que en la parte donde las aguas
miran a Levante éstos llevan sus mercaderías a Levante, y en la orilla
opuesta se dedican al comercio con Poniente. De modo que unos llevan sus
productos a Mangi y los otros a Catai, y hay multitud de naves y galeotas
que surcan dicho río. No son muy altas de carena, porque así lo pide la
corriente. Pero estas flotillas llevan a Mangi y a Catai abundantes
cargamentos.
Y cuando regresan, vuelven cargados de otras mercancías, y es
maravilla ver todas cosas que se llevan por este río arriba y abajo.
Y nos iremos de Singiumato y os contaremos de otra comarca, hacia
Mediodía, y ha de ser la provincia llamada Lingin.
- CXXXVII -
De la gran ciudad de Lingin
Partiendo de la ciudad de Singiumato se va ocho jornadas hacia
Mediodía, encontrando ciudades, aldeas y poblados ricos en comercio e
industria. Son idólatras y hacen quemar a sus cadáveres. Pertenecen al
Gran Khan. Usan papel moneda. A las ocho jornadas, como os dije, se
encuentra una ciudad llamada Lingin y es la capital del reino. Sus
habitantes son diestros en guerrear. Hay comercio e industria en
abundancia; tienen toda clase de víveres, y se halla también a orillas del
río que os nombré más arriba; aquí las naves son mayores que las de la
ciudad anterior. Dejemos esta ciudad para ir a otra llamada Pingiu.
- CXXXVIII -
De la ciudad de Pingiu
Partiendo de Lingin y pasando siempre por numerosas ciudades, villas
y castillos, se llega, a las tres jornadas hacia Mediodía, a la ciudad de
Pingiu. Los habitantes son de Catai; son idólatras, queman a sus muertos,
tienen papel moneda y pertenecen al Gran Khan.
Hay muy rica caza y venado. Tienen cuanto necesitan para la vida en
gran abundancia. En la ciudad de Pingiu hay mucha industria de la seda.
Esta ciudad se halla en la embocadura de la provincia de Mangi y tiene
gran tráfico con ésta, por medio de carretas, en las cuales transportan
las mercaderías. Esta ciudad es de gran provecho para el Gran Khan, porque
paga enormes tributos. Pero como no hay otra cosa digna de mencionar, nos
iremos y os contaremos de otra ciudad situada al Mediodía y que es llamada
Cingiu.
- CXXXIX -
De la ciudad de Cingiu
A dos días después de Pingiu, y siempre por valles fertilísimos y
ciudades florecientes, se halla la ciudad de Cingiu, rica en comercio e
industria. Sus habitantes son idólatras y hacen quemar sus cadáveres. Su
moneda es papel. Son vasallos del Gran Khan. Los campos y llanos son
fertilísimos; es un delicioso país, en el que crecen el trigo y otros
cereales. Y vamos a otras tierras.
Cuando se aleja uno de la ciudad de Cingiu, se andan tres jornadas al
Mediodía por un paisaje cuajado de villas, castillos y alquerías. Son
idólatras y sujetos al Gran Khan.
A las tres jornadas se encuentra el río de Caramoran, que nace en
tierras del Preste Juan. Es río muy caudaloso y que mide una milla de
anchura. Y sabed que es muy profundo, y por él pueden navegar grandes
galeras y bajeles. Tiene peces grandes y en cantidad. Por este río navegan
15.000 bajeles, pertenecientes al Gran Khan, para transportar tropas al
mar, que se halla a una jornada de distancia. Cada galera tiene de
dotación 20 marineros y 15 hombres, con sus caballos y sus víveres. Aquí y
allá hay diseminadas ciudades por las orillas de este río; una es llamada
Coigangiu; un poco más distante está Caigiu, y sabed que una es gran
ciudad y la otra pequeña. Y en adelante, pasando el río, se entra en la
gran provincia de Mangi, y os contaré cómo conquistó el Gran Khan a esta
provincia de Mangi.
- CXL -
De cómo conquistó el Gran Khan la provincia de Mangi
El rey de esta provincia era Facfur, grande y poderoso señor, rico en
cuantiosos tesoros, tierras y gentes, como los hay pocos en el mundo
exceptuando al Gran Khan. Pero no era valiente; las mujeres hacían sus
delicias, y era muy bondadoso y caritativo con los pobres. En su provincia
sus vasallos no estaban acostumbrados a guerrear, ni había armas ni
pertrechos de guerra, porque la provincia de Mangi es un lugar bien
fortificado; todas las ciudades están rodeadas de anchurosos fosos, llenos
de agua, de modo que no hay ciudad que no tenga una zanja más ancha que un
tiro de ballesta y bien profunda que la defiende. De suerte que si los
hombres hubiesen sido valientes, jamás la hubieran perdido. Pero como eran
cobardes y no estaban acostumbrados a pelear, la perdieron. A todas estas
ciudades se llega por un puente.
Y sucedió que el año 1268 de la Encarnación de Cristo, el Gran Khan
que reinaba en ese entonces, es decir, Cublai, envió a un barón llamado
Baian Cincsan. Baian quiere decir cien ojos. Y al rey de Mangi le habían
vaticinado los astrólogos que no perdería su reino más que por medio de un
hombre que tuviera cien ojos. Y Baian se vino a Mangi, provisto por el
Gran Khan de numerosos hombres de a caballo y a pie. También tenía una
flota con hermosísimas naves, que transportaban hombres y caballos y
cuanto era menester. Y cuando apareció Baian con toda su gente a la
entrada de Mangi, es decir, en la ciudad de Coigangiu (en donde nos
hallamos al presente, y de la que hablaremos más tarde), les puso cerco y
les intimó a que se rindieran al Gran Khan. Éstos respondieron que no lo
harían, y viendo esto Baian, no dijo nada, pasó de largo y se fue a otra
ciudad, que tampoco quiso rendirse, y continuó así su marcha. Esto lo
hacía porque sabía que el Gran Khan enviaba a retaguardia un poderoso
ejército, y así anduvo de villa en villa y de ciudad en ciudad, hasta
contar cinco de ellas, sin poderlas tomar y sin que se rindieran; pero a
la sexta Baian la cercó y la tomó por la fuerza, y así otra y otra más,
hasta llegar a doce, una tras otra, y no quiero extremarme, pero sabed
sólo que cuando Baían hubo conquistado todas estas ciudades se fue derecho
a la ciudad del reino llamada Quinsai, en donde se hallaban a la sazón el
rey y la reina. En cuanto el rey vio a Baian y a su ejército, fue presa de
gran terror y se escapó de la ciudad con sus hombres, embarcando sobre un
millar de naves, e hizo vela hacia el Océano para refugiarse entre las
islas que hay en él. La reina, que se había quedado en la ciudad, por el
contrario, hacía cuanto esfuerzo podía por defenderla. Entonces la
soberana preguntó por curiosidad cuál era el nombre del ejército que venía
en contra de ellos, y le dijeron que Baian, o sea cien ojos. Recordó
entonces la profecía del astrólogo, que decía que un hombre así llamado le
arrebataría el reino. Y se rindió a Baian, y con la reina se rindieron las
demás ciudades, y el resto del reino no opuso más resistencia. Y fue una
conquista espléndida, pues en todo el orbe no había un reino que valiera
la mitad que aquél.
Y os diré las cosas notables que producía y lo que el rey gastaba del
inmenso patrimonio.
Cada año hacía dar de comer a 20.000 niños, y os diré por qué. En
esta provincia las mujeres pobres que no pueden dar de comer a sus hijos
los abandonan al nacer en mitad de la calle. El rey los hacía recoger e
inscribir en un registro. Hacía que el escriba apuntara bajo qué
constelación y qué signo y planeta había nacido, y los hacía criar en
diferentes sitios, teniendo muchas amas a este propósito. Cuando un
potentado no tenía hijos, iba a ver al rey y se hacía entregar cuantos
niños quisiera, y escogía entre los que más le gustaban. Y en llegando a
la edad de casarse, el rey escogía al joven y a la moza que hablan de
casarse y les instituía una renta para que pudieran vivir con holgura. Y
de esta manera educaba a más de 20.000 jóvenes de ambos sexos. Y más hacía
este buen rey: cuando cabalgaba por un camino y encontraba dos buenas
casas y entre ellas había una más modesta, preguntaba por qué esta casa
era más pequeña y no alcanzaba a las otras, y le contestaban que
pertenecía a un pobre hombre que no tenía los medios para hacerla mayor.
El rey mandaba entonces que la casita fuera construida tan bella y alta
como sus vecinas.
Este buen rey se hacía servir por 1.000 damiselas y doncellas.
Permitía que los comercios quedaran abiertos toda la noche, y estaban tan
bien surtidos como de día. No es posible contar la inmensa riqueza de este
reino.
Os conté del rey; ahora debo deciros algo de la reina. La reina fue
conducida a presencia del Gran Khan, y cuando el señor la vio le hizo
rendir toda clase de honores y servir como a dama de gran calidad. Pero
del rey su esposo jamás volvió a oír hablar desde su huida a la isla del
Océano, donde murió.
Y por eso dejaremos a la familia real y sus vicisitudes, y volveremos
a la provincia de Mangi, a referir sus costumbres y modas. Y las fiestas
que tuvieron lugar en lo sucesivo. Y empezaron por la ciudad de Coigangiu.
- CXLI -
De la ciudad de Coigangiu
Coigangiu es una gran ciudad, noble y rica, que está a orillas de la
provincia de Mangi. Los naturales son idólatras y hacen quemar sus
cadáveres. Pertenecen desde entonces al Gran Khan. En ella mojan gran
cantidad de bajeles, naves y galeras, pues ya sabéis que la atraviesa el
río Caramoran. Y afluye a ella gran cantidad de mercancías, pues todas las
ciudades las mandan allí para repartirlas luego por el mundo. En ésta se
hace la sal, de la cual se benefician lo menos 40 ciudades. El Gran Khan
tiene una conspicua renta de esta ciudad, que paga muchas alcabalas entre
la sal y los negocios de toda especie que se contratan allí. Y ahora que
os he contado de esta ciudad, nos iremos y os contaré de otra llamada
Pauchin.
- CXLII -
De la ciudad de Pauchin
Cuando se abandona Coigangiu, durante una semana se costea un camino
que está a la entrada del Mangi; la calzada está hecha de bellísimas
piedras, y debajo y por un lado y otro hay agua. No se puede entrar en la
provincia más que por esta calzada. Al cabo de un día se encuentra una
ciudad llamada Pauchin, que es muy bella y grande. Sus habitantes son
idólatras e incineran a sus cadáveres. Son súbditos del Gran Khan y
emplean papel moneda. Viven del comercio y la industria. Tienen seda en
abundancia, bayetas de seda y oro de todas clases. Víveres, cuantos
quieran. Y ya que no queda más que mentar, dejaremos estas provincias y
hablaremos de otra llamada Caiu.
- CXLIII -
De la ciudad de Caiu
Cuando se deja la ciudad de Pauchin, se va hacia el Sudeste, hallando
una ciudad llamada Caiu, espaciosa y bella. Son idólatras, tiene papel
moneda y pertenecen al Gran Khan. Viven del comercio y la industria.
Tienen abundancia de víveres, especialmente pescado y caza. Tres faisanes
valen un veneciano de plata.
Nos iremos de esta ciudad y os contaremos de otra llamada Tingiu.
- CXLIV -
De la ciudad de Tingiu
Sabed que cuando se deja la ciudad de Caiu, a una jornada se
encuentran muchas alquerías, campos y bellos paisajes, hasta llegar a la
ciudad de Tingiu, que no es muy vasta, pero sí rica en frutos de la
tierra. La gente es idólatra, pertenece al Gran Khan y tiene papel moneda.
Viven del comercio y la industria y sacan mucho provecho de los negocios
que les procuran sus mercaderías. Tienen muchas naves y peces y pájaros a
porfía.
A izquierda, hacia Levante, a tres jornadas de distancia está el
Océano. Y en todo la costa hasta aquí hay salinas, explotadas por los
indígenas. Hay una ciudad en ese lugar que se llama Tingiu, que produce
tanta sal como para satisfacer las necesidades de toda ella, y en verdad
que el Gran Khan saca buen provecho y sumas tan enormes de tributo, que no
podía creerse si no se viera.
Y de aquí volveremos a Tingiu y a otra ciudad llamada Yangiu.
- CXLV -
De la ciudad de Yangiu
Partiendo de Tingiu, se camina por una región fertilisima, poblada de
castillos y granjas en gran cantidad, y se llega a una ciudad populosa,
llamada Yangiu. Es tan grande, que bajo su dominio tiene a 27 señoríos.
Villas grandes y buenas y de gran comercio. A esta ciudad la gobierna uno
de los 12 barones del Gran Khan, porque es la elegida por uno de los 12
sabios. Y micer Marco Polo, el mismo del que trata este libro, la rigió
durante tres años. Son todos idólatras y la moneda es la del Gran Khan.
Viven del negocio y de la industria. Los talabarteros de la ciudad hacen
arneses y equipos para los caballos y hombres de guerra, de las más finas
labores y recamados con gran fantasía. Y en la ciudad y sus alrededores
viven hombres importantes y magnates. Ya no hay nada digno de mención, y
nos iremos a dos grandes provincias, que pertenecen al mismo Mangi. Éstas
son hacia Poniente, y como hay muchas cosas que contar de ellas sobre sus
usos y costumbres, empezaremos por Nanghin.
- CXLVI -
De la provincia de Nanghin
Nanghin es una provincia de Poniente, que pertenece a Mangi; es muy
noble y rica. Son idólatras. Tienen papel moneda y pertenecen al Gran
Khan. Viven del comercio y la industria. Tienen seda en abundancia y tejen
el paño de oro y la seda de todas suertes. Hay mucho trigo en sus graneros
y muchos víveres, pues es una provincia opulenta. También tienen abundante
caza. Queman los cadáveres. Hay muchos leones en el campo. Hay ricos
marchantes, que pagan grandes impuestos y, por tanto, contribuyen a
aumentar las rentas del gran señor.
Nos iremos, pues ya no hay nada digno que mencionar, y os contaremos
de la muy noble ciudad de Saianfu, digna de ser inscrita en este libro por
su importancia capital.
- CXLVII -
De la ciudad de Saianfu
Saianfu es una ciudad admirable, que tiene bajo su señorío a dos
grandes ciudades extensas y ricas. Es muy industriosa, y su comercio
próspero. Son idólatras y emplean papel moneda. Hacen incinerar a sus
muertos y son vasallos del Gran Khan. Fabrican en cantidad el brocatel de
oro y de seda y toda suerte de tafetanes. Son ricos en caza y en cuanto
conviene a una noble ciudad.
Y os diré que ésta resistió tres años, después de que todo Mangi se
hubo entregado. Y eso que la cercó un innumerable ejército del Gran Khan.
Pero como éste no podía desplegarse, debiendo tenerse a orillas de un
inmenso lago muy profundo, el ejército del Gran Khan no podía cercarla más
que por tramontana, y las otras tres partes de la ciudad estaban al amparo
del lago y se surtían en él de víveres. Y no hubieran levantado el cerco
si no fuera por lo que voy a contaros: Cuando el ejército del Gran Khan le
puso el cerco durante tres años, el gran señor entró en mucha cólera, no
pudiendo ocuparla en todo este tiempo. Entonces micer Nicolás, micer Mafeo
y micer Marcos dijeron: «Encontraremos el medio de que se rindan.» Y el
ejército dijo que esto les llenaba de gozo. Todos estos discursos se
cruzaban en presencia del Gran Khan, pues los parlamentarios habían venido
a decir al gran señor que no lograban rendir la plaza, porque los sitiados
siempre tenían donde aprovisionarse. El gran señor dijo turbado: «Es
menester inventar algo para tomar la ciudad.» Entonces los dos hermanos y
micer Marcos, su hijo, replicaron: «Gran señor, tenemos con nosotros en
nuestras casas hombres que harán tales máquinas que lanzarán piedras tan
gordas, que los de la ciudad no podrán resistir y cederán.» El Gran Khan
dijo a micer Nicolás y a su hermano que lo vería con agrado; que hicieran
esa máquina de guerra lo antes posible. Entonces micer Nicolás y su
hermano e hijo, que tenían en su casa a un alemán y a un cristiano
nestoriano que sabían hacer ingeniosamente estas cosas, les ordenó que
hicieran dos o tres catapultas para lanzar piedras de 300 libras. Y estos
dos hombres hicieron tres piezas magníficas. Y cuando estuvieron listas
las hizo llevar al ejército que cercaba a Caianfu y no lograba rendirla.
Cuando hicieron armar las máquinas de guerra, les pareció a los tártaros
la mayor maravilla del mundo. ¿Y qué os diré? Cuando las catapultas se
irguieron y empezaron a funcionar lanzando la primera piedra en la ciudad,
la primera que llegó alcanzó una casa, aplastándola, y esto suscitó gran
tumulto. Y los hombres de la ciudad, que veían esta nueva desventura que
se les venía encima, se llenaron de espanto y asombro y no sabían qué
hacer, ni decir. Se reunieron en Consejo, no sabiendo qué partido tomar
para escapar a este nuevo artificio de guerra. Se dieron todos por muertos
si no se rendían, y decidieron capitular. Entonces mandaron un pregón o
heraldo para decirle al jefe del ejército que querían rendirse, como lo
habían hecho las demás ciudades de la provincia, y ser vasallos del Gran
Khan, y el general y el capitán dijeron que así lo deseaban, y recibieron
a una delegación de parlamentarios, que los invitaron a entrar en la
ciudad. Esto lo consiguieron los tártaros gracias a micer Nicolás, Mafeo y
Marcos, y no es poco decir, pues sabed que ésta es una de las mejores
provincias que posee el Gran Khan y le procuran mayor renta y provecho.
Os he referido de cómo la ciudad se rindió, gracias a las catapultas
que hicieron armar micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos. Y dejaremos
está materia para tratar de la ciudad llamada Singiu.
- CXLVIII -
De la ciudad de Singiu
Sabed que cuando se parte de la ciudad de Yangiu y se tuerce hacia
Sudeste 15 millas se encuentra una ciudad llamada Singiu; no es muy
grande, pero hay en ella muchísimas naves y muchas mercaderías. Los
habitantes son idólatras, sometidos al Gran Khan. Tienen papel moneda.
Está situada sobre el río mayor del mundo, llamado Cuian. En ciertos
puntos es ancho diez millas; en otros, ocho, y en otros, seis, y largo más
de cien jornadas. Por este río es por donde surcan las galeras que traen a
la ciudad muchas preciadas mercancías y, por consiguiente, tiene el Gran
Khan renta y tributos pingües de esta ciudad. Os digo que este río va tan
lejos y a tantas partes y pasa por tantas ciudades que por él afluyen las
mayores riquezas, y por sus aguas navegan más bájeles que por todos los
mares y ríos de la cristiandad. Pues yo doy fe que vi más de 5.000 bajeles
navegando a la vez por este río. Os podéis imaginar que teniendo esta
pequeña ciudad un tal tráfico, ¿qué no serán las demás? Pues este río pasa
por más de 16 provincias, y hay en sus orillas 200 ciudades muy grandes,
que tienen más naves que éstas en sus aguas.
Estas naves son cubiertas y tienen una sola arboladura o mástil; pero
son de mucha cala y pueden llevar hasta 4.000 cántaros y hasta 12.000
barricas de pescado, según contamos en nuestro país.
Nos iremos de aquí, pues referimos cuanto hay de notable, y
contaremos de otra ciudad llamada Caygiu; pero se me olvidaba mentaros una
cosa: sabed que todas las naves, cuya arboladura está llena de cabos de
cáñamo,así como las velas, tienen como amarras, con las cuales las sacan a
la orilla, unas cañas largas y gruesas, que a veces miden 15 pies, y con
esas mismas vuelven a ponerlas a flote en el río. A éstas las cortan por
el medio y las atan fuertemente unas a otras, y así consiguen hacerlas
largas hasta 300 pies. Y estas cañas son más fuertes que los cabos de
cáñamo.
Dejemos esto y volvamos a Caygiu.
- CXLIX -
En donde se trata de la ciudad de Caygiu
Caygiu es una pequeña ciudad que está situada hacia Sudeste. Los
habitantes son idólatras y pertenecen al Gran Khan. Tienen papel moneda.
Está también a orillas del río. En esta ciudad se recoge gran cantidad de
arroz y de trigo, y desde ella se va navegando a la ciudad de Cambaluc, a
la corte del Gran Khan. Y no por mar, sino por el río y un lago. El trigo
que llega por esa vía viene principalmente de la corte del Gran Khan, y el
Gran Khan ha hecho que esta vía fluvial sea navegable hasta Cambaluc. Hizo
dragar y cavar un gran foso muy profundo, de un río a otro y de un lago a
otro, y de esta manera es navegable. Sobre él van grandes naves desde
Mangi hasta la ciudad de Cambaluc. También se puede ir por tierra,
costeando el río, pues no hay una calzada, y así, tanto por tierra como
por agua hay medio de llegar. En medio de este río existe una isla,
escarpada de rocas, en la cual hay un monasterio de ídolos, en donde están
cobijados 200 monjes. Y sabed que este monasterio manda a muchos otros, de
modo que es como un arzobispado.
Pasemos el río y os contaremos de otra ciudad llamada Cinghianfu.
- CL -
De la ciudad de Cinghianfu
Cinghianfu es una ciudad del Mangi. Sus gentes son idólatras y
súbditos del Gran Khan. Tienen papel moneda. Viven del arte y del
comercio. Tienen bastante seda. Tejen rasos y rasetes, paños de oro y
sedas de todas clases. Hay mercaderes ricos y de mucha consideración. Hay
caza, trigo en cantidades y cuanto necesita para vivir con holgura. Hay
dos iglesias de cristianos nestorianos y éstas se alzaron el año 1278 de
la Encarnación de Cristo, y os diré cómo se construyeron. En verdad que no
hubo nunca ni iglesia ni fieles hasta 1278, época en que fue gobernador
del Gran Khan durante tres años Marsarchis, que era cristiano nestoriano y
es este Marsarchis quien mandó hacer estas dos iglesias, y desde entonces
hubo dos iglesias cristianas allí donde jamás existieron.
Y dejaremos esta materia para tratar de otra gran ciudad llamada
Cangiu.
- CLI -
De la ciudad de Cangiu
Cuando se sale de Cinghianfu hay tres jornadas hacia Sudeste y salen
al paso ciudades, castillos, ricos en arte y en industria; son todos
idólatras y sirven al Gran Khan. Al cabo de tres jornadas se yergue la
noble ciudad de Cangiu. Tienen bastantes sedas y fabrican tela de oro,
grodetures, rasos y rasetes, bayetas de seda y dasmasquino.
Tienen venados y caza menuda y aves en cantidad. No carecen de nada,
pues tienen tierra gorda y fecunda.
Os contaré una mala acción que hicieron estas gentes y lo cara que la
pagaron. Cuando la provincia de Mangi fue conquistada por los hombres del
Gran Khan, y Baian quedó como jefe de la misma, envió una partida de su
gente, que eran alainos y cristianos, para cercarla. Y aconteció que los
dichos alainos tomáronla y entraron en ella, encontrando muy buen vino, y
tanto bebieron, que se emborracharon y se durmieron profundamente.
Cuando los habitantes de la ciudad se percataron de que los que la
habían tomado estaban tan ebrios que parecían muertos, los mataron a todos
alevosamente y no escapó ni uno solo.
Y enterado Baian, el señor del gran ejército, de que sus hombres
habían sido diezmados tan miserablemente, mandó a otro puñado de hombres,
que tomaron a saco la ciudad y pasaron por las armas a todos sus
habitantes. Y de esta manera, como habéis oído, murieron tantos en esta
ciudad.
La dejaremos y os contaremos de una ciudad llamada Sugiu.
- CLII -
De la ciudad de Sugiu
Sugiu es una hermosa ciudad. Sus habitantes son idólatras y sujetos
al Gran Khan. Tienen papel moneda, viven del comercio e industria. Tejen
ricas sedas para sus vestimentas. Hay en ella poderosos negociantes. Es
tan grande, que mide de circunferencia 40.000 millas. Y el número de sus
habitantes no se puede contar.Os digo que si estos hombres fueran
guerreros hubieran conquistado el mundo. Pero no son militares, sino
ingenios sutiles y vivos mercaderes diestros en todas las artes. Son
también dados a la filosofía y a las ciencias y conocen todos los secretos
de la Naturaleza. Os digo en verdad que esta ciudad posee más de 6.000
puentes de piedra, por los cuales puede pasar una galera o dos. En los
arrabales, en la montaña, crece el ruibarbo y el jengibre en gran
abundancia, y por un marco veneciano tendréis 40 libras de jengibre
fresco, que es exquisito. Sabed que esta ciudad tiene bajo su señoría a 16
ciudades muy grandes e importantes, y su nombre, que es Sugiu, quiere
decir en español la tierra, y otra ciudad vecina se llama el cielo, y
tienen ese nombre hiperbólico por su gran nobleza. Así que ahora
describiremos la otra ciudad llamada el cielo. De Suiu nos dirigirnos a
Vugiu, que dista una jornada de Sugiu. Es hermosa ciudad, muy industriosa
y comercial. No hay nada nuevo que mencionar; nos alejaremos de ella y
contaremos de otra ciudad llamada Vughin.
Vughin es otra preciosa ciudad. Sus habitantes son idólatras y
súbditos del Gran Khan. Usan papel moneda. Hay seda en cantidad y muchas
otras materias preciosas que suelen mercar. Son cultos, mercaderes hábiles
e industriosos.
