jueves, 30 de enero de 2020

HALLAN INDICIOS DE VIAJE TRANSCONTINENTAL DE NEANDERTALES HACIA SIBERIA

Hallan indicios de un viaje transcontinental de neandertales hacia Siberia

La 'gran marcha' dejó huella en múltiples utensilios descubiertos en una cueva de Altái.

La 'fachada' de la cueva ChagýrskayaIAET

Miles de utensilios de piedra idénticos que los dejados por los neandertales de Europa han sido descubiertos en la cueva de Chagýrskaya, en los montes de Altái, al sur de Siberia. "Es una prueba directa de un viaje transcontinental de neandertales", sostienen en el sitio web de la División Siberiana de la Academia de Ciencias de Rusia, cuyos arqueólogos y antropólogos trabajaron en el lugar.

Los científicos se preguntaron quién había llevado dichos utensilios, de los cuales no había rastro en otros emplazamientos conocidos de Altái, dijo Xenia Kólobova, doctora en Historia. Destacó que los huesos hallados "eran de una subespecie neandertal de hace aproximadamente 60.000-50.000 años".

Kólobova relató que los expertos se dedicaron a "comparar nuestros útiles de piedra con los ubicados cerca y no encontraron nada parecido en Altái, ni tampoco en Asia Central, ni más cerca de los Urales". "Los análogos más próximos estaban únicamente en la cuenca del Volga. A continuación empezamos a identificar objetos semejantes en el territorio de Crimea, el Cáucaso del Norte, y en Europa Oriental y Central".

IAET

Cerca de 90.000 útiles de piedra y 74 fragmentos de huesos humanos fueron desenterrados en la cueva siberiana desde el año 2007, cuando comenzaron las excavaciones. El equipo de Kólobova comparó 4.132 utensilios con los extraídos de la famosa cueva Denísova, situada a unos 100 kilómetros al este de Chagýrskaya, y los que se habían encontrado en Europa y el oeste de Asia.

El análisis de ADN llevado a cabo en el 2019 confirma sus conclusiones. El material génico extraído de los restos de un habitante de la cueva de Chagýrskaya se asemeja con los genomas de varios neandertales europeos y difiere bastante del ADN neandertal de Denísova, que tiene aproximadamente 110.000 años.

Los científicos han compartido los resultados de su estudio en un artículo publicado esta semana en la revista PNAS.

Segunda 'gran marcha' de cazadores


Los neandertales europeos posiblemente cazaban caballos salvajes y bisontes, según Kólobova. Unos 60.000 años atrás el frío y la sequía habrían obligado que algunas tribus migraran hacia el este, siguiendo los pasos de las manadas de animales.

"Los neandertales eran exploradores intrépidos", estimó el geocronólogo australiano Richard Roberts, quien participó en la datación de los hallazgos. No obstante, los investigadores admiten que los neandertales posiblemente no tenían la intención de ir tan lejos.

Y no era el primer viaje importante para la población europea de neandertales. Algo parecido había tenido lugar hace 100.000 años, pero los que llegaron hasta Denísova confeccionaban útiles diferentes. A partir de eso, los científicos estiman que representaban otra ola migratoria.

Velocidad migratoria

Los homínidos habían recorrido entre 3.000 y 4.000 kilómetros para llegar a las montañas de Altái. Se estima que en tiempos más cálidos su avance hacia el este iba a una velocidad de apenas 100 kilómetros por generación y el traslado desde Europa Oriental al sur de Siberia pudo durar entre 600 y 700 años.

Sin embargo, no está claro cuánto tiempo pasaron efectivamente en camino y cuántos individuos participaron en la migración. Los antropólogos solo están seguros de que los conocimientos sobre el itinerario se transferían de un grupo de neandertales a otro.

Fuente:

miércoles, 22 de enero de 2020

¿QUÉ ES EDUCACIÓN Y ESO LLAMADO CIENCIA?

¿Qué es la educación y esa cosa llamada ciencia?

Dentro de las aulas donde se imparte el método científico, el análisis crítico es bienvenido, siempre y cuando no supere los límites establecidos por los departamentos de investigación, la financiación privada y los intereses del mercado.

EL SACAPUNTAS


Un día una persona reflexionó sobre el papel de la enseñanza en la sociedad moderna. Llegó a esta conclusión: “La adultez no es un estado natural de los seres humanos. No nacemos adultas y adultos, aprendemos a representar ese papel a fuerza de imitar de mejor o peor grado a los adultos que nos rodean”. Desde los primeros pasos, los más pequeños son insertados en aulas, donde van aprendiendo cómo obedecer y memorizar, hasta que dan el primer empujón a las puertas mercantilizadas de la universidad, en ese camino sufrimos el deterioro hacia “la adultez”. Este proceso destructivo es implementado en gran medida por el sistema educativo, y es el mecanismo más potente que ha desarrollado nuestra cultura para reproducir seres humanos que encarnen los modelos impuestos sin apenas rechistar.

