sábado, 6 de julio de 2013

JERARQUIZAR LA FORMACIÓN DOCENTE PARA QUE NO ESTÉ SEPARADO EL MUNDO DE LO QUE DICEN Y EL MUNDO DE LO QUE ENSEÑAN

UNA CREENCIA PERNICIOSA

Escrito por Garenio


Solo el 30% de los maestros cree que su rol es transmitir conocimiento (#), reza el título del artículo publicado por Infobae que recomiendo leer en profundidad, para tomar dimensión de la perniciosa creencia que sostienen los docentes latinoamericanos. Entre los que por supuesto, como no podía ser de otra manera, estamos incluidos.El dato proviene de una encuesta realizada a docentes latinoamericanos por elsociólogo Emilio Tenti, consultor de la Unesco. 


Siendo evidente que a esta creencia perniciosa, alguienes la inocularon en la mente de nuestros maestros. Pudiendo observarse como este fenómeno está presente en cada uno de los países que integran Latinoamérica, mostrando una realidad casi calcada. Una realidad de las creencias de quienes enseñan, que luego se observa materializada en los resultados lamentables obtenidos por quienes habiendo pasado por las aulas en sus trayectos, primario y secundario, no han aprehendido a manejar correctamente su idioma. No solo escribiéndolo incorrectamente, sino que además, mostrándose luego incapaces, una mitad de los mismos, a comprender el significado de lo que leen.

“¿Pero cómo se puede desarrollar la creatividad si previamente las nuevas generaciones no se apropian del capital cultural acumulado en una sociedad? Tiene más probabilidades de crear quien más se ha apropiado de una tradición. El que más física sabe, es el que más preparado está para realizar una revolución en la física”, cuenta Tenti en diálogo con Infobae América.

Cuando en la misma encuesta se les preguntaba a los docentes cuál era su rol, menos del 20 por ciento respondía “ser transmisores de cultura y conocimiento”. Más del 70 por ciento aseguraba que era ser “facilitadores del aprendizaje”.

“Esta identificación masiva con el maestro como ‘facilitador’ del aprendizaje coincide con las respuestas dadas a las funciones dominantes asignadas a la educación. El magisterio latinoamericano pareciera no poner el tema del conocimiento y su transmisión intergeneracional en el centro de sus preocupaciones como profesionales de la educación”, dice el sociólogo en el artículo que presenta los resultados del estudio.

¿Qué pasó con el saber?

El ignorante no puede crear nada -dice Tenti-. Hay que volver a poner al conocimiento y a la idea de transmisión en el foco de la agenda educativa. Cierta pedagogía, entre comillas progresista, fue demoledora de esta idea”.

A partir de las décadas de 1960 y 1970 empezaron a difundirse masivamente nuevos discursos pedagógicos. Su principal blanco eran los métodos de enseñanza tradicionales, que hacían mucho hincapié en la memorización del saber y que entendían al alumno como un sujeto pasivo.

Pero se terminó cayendo en un exceso. “Salvo que se conciba a la creatividad como una cualidad casi mágica, es decir, como una capacidad de hacer algo con nada (al igual que una capacidad divina), ésta no es más que una simple expresión de deseos si no va acompañada por un fuerte énfasis en la apropiación de aquellas herramientas de pensamiento y de acción que los hombres han desarrollado, codificado y acumulado a lo largo de su historia”, sostiene el investigador en el artículo.

Así la educación se vuelve vaga. Se plantea un objetivo deseable, como es generar personas creativas, pero sin saber cómo conseguirlo. Y el único medio posible, que es la transmisión de conocimiento, pierde legitimidad. Esto muestra una disociación entre las teorías que los docentes aprenden y lo que terminan realizando en el aula.

“Cuando alguien entra a un instituto de formación docente tiene ya 13 o 14 años de conocimiento de pedagogía, porque en la escuela no sólo se aprenden las materias. En forma tácita se aprende también a enseñar, a evaluar y a ordenar la clase. Es todo un conocimiento práctico que los jóvenes tienen de forma semi-consciente al llegar al instituto”, explica Tenti.

