viernes, 23 de julio de 2010

La Geografía de Caldas



Miguel Antonio Espinosa Rico[2]


Presentando fragmentos de bibliografía y cartas escogidas de Caldas

Pensar hoy en la pertinencia de los aportes de Francisco José de Caldas, llamado con justicia por los propios españoles como el “Sabio” Caldas, resulta no solo obligatorio sino urgente para la intelectualidad latinoamericana, pero mucho más para quienes tenemos la noble e irremplazable labor de contribuir a la formación de las nuevas generaciones y a mantener viva la llama de la libertad, por la cual lucharon muchos de los próceres inmolados en las gestas independentistas de finales del Siglo XVIII y comienzos del Siglo XIX, en la convicción que aquellos enarbolaron la consigna de una patria libre y soberana, de mujeres y hombres altivos y orgullosos de ser latinoamericanos.

Caldas fue uno de ellos, pero se distinguió además por ser un científico forjado en un medio hostil a la ciencia y sometido por el oscurantismo que impusieron los opresores colonialistas españoles que, como hace doscientos años justamente, avanzan en un proceso de reconquista por la vía del capitalismo transnacional, en puja, como entonces, con otras potencias, no ya la Inglaterra como potencia naval del Siglo XIX sino con los Estados Unidos, que la reemplazó en la dominación y el saqueo de los pueblos recién independizados, como lo reseña nuestra historia nacional.

El texto pretende dejar planteadas una serie de preguntas, alrededor de las cuales se convoca la reflexión actual y la urgencia del pensamiento latinoamericano.

El texto constituye un llamado a la consideración imperativa del clamor libertario de Caldas, pero también de Galán y de Alcantúz, de Policarpa Salavarrieta y de los pueblos indígenas y afrocolombianos alrededor de la inevitable e histórica tarea de forjar la SEGUNDA INDEPENDENCIA y la construcción de la SEGUNDA REPÚBLICA.

En tales consideraciones nos preguntamos:

¿Cómo puede hoy, dos siglos después, conmemorarse un acto de tan singular importancia como el “Grito de la Independencia”, episodio histórico precedente de la Batalle de Boyacá, ambos generadores de la Primera Independencia del actual territorio colombiano de la dominación y opresión española?

¿Cómo puede hoy asumirse que aquellos dos episodios estuvieron a su vez precedidos por otro no menos importante pero profundamente más genuino y más emancipatorio, el Movimiento Comunero de 1781?

Y ¿Cómo pueden las Ciencias Sociales valorar hoy un momento bicentenario, exacerbado por un presumido sentimiento patriótico que se hunde en el pasado ya superado para ocultar toda reflexión acerca de la ominosa y vergonzante dependencia que vive la patria de Caldas, bajo la dominación y la opresión de los Estados Unidos de Norteamérica?

¿Cómo extraer del cúmulo de documentos históricos por estos días tan citados, las lecciones pertinentes para ratificar la vocación de libertad heredada de las gestas  de resistencia indígena, afrocolombianas y comunera que precedieron a la independencia colonial?

¿Cómo descifrar las diferencias de fondo existentes entre aquellas gestas pre independentistas de las gestas del 20 de julio de 1810 y de la Batalla de Boyacá, que inauguraron el advenimiento de la Primera República, bajo la égida de las oligarquías criollas, amparadas en códigos ajenos y desde entonces enredadas en disputas intestinas que nos negaron la posibilidad de construir el Estado Nacional colombiano y, en consecuencia, la soberanía nacional frente a los imperialismos inglés y estadounidense?

¿Cómo analizar consignas seudorevolucionarias como aquella de “Viva el Rey y abajo el mal gobierno”, que tipifica no solo la traición de Berbeo al Movimiento Comunero liderado por Galán y Alcantuz sino la actitud y el comportamiento de las elites criollas en el período de la “Patria Boba” y el momento sangriento de la reconquista liderada por Sámano y Morillo, entre 1810 y 1819?

¿Cómo explicar hoy, el comportamiento de Nariño, el “Precursor de los Derechos Humanos”, jefe del gobierno central, en los enfrentamientos internos de las elites libertadoras y sus apetitos de poder regionales, y específicamente con respecto a la indefensa familia de Caldas, como él relata dramáticamente en sus cartas?

¿Advertía premonitoriamente Caldas, lo que iría a suceder después de la independencia de España, entre las elites criollas, que no fue otra cosa que una seguidilla de guerras civiles entre facciones regionales, entre aquel momento y la Guerra de los Mil Días, cuando las oligarquías habiendo vendido vergonzosamente a Panamá, inauguraron el régimen centralista, que tanto abominaba Caldas?

¿Advertía premonitoriamente Caldas acerca del utilitarismo de los discursos libertarios, por ejemplo el de los Derechos Humanos, tan caro a la humanidad, cuando se enarbola para justificar acciones de emancipación pero se desconocen para aplicar acciones de represión, tal como ocurrió con Nariño, que pasó tan rápidamente de emancipador a dictador?

¿Cómo comprender las contradicciones de Caldas, quien abrazó la causa de la libertad y la soberanía del pueblo neogranadino y puso su saber al servicio de la Primera Independencia pero luego, en la reconquista, clamo perdón al tirano y denegó de la causa de la liberación, asumiendo una actitud utilitarista y neutral frente a la ciencia?

En fin, ¿cómo valorar con justicia y en su contexto espacio temporal, la vida y los aportes de quien ha sido considerado el “padre” de la geografía (Rucinque, 2005) colombiana y por Bateman (1966) como “el verdadero precursor de la ingeniería nacional?

Las preguntas que se dejan planteadas están orientadas a estimular la lectura de apenas algunas de las “CARTAS DE CALDAS”[3], publicadas en un libro de 1978 por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Son solo algunas de las  cartas escritas por él entre 1778 y el 27 de octubre de 1816, dos antes de haber sido fusilado por las tropas españolas de Morillo en la Plaza de San Francisco, hoy parque de Santander en Santafé de Bogotá.

Del puño de Caldas se tiene que una vez, en carta (sin fecha) citada por esta obra (p. 312), firma como “El Astrónomo”; que luego en carta del 15 de abril de 1812 (p. 324), dirigida al doctor don Benedicto Domínguez y Castillo, reitera esta profesión; como Ingeniero del Estado, en carta dirigida a Juan del Corral, Jefe del Gobierno de Antioquia, el 28 de septiembre de 1813 (p. 346), que reitera en carta dirigida al mismo funcionario el día 10 de octubre del mismo año.

El presente texto es por ahora, exceptuando estas primarias reflexiones puestas en forma de pregunta, una trascripción de este valioso acerbo documental, acerca del cual parece poco se ha indagado, razón de más para invitar a colegas de las Ciencias Sociales a asumir el reto de ponerlas en la escena de la clase, tanto de la historia de Colombia como de los aportes de Caldas a la Geografía nacional y latinoamericana.

Algunas notas sobre biografías y análisis de la obra de Caldas

En el texto de Nieto Olarte (2008), se destacan las obras de Caldas “La geografía de las plantas”, ensayo final fechado en enero de 1803 en Guayaquil y traducido al francés por Jorge Tadeo Lozano a solicitud de Mutis y; “Estado de la Geografía del Vireynato de Santafé de Bogotá con relación á la economía y ál comercio” (1808).

Y refiriéndose al criterio intelectual de Caldas con respecto a Humboldt, el autor anota:

     Una diferencia notable es que mientras que Humboldt está trabajando sobre el orden del mundo vegetal y natural del globo, Caldas está más preocupado por la utilidad de algunas plantas del Nuevo Reino de Granada.

     Estas diferencias y semejanzas son apreciables en los textos que presentan sus obras: por un          lado tenemos la idea de la “Geografía de la plantas” de Humboldt, y por otro lo que Caldas entiende por “Geografía económica”. El texto con que Caldas abre el Semanario se titula “Estado de la Geografía del Virreynato de Santafé de Bogotá con relación á la economía y ál comercio”, y aquí se insiste sobre el carácter instrumental de la ‘geografía económica’, “que da la extensión del país sobre el que se quiere obrar”. (Caldas, 1808, 1) por su parte el explorador prusiano insiste sobre el fin holístico de la geografía de las plantas que “pinta con rasgos majestuosos la inmensa extensión que ocupan los vegetales desde la región de la nieves perpetuas hasta el fondo del océano y el interior del globo” (Humboldt, 1809, 127-8)

     La geografía, para estos dos autores es una ciencia en la que se integran diversos campos del conocimiento, sin embargo, el objetivo final es diferente. Caldas, busca aportar conocimientos que encuentra útiles para el progreso del Nuevo Reino de Granada, mientras Humboldt quiere comprender el mundo entero y recrear el orden natural teniendo como referente los Andes americanos. Los Andes son claves para entender la geografía de la Nueva Granada, su clima y su riqueza serán definitivos en la mirada de los criollos sobre el continente americano. De manera similar, las grandes cordilleras de los Andes serán centrales en la obra de Humboldt, pero más como enormes laboratorios o cuadros del orden natural del planeta. Si para Humboldt los Andes son un medio, para Caldas son un fin.

