miércoles, 26 de junio de 2013

SOCIOLOGÍA, LA CIENCIA QUE MOLESTA

La sociología: La ciencia que molesta


Durante muchos años, durante muchos siglos, desde que se inventó la agricultura y el ser humano se hizo sedentario hasta que el mundo se industrializó, la forma de vivir de las personas era más bien sencilla, lo que no quiere decir que fuera fácil. 

La sociología es como un deporte de combate:
Se utiliza para defenderse, no para dar golpes bajos
Pierre Bourdieu (1)

Para la sociología ha llegado el momento de renunciar
a los éxitos mundanos, por decirlo de alguna manera, y 
de adquirir el carácter esotérico que conviene a toda ciencia
Émile Durkheim (2)

Las reglas del método sociológico. Conclusión

Se vivía en comunidades estables. La gente nacía, crecía, trabajaba, se casaba y moría como había hecho la generación anterior, como sus abuelos y bisabuelos. No había grandes cambios, se obedecían a los mismos poderes, el señor era el señor, al señor lo sucedía su hijo y a éste el nieto. Las ideas que gobernaban el mundo eran prácticamente las mismas, Dios te había puesto en tu lugar y Él sabía por qué, y a ver quién era el guapo que discutía ese orden divino. Y en las creencias lo mismo, no diré que al cura le sucedía el hijo del cura por motivos obvios, pero al cura le sucedía otro cura semejante que amenazaba con los mismos castigos ante los mismos pecados y ofrecía el mismo consuelo ante los mismos sufrimientos, consuelo y resignación, una buena receta para mantener el status quo. El parroquiano de aquellos entonces no viajaba, raramente salía de su comarca, conocía su aldea, las aldeas vecinas y el pueblo importante más próximo, en donde se celebraban, los días de mercado, las ferias donde colocar los productos que obtenía de la cosecha o del ganado.

¿Para qué se necesitaba entonces una ciencia como la sociología?, pues francamente para nada. Bastaba con los escritos sociales de unos cuantos filósofos griegos actualizados con la visión cristiana de la vida. 

A finales de siglo XVIII concurren dos hechos que cambiaron el mundo, estos acontecimientos no fueron espontáneos sino que venían gestándose desde el renacimiento e incluso desde finales del medievo.

Desde el punto de vista político se produjeron las revoluciones liberales, la americana y la francesa, que supusieron el derrumbe del Antiguo Régimen y advenimiento de la burguesía como clase social dirigente. Y desde el punto de vista económico y social se produjo la revolución industrial que cambió para siempre el modo de producir.

En pocos años, las personas se vieron afectadas por estos cambios, se mudaron de lugar de residencia, el campo se empezó a vaciar y las ciudades a llenar, las gentes cambiaron su forma de trabajar, sus estilos de vida, sus costumbres y sus ideas. No estoy seguro de que las nuevas formas de vivir fueran más fáciles que las de antaño pero estoy seguro de que la sencillez de la sociedad preindustrial se fue perdiendo. La sociedad se hizo mucho más compleja.

Tal complejidad, la cuestión social decían, hizo que entre los pensadores se fuera difundiendo un sentimiento de “sociedad en crisis”. La reflexión sobre la sociedad se convirtió en foco de atención del pensamiento en un momento en que la ciencia estaba alcanzando un enorme prestigio como explicación del mundo, e incluso, como solución a los problemas prácticos. La ecuación estaba planteada y la solución era inmediata, la aplicación del método científico al estudio de la sociedad: la sociología.

Y desde entonces, desde mediados del siglo XIX, la sociología ha ido estudiando los problemas sociales, elaborando teorías – y alguna certeza – que explicaban comportamientos y estrategias de los grupos sociales, de las clases sociales, de instituciones, de las religiones, de la ciencia y el conocimiento, en definitiva de cualquier actividad humana de carácter social. Y en eso seguimos cuando nos acercamos a los dos siglos desde que el bueno de Augusto Comte (3) inventara el término “sociología”.

