lunes, 21 de septiembre de 2015

LOS "RANKING" UNIVERSITARIOS ¿PARA QUÉ SIRVEN?

¿Para qué sirven los “ranking” universitarios?


Los escalafones internacionales no muestran muy buenos resultados para Colombia. ¿Pero qué tanto importan estos listados - y cuáles son las variables que no miden pero tendrían que incluir en un país como el nuestro? 

Francisco Cajiao*

El último escalafón

En días recientes El Espectador informó que cuatro universidades colombianas habían figurado entre las 500 mejores del mundo, según una clasificación realizada por la firma británica Quacquarelli Symonds, especializada en la evaluación de instituciones educativas.

Esta medición, según informa el diario, está diseñada para evaluar cuatro áreas:
Investigación,
Enseñanza,
Empleabilidad, y
Internacionalización.

Para ello indaga sobre:
Reputación académica (40 por ciento),
Reputación entre los empleadores (10 por ciento),
Número de alumnos por cada docente (20 por ciento),
Citaciones de libros o artículos de profesores (20 por ciento),
Relaciones internacionales de las facultades (5 por ciento) y
Relaciones internacionales de los estudiantes (5 por ciento).

Bajo estos parámetros ninguna universidad colombiana alcanzó a estar entre las primeras 250 del mundo. La Universidad de los Andes aparece en el puesto 283, y la Nacional en el 290, con puntajes muy cercanos: 43,9 y 43,1. Por su parte, la Universidad Javeriana y el Externado están entre los puestos 401 y 450.

Por encima de las dos primeras instituciones colombianas solamente hay cinco latinoamericanas. La firma británica, además del “ranking” mundial, ha hecho uno específico para América Latina, que permite identificar cómo nos ubicamos frente a países similares. En este contexto regional, “nueve de las 10 mejores instituciones en términos de productividad en la investigación fueron brasileñas”.

Entre estas 10 universidades aparece la de los Andes, que desciende del puesto 5 en 2014, al puesto 7 en 2015. A manera de síntesis, el informe anota que “de las diez mejores universidades colombianas, la mitad descendió en la tabla, con la Universidad de los Andes desplazándose hacia la séptima posición (…) Brasil y Chile siguen dominando este ranking, con México, Argentina y Colombia luchando por mejorar su performance (sic)”.

Sin duda es muy interesante saber cómo nos vemos en el contexto latinoamericano, pero los resultados no muestran nada extraordinario o que el país no supiera desde hace tiempo.

La pregunta es si este medidor es bueno o es malo, si es importante o no, si avanzar en uno de estos escalafones es indispensable para el país o resulta irrelevante.

¿Qué se mide?

Universidad de los Andes en el centro de Bogotá. Foto: TEDxBogotá

El “ranking” tiene una versión para América Latina que resulta de una adaptación del mundial y se desarrolla a partir de extensas consultas entre expertos y líderes de universidades en la región.

Esta evaluación incluye mediciones de la reputación institucional, mediante encuestas globales entre académicos y empleadores, y se le da mucha importancia a la investigación científica, medida a través del impacto de las publicaciones y la productividad. También se tienen en cuenta la proporción de profesores con doctorado y el impacto de las instituciones en internet.
Estar en cualquiera de estos “ranking” puede resultar tan útil como irrelevante, dependiendo del uso que se le quiera dar a la información.

Las universidades colombianas reconocidas por los encuestados fueron 41, mientras Argentina tiene 36; Brasil, 79; Chile, 30, y México, 47. En este sentido podría decirse incluso que nos va bien si relacionamos el número de instituciones con el tamaño de la población.

Este, sin embargo, no es el único ranking mundial. Como se afirma en las páginas web de la firma: “El Ranking Académico de las Universidades del Mundo (Shanghai) utiliza seis indicadores objetivos para clasificar las universidades del mundo. Estos indicadores son el número de alumnos y profesores que han ganado premios Nobel y medallas Fields, el número de investigadores altamente citados, el número de artículos publicados en revistas de Nature y Science, el número de artículos indexados en Science Citation Index - Expanded (SCIE) y Social Sciences Citation Index (SSCI), y el rendimiento per cápita respecto al tamaño de una institución”.

Es clarísimo que la probabilidad de que una universidad colombiana aparezca entre las primeras de este escalafón es muy remota, si consideramos que nuestro único premio Nobel nunca se destacó por su desempeño en alguna universidad. Tampoco creo que haya compatriotas que hayan ganado la MedallaFields.

Entre las virtudes de este escalafón, que se hace desde 2007, está la clasificación de las Universidades del Mundo por grandes áreas del conocimiento y por materias:
Ciencias Naturales y Matemáticas,
Ingeniería/Tecnología y Ciencias de la Computación,
Ciencias de la Vida y de Agricultura,
Medicina Clínica y Farmacia, y
Ciencias Sociales.