RUEDA ENCISO (2004), en la biografía de Caldas destaca,
    
     En realidad, fue en materia geográfica donde Caldas tuvo importantes aciertos. Insistió en la privilegiada y estratégica situación geográfica del entonces Virreinato del Nuevo Reino de Granada, que además de ofrecer una gran variedad de paisajes y climas en distancias relativamente cortas, facilitaba la actividad del comercio a lo cual se sumaban las posibilidades del Istmo de Panamá y el Chocó para construir canales interoceánicos. Como muchos otros miembros de su generación, Caldas asumió una posición de defensa del hombre y la naturaleza americana, y enfatizó su diferencia y diversidad, que no podía ser analizada con los mismos criterios con que se estudiaba el mundo europeo, pues el trópico era distinto de las zonas templadas. Destacó los aportes de América al universo del conocimiento, por ejemplo de nuevas plantas. Criticó la administración impuesta por España en sus colonias y rescató muchos elementos de las culturas precolombinas, cuyo testimonio se podía rastrear a través de la arqueología; llamó la atención sobre la estatuaria de San Agustín. Una buena parte de la literatura científica de Francisco José de Caldas se publicó en los periódicos de la época: El Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, dirigido por Manuel del Socorro Rodríguez, y el Correo Curioso, erudito, económico y mercantil de la ciudad de Santafé de Bogotá, bajo la tutela de Jorge Tadeo Lozano. Sin embargo, fue en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, órgano de difusión del pensamiento científico y cultural de la época, fundado por Caldas a principios de 1808, publicado hasta 1810 y complementado posteriormente por once artículos llamados Memorias, donde apareció el grueso de la obra científica de Caldas, en forma de ensayos.
     Además del Semanario, Caldas dirigió y editó, junto con Joaquín Camacho, ya en tiempos de la Patria Boba, en agosto de 1810, El Diario Político de Santafé, que salió cada dos semanas, hasta febrero de 1811, y en el que se publicaron las comunicaciones acordadas por la Junta Suprema de Gobierno, creada después del levantamiento del 20 de julio de 1810. Finalmente, en 1812, Caldas se comprometió con otra tarea editorial: la publicación del Almanaque de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada para el año bisiesto de 1812, tercero de nuestra libertad [Ver tomo 1, Historia, "La Expedición Botánica", pp. 177-192 y 255; tomo 3, Geografía, p. 16; tomo 4, Literatura, pp. 62-63; y tomo 5, Cultura, pp. 99-100].
Castaño, Nieto y Ojeda (2005), en un juicioso análisis del Semanario del Nuevo Reyno de Granada, tal como lo denominó su creador, Caldas, auscultan las facetas política, científica y geográfica del autor, partiendo por indicar que “La Geografía, tal y como se entiende a comienzos del siglo XIX por parte de los criollos ilustrados en la Nueva Granada, es un campo amplio que incluye preocupaciones sobre clima, población, recursos naturales y comercio. Este artículo aborda el tema en el marco del Semanario del Nuevo Reyno de Granada (1808-1811). Más que señalar la utilidad política de la geografía, la propuesta fundamental radica en mostrar a la geografía como una práctica política en sí misma”. (pp. 114)

Caldas, con base en los autores citados abre la publicación indicando,

     El Semanario del Nuevo Reyno de Granada va a comenzar por el estado en que se halla su Geografía. Los conocimientos geográficos son el termómetro con que se mide la Ilustración, el comercio, la agricultura y prosperidad  de un pueblo. Su estupidez y barbarie siempre es proporcionada a su ignorancia en este punto. La Geografía es la base fundamental de toda especulación política... y el Semanario consagrado principalmente a la felicidad de esta colonia, no puede abrirse de una manera más digna que presentando el cuadro de nuestros conocimientos geográficos (Caldas, 1808: 1).

La utilidad de la geografía resulta evidente cuando a ella se atribuye una connotación cosmográfica y la posibilidad más amplia de conocer no solo todo cuanto posee en riquezas naturales un territorio sino sus vecindades y relaciones internacionales, punto desde el cual nace la política internacional y, en el caso de la geografía, la geografía política y la geopolítica. Pero Caldas, aún en tiempos de la dominación colonial, a solo un año de la revuelta de 1810, asumía el conocimiento profundo del territorio neogranadino como un instrumento que ponía al servicio de aquella. Así se dirigía al Virrey: “(...) Vuestra Excelencia sabe mejor que ninguno que una buena geografía es la base de una buena política y de la felicidad de un pueblo. Me lisonjeo de hablar con un Virrey geógrafo; con un Virrey que ha trazado con su propia mano los países que manda con tanta gloria… ¡Dichoso yo si merezco la protección de Vuestra Excelencia, y dichoso si tengo la gloria de presentar al mejor de los Jefes la carta entera y correcta del Virreinato de Santafé de Bogotá (Caldas, 1809a, en: Arias De Greiff, et al., 1966: 216-217)”. (pp.117).

Tal connotación no puede ser más explícita que en la frase que hace, según los autores, de epígrafe de su memoria “La geografía... es... tan necesaria al estado como lo puede ser a un propietario el conocimiento perfecto de sus heredades”. Sin duda no resultaba posible en la consideración de Caldas, como lo refrenda Herrera (1999), en su texto sobre el gobierno colonial del Siglo XVIII en el Caribe y los Andes Centrales, controlar (gobernar) un territorio sin un pleno conocimiento del mismo.

Un aporte significativo de Caldas a la geografía nacional, y por supuesto al ejercicio del poder, lo constituyó su insistente preocupación por la representación del territorio (Castaño, Nieto y Ojeda, pp. 119), de la Nueva Granada. “Un punto de entrada a esto lo constituye la lectura de la relación entre geografía y patriotismo que plantea Caldas a través de este proyecto del mapa: “…Este es un cuadro mágico que toma todas las formas y se acomoda a todos los caracteres… En estos trozos se formará la juventud y a la vuelta de pocos años tendremos hombres capaces de ejecutar grandes cosas. Por todas partes no se oirán sino proyectos, caminos, navegaciones, canales, nuevos ramos de industria, plantas exóticas connaturalizadas; la llama patriótica se encenderá en todos los corazones, y el último resultado será la gloria del Monarca y la prosperidad de esta colonia (Caldas, 1808: 46).” (119-120).

También se atribuye a Caldas la preocupación por insertar a la Nueva Granada en el mundo globalizado de su época, la cual se manifiesta no solo en su afán por dotar a ésta de un mapa confiable sino en el llamado de atención acerca de la privilegiada posición geoastronómica de ésta entre todos continentes y su acceso a dos océanos. Así lo trascriben los autores que venimos referenciando:

     La posición geográfica de la Nueva Granada parece que la destina al comercio del universo. Situada bajo de la línea, a iguales distancias del México y California por el norte como del Chile y Patagonia por el sur, ocupa el centro del nuevo continente. A la derecha tiene todas las riquezas septentrionales, a la izquierda, todas las producciones del mediodía de la América. Con puertos sobre el Pacífico y puertos sobre el Atlántico... Mejor situada que Tiro y que Alejandría, puede acumular en su seno los perfumes del Asia, el marfil africano, la industria europea, las pieles del norte, la ballena del mediodía y cuanto produce la superficie de nuestro globo… Convengamos, nada hay mejor situado en el viejo ni el nuevo mundo que la Nueva Granada... (Caldas, 1808: 11-12). (pp.121).

LAS CARTAS DE CALDAS

En lo que sigue se trascriben, como se dejó dicho, solo unas de las 195 cartas que contiene el libro ya antes referenciado. Quedemos pues en su lectura y reflexión.

27.
Popayán y agosto 28 de 1800

Mí amado Antonio:[4]

He visto la de usted con placer, así por saber de un amigo que con sinceridad, como por su contenido. El bálsamo me ha encantado, y he quedado satisfecho del celo de usted por el adelantamiento de una ciencia que puede hacernos conocer algún día del resto de los hombres, con tal que le cultivemos con esmero. Yo no puedo dar a usted mejor instrucción sobre el particular que copiarle a Linneo[5]. El género Toluif era es muy semejante al Miroxylon, y esto nos debe empeñar más en su determinación: lo cierto es que por su carta estoy seguro de que es uno de los dos géneros. Voy a poner a usted por extenso lo que dice Mutis[6] en Linneo sobre el Miroxylon. Cáliz. Periantio de una pieza, a manera de campana, persistente, con cinco dientes muy pequeños y poco manifiestos. Corola. Pétalos cinco, insertos en el receptáculo, desiguales, irregulares, con uñas angostas, lineares, del largo del cáliz; la lámina del pétalo superior ancha, redoblada, aovada, o ele figura del corazón al revés; la lámina de los demás pétalos angosta, lanceolada, recta y algo extendida. Estambre. Filamentos diez, apretados al germen, del largo del cáliz, filiformes, lampiños; con las anteras fuera del cáliz, derechas, lanceoladas, señaladas con un surco, y terminadas en una puntita corta. Pistilo. Germen encima del cáliz, más largo que la flor, y que cuelga fuera de ella, a manera de cuchilla, y comprimido, con el estigma obtuso y sencillo. Pericarpio. Legumbre en forma de espada angosta por su base, ensanchada hacia su ápice, redondeada, comprimida y puesta en remate de la legumbre.

Es árbol muy hermoso, con la corteza lisa, crasa y muy resinosa como todas sus demás partes. Produce las hojas alternas, pinadas y que rematan en par, con dos pares de hojuelas, casi opuestas, pecioladas, entre aovadas y lanceoladas, enteras, venosas, muy amplias, con su ápice alargado, obtuso y escotado y un nervio elevado y velloso; los racimos axilares derechos, ladeados, más largos que las hojas, con el pedúnculo algo rollizo y velloso; las flores esparcidas, con sus piececitos derechos; una bráctea que apoya a cada pedúnculo, muy pequeña, aovada, derecha, cóncava y que se asemeja a un tubérculo; el cáliz a manera de campana, entre verde y blanquecino; ceñido, fuera de su orificio, con anteras y pétalos blancos, y que contiene dentro de la legumbre verde, representando una forma singular en la flor. La sustancia de las hojas está llena de puntos lineares, transparentes y resinosos. Toluif era. Cáliz. Periantio de una pieza a manera de campana, casi igual, con cinco dientes, y el uno más apartado. Corola. Pétalos cinco, insertos en el receptáculo; cuatro de los cuales son iguales, lineares, poco más largos que el cáliz, pero el quinto al doble mayor, de figura de corazón al revés, con su uña de la longitud del cáliz. Estambre. Filamentos 10, cortísimos, con las anteras más largas que el cáliz. Pistilo. Germen oblongo; estilo ninguno, estigma agudo. Nada se sabe del pericarpio y semilla; las hojas semejantes a las del algarrobo. Aparte no vaya usted a confundir el germen con el pistilo, pues me parece que usted equivoca estas dos partes. Lo del estigma mellizo, observe más flores si el extremo o puntita está dividido en dos partes, y con el mayor cuidado; la corola y el cáliz es preciso que les vea y revea, lo mismo que las demás partes, cuyas descripciones van.

He visto los dos pedazos de piedra que me remitió; a mí me parecen legítimo yeso de espejuelo; lo haré calcinar y avisaré a usted por el creo; yo no me acuerdo cuánto fue el dinero que usted me remitió para Trujillo; pero es seguramente lo que usted dice: de $ 360. El peón no me ha dado tiempo de buscar las cartas de usted, pero por el correo le avisaré. Doña Rafaela[7] está en Novirado con Manuelito[8]; Vicente[9] muy donoso con su abuela. Se hizo la rifa de los libros, y la sacó don Martín Borrero. Si ve a don Martín mi tío[10] dígale que yo puse $ 5 por él a cuenta del pico que le restó; que si pasa por ellos que me avise, y si no me diré: toma por comedido. Siento concluir ésta dejando mil cositas pendientes, pero en el correo despicaré.