La ciencia, en general, representa la búsqueda de la verdad admitiendo que la verdad absoluta es una quimera. Se trata de aproximarse lo máximo a la verdad, según el conocimiento de que se disponga en cada momento, reconociendo que se puede estar equivocado y dejando una puerta abierta para corregir las ideas que se tenían sobre algún fenómeno por otras que se aproximen más a la verdad buscada. Es un proceso continuo de perfeccionamiento del conocimiento que tenemos de la naturaleza a sabiendas de que la perfección no es de este mundo. Y esto es así, al menos en teoría, en la práctica habría que decir que hay más resistencia al cambio de lo que queremos reconocer. Hay que pensar que incluso en el mundo de la ciencia, más predispuesto por idiosincrasia al cambio de opinión, hay mucha resistencia dicho cambio.

Y es que la verdad, aparte del asuntillo de que a mi me da que en términos absolutos es inalcanzable, tiene otro problema. La verdad tiene sus propietarios, los dueños de la verdad. Para mí que ser dueño de la verdad es como ser dueño de los océanos o amos del espacio interestelar, pero ellos se lo toman muy en serio, una propiedad al fin al cabo es una propiedad. Los dueños de la verdad, en cualquier ámbito de la actividad humana, reaccionan mal ante la crítica inteligente, ante la disensión fundamentada.

En los casos en que la ciencia ha dinamitado viejas verdades el abanico de reacciones ante la crítica ha sido de lo más variopinto, respuestas que van desde la mera agresividad hasta la violencia. La historia está llena de ejemplos, recordemos al pobre Galileo (4) desdiciéndose ante la perspectiva de la hoguera o a Miguel Servet (5) cuyo libro “Restitución del Cristianismo” le llevo tanto a la hoguera católica como a la calvinista, sólo que fueron estos últimos los que le pillaron. Ahora no te llevan a la hoguera gracias a Dios – que hemos progresado un poquito – pero todavía hay opiniones que no sientan muy bien. No hace mucho Stephen Hawking (6) vino a decir que había otras explicaciones más sencillas a la creación que el dedo creador de Dios y el Vaticano no reaccionó con alegría a la ocurrencia.

Si las declaraciones de astrónomos, físicos, médicos, e incluso, matemáticos no han sentado bien en algún momento a ciertos sectores, con los sociólogos es el pan nuestro de cada día. El sociólogo siempre fastidia a alguien, menos mal que – como hemos visto – la sociología se inventó cuando ya se habían desmontado las hogueras, en caso contrario hubiéramos tenido algún mártir en nuestra profesión al que dedicar el patronazgo de los colegios profesionales.

¿Y por qué el sociólogo y su ciencia provocan ese efecto?. En primer lugar por el objeto de la sociología: el estudio científico del funcionamiento de las sociedades humanas. Tengamos en cuenta que cualquier poder esta montado sobre una especie de mitología, sobre una ideología justificativa. Puede ser por ejemplo que la democracia representa a todas las personas, que la justicia es ecuánime, que los puestos se reparten según reglas meritocráticas o que los líderes son infalibles. Y hay mucha gente cómoda con estos mitos, para empezar los propios interesados en que el status quo se mantenga pero no solo ellos.

Esto hace que ya de partida cuando se ponen en cuestión esas “verdades”, la sociología moleste porque nos enseña lo que una gran parte de la gente prefiere no ver, al menos en los tiempos de bonanza económica, porque ahora mismo existe un fuerte sentimiento de indignación, en parte porque las élites exhiben sus miserias sin ningún pudor. Pero hasta no hace mucho los barómetros sociales indicaban que la gente tenía en muy buen concepto a las principales instituciones del país, se encontraban razones incontrovertibles sobre lo buenas que eran las mayorías absolutas y de los beneficios que aportaba un sistema bipartidista. Sin embargo, cuando estudias esas mismas instituciones con la mirada del sociólogo, analizas su funcionamiento real no el funcionamiento pretendido, profundizas en las estrategias que siguen para el mantenimiento de privilegios y desigualdades y no te crees la ideología que desarrollan para su legitimación. Y esto, haya o no haya crisis.

En segundo lugar, ese mismo estudio del funcionamiento de la sociedad entra de lleno en el terreno de la ideología de las personas. La mirada sociológica cuando analiza como funciona toda actividad social realmente y no como desearíamos que funcionara, lo quiera o no, interviene en las luchas por las distintas concepciones del mundo. Cuando se analiza a una religión – o a la propia ciencia para que no se diga que sólo me meto con la religión – como una construcción social con una historia concreta y no como algo de origen divino o cuasi divino se levantan ampollas, sobre todo en las instituciones religiosas o en las instituciones científicas.

