La evaluación, sus particularidades y funciones
para
instruir
y educar en el
proceso de
enseñanza-aprendizaje de
la Historia.
Adolfo Luis
Rojas
Tur
Universidad de
Ciencias Pedagógicas, “Pepito
Tey”, Las Tunas de
Cuba
Recibido el
02 de
mayo
de 2013
y aceptado
el 28
de
mayo de 2013
Resumen
En la
actualidad se impone para los docentes el
reto
de crear espacios de reflexión
individual y colectiva que permitan capacitar a los estudiantes para adoptar modos de
actuación coherentes con los fines que
establece sistema educativo
en
todos sus niveles.
En
este
sentido,
el proceso de
enseñanza-aprendizaje
de la
Historia
desempeña
un rol esencial. La Historia debe
promover el desarrollo
integral
de la
personalidad mediante una educación en la que
se aprovechen los contenidos en
función de formar los valores del modelo
de sociedad. Para
cumplir con este encargo se deben tener presentes las relaciones que
se establecen entre la educación en
valores y
la evaluación
en el
proceso
de enseñanza-aprendizaje de
la historia.
Palabras
Clave: historia, evaluación, valores.
Summary:
Nowadays, teachers face the challenge to
create spaces for individual and
group
reflection that allows training students so that they are able
to adopt behaviors according to the aims
of the
educational system. Therefore
the teaching
learning process
of History plays a crucial role. History must encourage the integral development of the
personality
through an education in which we take advantage of the contents aimed at
the
attainment of defends the values of model of the society. To
accomplish
this goal it
should be taken into account the relations between the education in values and the
assessment in the teaching
learning process of History.
Key Words: History, assessment, values.
INTRODUCCIÓN
La evaluación
está
presente en
todos los ámbitos de
la vida social; de
una forma
u otra el
hombre, en
todas las etapas de su desarrollo
ontogenético, se
somete a esta exigencia, que generalmente se
orienta a registrar cómo
avanza en
su desempeño estudiantil y/o profesional, y
si tiene actitudes para asumir tareas de mayor nivel de
complejidad.
En Cuba los estudios sobre la evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje han sido diversos y centran
su atención en el
proceso y su repercusión en el
desarrollo
de la personalidad
de los estudiantes. En el
análisis que
se presenta no se han
dividido las definiciones al estilo de F. López
(2004) sino que se han agrupado las características
reconocidas para establecer referentes útiles a la investigación. En este sentido se considera por M. González (1997, 2009), E. Mena (2001), F. López (2004), que la
evaluación es una acción
humana, donde
está
presente la
subjetividad. Parte de
la definición de
los objetivos, su
contextualización e interiorización por evaluados y evaluadores; requiere de la participación de
todos los involucrados y responde
a ciertas
demandas como son la acreditación, la selección o la clasificación de los estudiantes.
Es proceso y resultado; tiene carácter integrador, holístico y personológico.
Otros autores, entre los que se encuentran O. Castro (1995, 1999), R. Portela (2001),
conciben la
evaluación como el componente
que influye en todo el proceso de desarrollo de
la personalidad
del
estudiante, potencia la
independencia, la
metacognición, las relaciones interpersonales, la reflexión, la responsabilidad y la práctica creativa. Permite valorar cualitativa y cuantitativamente los cambios que se producen en
el
aprendizaje, constituyendo en sí misma
una
vía
para el crecimiento individual y grupal, se basa en la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, requiere de la
participación de todos los involucrados. Como el elemento regulador del proceso tiene
la función de motor del aprendizaje y
contribuye a la autodeterminación de la personalidad.
Otros autores como C. Álvarez de Zayas (1995) y L. Jardinot (2003) plantean que la evaluación debe tener en cuenta los niveles de asimilación y
de profundidad de
conocimientos, habilidades, hábitos y actitudes. A lo que H. Fuentes (2009), suma la
comprensión, interpretación, motivación, generalización
en la
apropiación de
la
cultura y
la profundización del
contenido
sociocultural.