Solo añado que voy a emprender una cosa en que usted tiene influjo y me ha de ayudar a conseguir. Júpiter llega a la mejor situación para observarlo en el mes que entra, y quisiera de una vez saber el lugar que ocupamos en el universo[11]; para esto se necesita de un telescopio fuerte; el de don Marcelino[12] no es tanto que no me deje algunas dudas sobre el momento de la inserción; así he resuelto exponerme a un nones con el Alférez R.[13] de Cali, a quien voy a pedir prestado, por lo que falta de este año, su telescopio; si bien, bien, y si no, también. Si usted tiene algún influjo en esto hágalo usted en obsequio de la astronomía y de la ciencia. Si usted pone dos letras al doctor Vergara,[14] no dudo que nos lo prestará. Me voy valerme de Fernando.[15]

Adiós mi amadísimo Antonio.

CALDAS.
28

Popayán y noviembre 20 de 1800

Mí amado don Santiago:[16] 

¡Qué placer he sentido al ver letra de usted después de casi un año de silencio! Ojala usted, siempre que mi pereza me retraiga de escribirle, me animase y probase a ello. Si algunas veces no lo he hecho, no ha sido tanto por eso, cuanto por no quitar a usted un tiempo precioso para ocupaciones serias e importantes. Yo no trato sino de estudios amenos y compatibles con el temple de mi genio, que mira con horror a los Vinios, Digestos y Murillos, a pesar del aprecio que hago de un buen jurisconsulto; pero no nací para abogado, y las matemáticas, la física, la historia natural, las bellas artes, no permiten en mí otra ocupación. Si usted quiere que conversemos sobre esto, lo haré con el mayor gusto, y en esto satisfaré su buen afecto, y yo mi genio.

Es verdad que ha mucho tiempo que hago mi principal ocupación de la botánica en un país virgen y que ofrece un campo inmenso en qué cebarse, ser útil y divertirse. Pero ¡cuántos obstáculos hay que vencer para llegar a una medianía! Sin libros, sin maestros, todo se ha de sacar de los pocos que a fuerza de fatigas he podido conseguir. No tengo a mi disposición, ni hay más en Popayán, que el Curso escaso de Ortega[17], la Parte Práctica de Linneo,[18] las Instituciones de Tourneford[19] y el Quer.[20] Estos forman mi biblioteca: y ya ve usted lo poco que hay en esto, y cuánto falta para tener lo más necesario. Vivimos, mi Santiago, en un país casi bárbaro, a 3,000 leguas de las naciones cultas y de la ilustración. Si en Roma, París, Londres, Madrid, se dijera que en el último año del siglo XVIII, de este siglo de las luces, no se ha hallado en toda la extensión del Virreinato un ejemplar de la Filosofía Botánica de Liiineo, se pondría en duda. Pero debemos confesarlo con rubor, que en Cartagena, Quito, Santafé y Popayán, no se ha hallado este libro clásico y fundamental. Todo el que no haya leído esta producción del botánico del Norte, esté seguro de hallarse muy atrasado. Yo desespero y deliro por encontrarlo, pero nuestra situación no lo permite, y es preciso conformarse con la Providencia, que así lo dispone, porque así nos conviene. No es por falta de recursos que carecemos de libros, pues el doctor don Manuel María Arboleda[21] se ha declarado mi protector y amigo: a su generosidad debo la Parte Práctica de Linneo y el Quer, con otras muchas cosas que me ha proporcionado, por mis influjos, para nuestra instrucción. En esta atención abra usted los ojos sobre todo Santafé, enganche libros buenos de Botánica, Historia Natural, etc., etc., y avíseme para tratar de su compra. Ojala asome una Filosofía Botánica, M. Du.Hamel de Monceau,[22] sobre la física de los árboles; en fin, usted sabe mi gusto y entiende las materias.

Nuestro don Toribio[23] es incorruptible, y nadie le contagiará; su carácter es inflexible y nunca sale de su paso. Su aula y sus Partidas, para la profesión que espera tomar, y nada más; no es posible que se derrame a otros estudios, y para él no hay botánica. Los aficionados a quienes he contagiado son don Antonio Arboleda,[24] don Chomo,[25] hermano de nuestro don Camilo[26], don Juan José Hurtado,[27] y yo. En saliendo de aquí, no se entiende de plantas sino para la cocina.

Hace algunos días que he cesado con la botánica para formar los diseños de un retablo mayor que se está construyendo en Santo Domingo, todo bajo
la corrección de nuestro don Marcelino,[28] cuyos conocimientos y gusto en esta materia les son a usted bien conocidos. Luego que le hayamos dado la última mano, irá un ejemplar, pues ya sabe usted que yo deliro sobre esto bastante, y hago columnas y cornisas a roso y velloso.

Un secreto que confié a Tanquito[29] en el pasado, quiero confiarlo también a usted, mandando guardar silencio, sobre todo, y es que pienso ir otra vez a ésa; pero de muy diverso modo que la antecedente. En ésta ha de ser como un relámpago, de modo que dentro de tres o cuatro meses me he de volver a ver en ésta sin falta, por estar así acorde con mis intereses. Usted no diga nada hasta su tiempo.

Yo quisiera hablar a usted mucho acerca de mis observaciones botánicas, y sobre el número incalculable de plantas que daría ocupación por muchos años a una docena de profesores. De paso le diré que he rectificado un uso bárbaro acerca de la calahuala.[30] Esta se usaba con solo la autoridad de un indio que hacía negocio en cogería, y a tontas y a ciegas tomaba la raíz de muchos helechos de un hábito muy semejante y capaces de equivocar al más advertido. Yo entré en vehementes sospechas de que se daba gato por liebre, hice que los indios cogedores de esta raíz la trajesen con fronda, y hallé que se ha tomado aquí una raíz absolutamente distinta de la calahuala. Usted verá de qué consecuencias es conocer bien un simple para administrarlo, y cuán arriesgada ha estado la salud de nuestros enfermos, que en vez de tomar un antídoto, han tomado raíces que, por la mejor parte, no harían efecto ni curarían sus dolencias. Esto se agrava sabiendo que las plantas de esta clase —que es la 24 chriptogamia— son sospechosas y las más venenosas. ¿Cuántos golpeados gravemente, habrán muerto apostemados por no habérseles administrado la verdadera calahuala? Usted crea que no se puede ser médico sin una mediana tintura de botánica; pero yo no lo he de ser, y sí su afectísimo y verdadero amigo que besa su mano,

FRANCISCO JOSE DE CALDAS.

Salúdeme usted con todo afecto a nuestro don Camilo,[31] mis S. S. sus hermanos, don Miguel Pombo,[32] don Pacho Ulloa,[33] don Manuel Joseph Hurtado[34] y demás amigos.




133

Santafé, 21 de agosto de 1809

Al señor doctor don Santiago Pérez de Arroyo y Valencia — Popayán.

Mi Santiago: doy a usted las más expresivas gracias por el interés que ha tomado en mis papeles y en mi fortuna. Ahora más que nunca necesito del favor de mis amigos para asegurar mi subsistencia y mi destino. Mosquera[35] ya partió de Caracas para Sevilla, a representar esta Provincia, y pienso remitirle copia de mis papeles. Agite usted ahora en su Consulado[36] la suerte de su amigo Caldas.

Agradezco también a usted el recuento que ha hecho de mis trabajos geográficos y de mí, para la división de los Obispados de Popayán y Antioquia.[37] Esto lisonjea mis ideas, y me presenta un campo abundante en que puedo recoger conocimientos y gloria.

Es bien juiciosa y aun necesaria la agregación de Pasto a la mitra de Popayán; pero la división no debe pasar de Guáitara. Creo también difícil de conseguir, y aun perjudicial, el otro límite que se pretende en el río Baché. El valle de Neiva está arrancado por las manos de la naturaleza del Obispado de Popayán, por medio de la enorme cordillera de Guanacas. A pesar de esto,  yo contribuire, por mi parte, a esta pretension.

Me alegro que usted piense con tanta solidez y juicio sobre las instrucciones que se le deben dar al comisionado. En efecto, la base de toda buena política es una buena geografía, y me lisonjeo de que usted se haya acordado de mis trabajos para recomendarlos al Gobierno.

Es tarde, mi amigo: a Arboleda[38] le comunico algunas noticias de Humboldt[39]  y de Cabal;[40] puede usted hablar con él.

Saludo a mi señora Teresita,[41] y usted cuente con el afecto de su verdadero amigo, que besa su mano, Caldas.



134

Al Excelentísimo señor Virrey del Reino.

Excelentísimo señor:[42]

Comienzo dando a Vuestra Excelencia las gracias más respetuosas por la protección que dispensa a este establecimiento científico. Yo he recibido el papel, el azogue y el almanaque náutico para 1810, aquellos efectos de mano de don Salvador Rizo, y éste, de la de don Miguel Antonio Irigoyen.[43]

Los últimos cuatro meses los he empleado en adelantar los cálculos de la colección de observaciones astronómicas hechas en el Virreinato de Santafé de Bogotá desde 1797 hasta[44] de que hablé a Vuestra Excelencia en mi anterior. Los objetos y las utilidades de esta copiosa colección los sabe ya Vuestra Excelencia, y me dispenso de entrar en pormenores.

También avanzo en las otras dos obras de que hablé a Vuestra Excelencia sobre la geografía de las plantas en general, y en particular sobre las quinas; pero como este objeto es vasto, complicado y difícil, es necesario marchar a paso lento, y siempre con la sonda en la mano. Nada perdono para dar a estas producciones toda la extensión, firmeza y utilidad de que son capaces. Pero ellas no adquirirán el grado de esplendor y de belleza de que son susceptibles, hasta que yo no visite los Andes de Quindío, observe sobre esta inmensa mbntafia. Entonces tal vez formaría una producción que hiciese honor a la Patria y al glorioso Virreinato de Vuestra Excelencia. Pero conozco las urgencias y las aflicciones del Estado en esta época desgraciada, y espero que serenada la borrasca que ha excitado la tiranía de Napoleón, pueda nuestro ilustrado Gobierno proteger los conocimientos útiles, como lo ha verificado siempre.