Dejemos a esta ciudad y describamos la ciudad de Ciangan. Sabed que
esta ciudad es grande y rica. Sus habitantes son idólatras y vasallos del
Gran Khan. Emplean también el papel moneda. Viven del comercio y de las
artes. Tejen cendales de todas clases y hechuras, y en gran número.
No queda nada que mencionar y os contaremos de otras ciudades, y será
la muy noble ciudad de Quinsai, que es la capital del rey de Mangi.
- CLIII -
En donde se habla de la muy noble ciudad de Quinsai
Partiendo de Ciangan desfilan durante tres días ante nosotros, en un
paisaje risueño y fecundo, castillos ciudades y villas ricas y nobles, que
viven del comercio y sus artes. Los habitantes son idólatras y pertenecen
al Gran Khan. Como los demás del reino, usan papel moneda. Tienen víveres
a granel. A las tres jornadas se entra en Quinsai, que quiere decir en
español la ciudad del cielo. Y ya que hemos llegado a ella os contaré su
magnificencia, pues es, sin mentir, la más noble y bella ciudad del mundo.
Y os expondrernos sus cualidades tal y como la reina de esta región se las
puso por escrito a Baian cuando la conquistó, y Baian a su vez se lo
transmitió al Gran Khan para qué respetaran a esta ciudad y no la
destruyesen y la echaran a perder. Según el contenido del escrito os lo he
de contar, y puedo dar fe de su veracidad según la vi yo mismo, Marco
Polo, con mis propios ojos.
Decía el escrito: Que la ciudad de Quinsai tiene cerca de 100 millas
de cintura y 12.000 puentes de piedra y mármol, por cuyos arcos pueden
pasar la mayoría de las naves y por los menores las embarcaciones de menor
importancia. Y nadie se maraville de que tenga tantos puentes, pues está
toda sobre el agua y rodeada de agua y para transitar en ella se necesitan
estos puentes.
Hay 12 ramos de industrias u oficios, uno de cada arte, y éstas
tienen sus correspondientes casas y almacenes. De modo que para la venta
hay 12.000 casas de éstas y otros 12.000 almacenes. Éstos están regidos
por un maestro, que tiene a su cargo 10, 20, 30 y hasta 40 oficiales.
Esta gran actividad es debida a que toda la provincia se surte de
esta ciudad y además otras muchas ciudades del reino. Hay muchos ricos
mercaderes en ella que hacen muy grandes negocios. Los hombres que rigen
estos almacenes son personajes importantes, y ellos y sus mujeres no
trabajan manualmente y viven como si fueran reyes. Sus mujeres son muy
bellas, transparentes y angelicales. El rey ha establecido que cada cual
debe seguir el oficio de su padre y aunque poseyera 100.000 bizancios de
oro no podría elegir otro oficio sino el que tuvo su padre.
Y tengo que deciros que hacia Mediodía hay un lago de 300 millas de
cintura, rodeado de maravillosos palacios y grandes y espaciosas casas,
tan bien construidas, que no podía pedirse mayor proporción ni más
riqueza. Éstas pertenecen a los grandes señoses y gentiles hombres. Hay
también numerosos monasterios y abadías y templos de ídolos. En medio del
lago hay dos islas en las cuales hay un palacio espléndido, tan bien
adornado que parece el de un emperador. Y cuando quieren celebrar una boda
o un banquete, van a ese palacio y celebran sus bodas o ágapes,
encontrando los enseres destinados a tal efecto, es decir: vajillas,
manteles, jarros, garrafas y escudillas.
Hay muchas casas de lujo en la ciudad, y por aquí y acullá torres de
piedra para resguardar los muebles y enseres de la gente cuando ha habido
un incendio en sus casas. Y es que hay a menudo fuegos, por haber en la
ciudad varias construcciones de madera.
Los indígenas son idólatras, vasallos del Gran Khan. Tienen papel
moneda. Comen carne de perro, de caballo y de otros animales extraños que
ningún cristiano comería por todo el oro del mundo.
En cada uno de los 12.000 puentes tienen 10 centinelas de día y de
noche. La ciudad está bien guardada, para que los ladrones no cometan
delitos ni haya gente maleante que intente soliviantar los ánimos para la
sublevación. Hay una torre en la ciudad y en ella una gran tabla de madera
que un hombre tiene entre sus manos, y pega en ella bien fuerte para que
se oiga de lejos cada vez que hay un incendio en la ciudad o que hay
alguna algarada. Entonces el vigía de la torre avisa a los que guardan la
ciudad.
El Gran Khan hace que la ciudad esté bien custodiada, y para esto
emplea gran cantidad de gente, porque es la capital y centro de toda la
provincia de Mangi. Y como contiene grandes tesoros, paga al Gran Khan
tributos tan elevados, tan conspicuos, que si los oyerais mentar no lo
podríais creer. También la hace guardar por miedo a que se levanten contra
él.
Y sabed que todas las calles están empedradas o con adoquines o con
ladrillos de barro cocido, que se puede transitar en ellas sin enlodarse a
pie y a caballo. También añadiré que cuenta con 3.000 baños; son baños
calientes, que son muy agradables a los hombres y los toman varias veces
al mes, porque son muy aseados y limpios de sus personas. Estos baños son
grandes y espaciosos y pueden dar cabida a 100 hombres y a 100 mujeres a
la vez.
Y os haré saber que el Océano está a 25 millas de esta ciudad entre
Nordeste y Levante. Y en esa dirección hay una ciudad llamada Ganfu, que
tiene un magnífico puerto en donde amarran enormes naves con costosas
mercaderías. Desde ese puerto a la ciudad hay un río caudaloso, de modo
que las naves pueden remontarlo, y siguen su curso navegable hasta más
arriba de esta ciudad.
El Gran Khan dividió esta provincia de Mangi en nueve reinos. Es
decir, que a cada rey le confirió el mando de un gran reino, pero a su vez
estos reyes están sometidos al Gran Khan, de tal suerte que cada año
tienen que rendirle cuentas de sus rentas y de cuanto pasa en el reino. En
esta ciudad tiene su residencia uno de los nueve reyes que gobierna más de
140 ciudades grandes y ricas.
Os causará maravilla que os cuente que en la provincia de Mangi hay
1.200 ciudades. En cada una de ellas tiene un alcaide, nombrado por el
Gran Khan, con las atribuciones siguientes: Cada una de estas ciudades
tiene, por lo menos, 1.000 hombres para guardarla; otras más importantes,
10.000; otras, 20.000, y otras, 30.000; de suerte que están bien
guardadas. Pero no creáis que estos hombres son todos tártaros, sino del
Catai; tampoco todos son gente de a caballo, sino una gran parte a pie, y
todos forman parte de las huestes del Gran Khan.
El rendimiento de la provincia de Mangi para las arcas del Gran Khan
es tan enorme, que no hay quien lo pueda imaginar. Hay un intendente que
administra estas rentas, a más del rey de Mangi. Y apenas puedo contaros
de la gran riqueza de esta provincia; pero antes de proseguir tengo que
enteraros de una cosa singular.
Habéis de saber que todos los habitantes de Mangi tienen por
costumbre que cuando nace un niño el padre o la madre hacen inscribir en
un registro el día de su nacimiento, y el lugar y la hora y bajo qué signo
del Zodiaco ha nacido y bajo qué planeta o constelación. De modo que cada
cual conoce el día de su nacimiento; así pueden advertirle los astrólogos,
cuando quiere emprender un viaje, si puede hacerlo o no, y a veces les
impiden así viajar, pues sus astrólogos son muy sabios y avisados y duchos
en hechizos diabólicos, de modo que advierten a los hombres de las cosas
que pueden regir sus destinos, y ellos les creen de muy buena fe.
Cuando van a acompañar a sus muertos para incinerarlos, todos los
parientes, hombres y mujeres, se visten de estameña para demostrar su
duelo, y van acompañando al cadáver, que llevan en andas, con cortejo de
instrumentos, cantando invocaciones a los ídolos. En llegando al lugar que
han destinado para ser incinerados se detienen. Hacen recortar en cartón
dorado caballos, esclavos, hombres, mujeres, camellos y todo lo que el
difunto hubo deseado en su existencia. Queman luego el cadáver con todas
estas imágenes de su deseo. Mientras ven consumirse en la pira el cuerpo
con todos estos atributos, dicen que en el otro mundo el muerto tendrá
todas estas cosas y que cuantos honores le rindan en éste se los rendirán
en el otro los ídolos y los dioses.
En esta ciudad se halla el palacio del rey que huyó y que era señor
de todo el Mangi, que es el reino mejor y más noble del mundo. Os lo
describiré: Sabed que el palacio tiene, por lo menos, 10 millas de cintura
y está rodeado de altos muros almenados. En el recinto de estas murallas
hay bellos jardines, con las mejores flores y frutos que puedan idearse,
fuentes y lagos llenos de peces. En medio del lago hay otro palacio grande
y suntuoso. Tiene éste un salón central tan grande y hermoso que a la mesa
se puede sentar gran cantidad de gente y puede hospedar un sinnúmero de
ellos. La sala es miniada en oro con historias y jeroglíficos y animales,
pájaros, caballeros, damas y damiselas maravillosamente ejecutados. No hay
cosa más digna de verse. En todas las paredes y artesonados no hay más que
pinturas de oro; ¿y qué más os diré? No sé si sabré describiros fielmente
la belleza y nobleza de este palacio, y os diré sumariamente toda la
verdad. Tiene este palacio 20 estancias, todas del mismo tamaño, tan
enormes, que 10.000 hombres pueden comer en ellas con holgura. Están
enteramente recubiertas de preciosas pinturas y oro repujado; además de
estos aposentos, hay hasta 1.000 habitaciones, que son otros tantos
departamentos para comer y dormir. De los frutos y peces ya os he contado.
Hay además en esta ciudad 160 hogares, es decir, que están en grupos
de viviendas y forman manzanas, por lo cual la manzana, que es de 10.000
tomanes, forma un total de 1.600.000 casas, entre las cuales se cuentan
infinidad de bellos palacios. No hay más que una iglesia de cristianos
nestorianos.
Después de contaros lo concerniente a esta ciudad os diré algo
curioso: Cada vecino tiene en la puerta de su casa un letrero con su
nombre y el de su mujer, hijos, nueras, sus esclavos y la nomenclatura de
todo lo que haya en ella, inclusive el número de caballos. Y si alguien
fallece borran su nombre, y de esta manera los gobernadores de cada ciudad
saben los vecinos que tienen en su jurisdicción. Y así es costumbre en
toda la provincia de Mangi y de Catai. Otro buen acuerdo y sabia
disposición es la siguiente: Todos los que tienen hospedería y albergue
inscriben el nombre de los que hospeda y en qué día y mes han llegado.
Así, el Gran Khan sabe quién entra y sale en su reino, y es cosa muy
importante para un hombre prudente.
Os he relatado esto ahora, y quiero deciros algo sobre la gran renta
que paga esta ciudad al Gran Khan, que es la que corresponde como una de
las nueve partes de Mangi.
- CLIV -
De las alcabalas que saca el Gran Khan de Quinsai
Quiero ahora contaros la enorme renta que saca el Gran Khan de esta
ciudad de Quinsai y las tierras que están bajo su señorío, que forman la
novena parte de Mangi. Ante todo, mentaré la sal, que es el tributo más
fuerte. Sabed en verdad que la sal de esta ciudad renta anualmente, por
costumbre, 80 tomines de oro, y cada tomín vale 70.000 «sazos» de oro, lo
que hace que los 80 tomines representan 5.600.000 «sazos» de oro. Cada
«sazo» vale más de un florín de oro o ducado de oro, y es una cosa
maravillosa la cantidad de moneda que esto representa.
Después del tributo de la sal os hablaré de otros sobre varias
mercaderías. En esta provincia crece y se hace más azúcar que en ninguna
otra parte y es otra gran renta para el tesoro. Y no os hablaré de las
cosas en particular, sino por grupos. Por ejemplo: Todas las especias
reunidas rinden tres o el tercio por ciento y el resto de las mercancías
igualmente: del vino, del arroz, del carbón y de las 12 artes y oficios y
los 12.000 almacenes de las mismas. De los telares de seda tiene grandes
rentas, pues todo paga un tributo. ¿Y por qué prolongar la nomenclatura?
Sabed que la seda da el 10 por 100, lo que asciende a una cantidad
fabulosa, y muchas otras cosas tienen el 10 por 100 también, así que yo,
Marco Polo, que he visto hacer las cuentas más de una vez, os digo en
verdad que todas estas cosas, aparte de la sal, rinden 210 tomines de oro,
que valen 14.700.000 «sazos», y considero que ésta es la renta más
desmesurada que jamás he oído contar. Esto se refiere sólo a la novena
parte de la provincia.
Dejemos esta ciudad de Quinsai de la cual explicamos las costumbres
por lo menudo, y prosigamos a la ciudad de Tanpingiu.
- CLV -
De la ciudad de Tanpingiu
Al dejar a Quinsai, andando una jornada hacia Sudeste, se encuentran
al paso casas y jardines preciosos. Hay víveres en abundancia. Al cabo del
día se encuentra la ciudad llamada Tanpingiu, que es grande y bella y está
bajo la jurisdicción de Quinsai. Sus habitantes pertenecen al Gran Khan y
tienen papel moneda. Son idólatras y queman a sus muertos. Viven del arte
y del comercio. Tienen toda clase de productos, pero no hay nada de
particular que contar, y por eso hablaremos de Viugiu.
Y cuando se parte de esta ciudad de Tanpingiu se va a tres jornadas
hasta Sudeste, encontrando al paso bellas ciudades, castillos grandes y
esbeltos. Por doquier reina la abundancia y todo es barato; los indígenas
son idólatras y pertenecen al Gran Khan. Son de la señoría de Quinsai; por
lo demás, no hay nada que la distinga de las demás poblaciones, y por eso
iremos más adelante y os contaremos de la ciudad de Ghiugiu.
A dos jornadas a Sudeste de Viugiu se pasa para llegar a ella por
ameno paisaje cubierto de ciudades y castillos. Hay de todo en abundancia.
La sola particularidad es que la caña es aquí más gorda y alta que en
ninguna otra parte. Hay algunas que miden cuatro palmos de anchura por 15
pies de altura. Al cabo de las dos jornadas se llega a una ciudad llamada
Ghiugiu, que es muy grande y bella. Pertenecen al Gran Khan, son idólatras
y están bajo el señorío de Quinsai. Tienen bastante seda. Viven de
mercancías y de arte. Tienen todo cuanto pueden apetecer en cuestión de
víveres. Y como no hay nada más digno de mención, nos iremos más adelante.
Dejando Ghiugiu se viaja cuatro días hacia Sudeste y al paso salen
castillos, villas, alquerías. Todo en abundancia. Son idólatras y
pertenecen al Gran Khan bajo el señorío de Quinsai. Viven del comercio y
del arte. Tienen caza de aves en abundancia. Hay leones y fieras en la
campiña. No se ve ni una oveja, ni un carnero en todo el Mangi, pero sí,
vacas, bueyes, cabras y puercos. No hay nada más digno de mención, y
prosigamos.
Partiendo de esta ciudad, Ghiugiu, se andan cuatro jornadas hacia
Sudeste, encontrando siempre ciudades y castillos y víveres en abundancia.
A cuatro jornadas se encuentra la ciudad de Cianscian, que es muy extensa
y hermosa; está en lo alto de una montaña, con un río que la divide por
medio, dejando un lado alto y otro bajo de la ciudad. También pertenecen a
la jurisdicción de Quisaid. Los habitantes son súbditos del Gran Khan e
idólatras; viven del comercio y de las artes. Y como no ya hay nada digno
de mención, pasaremos más adelante.
Cuando se deja Cianscian también el paisaje es ameno, lleno de
ciudades y castillos, y durante tres días es invariablemente bello. Son
idólatras y pertenecen al Gran Khan; son de la señoría de Quinsai. Tienen
víveres en gran abundancia, caza y venado, los mejores pájaros y plantas,
y como no hay nada más que mencionar, prosigamos.
De aquí a tres jornadas hay la ciudad de Cugiu, que es muy grande y
bella, cuyos habitantes son idólatras y pertenecen al Gran Khan. Hasta
aquí llega el dominio de Quinsai y empieza un nuevo reino, otro de los
nueve del Mangi, llamado Fugiu.
- CLVI -
Del reino de Fugiu
Dejando el reino de Quinsai, que es llamado también Cugiu, se
encuentra el reino de Fugiu. A seis jornadas a Sudeste se cabalga por
montañas y por valles, ciudades, castillos y caseríos. Son idólatras y
pertenecen al Gran Khan y a la señoría de Fugiu, en la cual acabamos de
entrar. Viven de arte y de comercio. Tienen todo en abundancia: caza,
aves, y en la campiña grandes y feroces leones. Recogen el jengibre y la
galanga en gran cantidad, pues por un ducado de oro podéis comprar 80
libras de jengibre. Tienen un fruto que da un color semejante al del
azafrán, pero vale tanto o más que el azafrán. Comen de todo, y hasta
carne humana si el hombre no ha muerto de muerte natural, pero si lo han
matado con arma blanca y es sano se lo comen todo entero y dicen que es
carne exquisita. Los hombres de armas suelen arreglarse de la siguiente
manera: Se dejan el pelo largo y en medio de la frente se hacen pintar en
azul una espada de hierro. Todos van a pie, menos los capitanes; van
armados de lanzas y espadas; son los hombres más crueles del mundo, pues
matan cuanto encuentran al paso, beben la sangre de sus víctimas y luego
se las comen.
Dejemos este horror y hablemos de otras cosas. Andando otras tres
jornadas sobre las seis antedichas, se llega a la ciudad de Quenlinfu, que
es una grande y noble ciudad, sometida al poder del Gran Khan. Esta ciudad
tiene tres magníficos puentes, largos una milla y ancho nueve pasos, todos
de piedra con una columnata de mármol en el pretil. Son tan espléndidos,
que valen un tesoro. También aquí se dedican al comercio y a las artes.
Tienen telares de seda. Recogen el jengibre y la galanga. Las mujeres son
muy bellas. Hay algo curioso que mencionar además. Tienen gallinas que no
tienen plumas, pero sí una piel como la del gato y muy negra. Ponen huevos
como los de nuestra tierra; su carne es muy sabrosa.Como ya no hay nada
que observar, iremos más adelante.
Durante tres jornadas, a más de las seis que ya he dicho, se marcha
por un paisaje encantador, con muchos castillos, villas y ciudades,
abundancia de mercaderías, caza, feroces leones que persiguen a los
viajeros. En la última jornada y a 15 millas se encuentra una ciudad
llamada Unquen, en donde se fabrica mucha azúcar. De aquí se surte el Gran
Khan y se llevan todo el que consumen en la corte, en tan gran cantidad
que esto por sí solo es un tesoro. No hay nada más digno de contarse, y
pasemos más adelante.
A 15 millas de la ciudad de Unquen encontramos la muy noble ciudad de
Fugiu, y os contaremos de ella lo que sabemos.
- CLVII -
De la ciudad de Fugiu
La ciudad de Fugiu es la capital del reino de Choncha, que es otra de
las nueve provincias del Mangi. En ésta hay mucho comercio, mercaderes y
artesanos. Son idólatras y vasallos del Gran Khan. Allí moran muchos
hombres de armas, pues las huestes del Gran Khan están en parte de esta
capital, porque en esta región los castillos y ciudades se levantan con
facilidad, de modo que estos hombres sofocan en seguida estas rebeliones.
Y por esto el Gran Khan tiene una nutrida guardia.
Por la ciudad cruza un río caudaloso, de una milla de ancho, y en el
cual hay arsenales en donde se arman las naves que navegan por su
corriente. Produce el azúcar en tan gran abundancia, que es difícil el
contarlo.
Aquí hay gran tráfico de perlas y piedras preciosas, y es porque los
mercaderes atracan con sus barcos provenientes de las islas de la India.
Esta ciudad, además, está cercada del puerto de Çaiton (Cantón), en el mar
Océano, y allí es un acudir de naves y gripos de toda la India con
mercancías variadas y preciosas que remontan los mercaderes río arriba
hasta Fugiu. Hay todo cuanto puede apetecer el hombre. Las orillas están
cuajadas de deliciosos jardines con frutas de todas clases. Es una ciudad
tan bien provista de todos los dones del cielo que es un encanto. Ya no
hay nada digno de mención en ella, y prosigamos la ruta.
- CLVIII -
De la ciudad de Çaiton (Cantón)
Pasando el río de Fugiu se andan cinco jornadas, encontrando por
doquier ciudades, castillos y granjas muy florecientes y donde hay
cantidad de productos. Se pasa por montes, valles y llanos e inmensos
bosques poblados de árboles, de los cuales se saca el alcanfor. La comarca
es abundante en caza, aves y pájaros. Sus habitantes viven del comercio y
la industria, son vasallos del Gran Khan, y bajo la jurisdicción de Fugiu
y a cinco jornadas hay una ciudad llamada Çaiton (Cantón), que es grande y
noble.
Es el puerto en donde vienen a parar las naves de la India,
descargando los tesoros de piedras finas y de gran valor y perlas muy
gordas y del mejor oriente. Es el puerto de expansión de todo el Mangi, es
decir, que todo lo que se produce a su alrededor acuda a él y hay un
movimiento continuo de mercaderías y un mercado de piedras preciosas que
es maravilloso. Y de este puerto van a toda la provincia de Mangi, y por
un cargamento de pimienta que va a Alejandría o a otro lugar para ser
exportado a tierra de cristianos hay cientos que vienen a Çaiton. Habéis
de saber que éste es uno de los puertos de más importancia del mundo.
Y el Gran Khan recibe de esta ciudad un tributo enorme, porque cada
nave que llega de la India paga sobre todas las mercaderías el 10 por 100,
así de las piedras preciosas como de lo demás. Estas naves pagan como
flete por mercadería y seda el 30 por 100, y por la pimienta el 44 por
100. Por la madera de áloe y por el sándalo y otras maderas aromáticas, el
40 por 100. De suerte que entre el flete y el tributo y la alcabala el
mercader paga la mitad de la ganancia de lo que trae. Así que para el Gran
Khan es esta ciudad un tesoro.
Son idólatras. La tierra es muy fecunda y tienen toda clase de
frutas. En esta provincia hay una ciudad llamada Tiungiu, en donde hacen
los platos de porcelana grandes y pequeños y los más bellos que verse
puedan. En ninguna parte se hacen iguales a éstos sino en esta ciudad, y
de ahí se desparraman por el mundo entero, y no son muy caros, pues por un
ducado veneciano tendréis tres fuentes tan bellas que no hallaríais nada
mejor. En esta ciudad hablan un idioma propio.
Os hablé del reino de Fugiu, que es una de las partes de los nueve
reinos. Y en verdad os digo que el Gran Khan saca pingües rentas, tantas
como las del reino de Quinsai.
No hemos descrito todavía los nueve reinos de Mangi, sino tan sólo
tres, que son Yangiu, Quinsaí y Fugiu, y de éstos ya habéis oído bastante.
De los otros seis también podríamos contar, pero como es muy largo el
relato nos callaremos. Del Mangi, de Catai y de otras provincias, de
gente, animales, pájaros, oro, plata y piedras preciosas y perlas y tantas
otras cosas, ya habéis oído. Pero como en nuestro libro no reza aún todo
lo que deseamos deciros, pues nos quedan todas las descripciones de las
cosas de la India, que son dignas de conocerse y que posee maravillas de
las cuales adolecen otras regiones, es bueno y saludable lo dejemos
escrito en este libro, y maese Rustichello lo expondrá así como lo cuenta
micer Marco Polo. Y os diré en verdad que micer Marcos vivió tanto tiempo
en la India, conoció tanto sus negocios, sus costumbres, que es el hombre
que más sabe sobre este país.
Ya sé qué hay tanta maravilla que la gente que oirá su relato lo
encontrará increíble; pero nosotros las pondremos una tras otra tal como
las refería micer Marcos. Y vamos a seguir en este libro.
- CLIX -
Aquí empieza el libro sobre la India, que hablará de todas las maravillas
que contiene y de las costumbres de sus gentes
Ya que hablamos de tantas provincias del continente como habéis oído,
dejaremos esta materia y entraremos en la India para contar sus maravillas
y empezar por la descripción de las naves que zarpan desde la India.
Construyen las naves de la siguiente manera: de madera de pino o de
alerce. Tienen un puente, y en este puente hay a menudo 40 entre cámaras y
camarotes, en donde un mercader puede vivir cómodamente. Van provistas de
un timón y de cuatro árboles y a veces le añaden dos palos de repuesto,
que se quitan y ponen cuando se quiere. Están espléndidamente clavados con
doble carena, es decir, dos tablas, una exterior y otra interior; están
calafateadas en las junturas por fuera y por dentro y clavadas con puntas
de hierro.
No están alquitranadas, porque no conocen la pez, pero las untan de
tal modo con otra sustancia que ellos consideran mejor que el alquitrán.
Toman estopa y cal y lo desmenuzan y lo mezclan con aceite de palmera, y
con esta mezcolanza entre las tres materias queda una sustancia tan
resistente y compacta como la pez. De esto untan las naves y es lo mismo
que si las alquitranaran.
Tienen 200 marineros de dotación y son tan grandes que pueden llevar
5.000 espuertas de pimienta, y algunas hasta 6.000, y van a remo, y en
cada remo van cuatro marineros. Y la nave está dotada de tan grandes
barcas que cada una de ellas puede llevar 1.000 espuertas de pimienta. Ya
os dije que llevaban 40 hombres de equipaje; cada barca va armada y
algunas veces remolcan a la gran nave. Siempre llevan encima y a los
costados varios botes, pero los unos mayores que los otros, y otras
pequeñas embarcaciones o almadías, con las cuales pescan para el servicio
de mesa de la nave, y estos botes están amarrados a los lados de ella.