En tercer término se me ocurre que a los que detentan el poder no les gusta la sociología, la quieren en los departamentos de las universidades, en los círculos académicos, de manera que puedan aprovechar sus aportaciones teóricas y prácticas que puedan serles útiles, pero lejos de divulgarlas con carácter general pues contienen ideas que de extenderse pueden resultar peligrosas.

Por último, la sociología parece que hace a veces de una especie de Pepito Grillo, de una suerte de conciencia social que no sienta muy bien a los que se sienten aludidos. Esto se ve favorecido por las constantes preguntas que reciben los sociólogos con predicamento a golpe de micrófono, preguntas a las que se ven obligados a dar una respuesta sin darles tiempo a reflexionar, hay incluso sociólogos de cabecera listos siempre para dar una opinión de urgencia y, por supuesto, hay sociólogos comprometidos con multitud de causas diferentes. Y todo esto hace que sea fácil argumentar que qué clase de ciencia es esa que permite en su seno tanta variedad de opiniones y tantos juicios de valor diferentes sobre un mismo hecho. Pero la razón última vuelve a ser el objeto de la sociología. El sociólogo observa los fenómenos sociales perteneciendo o formando parte de la sociedad, es como si el físico estudiara el choque de móviles montado dentro de uno de ellos en vez de observar desde el exterior mediante instrumentos de medida. ¿Hasta que punto el sociólogo es independiente de los problemas que estudia?.

El gran sociólogo Max Weber (7), era partidario de una sociología libre de valores. El sociólogo debía apartarse de los valores de su sociedad, debía hacer un esfuerzo por observar los fenómenos sociales desde la distancia, como el físico y los móviles. Muchos piensan que por mucho esfuerzo que se realice esto no es posible del todo. En el otro extremo se colocan los sociólogos de la Escuela de Francfort (8) que opinan que el sociólogo ha de inmiscuirse en los problemas, proponen una sociología militante. Este es un debate inagotable y el mejor argumento de los que opinan que la sociología no es una ciencia.

¿Y que pasa cuando la sociología incomoda con sus explicaciones?. ¿Cómo se comportan las instituciones cuando su verdad se ve amenazada?. ¿Cómo reaccionan los particulares cuando una teoría o un concepto desmitifica una creencia muy firme?.

Pues ocurre con demasiada frecuencia que no atacan a la teoría o al concepto con contraargumentos que sería lo aceptable. Es un mecanismo muy común la descalificación. ¿La sociología es acaso una ciencia?, ¿este o aquel autor tienen suficiente rigor?, ¿dónde están las ecuaciones que describen ese comportamiento?, ¿para qué sirve la sociología?, ¿es útil?, ¿acaso cumple una función?, ¿es que cura a la gente o sirve para construir casas?.

Yo mismo que soy sociólogo a tiempo parcial, un pobre escribidor que pretende divulgar conceptos sociológicos, he recibido este tipo de críticas, que no entran en las razones y argumentos que expongo sino en mi propia identidad, se me suele calificar de autor poco riguroso. Lo cual además, al menos cuando me dedico a divulgar, es totalmente falso, primero porque cuando divulgo un concepto no soy un autor en sentido estricto y, segundo, porque el rigor que empleo es el rigor y la autoridad del científico social cuya teoría o concepto estoy explicando no del mío propio. ¡Oiga usted métase con Weber si se atreve y no conmigo!.

Pero hay que reconocer que estas críticas no caen en saco roto. Existe una clara obsesión por dejar claro que la sociología es una ciencia. José Félix Tezanos (9)en su libro “Introducción a la Sociología” dedica casi 30 páginas a demostrar que la sociología es una ciencia, pero no es una excepción, se publican con frecuencia artículos y libros que explican la naturaleza científica de la sociología. Que Emilio Durkheim dedicara su libro “las reglas del método sociológico” a hacerlo es lógico pues se trataba de poner en el mundo académico a una disciplina nueva, pero que sigamos a estas alturas con lo mismo sólo está justificado como respuesta a este tipo de ataques.

Es muy común estudiar en los primeros cursos de las facultades de sociología – lo que por cierto no me parece mal – filosofía de la ciencia, que yo sepa esto no se estudia en la Facultad de Ciencias Físicas – lo que me parece mal -, claro que también es cierto que nadie duda de la física como ciencia al primer revés que se sufre. No se suele oír: “Oiga usted que la fuerza es la masa por la aceleración”, “¡no estoy de acuerdo!, ¿Es acaso la física una ciencia?”.