Hablé ya a Vuestra Excelencia de los perfiles de los Andes desde 4°30’ latitud austral hasta 40°30’ latitud boreal. Estos perfiles, verdaderamente importantes, y que hacen el fondo de la fotografía, se suspendieron por la muerte de nuestro amado Director, y sería digno de Vuestra Excelencia el que mandase se concluyan. Diez y ocho son las láminas que constituyen esta obra, de las cuales están ejecutados nueve, y sería bien doloroso que se abandonase en este estado. Uno de los jóvenes pintores las hizo; sírvase Vuestra Excelencia mandar que las continúe.

Permita Vuestra Excelencia que vuelva a ocupar la atención del primer Jefe del Reino con el bello y rico herbario que colecté sobre las montañas de Quito. Mi corazón se parte de dolor al imaginarse que va a ser pasto de la polilla, que el Rey y la Nación van a perder mucha utilidad, mucho dinero y mucha gloria. Yo repliqué a Vuestra Excelencia en mi anterior el que se mandase asegurar esta preciosa colección en láminas pequeñas y en negro solamente, y que para este fin se destinase uno de los pintores de esta Expedición. Vuestra Excelencia se dignó contestarme que era necesario consultar sobre este particular a los encargados de la parte botánica. Yo formé las descripciones en las selvas de Quito, yo las diseñé, yo las vi vivas en sus lugares nativos, y yo las esqueleté. Nadie conoce sino yo ese herbario, hasta el punto que el mismo sabio Director que hemos perdido me consultase con la mayor frecuencia sobre todos los puntos relativos a las pocas plantas de Quito que se alcanzaron a pintar en sus días. Esto me autoriza a suplicar a la poderosa protección de Vuestra Excelencia que con solo el dictamen de don Salvador Rizo, que es el que ha formado y conoce a fondo el carácter de los pintores y el estado de las láminas de la flora, se digne la bondad de Vuestra Excelencia resolver sobre este punto interesante. Un solo pintor puede en poco tiempo asegurar la vegetación entera de la parte meridional del Virreinato de Vuestra Excelencia, y salvar tantas miles y tantas fatigas emprendidas.

Me he apresurado a describir las pocas plantas que se han pintado de este bello herbario. Vuestra Excelencia verá con placer las plantas más caprichosas y las más bellas en esta pequeña muestra. Tengo muy adelantado el trabajo, y creo que en el discurso de este mes entregaré a Vuestra Excelencia la primera década de las plantas ecuatoriales, colectadas desde 1802 hasta 1805 por F. J. de C. La que hace frente a todas ellas es un género nuevo, reconocido tal por el profundo Mutis, y después confirmado muchas veces por mí. El lleva el ilustre nombre de Vuestra Excelencia. Yo la he llamado amaria; tiene dos especies: la una, con flores de color de oro, y he nombrado amaria puctea; y la otra con flores de color violeta, que llamo amaria violácea. Linneo y todos los grandes botánicos han inmortalizado los nombres de sus protectores, tal vez con menos razones que yo tengo para pasar a la posteridad el ilustre nombre de Vuestra Excelencia. En las circunstancias más críticas de la Nación, cuando parecía que todo un Jefe apenas alcanzaba a desempeñar los graves y espinosos asuntos del Gobierno, Vuestra Excelencia ha tenido tiempo bastante para desempeñarlos con gloria, y también para sostener y reanimar las ciencias. Animado del más vivo reconocimiento, quiero cumplir con esta obligación sagrada, y anunciar al mundo sabio que Vuestra Excelencia es su protector y amigo. Reciba Vuestra Excelencia con agrado esta dedicatoria, debida a sus virtudes, a su mérito y al amor que profesa a los conocimientos útiles. Sí, Excelentísimo señor, la posteridad admirará, al ver a Vuestra Excelencia al frente de tres millones de hombres, conservando la paz, el orden, las leyes, al mismo tiempo que reanima este Observatorio, el primero y el único que existe en el Nuevo Continente.

Todos los fenómenos que ha presentado el cielo en estos cuatro últimos meses se han observado cuidadosamente, y enriquecen la numerosa colección de observaciones de que he hablado ya a Vuestra Excelencia y que presentaré así que la termine.

La Memoria sobre el método de medir las montañas por medio del calor de agua hirviendo, aún no la he podido terminar. Mil objetos que no podía pos. poner y los rigurosos temporales que llaman pcíramos, que han reinado en julio, agosto y septiembre, han impedido su conclusión. Pero la terminaré cuanto antes.[45]

Ahora tengo el honor de presentar a Vuestra Excelencia otra Memoria sobre un objeto bien interesante. Las refracciones astronómicas, este origen fecundo de errores y de ilusiones que disloca todo el cielo, ha llamado toda mi atención. No creía que desempeñaba dignamente mi plaza si no me aseguraba sobre este punto importante. He trabajado mucho, pero he puesto los fundamentos de las refracciones en tres Memorias, de las cuales la primera es la que hoy presento a Vuestra Excelencia. Me he tomado la libertad, libertad que inspira el reconocimiento, de consagrarla al ilustre Jefe que protege mis desvelos, al que ha llenado mis momentos de paz y de los placeres más inocentes, y bajo de cuya sombra prospera la astronomía en el Nuevo Continente. Dígnese Vuestra Excelencia aceptarla con aquella bondad que le caracteriza.[46]

Estos grandes objetos han llenado todos mis momentos, y creo haber correspondido a la confianza de Vuestra Excelencia, a la del Rey y a la de la Nación generosa de que tengo la gloria de ser parte. Vuestra Excelencia viva persuadido de que en mí tiene un súbdito reconocido y un hombre adicto a la Religión, al Gobierno español, al Monarca y a la causa de su Madre Patria, y que está pronto a verificar los más grandes sacrificios por estos objetos sagrados.

Santafé y noviembre 1 de 1809. Dios Nuestro Señor guarde la importante vida de Vuestra Excelencia.

Excelentísimo señor.

FRANCISCO JOSEPH DE CALDAS
Santafé, 1 de noviembre de 1809[47]




137
Febrero 6 de 1810

Señora:[48] tengo practicadas ya todas las diligencias necesarias para verificar nuestra feliz unión. En este correo remito a don Antonio Arboleda,[49] mi íntimo y fiel amigo, mi poder especial para que a mi nombre contraiga y celebre nuestro matrimonio. Yo había pensado mandarlo a don Agustín Barahona,[50] su digno tío y uno de mis mayores amigos; pero él quiso que fuese a don Antonio. Yo espero que esta elección será aprobada por usted. También remito al mismo don Antonio la información de soltería y la dispensa de nuestro parentesco.[51] Todo está hecho, mi adorada señora. El amor es activo y vuela en sus acciones. Ahora todo está en sus manos; usted puede fijar el día dichoso, día memorable, día feliz en que Caldas pertenezca enteramente a usted. Sí, señora, ponga usted cuanto antes la cadena a nuestros corazones; únalos y fíjelos para siempre. A usted le dejo la libertad de elegir nuestros padrinos y el Ministro que debe autorizar nuestro contrato. Si quisiere que mi dulce y respetada madre[52] fuese la madrina, y si usted lo aprueba, me habrá usted dado un placer que lo sabré agradecer.

Hoy mismo comienzo a purificar mi corazón delante de Dios, y a repasar los años de mi vida para obtener su gracia a la celebración de nuestra unión santa y pura. Purifique usted también el suyo, y reunámonos en la inocencia y la virtud.

Remito a usted un cajón con cuatro bagatelas, que usted recibirá, no por lo que valen, sino por el inmenso amor con que las ofrece mi corazón.

Póngame usted a los pies de mi señora doña Ignacia,[53] y usted mande con imperio sobre el amante corazón de su adorador, que besa sus pies,

FRANCISCO JOSÚ DE CALDAS




154
Santafé y septiembre 5 de 1810

Mi Manuelita:[54] ya se acerca el momento deseado de conocerte y de estrecharte en mis brazos. El mozo correo me ha avisado que el lunes estaría en La Mesa. Así lo creo, y en esta inteligencia te dirijo ésta dándote cuenta de mi situación y lo que haré.

Las noticias sangrientas de Quito[55] han llenado de espanto al Gobierno y a esta capital. Yo estoy encargado del Diario[56] que remito para que lean. El viernes ha de salir otro con las cosas de Quito, y tengo que imprimirlo y publicarlo. No puedo ir a La Mesa, no puedo ir a besar tu mano a ese lugar; pero oye lo que puede mi amor. Este peón estará hoy miércoles allá o el jueves de mañana. Tú sales el viernes sin falta; yo saldré a encontrarte este mismo día, y te hallaré en el monte. Allí pasaremos la noche y el sábado entraremos a esta tu casita que te espera con alegría.

Tú tienes talento, hija de mi corazón, no te enojes; mi alma está violenta por verte; mi oficio y mi suerte me encadenan en ésta; ni el dulce amor me puede sacar; perdona esta imposibilidad a tu amante.

FRANCISCO José.






157
Santafé, 5 de agosto de 1811

Al señor doctor Santiago Arroyo — Popayán.

Mi querido Santiago: es verdad que ya no soy novio; pero ya soy padre, dignidad que exige cuidados más serios que los de la galantería. Mi Manuelita[57] me dio a luz el 23 de julio un niño a quien impuse el nombre de Liborio María. Tiene usted ya un renuevo astronómico y un heredero del cuadrante y del telescopio, y ahora también del cañón y del mortero. No extrañe usted que reúna estas máquinas destructoras a aquellos instrumentos pacíficos. Soy ingeniero, y para la defensa de la patria me he visto precisado a consagrarme seriamente al estudio de la fortificación y artillería.[58] Es verdad que tienen encanto estas ciencias horribles; pero nada de la majestad y de la grandeza de los cielos. Por fortuna, son ciencias circunscritas, que para conquistarlas bastan dos o tres meses de un estudio metódico. En la semana entrante vamos a verificar nuestros primeros ensayos con las bombas.