Cuando quieren carenar la gran nave, es decir, limpiar la carena y que
haya navegado un año, la ponen en seco de la siguiente manera: clavan en
el costado de la eslora una tabla y al otro lado otra y con otras seis la
apuntalan y luego la untan y calafatean.
Os he hablado de la nave con la cual los mercaderes van y vienen de
la India. Y abandonaremos esta materia para contaros de la propia India.
Pero ante todo os hablaré de otras islas del mar Océano, en donde estamos
aún. Estas islas están a Levante, y empezaremos por una isla llamada
Cipango (Japón).
- CLX -
En donde se trata de la isla de Cipango (Japón)
Cipango es una isla a Levante que está a 1.500 millas apartada de la
tierra en alta mar. Es una isla muy grande. Los indígenas son blancos, de
buenas maneras y hermosos. Son idólatras y libres y no están bajo la
señoría de nadie. Tienen oro en abundancia, pero nadie lo explota, porque
no hay mercader ni extranjero que haya llegado al interior de la isla. Os
contaré de un maravilloso palacio que posee el señor de la isla. Existe un
gran palacio todo cubierto de oro fino, tal como nosotros cubrimos
nuestras casas e iglesias de plomo, y es de un valor incalculable. Los
pisos de sus salones, que son numerosos, están también cubiertos de una
capa de oro fino del espesor de más de dos dedos. Todas las demás partes
del palacio, salas, alféizares, todo está cuajado de oro. Es de una
riqueza tan deslumbrante, que no sabría exactamente cómo explicaros el
efecto asombroso que produce el verlo.
Tienen perlas en abundancia de un oriente rosa, preciosas, redondas y
muy gruesas. Son de tanto valor como las blancas, o más. Tienen varias
otras piedras preciosas. Es una isla muy rica, cuya riqueza es
incalculable.
Y como le diera razón al Gran Khan de la gran riqueza de esta isla
-Cublai, que entonces reinaba-, quiso apoderarse de ella. Y envió a dos
barones al mando de una flota con hombres a pie y a caballo. Uno de estos
barones se llamaba Abatan y el otro Volsanicin. Ambos eran sabios y
valientes. Navegaron de Çaiton a Quinsai, se hicieron a la vela y
abordaron a estas islas; se apoderaron de llanos y granjas, pero ningún
castillo ni ciudad había caído en sus manos todavía, cuando les sucedió el
percance que les contaré.
Habéis de saber, ante todo, que los dos barones se envidiaban
mutuamente y que ninguno de los dos hacía nada de común acuerdo con el
otro.
Y un día sopló la tramontana de tal manera, que los de la armada,
asustados, dijéronse que si no alzaban anclas se estrellarían todas las
embarcaciones. Entonces se refugiaron en las naves y se hicieron a la mar,
y habiendo navegado cuatro millas se encontraron otra isla de tamaño un
poco menor, y los que en ella pudieron escapar se salvaron, pero los otros
quedaron estrellados contra las rocas.
Sin embargo, se salvaron 30.000 hombres, y estos náufragos se daban
por perdidos, pues veían morir a sus compañeros y desaparecer las naves
que habían podido tomar el largo hacia su tierra.
Y así hicieron, en efecto; algunas de entre ellas, que pudieron
escapar, navegaron sin tregua hasta llegar otra vez a su país. Dejemos,
pues, a los que se fueron y volvamos a los que quedaron muertos de miedo
en la isla.
- CLXI -
De cómo la gente del Gran Khan que había escapado al temporal tomó la
ciudad de sus enemigos
Sabed, pues, que estos 30.000 hombres que escaparon a los elementos
se veían perdidos y no velan medio de remediar su triste suerte.
Desesperados y angustiados, no sabían qué hacer ni qué resolver.
Y estaban en situación tan apurada cuando el señor de la gran isla y
sus secuaces vieron a la armada tan desesperada y deshecha y se enteraron
que los náufragos estaban en la isla menor. Se llenaron de alegría y
regocijo. Y en cuanto la mar se calmó fuéronse en varias naves que tenían
en la isla e hicieron vela hacia ella para prender a los que allí se
hallaban.
Cuando los 30.000 vieron que el enemigo había tomado tierra y se
dirigía hacia ellos para prenderles, maniobraron de modo de marchar en
sentido contrario de los que venían, y yendo hacia la playa se acercaron a
las naves del enemigo, y entraron en ellas, y esto lo consiguieron con
facilidad, pues no había quien las defendiera.
abordar la isla mayor. Tomaron allí tierra y bajaron con el estandarte y
señeras del señor de la isla, dirigiéndose a la capital, y los que
reconocieron el pendón de su señor creyeron que eran sus propias gentes y
los dejaron entrar en la ciudad.
En ella no encontraron más que ancianos; entonces se apoderaron de la
ciudad, echaron a todos los que estaban en ella y sólo guardaron algunas
mujeres hermosas para que les sirvieran. Y así es como tomaron esta ciudad
los hombres de armas del Gran Khan.
Y cuando el señor y sus gentes se dieron cuenta que habían perdido su
capital y que el desastre era completo para ellos, se desesperaron y
creyeron morir de rabia. Entonces volvieron con otras naves a su isla y
cercaron la ciudad de modo que nadie podía entrar ni salir de ella si a
ellos no se les antojaba ¿Y qué más os diré? La gente del Gran Khan
resistió siete meses el sitio, buscando día y noche cómo podían enterar al
Gran Khan de la situación desesperada en que se hallaban y les ponía en
tan grande aprieto; mas nada les valió. Y cuando vieron que no había
salvación, parlamentaron con los de fuera, acordaron una tregua y se
rindieron, a condición de que les perdonaran la vida. Y bajo este pacto
quedaron allí para siempre. Y esto fue en el año 1269 de la Encarnación de
Nuestro Señor Jesucristo.
Así concluyó esta aventura desgraciada. El Gran Khan hizo decapitar a
uno de sus barones, que era el capitán mayor de la armada al otro lo mandó
a una isla en donde hacía desaparecer a la gente que le molestaba, y allí
le hizo dar muerte. Y esto porque se enteró que se habían portado mal el
uno contra el otro en esta aventura.
Y os diré otra gran maravilla: Estos dos barones tomaron un castillo
que allí se encontraba para defenderse, y como no quisieron ceder la
plaza, los dos barones dieron orden de que los mataran. Y así lo hicieron
y cercenaron sus cabezas, excepción hecha de ocho hombres, a los cuales no
lograban cortar la cabeza. Y esto sucedía en virtud de unas piedras
preciosas que tenían incrustadas en el brazo entre la carne y la piel, de
tal suerte que no se veían exteriormente, y estas piedras tenían poder de
magia, de modo que cuando uno las llevaba encima no podía morir por el
hierro. Los barones supieron por qué causas no podían matar a estos
hombres por medio de la espada; entonces mandaron que los mataran a
machetazos, y murieron en seguida. Hicieron que les retiraran las piedras
de los brazos y las conservaron con gran cuidado.
Habéis, pues oído esta historia de la derrota de la gente del Gran
Khan. Haremos punto y volveremos a proseguir la narración de nuestro
libro.
- CLXII -
Donde se habla del culto de los idólatras
Los ídolos de Catai y los de Mangi y los de estas islas son todos
semejantes. Estas islas tienen ídolos con cabeza de buey, otros con cabeza
de cerdo, de cordero, de perro y otros variados. Algunos tienen cabezas de
cuatro caras, otros de tres, es decir, una normal y dos a los costados;
algunos cuatro manos, otros 10 y otros 1.000. Éstos son los más venerados.
Cuando los cristianos les preguntan por qué hacen así a sus ídolos:
«Nuestros antepasados nos lo legaron de esta manera; así lo dejaremos a
nuestros hijos y a los que vendrán después de nosotros.»
Las patrañas de estos ídolos son tan curiosas y son obras del diablo,
que mejor es no escribirlas en este libro, porque sería piedra de
escándalo para los cristianos; así que dejaremos a los ídolos y os
contaremos otra cosa.
Pero os diré, porque deseo que no lo ignoréis; cuando uno de los
idólatras de estas islas secuestra a un hombre que no es amigo de ellos, y
éste no puede rescatarse por dinero, invita a sus amigos y congéneres a su
casa. Hace asesinar al hombre que ha caído en sus manos y se lo come, en
compañía de sus parientes; pero antes lo hace preparar y guisar
convenientemente y encuentran que es la mejor carne que darse puede. Y
volvamos a nuestro relato: Este mar en que está situada la isla se llama
el mar de la China, es decir, el mar que rodea a Mangi, pues los naturales
de esta isla, cuando quieren decir la China, dicen Mangi; pero la China
está hacia Levante, y tiene, según los pilotos y navegantes que la
conocen, 7.448 islas, de las cuales muchas habitadas, y en estas islas no
hay árbol que no sea aromático y que no tenga perfume fuerte y agudo, con
maderas de gran utilidad, grandes como el alerce, y más grandes aún. Hay
especias muy caras: pimienta blanca como la nieve y negra, ambas en gran
abundancia. El oro abunda tanto en ellas, que es maravilla, pero están tan
lejos y se pasan tantas fatigas para ir a ellas, que no hay muchos que se
lleguen allá. Y cuando las naves de Çaiton o de Guinsai atracan a ella es
siempre con gran provecho y ganancia. Pero para llegar a ellas tardan un
año, pues van en invierno y vuelven en verano, porque los vientos son en
esa época favorables, y al volver en estotra, uno sopla en popa en
invierno y otro en estío. Esta región está muy alejada del camino de la
India, y os dije que se llamaba mar de la China, y quiero que sepáis lo
que llamo mar Océano. Pues se dice mar de Inglaterra o mar de la Rochela;
así, aquí mar de China y mar de Indias, pero todos éstos son un común
denominador, que es el mar Océano.
Ya os contaremos de estas regiones, porque están demasiado alejadas y
no hemos llegado a ellas. Ni el Gran Khan tiene nada que ver allí, ni le
pagan tributo alguno. De modo que volvamos a Çaiton y a nuestro libro.
- CLXIII -
De la región de Ciamba
Partiendo de Çaiton y navegando hacia Poniente, en dirección al
garbí, a unas 1.500 millas, se llega a una región llamada Ciamba, que es
muy rica y de tierra muy fecunda. Tienen un rey, idioma propio y son
idólatras. Han cerrado un pacto con el Gran Khan, comprometiéndose a
entregarle cada año elefantes, y os diré de qué manera empezó el rey a
pagar este tributo.
En el año 1272 de la Encarnación de Cristo envió el Gran Khan a uno
de sus barones, llamado Sogatu, con escolta numerosa y a caballo y a pie,
contra este rey Ciamba, y se desató una gran guerra en el reino. El rey,
que era muy anciano y no tenía bastantes fuerzas armadas, no pudo
defenderse en una batalla cerrada, pero se parapetó en los castillos y
ciudades altas y fortalezas, de modo que no tenía cuidado y estaba al
amparo de los enemigos. Empero éstos devastaban y destruían todo en el
llano. Y cuando vio que éstos le diezmaban la población y arruinaban a su
reino, cayó en profunda postración. Entonces mandó a toda prisa a un
mensajero al Gran Khan, que le dijo: «Mi señor el rey saluda a su
soberano, y le hace saber que siendo muy anciano ha logrado que reine
siempre la paz en su señorío. Quisiera ser vuestro vasallo y daros cada
año en tributo sus mejores elefantes; os pide dulcemente y os conjura a
que hagáis salir de sus tierras a vuestras huestes y barones, que
destruyen, pillan y saquean a nuestro desgraciado reino.» El mensajero
calló y no agregó palabra. Cuando el Gran Khan oyó lo que el anciano rey
pedía, tuvo compasión de él. Ordenó a sus barones que en seguida se
retiraran del reino y prosiguieran más lejos sus conquistas. De modo que
acataron la voluntad de su señor y evacuaron el país. Y desde entonces
paga este rey cada año como tributo al Gran Khan 20 elefantes, entre los
mejores que encuentra en su reino. Y de esta suerte se sometió al Gran
Khan. Dejemos esto para describir su tierra.
Sabed que en este reino ninguna mujer se puede casar sin que antes la
vea el rey, y si le gusta la toma por mujer, y si no, le da una dote para
que pueda casarse con otro barón. En el año 1285, en que estuve yo, Marco
Polo, el rey tenía 326 hijos de los dos sexos, de los cuales 150 eran
hombres que podían manejar las armas.
En este reino hay elefantes en cantidad; hay madera de áloe. Tienen
muchos bosques y una especie de madera de manzanillo, que es muy negra y
de la cual se hacen los escálamos.
No hay va nada notable que mencionar, y nos iremos a la gran isla
llamada Java.
- CLXIV -
De la isla de Java
Cuando se parte de Ciamba, entre Mediodía y Sudoeste, a 1.500 millas
se llega a una isla llamada Java. Según los navegantes, es la isla mayor
que hay en el mundo, y tiene más de tres millas de costa. Pertenece a un
gran rey y los habitantes son idólatras y no pagan tributo a nadie. Esta
isla es de mucha riqueza. Tienen pimienta, nuez moscada y galanga,
azufaifas y clavos y toda clase de especias, muy raras. A ella vienen de
todas partes un sinnúmero de naves y mercaderes, que compran toda clase de
mercancías y hacen grandes negocios. Hay, por tanto, grandes tesoros en
ella. Y os digo que el Gran Khan no pudo tomarla, por la travesía
peligrosa y el largo camino que lleva a ella.
Ya os conté de esta isla lo que sabía, y abrevio, para volver sobre
el particular más adelante.
- CLXV -
De la isla de Sondur y de la de Condur
Partiendo de la isla de Java y navegando entre el Mediodía y el
Sudeste, a 700 millas se encuentran dos islas, una grande y otra más
pequeña, que se llaman Sondur y Condur.
Y de estas islas se tuerce hacia Sudeste y Oriente; a unas 500 millas
se encuentra una provincia llamada Locac, que es grande y rica. Tienen un
rey y lengua propia. Los habitantes son idólatras. Están libres de
tributos y no dependen de nadie, pues nadie puede ir a estas tierras para
conquistarlas, que si fuera fácil empresa, el Gran Khan ya las habría
conquistado y sometido a su vasallaje. En esta provincia nace el «berçi»
doméstico en gran cantidad. Tiene oro en gran abundancia. Tantísimo, que
nadie puede creerlo sin verlo. Tienen elefantes y caza. De este reino
provienen todas las conchas que se expenden en todas las provincias, como
os he dicho. No hay nada más que mencionar. Hay aquí lugares tan salvajes
y recónditos, que nadie ha puesto jamás el pie en ellos. Y el rey mismo no
quiere que nadie los frecuente, para que no sepan en dónde tiene su
tesoro.
Y nos iremos de aquí y os contaremos otra cosa.
- CLXVI -
De la isla de Pentan
Partiendo de Locac y yendo a 500 millas hacia Mediodía se encuentra
una isla llamada Pentan, que es muy salvaje. Está cubierta de selvas, con
plantas aromáticas, árboles de maderas olorosas y de gran utilidad.
De aquí nos internamos entre dos islas, a 60 millas. El agua en este
estuario es bajita y no tiene más que cuatro pasos de profundidad, así que
conviene que las galeotas y naves alcen el timón, porque no desplazan allí
más que cuatro pies. Yendo a Sudeste estas 40 millas, torciendo otras 30,
se encuentra una isla y reino que se llama Malaiur. Tienen idioma propio.
La ciudad es grande y noble y muy comercial. El tráfico de las especias es
su mayor riqueza.
Otra cosa no hay digna de mencionar, y por eso nos llegaremos a la
pequeña Java, de la cual os contaremos.
- CLXVII -
Aquí se menciona la isla de Java la menor
Partiendo de la isla de Pentan y torciendo a Sudeste, a 100 millas se
encuentra la isla de Java la Menor. Pero sabed que, aunque pequeña, mide
dos millas de costa, y os haremos el relato de lo que sabemos de ella.
En esta isla hay ocho reinos y ocho reyes coronados. Son idólatras y
tienen idioma propio. Es abundante en productos de toda clase: madera de
áloe o zábila, espicanardo y otras especies que jamás se ven en otros
países. Os contaré las costumbres de estos habitantes, que son muy
independientes. Primeramente os contaré una cosa que os parecerá extraña.
Esta isla se halla situada tan al Mediodía, que en ella no se ve la
estrella del Norte. Pero volvamos a las costumbres de los hombres, y os
contaremos del reino de Ferlec.
Hubo en este reino de Ferlec unos negociantes sarracenos, que
vinieron con sus naves y convirtieron a los indígenas a la ley de Mahoma
(los de la ciudad, que los de los montes son como animales). Son
antropófagos y comen toda clase de carnes, buenas y malas. Adoran varias
cosas. Cuando madrugan, la primera cosa que ven al levantarse la adoran.
Después de Ferlec os contaré del reino de Basman.
Saliendo de este reino de Ferlec se entra en el reino de Basman. Es
un reino independiente, de idioma propio. Son gente completamente salvaje,
sin ley como las bestias. Se dicen súbditos del Gran Khan, pero no le
pagan ningún tributo, porque estando tan separados del mundo, nadie puede
llegar hasta ellos; pero a veces le envían presentes de cosas
curiosísimas. Tienen elefantes salvajes y rinocerontes tan grandes como
los elefantes, con el pelo de búfalo y las patas como ellos; un cuerno en
medio de la frente, gordo y negro. Pero no es con el cuerno con el que
hieren, sino con la lengua; sobre ella tienen un aguijón muy largo, de
modo que el daño lo producen con la lengua. La cabeza parece la de un
jabalí salvaje; la lleva inclinada hacia la tierra. Es un animal muy feo.
No es verdad que se dejen tomar por una doncella virgen, pues son temibles
y lo contrario de lo que cuentan. Aquí hay cisnes de toda especie de
variado plumaje. Tienen gavilanes negros como el carbón; son muy grandes y
cetrean muy bien.
Quiero desmentiros lo que dicen los pigmeos de las Indias. Hay, en
realidad, en la isla una especie de monos muy pequeños, con la cara como
los hombres. Los hombres los cogen y les arrancan todo el pelo y sólo les
dejan los pelos en la barba y en el posterior; luego los hacen secar y los
adoban con alcanfor o con otras especias, de modo que tienen semblanza de
hombres. Pero es que al adobarlos y cocharlos y enviarlos a vender han
hecho creer que son hombres. Pero en la India nunca se ha visto un hombre,
por pequeño que sea, de este tamaño inverosímil.
No diremos más de este reino, pues ya no hay nada notable que apuntar
y seguiremos al reino llamado Sumatra.
- CLXVIII -
En donde se habla del reino de Sumatra
En las proximidades de Basman se encuentra el reino de Sumatra, que
pertenece a este grupo de islas, en donde yo mismo, Marco Polo, he vivido
cinco meses, en la época en que no nos dejaron continuar nuestro viaje. La
estrella del Norte sigue sin parecer. Aquí tienen un rey muy rico y
poderoso. Son salvajes y se dicen súbditos del Gran Khan. Por esta razón
nos quedamos cinco meses aquí. Pusimos pie en tierra y nos construimos una
casa de maderos y ramas y nos quedamos en ella por miedo a los malos
hombres y a las bestias. Aquí se pescan los mejores peces del mundo. No
hay trigo, pero viven de arroz. No tienen tampoco vino, pero se procuran
una bebida del modo siguiente: tienen una especie de árbol, al cual le
cortan una rama y le arriman a la herida un puchero y en la noche se llena
de líquido. Estos árboles se parecen a una pequeña datilera, y tronchando
una palma de las cuatro que suelen tener se obtiene cuanto vino se desea.
Y hay más: cuando la hendedura no segrega más jugo se le echa agua a la
raíz y al poco tiempo destila otra vez el zumo. Y hay una especie blanca y
otra roja. Tienen muchos cocos de India, gordos y sabrosos. Los indígenas
comen toda clase de carnes, buenas y malas.
Pues os hemos contado de este reino, lo dejaremos para contaros del
reino de Dagroian.
- CLXIX -
Del reino de Dagroian
Dagroian es un reino independiente, que tiene lengua propia;
pertenece al estuario de la isla de Java. Tienen un rey. Las gentes son
muy salvajes y se dicen sujetos del Gran Khan; son idólatras, y os contaré
sus costumbres.
Sabed en verdad, que si uno de entre ellos cae enfermo, los parientes
mandan a buscar a los magos y les preguntan si el enfermo podrá sanar. Y
estos magos, por sus hechizos o por medio de los ídolos, saben si sanarán
o si están condenados a morir. Cuando dicen que van a morir, los parientes
del enfermo llaman a ciertos hombres encargados de matarlo, puesto que
están perdidos. Y estos hombres vienen y le amordazan de forma que lo
ahogan. Y cuando se mueren lo hacen cocer y toda la familia viene a
comerlo. Y se comen hasta los tuétanos, porque no quieren que quede
sustancia alguna que críe gusanos, los cuales, ya no teniendo que comer,
se morirían, y pretenden que con ello el difunto se perjudicaría y moriría
en pecado. Luego recogen los huesos, los ponen en una bonita arqueta y se
los llevan a unas cavernas, tan altas, en la montaña, que ningún cuervo o
animal las puede alcanzar.
Y también si pueden cogen a un hombreque no sea de la región mátanle
para comérselo en seguida y ésta es una costumbre horrenda.
Dejemos a este triste reino e internémonos en Lambri.
- CLXX -
Donde se habla de Lambri
Lambri es un reino cuyo rey se dice súbdito del Gran Khan. Son
idólatras. Hay berçis en gran abundancia y alcanfor y otras especias, muy
finas y caras. Y el berçi crece en pequeños tallos, y cuando está crecido
en esta forma lo arrancan y lo plantan en otro lugar y allí le dejan tres
años y luego lo desentierran con toda la raíz. Llevamos esta simiente a
Venecia y la sembramos, pero no creció absolutamente nada, y esto creo que
fue por el frío.
Y os contaremos otra cosa, que es extraordinaria: En este reino hay
hombres que tienen una cola larga un palmo. Y no tienen pelo y son muchos.
No viven en la ciudad, sino en la montaña. Y las colas son gordas como las
de un perro. Tienen rinocerontes y caza en cantidad.
De Lambri iremos a Fansur.
- CLXXI -
Del reino de Fansur
Fansur es un reino independiente. Tiene rey y son idólatras y
vasallos del Gran Khan. Son de la misma isla de los arriba mentados. Y en
esta isla crece el mejor alcanfor del mundo, llamado canfora-fansuri, que
vale más que ninguno. Se vende a peso de oro, y no tiene, por lo demás, ni
trigo, ni cereales; se alimentan de arroz y de leche. Tiene vino de
palmera, como os conté anteriormente. Y otra cosa os referiré, que es
maravillosa:
En esta provincia tienen harina, que sacan de los árboles, de una
especie de árboles magníficos y esbeltos; estos producen una sustancia
harinosa. Tienen una corteza fina, y entre ésta y el tronco se halla un
polvillo de harina. Hacen con ella muchas pastas, muy ricas; nosotros
mismos las catamos y las comimos varias veces.
Hemos hablado de este reino, que forma parte de la isla; del lado
opuesto no contaremos nada, porque lo desconocemos, no habiendo llegado a
él. Dejaremos estas cosas para dirigirnos a una pequeña isla llamada
Ganenispola.
- CLXXII -
De la isla de Necuveran
Partiendo de Java y del reino de Lambri, yendo por tramontana cerca
de 150 millas, hay un trozo de tierra de 25 millas, que llaman Necuveran.
No hay nadie que rija a estos hombres, completamente salvajes, que andan
desnudos y no cubren absolutamente sus cuerpos. Son idólatras. Sus
inmensos bosques y selvas están poblados de árboles gigantescos, de las
más ricas maderas. Allí el sándalo bermejo, las nueces de Indias, el
clavo, el bergi, y otras especias. Pero nada notable hay que apuntar en
sus costumbres. Así que pasaremos de largo y hablaremos de otra isla
llamada Angaman.
- CLXXIII -
De la isla de Angaman
Angaman es una isla muy grande, sin ley ni rey. Son idólatras, viven
como los animales salvajes. Y tenemos que apuntar en el libro una extraña
visión de estas gentes. En esta isla los hombres tienen cabeza y dientes
de perro, y en su fisonomía parecen enormes mastines. Son muy crueles y
antropófagos y se comen cuantos hombres prenden que no sean de sus gentes.
Tienen especias variadas en abundancia. Se alimentan de arroz, leche y
toda clase de carnes. Las frutas que comen son muy diferentes a las
nuestras.
- CXXIV -
De la isla de Seilán (Ceilán)
A mil millas, más o menos de distancia (partiendo de Angaman) hacia
Poniente se encuentra la isla de Seilán, que es en realidad de una gran
hermosura. Es muy extensa, y trataré de demostrarlo con cifras. Mide cerca
de 2.400 millas, según los apuntes en los mapas y la cartografía de estos
mares. Pero el viento que sopla de tramontana es tan fuerte que ha
sumergido parte de la isla en el mar, y por eso ya no tiene esas
dimensiones de antaño.
Haremos, pues, la descripción de la isla: Tiene por rey un sujeto
llamado Sendemain. Son idólatras. No pagan tributo a nadie. Van
completamente desnudos, salvo en las partes naturales. No tienen trigo,
pero sí arroz y unas especies de cinamomos, de los que sacan el aceite.