El estudio realizado conduce a plantear que la evaluación del aprendizaje
tiene
los
siguientes rasgos que la
caracterizan:
Ø Es un proceso sistemático, integral, participativo, individualizado e interactivo,
donde desempeña un rol
fundamental
la comunicación en
la apropiación
del
contenido sociocultural que se desarrolla en
el proceso de enseñanza-
aprendizaje, se encuentra socio-históricamente determinada por los valores de la
sociedad y se realiza en determinadas condiciones sociales, institucionales,
personales y, físicas, que
reafirma su carácter subjetivo.
Ø
Refleja la unidad entre instrucción y la educación sobre la base de la unidad de
lo cognitivo
y lo
afectivo en el aprendizaje como hecho social y personal que incluye
la autoevaluación, la
coevaluación, la reflexión y la práctica creativa
sobre la base de promover procesos metacognitivos y
de determinación interna en el funcionamiento de la personalidad del estudiante y su
socialización en
los que se
orienta, regula
e impulsa el
aprendizaje.
Ø Constata el
cumplimiento de
objetivos, contextualizados e interiorizados por
evaluados y
evaluadores, sobre la base de precisar lo esencial teniendo en
cuenta las particularidades del
contenido
a evaluar. Implica un
proceso de
recolección y análisis sistemático de información sobre el objeto a evaluar para emitir juicios de valor y
orientar la toma de decisiones, otorgándole un rol protagónico
al
estudiante desde la
integración de la experiencia
personal del que aprende, sus conocimientos previos y las implicaciones sociales del
proceso.
Ø
Las actividades de evaluación deben referirse a objetivos didácticos previamente conocidos por el estudiante, ser similares a las actividades de aprendizaje y
activar, simultáneamente, contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales que
se califican en
su conjunto.
Ø Su
concepción, está
en correspondencia con los niveles de
asimilación
de conocimientos, habilidades, valores y la profundización
del contenido sociocultural sin desestimar las particularidades psicológicas del desarrollo de
los
estudiantes en cada
nivel
educativo y su estrecha relación con la elevación
constante de
la complejidad de
los saberes.
Ø Constituye un aspecto consustancial al proceso de aprendizaje que abarca
distintos momentos del proceso (inicial, parcial y final) y
cumple diversas funciones entre
las que se
encuentran: control, comprobación, acreditación,
selección, clasificación y comparación, que vistas como únicas, reducen la
esencia del proceso a sus aspectos cuantificables.
Las características mencionadas se ajustan
de la
evaluación del aprendizaje
en cualquiera de
las
disciplinas que integran el
currículo, sin embargo, justamente
en las particularidades del contenido
se encuentran los resortes para desarrollar la evaluación en
el proceso de
enseñanza-aprendizaje de
la historia.
DESARROLLO
Contribuir
a la
inserción
social del
estudiante, capacitarlo para
tomar decisiones y hacerlo
consciente de
sus deberes y derechos, se convierten
en
objetivos de
la
escuela en los que la Historia aporta una lección humana estimulada por la naturaleza de su
contenido. La asignatura historia está presente en
todos los
niveles educacionales, desde la primaria hasta la universidad, sus potencialidades para extraer lecciones de
amor a la patria, a los héroes, despertar actitudes de admiración o repudio ante actos
de
patriotismo o cobardía y como comprensión del lugar que le corresponde a cada
persona en la sociedad, incluyendo al propio estudiante que aprende sobre ella, la erigen
como
vehículo
para
garantizar la
formación
integral
de los estudiantes.
El conocimiento de
la historia
transita del aspecto externo al
interno del hecho, a
la esencia que se expresa en conceptos, regularidades y
leyes. En la medida en que un estudiante es capaz de asimilar conceptos, está en condiciones de explicarse y
comprender la historia
que
se le
enseña. La comprensión de
conceptos, regularidades y
leyes de la
historia
debe ser razonada, seguir una trayectoria lógica, advertir cómo
se llega a esa conclusión y
luego hacerla de cada estudiante. Estas conclusiones
contribuyen a la comprensión de fenómenos, actitudes y comportamientos del presente
en tanto
se realice una
evaluación diferente. No
se puede educar desde una
evaluación reproductiva, tal y como afirma J. I. Reyes (2013) al argumentar que la historia no es
solo para instruir sino
sobre
todo para educar.
