Llegué muy entusiasmada a trabajar con los estudiantes de octavo semestre de Nutrición y Dietética en la asignatura Comunicación, sobre escritura de tipo argumental, y me llevé una primera sorpresa, dijeron haber hecho ensayos en varias asignaturas y que obtuvieron excelentes calificaciones, en la mayoría de casos. Cuando empecé a recoger sus saberes previos, con el fin de fijar unos mínimos sobre los cuales íbamos a diferenciar los géneros: expositivo, narrativo e informativo del argumental, me encontré con una segunda sorpresa: los estudiantes llaman ensayo a cualquier escrito en prosa, con una extensión de entre tres y diez páginas y una relativa propiedad para abordar un tema.
En ese preciso momento recordé un cuadernillo de Alma Mater que había llegado a mis manos dos años atrás y con el cual estuve muy de acuerdo en su momento, y que ahora, por la circunstancia vivida, me obligo a retomar palabras de su autor, profesor Jaime Alberto Vélez (1999), Límites del ensayo académico, pues pienso que es hora de asumir en serio la formación escritural de nuestros estudiantes para que logren las competencias comunicativas que la sociedad les exigirá como profesionales. Retomo el encabezado de su ensayo sobre los límites del ensayo: “El término ensayo en buena medida, ha terminado por convertirse en una denominación confusa que los profesores suelen utilizar para solicitar a sus alumnos cierta forma de trabajo académico”.
Lo que hacemos
Hemos entrado en la moda de pedir ensayos a diestra y siniestra, caemos en el lugar común de llamar ensayo, y complicarle la vida al estudiante, cuando en realidad lo que se le podría pedir es un informe de lectura, un buen resumen, una reseña o un comentario, que pueden cumplir eficazmente el objetivo de dar cuenta del tema en cuestión, con ello despreciamos mediaciones escriturales muy valiosas y
de riqueza infinita para procesos superiores.
Al hacer un análisis, encuentro que algunos profesores no asumimos siempre con la seriedad necesaria muchas de las tareas y trabajos que le pedimos a los estudiantes, quizás tampoco tenemos claridad para hacerlo y mucho menos para enseñar, en este caso, a hacer ensayos, y entrenar a los estudiantes en la formulación de tesis, en tomar posición frente a algo para formularla, y para sustentarla con diversos recursos o argumentos.
Un profesor que no da claras directrices para realizar y evaluar una tarea, que no demuestra “el cómo hacerlo correctamente”, es decir, que no hace didáctica, favorece que el estudiante realice sus trabajos de esa misma forma, ambigua, y consigue que éste se instale en una postura bastante cómoda y ventajosa porque le termina siendo válido todo, máxime que puede aducir, en el caso que nos atañe: usted no explicó como hacerlo, no me dijo qué era una tesis y como plantearla, qué tipo de argumentos hay y cómo usarlos... usted no me enseñó a escribir para esta modalidad específica de escritura... total, la evaluación debe ser buena, aunque la calidad del trabajo no lo sea.
Pero lo más grave es que el estudiante queda convencido de que sabe hacer ensayos, de que una disertación sobre un tema X es un ensayo, de que con sólo consultarlo ya tiene el ensayo de su vida... y cuando se le confronta en otras asignaturas posteriores, encuentra la incoherencia en los procesos formativos, en los niveles de exigencia de sus profesores y en la calidad de lo que se le enseña... es en ese momento en el que termina en una de dos posiciones: desaprendiendo para aprender con entusiasmo una nueva forma de hacer las cosas, o vacunado contra los ensayos, rechazando su expresión y mostrando aversión a un nuevo y exigente profesor.
El significado de lo que hacemos
Someter a un estudiante a que escriba un ensayo cuando no tiene propiedad para formular una tesis, cuando no posee habilidad para refutar o para argumentar con propiedad o exhibir de manera clara, coherente y contundente unas ideas a favor de una posición, se convierte en un acto irresponsable.
Plantea el profesor Vélez que “sobre ninguna otra noción abundan tantos sobreentendidos y vaguedades...” señala además: “La confusión conceptual que rodea al ensayo, por ejemplo, la originan en buena medida quienes emplean esta palabra para intentar mejorar la apariencia de sus análisis, sus opiniones o sus comentarios”. “Y es que otorgar el nombre de ensayo a cualquier clase de escrito entraña no sólo una inexactitud formal, sino un indicio preocupante de que el saber ha caído en un relativismo conceptual”1 (subrayado propio).
Asevera Jaime Alberto que ese género indefinido de escritura, que a falta de mejor nombre algunos insisten en llamar ensayo, surge como consecuencia de la falta de rigor, de la imprecisión y del desconcierto que, con frecuencia, se apoderan de la actividad académica, y su escritura se encarga de reforzar tales defectos.
El ensayo es la escritura de una postura personal, respaldada con argumentos, respecto de un tema polémico, alrededor del cual no hay consenso, con el fin de persuadir, convencer, y ganar adeptos para la posición planteada. Esta característica le da al ensayo la condición de no ser dogmático, pues es la fuerza de los argumentos la que finalmente logra el propósito.
