Buena Literatura:
La voluntad y la fortuna[1]
Carlos Fuentes. Editorial Alfaguara. 552 páginas
Josué Nadal – el narrador de la historia – y Jericó, amigo sin nombre, son los personajes principales de la obra. Se conocen desde niños, desde que juntos empiezan a ir al colegio a educarse y desde ese momento sellan un pacto de hermandad: alimentarse intelectualmente, abandonar las costumbres banales de los párvulos y, en su lugar, dedicarse a estudiar, a leer, a discutir, a preguntarse y a responder.
En el tránsito de ese original y precoz camino, Josué y Jericó se sacian de cultura y van decidiendo, cada uno, el curso de sus vidas. Jericó, siempre sin nombre, se va; dice que a Europa a buscar nuevas dimensiones y, al cabo del tiempo, regresa siendo otro.
Josué, para esto, se queda, permanece en el México que lo vio nacer y crecer, y en su desarrollo, ya graduado de abogado, desciende a los infiernos, visitando las cárceles en las cuales descubre la profundidad del sufrimiento humano. Recibe el apoyo de un maestro universitario, que lo hace rememorar a su profesor de la escuela inicial (que lo apoyo junto con Jericó), quien lo guía y le va estimulando el descubrimiento de la naturaleza del hombre.
Jericó, desde su vuelta, se reincorpora al México actual, y asciende al centro mismo del poder, a convertirse en un allegado presidencial, con todo lo que ello significa: contradicción, orfandad, mezquindad e hipocresía, junto a las veleidades materiales y al vano elogio. Jericó a secas, sin identificación, es la simbiosis perfecta de la voluntad y la fortuna, libre como el viento, sin ataduras ni amores, como dice la historia.
Carlos Fuentes, con esta obra cumbre, ha logrado una síntesis de los sentimientos del hombre y, al mismo tiempo, nos ha narrado las características de la complejidad de la sociedad humana. ♦
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