Usted me habla de proyectos científicos muy halagüeños para mí, y que creo que jamás se realizarán. Popayán no puede entrar dentro de muchos años en miras científicas capaces de hacerla feliz. Yo tengo puesta mi pretensión en Caracas, y espero también que nuestro Congreso que va a formarse, que solo espera a los diputados de ésta para instalarse, tenga miras menos rateras y menos insensatas que las que ha mostrado este Presidente bárbaro,[59] para casi arruinar el Observatorio y la Expedición Botánica. Yo espero que se piense en formar la carta geográfica del Reino, en subdividirlo juiciosamente, en hacer navegable el Cauca, en fortificar muchos puntos, etc., etc., y en todo esto espero tener una colocación. No por esto me denegaré a servir a mi patria, siempre que esta provea a mi decente y cómoda subsistencia, es decir, un sueldo que no baje de 2.000 pesos. En fin, decidirá de mi suerte el tiempo.

Doy a usted las gracias por las observaciones del agua de lluvia, que publicaré en la memoria 12 y última de El Semanario, que voy a dejar por falta de imprenta y de suscriptores.[60]

Salúdeme usted a mi señora Teresita[61] y a todos sus hermanos, y usted cuente siempre con su verdadero amigo, Caldas.


160

Mí amado Benedicto:[62] Doy las gracias más expresivas por los servicios señalados que usted me hace, y que sabré reconocer. Cierto que Núñez haya dilatado el modelo y mármol y que nos atrase por esta bobada. Con las diligencias que usted iba a practicar no dudo que se conseguirá su llegada pronto.

Remito mi primera carta, y ya está bien adelantada la de Tunja, que seguirá prontamente. Corrija usted la ortografía y la expresión siempre que parezca necesario. Creo que sería bueno hacer un prospectito diciendo que en forma de cartas se daría la relación de mi viaje[63] y que aparecerá incesantemente (algo de francés).

Aquí corre la noticia que Cartagena manda una gruesa expedición para sostener el Congreso en Ibaguetown, y se teme una revolución de ideas en la política de Santafetown. Como éstas se redujeran a restituírseme a mi familia, a mis amigos, y mi observatorio, yo pasaría por todo y me reiría de los imprescriptibles que agitan tanto a nuestros políticos y a nuestros chisperos La felicidad está en la paz del corazón, y no en los ejércitos ni en los imprescriptibles de que usted se ríe con bastante fundamento.

En una de mis posadas di con un orejón de mucha chaveta, y me hizo reflexiones que tal vez no han venido a las cabezas de nuestros acalorados estadistas.

—A dónde va su merced? me dijo.
—Yo voy a la expedición a donde va Baraya;[64] soy ingeniero y sigo esa tropa que paso ha tres días.
—Dicen que va a conquistar a Tunja, Pamplona, los Llanos, así como el amo Ricaurte[65] ha conquistado al Socorro. Así dicen malas lenguas.
—Así dicen todos los que saben.
—Yo no sé.
—Pues yo sí sé que desde que nos engañaron con la libertad que creíamos que íbamos a ser bienaventurados derribando al amo Virrey y a los señores
Oidores, no somos sino desgraciados. Setenta años tengo, y mis lágrimas no se habían derramado hasta ahora. Tengo un hijo, el único consuelo de mi vejez, el que cuida de mis cuatro vaquitas, mis ovejas, el que me hacía el mercado en Zipaquirá, el que ponía en orden todo mi pobre rancho, el que me calentaba los pies por la noche, y a éste me lo arrancaron para soldado...

Al buen viejo se le anudó la garganta, no pudo hablarme sino con sollozos y con lágrimas. Mi corazón partido, desgarrado de dolor, no pudo contenerse
y lloró con el viejo. Mis lágrimas consolaron más que mis razones a este anciano desgraciado.
—Su merced tiene hijos?
—Sí, tengo uno en la cuna.
—Dios se lo guarde no para que lo vea ir a la guerra de cristianos contra cristianos
 

Yo le ofrecí interponer mi valimento con Baraya y cuidar del mozo en la expedición, lo que se recompensó con el reconocimiento más sincero. Yo quisiera que Nariño[66] y los conquistadores hubieran presenciado esta escena cruel antes de inquietar con las armas a nuestros hermanos.

Saludo al Lacedemonio.[67] Caldas
Tunja, 31 de marzo de 1812







162
Tunja y abril 15 de 1812

Mí amado Antonio:[68] Ha más de un mes que nos tienen acantonados en esta ciudad, por intrigas ambiciosas de Nariño,[69] que no quiere sino dividir para reinar. Este a quien engañados hemos llamado mártir de la libertad, no es otra cosa que un tirano disfrazado. Teme la opinión pública, teme no la alarma, sino la rabia de las Provincias y el furor de todos los hombres de bien. El ha pretextado ocupar a Salazar de Palmas para oponerse a los progresos de Santa Marta; pero ignorante de nuestra geografía ha dado la carta con esta grosera estratagema. ¿Quiere usted saber los planes depravados de este hombre digno de los calabozos en que ha vivido? Óigalos usted y que tiemblen las Provincias, si con oportunidad no sufocan a esta hidra en la cuna.

Pretexta concentrar la fuerza en Salazar, sin saber que es un rincón aislado, solitario y arruinado del Reino, y sin comunicaciones con Santa Marta; pero el fin es pedir paso para Tunja, sentar con pretextos frívolos la fuerza para proteger a los chisperos malcontentos y criminales a fin de que pidan su agregación a Santafé a la sombra de nuestras armas. He aquí el destino que ha dado este tirano a los hombres más libres y más justificados en la causa de nuestra independencia. Cree usted que el autor del Diario Político y el héroe de Palacé ejecutemos este plan pérfido que prepara nuestras cadenas.[70] Ustedes los popayanejos tienen la culpa de que yo haya prostituido la dignidad de hombre libre. Si menos mezquinos y conociendo sus intenciones hubieran abierto los brazos a todos sus hijos, ya los Pombos, Torres, Caldas estaríamos en el seno de nuestra patria querida obrando por la libertad y no hiriendo por violencia a los tiranos. Pero hallo mil razones sólidas para hacer acallar esta queja, pero dé jeme usted este triste consuelo. Es cierto que tengo otra más sólida, y es que no he tenido parte en estos proyectos de esclavitud, que vengo forzado y oprimido, y que no he dado un solo paso para seducir la simplicidad cíe estos pueblos inocentes. Por el contrario, he hablado sin embozo el idioma de la verdad a nuestro condiscípulo Niño,[71] que está de Gobernador aquí. Esto calma mis inquietudes y serena mi corazón. En vez de corromper la opinión la afirma, y ocupo mis momentos en levantar el plano y describir el país para que sirva al Congreso.

Ahora mismo nos hallamos cercados de amarguras las más dolorosas. Las noticias del Perú son tristes, las de Santa Marta son dolorosas, las de Cartagena terribles, lamentables las del Socorro subyugado, terribles también las de Tunja y horrorosas las de Mérida, que va a oír usted con lágrimas.[72]

El Jueves Santo, a las cinco de la tarde, cuando todos salían del sermón y lavatorio, sobrevino un temblor de tierra que en un instante redujo en ruinas los edificios, sepultando por lo menos mil quinientos hombres. El virtuoso Obispo[73] pereció bajo los muros de su palacio con los canónigos, clero, colegio que le habían asistido al lavatorio. La mayor parte de las casas cayó y las otras amenazan próxima ruina. Las monjas quedaron aisladas y sin convento, y se han trasladado a una hacienda. El fuego de las cocinas resollé el Sábado Santo, reduciendo a cenizas lo que había perdonado el terremoto. Aquí en Tunja lo sentí y no fue considerable. En Santafé también se sintió, pero sin daño. En Pamplona desplomé dos iglesias, y creo que el foco es el nevado de las inmediaciones de Mérida, que seguramente es un furioso volcán. Mucho temo del Coconucos, y que de repente sepulte a Popayán. La vecindad de los volcanes es tan terrible, y en menos de quince años hemos visto las tres escenas lamentables de Riobamba, Honda y Mérida.[74]

Apure usted por Congreso, si no somos víctima de Molina, Abarcal,[75] Tacón[76] y Santa Marta. De Santafé no espere usted sino ambición, corona, injusticias, y todos los furores de las pasiones irritadas. No hay virtudes, y sin virtudes no puede haber libertad. Canon precioso pero que nos anuncia esclavitud y crímenes. Este es el fruto de nuestra educación mimada y corrompida; vea usted el fruto del lujo y de la afeminación, vea usted los robustos renuevos de las semillas de orgullo sembradas en nuestros colegios bajo el pomposo nombre de noble emulación. ¡Ah, qué justo es Dios! Dios venga nuestros delitos, y nuestra ambición es el suplicio que su justicia ha decretado a nuestro orgullo, a nuestra avaricia, a nuestras liviandades. Adoremos sus augustos decretos, y a lo menos desarmemos su brazo vengador con nuestras lágrimas, con nuestro arrepentimiento, y sobre todo, con el sacrificio de nuestras pasiones más violentas. Este es el único bálsamo que podemos aplicar a las heridas profundas que nuestras pasiones han hecho a la Patria mía. ¡Patria! ¡dulce patria! ¡Posteridad! ¡amable posteridad! perdona a unos ciudadanos indignos de este nombre, por sus crímenes; perdona nuestras sombras y dejadnos reposar a lo menos en el silencio del sepulcro. Pero ¡ay! la posteridad es inexorable, ella desenterrará nuestros huesos, y nuestros hijos nos dirán: salid del reposo de la tumba malvados, salid. Vuestras cenizas no deben mezclarse con las nuestras. Vosotros viciosos vendisteis a vuestras pasiones criminales la patria y nuestra libertad, vosotros habéis agravado nuestro yugo y habéis esclavizado a todas las generaciones que han tenido la desgracia de teneros por padres. Nuestros nombres serán nombres de oprobio. La historia .. Este espectáculo me oprime. Quién sabe si los nombres de Arboledas, Torres, Pombos, Caldas... van a ser tan odiosos como los de Nerón,[77] Domiciano,[78] Calígula[79] y todos los viciosos. ¡Qué herencia la que vamos a dejar a nuestros hijos!
 

Salude usted al Páter[80] y póngame a los pies de mi señora doña Rafaela,[81] con mil expresiones, a sus niños y a Manuelito,[82] nuestro observador de eclipses.

¡Adiós! CALDAS

Niño saluda a usted y dice que es un Peloticas.