La tesis en el ensayo es su eje, es una clara afirmación de algo que en principio es cuestionable o polémico y por tanto, necesita argumentarse, es la apuesta personal, la posición propia, por ella se argumenta a través de la cita, el ejemplo, la analogía, la autoridad…en fin, se amplía el mundo conocido sobre el tema y se conjuga con el modo particular de verlo. Llegar entonces, a la tesis y a los argumentos
que la respaldan permite descubrir qué y cómo se piensa; la escritura se constituye así en mediadora de esos procesos de pensamiento.
Con base en lo anterior se deduce que el ensayo requiere de un alto nivel de reflexión, de discernimiento, que es una herramienta muy vigorosa para producir ideas, para aclararlas, saberlas articular y decirlas por escrito, a diferencia del lenguaje oral, de manera más pulida, pensada, con un tipo de provocación específico, el de la idea misma. Dicho sentido está en consonancia con lo expresado por Fernando Vásquez (2000): “la calidad de un ensayo se mide por la calidad de sus ideas”2
Desde otro punto de vista, la grandeza del ensayo está en su capacidad para asumir no sólo el debate de ideas, sino la posibilidad de no tener la razón, de la existencia de otras con más peso, con más fuerza, que al ser reflexionadas posibiliten ampliar el conocimiento y la visión de mundo de sus autores. Por lo tanto, un valor adicional que favorece la construcción de un ensayo es el sentido de humildad, el aprender a reconocer los derechos propios y los ajenos, a valorar las ideas particulares en la dimensión de las otras; a asumir la posibilidad de estar en el error, de equivocarse, de aprender de otros. Aún más, se aprende desde el respeto por la autoridad, pues a través de la cita textual se reconoce la autoría de otros, de la misma manera que cuando se hace resumen o paráfrasis del pensamiento de escritores o pensadores del tema en
cuestión.
La escritura del ensayo no es un problema de acertar, es de pensar, de argumentar. Es por lo tanto un escenario que, en la relación estudiante- profesor, debe aprovecharse para lograr procesos de pensamiento superior en ambos, así el ensayo se convierte en un incentivo para la vigencia formativa del profesor, pues si éste no es capaz de hacer un ensayo, se vuelve confuso, escribe confuso, y en consecuencia…¿cómo va a evaluar a sus alumnos?
El ensayo, para profesor y estudiante, no sólo representa la posibilidad de aprender a pensar y a pensar-se, sino de aprender a hablar, a tomar y a defender posiciones, a ofrecer un espacio de locución desde las ideas, a tener estima, a indagar e investigar profundamente para respaldar lo que se piensa, en otras palabras, a tomar conciencia del legado que otros pensadores han hecho al tema objeto del ensayo.
Se aprende a apreciar profundamente el pensamiento de otros y sus aportes, elemento indispensable por ejemplo, para hacer otro tipo de escritura mayor, en tamaño mas no en enfoque: una monografía, un trabajo de investigación o una tesis.
Así pues, la indagación, la investigación, la búsqueda de otras voces para cimentar los propios argumentos, es una competencia que se mejora a través de la escritura de un ensayo, y en esa tarea, a la vez que se encuentran respaldos, también, las versiones de quienes piensan en contrario, en suma, afrontar un ensayo es estar obligado a expandir la conciencia, a tener mayor apertura, una mirada más universal.
En otro sentido, la opción de argumentar por escrito en vez de hablar es una oportunidad para la moderación de las expresiones, la mesura en las emociones y la consolidación de las intenciones o propósitos de lo que se escribe. En verdad que hay menos posibilidad de equivocarse, inclusive en el uso del lenguaje cuando se escribe que cuando se habla, porque existe un tiempo de reflexión en el primero que es
la garantía de tal logro3.
Los cursos o asignaturas en la Universidad tienen que apuntar a dar fundamento a las creencias y opiniones, que éstas se sometan a prueba y que se defiendan los propios puntos de vista. “En estos cursos los estudiantes tienen la tarea de aprender a pensar por sí mismos, a formar sus propias opiniones de una manera responsable. La capacidad para defender sus propias opiniones es una medida de esta capacidad,
y, por ello, los ensayos basados en argumentos son tan importantes”4.
Dar un argumento no es enunciar o dar opiniones simplemente, tampoco es una disputa. Valga recordar que “Los argumentos son intentos de apoyar ciertas opiniones con razones”5.
Un ensayo es, a criterio de versados autores, la escritura de mayor exigencia en tanto forma y contenido. En el primer caso tiene que reflejar un manejo literario, de composición y redacción, con tinte artístico porque busca convencer, ganar adeptos a la posición del autor, y nadie se suma a una posición si la idea que se le presenta no es clara, amigable y diáfana. Por otro lado, el contenido, debe ser profundo, expresar el porqué se sostiene esa postura, sus bases, esto es incluso, responder con solidez a las posibles argumentaciones en contra, y mostrar credibilidad, y ésta se logra cuando se retoman criterios de verdad, legitimidad, validez y autoridad, entre otros.
