miércoles, 29 de enero de 2014

OCHO ASPECTOS QUE DEBERÍA TENER UN GRAN MAESTRO

Sobre el maestro universitario

El maestro está invitado a facilitar el surgimiento del conocimiento crítico y la construcción de esperanza en una nueva sociedad más humana, en vías de organizar un desarrollo sostenido.

Por: Hernando Roa Suárez

Como resultado de mi labor universitaria, frecuentemente se me plantean problemas vinculados al quehacer del maestro. Hoy, deseo precisar su labor en ocho instancias precisas: epistemológica, teórica, metodológica, técnica, histórico-cultural, pedagógica, científica y en relación con la comunidad académica. ¿Qué podría entonces sugerir sobre la labor del maestro al respecto? Veamos.

En lo epistemológico. El maestro universitario debe estar ubicado en las transformaciones contemporáneas de la ciencia, a saber: i) Las crisis de los paradigmas que orientaron el desarrollo científico-tecnológico de los últimos 50 años. ii) Los procesos de refundación, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad vigentes en las ciencias; y iii) La capacidad de orientar la comprensión, explicación e interpretación de estos procesos y enfatizar el dominio de los referentes sobre los que se construyen las nuevas ciencias sociales.

En lo teórico. Estar capacitado para la construcción y reconstrucción de nuevas teorías que permitan observar, describir, explicar, predecir y transformar -especialmente- la complejidad del proceso de enseñanza aprendizaje.

En lo metodológico. Preguntémonos: ¿Cómo podrá ejercer liderazgo intelectual el maestro en lo metodológico? Está convocado para formarse de tal manera que le permita adoptar caminos precisos para abordar, comprender y transformar la realidad, así como para indagar -con rigurosidad metodológica- y contribuir a la construcción y reconstrucción de conocimiento y de teorías, desde sus prácticas.

En lo técnico. Estar habilitado en la práctica de las distintas técnicas (encuestas, entrevistas, diálogos, historias de vida, análisis de contenido...) acompañadas del empleo de la estadística descriptiva e inferencial, que le permitan recolectar información con eficiencia y eficacia.

En lo histórico-cultural. Me inclino a pensar que el maestro debe ser gran lector y relector de la época que le ha tocado vivir. Es decir, comprenderla develando su conocimiento histórico y orientando la reflexión a propósito de las estructuras y coyunturas presentes, con criterios inspirados y traspasados por el conocimiento científico.

En lo pedagógico. En esta instancia, el maestro debe: i) Potenciar el desarrollo integral del educando, reconociendo su originalidad y la diversidad de cualidades e intereses. ii) Hacer de la relación pedagógica una mediación para que el educando sea autónomo; consciente de su desarrollo y de la búsqueda de oportunidades que requiere para potenciarse. iii) Fomentar -a través de la relación dialógica que debe existir entre él y los educandos- los valores que humanicen las relaciones sociales: la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la honradez, la responsabilidad, la alegría..., y los procesos democratizadores de la sociedad en todos los ámbitos; y iv) Enseñar los valores con el ejemplo y la palabra; no olvidemos que el maestro no es un instructor. Así mismo, orientar al educando, de tal manera, que facilite la eclosión de la creatividad y el compromiso social.

En relación con la ciencia. Conocemos que la muerte de la ciencia es la ciencidiología o epistetanatología. Pues bien, si analizamos históricamente el proceso científico-tecnológico de nuestra Nación, encontramos grandes y profundas deficiencias que han ampliado, cada día más, la brecha tecnológica existente entre los países avanzados y nosotros, y que indicarían que vamos mal, aunque se presentan ciertos avances a partir de la nueva ley de ciencia y tecnología. El conocimiento disponible sobre las capacidades colombianas para el dominio del referido proceso, nos indican que han existido y existen personalidades y vocaciones que se han destacado en distintas latitudes y campos del saber, sin que, en la mayoría de los casos, sus conocimientos y aportes se hubieran podido utilizar óptimamente al servicio de la mayoría de nuestra población; Entonces, el maestro está invitado a estar actualizado y a profundizar en los desarrollos científico-tecnológicos contemporáneos; y en cuanto a la comunidad académica. En el ejercicio de su vocación, el maestro debe: i) Hacer presencia a nivel nacional e internacional en eventos, consejos profesionales, asociaciones y redes que le permitan intercambiar sus elaboraciones; debatir planteamientos; y desarrollar su vocación. ii) Dignificar su profesión, fortaleciendo su reflexión epistemológica y teórica; su labor metodológica y su trabajo técnico; su ejercicio profesional y su labor con otras disciplinas y profesiones; y iii) Fortalecer las organizaciones docentes y gremiales, interviniendo en los medios académico, socio político y comunicativo.

Finalmente, pensando en nuestros días, creo que el maestro es un mediador que dinamiza la consciencia creativa del educando, invitándolo al ejercicio profundo y responsable de su libertad. Para ser reconocidos como maestros, tenemos que alcanzar el mérito de haber aprendido el arte de enseñar, habiendo ejercido la vocación con estudio, cuidado, constancia y consciencia crítica.

roasuarez@yahoo.com 

http://www.elespectador.com/opinion/sobre-el-maestro-universitario-columna-471461

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