Viven de leche y carne. Beben aquel vino de palmera del que os he hablado
ya. Tienen berçis en gran abundancia y exquisitos. Y apuntaremos la cosa
más preciada que poseen, que son los más bellos rubíes del mundo y
zafiros, topacios, amatistas y criptofacios y otras piedras finas. El rey
de esta isla posee el más preciado rubí y el mayor que he visto en mi
vida, ni veré. Os diré el tamaño de esta piedra: es ancha un palmo y gorda
como el brazo de un hombre; es la joya más hermosa que ver se pueda, sin
ninguna mancha, roja como el fuego, de un valor tan incalculable que no
habría dinero que lo pagara. El Gran Khan mandó decir al rey que si se la
cedía le daría en cambio el valor de una ciudad entera. El rey contestó
que no la daría por nada del mundo, porque la había heredado de sus
antepasados, y por estas razones el Gran Khan no la pudo obtener. La raza
aquí no es gallarda, sino raquítica y miserable. Pero si necesitan
defenderse, toman hombres de otras regiones, especialmente sarracenos, que
emplean como mercenarios.
Ya no hay nada digno de mención, y seguiremos a Maabar (Malabar).
- CLXXV -
De la provincia de Maabar (Malabar)
Abandonando Seilán, a 60 millas hacia Poniente, se encuentra la gran
provincia de Maabar, que llaman la Gran India, y es, en efecto, la más
importante de las regiones. Esto ya es tierra firme. En esta isla hay
cinco reyes, que son hermanos carnales; los iremos estudiando uno por uno.
En la capital de la provincia reina uno de estos hermanos, que tiene
por nombre Sender Bandi Devar. Es el reino de las perlas. Os contaré cómo
se hallan y se pescan. Hay en este mar un arrecife entre una isla y tierra
firme. En todo él no hay ni 10 pies de agua; en otros 12, y en otro tan
sólo 2. Aquí se recogen las perlas. Arman pequeñas embarcaciones y van al
arrecife desde el mes de abril a mitad de mayo, en un lugar que se llama
Bettalar. Se alejan en el mar unas 60 millas, y allí echan las anclas, y
en pequeñas embarcaciones se acercan a los criaderos de perlas. Hay para
esto varios mercaderes que explotan el negocio y forman compañías, que
contratan a un número determinado de hombres, desde abril a mitad de mayo,
mientras dura la pesca. Y los mercaderes dan el porcentaje que os diré: al
rey, ante todo, una décima parte; al «encantador de peces» (para que éstos
no causen perjuicio a los que se zambullen en el mar), otra décima parte;
para la pesca de las perlas, la vigésima parte. Estos encantadores de
peces son los abrayamanes que hechizan a los peces, pero de día solamente,
pues de noche no tienen ningún poder, y están libres de hacer el mal.
Estos abrayamanes encantan no sólo a los peces, sino a los pájaros
también. Cuando llegan las almadías, los hombres que están en pequeñas
embarcaciones, pagados por los mercaderes para este oficio, se zambullen
en el agua: éste a una profundidad de cuatro pasas, aquél de cinco y hasta
de doce, aguantan debajo del agua cuanto pueden. Cuando están en el fondo
del mar recogen unas conchas, que llaman ostras de mar, y en estas ostras
se encuentran perlas,pequeñas y grandes, de todas formas, pues las perlas
se contienen en la pulpa de estas conchas.
Y de este modo pescan las perlas en cantidades enormes. Las perlas
que aquí se hallan se venden luego por el mundo entero. El rey de esta
comarca las tiene a granel, lo que constituye para él un gran tesoro.
Después de la mitad del mes de mayo ya no se encuentran conchas que
contengan perlas; pero las hay 300 millas más lejos desde septiembre a la
mitad de octubre. En esta provincia de Malabar no hacen falta ni sastres
ni zapateros para cortar paños y cueros, porque todo el mundo va desnudo
en toda estación. Sólo se cubren sus partes naturales con un lienzo.
El rey, como los demás, va todo desnudo, salvo que cubre su virilidad
con un paño más rico que los demás y lleva un collar o más bien una franja
de piedras preciosas. También lleva colgado del cuello un cordón con 104
perlas grandísimas y rubíes de gran valor. ¿Por qué 104 perlas y piedras?
Porque está obligado cada mañana y cada noche a decir 104 plegarias o
invocaciones a sus ídolos. Es lo que les manda la fe y sus costumbres; así
lo hicieron sus antepasados, y así lo hacen ellos, y por eso el rey lleva
sus 104 perlas al cuello. En tres partes del brazo lleva además brazaletes
de oro cuajados de piedras gordas y de gran precio. En las piernas lleva
otros aros de oro con piedras finas también. En los dedos de los pies
lleva anillos con piedras muy gruesas. Lleva, en fin, un tal tesoro en
pedrerías, que vale lo que una ciudad entera. Y nadie podría estimar lo
que aquello vale, y no es maravilla, pues todo eso se encuentra en su
reino en cantidad.
Y os diré otra cosa: nadie puede, sin embargo, llevarse del reino
ninguna piedra ni perla ni gruesa ni cara, que pese más de un medio «sazo»
en adelante. El rey manda que cuantos tengan perlas y piedras finas las
lleven a su corte y él se las compra a buen precio. La costumbre es que
pague el doble de lo que le piden. De modo que los mercaderes prefieren
venderlas a la corte porque allí se las pagan mejor que nadie. Y por eso
este rey posee tantas riquezas y tantos tesoros.
Os he contado todo esto, pero me quedan aún muchas cosas maravillosas
que deciros.
Sabed que este rey tiene 500 mujeres legítimas. En cuanto ve a una
bella mujer o damisela la quiere para él. E hizo una vez lo que vais a
oír: Uno de sus hermanos carnales tenía una mujer muy bella; al rey se le
antojó y la cogió para él, y su hermano que lo supo lo sufrió con
paciencia y no se rebeló contra él.
Os contaré de otra cosa asombrosa de este rey: sus súbditos son de
una fidelidad y devoción sin igual, que no sólo perdura en este mundo,
sino en el otro. Estos leales sirven al señor en su corte y cabalgan con
el rey y le hacen compañía y tienen gran prestigio en todo el reino. Allí
donde va el rey van ellos, gozando de gran poder ellos también.
Cuando el rey muere queman su cuerpo en un rogo o pira monumental;
entonces sus barones, que nunca le abandonaron, se echan al fuego y se
abrasan para ir a hacerle compañía al otro mundo. Y hay otra extraña
costumbre en este país. Cuando el rey muere y deja un gran tesoro, sus
hijos no le tocarían por nada del mundo, pues dicen: «Tengo el reino de mi
padre y a todas sus gentes; puedo, pues, procurarme un tesoro como él se
lo procuró.» De modo que no tocan el tesoro y van acumulando otro suyo
propio. Y por eso los tesoros son incalculables en este reino.
En esta región no se crían caballos, y toda la renta la emplean en
gran parte en adquirirlos de la manera siguiente: los mercaderes de Curmos
y de Cuisci y de Dufar y de Escer y de Adan -esta provincia tiene muchos
caballos y corceles- compran caballos o los crían; cárganlos luego sobre
sus naves y se los llevan al rey y a sus cuatro hermanos. Les dan por cada
caballo 500 «sazos» de oro, lo que es más de 100 marcos de plata. Todos
mueren por lo general, porque no tienen almohazador para cuidarles y por
falta de vigilancia. Y los mercaderes que se los venden se guardan muy
bien de llevarles gente que los cuiden, porque cuantos más caballos mueren
más provecho tienen.
Os referiré otra extraña costumbre. Cuando un hombre comete algún
delito y le condenan a muerte, y el señor le tiene que hacer ejecutar, el
que debe morir dice que quiere matarse a sí mismo en honor y amor a sus
ídolos. Es costumbre que el rey se lo conceda. Entonces parientes y amigos
se conciertan para procurarle cuchillos afilados, y le llevan por toda la
ciudad en una silla de mano con los cuchillos colgando del cuello,
pregonando: «Este valiente que aquí veis se quiere matar a sí mismo por
amor a su ídolo.» Y de esta manera le dan la vuelta a la ciudad. Llegados
al lugar en donde se hace justicia, el condenado a muerte empuña un
cuchillo y grita en alta voz: «Me mato por amor a tal ídolo.» Después de
pronunciar estas palabras, se hiere en un brazo; luego coge otro y se
hiere en el otro brazo, y, por fin, toma un tercero y se da una cuchillada
en el vientre. Y tanto se hiere, hasta caer exánime. Cuando ha muerto, sus
parientes queman el cadáver en medio de las demostraciones de mayor
júbilo.
Hay en este reino otra costumbre: cuando muere un hombre y su cadáver
se está consumiendo en el fuego, su viuda se echa en las llamas y se hace
quemar con su marido. Y las mujeres que lo hacen son citadas como ejemplo
y las ensalzan mucho. Y no creáis que son pocas, sino muchas las que lo
hacen.
Y todos adoran a los ídolos: algunos adoran al buey porque dicen que
es un animal muy bueno, y nadie mataría jamás a un buey ni comería de su
carne. Pero hay una clase de hombres, llamados «gavi», que comen la carne
de buey, pero no se atreven tampoco a matarle. Si un buey se muere de
muerte natural, o violenta, entonces estos «gavis» se lo comen. Pero antes
de esto untan sus casas con la medula del animal.
Otra costumbre de este pueblo es que el rey y sus barones y todos sin
excepción que sientan en el suelo. Y cuando se les pregunta por qué no se
sientan más dignamente en escabeles, contestan: «Que la tierra es una cosa
honorable; que puesto que ellos están hechos de tierra y deben volver a
ella, hay que respetarla y nadie debe atreverse a despreciarla.» Los
«gavis» (que son la categoría de gente que comen buey cuando murió de
muerte natural) son los hombres cuyos antepasados mataron a Santo Tomás
Apóstol. Y todos los llamados así no pueden entrar en el lugar donde está
el cuerpo de micer Santo Tomás, pues 10 hombres no podrían sujetarle, ni
20 tampoco, en donde está el cuerpo del santo, porque hay una fuerza que
los rechaza violentamente, y no pueden permanecer allí: esto en virtud del
cuerpo del santo.
En este reino tienen arroz, pero no crece el trigo. Si un hermoso
caballo cubre a una buena yegua, nace luego un caballito enclenque, con
las patas torcidas y endebles, y no hay medio de montarle, pues no vale
nada. Esta gente va a la batalla con lanzas y escudos y completamente
desnudos. No son valientes ni arrojados; no matan ni a pájaros ni a ningún
animal, y si quieren carne de carnero, se lo mandan matar a un sarraceno o
a otros forasteros que no obedecen a su ley.
Los hombres y las mujeres se lavan diariamente todo el cuerpo, es
decir, mañana y noche, y no comen ni beben sin hacer antes sus abluciones.
Y el que no se lave dos veces al día es tenido por soez y grosero.
En este país se castigan muy severamente los homicidios y robos y
otros delitos. Tampoco beben vino, y el que acostumbra a beberlo no lo
escogen nunca para testigo y nadie garantiza por él, pero tampoco lo hacen
con los navegantes, porque dicen que el que va sobre el mar está
desesperado y por eso encuentran que no vale para testigo. Pero, en
cambio, no tienen por pecado a ningún pecado de lujuria.
Hace en estos parajes un calor sofocante; por eso van desnudos. Jamás
llueve, excepto en junio, julio y agosto. Y si no fuera por el agua que
cae durante estos tres meses y que refresca el aire, se morirían de calor.
Pero las lluvias mitigan el clima.
Hay entre ellos sabios de un arte que llaman fisionomía, es decir,
conocer al hombre y a la mujer por la cara y decir sus cualidades buenas y
malas. Y esto lo conocen a simple vista. Saben mucho de agüeros, de la
significación del vuelo de los pájaros y de los encuentros de ciertos
animales. Conocen los presagios mejor que nadie en el mundo y saben lo que
es bueno y lo que es malo. Si un hombre que marcha por un sendero oye un
ruido y le parece favorable, sigue su camino; si le parece adverso, se
sienta y espera un rato para proseguir, o vuelve a su casa.
En cuanto nace un niño, varón o hembra, el padre o la madre le
inscriben en un registro: dejan escrito el día del nacimiento, el mes, la
luna y bajo qué signo y constelación ha nacido. Y esto lo hacen siempre
obrando de acuerdo con los astrólogos y adivinos, que conocen los
hechizos, las artes mágicas y la nigromancia, y también entre ellos hay
quien entienda de astronomía.
En este reino tienen toda clase de pájaros, de una variedad
increíble, pero no se parecen nada a los nuestros, salvo la codorniz, que
es igual a la de nuestra tierra. También se ven murciélagos, pájaros
volátiles con cuerpo de ratón, pero sin plumas, y que vuelan de noche.
Éstos son grandes, como gavilanes. Los halcones que se ven por allí son
enteramente negros como los cuervos, vuelan muy alto y cazan
magníficamente. Os diré otra cosa digna de contarse: a sus caballos les
dan de comer carne cocida con arroz y otros alimentos, cocidos también.
En los monasterios veneran a ídolos de ambos sexos y consagran muchas
jóvenes a estos dioses. Os diré cómo se celebran estas ceremonias, en que
el padre y la madre ofrecen sus hijas a los ídolos de que son más devotos.
Cuando las monjas de estos monasterios invitan a las mozas para que vengan
al convento a honrar a los ídolos, éstas acuden presurosas y cantan y
tocan y hacen gran jubileo. Y estas jóvenes se presentan en gran número, y
más de una vez por semana y por mes llevan de comer a los ídolos. Preparan
viandas y dulces y otros deliciosos manjares; suben al altar, le aparejan
una mesa con todos los alimentos que han traído y en el centro colocan la
pieza más importante. Mientras tanto cantan y tañen los instrumentos y
bailan graciosamente. Y acabado el banquete, tal como pudieran ofrecérselo
a un poderoso barón o a una persona de gran consideración, dicen que el
ídolo ha comido la sustancia de la carne. Entonces se ponen ellas a la
mesa y comen todas en compañía, con gran regocijo. Luego, cada cual vuelve
a su casa. Y casi todas las mozas hacen lo mismo en este reino, hasta que
se casan.
Describimos las costumbres de este gran reino y ahora os narraremos
de otro llamado Mutfili.
- CLXXVI -
Del reino de Mutfili
Mutfili es un reino que se encuentra hacia tramontana a más de mil
millas de Maabar, más o menos. En él gobierna una reina que es una gran
mujer. Hace ya cuarenta años que su marido murió y ella le tenía gran
amor; así, dijo a su muerte que como le quería más que así misma, no
tomaría otro esposo, y por esa razón no volvió a casarse. Y en estos
cuarenta años administró perfectamente la justicia en su reino, tan bien
como lo hubiera hecho su marido. Y os aseguro que es más querida de sus
súbditos que jamás lo fue ni dama ni señor.
En este reino son idólatras. Viven de arroz, de carne y de leche. En
él se encuentran muchos diamantes, y os diré cómo los cogen.
Hay, como os digo, en el reino varias montañas en las cuales se
encuentran diamantes. Cuando cesa la lluvia, que corre a torrentes por la
montaña, por riscos y cavernas, los hombres buscan en los vados por donde
ha pasado mucha agua los brillantes, y los encuentran en gran cantidad. En
verano especialmente, cuando se secan los manantiales, es cuando más se
encuentran. Pero hace tanto calor, que no hay quien lo resista. Además, en
la montaña hay multitud de serpientes, tan grandes y ponzoñosas, que los
hombres no pueden ir confiados. No obstante, ellos van como pueden y
encuentran espléndidos diamantes. En cuanto a las serpientes, son
venenosísimas y muy malas, y precisamente se esconden en las cavernas en
donde esos hombres arriesgados van a buscar los diamantes. Pero también
los obtienen de otra manera. Hay un despeñadero profundo y abrupto, a cuyo
fondo es imposible llegar; pero los hombres hacen lo siguiente: toman
pedazos de carne que lanzan con fuerza al abismo en donde se encuentran
los diamantes en gran abundancia; al llegar al fondo del precipicio se
clavan en ellos. En estas montañas habitan muchas águilas blancas y
buitres, que se alimentan precisamente de serpientes. Cuando estas águilas
ven la carne en el fondo del precipicio, se abalanzan sobre ella y se la
llevan a sus nidos entre los riscos. Los hombres miran con atención en
dónde se ha refugiado el águila, y con la mayor presteza gatean hacia
aquel sitio. El águila, espantada al verles aparecer, alza el vuelo,
abandonando la carne, en la cual hay siempre clavados unos cuantos
diamantes. Hay un tercer modo de procurarse los diamantes: las águilas que
devoran la carne no paran en mientes y se tragan los diamantes también,
que luego vuelven a desechar en los excrementos, y entre este guano
también suelen los hombres encontrar los diamantes.
Ya habéis oído las tres maneras de buscar diamantes. Y éste es el
único reino que produce tales piedras. Pero, eso sí, son grandes y
magníficos, y los mejores no son, por cierto, los que llevan a tierra de
cristianos, sino los que le traen al Gran Khan y a los reyes y barones de
estas variadas provincias, reinos y señoríos. Porque como tienen grandes
riquezas compran las piedras más caras.
Os conté lo de los diamantes y ahora os narraré otras cosas. Sabed
que en este reino se fabrican los mejores bocacís, los más bellos y
transparentes que se tejen en el mundo; son delicadísimos, comparables a
las telas de lino más finas; no hay reina ni rey que no los emplee, por lo
suaves y bellos.
En este reino abundan los animales, y los carneros son especialmente
grandes. Tienen gran abundancia de cuantas cosas se necesitan para bien
vivir.
Otra cosa no hay que mentar; así, dejaremos este reino y
continuaremos hacía el lugar en donde se encuentra el cuerpo de micer
Santo Tomás Apóstol.
- CLXXVII -
Donde se trata del lugar que guarda el cuerpo de Santo Tomás Apóstol
El cuerpo de mícer Santo Tomás Apóstol está en la provincia de
Malabar, en una pequeña ciudad; no hay navegante ni mercader que venga por
aquí, por lo extraviado que se halla este lugar. Bien es verdad que
cristianos y sarracenos vienen a ella en peregrinación, pues también los
sarracenos de estas regiones veneran al santo, pues dicen era sarraceno y
un gran profeta, y lo llaman «avarian», que quiere decir santo varón. Y
sabed que allí sucedió el milagro que os voy a contar.
Los cristianos que allí llegan en peregrinación toman de la tierra
del sitio en que lo mataron y se la llevan a sus países, dándosela a beber
en infusión a los enfermos que tienen calenturas o fiebres cuartanas o
tercianas, y en seguida sanan. Y esto ocurre con todos los que beben de
esta tierra, que tiene un color rojizo.
Y os contaré de un milagro que sucedió en el año 1288 de la
Encarnación de Cristo. Un barón de estos pagos tenía una cantidad de arroz
y llenó con éste todas las casas que rodeaban la iglesia, para guardarlo.
Los cristianos que custodiaban la iglesia y el cuerpo del Santo vieron con
disgusto que este barón idólatra hacía llenar las casas y que los
peregrinos ya no tenían en donde hospedarse, y le instaron a que no lo
hiciera. Pero no les valió ni las buenas ni las malas; el barón no oyó sus
súplicas y siguió llenando de arroz las casas circunvecinas. Cuando acabó
de llenar éstas, se produjo un milagro que ahora os contaré. En la noche,
mientras dormía, se le apareció al barón Santo Tomás con una horca en la
mano, se la puso en la garganta y le dijo: «Vaciarás inmediatamente las
casas o morirás de muerte violenta.» Y diciendo esto le apretaba la
garganta con la horca, de modo que el varón se sentía morir. Hecho esto,
micer Santo Tomás abandonó el cuarto y desapareció, y el barón se levantó
de madrugada e hizo vaciar todas las casas. Y todo lo que había pasado lo
tuvieron por milagroso. Holgáronse mucho los cristianos y cantaron gozosos
las preces a micer Santo Tomás y bendijeron su santo nombre. Y os digo que
todo el año suceden otros milagros. Particularmente cuando se trata de
sanar padecimientos y curar a los lisiados.
Y os contaré ahora cómo mataron al Santo. Cuando éste salía de su
cenobio en el bosque y elevaba sus preces a Dios, en torno a él había una
cantidad de pavos reales (pues aquí los hay en todas partes); un pagano
que era del linaje de los «gavis» lanzó una flecha a uno de estos pavos
reales que rodeaban al Santo. El «gavi» no vio al Santo, pero la flecha
que creía haber lanzado al pájaro se clavó en el costado derecho de Santo
Tomás, y después de recibir este flechazo se puso a rezar dulcemente y se
durmió en el Señor. Pero también es cierto que antes de venir a esta
tierra en donde finó, había hecho muchas conversiones en Nubia, y os lo
contaremos en su tiempo y lugar en este mismo libro.
Os he hablado de micer Santo Tomás y ahora nos ocuparemos de otras
cosas. Cuando nace un niño lo tintan una vez por semana con aceite de
«sosiman», y esto le hace parecer más moreno. Porque cuanto más negros
son, más los aprecian y los encuentran más hermosos.
Toda esta gente hace retratar y colorear a sus dioses, y todos sus
ídolos están pintados de negro y los diablos o espíritus malignos de
blanco como la nieve. Porque dicen que Dios y los Santos son negros y los
diablos son blancos; así es como los representan ellos y pintan a sus
imágenes.
En el ejército, como tienen gran fe al buey y lo tienen por cosa
santa, cogen pelos de buey salvaje y el caballero lo hace trenzar en las
crines de su caballo, y el soldado lo pega a su escudo o rodela. Y esto lo
hacen porque creen que en virtud de ese pelo escaparán al peligro y se
salvarán de todo accidente. Y así hacen todos los que van a la guerra, y
por esto el pelo del buey salvaje tiene gran valor, pues el que no lo
tenga no está ya seguro de nada.
Hemos hablado de esta materia; nos iremos y os contaremos de una
provincia de los abrayamanes.
- CLXXVIII -
De la provincia de Lar, en donde nacieron los abrayamanes
Lar es una provincia hacia Poniente, dejando atrás el lugar en donde
yace el cuerpo de Santo Tomás Apóstol. En esta provincia han nacido todos
los abrayamanes del orbe, y originariamente salieron de allí. Estos
abrayamanes son los mejores mercaderes del mundo y los más leales y
honrados; jamás mienten, y antes morirán que faltar a la verdad.
Ni comen carne ni beben vino. Llevan una vida honesta, según sus
costumbres. No se acuestan más que con sus mujeres y son incapaces de
robar. No matan ni a los animales, y no harían cosa que ellos consideraran
pecaminosa. Se reconocen los abrayamanes por un distintivo que llevan.
Sabed que todos los abrayamanes llevan un cordón de algodón en el hombro,
que se atan al brazo, de forma que el algodón pasa por la espalda y les
cruza el pecho, y por esta señal los reconocen por todos los lugares donde
van. Tienen un rey rico y poderoso que posee un gran tesoro. Este rey
compra perlas y piedras preciosas y ha dispuesto que todos los mercaderes
que vienen del reino de Maabar le traigan cuantas piedras finas tengan.
Ésta es la provincia más gentil que hay en toda la India y es donde se
encuentran las mejores perlas. Los abrayamanes van al reino de Maabar y
compran todas las perlas para vendérselas a su rey. Le dicen el precio que
les han costado, y es costumbre que el rey les haga dar inmediatamente el
doble. Por esto posee las mejores y más gruesas del mundo.
Los abrayamanes son idólatras y consultan los oráculos y el vuelo de
los pájaros; creen en mil agüeros, y os contaré lo que suelen hacer.
Tienen, entre otras, la siguiente costumbre: Cada día de la semana
ponen una señal. Si quieren adquirir una cosa o venderla se ponen al sol,
y mirando a su sombra, exclaman: «¿Qué día es hoy? El tal.» Entonces miden
su sombra; si es tan larga como debe ser ese día, cierran el trato; si no
lo es, no hacen el negocio, pero esperan que su sombra sea como debe ser y
antes de eso no concluyen el negocio.
Os diré otra cosa más curiosa. Cuando van a efectuar algún negocio se
hacen traer una tarántula (que las hay en abundancia en esos países); si
viene del lado que creen propicio, compran la mercadería; pero si la
tarántula se va por otro lado que ellos consideran nefasto, deshacen el
compromiso.
Si salen de sus casas y oyen que un hombre estornuda lo toman por un
signo adverso y se vuelven atrás. Cuando un abrayamán va por un sendero y
ve venir a él una golondrina o a izquierda o derecha, si vuela del lado
que él considera feliz, sigue su camino; si, en cambio, vuela del lado
opuesto, vuelve a su casa y no sale ya más en ese día.
Los abrayamanes viven más años que los demás mortales, y esto es
porque comen poco y son muy abstinentes. Sus dientes son magníficos,
debido a una hierba que suelen mascar, que es muy saludable al cuerpo. Los
abrayamanes no se sangran jamás, ni se sacan sangre de ninguna parte.
Tienen sacerdotes que se llaman «ciugui», que viven más que los otros
hombres. Suelen vivir de ciento cincuenta a doscientos años; son tan
robustos, que pueden ir y venir a donde quieran sin estar jamás enfermos,
y cumplen con su obligación en el monasterio lo mismo que los jóvenes. Y
esto es debido a la gran abstinencia que guardan. No toman más que arroz y
leche. Os diré cómo comen estos «ciugui» que acalzan tanta longevidad.
Toman mercurio y azufre y lo mezclan y hacen con él una pócima; luego
lo beben y dicen que esto prolonga la vida. Y no hay duda que viven
muchísimos años. Esta bebida la toman dos veces al mes y desde su más
tierna infancia.