También está detrás de esa permanente puesta en cuestión de la misma esencia de la sociología, nuestro amor por las encuestas y por la estadística como ciencia en general. A veces da la sensación que más que como método de análisis de la realidad como justificante de que lo que hacemos es ciencia de verdad. Durante la carrera, la estadística es la asignatura más temida, más que nada por la falta de base matemática de los estudiantes de sociología, pero cuando ya eres sociólogo es la herramienta fundamental. Como dice la socióloga Rosana Claver (10), la estadística se ha convertido en un método efectivo para describir con exactitud los valores de datos económicos, políticos, sociales, psicológicos, biológicos o físicos, y son la herramienta fundamental para relacionar y analizar dichos datos. Hasta tal punto ocurre esto que pareciera que sin investigación cuantitativa no hay sociología que valga sino en todo caso filosofía social.

Al final vamos a tener que dar las gracias a nuestros descalificadores pues nos hacen andar con pies de plomo, nos hacen ser más formales en nuestros métodos y a estar armados contra la crítica fácil, ahora bien, seguimos y seguiremos molestando.

La sociología es molesta, ¡qué le vamos a hacer!, pero muy necesaria. Alguna herramienta tiene que haber para describir los procesos sociales en unos momentos en que tenemos disciplinas científicas para todo. Si la sociología se hizo necesaria después de unas décadas convulsas de revoluciones políticas y socioeconómicas, hoy es más necesaria que nunca en un mundo que vive de nuevo revoluciones políticas y socioeconómicas. En una sociedad que es preindustrial, industrial y postindustrial, global y local, moderna y postmoderna, de la información y del conocimiento, adhocrática, burocrática, postburocrática y mcdonaldizada, del pensamiento único y multipolar, y, ¡todo al mismo tiempo!. Evidentemente, si no la tuviéramos ya, deberíamos inventarla.

Articulo de Juan Carlos Barajas Martínez (Sociólogo), visto en su blog: http://sociologiadivertida.blogspot.com.es/.

Notas:

(1) Pierre Bourdieu fue uno de los más destacados representantes de la sociología de nuestro tiempo. Si deseas ampliar información sobre su vida y obras pulsa aquí
(2) Emile Durkehim, sociólogo francés, uno de los padres de la sociología, el primer catedrático de sociología. Para consultar más pulsa aquí.
(3) Augusto Comte, filósofo positivista y para algunos el primer sociólogo, lo que si está confirmado es que inventó el nombre de sociología. Si quieres saber más pulsa aquí.
(4) Galileo Galilei fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Para ampliar información sobre Galileo pulsa aquí.
(5) Miguel Servet fue un astrónomo, metereólogo, geógrafo, jurista, teólogo matemático y médico español del siglo XVI que descubrió la circulación pulmonar. Para ampliar información pulsa aquí.
(6) Stephen Hawking, físico teórico y cosmólogo británico famoso por sus trabajos en el campo de las singularidades espaciotemporales en la relatividad general y en el estudio de los agujeros negros. Para más información pulse aquí.
(7) Max Weber, sociólogo alemán considerado otro de los padres de la sociología. Para más información pulsa aquí.
(8) La Escuela de Francfort, grupo de investigadores que formaron parte del Instituto de Investigación Social de Francfort que desarrollaron la teoría crítica en sociología. Formaron parte de este grupo Adorno, Habermas y Horkheimer entre otros. Para obtener más información pulsa aquí.
(9) José Félix Tezanos, sociólogo español, catedrático de sociología de la UNED. Dirige la Fundación Sistema y es miembro de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras de Paris, así como de los Consejos de Redacción de las revistas REIS (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), RIS (Revista Internacional de Sociología) y EMPIRIA (Revista de Metodología de Ciencias Sociales), es autor de más de una treintena de libros y de cientos de monografías científicas sobre temas de estructura social, sociología política, tendencias sociales y ciencia, tecnología y sociedad.
(10) Rosana Claver Fraile, socióloga española, investigadora de la Fundación IS+D para la Investigación Social Avanzada y autora del blog “Mi profe de estadística”

Bibliografía
http://sociologosplebeyos.com/2013/06/26/la-sociologia-la-ciencia-que-molesta/

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