163
Sogamoso y abril 28 de 1812
Serios Lacedemonios:[83]

No quiero más ilustrísimas ni reverencias con unos Lacedemonios que han olvidado su lengua por la de los imprescriptibles. ¿Quién creyera que los adoradores del siglo de Mena y Bavasorda habían de hablar en francés? Esta lengua no la entendían dos en esos días de paz y de tranquilidad. Contentos con su mal castellano y peor latín, no leían sino a Larvagá, al Quijote y a Palanco y Reinfetuel. Ellos no se apuraban por libritos de gusto, de esas frívolas producciones que llenan hoy nuestro corazón y nuestros momentos. ¡Días felices! Días que no veremos nosotros ni nuestros nietos.

Me gusta que se active el asunto de la imprenta y que Molano se pase cuanto antes. a la casa. Yo creí que ya la habitaba. Apuren ustedes, ilustres Lacedemonios, a fin de ver algo impreso en esa imprenta.[84]

Yo trabajo mi larga carta de Tunja, y diré algo de su literatura, no para retardar el Congreso, que es la última áncora que nos queda en esta tempestad, sino para que abran los ojos y estudien.

¿Con que Pombo[85] el honrado Pombo, sale ignominiosamente desterrado y depuesto con siete hijos y una mujer virtuosa? ¿Con que Castillo[86] ha de marchar dentro de tres días? La causal, el proceso y la sentencia de esos virtuosos ciudadanos es la voluntad de Nariño.[87]

¡Qué libertad! ¿Hacían más Alba, Amar y Mendinueta?[88] ¡Y vivimos bajo una Constitución que mira como sobrada la persona, el honor y ¡os bienes de los ciudadanos! ¡Oh tempora! ¡Oh mores! ¡Quién sabe qué otros males esperan a Pombito, a. !!! Pero en medio de esta crisis yo observo, yo calculo y yo pinto, y solo el flujo político me hace decir cosas que no son de geografía y astronomía. Que ese Presidente4 haga lo que quiera, que mi felicidad no está en sus decretos y prescripciones sino en el testimonio de mi conciencia, y en cumplir con los deberes de cristiano, de ciudadano de Cundinamarca, de esposo, de padre y de cosmógrafo que es la última de mis obligaciones. Vivan ustedes quietos, no tomen partido, y ruede la bola hasta que la causa de la libertad pida muchos socorros. No expongamos nuestro reposo por facciosos, y estudiemos para servir a esta patria querida.

Adiós. CALDAS

172
Tunja...
Mi amada y perseguida Manuelita.[89]

Por mano de don Camilo Torres[90] te he librado setenta pesos para tus gastos. Aquí he sabido que Nariño[91] te ha retenido en calidad de rehenes, lo mismo que a la hija de este Gobernador.[92] Es necesario que te armes de paciencia, hasta que Dios te libre de ese hombre y de la cuadrilla de chisperos que te abominan porque eres esposa querida de un hombre que aborrece a los tiranos. Ahora sé que el Congreso, a reclamaciones mías, te ha pedido al usurpador[93] de la Presidencia de Santafé, y ordena que te unas a tu marido. Si este hombre cruel no desatiende las órdenes del Congreso y te permite salir, deja inmediatamente ese suelo desgraciado, esa ciudad preciosa pero plagada de chisperos corrompidos y criminales. Yo te mando que vendas los muebles de casa, como mesas, sillas, canapés, etc., etc.; que me traigas la Virgen, mis libros y mis instrumentos, con todo lo que se pueda conducir. Te encargo especialmente mis papeles, y que Sánchez[94] pida mis bienes y mis instrumentos que están en el Observatorio.

Tú no temas nada, aquí no se ha pensado en declarar guerra a Santafé; esto no cabe sino en la cabeza del miserable Nariño; él es el que, por fines que no alcanzo, ha alborotado a ese pueblo crédulo, voluble y viciado con la predicación de los chisperos infernales. Acá se piensa con otra moralidad, otra religión que la que tiene Nariño y su cuadrilla; acá solo se dan pasos a la paz y allá todo es calentar a esos habitantes con mentiras. Serénate, amada hija mía; aprovéchate de los momentos, y sal con Sánchez y con toda la familia. Acá viviremos pobres, pero en paz, y con la dulce satisfacción de haber padecido por la patria.

Saludo a Sánchez y a Liborito;[95] saludo también a la comadre Nacha[96] y a todos. Tu
CALDAS.




173

Mi amada Manuelita:[97] yo estoy bueno, gracias a Dios, aunque muy aborrecido del tirano[98] de Santafé. Esta carta será larga y común para ti y para Sánchez.[99]

Los bienes que me pertenecen y son míos en el Observatorio, son: una grande aguja que está en una caja grande que parece frasquera con agarraderas de cobre, como papelera; un teodolito pequeño en caja de pino y no de caoba; un sextante, caja de caoba; un cuadrante en dos cajas de pino, de que hablé en mi anterior, y Barona[100] me dice que el pícaro de Carbonell[101] le dejó sacar; una mesa de camino, el barómetro que balancea en tres pies y un grueso peso de cobre; el otro que está en la pared clavado y que balancea también; el retrato del señor Mutis;[102] y una Uranita en un cuadrito de pintura quiteña. Es necesario pedirlos al tirano por una representación fuerte.

Nariño y Carbonell tiran a vengarse de mí con bajeza y con crueldad; ellos quieren tragarse mi imprenta y mis bienes; y es necesario defenderlos, y si no se puede otra cosa, recompensarse del modo que sea posible. Para esto yo tengo acá algunos instrumentos que valen más que la imprenta, y quiero que los globos, telescopio chico, libros que dejé en mi cuarto se escondan con todo esmero, lo mismo que todos mis papeles y manuscritos. Barona me dijo que habían embargado mis libros que se hallaban en mi cuarto, y lo siento en mi alma, porque veo que cayó mi Lalande.[103] Pero veo que en la última de Sánchez me dice que todo lo de casa lo tenía asegurado. ¿Cómo, pues, han embargado el Racine[104] y demás? Sea lo que fuere, es preciso que se oculte cuando se pueda, y de todos modos, encomendarse a la Virgen y que venga todo.

El mozo parte y no puedo ser más largo. A Sánchez que me escriba todo, todo, todo. Tu no tengas cuidad, estoy bueno, y no corro peligros. Tu Caldas T.

San Gil y julio 15 de 1812.









179
Tunja, 22 de agosto de 1813[105]

Amado Miguel:[106]

Que tormenta la que se ha excitado por un puñado de malvados contra los hombres de bien y de luces. ¿Quíen habría creido en 1810 que Carbonell[107], el ratero Carbonell, Mutis, el estúpido Mutis,[108] Otero,[109] Groot,[110] Tobar, Nariño,[111] el necio Panela, Mogollón, Murcia, Pase... habían de oprimir y escarnecer a los Torres, a los Camachos, a los Castillos, tres Pombos, Gutiérrez, Do Barayas Restrepos, Corrales, Torices y a todos los buenos del Reyno?[112] ¿Quién había de creer que la federación, este sistema bajado del cielo para consolar a los mortales de las maldades de los reyes, el único que puede ponernos a cubierto de los furores de la tiranía, había de ser la manzana de la discordia entre hermanos? Ya lo hemos visto y también lo hemos llorado.

¿Serán inútiles nuestros esfuerzos generosos? ¿Tríunfará Nariño y los feroces jacobinos? ¿Arrastrarán a las prisiones otra vez a los amigos de la libertad y a los virtuosos? Yo creo que si; la frialdad con que se han manejado los Diputados de Ibagué,[113] los términos humillantes con que se han expresado con Baraya y con el firme Gobierno de Tunja me dan malas esperanzas. Yo no conozco ya en esos documentos la firmeza romana de Camilo, de Camacho, de Castillo. El primer oficio son réplicas al ilustre Baraya para que no ataque a los opresores de la libertad. Este oficio vergonzoso lo recibimos al frente del ejército de Pey,[114] cuando esperaba el general a lo menos una aprobación de la resolución heroica que había tomado por los que estaban destinados a ser pa.dres de esta Patria dilacerada por un tirano abominable[115] Se necesitaba toda la energía de nuestro corazones para sostenerse con un oficio tan helado y degradante de los Diputados. ¡En qué peligro no pusieron estos hombres la libertad! Tu dirás que es un atrevimiento el mío ponerme a censurar una conducta moderada de los hombres más sabios del Reyno; es verdad; pero yo he visto lo que influyó en el corazón de Baraya, de Ricaurte y de toda su oficialidad y puedo mejor que nadie apreciar los malos efectos de este oficio de que siempre se deben avergonzar los Diputados.

El segundo no es mejor que el primero. En él le aseguran a Baraya que se retiran a llorar las desgracias del Reyno, porque no dejaba impune a Pey, porque no abandonaba a Tunja a discreción de Nariño, porque no dejaba abandonada a Santafé en manos de esa turba de criminales, porque no olvidaba al Congreso, a la organización del Reyno, y porque olvidándolo todo se hundía en Cúcuta con toda su fuerza.

Ahora acaban de ponernos en la desesperación con un tercer oficio. Cuando esperábamos que con la energía de hombres libres se trasladasen a Leyva para instalar  el Congreso, llaman tranquilamente a los de Santafé para determinar lo que convenga. ¡Qué flema! ¿No irrita el ánimo más flemático esta conducta? ¡Qué peligros a los que nos exponen! Supón que Tunja agotada no puede sostener ya los gastos enormes que hace con las tropas; supón que Nariño se rehace; supón que nos ataque. ¿En qué viene a parar el Congreso, la libertad y la Patria? A estos males, a esos extremos nos ha reducido la flema criminal de los señores Diputados. Tú eres mi amigo, en tu corazón puedo depositar tus temores y mis acaloramientos. Tú te hallas con esos señores, acalóralos, exáltalos y da movimiento a esas masas frías, inertes y sin impulso.

Mucho habrás reído con mi gobierno y con mi ínsula. Pero yo, que no nací para político, vi que era una temeridad aceptar un empleo que no podía desempeñar dignamente. Mil veces les recomendé que te eligiesen, que tú podías hacerlos felices, que tu tradición y constitución del Norte probaba demasiado; que tenías talentos y conocimientos políticos. Yo salí por garante de tus intenciones y de tu corazón, afirmaron nos habíamos criado juntos, que te había tratado desde tu infancia y que te conocía a fondo. Yo me recibí bajo tales condiciones:[116]

1a Que no había de dejar el ejército, en donde hacía falta como ingeniero.
2a Que solo había de ser hasta la formación del Colegio. 3a Que me habían de dar un teniente de mi confianza en quien depositar la autoridad. Se convino y me hallé Gobernador entre las manos y sin las responsabilidades y desatinos que había yo hecho. Robira[117] fue el que pedí para teniente. Espero que el Colegio, si sigue mi consejo, te nombre Gobernador, de esos pueblos industriosos y enérgicos.