En este reino de Maabar tienen una religión que también se llama
«ciugui», cuyos adeptos son tan abstinantes y llevan una vida de
muchísimas privaciones como no podéis imaginarlo. En verdad van
completamente desnudos y no llevan absolutamente nada para cubrirse ni
para esconder sus cuerpos.
Adoran al buey, y la mayoría de ellos llevan un pequeño buey de
bronce o de cobre en mitad de la frente (naturalmente que se lo colocan
allí). Queman los excrementos del buey y los reducen a polvo; luego se
untan con él varias partes del cuerpo con mucho recogimiento, como lo
hacen los cristianos con el agua bendita.
No comen ni en cuenco ni en plato, sino sobre grandes hojas. Pero no
en hojas verdes, sino hojas secas, porque dicen que las verdes tienen un
alma y que sería un gran pecado. Porque ya os digo que se guardan de hacer
todo aquello que consideran pecaminoso más que ninguna otra criatura en el
mundo. Cuando alguien les pregunta por qué van desnudos y si no tienen
vergüenza de enseñar así sus partes naturales, contestan: «Vamos desnudos
porque así vinimos al mundo y no queremos nada del mundo. Y no tenemos
vergüenza porque no pecamos, y no es vergüenza mostrar la cara, ni las
manos, ni otro miembro con el cual no cometemos pecado de lujuria. Pero
como vosotros habéis prestado vuestros cuerpos a la lujuria, tenéis
vergüenza de enseñarlos y los lleváis cubiertos. Pero no nos avergonzamos
de enseñarlos, como no nos avergüenza de enseñar nuestro dedo, porque con
él no pecamos.» Y ya os digo: por nada matarían a alguien, ni siquiera a
un animal ni a moscas ni pulgas ni piojos, porque dicen que tienen alma. Y
no comen nada, ni gusanos, ni hierbas ni raíces hasta que no estén secas,
porque, según ellos, todo lo que vive tiene un alma. Duermen en el suelo,
completamente desnudos, ni nada encima ni debajo, y es un milagro que no
se mueran y vivan tanto tiempo. Ayunan todos los años y en ese tiempo no
toman más que agua.
Tienen un clero regular, que mora en los monasterios para servir a
los ídolos, y le ponen a prueba del modo siguiente: Hacen venir a unas
vírgenes consagradas a los ídolos y les mandan que experimenten en estos
hombres -que son a su vez guardianes de los ídolos- su poder de seducción.
Y al que sucumbe al halago, lo echan de allí inmediatamente, y dicen no
consienten quede allí ese hombre dado a la lujuria. Así son de crueles e
idólatras.
Además, queman los cadáveres porque si no crían gusanos, y dicen que
una vez que los gusanos han devorado el cuerpo no tendrían ya que comer y
se morirían de hambre, y con eso el alma del difunto cometería un
pecadodejando de alimentarlos. Porque, según ellos, el gusano también
tiene un alma.
Ya que os contamos estas extrañas costumbres de los idólatras, nos
iremos de aquí y os contaremos una historia admirable de la isla de
Seilán.
- CLXXIX -
En donde se habla nuevamente de la isla de Seilán
Seilán es una isla que ya os he descrito. En esta isla hay una
montaña muy alta con rocas escarpadas y riscos tan a pico, que nadie puede
escalar si no es de la manera que os explicaré. De esta montaña cuelgan
cadenas de hierro arregladas en tal forma que los hombres pueden subir
hasta la cúspide de la montaña con la ayuda de estas cadenas, y encima
está el monumento a Adán, nuestro primer padre. Los sarracenos dicen que
es el sepulcro de Adán y los idólatras dicen que es el monumento de
Sergamoni Borchan.
Y este Sergamoni fue el primer hombre a quien representaron como
ídolo. Porque, según ellos, esta criatura fue el mejor de los hombres y el
primero que consideraron santo y en nombre del cual hicieron un ídolo. Y
éste fue hijo de un gran rey rico y poderoso. Este joven príncipe era de
vida tan ejemplar que no quería ni oír hablar de que un día sería rey.
Cuando oyó su padre que no quería reinar y que tenía despego por las cosas
del mundo, montó en cólera. Le ofreció coronarle y dejarle que gobernara
el país según su voluntad y entendimiento. Y quiso abdicar y dejar su
corona para que él fuera el único señor. Su hijo protestaba que nada
deseaba, y cuando su padre vio que no quería el mando de ninguna forma, se
enojó tanto, que creyó morirse de pena, y no es extraño, porque no tenía
otro hijo a quien dejar el reino. Y el rey tomó la resolución de obligar a
su hijo a que tomara gusto a las cosas del mundo y quisiera poseer la
corona. Le hizo encerrar en un magnífico palacio y le dio 3.000 doncellas
bellas y agraciadas para que lo sirvieran. Y no quiso que hubiera ni un
solo hombre entre ellas. Estas bellas jóvenes le acompañaban en su cámara,
le servían en la mesa y le velaban el sueño. Y cantaban y bailaban ante él
y le hacían la vida agradable, como se lo había recomendado el rey. Pero
nada pudieron para decidirle y arrastrarle a la lujuria; al contrario,
cada día crecía su entereza y se volvía más casto. Y hacia una vida
edificante. Era un joven tan delicado que nunca había visto miserias ni
había salido de palacio, ni había visto un hombre enfermo ni había visto a
un muerto, porque su padre no permitía que ningún viejo ni enfermo se
presentase ante él. Y sucedió que un día, cabalgando el joven príncipe, se
encontró con un hombre muerto en mitad del camino. Y no cayó de su
asombro, pues era la primera vez que esto veía. Y preguntó a su escolta lo
que era aquello; le contestaron que aquello era un muerto. «¿Cómo? -dijo
el hijo del rey-. ¿Todos los hombres mueren?» «Sí, señor; en verdad,
morimos todos.» Y no añadió palabra y siguió su camino muy pensativo. No
habría cabalgado cien pasos cuando encontró a un hombre muy anciano, que
apenas podía andar y tenía una boca desdentada por causa de muchos años. Y
cuando el hijo del rey vio a ese viejo, preguntó qué era aquello y por qué
no podía andar. Y los que le acompañaban le dijeron que por ser tan
anciano no podía caminar y había perdido todos sus dientes. Y cuando el
hijo del rey oyó lo del muerto y vio a aquel anciano volvió a su palacio y
se dijo que no quería andar más en este triste mundo y que quería ir en
busca de aquel que nunca muere y que le había creado. Y se escapó del
palacio de su padre y se fue por las montañas empinadas, salvajes y
solitarias, y allí vivió toda su vida honestamente en gran castidad y
abstinencia. Y lo cierto es que si hubiera sido cristiano hubiese sido un
gran santo como nuestro Señor Jesucristo.
Y cuando el hijo del rey murió, se lo llevaron al rey su padre, y
cuando éste vio muerta a su criatura, que amaba más que a su propio
cuerpo, le entró una desazón y una pena difíciles de describir. Quiso
hacer una imagen a su semejanza, toda de oro y piedras preciosas, y fue
venerado por todos los súbditos y adorado como un dios. Y decían que había
muerto ochenta y cuatro veces. La primera se transformó en buey; la
segunda, en caballo, y así hasta ochenta y cuatro, y cada vez se trocaba
en otro animal, o perro u otra cosa; pero a las ochenta y cuatro veces de
morir trocose en dios, y los idólatras lo tienen por el dios grande y
verdadero. Y éste fue su primer ídolo. Y de éste descendieron todos los
demás ídolos y esto sucedió en la isla de Seilán, en la India.
Y ahora habéis oído cómo nació el primer ídolo. Los idólatras de
todos los países vienen aquí desde muy lejos en peregrinación, como los
cristianos van a ver a micer Santiago de Compostela.Y los idólatras dicen
que el monumento que está encima de la montaña es el hijo del rey del cual
oísteis la historia, y que los dientes, los cabellos y el cuenco fueron
del hijo del rey que tenía por nombre Sergamoni Borchan, lo que quiere
decir Santo. Los sarracenos, que también vienen en peregrinación, dicen
que es Adán, y habéis oído lo que dicen los idólatras que es el hijo del
rey que fue su primer dios; pero Dios sólo sabe quién es y lo que fue,
porque no creemos que sea Adán, nuestro primer padre, porque las Sagradas
Escrituras dicen que está en otra parte.
Aconteció que el Gran Khan oyó decir que en esta montaña estaba el
monumento de Adán y que se guardaban en él sus dientes, su pelo y su
cuenco, y se dijo desearía tener en su poder estas tres cosas. Entonces
envió una embajada, y esto fue el año 1284 de la Encarnación de Cristo. ¿Y
qué os diré? Los enviados del Gran Khan se pusieron en camino como gran
acompañamiento y fueran tanto por mar como por tierra hasta llegar a la
isla de Seilán. E hicieron tanto acerca del rey, que consiguieron traerse
los dos dientes molares grandes y gruesos, los cabellos y el cuenco, que
era de pórfido y muy bello. Cuando los emisarios del Gran Khan obtuvieron
estas cosas se pusieron en camino en busca de su señor, y cuando ya
estuvieron cerca de Cambaluc, donde se hallaba el Gran Khan, le hicieron
saber que traían lo que le había mandado. El Gran Khan mandó entonces que
todas sus gentes, seglares y otros, fueran al encuentro de las reliquias
que todos creían fuesen las de Adán. Y no quiero ser más extenso. Sabed en
verdad que todos los de Cambaluc fueron al encuentro de las reliquias y
las llevaron procesionalmente al Gran Khan, que dio muestras de gran
satisfacción y alegría y las recibió con gran reverencia. Y había una
inscripción que decía que si en el cuenco se ponía alimento para una
persona se trocaría en seguida por el manjar de cinco. El Gran Khan hizo
la prueba y esto era la verdad. Todas estas historias las hemos ido
contando por orden y con entera verdad, y en adelante hablaré de la ciudad
de Cail.
- CLXXX -
De la muy noble ciudad de Cail
Cail es una noble y gran ciudad. Pertenece a Asciar, el primero de
los cinco reyes. Sabed en verdad, que en ella atracan todas las naves que
vienen de Poniente, es decir, de Curmosa, de Yuisci y de Aden y de toda la
Arabia, repletas de mercaderías y de caballos. Hacen alto en esta ciudad,
porque ofrece un buen mercado para sus negocios, pues de todas partes
acuden los mercaderes para comprar caballos y otras mil cosas. Este rey es
muy rico y lleva sobre él muchas preseas y viste lujosamente. Administra
muy bien la justicia en su reino y protege a los negociantes que vienen
del extranjero, respetando sus derechos con gran rectitud. Por esto ellos
atracan de preferencia con sus naves en el reino de este buen rey, que les
trata con tanta benevolencia. Es verdad también que sacan con ello honra y
provecho.
El rey tiene 300 mujeres y más aún, porque el hombre de más
consideración es el que más mujeres tiene. Y cuando nace la discordia
entre estos cinco hermanos carnales (pues lo son de padre y madre), y
quieren reñir, entonces la madre (que vive aún) exige que hagan las paces.
Si éstos no quieren acceder a sus palabras de paz, la madre toma un
cuchillo y les dice: «Si no cesáis de combatiros y no hacéis las paces, me
mataré y antes me cortaré el pecho con el cual os he amamantado.» Y cuando
los hijos consideran la desesperación de la pobre madre, que les suplica
dulcemente que cedan, reconocen que tiene razón, y es más cuerdo que
cedan. Luego se arreglan y hacen las paces. Y esto ha sucedido en más de
una ocasión. De modo que si un día llega a faltar la madre, es posible que
estalle la discordia y se maten los unos a los otros.
- CLXXXI -
Del reino de Coilum
Coilum es un reino que se halla hacia Garbin, a unas 500 millas de
Maabar. Sus habitantes son idólatras. Pero en la población hay también
cristianos y judíos. Tienen idioma propio. El rey no paga tributos a
nadie. Os voy a hacer la descripción del reino y de sus productos.
Cultivan el berçi y el coilomin, que es excelente. También tienen
pimienta en gran abundancia, que se recoge en los meses de mayo, junio y
julio. Los árboles que dan la pimienta se plantan y crecen fácilmente.
Tienen añil en cantidad, muy superior. Éste se saca de las hojas del indo.
Toman estas hojas, las ponen en una tinaja que llenan de agua, y las dejan
macerar hasta que la hoja se deshace; luego la exponen al sol, que es muy
caliente, y la hacen hervir, y es cuando suelta el añil. El calor es tan
sofocante en esta región, que apenas se puede soportar. Si ponéis un huevo
en el río, en seguida se os cuece. Aquí llegan los mercaderes con sus
galeras de Mangi, de Arabia y de Levante, y todos realizan pingües
ganancias o trayendo o llevando mercancías.
Hay animales muy raros y distintos de los demás del mundo. Hay leones
negros, sin ninguna mancha de otro color; hay pájaros de todas clases y
plumajes. Blancos como la nieve, con las patas y el pico bermejos, y los
hay rojos y azules; hay loritos también muy graciosos. Pavos reales,
grandes y variopintos, que no son como los de nuestras tierras; todas
estas especies son más variadas y mejores que las nuestras. Ni pájaros ni
flores ni frutas se parecen a las nuestras, y esto por ser la zona
tórrida. No tienen trigo, sino arroz. Tienen vino de caña, que es una
bebida muy rica, pero que emborracha a los hombres más que el vino de
uvas. Tienen vituallas en gran abundancia y todo cuanto apetece el hombre,
menos el trigo.
Los astrólogos son sabios, y sus médicos saben conservar la salud al
cuerpo del hombre. Todos son de raza negra, y hombres y mujeres van
desnudos, pero se cubren las partes naturales con trozos de hermosas
telas. No consideran pecado la lujuria ni las flaquezas de la carne.
Pueden casarse con sus primas hermanas y con la madrastra, si el padre ha
muerto. Y ésta es una costumbre general en la India.
Ya describimos otra parte de este reino, y como no hay nada notable
que mencionar, nos iremos y os hablaremos de Comari.
- CLXXXII -
De la ciudad de Comari
Comari es una región de la India, en la cual ya se percibe la
estrella polar que habíamos dejado de ver desde la isla de Java. Y de aquí
se navega a 30 millas en alta mar y se ve la estrella polar, que aparece
por encima del agua. Este lugar no está tan cultivado, y la naturaleza es
más virgen. Hay mucha fauna, y especialmente monos. Hay un sin fin de
variedades y algunos muy parecidos a os hombres. Hay diversidad de gatos y
magníficos leones, leopardos y linces.
Nos iremos al reino de Eli, porque ya en éste no hay nada digno de
mención.
- CLXXXIII -
En donde se habla del reino de Eli
Eli es un reino hacia Poniente, alejado de Comari 30 millas. Tienen
un rey. Son idólatras y tienen idioma propio. Sus costumbres se pueden ya
contar más libremente, porque nos vamos acercando a lugares más
civilizados. En esta provincia no hay ningún puerto, pero hay un gran río,
cuya corriente es navegable.
Nace la pimienta en abundancia, y el jengibre y la alquitira, el
alcapuz, la vainilla y el regaliz. El rey posee grandes tesoros, pero no
tiene muchos vasallos. La entrada del reino está tan fortificada, que
nadie puede entrar a invadir el reino impunemente. Y por esto no temen a
nadie.
Si alguna nave aborda en estas poblaciones de pronto sin algún objeto
definido para ellos, la secuestran y le cogen todas las mercaderías,
diciendo: «Ibais a otras playas, y Dios os ha enviado hacia nosotros, y
por eso os quitamos las cosas que lleváis.» Entonces se apoderan del
cargamento y se lo guardan, sin pensar que cometen un pecado. Y así sucede
en toda esta parte de la India. Si por el mal tiempo alguien se refugia en
algún sitio en donde no pensaba amarrar y había al salir del puerto tomado
otro rumbo e involuntariamente se encuentra en otro paraje, en seguida le
quitan el cargamento y le roban cuanto lleva, diciéndole: «¿Queríais ir a
otra parte? Pero mi buena suerte te ha traído aquí, y por eso confisco tus
haberes.»
Los bajeles y gripos de Mangi y otras partes vienen en verano, cargan
en cuatro a ocho días, y se van en cuanto pueden, porque como no hay
puerto en donde refugiarse, es muy peligroso el permanecer en esas dunas,
que no ofrecen resguardo. Es verdad también que las naves de Mangi no
temen anclar en las playas, como otras, porque tienen un ancla tan enorme
que aguanta y soporta cualquier aventura.
Aquí también hay leones y fieras en profusión, lo mismo que toda
especie de caza. De Eli nos iremos a Melibar.
- CLXXXIV -
Del reino de Melibar
Melibar es un gran reino hacia Poniente. Tienen un rey y un idioma
propio. Son idólatras y libres de todo tributo. Desde este reino se ve muy
bien la estrella de tramontana, que parece elevada a dos «goves» del agua.
Sabed que este Melibar está a poca distancia de otra provincia llamada
Goçurat. Aquí cada año arman 100 bajeles, a la vez que apresan las
galeras, pues son piratas de mar. Estos bajeles de corsarios acechan a los
mercaderes. Se colocan las naves para esto distantes cinco millas unas de
otras, y otras 20 en el lado opuesto. Lo que suponen que dominan un espejo
de agua de 100 millas en el mar. En cuanto otean una nave o gripo se hacen
una señal luminosa de una a otra, y de esta suerte no hay nave que se les
escape. Pero los mercaderes, que conocen las malas artes de estos
corsarios y prevén los encuentros, se preparan también y van tan bien
armados, que no tienen miedo de ellos. Se defienden con fiereza y a veces
les causan grandes perjuicios. Esto no quita de que los piratas apresen
alguna nave, y cuando cae en sus manos se quedan con ellas y su
cargamento; pero no les hacen daño alguno a los hombres, sino que los
dejan en libertad; empero les dicen: «Id a ganar otra vez haberes, porque
así la casualidad los traerá otra vez a nuestras manos.»
Este reino tiene gran cantidad de pimienta y de jengibre, mucha
canela, vainilla y alquitrán, nueces de Indias, bocací muy fino y del
mejor; todo lo que se llevan de aquí es de gran valor. Y los de otros
países traen, en cambio, paños de seda, telas de oro, sándalo, oro, plata.
Y vienen de la provincia de Mangi para transportarlo más lejos. Y los que
van a Aden lo llevan a Alejandría.
Os contamos del reino de Melibar; nos alejarnos de aquí para contaros
del reino de Goçurat. Y no os describiremos todas las ciudades del reino
por no prolongar demasiado el relato, pues cada cual tiene tantísimas
ciudades y castillos, que ya es imposible mencionar.
- CLXXXV -
Del reino de Goçurat
Goçurat es un gran reino. La gente es idólatra y habla un idioma
propio. Son independientes. Este reino está situado a Poniente, y se ve la
estrella del Norte ya bastante alta. Éstos son los peores corsarios del
mundo. Son tan perversos, que ya no cabe más. Cuando apresan a un mercader
le dan de beber tamarindo y agua de mar, así que tienen cólicos y vomitan
lo que tienen en el estómago. Los corsarios recogen todo lo que arrojan
los mercaderes, por si hay alguna piedra o perla fina que se tragaron por
precaución. Porque dicen que cuando los mercaderes se ven en peligro se
tragan las perlas y piedras finas, para que no se las encuentren, y por
eso les dan esas bebidas, que provocan cólicos y vómitos.
El país produce la pimienta, bastante jengibre y añil en abundancia.
Tienen también algodón, porque hay muchos algodoneros altos seis pasos y
de más de veinte años. Pero cuando estos árboles son demasiado viejos, ya
no dan algodón bueno para torcer, pero lo dan para acolchar o para hacer
cañamazos; pero hasta que el árbol tiene doce años, produce buen algodón
para hilar.
En este reino se adoban y curten cantidad de cueros y pieles: cueros
de buey, de búfalo, de rinoceronte y de otras bestias. Y curten tal
cantidad, que cargan naves enteras, que llevan a Arabia y a otras
regiones, y todos los reinos y provincias se surten de aquí. En este país
se hacen bellos trenzados y tejidos de cuero bermejo, con pájaros pintados
y animales sobrepuestos, cosidos finamente con hilo de oro y plata. Son
tan espléndidos, que da gloria verlos; los sarracenos los emplean para
dormir encima, pues siendo de cuero son blandos y se prestan a ello. Y
hacen bellos cojines, cosidos de oro, que valen seis marcos de plata. Y de
esos tapetes trenzados los hay que valen hasta 10 marcos de plata. ¿Qué
más os diré? En ninguna parte del mundo se trabajan mejor el cuero y las
badanas que en éstas, en que hacen obras del más grande valor. De aquí os
hemos contado todo, y nos iremos ahora a un reino llamado Tana.
- CLXXXVI -
Del reino de Tana
Tana es un gran reino hacia Poniente. Tiene un rey que no paga
tributo a nadie. Son idólatras y tienen idioma propio. No hay ni pimienta
ni especias, como en las demás provincias; pero tienen benjuí, no muy
blanco, sino amarillento. Esto es lo que les trae mayor beneficio. También
hacen bocacís y telas de algodón. Los mercaderes traen cosas que necesita
el país y se llevan las que les traen provecho y ganancia.
Os diré de otra mala costumbre de esta región. Ya habéis oído que de
aquí salen corsarios que van haciendo estragos por los mares. Ellos están
de acuerdo con su rey, pues cierran el siguiente trato: Los corsarios se
obligan a darle cuantos caballos roban. Y los roban a menudo, porque, como
ya os conté, hacen gran comercio de ellos en las Indias, y pocas son las
naves que no llevan caballos a vender. Por eso el rey tiene un convenio
con los corsarios; él se queda con los caballos y ellos se guardan el oro,
la plata y las piedras finas. Es una mala acción, indigna de un rey.
Hemos descrito el reino de Tana. Nos iremos ahora y hablaremos del
reino de Cambaet.
- CLXXXVII -
Del reino de Cambaet
Cambaet es un gran reino hacia Poniente. Tienen idioma propio y son
independientes. Son idólatras. Aquí veis la estrella de tramontana, y a
medida que vais hacia Poniente la veréis más cerca. En este reino también
van y vienen los mercaderes. Tienen añil superior y en cantidad. Algodón y
bocací almacenados, pues lo traen de muchas partes. Venden vino muy bien
preparado y tantas otras cosas que no se pueden enumerar porque
extenderían mucho nuestra relación.
Las naves traen también oro, plata y cobre; traen cosas de su país y
se llevan otras. En este país no hay corsarios; viven de su trabajo, son
industriosos y buena gente.
No hay nada que contaros de ellos, y nos iremos al reino de Semenat.
- CLXXXVIII -
Del reino de Semenat
Semenat es un gran reino hacia Poniente. Son idólatras y tiene un rey
y un idioma propios y no pagan tributo a nadie. No hay corsarios, y viven
de la industria y el comercio como la gente honrada.
Pero, eso sí, son grandes comerciantes, y aquí acuden mercaderes de
todos los continentes. Venden las mercaderías y, en cambio, compran de lo
que carecen. Lo que sí son es crueles y feroces idólatras.
No hay nada más digno de mención, y pasaremos a contaros del reino de
Kesmacoran.
- CLXXXIX -
En donde se habla del reino de Kesmacoran
Kesmacoran es un reino que tiene un soberano y lengua propia; vive
del comercio y de la industria. Tiene arroz; se alimentan de carne, arroz
y leche. También aquí el tráfico es incesante. No hay más cosas dignas de
contarse, y pasemos al reino de la última provincia de la India, entre
Poniente y maestral, pues de Maabar hasta esta provincia -es decir, todas
las provincias y reinos que acabamos de recorrer- está la espléndida y
portentosa India. Hemos contado los puertos del litoral, porque si nos
internásemos en el país, sería muy largo de contar. Por eso nos alejaremos
de esta provincia, y os contaremos de unas islas llamadas Varón y Mujer.
- CXC -
En donde se habla de las islas llamada Varón y Mujer
La que se llama Varón está en alta mar, a 500 millas hacia el
Mediodía, cuando se parte de Kesmacoran. Son cristianos y bautizados en la
fe de Cristo y conocen sobre todo el Antiguo Testamento, pues cuando la
mujer está encinta no la tocan hasta que haya dado a luz y hasta cuarenta
días después. Luego ya vuelven a su vida marital. Pero en esta isla no
viven las mujeres, ninguna, ni las casadas ni las solteras, sino que
habitan en otra isla llamada la Mujer. Desde esta isla se van los maridos
por tres meses: marzo, abril y mayo, para vivir con sus mujeres a la isla
de la Mujer, y allí gozan de ellas. Y al cabo de os tres meses vuelven a
esta isla y quedan trabajando los nueve meses restantes.
En esta isla se encuentra el ámbar transparente y de la mejor
calidad. Viven de arroz, leche y carne. Son buenos pescadores, pues sabed
que en esta isla se cogen magníficos peces, que ellos salan y hacen secar
en gran cantidad, de modo que luego tienen para todo el año. Y también los
venden a otras gentes. No tienen más jefe que a un obispo, que está
sometido a su vez al arzobispo de Scotra. Tienen también idioma propio. De
esta isla a la que habitan sus mujeres hay por lo menos 30 millas. Y por
eso no viven con ellas todo el año, porque dicen que si hubieran de
pasarlo todo el año con ellas, se morirían. La madre amamanta en verano al
hijo que nace durante el año. Pero en cuanto tienen catorce años los
mandan por mar a la isla de sus padres, y ésta es la costumbre de las dos
islas, como lo oís. Las mujeres no hacen más que criar a sus hijos y
recogen las frutas que hay en la isla.