En las aulas la enseñanza dista mucho de ser un terreno neutral. Los sistemas educativos no son entes aislados y autónomos, sino que ejercen un rol en la sociedad: el transmitir una serie de conocimientos, los cuales producen en nosotros (y reproducen mediante nosotros) los valores y esquemas de esta sociedad. Esto se percibe desde la arquitectura de los colegios y universidades a los contenidos de las materias y las herramientas pedagógicas para asegurar el conocimiento. Así cada primavera la escuela fabrica adultos para reemplazar en las universidades a las generaciones anteriores pasando por una serie de cribas. Cribas que empiezan ya con las condiciones domésticas, familiares, etc de cada uno (condiciones que son personales, pero a la vez sociales).

La universidad es en gran medida un reflejo de la sociedad, y cada vez menos un microcosmos de educación colectiva y crítica como muchas esperábamos

En la idealizada universidad se repite este mismo patrón; somos de nuevo víctimas de una educación alienante donde las expectativas de desarrollo personal se transforman en una amarga frustración… ¡sorpresa! La universidad es en gran medida un reflejo de la sociedad, y cada vez menos un microcosmos de educación colectiva y crítica como muchas esperábamos. Descubrimos que también ha sido absorbida y se encuentra inserta en los intereses y necesidades de una sociedad al servicio de las élites políticas y económicas. Así el alumnado es sometido día tras día a un sistema (educativo) de control y adoctrinamiento, algo que conoce y reproduce muy bien la todopoderosa Ciencia.

En la universidad, los aprendices de científicos son víctimas de una falsa impresión de libertad y pensamiento crítico. Pronto interiorizan que la ciencia es un cuerpo de conocimiento sistemático que da cuenta de problemas que pueden ser resueltos por el ejercicio de la razón, sin subjetividades de por medio, suprimiendo así la poca capacidad de auto-crítica que permanecía latente en nosotras mismas. Dentro de las aulas donde se imparte el método científico, el análisis crítico es bienvenido, siempre y cuando no supere los límites establecidos por los departamentos de investigación, la financiación privada y los intereses del mercado. Nos penalizan cuando pensamos por nosotras mismas, y acabamos convirtiéndonos en “sujetos vacíos” que se suman a la campana de cristal.

La gran mayoría de estudiantes nos vemos precarizados, sin oportunidades laborales y una minoría consigue becas y se ve empujada a competir

Una vez con el título bajo el brazo y con la sensación de no haber aprendido más que a ejercitar la memoria, tenemos la obligación de adaptar el currículum a las necesidades productivas, nuestras aspiraciones se ajustan paulatinamente a las de tipo empresarial, se prioriza lo tecnócrata y la llamada “eficiencia y calidad” sobre la democracia y la deliberación colectiva. En cuanto a las salidas profesionales, la gran mayoría de estudiantes nos vemos precarizados, sin oportunidades laborales y una minoría consigue becas y se ve empujada a competir, y pasa a ser esclava de un mundo donde eres alguien a partir de aspectos hegemónicos. Aspectos tales como el prestigio de la revista donde publicas, la capacidad de conseguir financiación para proyectos de investigación, la posibilidad de adquirir equipos, las carreras profesionales, la autoridad y el reconocimiento científico, la capacidad de influir en decisiones de política a nivel científico, etc.

En mis propias carnes he vivido todo este aparato burocrático lleno de intereses a los que se somete el mundo científico. Me gradué en Ciencias del Mar y, no satisfecha con la decepción, me volví a tropezar con una piedra todavía más grande al especializarme en el maravilloso campo de la Oceanografía, que de nuevo hundió mis expectativas en el campo de la investigación preestablecida. Ahora, inmersa en un doctorado con unas condiciones precarias, donde mi capacidad de actuación de nuevo debe ser revisada por los peces gordos, a los que pago con mi matrícula la cuantía de trescientos euros anuales por el mero hecho de “dirigirme” en un desierto en el que nadie escucha mis interrogantes. Y esto si tienes la suerte de tener un buen director/a (en la mayoría de los casos la figura del director/a es un ente fantasmagórico).

Nos hacen creer que todo esto es justificable, que todo merece la pena, porque nuestro trabajo es vocacional, porque nos apasiona lo que hacemos

Cada mañana repito la misma operación: Me siento frente a la lupa a observar y estudiar el interior del océano, leo artículos científicos, escribo, analizo…todo bajo unas directrices ya marcadas. Y así hasta que nos permitimos descansar a la hora del almuerzo. Cuando llego a casa tengo que hacer sobreesfuerzos para no seguir modelizando como sacar adelante el trabajo, cómo publicar de manera constante –quiera o no quiera- para poder sobrevivir y optar a unas ridículas becas. Todo esto desencadena una constante competitividad entre compañeras, entre grupos de investigación y, finalmente, desemboca en un colapso personal del que cuesta sobreponerse. No obstante, nos hacen creer que todo esto es justificable, que todo merece la pena, porque nuestro trabajo es vocacional, porque nos apasiona lo que hacemos…aunque tengas que vivir del aire. Porque parece que los investigadores sufren lobotomías con cada sexenio y olvidan rápidamente sus orígenes. En otro paralelismo, se bajaron de las ramas para echar andar y no supieron volver a ellas.