Para J. I. Reyes (2004: 11), la Historia
“es
la ciencia que estudia todas las aristas de la
actividad social, reconoce como
sujetos de la historia a protagonistas colectivos e individuales, en
la dialéctica pasado-presente-futuro, lo
que
posibilita
comprender los hechos y fenómenos históricos y revelar las tendencias del desarrollo social, en cada
país, región y el mundo, propiciando la
educación multilateral de
los
ciudadanos”.
Asumir esta definición es consecuente con la posición epistemológica sostenida por este autor en
tanto reconoce que
el estudio
de esta ciencia
contribuye a la
educación
multilateral de
los
ciudadanos, pero ¿cuánto?, en
este
sentido, la
evaluación en el
proceso desempeña
u rol esencial.
Se evalúa de una forma si se
compara, únicamente, lo esperado
con
lo realizado y de
otra si se logra preguntarle al estudiante “qué
opina, que se sienta
abocado a comunicar con sus propias palabras”, si se convierte al aula “en una pequeña escuela
de pensamiento”,
H. Díaz (2010:
30). Una
cosa
se
hará
si
se
entiende que
la enseñanza está orientada a producir unos aprendizajes que serán evaluados a través
de “fotografías
instantáneas”
H. Gordillo (2004:
25) y
otra si se asume que
está
orientada a
promover el desarrollo
integral de la
personalidad, empleando los
instrumentos propios de
un campo
del
conocimiento.
Es innegable que “tenemos problemas con
la contextualización de la enseñanza de la
Historia” según refiere N. Batista (2010: 30), y
“en
cómo estamos llevando el
conocimiento” E. Torres (2010: 30); sin embargo, la solución no
radica en
promover mayor cantidad
de situaciones contextualizadas, si no
se promueve la
reflexión,
comprensión, y
la
construcción de teorías propias para explicar los hechos. En este sentido, “la evaluación debe ser un acto
reflexivo que permita
la (...) comprensión, de
nuevas metas”, J. Castaño (2004: 16). Pero sigue faltando “diferenciación entre los
distintos niveles de enseñanza al impartir la asignatura. En la Universidad el estudiante
repite los mismos hechos históricos aprendidos en
la Primaria.” N. Batista (2010: 30).
El problema no radica en que los hechos se repitan si no en que no siempre utilizan
estrategias de
enseñanza-aprendizaje
que
favorezcan el
proceso
de evaluación
aprovechando sus potencialidades para formar la personalidad de los estudiantes a
partir de las exigencias declaradas en el Modelo de esta educación, en lo relacionado
con lograr la formación
integral de
los estudiantes en
su forma
de sentir, pensar y actuar en
los
contextos escuela-familia-comunidad
para
enfrentar el
desarrollo
histórico-social.
Los
objetivos que se plantean para el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia apuntan
a
la formación
de una
concepción del presente y el
futuro
en la
que el
estudiante se apropie de conocimientos, habilidades y valores sobre la base del estudio de
los hechos, procesos y fenómenos históricos y extraiga las lecciones que
le
permitan la
inserción
social
sobre la base de la comprensión.
Al hablar de
educar en valores nos referimos al
logro de
una
personalidad armónica
e integralmente desarrollada
poseedora
de valores morales como el
patriotismo, la honestidad, la solidaridad, el humanismo, la identidad nacional y
latinoamericana, la responsabilidad ciudadana, el compromiso familiar, laboral y social; el respeto hacia la
democracia y
los
derechos humanos, la tolerancia; la toma de decisiones adecuadas, la crítica
constructiva, la aceptación de
la crítica; la disposición
al cambio,
el
enfrentamiento a la
explotación, exclusión, injusticia
entre
otros.