Hemos contado esta extrema materia, y ya no hay nada digno de
mención, y hablaremos de la isla de Scotra (Socotora).
- CXCI -
De la isla de Socotora
Partiendo de estas dos islas, a 500 millas más o menos de distancia
hacia Mediodía se encuentra la isla de Scotra. Tienen magníficas telas de
algodón. Grandes y exquisitos pescados, que ellos salan. Viven de arroz,
carne y leche, pues no tienen trigo. Van completamente desnudos, según las
costumbres de los indios idólatras. Vienen a esta isla muchos mercaderes a
llevarse las mercaderías. Tienen ámbar magnífico. Todas las naves que van
a Aden hacen escala en esta isla. El arzobispo de esta isla no tiene nada
que ver con el Papa de Roma, pero obedece a un arzobispo que vive en
Baudac. Éste de Baudac manda a este arzobispo y a otros en varias partes
del mundo, como el Papa de Roma. Y todos estos sacerdotes y prelados no
obedecen a la Iglesia de Roma, sino a este gran prelado de Baudac, que
tienen por Papa. En esta isla viven también los corsarios y hacen escala
para vender cuanto han robado. Y lo venden a muy altos precios, por la
razón de que los cristianos no ignoran que estas cosas son hurtadas a los
sarracenos y no a los cristianos. Cuando el arzobispo muere, conviene que
en seguida envíen otro de Baudac. Estos cristianos son, sin embargo,
supersticiosos y muy entendidos en encantamientos.
El arzobispo les amonesta y les castiga y no quiere que se ocupen de
sortilegios, pero no sirve de nada, porque dicen que sus antepasados lo
hicieron antiguamente y ellos no quieren ser menos. Y el arzobispo tiene
que conformarse porque no los puede enmendar.
Y os hablaré de estos sortilegios. Se sirven de ellos para apaciguar
el viento cuando es contrario. Mandan al mar la bonanza o la tempestad y
el viento. Hacen otros encantamientos, pero son de tal naturaleza que es
mejor no lo contemos en este libro, porque os extrañarían y quizá os
escandalizarían mucho, y por ello nos callaremos. Partiendo de esta isla,
nos dirigimos a la de Mogdasio.
- CXCII -
De la isla de Mogdasio (Madagascar)
Mogdasio es una isla hacia el Mediodía, alejada 1.000 millas de
Scotra. Los habitantes son sarracenos y adoran a Mahoma. Tienen cuatro
obispos, es decir, cuatro ancianos, y estos cuatro ancianos tienen la
soberanía de la isla. Ésta es de las más importantes del estuario, y tiene
casi 4.000 millas alrededor. Viven del arte y de la industria. En esta
provincia nacen más elefantes que en ninguna otra parte, y tampoco en
ningún lugar, a excepción de Canghibar (Zanzíbar), hay tan gran mercado de
colmillos de elefante. En ella no se come más que la carne de camello. Y
matan tan gran cantidad, que no hay manera de creerlo si no se ve. Ellos
pretenden que la carne de camello es la más sana que puede caber. Y la
comen en todo tiempo. En esta isla hay árboles de sándalo rojo del tamaño
de los nuestros. Y aquí queman estos árboles como la leña en nuestros
países. Tienen mucho ámbar, porque en este mar hay ballenas en cantidad, y
como las pescan, se procuran el ámbar, pues de ellas lo extraen. Tienen
leopardos, leones y linces, ciervos y gamos y venados cuantos quieren.
Mucha caza y muchas aves. También tienen avestruces muy grandes. Pájaros
diferentes de los nuestros, pero que son una maravilla. Aquí también
llegan los mercaderes con telas de oro, bayetas de seda y caprichosas para
vender y cambiar por otras baratijas. Y ellos hacen pingües negocios.
Ya no tienen los navegantes al Sur más isla que la de Zanzíbar, y no
pueden ir más lejos, porque la corriente los arrastraría hacia Mediodía y
no podrían volver; y por eso se guardan de ir más allá. Cuando vienen los
bajeles de Maabar a esta isla tardan veinte días, y cuando vuelven tres
meses, por la corriente que los empuja hacia atrás y les impide navegar
más pronto.
Habéis de saber que en todas estas islas, que están hacia Mediodía en
tan gran cantidad, en donde las naves no van ya por la corriente, dicen
que hay grifos. Y estos pájaros aparecen en ciertas épocas del año; pero
no son como los imagina la gente, con la cabeza de león y el cuerpo de
águila. Los que les han visto dicen que en realidad son como inmensas
águilas. Y cuentan que son tan fuertes, que se llevan en el aire a un
elefante y le dejan caer desde lo alto, de modo que se revienta al llegar
al suelo. Entonces el grifo baja a comer y a saciarse en él. Dicen que con
las alas abiertas mide 30 pasos, y las alas son de 12 pasos de largo y
gordas en proporción. Y lo que yo he visto os lo diré en otra página,
porque conviene para el orden de este libro.
Os he dicho lo que cuentan los que han visto los grifos. El Gran Khan
envió a unos emisarios a estas islas para que se enteraran de lo que eran.
Estos hombres contaron cosas fabulosas. Trajeron dientes de jabalí
salvaje, exageradamente grandes. Y el gran señor hizo pesar uno de ellos,
cuyo peso era de 14 libras. Os podéis imaginar el tamaño que tendría el
jabalí cuyo era tal diente. Hay, es cierto, jabalíes que son como búfalos;
jirafas en gran número y pollinos salvajes. Tienen pájaros muy diferentes
a los nuestros, muy variados y muy curiosos. Y volvamos al grifo. Los de
la isla lo llaman «roc», y no le dan otro apelativo; pero confutando sus
descripciones, coincide con lo que llamamos grifo. Ya os hemos contado de
esta isla sus costumbres y usos; otra cosa no nos queda por contar, y nos
iremos para llegar a la isla de Çanghibar (Zanzíbar).
- CXCIII -
De la isla de Zanzíbar
Zanzíbar es una isla grande y bella. Tiene 1.000 millas alrededor.
Obedecen a un rey y tienen idioma propio. No dependen de nadie y no pagan
tributos.
Los naturales son fornidos y altos. Pero su complexión es más gruesa
que de elevada estatura, pues tienen los miembros tan abultados, que
parecen gigantes, y tan fuertes, que pueden llevar la carga de cuatro
hombres. Son negros y van desnudos, excepto las partes naturales. Tienen
el pelo tan crespo, que no podían desrizarlo ni metiéndolo en agua. La
boca es tan grande y la nariz tan achatada, los labios y los ojos tan
abultados, que son horribles. Si se os aparecieran en otro país creeríais
ver al diablo.
Hay elefantes. Hacen gran tráfico del marfil. Tienen leones, tigres,
leopardos y linces. Los animales aquí también son diferentes de los del
resto del mundo. Los carneros y corderos tienen el cuerpo blanco y la
cabeza negra, y así en toda la isla. Nacen en ella jirafas que son
ejemplares muy bellos, y os los describiré: Tienen el cuerpo corto y las
piernas traseras más cortas también, pero las de adelante son larguísimas,
así como el cuello, de modo que la cabeza la llevan muy alta, lo menos a
trece pies del suelo. La cabeza es chiquita. Es un animal inofensivo. Es
de color cobrizo y blanco rayado y es en conjunto un animal bonito. Y
ahora os hablaré del elefante. Cuando el elefante quiere cubrir a una
hembra le cava un gran hoyo en la tierra y allí la tumba hasta ponerla
patas arriba, porque tiene el sexo colocado en el bajo vientre, como la
mujer, y la monta como un hombre. Las mujeres de esta isla son muy feas,
porque tienen unas bocazas enormes, la nariz aplastada y gorda, los ojos
abultados y saltones y grandes pechos, cuatro veces mayores que los de las
otras mujeres. Son feísimas en verdad. Viven de arroz, de carne y de
dátiles. No tienen vino de uvas, sino de arroz, de azúcar y especias, pero
con esto componen una bebida deliciosa. Son muy comerciantes; aquí acuden
también todos los mercaderes y se llevan marfil y ámbar en cantidad. Y
abundan en estos mares las ballenas.
Los hombres de esta isla son guerreros y se baten muy bien, pues son
valientes y esforzados y no les importa morir. No tienen caballos y
combaten encima de camellos y elefantes. Encaraman en éstos unos
pabellones bien cubiertos y defendidos y en cada uno de estos castilletes
montan de 16 a 20 hombres con lanzas y adargas, espadas y piedras. Y la
batalla encima de los elefantes es cosa grande. No tienen más armas que
las rodelas de cuero y la lanza y la espada, pero con eso ya se diezman
bien. Y os diré otra cosa: cuando quieren llevar los elefantes a la
refriega les dan de beber el mosto de arroz, es decir, el vino que ellos
toman, porque así que lo han bebido se vuelven más feroces y fieros y
valen más para librar la batalla.
Os hemos contado en parte todo lo concerniente a esta isla y sus
habitantes, animales y productos. No hay ya nada que contar, y por eso la
dejaremos y os contaremos de la gran provincia de Abasce. Pero antes de
proseguirnos queda aún algo que deciros sobre la India. Realmente, sólo os
describimos las más importantes islas y provincias de la India, porque tan
sólo nosotros podemos hacerlo conociéndolas bien. Pero hay infinidad de
otras que callamos porque son insignificantes. En este mar de Indias hay
12.700 islas entre las habitadas y desiertas, según la cartografía y lo
que muestra el compás y escrituras de sabios navegantes que la emplean en
estos mares. La India Mayor llega desde Maabar hasta Kesmacoran y cuenta
13 grandes reinos, de los que describimos 10. La India Menor llega de
Ciamba hasta Mutfili y comprende ocho reinos.
Ahora os contaré de la India central, que se llama Abasce.
- CXCIV -
Aquí empieza la descripción de Abasce, que pertenece a la India Central
Sabed que Abasce es una gran provincia de la India central. El más
poderoso de los reyes de esta provincia es cristiano y los demás reyes
están bajo su jurisdicción, y éstos son en número de seis: tres cristianos
y tres sarracenos.
Los cristianos de esta provincia tienen tres señales o cicatrices en
medio de la cara. Una desde la frente hasta la nariz y las otras dos en
cada mejilla, y están marcadas con hierro candente y son señales de su
bautismo. Y hay también hebreos, y éstos tienen dos señales en cada
mejilla. Los sarracenos, en cambio, no tienen más que una señal desde la
frente hasta la mitad de la nariz. Y el rey vive en el centro de la
provincia. Los sarracenos, hacia Aden. En esta provincia predicó Santo
Tomás, y después de haberles convertido se fue a Maabar, en donde murió y
guardan su cuerpo, como os describí en mi libro anteriormente. En esta
provincia de Abasce hay buenos hombres de armas y excelentes jinetes.
Tienen bastantes caballos. Y esto es menester, porque están continuamente
en guerra con el sultán de Aden y con el de Nubia. Escuchad una historia
famosa acaecida en el año 1288 de la Encarnación de Cristo. El rey de la
provincia, que es cristiano, dijo que querría ir en peregrinación a adorar
el sepulcro de Cristo en Jerusalén. Sus barones le advirtieron que
correría gran peligro en esta expedición y más valiera que enviara a un
obispo o algún prelado en su lugar. El rey escuchó sus consejos. Envió
entonces a un obispo, que era un santo varón, para que fuera en su lugar a
Jerusalén. Éste obedeció a su señor. El rey mandó hiciera sus preparativos
y se fuera lo antes posible.
Partió el obispo. Se despidió de su rey y se puso en marcha como buen
peregrino. Tanto anduvo por tierra y por mar hasta que llegó a Jerusalén,
y allí se fue derecho al Santo Sepulcro a adorarlo y rendirle pleito
homenaje, como debía hacer con cosa tan noble y elevada.
También dejó los presentes que traía de parte de su rey. Hecho esto,
el santo hombre se volvió a poner en camino y regresó esta vez por Aden,
pero sabed que en este reino odian a los cristianos como a enemigos
mortales.
Cuando el sultán de Aden supo que este obispo que llegaba a sus
tierras era cristiano y que era un enviado del rey de Abasce, lo hizo
secuestrar e interrogar, preguntándole si era cristiano, y el obispo
contestó que era cristiano. A lo cual replicó el rey que si no se
convertía a la ley de Mahoma le haría gran escarnio. Éste dijo que antes
moriría que dejar de ser cristiano. Cuando el sultán oyó la respuesta del
obispo se llenó de ira; lo hizo coger por varios hombres y señalar a la
manera de los sarracenos. Hecho esto, le dijo el sultán que lo había
mandado ejecutar para avergonzarle y vilipendiarle y para ofender a su
rey.
Luego lo dejaron en libertad. Cuando el buen obispo se vio objeto de
tal escarnio, se consoló pensando que eso le había sido inferido en honor
y sacrificio a la ley cristiana y que Dios nuestro Señor se lo tendría en
cuenta para la salvación de su alma en la otra vida.
Sanó el obispo de sus heridas y pudiendo ya cabalgar tomó el camino
de regreso y llegó a Abasce, en donde hallábase el rey su señor. Éste lo
recibió con gran pompa y con las demostraciones del mayor afecto y
deferencia.
Le hizo referir su visita al Santo Sepulcro, y el buen obispo le
contó todo con santa exaltación. Refiriole luego la afrenta que le había
hecho el sultán de Aden. Cuando el rey oyó al santo varón de la manera que
había sido deshonrado y maltrecho, entró en gran cólera, y poco faltó que
muriera de dolor. Dijo muy alto, para que todos los que estaban presentes
lo oyeran, que no quería llevar más su corona, ni tener tierras ni señorío
hasta no tomar venganza de un hecho tan vil, de tal modo que el mundo
entero supiera lo que había hecho para escarmiento de los malvados.
Hizo entonces el rey sus preparativos de guerra y armó gran número de
elefantes con sus castilletes, en los cuales iban 20 hombres por lo menos.
Y cuando estuvo bien aparejado con toda su gente, se puso en camino hasta
llegar al reino de Aden. Y el rey de la provincia de Aden vino a su
encuentro con gran multitud de sarracenos a caballo y a pie para defender
sus tierras y que los enemigos no pudiesen entrar en ella.
Y aconteció que llegaron a un desfiladero en donde los de Aden se
apostaron.
Y se armó una cruel refriega; empero, los reyes de los sarracenos,
que eran tres, no pudieron resistir la furia bélica del de Abasce, porque
sus huestes eran numerosas y temibles y valían más que las de los
sarracenos. Éstos, pues, se echaron atrás, y el rey de los cristianos
entró en el reino de Aden.
En este desfiladero murieron infinidad de moros, y entrando ya en el
reino encontró el de Abasce muchas plazas fortificadas; pero esto no le
arredraba y seguía adelante vencedor.
El rey de los cristianos quedó más de un mes en tierra enemiga,
arrasándolo todo y haciendo gran mies de sarracenos. Hecho esto, dijo que
ya había vengado la honra de su obispo, y se volvió a su tierra.
Habéis oído cómo fue vengado el obispo, y esto debería sucederles a
todos los sarracenos que humillan a los cristianos.
Y volvamos a la provincia de Abasce. Hay en esta provincia abundancia
de mantenimiento: arroz, carne, leche. Tienen elefantes; no es que se
críen en esta isla, pero sí en una isla cercana, de la que los traen. Las
jirafas nacen, en cambio, en abundancia; también se crían leones,
leopardos y linces y tantas otras fieras diferentes en todo a los animales
de nuestras tierras. Los avestruces son del tamaño de los pollinos. Y hay
monos y loros de los más extravagantes. Gatos monteses y gatos pardos, que
tienen caras parecidas a las de los hombres.
Y de aquí nos iremos a Aden; pero antes tenemos aún que señalar que
los de Abasce hacen lindísimos bocacís y tejen excelentes telas de
algodón, y ahora hagamos punto y prosigamos.
- CXCV -
En donde se habla de la provincia de Aden
En esta provincia hay un señor llamado el sultán de Aden; todos son
sarracenos y adoran a Mahoma y detestan furiosamente a los cristianos. Hay
numerosas ciudades, castillos y plazas fuertes.
Aden es un puerto de mar en donde atracan todas las naves de las
Indias con sus mercaderías. Y en esta ciudad los mercaderes descargan sus
bajeles en embarcaciones menores, que remontan el río hasta siete jornadas
de distancia. Al cabo de estas siete jornadas, las retiran de los esquifes
y las cargan sobre camellos y en ellos las llevan a treinta jornadas de
distancia. Al cabo de estas treinta jornadas encuentran el río de
Alejandría y por él cargan las mercaderías que son destinadas a la ciudad
de Alejandría. Y de esta manera los moros de Alejandría tienen las
especias y otras materias precisas, pues no hay otro modo de hacerlas
llegar.
Lo mismo sucede con Aden; de aquí levantan el ancla las naves para a
su vez llevar mercaderías a la India.
Y de estos puertos se llevan a la India hermosos corceles árabes de
gran valor, y con este tráfico se hacen un patrimonio, pues habéis de
saber que un buen caballo se paga en la India 100 marcos de plata o más.
El sultán de Aden tiene pingües rentas y el tesoro engrosa cada día más
con las alcabalas que pagan los mercaderes por sus naves y los derechos de
flete; con esto y el ir y venir de las galeras se puede considerar el
sultán de Aden como uno de los más ricos del mundo.
Este sultán causó gran daño a los cristianos. Habiendo tomado el
sultán de Babilonia la ciudad de Acre, este soberano envió sus huestes en
ayuda, y eran bien 30.000 hombres entre caballeros y peones y hasta 40.000
en camellos. Con esta poderosa ayuda los moros destrozaron a las huestes
cristianas. Y esto lo hizo más por odio a los cristianos que por amor al
sultán de Babilonia.
Dejaremos Aden y os contaremos de una ciudad importante, cercana a
Aden, y de un reyezuelo que gobierna a esta ciudad, llamada Escier.
- CXCVI -
De la ciudad de Escier
Escier es una grandísima ciudad a cuatro millas hacia maestral del
puerto de Aden. Esta ciudad presta obediencia un conde que mantiene a su
tierra en gran justicia. Tiene además varios castillos y ciudades bajo su
jurisdicción. No obstante, es vasallo a su vez del sultán de Aden. La
población es sarracena y adora a Mahoma. También esta ciudad tiene un
magnífico puerto y en ella van y vienen las naves de las Indias y, como
Aden, exporta caballos de los mejores y más apreciados.
En esta ciudad crece una cantidad de incienso del mejor y más blanco.
Y dátiles en gran cantidad. No tiene trigo, sino arroz; pero el trigo lo
traen de otras regiones y se consume mucho. Tienen pescado en abundancia,
especialmente el atún, y éste se vende dos por un grueso veneciano. No
tienen vino de uva, sino de arroz, de palmera y de caña.
Hay aquí unos carneros que no tienen ni orejas ni oídos y en lugar de
las orejas tienen una especie de cuernecito. Son animales pequeños, pero
muy graciosos. Y os contaré algo que os ha de extrañar. Los animales
-bueyes, carneros, camellos y rocines- comen pescado por todo alimento,
porque en esta comarca no crece la hierba, por ser la región más seca del
mundo. Y se alimentan de pescaditos muy pequeños en los meses de marzo,
abril y mayo, y éstos en gran número. A estos pescaditos los secan y
guardan en sus despensas y así tienen para alimentar al ganado durante
todo el año. Pero en verano las bestias se los comen vivos, tal cual salen
del agua.
También hacen una especie de torta de pescado: cogen a los pescados
grandes y los cortan en rajas y luego los ponen a secar al sol y con ellos
amasan una especie de torta, que luego les dura todo el año.
El incienso o benjuí que os he dicho que recogen lo tienen en tal
abundancia, que el señor lo compra por 10 bizancios de oro y lo revende en
40, y ya veis qué beneficio recaba de ello.
Ya no hay nada digno de mención en esta ciudad, y os hablaremos de la
ciudad de Dufar.
- CXCVII -
De la ciudad de Dufar Dufar es una bella y noble ciudad que se
encuentra a unas 200 millas de Escier un poco hacia la dirección adonde
sopla el maestral. Son moros y adoran a Mahoma. Su jefe es un conde y
depende del sultán de Aden.
Esta ciudad pertenece también a la provincia de Aden. Está en la
costa y tiene un bonísimo puerto, en donde descargan cantidad de
mercaderías. Traen caballos árabes para mercar. De esta ciudad dependen
varias otras villas y castillos. Aquí también nace el incienso excelente;
y os diré cómo lo recogen: El árbol que lo produce es una especie de
pequeño pino al cual le dan unos cortes, y por esas heridas destila una
resina en días de gran calor, que es la que llamamos incienso o benjuí.
Ya no hay nada digno de mención; seguiremos nuestro viaje hasta
llegar al golfo de Calatu.
- CXCVIII -
De la ciudad de Calatu
Calatu es una hermosa ciudad, edificada en una gran bahía en el golfo
del mismo nombre. Dista 600 millas de Dufar, siempre hacia maestral.
Dependen del melic de Cormosa, y cada vez que éste mueve guerra a un
vecino más poderoso y fuerte que él, se encierra en Cormosa, que es fuerte
y bien defendida y situada, de modo que no hay peligro que la tomen. No
tienen trigo, pero se lo llevan de otros países.
El puerto es grandísimo y las mercaderías se venden muy bien, porque
con ellas abastecen al interior. También de aquí se llevan muchos caballos
a la India y los mercaderes se hacen ricos.
Esta ciudad está situada a la entrega del golfo de Calatu, y no hay
nave que entre y salga a su voluntad sin ser vista por ellos. El melic de
esta ciudad, que es vasallo del sultán de Cherman, tiene varias veces que
pleitear con él. Cuando el sultán impone algún tributo o aduana al melic
de Cormosa o a otro de sus hermanos y que éstos se niegan a satisfacerle,
les envía sus huestes para poner cerco a la ciudad; mas ellos se
fortifican en esta ciudad de Calatu y no dejan pasar ni una sola nave, y
con esto le tienen en jaque al sultán de Cherman. Por eso le conviene
estar en paz con el melic de Cormosa y no ponerle muy altas alcabalas. Más
allá tiene este melic otra fortaleza a orillas del mar que es inexpugnable
aún.
Aquí también comen dátiles y se alimentan de esos pescados en
salazón. Esto los villanos, que hay gente rica y gentileshombres que comen
muy bien y muchas cosas exquisitas.
Y ya que hemos hablado, de Calatu y de su golfo y de sus negocios,
iremos a Curmos, pues cuando se sale de la ciudad de Calatu, a las 300
millas entre maestral y tramontana, se encuentra la ciudad de Curmos; pero
yendo entre maestral y Poniente, a 500 millas se pasa por Quis; mas
dejaremos a un lado Quis para hablaros de Curmos.
- CXCIX -
De la ciudad de Curmos
Curmos es una bella y noble ciudad que está a orillas del mar. La
rige un melic que tiene bajo su mando a otras ciudades y fortalezas. Son
sarracenos y adoran a Mahoma. Hace en esta región un calor sofocante, y
por eso ponen sus casas de manera que pueda darles el viento y las
arreglan en tal forma que recojan todo el aire que puedan. Ya no
hablaremos más de esta ciudad, que tiene los mismos productos que las
demás; nos iremos de aquí hacia la gran Turquía, de la cual deseo hablaros
sin tardar.
- CC -
En donde se habla de la Gran Turquía
La Gran Turquía tiene por soberano a un sobrino del Gran Khan,
llamado Caidu, pues fue hijo del hijo de Ciagati, que era hermano carnal
del Gran Khan. Tiene bajo su mando muchas ciudades y fuertes y es un señor
de mucha consideración. Es tártaro y sus súbditos también son tártaros y
hombres aguerridos y adiestrados en las armas. Caidu no ha oído hablar del
Gran Khan más que por sus hechos de guerra.
La Gran Turquía está hacia maestral cuando se viene de Curmos, como
os hemos dicho ya; se halla situada entre el río Jon y se prolonga hacia
tramontana hasta el imperio del Gran Khan.
Este Caidu ha tenido que habérselas varias veces con las gentes del
Gran Khan. Os hablaré de lo que sembró la discordia entre ellos. Caidu
exigía al Gran Khan la parte de su botín, en la que entraba un trozo del
Mangi y otro de la provincia de Catai. Y el Gran Khan le dijo que le daría
su parte como a sus otros hijos, siempre que quisiera ir a su corte cuando
celebraran los consejos y siempre que él se lo mandara, pues el Gran Khan
quería que le prestara obediencia como sus hijos y demás barones.
Pero Caidu, que no se fiaba de su tío, decía que no quería ir, sino
que le rendiría pleitesía sin moverse de donde estaba, y esto porque tenía
miedo de que le hiciera matar. He aquí el origen del resentimiento que
había entre Caidu y el Gran Khan, que trajo consigo más tarde muchas
contiendas y grandes batallas. Y el Gran Khan vigilaba mucho a Caidu, de
modo que no pudiera hacer incursiones en sus tierras ni molestar a sus
gentes. Pero Caidu entraba, sin embargo, en los dominios del Gran Khan.
Llegó un día en que Caidu, haciendo un esfuerzo, pudo perfectamente
equipar y poner en pie de guerra a unos 10.000 hombres. A su servicio
tenía a varios barones del linaje del emperador. Es decir, de Gengis Khan,
que fue el fundador de la dinastía y del Imperio. De modo que diremos de
cómo peleó repetidas veces el rey Caidu contra la gente del Gran Khan y
cómo se aprestaba para la batalla y para combatir.