En definitiva, parece que estamos dispuestas a seguir aceptando y apoyando estas prácticas, que generalmente consideramos necesarias. Sin embargo, alguien podría preguntarse por qué a unas criaturas supuestamente inteligentes y sensibles, unas monedas y una explotación humana y medioambiental en nombre de la vocación, les pueden empujar a esta forma de pensamiento auto-destructivo. ¿Cuánto estamos dispuestas a sacrificar en nombre de una educación/domesticación? y de una ciencia degradante, monótona y destructiva con la vida y el medio ambiente? La educación debe enseñar a sus pasajeros a no obviar la naturaleza de la investigación científica; los conceptos de complejidad, incertidumbre, caos y entropía, efectos a varios niveles... así como la intervención de la subjetividad, las representaciones, los imaginarios o la afectividad en ese proceso que llamamos “producción de conocimiento”.
Termino con una propuesta: preguntémonos.

Fuente:

ADN ANTIGUO CONFIRMA ORIGEN DEL HOMO SAPIENS EN CUATRO LINAJES

El ADN antiguo confirma el origen del ‘Homo sapiens’ en cuatro linajes


Un equipo internacional con participación española ha generado las primeras secuencias genómicas completas de ADN humano antiguo de África occidental y central y confirma que el origen del ser humano moderno se produjo a partir de cuatro poblaciones africanas diferentes que vivieron separadas hace entre 300.000 y 200.000 años.

Fotografía tomada en 1994 durante las excavaciones en el yacimiento de Camerún. / Isabelle Ribot

África es la cuna del Homo sapiens y alberga la mayor diversidad genética humana que cualquier otra parte del planeta. Los estudios de ADN antiguo de sus yacimientos arqueológicos pueden arrojar luz sobre los orígenes más antiguos de la humanidad. Sin embargo, siguen siendo escasos, en parte debido al desafío que supone extraer ADN de esqueletos degradados en ambientes tropicales. 

El análisis indica la existencia de al menos cuatro grandes linajes humanos profundos que contribuyeron a las poblaciones actuales

Ahora, un equipo interdisciplinar e internacional con la participación del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Univesidad Pompeu Fabra (UPF) en Barcelona, ha reconstruido el genoma antiguo completo de cuatro niños enterrados en el refugio rocoso Shum Laka en Camerún, hace entre 8.000 años y 3.000 años, durante la transición de la Edad de Piedra a la Edad de Hierro. Esa región se considera la cuna de las lenguas bantúes, el grupo más diverso y extenso de lenguas africanas.

El estudio, publicado en la revista Nature y con la participación del investigador del IBE Carles Lalueza-Fox, demuestra que hubo al menos cuatro linajes importantes en la historia de la humanidad, hace entre 300.000 y 200.000 años. Esta ramificación no se había identificado previamente a partir de datos genéticos.

El hallazgo refuerza el argumento recientemente formulado por arqueólogos y genetistas de que los orígenes humanos en África pueden haber involucrado a poblaciones profundamente divergentes y geográficamente separadas.

Los resultados sugieren que los linajes que conducen a los cazadores-recolectores de África central, los del sur de África y todos los demás humanos modernos divergieron en una sucesión cercana hace unos 250.000 y 200.000 años.

“Nuestro análisis indica la existencia de al menos cuatro grandes linajes humanos profundos que contribuyeron a las poblaciones actuales, y que divergieron entre sí hace unos 250.000 y 200.000 años”, dice David Reich de la Facultad de Medicina de Harvard, responsable del estudio. 

El cuarto linaje era una población “fantasma” previamente desconocida que contribuyó con una pequeña cantidad de ascendencia tanto al oeste como al este de África. “Esta radiación cuádruple, incluida la posición de un linaje humano moderno fantasma profundamente dividido, no se había identificado antes a partir del ADN”, continúa Reich. 

Según Carles Lalueza-Fox, el análisis genómico de poblaciones antiguas y actuales africanas desmiente las conclusiones de trabajos previos basados únicamente en el análisis del ADN mitocondrial, y demuestra que el origen de nuestra especie fue un fenómeno mucho más complejo de lo que pensábamos.

Un raro linaje de herencia paterna 

En la región donde se encuentra el yacimiento, los investigadores sospechan que se originaron las lenguas y culturas bantúes, el grupo de idiomas más extendido y diverso en África en la actualidad. Se cree que la difusión de las lenguas bantúes y los grupos que las hablaron en los últimos 4.000 años explican por qué la mayoría de las personas de África central, oriental y meridional están estrechamente relacionadas entre sí y con los africanos occidentales y centrales. 

