martes, 11 de abril de 2023

LA TEOCRACIA CAPITALISTA


"El capitalismo teocrático nos enseña, como vieja lección de las religiones, la performatividad de la acción litúrgica, acción litúrgica o control de los comportamientos vinculada a una «acción cultural»; ¡no hay culto sin cultura!"

Artículo de Jacques Fradin publicado originalmente el 4 de abril de 2023 en lundimatin, núm. 377. Traducción: Artilleria Inmanente

Por: Jacques Fradin

Aunque el título es una recuperación del título de las famosas conferencias de John Holloway en San Francisco, abril de 2013 (In, Against and Beyond Capitalism), aquí nos ceñiremos lo más posible a las «obras» (opere) de Giorgio Agamben.

Hay una especificidad de la lucha cuando se sitúa en una teocracia y tiene que enfrentarse a esa teocracia.

Tal lucha «antiteocrática» se parece a las luchas que se han librado en (lo que se ha dado en llamar) el «totalitarismo».
Por ejemplo, la oposición al nazismo en Alemania.

O la oposición al fascismo italiano o al franquismo español.

Ciertamente, la lucha es pensada, definida, disputada, etc., por quienes la libran.

Pero puede ser útil para disipar ciertas ilusiones (que son elementos de religiosidad) y para señalar ciertos callejones sin salida (que la historia del «totalitarismo» nos muestra).

Y para dejar bien abierto el campo de la lucha.

Ni hablemos de las ilusiones «democráticas».

Que hay que disipar absolutamente desarrollando la idea (crítica) de «teocracia capitalista». «No» estamos «en democracia», sino en un estado de despotismo económico organizado sobre la base de la religión económica.

Y, por supuesto, correlativamente, no hablemos de ilusiones «electoralistas».

El pobre Jean-Luc Mélenchon, aquejado por la «abstención», no puede comprender lo que socava su proyecto de «revolución a través de las urnas». Porque el señor Mélenchon es un buen creyente. Y la idea de tal revolución electoral se basa no sólo en un error de análisis (creer que estamos «en democracia») sino, mucho más, en una ceguera de tipo «fideísta» (creer, creer que estamos «en democracia»). El error de análisis está inducido por la posición «creyente» o de «notable participante» de quien lo afirma.

El partido del señor Mélenchon no es más que un nuevo (y «verdadero») Partido Socialista; el otro (el «falso») se ha disuelto en el tecnocratismo (que generó a Macron); tecnocratismo (encuadre pastoral o eclesial) que puede utilizarse para definir un aspecto del despotismo económico «teocrático».

Como subtexto de lo que acabamos de introducir, aparece la primera dificultad de la lucha en un régimen teocrático (como en un régimen totalitario):

Esta lucha sólo puede ser ultraminoritaria.

Sólo concierne a los herejes o ateos (a-teológicos), en un mundo donde, como en todo mundo religioso («holístico»), la religión es necesariamente «popular».

Y donde, por tanto, los opositores heréticos (minoritarios) son vistos como «enfermos» incapaces de ponderar las palabras y, sobre todo, los actos.

Pero, una vez más, las características prácticas de la lucha deben ser discutidas por quienes la libran; siempre que esta lucha sea considerada como una lucha «antiteocrática», en las peores dificultades, desde la interiorización moral (de la moral económica) hasta la represión (antiherética), las numerosas detenciones y las interpelaciones masivas.

Quisiéramos, pues, insistir en UNA especificidad de la lucha, la de ser una lucha antirreligiosa, contra la religión económica; o, para reutilizar un viejo vocabulario, una lucha antimetafísica.

El autor que más ha insistido en esta especificidad, y en su propia gramática, es Giorgio Agamben.
Examinaremos sólo dos textos recientes de Agamben, aún no traducidos al francés.

Autoritratto nello studio, Nottetempo, 2017;

Y, sobre todo:
Creazione e anarchia. L’opera nell’età della religione capitalista, Neri Pozza, 2017.

Esta última «pequeña» obra, que es una de las «pequeñas» (esenciales) de Agamben, próximamente traducida al francés.
Création et Anarchie. L’œuvre à l’âge de la religion capitaliste, Rivages, 23 janvier 2019.1

Volvamos a Creazione e anarchia.

Que seguiremos en todo momento.

El subtítulo de esta segunda «pequeña» obra (que estamos estudiando):

L’opera nell’età della religione capitalista
contiene dos sutilezas:

Opera: obra o trabajo, work (en la traducción inglesa), hace pensar inmediatamente en el «operaísmo»;

De ahí una posible lectura: ¿qué ocurre con la lucha «operaísta» cuando el Estado, o el estado de cosas, se define como religioso o teocrático?

Luego, una segunda sutileza, età: que significa ciertamente edad o época, como età contemporanea, pero que puede pensarse como un estado (età = état) de cosas, una realidad efectiva.

Esta segunda pequeña obra, Creación y anarquía, retoma el texto de cinco lecciones impartidas en la Academia de Arquitectura de Mendrisio, de octubre de 2012 a abril de 2013 (y, aquí, «arquitectura» debería leerse «arqui-textura»).

