Presentadas como el estándar para medir la calidad de la educación- y requeridas por el “club” de la OCDE- estas pruebas tienen graves sesgos en cuanto a las funciones, contenidos y métodos que en realidad se necesitan en nuestros colegios.
María Patricia Asmar Amador*
Una prueba decisiva
El miércoles y jueves de esta semana, un total de 13.459 estudiantes de 380 colegios elegidos aleatoriamente en 28 departamentos representaron a Colombia en las Pruebas PISA (Programme for International Student Assessment), examen que se ha convertido en una especie de “olimpíada del conocimiento” promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Según el
Informe PISA 2012, en estas pruebas se “evalúa el grado en que (sic) se han adquirido conocimientos y habilidades clave que son esenciales para la plena participación de los jóvenes en las sociedades modernas”.
Los jóvenes colombianos fueron evaluados casi simultáneamente con sus pares de 63 países: 31 de ellos pertenecientes al club de la OCDE y otros 32 (además de Colombia), que se vinculan al proceso como “socios”.
Según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), la distribución por departamentos de los jóvenes que presentaron la prueba fue la siguiente:
Fuente Ministerio de Educación Nacional, 2015
Los resultados de las evaluaciones de estos jóvenes serán comparados con los de sus pares de Shanghái, Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur, por mencionar apenas a los cinco primeros de la clasificación internacional. La evaluación de este grupo de jóvenes servirá para tomar una “instantánea” de la calidad del sistema educativo colombiano.
A partir de los resultados de las PISA es posible establecer qué países lo hacen bien, cuáles lo hacen mal, cuáles han mejorado, cuáles han retrocedido y cómo aprender de las mejores prácticas internacionales para avanzar en el mejoramiento de los sistemas educativos.
Las falacias de las PISA
Estudiantes de secundaria en la ciudad de Hong Kong. Foto: Elizabeth Briel
Pese a su fuerza mediática -y a su aceptación casi total entre gobiernos y académicos- las pruebas PISA han sido seriamente criticadas en Colombia, Argentina, México, EEUU, y en países europeos como Alemania, Reino Unido, Francia y España.
Las voces divergentes denuncian la simplificación que estas pruebas hacen del proceso educativo y de la institución escolar, así como su promoción de un pensamiento pedagógico único, el establecimiento de una nueva razón jerárquica global basada en los resultados de los exámenes, y el desconocimiento de asuntos realmente importantes para la calidad de la educación.
Algunas de las críticas más recurrentes a estas pruebas han sido:
1. Comparar lo que no es comparable.
La calidad es un concepto relativo. No es lo mismo un colegio en un centro urbano que en un área rural. No es lo mismo educar a jóvenes en situación de vulnerabilidad que a los hijos de las élites culturales de un país. No es lo mismo educar en Cundinamarca que en Dinamarca, Shanghái o Corea del Sur.
Una escuela puede hacerlo muy bien sin que esto se refleje necesariamente en puntajes altos en las pruebas ICFES, PISA o en las
Evaluaciones TIMMS, pues la cuestión es mucho más compleja.
Algunas de las preguntas que no tienen en cuenta las Pruebas PISA son: ¿Dónde está la escuela? ¿Cuál es la línea base de los aprendizajes cuando se inicia el proceso educativo y qué transformaciones se logran con la intervención pedagógica? ¿Qué características socio-culturales, familiares y económicas tienen los estudiantes, y qué valor agregado les produce la escuela?
Tal vez los resultados que logre un colegio de vereda con un rector comprometido pueden representar un gran avance en calidad, que llegue a producir mejoras importantes en la vida de sus estudiantes. Pero estos pequeños-grandes cambios resultarían imperceptibles en las estadísticas globales.
La pretensión de las PISA de ser una prueba universal desconoce aquellas diferencias locales, especialmente en países con altos índices de desigualdad económica y social, como Colombia. Esta visión desconoce igualmente la complejidad de los procesos educativos y la multiplicidad de factores y tensiones que operan dentro de la institución escolar y alrededor de ella.
2. Simplificar el concepto de calidad educativa.
Las Pruebas PISA miden un aspecto muy limitado de la calidad educativa: las competencias de matemáticas, lectura y ciencias. A estas se han sumado recientemente competencias de alfabetización financiera y solución de problemas en algunas áreas.