“Lo que terminan aprendiendo los docentes -agrega- es a verbalizar una serie de teorías, un lenguaje. Por eso desarrollan dos mundos separados. El mundo de lo que dicen y el mundo de lo que enseñan. Eso explica que tengan discursos progresistas, pero prácticas pedagógicas muy tradicionales”.

¿Cómo mejorar la pedagogía?

“Hay que jerarquizar la formación de los docentes. Una de las cosas que no están presentes y que yo incluiría es el estudio de las nuevas generaciones, de la infancia y de la juventud actual. Con énfasis en sus características antropológicas, sociales y culturales, porque hoy un joven de 15 años tiene poco que ver con uno de hace 50 años”, asegura el sociólogo.

“Eso podría ayudar a comprender algunos desafíos que los docentes enfrentan en la clase, como el problema de la construcción de la autoridad, sin la cual no hay relación pedagógica posible. A muchos maestros les cuesta que los alumnos les crean, los reconozcan y los respeten. Conocerlos mejor puede ayudarlos en ese sentido”.

Lo mismo pasa con el interés por los temas que se ven en la escuela. Sólo conociendo cómo piensan, qué hacen y qué les gusta a los jóvenes, los docentes podrán interesarlos por lo que enseñan.

Pero para romper con la separación entre la teoría y la práctica docente es indispensable que su formación no sea sólo teórica. “Es necesario incorporar técnicas de motivación y de generación del interés, y estrategias de producción de la autoridad”.

La crítica al autoritarismo y al mecanicismo de la enseñanza tradicional fue necesaria. La vieja escuela cometía abusos y sólo podía ser efectiva en un mundo muy distinto al actual.

Pero es difícil que tenga éxito un modelo que no entiende las virtudes del pasado, como la importancia dada a la transmisión del saber. Porque no se puede superar o ser crítico de lo que ni siquiera se conoce.

Es más que evidente que estas desviaciones no se arreglan solo con mayor presupuesto educativo que con mucho esfuerzo realiza el pueblo argentino. Un enorme presupuesto decidido correctamente por la conducción del Estado argentino, en la certeza de que es con una mejor educación, como construiremos un país industrial y productivo, capaz de albergar a las mayorías, con altos salarios. Desviaciones que deben ser muy beneficiosas a quienes han logrado que este tipo de creencias se hagan carne en quienes están al frente de nuestras aulas. Obteniéndose de su implementación, los resultados educativos que están a la vista y que se reflejan en la prensa escrita (*) (**), por la observación de las carencias en los estudiantes que integran la matrícula de nuestras universidades.Por supuesto que este daño es reparable con mucha contracción a la lectura y con mucho compromiso por el aprendizaje de quienes observan estas falencias en nuestras casas de altos estudios. Un esfuerzo que lamentablemente no está en sintonía con nuestra época donde no se hace para nada culto al mismo, sino precisamente, todo lo contrario.De seguirse, como se observa.

Nuestro sistema educativo impulsado por estos vientos que nos imprimen estas inconducentes direcciones, la decadencia de nuestro sistema en el que se educan las nuevas generaciones, será indetenible. Consecuencias nefastas que se observarán en los resultados productivos cada vez menores y apreciablemente insuficientes de las personas integradas al sistema productivo. Las que no estarán en condiciones de competir en un mundo cada vez más competitivo y excluyente, que descarta de la sociedad productiva a quienes no evidencian un desempeño acorde a los desafíos de la época.Hacerlos salir del error a nuestros docentes, en virtud de la comprensión de lo dañoso de los resultados de lo que se produce en las aulas argentinas, nos permitirá dejar atrás estas creencias perniciosas que tanto mal nos hacen. Siendo esta una tarea de todos los interesados en construir un país que ofrezca soluciones a todas las problemáticas que nos acosan permanentemente.


http://www.falsaria.com/2013/07/una-creencia-perniciosa/

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