La asimilación
del
contenido histórico
ayuda al
estudiante
a actuar en sociedad, a
entender el mundo en que vive desde una visión transformadora y
transformable. El estudiante debe tener puntos de vista
propios y percatarse de
cuando
son desacertados
y esto no es posible a partir solo de escuchar repeticiones. La forma de enseñar la Historia y
las
reflexiones que con ese contenido se realizan en una clase tienen en
cuenta las peculiaridades psicológicas de los estudiantes, no se
pueden hacer las
mismas reflexiones con
un
estudiante de la Educación Secundaria
Básica que con uno de
preuniversitario. En las primeras edades es necesario reforzar los valores positivos a partir de
la búsqueda
de patrones que
lo favorezcan, cuando ya
están en
grados
superiores se continua esta línea de trabajo pero se incorpora el estudio más profundo
de hechos, procesos, personalidades, su comparación y
contrastación para promover la reflexión
y la
toma de
posición de
los
estudiantes.
El contenido
histórico encierra el qué se
enseña y se aprende, aporta posibilidades para
influir en la actuación de los sujetos sociales, a
partir de
la extracción de experiencias contenidas en los hechos y
en la actuación de las personalidades. El estudiante debe dominarlo y desarrollar habilidades que le permitan asimilarlos de forma activa para
formar valores dentro de un proceso de cambio y transformación que no se detiene cuando se cierra el
libro de
texto o se realiza
la pregunta escrita.
Es en ese instante y
fuera del aula, cuando se observa la verdadera diferencia entre la
asimilación de un contenido histórico factual, basado en tareas de naturaleza cognitiva
y la
que se adentra en el entramado de relaciones producidas a escala social y en el
presente del estudiante, con el objetivo
de ayudarlo a
formar un juicio propio sobre la realidad y a
tomar las decisiones más justas y aplicables al momento
histórico concreto.
Desde el presente se estudia el pasado para encontrar las conexiones los unen y el estudiante se educa
en
la comprensión de las acciones de los hombres en la contemporaneidad y el alumno en la medida que aprende sobre la historia, la recrea
como parte de su cultura, pero también
se educa en los valores que la sociedad defiende.
La naturaleza y complejidad de
los contenidos históricos reclaman la utilización de
concepciones evaluativas que promuevan
la
indagación, la polémica, la formulación de
hipótesis, la reflexión
crítica del pasado y del presente, que impulsen el
esfuerzo
intelectual
de los estudiantes por lo que la
evaluación en
la asignatura debe propiciar el interés por aprenderla advirtiendo su utilidad personal y
social. Esto supone acercar el aprendizaje de la Historia
a la
realidad del estudiante
con una percepción en la
que no
quede fuera lo afectivo y emocional, teniendo en cuenta sus particularidades, intereses
y necesidades.
Se pueden explicar las causas y consecuencias de los hechos históricos, presentar a los
héroes
como personalidades acabadas
y plantear las tareas
correspondientes; como resultado, se arribarán a conclusiones preestablecidas mediante la repetición y
consolidadas mediante una evaluación que perpetúa la memorización en detrimento del cuestionamiento, la hipótesis y la reflexión, pero no se podrá asociar la profundización en
el contenido Histórico con
la
comprensión
de las exigencias sociales y mucho menos con
la interiorización
del rol a desempeñar por el sujeto
en cuestión. Por esta
vía, es probable
que
solo se forme
un simulador incapaz de entender la realidad social e involucrarse en ella
desde una posición
transformadora, que
es
la intención de la
enseñanza de
la Historia
en cualquier nivel educativo.
La situación
descrita
contribuye a que se produzca, una
ruptura
con el
presente de
los que enseñan y
aprenden por almacenar ideas que no encuentran concreción en
prácticas evaluativas y
que no conducen a pensar con sentido crítico, buscando
elementos para argumentar y contrastar opiniones. El estudiante no solo debe asimilar
conocimientos históricos, sino procedimientos y habilidades para llegar por sí solo
a la
solución de problemas sobre la base del análisis de nuevas situaciones. Es necesario
entender que no
se enseña la Historia a alumnos sin historia y no la
imparten docentes
sin historia, por consiguiente, es imprescindible vincularla
con el presente y el futuro pues
la comprensión de los cambios sociales ayuda a
vislumbrar
y
a
asumir
los cambios personales, familiares, comunitarios y sociales en
general.