Cada hombre solía llevar 60 flechas en su goldre, 30 pequeñas y otras
30 mayores, que tienen el aspa grande y se tiran de cerca y son las que
hieren en la cara y los brazos y sirven para partir las cuerdas de los
arcos, desarmando a los hombres. Una vez que se quedan con el aljaba vacía
después de lanzar estas flechas echan mano a la espada y a la maza y con
ellas dan golpes formidables. Así se arman para la batalla.
En el año 1266 de la Encarnación de Cristo reunió el rey Caidu un
gran ejército, en el cual estaban sus dos primos, uno de los cuales se
llamaba Gesudar, para ir contra dos primos del Gran Khan, que también eran
parientes suyos y que mandaban en tierras del Gran Khan. Uno se llamaba
Cibai y Ciban. Eran hijos de Ciagatai, que fue bautizado y abrazó el
cristianismo, hermano carnal del Gran Khan Cublai. Y, ¿qué os diré? Caidu
y sus gentes combatieron a sus primos, que también iban bien provistos de
arqueros, pues de una parte y otra habría unos 100.000 hombres a caballo.
Pelearon muy duramente y hubo muchas muertes de una parte y de otra. Pero
Caidu venció y los derrotó y sólo pudieron escapar los dos primos con
vida, gracias a sus excelentes caballos.
De este modo les venció Caidu y se llenó de orgullo. Durante dos años
volvió a su país y quedó en paz con el Gran Khan.
Al cabo de dos años reúne el rey Caidu un gran ejército con
muchísimos hombres a caballo. Sabe que en Caracoron está el hijo del Gran
Khan, que se llamaba Nomogan, y con él Jorge, el hijo del Preste Juan.
Éstos también tenían consigo un gran ejército. Entonces mueve Caidu con
sus gentes y se llega de su reino a Caracoron, sin novedad. Pero cuando le
vieron llegar con todos esos hombres de armas, lejos de acoquinarse, se
envalentonaron y se prepararon con todos sus hombres, que alcanzarían la
cifra de 60.000 jinetes, a enfrentarse con él. Tanto anduvieron a su
encuentro que, llegados a 10 millas de distancia, asentaron sus reales. Y
el rey Caidu descansó igualmente para prepararse a la batalla. Al tercer
día cada una de las partes se armó y se prepararon a combatir. Los dos
tenían fuerzas iguales. Tomaron sus posiciones divididos en seis cuadros,
cada uno de 10 hombres a caballo, al mando de un jefe. Y así esperaron la
señal que debían dar las nácaras de los respectivos generales. Porque
habéis de saber que ningún tártaro rompe a pelear sin haber oído la señal
de las nácaras, y tienen costumbre de prepararse a la batalla con cánticos
y música suave, que hacen con sus instrumentos, y así se divierten antes
de entrar en la batalla. Era un encanto oír a estos poderosos ejércitos
cantar y tocar esperando la señal para entrar en la refriega.
Tocaron por fin las nácaras y acudieron a las armas. Entonces
lanzaron las furias de sus flechas y saetas, que caían como lluvia
desoladora y cubrían el aire; viéronse jinetes cuyos caballos se
encabritaban heridos mortalmente. Los gritos y ruidos ensordecedores eran
espantosos; no habría podido oírse ni al dios del trueno. Y así siguió la
batalla terrible, monstruosa, en que se enfrentaban dos enemigos mortales,
y no tardó la tierra en estar cubierta de cadáveres. Agotadas las flechas,
pusieron mano a las mazas y corrieron los unos contra los otros, dándose
terribles machetazos. La batalla era cruel. Los golpes llovían por
doquier. Se veían cercenar manos y brazos y hombres que se revolcaban en
el suelo antes de morir. Y el campo estaba enteramente cubierto de muertos
agonizantes.
Y tanto el rey Caidu, que hizo grandes proezas y confortaba sus
gentes y les animaba, como el hijo del Gran Khan y el nieto del Preste
Juan en el lado opuesto rivalizaban en osadía, valor y arrojo.
Fue una batalla de las más crueles que tuvieron los tártaros y hasta
las vísperas estuvo indecisa, porque cada parte trataba de aniquilar a la
contraria.
Había tantos muertos que daba horror el verlos. Y quedaron muchas
viudas y huérfanos, y otras damas lloraron toda la vida aquel día, y eran
las madres y hermanos de los que murieron.
Cuando el sol estaba en el cenit hubo que hacer tregua y separarse
para descansar. Esto hicieron durante la noche, por las angustias pasadas
en ese día mortal. Y a la mañana siguiente, habiendo oído Caidu que el
Gran Khan enviaba un numeroso refuerzo, se dijo que lo más prudente era
retirarse de nuevo a su reino. Y en cuanto llegó el alba montó a caballo y
se encaminó hacia su tierra con toda su gente.
Y cuando el hijo del Gran Khan y el nieto del Preste Juan vieron que
se marchaba, nada hicieron para detenerle ni para alcanzarle, pues harto
cansados estaban, y le dejaron ir en paz.
Y tanto cabalgaron Caidu y sus huestes, que no pararon hasta llegar
al reino de la gran Turquía, a Samarcanda. Pero ahí no hicieron alto.
- CCI -
Lo que dice el Gran Khan del daño que le hizo Caidu
El Gran Khan estaba enfurecido por el perjuicio que Caidu causara a
sus tierras y a sus gentes, y se dijo que escapaba a la muerte gracias a
que era su sobrino. Pero no quería destruir su propia sangre, y de este
modo Caidu escapó varias veces de las manos del Gran Khan.
Dejaremos ahora este negocio y contaremos de la gran maravilla de la
hija del rey Caidu.
- CCII -
La historia de la hija del rey Caidu, de su fuerza y valentía
El rey Caidu tenía una hija llamada Aigieruc en tártaro, lo que
quiere decir en español Luna clara. Ésta era tan fuerte y garrida, que en
todo el reino no había doncel ni escudero que pudiera vencerla. Su padre
quería casarla y buscarle un marido. Pero ella no quería, diciendo que
sólo se casaría con aquel que la venciera en fuerzas. Y el rey le prometió
que se casaría según su gusto, por especial privilegio.
Y cuando obtuvo el privilegio de casarse a voluntad, sintió una gran
alegría. E hizo publicar un bando para que fuera conocido por todas partes
de sus tierras y reinos que si un mozo quería medir sus fuerzas a las
suyas y la vencía lo tomaría por esposo. Y cuando esta nueva fue llevada a
otras tierras y señoríos, muchos nobles caballeros y señores vinieron a
probar fortuna de la siguiente manera. El rey se reunía en la gran sala
del palacio con las personas de su séquito, las damas y gentiles hombres.
Llegaba la hija del rey vestida con un cendal de seda ricamente bordado;
luego venía el caballero con una fina cota de malla y cendal. La apuesta
consistía en que si el mozo podía vencerla y conseguía echarla al suelo la
tomaría por esposa, y si la hija del rey le vencía le ganaría 100
caballos. Pero por más que se alistaran, a todos les vencía, y de este
modo la damisela había ganado más de 6.000 caballos. Y era maravilla el
verla, porque era tan bien hecha y sus miembros tan grandes y musculosos
que parecía casi una giganta.
Y sucedió que en el año 1280 de la Encarnación de Jesucristo, vino el
hijo de un poderoso rey, que era joven y trajo consigo más de 1.000
caballos para poner a prueba a la hija del rey. El rey Caidu estaba
encantado, porque deseaba darle a la hija por esposa, pues sabía que el
pretendiente era hijo del rey Pumar, e hizo saber secretamente a su hija
que le agradaría se dejara vencer. Pero ella replicó que por nada del
mundo lo haría.
Y llegó el día señalado y se reunieron el rey y la reina y
gentileshombres y damas en la gran sala de palacio. Y se presentaron la
hija del rey y el príncipe, que eran tan hermosos entrambos como jamás se
vio. Y el real mozo tampoco había encontrado hasta entonces quién pudiera
luchar con él. Y cuando los dos se hallaron en mitad de la asamblea
convinieron que si el doncel perdía entregaría sus 1.000 caballos que
había traído para el caso. Y acto seguido el doncel y la damisela se
pusieron a luchar cuerpo a cuerpo. Y todos los que aquello presenciaban
deseaban secretamente que el joven venciese para que fuera el marido de la
hija del rey. Y éste era el deseo más ferviente del rey y de la reina.
Pero sabed en verdad que la aventura llegó a tal punto que la hija
del rey venció al príncipe y lo tiró contra el suelo, y así perdió sus
1.000 caballos y en toda la sala hubo un murmullo de contrariedad. Y el
rey llevó a su hija a muchas batallas, y en la refriega no había caballero
que valiera lo que ella, y más de una vez se metió en el campo enemigo,
cogía un caballero por la fuerza y se lo traía, haciéndole prisionero.
Ya os hemos narrado la historia de la hija del rey Caidu, y dejaremos
esto para proseguir y haceros otra narración. Y os contaremos de otra gran
batalla que tuvo lugar entre el rey Caidu y Argón, el hijo de Abaga, señor
de Levante.
- CCIII -
De cómo Abaga envió a su hijo Argón a la guerra
Sabed que Abaga, señor de Levante, tenía varias provincias y tierras
colindantes con las del rey Caidu. Y para impedir que el rey Caidu
saqueara y arruinara a su gente y su territorio, mandó Abaga a su hijo
Argón con gran cantidad de caballeros y peones hasta el río Jon, en la
comarca del árbol seco. Y allí quedó el rey Argón cuidando sus tierras.
Mas sucedió que el rey Caidu reunió gran número de soldados y nombró
e hizo capitán a un hermano suyo llamado Barac, que era hombre sabio y
prudente. Y Caidu le dijo que deseaba combatiera a Argón. Y a su mandato
Barac y sus hombres se pusieron en marcha y llegaron sin gran contratiempo
hasta el río Jon, a 10 millas del campamento de Argón. Cuando éste oyó que
Barac venía con tanta gente contra él se armó de pies a cabeza en tres
días. ¿Y qué os diré? Cuando fueron bien aparejados y sonaron las nácaras
no demoraron más y fuéronse los unos contra los otros. La lluvia de saetas
oscurecía el cielo. Cuando de una y otra parte hubieron agotado las
flechas, metieron mano a las espadas y a las mazas. Y muchos hombres y
caballos yacían por el suelo y caían manos y brazos; los gritos eran tan
grandes que no se hubiera oído al dios del trueno. Y en pocas horas la
tierra estaba cubierta de hombres muertos o mal heridos, ¿para qué seguir
contando? Sabed que Barac y sus hombres no pudieron resistir la fuerza de
Argón, escaparon con sus gentes y se fueron allende el río, y Argón y sus
gentes les perseguían matándoles en gran cantidad.
Y así se decidió la batalla tal como la habéis oído, y tocó la mejor
parte a Argón. Y ahora os diré cómo Argón heredó la señoría a la muerte de
su padre.
- CCIV -
De cómo Argón heredó la señoría de su padre
Cuando Argón hubo vencido a Barac supo al poco tiempo que su padre
Abaga había muerto.
Fue grande su desolación y preparó a todo su ejército para retirarse
y emprender el regreso a la corte de su padre y entrar en posesión del
señorío. Pero estaba a cuarenta jornadas de marcha.
Y sucedió que un hermano de Abaga, que se llamaba Acomat Soldán y que
se había hecho musulmán, cuando oyó que su hermano Abaga había muerto se
dijo que podía usurparle el poder a Argón, puesto que estaba lejos. Y se
preparó con gran cantidad de gentes y fue directamente a la corte de
Abaga, se apoderó del mando y se hizo señor. Allí encontró una gran
cantidad de tesoros, y diola tan generosamente y con tanta largueza a sus
barones y caballeros, que todos se dijeron que era un soberano bueno y
dadivoso. Y todos le querían y tenían admiración. Acomat Soldán regía bien
sus tierras, trataba de contentar a todos; sin embargo, hizo también una
fea acción que muchos le reprobaron: cogió para él a todas las mujeres de
su hermano Abaga y las hizo suyas.
Y no tardó mucho tiempo en saber que Argón venía a su encuentro con
gran cantidad de gentes. No mostró, sin embargo, sorpresa y llamó a sus
barones y adictos, y en una semana reunió a gran cantidad de soldados que
se armaron contra Argón y juraron que no tenían más deseo que matarle y
hacerle sufrir el martirio.
- CCV -
De cómo Acomat va con su ejército para combatir a Argón
Cuando Acomat Soldán hubo reunido 60.000 hombres a caballo, se
pusieron en camino al encuentro de Argón. Cabalgaron diez jornadas, y no
pararon de cabalgar hasta que oyeron que Argón ya estaba en las cercanías
y a cinco jornadas con tanta gente como tenían ellos. Entonces Acomat
sentó sus reales en una gran llanura muy bella, y allí dijo que esperaría
que Argón llegara, porque allí era buen sitio para combatir. Una vez
llegadó al lugar y preparado el campo hizo reunir a toda su gente y les
habló de la siguiente manera: «Señores -dijo-, ya sabéis que tengo derecho
a ser el jefe de lo que era mi hermano, porque fui hijo de su padre y
conquisté reinos y provincias que forman parte de nuestro patrimonio. Es
verdad que Argón fue hijo de mi hermano y el poder le viene por derecho
propio. Pero eso no es razón; puesto que su padre gozó tanto de la
soberanía, es justo que yo la tenga ahora. Porque en vida hubo de darme la
mitad, pero por bondad de corazón le dejé enteramenteel mando. Y ya que es
así, ayudadme a defender mi derecho contra mi sobrino Argón y que el reino
nos quede a nosotros. Porque no sólo quiero que tengáis honra, sino
provecho. Y no os digo más, pues ya sé que haréis cuanto esté en vuestro
poder para asistirme.» Y le contestaron a una que mientras tuvieran un
hilo de vida combatirían por él, aun en contra de Argón. Y ahora volvamos
a Argón y a sus gentes.
- CCVI -
De cómo Argón reunió en Consejo a sus barones para pelear contra Acomat
Cuando Argón supo que Acomat lo esperaba con tanta gente en el campo,
fue grande su enojo; pero se dijo que no convenía que ellos creyeran que
les temía, y quiso mostrarse esforzado y valiente. Reunió a sus barones y
consejeros, y cuando les hubo reunido en gran asamblea en su pabellón
-pues hablan acampado en lugar muy hermoso-, les dirigió la palabra de
esta manera: «Hermanos míos y amigos: ya sabéis que durante el reinado de
mi padre os amé como a hermanos y a hijos y sabéis también que en muchas
batallas le ayudasteis a conquistar sus tierras. Ved a su hijo, que es el
que tanto os quiere, pues yo os amo como a mi propio cuerpo. Y ya que es
así, debéis ayudarme contra el que quiere despojarme del reino; ya sabéis
que no es de los nuestros ni obedece a nuestra ley, pues es sarraceno y
adora a Mahoma. Y no es cosa digna el que un sarraceno tenga el dominio
sobre los tártaros. Por todas estas razones, hermanos míos y amigos,
debéis tomar a pecho que esto no suceda, y le ruego a cada uno que sea
valiente y quiera pelear con tanto arrojo que ganemos la batalla y el
poder nos quede a nosotros y no al sarraceno, porque de nosotros es el
poder y no de ellos. No os digo más, pero os pido reflexionéis para
ayudarme.» Y aquí calló, y no añadió palabra.
- CCVII -
De cómo respondieron los barones de Argón
Cuando los barones oyeron las palabras de Argón dijéronse que
morirían antes que no conseguir vencer por sus esfuerzos. Uno de los
barones más importantes se levantó y habló así: «Señor nuestro, ya sabemos
qué razón tenéis en decir cuanto habéis dicho, y no flaquearemos en la
batalla; antes moriremos que nos venzan y seremos tan valientes que todas
han de hablar de nuestro arrojo.» Se calló, y no hubo ni uno sólo que
quisiera añadir palabra, pero todos estaban de acuerdo con él y no
deseaban más que una sola cosa: verse peleando en la batalla. Y en
llegando el alba Argón y sus gentes se levantaron y marcharon, y tanto
cabalgaron hasta llegar a una llanura donde se hallaban sus enemigos.
Cuando llegó Argón cogió a dos de sus barones y los envió a su tío
para que le dijeran lo que os voy a relatar.
- CCVIII -
De los emisarios que Argón envió a Acomat
Cuando estos sabios barones se despidieron de su señor, fueron los
dos a caballo al campamento donde estaba la tienda de Acomat, rodeada de
numerosa escolta. Acomat los conocía muy bien, y ellos también a Acomat.
Saludáronle por cortesía, y Acomat les dio la bienvenida y los invitó a
pasar a su pabellón.
Entonces uno de los dos barones se levantó y dijo: «Señor muy
ilustre: Vuestro sobrino Argón está muy extrañado de lo que habéis hecho
contra él; no es, por cierto, una buena acción y no la habéis hecho como
buen tío a un buen sobrino, pues le habéis despojado de su reino. Por eso
os manda y os suplica dulcemente, más que a un tío como a un padre, por el
cual os tiene, de no seguir este camino y que no haya batalla ni mal
entendido entre vosotros. Os repite, por tanto, que os tendrá el respeto
de un padre y seréis señor de su tierra. Esto es lo que os manda y dice
por medio de nosotros.» Y se callaron, y no añadieron palabra.
- CCIX -
De cómo Acomat contestó a los emisarios
Y cuando les hubo oído, respondió: «Señores emisarios: Mi sobrino no
está en la razón, porque la tierra me pertenece y no es de él, pues yo la
conquisté en unión de su padre. Si él quiere, yo le haré gran señor y le
daré tantas tierras como si fuera mi propio hijo, y será en mi reino el
primer barón después de mi persona, y si así no quiere, haré todo lo
posible por matarle. Id y decidle esto a mi sobrino.» Y los dos ancianos
no quisieron oír más y se pusieron en camino hasta llegar aprisa al campo
de su señor.
Al regreso dijeron a Argón lo que habían oído de boca de su tío. Oyó
lo que aquél pretendía y la ira encendió su rostro, y dijo en alta voz a
los que le escuchaban: «No tardemos más, pero vamos a matar a los
traidores; mañana daremos el asalto para confundirlos.» Y toda la noche se
prepararon, Acomat Soldán, que lo sabía por sus espías, se preparaba
también y amonestaba a sus hombres para que estuvieran listos.
- CCX -
De la gran batalla entre Argón y Acomat
Y después de haber hablado a sus hombres se puso en camino hacia sus
enemigos.
Cuando las huestes se encontraron frente a frente, hubo un choque
violento en que temblaba la tierra. Argón hizo mil proezas para dar a su
gente el buen ejemplo, pero de nada le sirvió; la fortuna le había vuelto
la espalda y la derrota fue inmensa para él. Agotadas las saetas, muertos
sus hombres y el campo sembrado de cadáveres, no pudiendo soportar tal
horror, empezaron a huir, perseguidos por sus enemigos, que los mataban a
porfía.
Por fin cogieron prisionero a Argón. Acomat hizo encadenar a su
sobrino y le hizo guardar severamente.
Y Acomat, que era hombre sensual, se dijo que iría a holgarse entre
las bellas mujeres que tenía y dejó al frente del ejército a un melic, al
cual le confió la custodia de Argón, diciendo que cuidara de él como de la
niña de sus ojos. Y se volvió a la corte por pequeñas etapas para no
cansar a su gente. El melic le dijo que sería obedecido, y Acomat se puso
en camino con numerosa compañía.
Dejó Acomat a la sazón al melie mandando al ejército en su lugar.
Argón quedó prisionero, tan maltrecho y doliente que hubiera deseado
morir.
- CCXI -
De cómo concertaron los barones de que Argón recobrara su libertad
Y aconteció que un esforzado barón, muy anciano y venerable, se
apiadó de Argón, y se dijo que era gran felonía y agravio el tener a su
señor prisionero y que haría lo posible para librarle, y fue a dar estas
razones a otros barones. Éstos, que sabían que era un hombre prudente y de
buenas entrañas, oyeron sus concertadas razones y se pusieron de acuerdo
para decir que harían su voluntad. Decidido lo cual, Boga, que es el que
había dispuesto, y con él Elcidai y Togan, Tegana, Tagatiar, Ulatai y
Samagar, se fueron al pabellón en donde Argón se hallaba encadenado. Y en
su presencia, Boga, que era el jefe, habló de esta manera: «Señor,
reconocemos abiertamente que hemos obrado mal haciéndoos prisionero; hemos
venido a deciros que, arrepentidos, os queremos dar la libertad y que
seréis nuestro señor.» Y Boga calló.
- CCXII -
De cómo Argón fue libertado
Cuando Argón hubo oído las palabras de Boga creyó que se trataba de
una burla, y contestó dolorido y recio: «¡Gran pecado cometéis en burlaros
de mí! Bien maltrecho me veo por vuestra culpa y bien puedo quejarme de
vosotros, que deberíais honrarme como a vuestro señor y me habéis cargado
de cadenas y os habéis atrevido a dejarme sin libertad. Habéis cometido,
por cierto, gran pecado; id y dejadme en paz y no vengáis a hacerme
escarnio.» «Señor -replicó Boga-, sabed que no nos burlamos de vos.» Y le
juraron que le tomarían por señor, y Argón prometió no tomarles en cuenta
sus malos tratos y que los querría como Abaga, su padre. Y después de
cambiar estas promesas, le quitaron las esposas y le honraron como a su
señor.Ordenó que tiraran desde el pabellón tantas flechas hasta matar al
melic que le tenía prisionero y que era el jefe del ejército. A estas
palabras tantas flechas partieron de la tienda de Argón hasta alcanzar al
melic, que murió. Y Argón recuperó el poder y fue por todos obedecido. Y
el melie que perdió la vida tenía por nombre Soldán y era el señor
principal después de Acomat.
Y de esta manera fue cómo Argón recobró sus dominios.
- CCXIII -
De cómo Argón recobró la soberanía
Cuando Argón se vio reintegrado en su dignidad y dueño y señor de
todo, mandó que se encaminaran hacia la corte.
Sucedió a la sazón que un día que Acomat se hallaba en la corte, en
su palacio principal, celebrando gran pompa y jolgorio, llegose un
mensajero y le dijo: «Señor, os traigo malas nuevas, y no tales como
quisiera traeros; sabed que los barones han libertado a Argón,
reconociéndole como señor y dueño, y que han matado a nuestro amigo
Soldán. Ya vienen para prenderos y mataros, y decid lo que habéis de hacer
para evitarlo.» El mensajero calló, y cuando Acomat hubo oído sus razones,
teniéndole por leal y buen vasallo, se quedó anonadado y le entró mucho
miedo. Ya no sabía qué hacer ni decir. Pero en seguida, como era valiente
y osado, se rehizo y le dijo al mensajero que no fuera indiscreto y no
platicara de esto con nadie. Y Acomat montó su corcel, y acompañado por
sus hombres de confianza, se puso en camino y fue a ver al sultán de
Babilonia, pues cerca de él se daba por seguro.
Mas llegado que hubo a seis jornadas, se metió por un desfiladero,
pues otro no había, y el que guardaba el paso reconoció a Acomat y vio que
huía. Se dijo que lo haría prisionero, lo que era fácil no llevando Acomat
más que mísera escolta. Y sabed que le arrestó el centinela. Al cogerle
por la brida de su caballo, Acomat le pidió gracia y le ofreció un gran
tesoro si le dejaba escapar. Mas éste, que quería a Argón con todo cariño,
dijo que no valían promesas ni aunque le ofrecieran todos los tesoros del
mundo; que lo entregaría a su señor, Argón. Y hecho esto, se puso en
camino hacia la corte, llevando a Acomat consigo, cuidando de no perderle
de vista para que no huyera. Y cabalgaron sincesar hasta llegar a la
corte, en donde encontraron a Argón, que había llegado hacía tres días tan
sólo, contrariado de que Acomat se le hubiera escapado.
- CCXIV -
De cómo Argón hizo matar a su tío Acomat
Y cuando el hombre que guardaba el paso llegó, trayendo a Acomat
prisionero, sintiese Argón tan gozoso que jamás probara mayor alegría.
Dijo a su tío que lo vela en mala hora y que haría de él lo que era en
justicia, y mandó le quitaran de en medio y le dieran muerte.
Y el que recibió esta orden se llevó a Acomat a sitio donde nunca más
le volvieron a ver. Y le hizo matar y precipitar donde nadie pudiera
encontrar su cuerpo.
De esta manera se resolvió la contienda que traían Argón y su tío
Acomat.
- CCXV -
Del pleito homenaje que rindieron los barones a Argón
Hecho esto, Argón se sintió dueño de su palacio y seguro de su
señoría, y los barones y vasallos de Abaga, su padre, vinieron a rendirle
homenaje. Y Argón envió a su hijo Casan con 30.000 hombres a caballo a la
tierra del árbol seco para salvaguardarla y proteger a sus súbditos.
Y tal como lo habéis oído, recobró Argón sus dominios y fue en el año
1286 de la Encarnación de Cristo, habiendo Acomat Soldán usurpado el poder
durante dos años.
Argón reinó seis años y al cabo de ellos murió de enfermedad, aunque
algunos suponen que murió envenenado por un brebaje maligno que absorbió.
- CCXVI -
De cómo Cuiaratu tomó el poder después de la muerte de Argón
Después de la muerte de Argón, un tío suyo, hermano carnal de Abaga,
llamado Cuiacatu, tomó el mando de la señoría, y esto pudo hacerlo porque
Casan, el heredero, se hallaba muy lejos, en la región del árbol seco. Y
Casan supo que su padre había muerto y que Cuiacatu le había arrebatado el
poder. Lloró al saber la muerte de su padre, y más le afligió la pérdida
del reino. No se podía mover por causa de sus enemigos, pero juró tomar
venganza, como su padre lo hizo con Acomat. Cuiacatu tomó por esposa a la
mujer de Argón, su sobrino. Amaba mucho a las mujeres y se recreaba en
ellas, siendo muy voluptuoso. Reinó durante dos años, pero al cabo de
ellos murió envenenado por un brebaje.