“Los resultados destacan cómo el paisaje humano en África hace unos pocos miles de años era profundamente diferente de lo que es hoy”, dice Reich 

Si bien los hallazgos del trabajo no hablan directamente de los orígenes del idioma bantú, sí arrojan luz sobre las múltiples fases de la historia más antigua del Homo sapiens. Los investigadores examinaron el ADN de los niños de Shum Laka junto con el ADN publicado de antiguos cazadores-recolectores del este y sur de África, así como el ADN de muchos grupos africanos actuales. Combinando estos conjuntos de datos, pudieron construir un modelo de linajes divergentes en el curso del pasado humano. 

Sorprendentemente, el ADN antiguo secuenciado de los cuatro niños revela una ascendencia muy diferente a la de la mayoría de los hablantes de bantú en la actualidad. En cambio, son más similares a los cazadores-recolectores de África central. 

Uno de los individuos de la muestra de Shum Laka, un varón adolescente, portaba un raro haplogrupo de cromosomas Y (A00) que no se encuentra casi en ninguna parte fuera del oeste de Camerún en la actualidad. A00 está mejor documentado entre los grupos étnicos Mbo y Bangwa que viven cerca de Shum Laka, y esta es la primera vez que se encuentra en el ADN antiguo. 

Se trata de un haplogrupo profundamente divergente, que se separó de todos los demás linajes humanos conocidos hace unos 300.000 años. Esto muestra que este linaje más antiguo conocido de varones humanos modernos ha estado presente en el centro y oeste de África durante más de 8.000 años, y tal vez durante mucho más tiempo. 

“Este resultado sugiere que los hablantes de bantú que viven hoy en Camerún y en toda África no descienden de la población a la que pertenecían los niños de Shum Laka”, indica Mark Lipson de la Facultad de Medicina de Harvard, autor principal del estudio. “Esto subraya la antigua diversidad genética en esta región y señala a una población previamente desconocida que contribuyó solo con pequeñas proporciones de ADN a los grupos africanos actuales”, añade. 

La propagación de la agricultura y el pastoreo en África, como en otras partes del mundo, estuvo acompañada por muchos movimientos poblacionales. “Si echas la vista 5.000 años atrás, prácticamente todos los habitantes al sur del Sáhara eran cazadores-recolectores”, comentan los autores. “Pero si los buscas hoy, verás que son muy pocos y están dispersos entre ellos”, recalcan. 

Este estudio contribuye a un creciente cuerpo de investigación de ADN antiguo que podría descifrar la diversidad genética antigua y la estructura de las poblaciones que han sido borradas por los cambios demográficos que acompañaron la propagación de la producción de alimentos. 

“Los resultados destacan cómo el paisaje humano en África hace unos pocos miles de años era profundamente diferente de lo que es hoy, y enfatizan el poder del ADN antiguo para despejar el pasado humano detrás de los movimientos de las poblaciones”, concluye Reich. 
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Referencia bibliográfica: 
Mark Lipson, et. al. “Ancient West African foragers in the context of African population history” Nature enero de 2020. DOI: 10.1038/s41586-020-1929-1

Zona geográfica: España

Fuentes: IBE

domingo, 19 de enero de 2020

DESCUBREN ORGANISMO QUE EXPLICA ORIGEN DE TODA LA VIDA COMPLEJA EN LA TIERRA

Hallado el organismo que explica el origen de toda la vida compleja en la Tierra

Científicos japoneses observan por primera vez arqueas de Asgard, microbios cuyos ancestros dieron el primer paso para la aparición de animales y plantas hace 2.000 millones de años

NUÑO DOMÍNGUEZ


Una arquea de Asgard vista a través del microscopio. NATURE

Tras casi 15 años de trabajo, científicos japoneses han conseguido por primera vez sacar del fondo del mar y criar en cautividad arqueas de Asgard, el misterioso organismo que puede explicar el origen de todas las formas de vida complejas de la Tierra, incluidos los humanos.

Todos los seres vivos que podemos ver a simple vista están hechos de los mismos ladrillos: células complejas con orgánulos internos llamadas eucariotas. Una persona es un conjunto de 30 billones de células eucariotas que cooperan entre sí con un objetivo común. Todas las plantas, animales y hongos son eucariotas.

En la Tierra hay otros dos grandes dominios de la vida, el de las bacterias y el de las arqueas. Estas últimas, más primitivas, sin orgánulos internos, son el dominio más misterioso e interesante, pues desde hace unos años se piensa que hace unos 2.000 millones de años una arquea se tragó a otro microbio, lo asimiló y se transformó en la primera célula compleja. Fue el primer paso hacia nosotros, y aún no se sabe cómo sucedió.

En 2015, científicos escandinavos que rastreaban las profundidades del océano descubrieron las arqueas de Loki, a las que bautizaron en honor al dios nórdico. No tenían de ellas más que su ADN, pues resultaba imposible aislar y criar en el laboratorio estos microbios que viven a más de 3.000 metros de profundidad bajo el mar. Sus genes indicaban que estas arqueas eran los parientes más cercanos de todos los eucariotas y que tenían genes esenciales para realizar funciones básicas de la vida eucariota, aunque en teoría no los necesitaban.