Sin quitar importancia a estas competencias, hay que decir que las PISA dejan por fuera aspectos importantes en una experiencia educativa integral, como las artes, la tecnología, la filosofía, las humanidades o la formación ciudadana. Tampoco tienen en cuenta el desarrollo de competencias blandas relacionadas con la capacidad de trabajar en equipo, la tolerancia o el liderazgo.
Como señala
Keith Baker: “medimos lo que puede ser medido. Las pruebas miden que los estudiantes puedan seleccionar la respuesta correcta, pero no pueden medir más. Las puntuaciones no dicen nada acerca de la imaginación de los estudiantes, su capacidad para hacer buenas preguntas, su visión, su inventiva, su creatividad”. Más aún: la obsesión de preparase para exámenes estandarizados le da un peso excesivo a las habilidades para seguir instrucciones y procedimientos, en desmedro de verdaderas competencias de innovación, creatividad o liderazgo.
Sin embargo, la trascendencia de esta selección en el currículo es tan grande que los gobiernos y los colegios empiezan a entender que aquellas tres áreas – matemáticas, lectura y ciencias- son las importantes y las demás son “rellenos” o “marías”, como les dirían en España.
3. Nuevo “colonialismo educativo”.
La siguiente reflexión de
Pablo Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), explica esta idea de manera muy precisa:
“El presupuesto de PISA es que existe un solo mundo (no hace falta adivinar de qué color), una única cultura, un único modelo de bienestar y una única forma de insertarse productivamente en este mundo. Ese ideal de mano única puede y debe ser sintetizado en un conjunto de competencias necesarias para transitar a esa meta a la que todos aspiran: llegar al éxito económico.
(…) En la escuela hay que aprender un conjunto de cosas que son fundamentales para cualquier persona en cualquier lugar del planeta, tan fundamentales que es posible idear una prueba de alta complejidad que pueda determinar el grado de dominio de esas competencias a escala mundial, organizando un ranking de países en función del éxito o fracaso que experimentan los alumnos. Los mejores triunfarán, los peores fracasarán”.
De acuerdo con estas palabras, las pruebas PISA serían un macro-relato educativo que introduce una nueva razón jerárquica basada en los resultados del examen.
Los verdaderos pendientes
Dado el impacto mediático de las pruebas PISA, el gobierno colombiano las ha aceptado como un tema central de su política educativa. La ministra de Educación ha dedicado recursos ingentes a mejorar el rendimiento de los estudiantes en las citadas áreas y a contratar a través del SENA a los docentes necesarios para complementar la formación en los colegios.
Sin embargo, la obsesión por las PISA desplaza del centro del debate otros asuntos prioritarios para avanzar en la calidad educativa, como decir, entre otros,
Estudiantes bogotanos presentando las pruebas PISA. Foto: Secretaría de Educación de Bogotá
La transformación de los modelos pedagógicos
La inversión en infraestructura y tecnología,
La alimentación escolar,
La mejoría de la gestión en los establecimientos educativos,
Las políticas de retención escolar,
La selección, formación, remuneración, promoción y evaluación de los docentes,
El desarrollo de modelos de educación rural y étnica,
El uso de las TIC para modernizar las prácticas pedagógicas,
El fortalecimiento de la educación media,
La generación de oportunidades de acceso a educación terciaria.
La persistencia de los malos resultados de Colombia en las pruebas estandarizadas nacionales (ICFES) o internacionales (PISA) muestra que las evaluaciones descontextualizadas no influyen sobre la calidad educativa y, por el contrario, se convierten en un ejercicio periódico de análisis de resultados desalentadores.
A este propósito,
Diane Ravitch, una de las principales críticas de las evaluaciones PISA en los EEUU advierte que “entre más nos centramos en exámenes, más ahogamos la creatividad y la habilidad de pensar diferente de los estudiantes”; advertencia del todo pertinente dado el gran peso que tienen las evaluaciones estandarizadas en la política nacional de calidad educativa.
Es hora de que Colombia cambie de paradigma, deje de lado el excesivo énfasis sobre la evaluación estandarizada y empiece a transitar hacia procesos más creativos que contribuyan a despertar entusiasmo colectivo por el conocimiento y por su aplicación creativa en los contextos escolares.
* Gerente de Gestionamos para Educar mpasmara@gmail.com
@MPAsmar
http://www.razonpublica.com/index.php/econom%C3%ADa-y-sociedad/8490-las-falacias-de-las-pruebas-pisa.html