- CCXVII -
De cómo Baidu tomó la señoría después de Cuiacatu
Después de muerto Cuiacatu, su tío Baidu, que era cristiano, tomó la
señoría del reino. Y esto fue en el año 1294 de la Encarnación de Cristo,
y todos le obedecieron, salvo los que estaban con Casan. Cuando Casan supo
de la muerte de Cuiacatu, montó en cólera por no poder tomar venganza del
agravio que éste le había hecho; mas se dijo que de Baidu haría tal
escarmiento que el mundo entero hablaría de ello. Y se preparó con toda su
gente y fuese al encuentro de Baidu a rescatar su reino. Enterado Baidu
del avance de su sobrino, juntó a cuantos pudo y se apostó en plan de
batalla a diez jornadas de él. Sentó sus cabales y esperó a Casan y a sus
huestes para combatirlas. Y alentó con su palabra a sus secuaces para
animarles a la lucha.
Al cabo de dos días llegó Casan con su gente y la batalla comenzó,
encarnizada y terrible; pero al poco tiempo los que estaban con Baidu se
volvieron contra él y fue derrotado y deshecho. Y Casan, victorioso, quedó
dueño y señor de todo el reino y todos los barones le juraron fidelidad y
le rindieron pleito homenaje como a su señor y rey.
Y comenzó a reinar el año 1294 de la Encarnación de Cristo nuestro
Señor. Ahora habéis oído todos los hechos que acaecieron desde Abaga hasta
Casan, y sabed que Alan, que conquistó Abaudac, era hermano de Cublai, el
Gran Khan, y de él es de quien descienden todos los que os he mentado,
pues fue el padre de Abaga, y Abaga el padre de Argón, y Argón de Casan,
que es el que reina al presente.
Dejaremos los tártaros de Levante y hablaremos de la Gran Turquía, de
la cual ya hablamos cuando os contamos de Caidu, que es su rey. De modo
que proseguiremos más adelante.
- CCXVIII -
Del rey Canci que reina en tramontana
Hacia tramontana hay un rey llamado Canci; es tártaro y sus gentes
son tártaras también; se rigen por la ley de este pueblo, que es muy ruda
y bestial; pero la observan como Gengis Khan y los demás la observaron.
Tienen un dios de fieltro que se llama Nacigai. Le prestan mujer y
dicen de la pareja divina que son los dioses de la tierra y guardan al
ganado y al trigo y todos los bienes terrestres. Los invocan
constantemente, y cuando catan algún buen bocado se lo introducen en la
boca para hacerles participar a los dioses de lo que comen. Viven como
animales y no están sometidos a ninguna ley. Es verdad que Canci es de la
estirpe de Gengis Khan, es decir, del linaje imperial y por su alcurnia es
pariente próximo del Gran Khan. Este rey no tiene ni ciudades ni
fortalezas, pero vive en el llano y la montaña. Sus gentes se nutren de
leche y de carne. Son muy numerosos, pero pacíficos, y no buscan pendencia
con nadie.
Tienen gran cantidad de ganados: camellos, caballos, bueyes, corderos
y otros animales. Existen allí también grandes osos blancos, que son del
tamaño de 20 palmos; zorros negros y grandes; cebellinas, de las cuales se
hacen pieles preciosas; ratas de Faraón en gran cantidad, con las cuales
se alimentan durante el verano. Tienen toda especie de animales salvajes
porque moran en sitios intransitables y raros.
Y este rey posee una región donde no puede vivir el caballo; es un
país donde hay lagos y manantiales, pero el hielo y el cieno son tan
considerables que los caballos no pueden andar. Y esta región es de trece
jornadas de extensión. Y en cada jornada se encuentra una posta y un mesón
donde el viajero se puede albergar. En éstas hay lo menos 40 perros
mastines grandes como pollinos, y son estos perros los que transportan los
correos de un sitio a otro. Ya os dije que en estos parajes no podía
usarse el caballo por el hielo, el cierzo y el barro, como tampoco las
carretas de ruedas; por esta razón han hecho trineos sin ruedas, que van
sobre el hielo y en el fango y no se hunden demasiado en él. En nuestra
tierra hay trineos semejantes a éstos con los cuales se trae el heno y la
paja en invierno cuando hay lluvia y lodo. En estos trineos ponen pieles
de oso y la estafeta monta en ellos y tiran de ellos los perros de que os
he hablado. A estos perros no ha menester guiarles: ellos van solos hasta
la próxima posta y tiran muy bien del trineo. Y así van de una posta a
otra y los perros la llevan por el camino más recto y mejor. Cuando la
estafeta llega al otro puesto ya encuentra listos a otros perros que
llevan en el trineo más adelante. Y los que le llevaron le vuelven a
traer, y así sucede en todo el viaje.
Los hombres que viven en estos llanos y valles son muy cazadores.
Apresan piezas de gran precio, de las cuales sacan mucho provecho, y éstas
son: cebellinas, armiños, martas, herculinos y otros animales, los cuales
les surten de preciosas pieles de gran estimación y valor. Tienen trampas
de las cuales no escapa ni uno. Por causa del frío intenso viven en casas
subterráneas. Y como ya no hay nada digno de mencionar, seguiremos nuestra
narración y nos ocuparemos de un lugar donde reina la oscuridad.
- CCXIX -
En donde se trata de la provincia que está en la oscuridad
Es verdad que antes de este reino hacia tramontana hay una provincia
llamada La Oscuridad, porque siempre reinan en ella las tinieblas; no hay
ni sol, ni luna, ni estrellas, pero sí una oscuridad como a primeras horas
de la noche. Esta gente no tiene señor y viven como animales. Los tártaros
los frecuentan a veces del modo que os contaré.
Los tártaros penetran en ella montados en yeguas y atan a sus
potricos en el camino para.que las yeguas vuelvan otra vez donde están sus
hijos y no yerren el camino. Los tártaros roban y hurtan lo que pueden y
lo cargan en sus yeguas, que vuelven aprisa en busca de sus mamones y no
equivocan el camino.
Tienen pieles de gran valor: cebellinas, zorros negros, martas y
armiños. Todos son cazadores y reúnen tal cantidad de estas pieles que es
maravilla, y los vecinos que viven en la luz se las compran y con ello
acumulan riquezas. Estos hombres son muy grandes y buenos mozos, pero
pálidos y sin color. Y sabed que la Rusia Mayor confina en el Norte con
esta provincia.
Y no hay nada notable ya que mentar y seguiremos adelante hablándoos
de la provincia de Rusia.
- CCXX -
En donde se habla de la gran provincia de Rusia y de su gente
La Rusia es una gran provincia del Norte. Son cristianos y observan
la ley de los griegos. Tienen varios reyes y un idioma propio. Son gente
muy sencilla, pero hermosos varones y bellas mujeres blancas y rubias.
Tienen desfiladeros estrechos y fortificados. No pagan tributo a nadie,
exceptuando a un rey tártaro de Poniente que se llama Toctai. Pero éste no
cobra casi nunca, pues no es tierra que se dedica al comercio. Es verdad
que tienen pieles en cantidad, de gran valor y las más bellas del
universo. Tienen muchas minas de plata. Y no hay cosa ya digna de
mencionar, y por eso nos iremos de Rusia para hablaros del Gran Mar y de
las provincias que le rodean y en primer lugar de Constantinopla.
Pero antes dejad que os cuente de una provincia entre tramontana y
maestral. En esta región se halla una provincia llamada Lac, que confina
con Rusia y es gobernada por un rey. Y son sus habitantes cristianos y
sarracenos. Hacen el tráfico de pieles, que transportan por todo el mundo.
Viven del comercio y de la industria.
Nos alejaremos de aquí porque ya no hay nada digno que contar; mas
antes os diré algo sobre Rusia.
En Rusia hace el mayor frío del mundo, de tal suerte que en invierno
apenas puede uno escapar con vida. Es tan extensa esta provincia, que
llega hasta el Océano. En este mar hay islas en donde nacen los halcones
peregrinos, en tanta cantidad, que los llevan a todas partes del mundo. Y
de la Rusia a Oeste no hay muchos caminos, y si no fuera por el frío, se
podría ir a ella fácilmente. Pero dejemos esto y hablemos de la Mar
Grande, pues hay muchos mercaderes y navegantes que la conocen, pero otros
no, y por eso es necesario dejarlo escrito. Y empezaremos por la boca o
estrecho de Constantinopla.
- CCXXI -
En donde se habla del estrecho del Mar Grande
En la embocadura del Mar Grande, hacia Poniente, hay una montaña
llamada el Far. Pero muchos conocen este mar, y es preferible hablemos de
los tártaros de Poniente y de los señores que lo gobiernan.
- CCXXII -
De los reyes de los tártaros de Poniente
El primer señor de los tártaros de Poniente fue Sain, grande y
poderoso señor. Este rey Sain conquistó la Rusia, la Comania, la Alania,
Lac, Mengiar, Çic y Gutia y Gaçaria. Todas estas provincias conquistadas
por el rey Sain estaban sujetas a Acomaiz, pero no tenían unidad y por eso
perdieron sus tierras y fueron arrojados por el mundo, y los que quedaron
son siervos de este rey Sain.
Después del rey Sain reinó el rey Patu; después de Patu reinó el rey
Berca, y después de Berca reinó el rey Mongutemur, y después de Mongutemur
reinó el rey Totamongu, y luego vino Toctai, que es el que reina al
presente.
He aquí la nomenclatura de los reyes tártaros de Poniente. Y
hablaremos de la gran guerra que hubo entre Alan, señor de Levante, y
Berca, señor de Poniente, y el origen de esta guerra.
- CCXXIII -
De la guerra que surgió entre Alan y Berca y de las batallas que libraron
En el año 1261 de la Encarnación de Cristo surgió una gran discordia
entre el rey Alan, señor de los tártaros de Levante, y el rey Berca, rey
de los tártaros de Poniente. Y esto fue por si una provincia pertenecía al
uno o al otro, pues cada uno pretendía tener derecho a ella y ninguno la
quería ceder al otro. Se declararon la guerra y cada uno decidió
apoderarse de ella por la fuerza y se prepararon para la lucha.
Y así que se hubieron desafiado, en seis meses reunieron 300.000
hombres y se aprestaron a la lucha según sus costumbres.
Cuando estuvo listo Alan, señor de Levante, se puso en camino con
toda su gente y cabalgaron hasta llegar a una llanura entre la Puerta de
Hierro y el mar de Saray. Y aquí desplegó sus fuerzas en orden de batalla.
Y había ricos pabellones y tiendas de campaña. Bien se veía que era un
campamento de ricos hombres. Allí quedó aguardando a que Berca viniera a
su encuentro y esperó al enemigo. Y dejemos a Alan y sus gentes y volvamos
a Berca.
- CCXXIV -
De cómo Berca y sus huestes encuentran a Alan
Y cuando el rey Berca hubo aparejado y reunido sus huestes y enteróse
de que Alan había partido a su encuentro con las suyas, se dijo que ya no
podía tardar y se puso en camino cabalgando tanto, hasta llegar al llano
donde le esperaban sus adversarios. Y a diez jornadas de Alan alzó sus
tiendas de campaña, y este campamento era tan hermoso como el de Alan,
pues tenía sus tiendas recubiertas de gualdrapas de oro y ricas telas
bordadas, de modo que jamás viose tanta riqueza en el campo de batalla, y
tenía Berca más gente que Alan, pues había reunido a más de 350.000
hombres.
Al tercer día Berca llamó a sus hombres y les dijo: «Señores míos: Ya
sabéis que desde que vine a esta tierra os he querido como hermanos y a
hijos y varios de entre vosotros habéis peleado conmigo y me habéis
ayudado a conquistar una gran parte de mi reino, así que debéis esforzaros
en mantener nuestro honor. Ya sabéis que Alan se quiere batir con nosotros
sin razón, ésta es la verdad; por consiguiente, tenemos derecho a
mantenernos y darnos aliento los unos a los otros; así ganaremos la
batalla. Somos en mayor número, pues ellos no tienen más que 300.000
hombres a caballo y nosotros tenemos 350.000, tan buenos como los de
ellos, o mejores. No os diré más, pero cada cual esté en su puesto y se
prepare a vencer y hagamos que en el porvenir todo el mundo nos tenga
miedo.» A estas palabras calló Berca, y ya os hemos contado cómo llevaba
su negocio. Ahora os contaremos de Alan y su gente, de cómo se preparaban
sabiendo que Berca y sus hombres estaban próximos.
- CCXXV -
De cómo Alan habla a sus gentes
Cuando Alan tuvo la seguridad de que Berca llegaba con gran número de
gentes reunió a su Consejo y a sus más respetables barones y dignatarios,
y cuando estaban aunados les habló de la siguiente manera: «Hermanos míos,
hijos y amigos: Toda la vida me habéis asistido y hemos ganado muchas
batallas, y por eso os traigo a combatir contra la gente del temible
Berca. Ya sé que su ejército es más numeroso que el mío y sabemos por
nuestros espías que llegarán a la batalla dentro de tres días; ya me tarda
en venir a las manos, y ruego a cada uno de vosotros que esté bien
preparado para ese día y que me asistáis como de costumbre. Y una sola
cosa os voy a recordar: que más vale morir en el campo de batalla para
guardar su honor, hasta si hemos de ser derrotados. Pero que cada cual
salve su honor y que el enemigo sea muerto y vencido.» Así habló Alan a
sus gentes.
Y esperaron que llegara el día de la batalla. Y cada partida se
aparejó lo mejor que pudo en todas las cosas que le eran necesarias.
- CCXXVI -
De la gran batalla que hubo entre Alan y Berca
Y cuando los dos grandes reyes con todas sus gentes se encontraron
cerca, esperaron para comenzar la batalla que se hicieran oír las nácaras.
Y de pronto sonaron, y en cuanto las oyeron no pararon mientes, mas se
fueron con furor los unos contra los otros. Empuñaron los arcos, tiraron
las saetas y había que verlas volar cubriendo todo el aire. Los hombres
morían y caían de sus caballos, y no podía ser por menos con la cantidad
de flechas que cruzaban el aire. Y ¿para qué extenderme?, no cesaron de
tirar las flechas hasta que el suelo se cubrió completamente de muertos y
heridos. Luego empuñaron las espadas y las mazas; corrieron asestando
golpes mortales. Y la batalla fue de las más crueles que jamás se han
visto. Caían brazos, manos y cabezas. Los hombres tropezaban con sus
caballos muertos, que yacían en el suelo. Y murieron tantos, que en mala
hora empezó esa batalla. Los gritos eran aterradores, que hubieran
cubierto el ruido del trueno. Los muertos cubrían la tierra, que estaba
roja de sangre, pues os repito que desde antiguo no hubo en el mundo una
batalla donde murieron tantos hombres como en ésta. Y eran tantos los
gritos y las imploraciones de los heridos de muerte, que daba lástima
oírlos. Y cierto es que en mala hora empezó esta batalla de una parte y
otra, porque muchas mujeres quedaron viudas y muchos niños huérfanos.
El rey Alan, que era sabio, prudente y esforzado, se portó tan bien
en la contienda que bien se veía que era hombre destinado a mandar y a
ceñir una corona. No hubo proeza de que no fuera capaz. Confortaba a su
gente y, viéndole, todos se inflamaban de nuevo ardor, y era cosa grande
verle, porque no parecía un hombre, sino el mismo trueno.
Y de esta manera se portó Alan en la batalla.
- CCXXVII -
De cómo Berca se porta heroicamente
El rey Berca también era valiente, pero de nada le valió, pues tuvo
tantos muertos y heridos que ya no lo podían soportar, y al caer de la
tarde empezaron a huir. Cuando Alan vio que el enemigo huía se puso a
perseguirle con sus caballos, matando y aniquilando cuanto encontraba al
paso. Y al poco rato de haberles perseguido volvieron rienda y se fueron
al campamento a deponer las armas. Los heridos se hicieron lavar y vendar,
y estaban tan hartos de la pelea, que ya no podían más. La noche vino y
descansaron, y cuando Alan recorrió su campamento recomendó que quemaran
los cadáveres amigos y enemigos. Y en seguida ejecutaron sus órdenes. Y a
la mañana siguiente Alan volvió a sus tierras con todos los
supervivientes, pues entre los que habían ganado la batalla había también
muchos muertos, y no digamos en el campo de los vencidos, que fue tan
grande el número que no se podían contar. Y tal como habéis oído sucedió
esta batalla y fue victorioso el rey Alan. Os contaremos ahora de otra
batalla que hubo entre los tártaros de Poniente.
- CCXXVIII -
De cómo Totamangu fue señor de Poniente
En verdad, un señor de los tártaros de Poniente, que se llamaba
Mongutemur, murió, y la señoría recayó en Tolobuga, que era joven
bachiller. Y Totamangu, que era un hombre poderoso, mató a Tolobuga con la
ayuda de otro rey tártaro que se llamaba Nogai.
No reinó mucho tiempo y murió, y Toctai fue elegido señor. Era hombre
prudente y avisado y regía la señoría de Totamangu. Y sucedió en ese
tiempo que dos hijos de Tolobuga -el que había sido asesinado- crecieron y
llegaron a ser hombres aguerridos, sabios y valientes. Los dos hermanos se
pusieron en camino y se prepararon para ir a la corte del rey Toctai.
Llegados que fueron a la corte, se presentaron ante él, poniendo rodilla
en tierra. Toctai les dijo que eran los bienvenidos, y los hizo levantar.
Entonces el primogénito tomó la palabra y dijo: «Magnífico señor: Os diré
por qué hemos venido; en verdad somos los hijos de Tolobuga, que fue
muerto por Totamangu y Nogai. A Totamangu ya no se le puede alcanzar
porque murió, pero reclamamos a Nogai y os pedimos sostenernos contra él,
como señor conocedor de la justicia, pues asesinó a nuestro padre. Os
pedimos hacerle venir ante vos y pedirle razón de la muerte de nuestro
padre. Y he aquí por qué venimos a esta corte.» Y el joven se calló y no
añadió palabra.
- CCXXIX -
De cómo Toctai manda venir a Nogai para pedirle cuenta de la muerte de
Tolobuga
Cuando Toctai oyó lo que el joven le dijo, que sabía era la verdad,
le contestó: «Mi buen amigo: Lo que tú me mandas que haga y deseas le pida
cuenta a Nogai, lo haré con mil amores. Le haré que venga ante mí a la
corte y veremos lo que la razón nos sugiere.»
Y Toctai envió a dos emisarios a Nogai, mandándole venir a su corte
para dar cuenta y razón a los hijos de Tolobuga de la muerte de su padre.
Y cuando los enviados del rey dijeron a Nogai la embajada que traían, se
burló de ellos y dijo que no iría a la corte. Los enviados del rey se
volvieron a la corte de su señor y le trajeron la respuesta de Nogai.
Cuando Toctai oyó tal impertinencia, se encolerizó y dijo a todos los que
le rodeaban y podían oírle: «Si Dios me ayuda, o Nogai vendrá aquí para
dar satisfacción a los hijos de Tolobuga, o yo iré contra él con toda mi
gente.» Y volvió a enviar a otros dos embajadores con las palabras que
oiréis.
- CCXXX -
De cómo Toctai envía otro mensaje a Nogai
Los dos mensajeros a quien Toctai había confiado la misión se
pusieron en camino y llegaron a la corte de Nogai. Se presentaron ante él,
y saludando cortésmente le hablaron en estos términos: «Señor: Toctai os
manda decir que si no venís a la corte a dar satisfacción a los hijos de
Tolobuga, vendrá él con su gente contra vos y os hará todo el daño que
pueda; decidid lo que hayáis de hacer y contestadnos.» Mucho disgustó a
Nogai lo que Toctai le mandaba decir, y contestó airado: «Volved a vuestro
señor y decidle que no le temo ni a él ni a sus gentes y no esperaré que
venga a mi tierra, mas iré yo mismo a su encuentro.» Y cuando esto oyeron
cabalgaron a toda prisa para llevar a su señor las palabras de Nogai.
Y viendo que la guerra se hacía inevitable, mandó Toctai aviso a sus
gentes para que se alistaran con el fin de ir contra Nogai, e hizo grandes
preparativos. Cuando Nogai tuvo la certeza de que Toctai le venía al
encuentro, preparó sus caballos y sus gentes; pero no era tan poderoso
como Toctai y tenía muchos menos soldados; sin embargo, se armó cuanto
pudo. Esto le valió el ser más tarde grande y poderoso.
- CCXXXI -
De cómo Toctai fue al encuentro de Nogai
Cuando Toctai estuvo pronto, se puso en camino con sus gentes y
aparejó lo menos 200.000 hombres a caballo. Cabalgaron sin novedad hasta
llegar a la llanura de Nerghi, que era anchurosa y bella, y esperó allí a
Nogai porque sabía que éste venía a su encuentro. Los dos hijos de
Tolobuga llevaban también muchos hombres a caballo y armaron muchas
compañías para vengar la muerte de su padre.
Pero dejemos a Toctai y su gente y volvamos a Nogai y sus huestes. Se
puso en camino con 150.000 hombres, la flor y nata de valientes caballeros
y hombres de armas, más aguerridos que los de Toctai. Y al cabo de dos
días llegó con su gente y sentó el campo a 10 millas del enemigo.
Y el campo era rico en tiendas de paño de oro, y brocateles,
gualdrapas bordadas, y bien se veía que era el campamento de un gran rey.
Y cuando llegaron en el llano de Nerghi descansaron para el día de la
batalla.
- CCXXII -
De cómo Toctai habló a su gente
Cuando el rey Toctai hubo reunido a su gente, les hizo el discurso
siguiente: «Señores: Hemos venido hasta aquí a batirnos contra el rey
Nogai y sus hombres; lo hemos hecho con razón, porque no ha querido dar
satisfacción a los hijos de Tolobuga. Como estamos en la razón, conviene
seamos vencedores en la batalla y que el malvado perezca. Os pido que
seáis esforzados y valientes para que podamos ver la muerte y destrucción
del enemigo.»
Por otro lado, el rey Nogai habló a su gente de la manera que vais a
oír: «Mis buenos hermanos y amigos -dijo-. Sabéis que en muchas grandes
batallas y acciones hemos vencido y contra gente más fiera y avezada. De
modo que preparaos a vencer esta batalla, pues nosotros tenemos razón y
ellos no están en la suya, pues sabéis que mi señor me mandó ir a su corte
por razones de otros. Así que os digo que cada uno piense en hacer lo que
pueda para que ganemos esta batalla y hagamos hablar de nosotros al mundo
entero y digan que somos cada día más temibles.» Y calló el rey Nogai y no
añadió palabra.
Cuando hubieron hablado los dos reyes, no demoraron más. Al día
siguiente se aparejaron. El rey Toptai repartió su gente en 20 batallones,
y en cada uno puso un buen condotiero y un buen capitán. Y el rey Nogai
armó 15 cuadros y en cada uno puso 10.000 hombres a caballo, con sus
buenos y bravos capitanes. ¿Y qué os diré? Cuando los dos reyes estuvieron
el uno cerca del otro tomaron un momento de tregua hasta esperar que
tocaran las nácaras. Y al son de las nácaras empezó la pelea. La lucha fue
encarnizada. Volaban flechas y saetas. Rugía el griterío. Cercenaban
manos, brazos y cabezas. Veíanse caer a tierra caballos y caballeros. En
ninguna batalla murió tanta gente, pero en más gran número murieron los
hombres de Toetai que los de Nogai. Pero todo fue inútil, porque Nogai era
terrible peleando, y aunque los hijos de Tolobuga se esforzaban en vengar
la muerte de su padre y peleaban como leones, todo fue en vano y no
consiguieron matar al rey Nogai. ¿Y qué más os diré? La batalla fue tal,
que tantos que por la montaña estaban sanos y buenos, murieron aquel día,
y muchas mujeres quedaron viudas, y esto fue porque la batalla resultó
sangrienta y cruel.
El rey Toctai se esforzó, con todo su poder, en mantener a su gente y
a su honor, e hizo grandes proezas. Y ciertamente que todo el mundo no
podía más que alabarle. Se metía entre sus enemigos de tal manera como si
no le importara la muerte. Hendía su sable a diestra y siniestra e iba
repartiendo golpes de tal manera que dañó a todos sus enemigos. Mató
muchos de entre ellos con su propia mano, y cuando esto velan sus amigos,
llenábanse de nuevo ardor y aquéllos arreciaban contra éstos y los mataban
sin piedad.
- CCXXXIII -
Del arrojo y valor del rey Nogai
El rey Nogal se expuso tanto y tanto, y tanto combatió entre su
gente, que acudía acá y allá y se excedía a sí mismo; entre el enemigo se
batió como el león entre las fieras, y les venció, les aplastó en su furor
bélico y se echó sobre ellos como un héroe. Y sus hombres, que velan así a
su señor, se esforzaban en ser como él, corrían sobre sus enemigos,
haciendo estragos entre ellos. ¿Y por qué contaros más? Sabed, en verdad,
que la gente de Toctai se esforzó en mantener alto el honor, pero de nada
les valió; tenían contra ellos a demasiados fuertes guerreros. Sufrieron
tanto, que vieron que si más quedaban, morirían todos, y no aguantando
más, empezaron a huir, y el rey Nogal arremetió contra ellos hasta
diezmarlos a todos.
Así fue como Nogal venció la batalla y murieron más de 60.000
hombres. Mas el rey Toctai tuvo la suerte de escapar con vida y los hijos
de Tolobuga también.
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