En la quinta lección, el quinto capítulo del libro, «Capitalismo come religione», Agamben se refiere al famoso texto de Walter Benjamin de 1921, «Kapitalismus als Religion».

Agamben, siguiendo a W. Benjamin, intenta mostrar que el capitalismo es un fenómeno religioso.

Como hemos insistido mucho (demasiado) en este aspecto (desde hace mucho tiempo, 1990) nos limitaremos a repetir los análisis de Agamben, pero enunciándolos en nuestros propios (ya viejos) términos.

Remitimos al lector al «pequeño» texto de Agamben, pronto en francés, para el léxico original, tan característico de Agamben:

Inoperosidad, adynamia, potencia sin realización, destitución (de la destitución), resistencia interna a la potencia, desobra, inapropiable y, sobre todo, POBREZA.

Una de nuestras (raras) obras (ópera) se define a sí misma como un análisis de «la vía pobre».

Tomando a Agamben por el extremo (¡como es debido!) podemos decir:

En una teocracia económica («totalitaria») la lucha, en y contra (Holloway) debe caracterizarse como una «vía pobre».
E, inmediatamente, para retomar un tema «ecologista», la lucha debe afrontar el «empobrecimiento».

Empobrecimiento material, obviamente, pero también espiritual o intelectual, la vía de lo que Agamben llama «vida contemplativa», un estereotipo filosófico, pero «vida contemplativa» que hay que repensar como trabajo (opera) intelectual, pero abandonar (tema central de Agamben) la práctica o las prácticas para reavivar la «justicia» — no olvidemos nunca que estamos en un mundo dominado por la religión económica (cuyos términos esenciales son: práctica, praxis, trabajo, eficacia, compromiso, militancia, etc.).

Los temas de Agamben en torno a ergon, opera, energeia, essere-in-opera, adynamia, potenza-di-non, désœuvrement, pura potencia sin realización, desactivación de cualquier esquema de poder, inoperosità, resistencia interna a la potencia (destitución de la destitución), apuntan todos a esta «pobreza».

Volvamos al tema central: el capitalismo es un fenómeno religioso.

Diríamos que incluso si es esencialmente «cultual», si se apoya en la performatividad autoritaria de una gran liturgia, en un mandamiento detallado de comportamientos (una moral detallada en los breviarios de la economía, reléase a Jean Tirole), este fenómeno religioso se funda, se plantea sobre un DOGMA.

Y posee una dogmática, un catecismo, la teoría neoclásica.

O incluso «una idea»: la idea económica (leibniziana fisiocrática); que determina «una moral»: ¿cómo comportarse? ¡Nadine de Rothschild!

Y este capitalismo teocrático nos enseña, como vieja lección de las religiones, la performatividad de la acción litúrgica, acción litúrgica o control de los comportamientos vinculada a una «acción cultural»; ¡no hay culto sin cultura!

La liturgia es una acción que se desarrolla como una «ópera», aquí en el sentido de máquina artística o teatral (como la ópera total de Wagner o las puestas en escena totalitarias o democráticas).

Y esta liturgia que todo lo abarca propaga una forma de vida «artística» que genera «dicha»; ¡la alegría del consumo! ¡Los grandes almacenes como museo!

Existe una fe capitalista o una fe en las promesas del capitalismo, una creencia capitalista.

Fe y fieles; fidelidad, confianza y crédito, creencia, son términos que definen el capitalismo. ¡Se puede confiar en él! ¡Tiene buena reputación!

Existe incluso un paraíso capitalista.

¡Todos ricos!

No vírgenes, ¡sino prostitutos! (Aquí, deliberadamente, no usamos la llamada escritura inclusiva ni el femenino).

Escatología: crecimiento, desarrollo, enriquecimiento.

Redención mediante el enriquecimiento (¡que se lo pregunten a Xavier Niel! O a todos los nuevos ricos oligarcas).

Expiación a través del consumo, a través del imperativo del disfrute obligatorio y tarifado.

Y la culpabilidad: ¡nunca disfrutar lo suficiente, nunca ser lo bastante rico!

El capitalismo es una religión escatológica.

Donde la escatología capitalista se sostiene en la PROMESA de la redención a través de la riqueza y la justicia en este enriquecimiento.

El capitalismo no es una religión an-árquica: es una religión metafísica (leibniziana) del agua más antigua.

Hay un PRIMERO (cf. capítulo 4 del libro de Agamben que estamos siguiendo, «Archeologia del comando» — arché): el dios racional leibniziano (o el dios de la religión racional).
Tanto como el capitalismo es fisiocrático y se basa en una metafísica leibniziana.

La religión económica «racional», con su dogmática igualmente «racional», es una metafísica subrogada o una subrogación del cristianismo metafísico.

Y por último (y para abrir otro debate): ¿cuál es la figura perfecta del fiel de la religión económica?
«El Turista».

El Turista es el «nuevo fiel»; como el Trabajador (de Jünger) era el viejo fiel.

¡Cuidado con Badiou!

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