Lo que debemos hacer
Empezar por llamar al pan, pan y al vino, vino. Si queremos que el estudiante incursione en un tema, lo prepare y se prepare en él, un informe de lectura con una guía de trabajo por tópicos, es suficiente.
Si deseamos que opine sobre un documento, pues con pedirle un comentario al respecto, basta. Si conocemos que el tema a leer es bastante amplio y requerimos no sólo que el estudiante lo conozca sino que abstraiga lo más importante, el resumen puede ser lo más indicado para que presente.
Si queremos que el estudiante debata con el tema y tome postura al respecto, toca pedirle un ensayo, pero para ello necesita saber hacer ensayos. Y si deseamos que aprenda a hacer ensayos, debemos empezar porque haga comentarios, dé opiniones y escriba reseñas, así sea sobre la última película vista o sobre un programa de televisión tipo magazín, de entrevistas o de opinión. Posteriormente, para ensayar a hacer ensayos, podemos elegirle temas polémicos, en los que no existen verdades, ni el
profesor pueda arrogarse su postura como la correcta. En tal caso, es posible que el profesor inicie poniendo a los estudiantes a respaldar o rechazar afirmaciones a modo de tesis ya elaboradas por él mismo, independiente de su criterio. Por ejemplo: los alimentos transgénicos son la salvación para la humanidad; por su naturaleza, la raza humana debe ser vegetariana; los productos Light son una moda perniciosa.
Cabe recordar que un buen ensayo, como todo escrito, se hace en tres fases, por ello debe pedírsele al estudiante dar cuenta de las tres con el fin de que el profesor constate dónde están las fortalezas y debilidades en el cumplimiento de la tarea, en otras palabras, identificar los mapas mentales o la organización de ideas y la construcción de las mismas en forma de párrafos. Cabe retomar una fase de pre-escritura, la cual incluye un momento de acopio de ideas, otro de generación de ideas, la organización de las mismas y su documentación; la siguiente fase, de escritura propiamente o de redacción –construcción de párrafos–, y la última etapa, de revisión, corrección y pulimiento para que el texto fluya claro, fácil y agradable para el lector.
Ejemplos como los arriba mencionados, desde afirmaciones polémicas, conducen al estudiante a tomar postura una vez que se ha documentado... porque no se hace un ensayo sobre lo que no se conoce o sobre lo que apenas se está leyendo por primera vez; pero en el momento en que se forma un criterio propio, puede, por su apropiación, no sólo adecuar la tesis, modificarla o ratificarla sino controvertirla.
Por último, si se pretende que el estudiante haga un ensayo con base en un texto específico, el profesor debe sugerirle que tome alguna o algunas de las ideas del autor, que puedan ser polémicas o que le generen controversia, que desde allí construya su propia tesis, y que además pueda utilizar las palabras de éste como fuente, incluso de autoridad, si dicho autor es un experto.
A modo de conclusión
El ensayo, por su carácter, es un buen ejemplo de lo dicho por Nietzsche: “Las verdades definitivas del hombre son sus errores irrefutables”.
Con los estudiantes no podemos seguir cometiendo errores como hasta ahora. A ellos se les está enseñando a hacer ensayos, y se espera que en el transcurso de su larga vida académica se les perfeccione, se les refuerce y se les exija este género escritural, y de ninguna manera que se les pervierta su incipiente aprendizaje al no pedirles trabajos al respecto, o no hacerles las correcciones pertinentes, ni estimularlos hacia mayores niveles de perfección. Sólo siendo coherentes y consecuentes en todas las asignaturas, retomando y reforzando los conocimientos previos, en escritura en este caso, y sobre todo en la de tipo argumentativo, podremos no solamente formar estudiantes autónomos, con criterio propio, sino que estaremos formando profesionales analíticos y críticos, que escriben y publican, que comparten su saber y lo ponen a disposición del debate público; formaremos universitarios de verdad, que exponen sus puntos de vista y respetan los de los demás; universitarios y profesionales que utilizan la razón, la fuerza de las ideas para resolver inquietudes y dirimir conflictos ideológicos, pragmáticos o científicos... así, desde nuestra función de profesores haremos nuestro aporte para lograr una sociedad menos violenta.
NOTAS
1 VÉLEZ, Jaime Alberto (1999): Límites del ensayo académico. Medellín. Alma Mater. Universidad de Antioquia. Colección
Documentos n.º 4.
2 VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando (2000): El oficio de maestro. Bogotá. Fundación Cultural Javeriana, p. 125.
3 ALZATE YEPES, Teresita (2001): “La escritura como estrategia para formar en democracia: el ensayo”. En: Lectiva, Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia. Medellín, n.º 5.
4 WESTON, Anthony (1994): Las claves de la argumentación. Barcelona. Ariel S.A., p. 17.
5 Ibid. p. 13.
Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653)
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sábado, 11 de abril de 2009
EL ENSAYO. ¿CÓMO HACERLO?
8:23:00
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