Hiroyuki Imachi (derecha) y su compañero Masaru Nobu, autores del estudio, posando junto al biorreactor que usaron para criar las arqueas. H.I/M.N/JAMSTEC

Desde entonces se han descubierto otras arqueas similares —Thor, Odin, Heimdal, Hel— que manejan genes eucariotas y a las que se ha agrupado en la familia de Asgard, el hogar de los dioses vikingos. Hasta ahora nadie sabía qué aspecto tienen estos probables descendientes de nuestro primer ancestro.

En 2006, el equipo de Hiroyuki Imachi, del Instituto de Ciencia y Tecnología del Mar y la Tierra de Japón, extrajo sedimento marino de la fosa de Nankai, frente a la costa sur de la principal isla de Japón. Era un hábitat a 2.500 metros de profundidad, con dos grados de temperatura, en completa oscuridad, un territorio más hostil y desconocido que la superficie de Marte. Al analizar las muestras los científicos se dieron cuenta de que contenían arqueas de Asgard. Tenían en su mano ser los primeros en criar y observar a una de estas criaturas viva.

Durante cinco largos años intentaron que crecieran en un biorreactor, un aparato que reproduce su hábitat natural y aporta nutrientes y que funciona parecido a las máquinas de café por goteo, en palabras del propio Imachi. Después pasaron otros siete años engrosando las comunidades hasta poder aislarlas y mirarlas al microscopio. Esta semana, el científico y el resto de su equipo publica el estudio en el que relatan su éxito al haber conseguido ver por primera vez uno de estos organismos vivos. La clave, dice Imachi, ha sido dejar que las arqueas creciesen junto a otros microbios de su entorno y añadir un ingrediente inusual: leche de fórmula para bebés. “Aunque aún no lo hemos confirmado, es muy posible que estas arqueas estén usando alguno de los ingredientes de la leche en polvo para bebés como alimento”, explica Imachi.

Las arqueas de Asgard miden una diezmilésima de centímetro y se reproducen muy despacio para los estándares de un microbio, más o menos una vez al mes. Lo más llamativo son sus largos tentáculos entrelazados. Los científicos aún no saben para qué los usan, pero creen que son esenciales para explicar cómo surgió la vida compleja a partir de organismos muy parecidos a estos.

Según su teoría, expuesta en Nature, el ancestro de los eucariotas era una arquea similar a la de Asgard. La vida compleja surgió siguiendo lo que ellos llaman las tres “es”. Primero la arquea enredó a una bacteria con sus tentáculos, después la engulló, y por último la endogenizó, es decir, estableció con ella una relación de cooperación para intercambiarse nutrientes conocida como sintrofía. La bacteria, que hasta entonces era un organismo independiente, se transformó en una mitocondria, un orgánulo para aportar energía a su huésped. Imachi le ha dado un nuevo nombre a los organismos que sacaron de la fosa de Nankai: arquea Prometeo (Prometheoarchaeum syntrophicum), por el ser mitológico que robó el fuego —la energía— a los dioses para dárselo a los humanos. 2.000 millones de años después, las mitocondrias siguen presentes en todas las células eucariotas con idéntica función. El origen de la vida compleja fue la cooperación.

Un robot submarino usado en la investigación. JAMSTEC

“Nadie puede retroceder 2.000 millones de años y ver qué sucedió exactamente, pero sí podemos hipotetizar cómo surgimos los eucariotas a partir de los microbios y nosotros lo hemos hecho gracias al primer cultivo vivo de estas arqueas y en el conocimiento previo que teníamos del origen de los eucariotas”, explica Imachi.

La hipótesis de Imachi concuerda con lo que teorizó a finales de los sesenta la bióloga Lynn Margulis, que dijo que las mitocondrias y los cloroplastos que ayudan a las plantas a alimentarse de luz nacieron por simbiosis. En 1999, la bióloga española Purificación López-García teorizó que los eucariotas aparecieron por una alianza de sintrofía con bacterias. Los científicos japoneses han observado que las arqueas descubiertas se alimentan de aminoácidos y que para poder digerirlos establecen alianzas sintrofía con las bacterias de su entorno, que les aportan pequeñas cantidades de oxígeno. Por eso Imachi solo fue capaz de criarlas cuando les dejó vivir y cooperar junto a sus compañeras.

Tal vez esa necesidad de oxígeno bacteriano fue mucho mayor hace 2.000 millones de años, cuando la Tierra comenzó a llenarse de este compuesto, según apuntan Christa Schleper y Filipa Sousa, expertas en arqueas de la Universidad de Viena, en un comentario al estudio. Y para entonces es probable que las arqueas ya tuviesen parte de la maquinaria genética para leer y transcribir ADN que necesitaban para transformarse en células complejas.

“No me parece correcto decir que este organismo es el eslabón perdido entre la vida sencilla y la compleja, pero tiene todo el sentido que algo muy parecido a lo que describe este estudio fuese el inicio de todo”, opina Iñaki Ruiz-Trillo, investigador del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (CSIC-UPF). “Este trabajo tiene un mérito brutal”, añade.