El posicionamiento en la red de las universidades evaluadas se construye a partir de datos publicados en la web abierta (no intranets) y ubicados por los motores de búsqueda. Los indicadores de actividad e impacto (visibilidad web) se combinan en un indicador compuesto y se produce una clasificación con una cobertura verdaderamente global.

La firma argumenta que esta metodología permite la inclusión de todas las universidades del mundo y no solamente de aquellas conocidas por reducidos grupos de personas encuestadas.

En el caso de Colombia se analizan 293 instituciones de educación superior (una cifra incluso superior al dato del Ministerio), muchas de ellas ubicadas en los lugares 10.000 en adelante, pero con la posibilidad de explorar en su vecindad con instituciones similares en todo el mundo.

¿Nos va bien o mal?

Museo de Ipiranga de la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Foto: Wikimedia Commons

Es muy claro que estar en cualquiera de estos “ranking” puede resultar tan útil como irrelevante, dependiendo del uso que se le quiera dar a la información.

Para las instituciones es muy importante figurar en un lugar destacado en las clasificaciones que privilegian la investigación como criterio de ordenamiento, especialmente si se detallan las áreas de excelencia, pues eso podrá contribuir a desarrollar contactos de cooperación con pares de alto nivel y atraer recursos para la tarea científica. Siempre será útil la figuración como herramienta de mercadeo.

Cuando las mediciones son continuas, susceptibles de análisis regionales y nacionales, y los indicadores de calidad incluyen la percepción de estudiantes y empleadores, es posible ir más allá de las instituciones particulares para diseñar políticas públicas de utilidad general. En estos casos, por ejemplo, resulta indispensable indagar la productividad comparada de las universidades públicas y las privadas.

Es claro que un indicador como el número de premios Nobel de cada institución no tiene ninguna relevancia en un país como el nuestro, con tan precario número de profesores dedicados a la investigación en ciencias básicas y con tan poco presupuesto dedicado a ciencia y tecnología.

Los indicadores que faltan

Los “ranking” que no existen en las clasificaciones internacionales son aquellos que podrían indagar sobre indicadores propios de una sociedad como la nuestra, con muy baja cobertura en la educación superior y costos anuales de matrícula inmensamente menores que los de cualquier universidad ubicada en los puestos destacados de las clasificaciones (sean asumidos por el Estado o por cada estudiante).

Un indicador como el número de premios Nobel de cada institución no tiene ninguna relevancia en un país como el nuestro.

En Colombia tenemos un alto porcentaje de población cuyo nivel de ingreso es insuficiente para sufragar altos costos de la educación superior. Además, gran parte de los jóvenes que terminan su bachillerato vienen de un sistema de educación básica de pésima calidad; la mayor parte de las instituciones de educación superior tienen menos de 35 años de desarrollo y no cuentan con recursos humanos altamente calificados; la relación entre empresa y universidad es muy pobre; y el empleo formal de buena calidad para profesionales es precario.

Bajo estas condiciones lo que hay que indagar es quiénes están haciendo mejor la tarea de mejorar la llamada clase media emergente, que no es la que asiste a las veinte o treinta universidades que el gobierno ha bautizado como “de investigación” y que cobijan a menos del 35 por ciento de los jóvenes.

Debe destacarse la labor del Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (ICFES) al construir un índice de valor relativo, que en lugar de poner en orden de estatura las instituciones, como pretendió hacer el MIDE, intenta identificar qué tanto incide la acción educativa sobre el mejoramiento intelectual y el destino laboral de los jóvenes que ingresan al sistema.

Si bien es muy importante que un país como el nuestro tenga unas cuantas universidades en los niveles más altos de los “ranking” mundiales, eso no debería ser por el momento una meta del sistema en su conjunto, pues hay otras prioridades para resolver, como las enormes limitaciones de acceso y permanencia, la gobernanza y financiamiento del sistema público, y el acceso al crédito que otorga el Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (ICETEX).

Siempre tendremos motivos de alegría por los buenos resultados de un par de universidades privadas en estos listados, pero sería mucho mejor si pudiéramos ser los primeros de un escalafón latinoamericano que tuviera como criterio central el acceso equitativo de los jóvenes a la educación de mejor calidad posible, con el mayor apoyo posible del Estado, sin excluir a los más pobres.
_________________
* Filósofo, magister en Economía. Consultor en educación, ex Secretario de Educación de Bogotá y columnista de El Tiempo.

http://www.razonpublica.com/index.php/econom%C3%ADa-y-sociedad/8838-%C2%BFpara-qu%C3%A9-sirven-los-%E2%80%9Cranking%E2%80%9D-universitarios.html

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