También te recomendé para uno de sus Diputados al Congreso que deben estar ya nombrados. El 12 de éste se reunió en el Valle, presidido por Robira.[118]

Mucho he padecido, mi querido Miguelito, mucho he trabajado por arruinar al tirano, muchos sacrificios ha hecho mi corazón a esta libertad y a esta Patria. Yo he visto ya todos los horrores de la guerra, y creo que no fue inútil mi presencia el 19 de julio. Ya sabrás que el tirano embargó mis muebles, mi imprenta, mis libros y lo que más me duele, mis instrumentos debidos a la generosidad de tu ilustre y venerable tío.[119] Yo lo sacrifico todo con gusto, romo vea formado el Congreso y feliz esta patria para que nací.
Adiós. FRANCISCO José DE CALDAS


182

Tunja y septiembre 18 de 1812

Mi amada Manuelita:[120] ha nueve días que mandé un peón con cartas para Sánchez,[121] Lastra,[122] Benedicto,[123] París y Tenorio,[124] y más con sesenta pesos en plata para comenzar el pago de Rublas.

Veo que no vuelve, y creo que se perdió con este dinero. ¿Cómo ha de ser, cuando estamos más pobres, más adversidades? Dicen que cuando el pobre lava la camisa, llueve.

Consuélate con la pérdida de nuestra Ignacita,[125] ella está en la patria de los justos; está en la región de la paz, rodeada de gloria y nadando en felicidad; ya se libró del odio de los chisperos que a pesar de su inocencia, más de uno la aborrecería porque era hija de un ciudadano libre. Yo me he alegrado en lugar de llorar. Acá han llegado noticias bien tristes sobre el estado en que se halla esa ciudad desgraciada y la consternación en que se hallan todas las familias honestas. Yo no dudo que Dios tenga misericordia de ese pueblo, lo limpie de la hidra de los chisperos abominales, y le vuelva la paz que no ha gustado hasta ahora. Tú lleva una conducta cristiana y digna de tu cuna y de tu esposo. Trata con desprecio y aun con ceño a esos chisperos; no comuniques sino con los señores Alvares,[126] Tenorios[127] y Casís;[128] que nadie tenga qué decir de ti; tu labor, tu retiro, el cumplimiento de tus obligaciones, el temor de Dios y la frecuencia de los sacramentos te harán respetable y el objeto de mi estimación.

A Sánchez, que las cartas perdidas no tenían otro objeto que la devolución de la imprenta a Benedicto. Este es un buen amigo; me ha servido, y es necesario agradecer. Así, que inmediatamente se la den, porque ha sido una pesadumbre para mí el que París, sin orden mía, se la hubiese quitado.

Escribir todo; yo estoy bueno y te deseo salud, y sacarte del medio de los chisperos.

Saluda a mi comadre Nacha[129] y a todos. Tu  CALDAS




195

Santafé, octubre 27 de 1816

Carta del Excelentísimo señor Francisco José de Caldas al Excelentísimo señor don Pascual Enriles.[130]

Un astrónomo desgraciado se dirige directamente a Vuestra Excelencia sin otro mérito que el saber que Vuestra Excelencia profesa las ciencias exactas y que conoce su importancia y su mérito.[131] Esta es una ventaja para mí, y confiado en ella, ruego a Vuestra Excelencia preste por un momento su atención a un profesor desgraciado y afligido.

Es verdad, señor, que me dejé arrebatar del torrente contagioso de esta desastrosa revolución, y que he cometido en ella algunos errores; pero también es verdad que mi conducta ha sido ¡a más moderada; que no he perseguido a ningún español; que no les he ocasionado ningún perjuicio; que no be sido funcionario, ni en el Gobierno General, ni en ninguna Provincia; que no he tomado las armas ni salido a campaña contra las tropas del Rey;[132] que no he incendiado, asesinado, robado, ni cometido ninguno de esos delitos que llaman
¡a venganza pública. Siempre pacífico, amigo de las ciencias y ardiente cultivador, he amado el trabajo y el retiro, y he puesto los fundamentos a muchas obras originales que habrían hecho honor a la Expedición Botánica de quien dependía, y si mi amor propio no me engaña, creo que habrían llamado la atención de la Europa si las turbaciones políticas no hubieran venido a turbar mi reposo.

Toda mi vida la he consumido, señor, en cultivar la astronomía aplicada a la geografía y la navegación, a la física y a la historia natural; comencé a persuadirme que había acertado en esta carrera espinosa cuando vi el aprecio que hicieron de mis trabajos el señor don José Celestino Mutis y el Barón de Humboldt, y comenzaron a dispensarme su protección y favores. Estos se reducen en compendio a lo siguiente:

He levantado la carta de casi toda la parte meridional de la Nueva Granada, no sobre conjeturas, relaciones vagas o borrones ajenos, sino sobre medidas, rumbos, operaciones geométricas, determinaciones astronómicas de latitud, y sobre todo en longitud y aprovechando los eclipses de luna y sol; ya las inmersiones y emersiones de los satélites de Júpiter; ya los apulsos de ¡as estrellas por la Luna; ya las distancias lunares; ya los azimutes de la Luna, y ya por el tiempo, o marcha de un cronómetro de Emery, tengo la satisfacción de haber fijado de un modo preciso la longitud absoluta y relativa de Quito, y de haber sacado, por decirlo así, de sus antiguos quicios a la carta de la Nueva Granada el meridiano del Observatorio de Santafé, la longitud de Popayán, y la de otros muchos puntos del Reino han sido determinados, y cuando preparaba la reforma de la geografía de esta parte de la América, me sobrecogió la época triste de la revolución.

En la geografía creo haber hecho progresos, y puedo decir a Vuestra Excelencia que han nacido en mi espíritu ideas nuevas y originales sobre las cartas geográficas, ideas que dando un grado de interés a este género de producciones, las hacen más interesantes a las ciencias y a la sociedad. Las agitaciones políticas todo lo suspendieron, y solo existen en mi espíritu inventos tan interesantes y preciosos, lo mismo que todo lo que quemé en mi emigración. Es imposible, señor, que un infeliz preso, en camino, y sin comodidad alguna, pueda dar a Vuestra Excelencia una idea de cuanto ha trabajado en este género; pero si yo llego a tener la dicha de hablar a Vuestra Excelencia, entonces yo manifestaré mis pensamientos.

En la física he hecho algunos descubrimientos que seguramente complacerían a Vuestra Excelencia: el termómetro, las medidas con este instrumento, las mareas atmosféricas, la meteorología ecuatorial, etc., han dado algunos pasos entre mis manos. ¡Qué dolor ver todo esto perdido con mis desgracias! Pero lo que más interesa y sobre lo que ruego a Vuestra Excelencia fije su atención, es sobre mis largos y numerosos trabajos sobre la historia natural. Destinado por el señor Mutis a la Provincia de Quito, recorrí esas regiones y colecté un herbario que ascendió a cerca de seis mil ejemplares de plantas ecuatoriales que están depositadas en la casa de la Expedici6n Botánica; este viaje me dio ocasión de comenzar a realizar una obra grandiosa titulada Phitographia ecuatorialis (geografía de las plantas). Este era un corte del globo en el sentido del meridiano, pasando por Quito y abrazando 9° en latitud, 4°,5 al norte, y 4°,5 al sur del Ecuador. Esta obra, cuya idea pide un largo detalle, quedó iniciada, y yo tendré el honor de presentar fragmentos a Vuestra Excelencia. Los volcanes y montes nevados de la Nueva Granada, el nivel de la nieve perpetua, los niveles de los valles y del continente de la Nueva Granada, la altura del mercurio en el mar, y sobre tantos objetos que me sería muy largo a Vuestra Excelencia, forman otras tantas obras, y cuyos pormenores y planes van a perecer con su autor si Vuestra Excelencia no lo socorre.

El señor Mutis fue un sabio que más meditaba que escribía, y es un dolor ver tantas láminas preciosas sin los escritos que las corresponden. Este botánico conoció bien este vacío y resolvió llenarlo de esta manera. En 1805 me llama con rapidez de Quito, en donde me ocupaba en herborizar, medir y observar, y en la primera conferencia me explica sus miras y eran el de ocuparse seriamente en trasladar a mi espíritu todos sus descubrimientos y todas sus ideas.

Tres años y medio gastó ese sabio en imponerme de su Flora y en comunicarme su ciencia botánica. Sus grandes ideas sobre la reforma del sistema, sobre sus apotelogamas, sobre las quinas, etc., solo están depositadas en mi corazón. Qué diré a Vuestra Excelencia sobre mi grande obra intitulada Cinchonae, en que la quina se presenta bajo de los aspectos más nuevos y grandiosos capaces de hacer honor a la Nación; perdone Vuestra Excelencia que tome este estilo elogiador de mis cosas, no es la vanidad el que me lo inspira, es el deseo de que Vuestra Excelencia conozca lo que tiene encerrado mi corazón, apenas puedo apuntar a Vuestra Excelencia mis ideas; pueda ser que tenga oportunidad de hacerlo con más reposo en esa capital.

Señor, Jefe ilustrado y sabio de un ejército victorioso, señor, salve Vuestra Excelencia, en este desgraciado un cúmulo numeroso de descubrimientos de ideas felices, y las semillas de tantas obras importantes que harían honor al nombre español, y más a Vuestra Excelencia que había sido su salvador. Arránqueme Vuestra Excelencia con su autoridad del seno de esta borrasca formidable.

Yo serviré a Vuestra Excelencia, yo seguiré a Vuestra Excelencia a todos los puntos de la tierra adonde lo lleve su gloria y su deber, yo consagraré todas mis fuerzas y todo mi genio en contribuir a la gloria de un Jefe tan ilustrado.

Señor, socorra Vuestra Excelencia a un desgraciado que está penetrado del más  vivo arrepentimiento de haber tomado una parte en esta abominable revolución; señor, yo conozco la parte más sublime del pilotaje,[133] y en el primer viaje habrá formado Vuestra Excelencia un piloto que pueda servir a Su Majestad, con utilidad; tenga Vuestra Excelencia piedad de mí, téngala de mi desgraciada familia y sálveme por el Rey y por su honor.