Las arqueas de Asgard son seres actuales que han evolucionado durante 2.000 millones de años y por tanto no son iguales a sus ancestros. “Es evidente que no vamos a poder presenciar todo ese proceso evolutivo observando a estas arqueas”, comenta Juli Peretó, experto en biología sintética de la Universidad de Valencia, pero añade que “gracias a ellas tenemos un primer fotograma de esa evolución y, probablemente, tendremos más”.

Imachi explica que a partir de ahora tiene dos objetivos: criar otras especies de arqueas de Asgard y averiguar para qué utilizan sus misteriosos tentáculos.

Fuente:

miércoles, 15 de enero de 2020

EL ALTRUISMO TIENE UN EFECTO ANALGÉSICO

Ayudar a los demás provoca una reacción cerebral que disminuye el dolor físico

El altruismo disminuye el dolor físico de las personas que ayudan a los demás sin esperar nada a cambio. Sentir que la ayuda ha sido útil incrementa el efecto analgésico. Podemos usarlo con fines terapéuticos.


Investigadores de China han descubierto que las personas que son altruistas sufren menos cuando tienen una experiencia dolorosa, según informan en un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences que desvela los mecanismos neuronales subyacentes al efecto atenuador del dolor del comportamiento altruista.

El altruismo es la capacidad humana que lleva a las personas a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.

Por investigaciones anteriores sabemos que el altruismo tiene un origen genético, que se despierta a los 18 meses en seres humanos y que incluso una especie de interruptor social provoca reacciones altruistas en las personas.

También sabemos que las personas altruistas tienen un mayor volumen de materia gris en el cerebro y que en los niños el comportamiento altruista mejora el equilibrio fisiológico.

También hemos averiguado que adoptar comportamientos altruistas puede hacer que las personas se sientan bien, lo que hace que el cerebro produzca sustancias químicas como la dopamina que aumentan los buenos sentimientos, tal como ha señalado Mathieu Ricard en su libro “En defensa del altruismo ”.

La nueva investigación añade un elemento nuevo al conocimiento que tenemos sobre el altruismo: también puede aliviar la sensación de dolor físico a las personas que sienten empatía por los demás y los ayudan en momentos de dificultad.

Cuatro experimentos

La evidencia de este nuevo atributo del altruismo fue adquirida mediante cuatro experimentos desarrollados por los autores de esta investigación.

En el primer experimento, pidieron a las personas que donaron sangre después de un terremoto que calificaran cómo sentían un dolor leve inducido en laboratorio.

También preguntaron esa cuestión a otro grupo de personas que habían donado sangre cuando no hubo desastres recientes.

En este primer experimento, los investigadores descubrieron que las personas que se ofrecieron como voluntarias después de un terremoto notaron que el dolor inducido era más suave que el del otro grupo que había donado sangre sin necesidad de haber sufrido un desastre.

En el segundo experimento, los investigadores convencieron a un grupo de voluntarios para que revisaran un manual para niños inmigrantes de forma gratuita. Y a otro grupo de personas para que revisaran el mismo manual por obligación. Algunos sencillamente no quisieron participar.

Durante la experiencia, todos los voluntarios estuvieron expuestos al frío ambiental. Los investigadores descubrieron que los que colaboraron gratuitamente sentían menos el frío ambiental que el grupo que no participó en la revisión del documento o lo hizo obligado.

En un tercer experimento, los investigadores se centraron en pacientes con cáncer sometidos a los dolores propios de su enfermedad. Descubrieron que cuando estos pacientes ayudaban a otros enfermos (la prueba duró siete días), sentían menos dolor físico que los que no se comprometieron con esa tarea solidaria.

Constatación cerebral

Por último, en el cuarto experimento, la investigación fue un poco más agresiva. Primero pidieron a un grupo de voluntarios que donaran algo de dinero para ayudar a los huérfanos. Unos accedieron y otros no.

A continuación, todos los participantes experimentaron ligeras descargas eléctricas proporcionadas por los investigadores mientras sus cerebros eran observados mediante imágenes de resonancia magnética (fMRI).

El resultado de este experimento también fue similar: la reacción cerebral al dolor de los voluntarios que habían ayudado a los huérfanos era menor que la de los voluntarios que no habían querido donar nada.

Eso significa que el cerebro registra menos dolor en el caso de los voluntarios altruistas: el grupo de neuronas que, según informamos en otro artículo, activan o desactivan el dolor, reaccionan de forma diferente si hay una actitud altruista en la persona que lo sufre: las áreas corticales clásicas relacionadas con el dolor reducen el sufrimiento de esa persona.


Reacción inversa

Los investigadores también descubrieron que había una reacción proporcional inversa cuando un voluntario sentía que su ayuda había sido útil a otra persona: la reacción cerebral al dolor también era menos intensa en este caso.