Las reflexiones anteriores, condicionan cambios en el objeto y los fines del proceso evaluativo. El objeto de
la
evaluación es la
recogida de información sobre el proceso de
enseñanza-aprendizaje de
la
Historia, lo
que
desde la posición
epistemológica asumida
define el cambio en sus fines y
aporta como elemento esencial la consideración de un
proceso a
través del cual emergen
las preguntas en
las que se
pueden descubrir las
relaciones con lo
cotidiano y lo vivencial.
Vivenciar la historia posibilita el acercamiento
a su investigación. Las vivencias provocadas por el aprendizaje de esta asignatura a
partir de la
naturaleza del
contenido
es
condición indispensable de la evaluación, para extraerla del círculo en el que está situada; como inicio o fin del proceso y revertirla en consecuencia
de una contextualización manifestada, en primer plano, por la dimensión humana y social del
contenido, ya que toda interpretación posible está vinculada a la vida. En este sentido,
la finalidad de
la evaluación
debe
ser
contribuir al
vínculo
de la
Historia
con
la vida.
Desde esta percepción, el estudiante se convierte en sujeto principal, protagonista de su propio
aprendizaje en
un proceso, en
el que privilegia el
nivel de
preparación
previa, los conocimientos adquiridos en la etapa precedente, sus intereses y motivaciones
respecto al
contenido
con vistas a
la formación
de actitudes y valores.
A través de
las
acciones evaluativas se
asimilan
los
contenidos históricos: sistematizando, profundizando, generalizando, aplicando desde una concepción que promueve
la identificación con el
pasado en
sus conexiones con el presente. Si el dominio de
la historia
se queda
solo en
conocer el
pasado, si
ese conocimiento
no se utiliza en situaciones
de aprendizaje que exijan su utilización, para entender
el presente: personal, familiar, comunitario y social en general; del país, el continente y
el mundo en que vive, por muy erudito que sea el estudiante, la Historia no tendrá una
utilidad diferente a la
de aprobar la
asignatura.
En la relación
entre
la formación
de valores
y la
evaluación en
el proceso
de enseñanza-aprendizaje
de la historia, esta
última se convierte
en
una acción educativa. El intercambio de argumentos y razonamientos aporta un propósito desarrollador en la medida en que puedan
realizarse por los estudiantes, en fuentes accesibles desde la
concepción
de que evaluar el
alcance
del aprendizaje está definido
por
el potencial educativo
del
contenido
histórico
y
se
apoya en
la explicación y el
diálogo,
aprovechando las
variadas
fuentes
en las
se
obtiene
información para
elevarse a niveles que sitúan
al estudiante en
la trayectoria lógica de
lo que
aprende.
La relación que establece el docente con su grupo de manera general y
con
los estudiantes de manera
particular tiene que favorecer la comunicación, buscando la reflexión y la discusión, proceso que debe integrarlos al trabajo individual, en dúos y en
equipos. La forma
en que se
relacionan los estudiantes para
aprender debe ser reveladora de las relaciones sociales que tienen que fomentarse en su vida posterior. La evaluación implica un papel protagónico de los estudiantes, que se aleja de las
formas tradicionales centradas en el
resultado, para
seguir sistemáticamente
el proceso
de aprendizaje a partir del cumplimiento
de las funciones del proceso evaluativo.
En la literatura
consultada se presentan funciones que
denominándose
igual tienen dife- rente significado, se superponen o solapan, O. Castro
(1995). Las clasificaciones más recurrentes son: instructiva, de control, de verificación, de
comprobación, de selección, de
jerarquización, simbólica, diagnóstica, orientadora, de
pronóstico, de
retroalimentación, de
clasificación, investigativa, comparativa, motivadora, de
desarrollo
de
capacidades, educativa,
desarrolladora, de individualización,
pedagógica, innovadora, de
comunicación,
de mejoramiento,
metacognitiva,
de desarrollo del alumno, de
desarrollo
del
profesor, lógico-cognoscitiva, entre otras.