Dios Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia muchos años.

Mesa de Juan Díaz y octubre 22 de 1816.

Excelentísimo señor.

FRANCISCO José DE CALDAS

(Hay una rúbrica).



REFERENCIAS CITADAS

ACADEMIA COLOMBIANA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES (1978), CARTAS DE CALDAS. Bogotá, Imprenta Nacional de Colombia, ed.

BATEMAN, ALFREDO D. CALDAS, FRANCISCO JOSÉ. Obras completas. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1966.

CASTAÑO, Paola NIETO, Mauricio y OJEDA, Diana (2005), Política, Ciencia y Geografía en el Semanario del Nuevo Reino de Granada. En: Nómadas, Bogotá, Universidad Central, N° 22, 2005, pp. 114-124.

HERRERA, Ängel Martha (1999), Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII. Bogotá. Imprenta Nacional, ed.
NIETO,  Olarte Mauricio (2008), ALEXANDER VON HUMBOLDT Y FRANCISCO JOSE DE CALDAS: AMERICANISMO Y EUROCENTRISMO EN EL NUEVO REINO DE GRANADA. En. La percepción de Humboldt en la sociedad española del siglo XIX. Pp. 127-142.  Madrid. Real Sociedad Geográfica : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC
RUCINQUE, H. F. (2005), Colombian Geography: Tradition and Current Status. En:
 (2005). http://www.geolatinam.com/Rucinque.htm

RUEDA Enciso José Eduardo (2004), Francisco José de Caldas. En: Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.
http://www.bdigital.unal.edu.co/79/2/327_-_1_Capi_1.pdf

Pentágono regular: INICIO
Miguel Antonio Espinosa Rico


[1] Artículo para la Revista Pedagógica Nueva Escuela, No. 5. Número Especial Bicentenario de la Primera Independencia de Colombia. Julio de 2010.
[2] Licenciado en Ciencias Sociales. Magíster en Geografía. Estudiante doctorado en Geografía, Universidad Nacional de Colombia. Director Espacio Tiempo en Sociedad, Grupo de Investigación en Didáctica de las Ciencias Sociales.
[3] ACADEMIA COLOMBIANA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES (1978), CARTAS DE CALDAS. Bogotá, Imprenta Nacional de Colombia, ed.
[4] Antonio Arboleda Arraechea. Se inicia con esta carta la correspondencia conocida con Arboleda, su compañero de muchos trabajos, a quien había iniciado en la ciencia botánica.
[5] Carlos de Linneo.
[6] José Celestino Mutis.

[7] Rafaela Valencia y Valencia de Arboleda.
[8] ManueL Esteban Arboleda Valencia.
[9] Vicente Javier Arboleda Valencia.
[10] Martín Tenorio Arboleda.
[11] Se  refiere a la determinación de la longitud de Popayán, la que espera lograr con la observación de los satélites de Júpiter.
[12] Marcelino Mosquera Arboleda
[13] Alférez Real de Cali, Manuel de Caicedo Tenorio.
[14] Felipe Vergara y Caicedo.
[15] Fernando Vergara y Caicedo.
[16] Santiago Pérez de Arroyo y Valencia.
[17] Casimiro Gómez Ortega.
[18] Carlos de Linneo.
[19] José Pitron de Tournefort.
[20] José Quer y Martínez.
[21] Manuel María Arboleda Arraechea.
[22] Enrique Luis Du Hamel de Monceau.
[23] Toribio Rodríguez.
[24] Antonio Arboleda Arraechea.
[25] Jerónimo Torres Tenorio.
[26] Camilo Torres Tenorio.
[27] Juan José Hurtado Arboleda.
[28] Andrés Marcelino Pérez de Arroyo y Valencia.
[29] Diego Martín Tanco.
[30] Helecho del género polypodium, principalmente p. glaurophytlum.
[31] Camilo Torres Tenorio
[32] Miguel Pombo Pombo
[33] Francisco Antonio Ulloa.
[34] Manuel José Hurtado Arboleda
[35] Joaquín Mosquera y Figueroa.
[36] La provincia de Popayán, así como la Presidencia de Quito, estaba fuera de la jurisdicción del Consulado de Cartagena creado en julio de 1795.
[37] Ver las cartas Nos. 118 y 120 en lo referente a la propuesta de delimitación hecha por Caldas.
[38] Antonio Arboleda Arraechea
[39] Federico Alejandro Barón de Humboldt.
[40] José María Cabal.
[41] María Teresa Mosquera de Arroyo.

[42] Antonio Amar y Borbón.
[43] Antonio Irigoyen en estos días comandante de marina en el Apostadero de Guardacostas de Cartagena de Indias. El Almanaque Náutico enviado, publicado por el Observatorio de San Fernando, Cádiz, a partir del año de 1792
[44] Este manuscrito de los cálculos de las observaciones no se ha encontrado.
[45] Esto indicaría que Caldaa estaba ampliando su conocida memoria de 1802, escrita en Quito.
[46] Esta Memoria sobre refracciones no se conserva.
[47] Con fecha 4 de ese mes se consignó el parecer del Virrey sobre el informe de Caldas.
[48] María Manuela Barahona es la primera carta que Caldas le envía.
[49] Antonio Arboleda Arraechea.
[50] Agustín Barahona Escobar.
[51] El expediente se encuentra en el archivo de la Catedral de Popayán; los documentos que ofrece fueron apenas solicitados el 27 de febrero. (Ver cartas Nos. 139 y 140).
[52] Vicenta Tenorio de Caldas.
[53] María Ignacia Barahona Fajardo
[54] María Manuela Barahona.
[55] Los jefes de la revolución del año anterior, el 10 de agosto de 1809, entre los cuales
figuraba Juan de Dios Morales, de Rionegro (Antioquia), y el capitán Juan Salinas de Rojas, fueron asesinados en la prisión el día 2 de agosto de 1810.
[56] Se refiere Caldas al “Diario Político”, redactado en compañía de Joaquín Camacho. El
primer número apareció el 27 de agosto.
[57] María Manuela Barahona de Caldas.
[58] Es esta la primera alusión a la actividad de Caldas como ingeniero militar
[59] Jorge Tadeo Lozano.
[60] La última memoria del Semanario fue la número 11 “Elogio histórico de don Miguel Cabal”.
[61] María Teresa Mosquera de Arroyo
[62] Benedicto Domínguez
[63] Se refiere a la carta N 159.
[64] Antonio Baraya.
[65] Joaquín Ricaurte Torrijos.
[66] Antonio Nariño
[67] Francisco Urquinaona
[68] Antonio Arboleda Arraechea.
[69] Antonio Nariño, Presidente de Cundinamarca.
[70] Francisco José de Caldas y Antonio Baraya.
[71] Juan Nepomuceno Niño.
[72] Ver la carta N 161.
[73] Santiago Hernández Milanés
[74] El terremoto que asoló a Riobamba ocurrió el 4 de febrero de 1797 a la, 7 h. 30 m.
a. m., y el que afectó a Honda el 16 de junio de 1805 a las 3 y 15 a. m.
[75] José Fetnando Abascal, Virrey del Perú.
[76] Miguel Tacón y Rosique.
[77] Lucio Domicio Nerón.
[78] Tito Flavio Sabino Domiciano.
[79] Cayo Julio César Germano Calígula.
[80] Juan José Hurtado Arboleda.
[81] Rafaela Valencia y Valencia de Arboleda.
[82] Manuel Esteban Arboleda Valencia.
[83] Benedicto Domínguez y Francisco Urquinaona.
[84] Juan Rodríguez Molina. Ver las cartas Nos. 18 y 161 en lo referente a la imprenta.
[85] Miguel Pombo Pombo
[86] José María del Castillo y Rada
[87] Antonio Nariño.
[88] El oidor Juan Hernández de Alba y los Virreyes Antonio Amar y Borbón y Pedro
Mendinueta y Muzquiz
[89] María Manuela Barahona
[90] Camilo Torres Tenorio.
[91] Antonio Nariño.
[92] Juan Nepomuceno Niñ
[93] Antonio Nariño.
[94] Antonio Sánchez
[95] Liborio María Caldas Barahona.
[96] Liborio María Caldas Barahona.

[97] María Manuela Barahona
[98] Antonio Nariño.
[99] Antonio Sánchez.
[100] José Agustín Barahona.
[101] José María Carboneli.
[102] José Celestino Mutis.
[103] La Astronomía de José Jerónimo Le François de Lalande, en tres tomos.
[104] Juan Bautista Racine

[105] Aunque en el original aparece esta fecha, se ve por el texto que es del año 1812.
[106] Miguel Pombo Pombo.
[107] José María Carbonell.
[108] Sinforoso Mutis.
[109] Luis Otero.
[110] Pedro Groot.
[111] Antonio Nariño.
[112] Alude a Camilo Torres Tenorio, Joaquín Camacho, José María Domínguez, Antonio Baraya, Manuel Rodríguez Torices, José María del Castillo y Rada, Joaquín Ricaurte, Frutos Joaquín Gutiérrez, etc.
[113] El Congreso de las Provincias Unidas se reunió en Ibagué.
[114] José Miguel Pey.
[115] El Congreso se instaló en la Villa de Leiva el 4 de octubre de 1812.
[116] Única noticia de que Caldas haya sido nombrado Gobernador
[117] Custodio García Rovira.
[118] El Congreso se reunió en el Valle de San Luisa cerca de Ibagué.
[119] José Ignacio de Pombo.
[120] María Manuela Barahona
[121] Antonio Sánchez
[122] Pedro de la Lastra.
[123] Benedicto Domínguez del Castillo
[124] Tomás Tenorio Carvajal
[125] Ignacia Caldas Barahona
[126] Manuel Bernardo Álvarez.
[127] Familia de Tomás Tenorio
[128] Pedro Casis
[129] María Ignacia Álvarez Lozano, madrina de bautizo de Ignacia Caldas.
[130] Pascual Enrile y Alcedo.
[131] Caldas conocía los méritos científicos de este marino que había realiaado importantes tareas ascrondmícas en fa península
[132] Fernando VII de Espafia. Ver las cartas 192, 193 y 194.
[133] Se refiere a la astronomía, fundamento de la navegación, y al hecho que Enrile, marino al comando de la escuadra que transporté a Morillo y su ejército, podría emplear a Caldas en algunos de los barcos.

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