Los investigadores sugieren que sus experimentos, cuando se combinan con los resultados de otros estudios, demuestran que el comportamiento altruista no solo hace que las personas se sientan bien, sino que también reduce la experiencia del dolor físico.
Según señalan los investigadores en un comunicado, esta investigación contribuye a una comprensión más integral del altruismo humano.

Demuestra que las personas pueden beneficiarse de los actos altruistas, lo que les permite hacer frente a circunstancias adversas con una nueva perspectiva.

La investigación explica los mecanismos psicológicos y biológicos que sustentan el comportamiento solidario y proporciona información práctica sobre la gestión del dolor, señalan los investigadores.

Concluye que los comportamientos altruistas pueden amortiguar los sentimientos dolorosos al generar ganancias intangibles para a las personas solidarias a través de procesos psicológicos mejorados.

Y proporciona un método sin efectos secundarios y gratuito para paliar el dolor: ayudar a los demás.

Otras cuestiones

Este descubrimiento plantea una cuestión adicional no contemplada en esta investigación: dado que el cerebro registra el dolor social como si fuera dolor físico, ¿es posible que el altruismo alivie también el dolor que supone sentirse marginado de un grupo social o perder a un ser querido?

Otra investigación de científicos de China publicada en Frontiers in Psychology añade más información significativa sobre el altruismo: puede potenciarse en las personas a través de la percepción de colores. El azul nos hace más altruistas y el rojo más egoístas.
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Referencia
Altruistic behaviors relieve physical pain. Yilu Wang et al. PNAS, December 30, 2019. DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.1911861117

Fuente:

RELIGIOSIDAD ESTÁ ASOCIADA A NIVEL DE INTELIGENCIA

Tener fe es creer en algo que no se puede comprobar si es, o no, verdad.
La religiosidad está asociada al nivel de inteligencia
Los ateos son más inteligentes y mayoritarios entre los científicos

Aunque el número de creyentes es abrumador en la población mundial, la religiosidad es inversamente proporcional al nivel de inteligencia. Los ateos son más inteligentes y mayoritarios entre los científicos

Eduardo Costas (*).


Tener fe es creer en algo que no se puede comprobar si es, o no, verdad.

Este acto de dar crédito a una convicción, sin pruebas racionales que la avalen, e incluso con fuertes evidencias en su contra, es la esencia de las creencias religiosas. También de las supersticiones.

Y es lo contrario de la ciencia.

Esencialmente la religión se basa en creer, sin prueba alguna, en la palabra "revelada": Dios descubre su plan a través de la Biblia, el Corán, o cualquier otro de los más de 4000 libros sagrados que sirven de fundamento a las aproximadamente 4200 religiones diferentes que se practican hoy en día.

También transmite su mensaje a través de decenas de miles de profetas. En la gran mayoría de las religiones, las autoridades religiosas son la únicas que pueden interpretar correctamente esa palabra divina. Y en muchas de ellas (por ejemplo, la católica), sus practicantes tienen la obligación de creer que estas autoridades son infalibles (por ejemplo, el Papa).

Por el contrario, el lema de la ciencia bien podría ser la frase que aparece en el escudo de la Royal Society, probablemente la asociación científica que mayor influencia ha tenido en el mundo: “Nullius in verba” (En la palabra de nadie).

El conocimiento científico rechaza la palabra basada en el argumento de autoridad, porque siempre tiene que verificar la validez de las hipótesis rigurosamente mediante experimentos y demostraciones matemáticas que resulten repetibles por cualquiera.

Con estos planteamientos antagónicos no es de extrañar que religión y ciencia entrasen en conflicto. Un largo conflicto que costó muchas vidas y sufrimiento.

Conflicto ciencia-religión -Un conflicto esencialmente irresoluble.

Pero la ciencia puede desempeñar un papel relevante en este conflicto: debe ser capaz de explicar rigurosamente la fe y el hecho religioso.

Y en buena medida ya lo haya hecho, aunque no se haya divulgado mucho.

Sin duda el hecho religioso es muy importante para los seres humanos: numerosos estudios sociológicos estiman que el 86% de las personas que actualmente viven sobre la Tierra creen en una de las 4.200 religiones que existen hoy en día. Sorprendentemente rechazan como falsas a las 4.199 religiones restantes. Pero todavía rechazan más a los no creyentes: ser ateo es lo peor.

Tan solo el 14% de la población mundial se declara ateo o agnóstico.

Como la estrategia de la ciencia es buscar datos cuantitativos fiables para contrastar hipótesis, no es de extrañar que los científicos empezasen comparando características cuantificables de los ateos y de los creyentes.

Inteligencia versus religiosidad

La primera medida rigurosa efectuada en este sentido resulta evidente: buscar la correlación existente entre la inteligencia (IQ) y la religiosidad.

Ya en los años 20 del siglo pasado, dos trabajos pioneros independientes, uno de T. H. Howells y otro de R. D. Sinclair, encontraron un resultado demoledor (y, según parece, contrario al que a priori creían, lo que resalta la rigurosidad del método científico): demostraron que las personas que se declaraban ateos eran significativamente más inteligentes que quienes manifestaban tener creencias religiosas.