Desde la
perspectiva
de este autor, el estudiante debe
sentir una vinculación de
su vida
con el pasado donde se advierta
la
utilidad de la
Historia desde el presente para contribuir a su formación humanista, en este sentido para contribuir a la formación de valores, la
evaluación en
el proceso
de
enseñanza-aprendizaje de
la historia tiene
funciones comunicativa
y motivadora:
Función comunicativa:
Ø
Está presente en todo el proceso a través de la polémica y la lógica pregunta –
respuesta. Posee varias líneas de comprensión: por un lado, el de la fuente y el pasado y por otro, el de quién dialoga en el presente (estudiantes, docentes, familia
y
amigos)
mediante
el vínculo que presupone la
relación
pasado-
presente-futuro.
Ø
La comunicación en Historia debe hacernos participar de la lógica del contenido
de
lo que se pregunta, debe contribuir al
desarrollo de un pensamiento
flexible, crítico y
creador a través de razonamientos en los que las respuestas partan del estudiante,
de sus propios
juicios
y
opiniones,
por lo
que las preguntas empleadas deben propiciar juicios alternativos además de resolver y elaborar
nuevos problemas en una actitud de búsqueda
e interpretación de la realidad
desde
la propia
experiencia.
Ø
La comunicación en
Historia
es una situación heurística,
es un
modo de
aprender, partiendo de unas ideas previas que se contradicen dialécticamente con
el saber de
la escuela para negarlo y/o afirmarlo.
Ø
El proceso de afirmación y refutación de las hipótesis planteadas repercute en
una
interpretación del cambio, teniendo en cuenta la cuestionabilidad de lo que
se pregunta
y de lo que se
responde. La
comunicación,
entonces, es
una apertura a la profundización en el contenido, es un camino dialéctico entre los conocimientos adquiridos y sus interpretaciones, que repercute en la relación historia-vida.
Función motivadora:
Ø
Dialogar, debe dejar el camino abierto a seguir dialogando, la estrecha relación
que
aparece entre conversar y comprender bajo determinadas condiciones históricas y particularidades de los actuantes significa, desde la perspectiva de este autor, comprender la
historia
preguntándola.
Ø
La Historia siempre puede proporcionar algo distinto de lo que se ha tomado de
ella, nos interroga desde la lógica del contenido y
deja el camino abierto a la investigación, a encontrar respuestas, y
razonar con presupuestos propios, a pensar.
Ø
La evaluación
debe partir
del
contenido histórico, de
su
naturaleza,
con el
objetivo de
formar un
juicio, un razonamiento, una opinión, un criterio defendible desde la perspectiva del estudiante y
con sus propias palabras a partir de la inquietud y la duda, en el enfrentamiento a situaciones que demanden un determinado
nivel de
independencia cognoscitiva
y valorativa.
Esta función promueve el
intercambio de
interpretaciones: se valoran las explicaciones,
planteamientos y habilidades propias y del
resto de los compañeros, que facilita el
entrecruzamiento de saberes y ubica a cada estudiante en el contexto social en que se mueva, sea escolar pero también familiar y
comunitario. Genera respeto a los criterios
ajenos, a
no pensar en la
validez irrefutable de los argumentos personales que
se aluden, ni a suponer que la razón nunca está de nuestra parte, por consiguiente eleva la
autoafirmación y la
autoestima.
CONCLUSIONES
La Historia se convierte en contenido a enseñar y aprender y aporta un sistema de
conocimientos
referidos a hechos, fenómenos, procesos históricos, protagonistas
individuales y colectivos, relaciones causales, regularidades y
leyes que deben ser
asimilados por el estudiante. El contenido encierra el qué se enseña y se aprende, por consiguiente y a partir de sus cualidades orienta a la evaluación en una relación dialéctica en la
que
se constata
la asimilación de
los contenidos históricos que instruyen
y contribuyen
a la formación de
valores.
La evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje
de la Historia cumple funciones
comunicativa y motivadora a partir de que estimula al estudiante
a expresar sus criterios sobre
lo aprendido, sobre el
aprendizaje de sus compañeros
y sobre
la labor del profesor en un ambiente educativo para asumir el presente como un ente transformador. Genera situaciones que
forman el hábito
de investigar, indagar, cuestionar, intercambiar y transformar.
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