Desde entonces se han desarrollado procedimientos muy complejos capaces de estimar con gran precisión y repetitividad la inteligencia. Con estos test mejorados se han efectuado cientos de estudios muy rigurosos correlacionando inteligencia y religiosidad.

En todos ellos se encuentra una correlación negativa estadísticamente significativa entre religiosidad e inteligencia: las personas que se consideran más religiosas son significativamente menos inteligentes que las personas que se consideran ateas.

También pudo cuantificarse una escala de inteligencia frente a religiosidad con resultados demoledores: las personas que se consideran ateas son más inteligentes que los que se consideran agnósticos; estos a su vez son más inteligentes que los que se consideran “creyentes liberales”; estos últimos son bastante más inteligentes que los que se consideran creyentes dogmáticos.


Meta-análisis categóricos

La existencia de esta gran cantidad de trabajos científicos relacionando la inteligencia con la religiosidad también posibilitó efectuar meta-análisis. El meta-análisis es un procedimiento estadístico muy potente que permite sintetizar las conclusiones esenciales de una gran colección de estudios.

Estos meta-análisis también permitieron comprobar que no solo a nivel individual los ateos son más inteligentes que las personas con creencias religiosas, sino que a nivel de todo tipo de colectivos (incluyendo las naciones) el porcentaje de ateos puede predecirse con gran precisión a partir de la inteligencia promedio del colectivo: mientras más inteligencia promedio tenga un colectivo, mayor será su porcentaje de ateos.

En este sentido el ambicioso trabajo publicado por Lynn, Harvey y Nyborg demostrando que la inteligencia promedio predice las tasas de ateísmo en 137 naciones diferentes es de lo más relevante.

Asimismo estos estudios permitieron comprobar que los porcentajes más bajos de creencias religiosas se dan entre los intelectuales. También que el grado de creencia religiosa disminuye con la edad a medida que los jóvenes van completando altos niveles de estudios. Incluso el porcentaje ateísmo en las poblaciones va aumentando durante los últimos años, mostrando una correlación positiva con el aumento del nivel medio de estudios.

Estos estudios también demuestran que las personas inteligentes tienen menos probabilidades de conformarse con explicaciones no demostradas, y se resisten mucho más a ideas dogmáticas en general y al dogma religioso en particular.

Además, se encuentra una correlación positiva entre el predominio del razonamiento analítico y el ateísmo, así como entre el predominio del razonamiento intuitivo y la religiosidad.

No se puede olvidar que estos meta-análisis son estudios estadísticos con millones de personas: en ellos se demuestra inequívocamente que la mayoría de los ateos se encuentran entre las personas más inteligentes.

Eso no excluye que pueden encontrarse algunas personas religiosas que sean a la vez muy inteligentes (aunque es poco frecuente) o personas ateas que sean poco inteligentes (lo que también es poco frecuente).

Causas de la religiosidad

También se debe destacar que existen numerosísimos estudios sociológicos y humanísticos sobre las causas de la religiosidad (educación, ambiente, nacionalidad…).

Por ejemplo, según el Euro-barómetro, en el conjunto de la Unión Europea el 65 % de las personas con un total de 15 años o menos de estudio eran creyentes, mientras que solo lo era el 45 % de la población que había continuado sus estudios mas tiempo.

Por supuesto, el tipo de estudios también influye: el porcentaje de científicos ateos es más alto que el de los sociólogos o humanistas. Y dentro de los científicos, hay mayor porcentaje de ateos entre quienes trabajan en evolución o en astrofísica que entre quienes trabajan por ejemplo en materiales.

Sin duda estos estudios son muy relevantes, pero el objetivo de este trabajo es demostrar que la ciencia puede explicar el por qué de las creencias religiosas.

Esta bien demostrada correlación negativa entre inteligencia y religiosidad es un dato significativo a tener en cuenta a la hora de explicar el hecho religioso.

Sin duda no hace falta mucha inteligencia para creer. Y esto hay que tenerlo en cuenta para entender como la ciencia explica en hecho religioso.

Lo veremos en una próxima entrega. 
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(*) Eduardo Costas es Catedrático de Genética en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y Académico Correspondiente de la real Academia Nacional de Farmacia. Director, junto a Victoria López Rodas, del Comité Científico del Club Nuevo Mundo.

Este artículo forma parte de una serie titulada ¿Cómo la ciencia explica a la religión?
El segundo artículo se titula: No somos la única especie religiosa (de próxima publicación)

Referencias
Richard Lynn, John Harvey y Helmuth Nyborg (2008). Average Intelligence Predicts Atheism Rates Across 137 Nations. Intelligence. 
doi:https://doi.org/10.1016/j.intell.2008.03.004

Miron Zuckerman et al. The Negative Intelligence-Religiosity Relation: New and Confirming Evidence. Personality and Social Psycology Bulletin.
doi.org/10.1177/0146167219879122

Fuente:

 
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