viernes, 8 de febrero de 2013

La escuela del siglo XXI: la escuela para otros



Universidad del Tolima
Maestría en educación
Conferencia inaugural
La escuela del siglo XXI: la escuela para otros
Imagen: http://www.xarxatic.com/wp-content/uploads/2010/09/escuelaXXI.jpg
Humberto Quiceno Castrillón
Profesor Univalle-IEP
Miembro del GHPP

“No lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro”
Tzvetan Todorov
Quizás no hemos reparado en un hecho fundamental, el cambio de la escuela, de sus discursos, de sus prácticas y de sus formas.  Si no hemos percibido este hecho, quisiera hacer que ustedes lo puedan ver y analizar. Efectivamente, todavía tenemos la escuela que queda en el barrio, esa escuela cerrada, con una gran puerta a la entrada, en su interior vemos corredores,  patios, aulas, oficinas y canchas deportivas. Llamemos a esa escuela, una escuela física. Si nos trasladamos a un barrio marginal, una comuna, en donde los últimos gobiernos han hecho nuevas escuelas o mega colegios, como las llaman,  ¿Qué vemos? A un lado, el barrio marginal, poblado por  desplazados, pobres y jóvenes violentos. Al otro lado, se levanta una gran  escuela, de varios pisos, a veces con mucho vidrio, acero, hormigón, grandes ventanales, formas geométricas. Una escuela cuyo exterior tal vez sea más llamativo que el interior, que ese interior de las escuelas de nuestros barrios. Una escuela que parece no tener esa dualidad de interior y exterior, de adentro y afuera. Como si la escuela fuera una forma compacta, cuya geometría es el borde, la arista, el triángulo, la saliente, es decir, pura forma. Esa escuela es también, la escuela y es también la escuela física, porque es la que vemos. Una, queda cerca de nosotros y la otra, queda lejos de nosotros, pero no lejos de otros “nosotros”, más bien muy cerca, pegada casi, a la comuna de Santo Domingo sabio,  de Agua blanca, de la comuna de Barranquilla, donde Shakira hizo su escuela para niños pobres. Esa escuela fue hecha para otros, que no somos nosotros.
Vemos dos escuelas. Creemos que es la misma escuela. He dicho, son dos, porque una es de nosotros y la otra es para otros, que no somos nosotros. La diferencia es sutil, inocente,  apenas perceptible: la escuela actual es la que diferencia entre un nosotros y otros. Mejor dicho, la escuela actual no es para nosotros, sino para otros.
Las escuelas que se construyen no piensan en nosotros, piensa en los otros. Son los otros, los que son el centro de la escuela. Decía que estas nuevas escuelas o mega colegios no tenían interior, eran un puro exterior geométrico, pues no, tienen un interior, y ese interior son los otros. La Estrategia es  construir escuelas para encerrar los otros, para asegurar en sus formas geométricas, cualquier otro, que no sea el nosotros.  La escuela produce así una gran diferencia que no existía en nuestras vidas: diferencia entre nosotros y los otros y a los otros los encierra, sin encerrarlos,  los deja afuera, los deja sin interior y exterior. Pero a nosotros, nos encierra, porque hemos estados enseñados a que nos encierren, por eso nuestras escuelas son encerradas, que como decíamos al empezar, eran unas escuelas con puertas, con interior que no se ve, con unas canchas que tampoco se ven, solo las ven los que juegan adentro. En estas nuevas escuelas no existe el adentro, no se está adentro y si se está, es porque queremos estar afuera. 
Otra cuestión muy importante de estas nuevas escuelas, es que nosotros  somos espectadores de lo que le ocurre a los otros. Nosotros vemos lo que le hacen a los pobres, a los marginales, a los  que viven en barrios populares. Vemos y nos decimos: eso es lo que hay que hacer, eso se le hace a los otros. Somos neutros, ante esa visión. Expectantes, nos asombra pero nos complace y nos tranquiliza, que el Estado, emplee una forma de gobierno sobre esta población peligrosa, que consiste en educarlos en espacios cuya arquitectura es bella, limpia, moderna  y todo  lo parece, que con las mejores técnicas de pedagogía y de formación. Técnicas que nos vemos,  procedimientos que no conocemos, medios pedagógicos que ignoramos.
Nos quedamos únicamente con esa forma moderna que tiene la escuela hoy, esta forma en donde prevalece más la forma, que el contenido, forma para otros y no para nosotros. 
Llegado a este punto, cambiemos de mirada y preguntémonos qué  es  lo que no vemos, en eso que se   les hace a los otros, que no somos nosotros y que son los pobres.  No vemos lo que es interno a la nueva escuela. En nuestra escuela de barrio, vemos lo que pasa por dentro, porque es nuestra escuela, es la escuela donde hemos estado toda la vida y es una escuela que tiene adentro y afuera. Como esta escuela no tiene adentro, porque está por fuera, parece que no tuviera adentro, interior, es decir, lo que pasa en la escuela. Eso quiere decir  que  no debemos contentarnos  con la escuela física, que vemos y reconocemos. Existe otra escuela, la escuela por dentro, la que el ojo no puede ver,  y que como en la escuela actual, no tiene adentro, hay que construirlo, inventar ese adentro que se nos niega.
Cambiemos de mirada y construyamos, entonces, el interior de la escuela.
Hablemos de la escuela  por dentro, la escuela que hay que pensar, la escuela que hay que inventar.
La escuela de nosotros es una escuela dirigida a nosotros, a cada uno de nosotros, a cada uno en particular, al individuo pero también al grupo, a los semi-grupos, a todos. El aula es un espacio para educar a todos y cada uno, a  cada  uno  como grupo. La escuela es la prolongación de aulas, de corredores, de espacios en series, de pequeños espacios, unos para recrearse, otros para estar juntos y escuchar,  otros, para aprender y para entrar al juego de la educación. La escuela de los Otros, la mega escuela, la escuela para los sectores del margen, los que quedan en el borde, no es una escuela para todos y unos, el grupo y cada uno. No contiene un espacio que reúna al grupo y al individuo.  Es una escuela para la población, para la masa, para comunas. Esta escuela sirve para separar, diferenciar, aislar poblaciones enteras, comunas completas, sectores de pobladores, incluso ciudades (como en Cali, Cali con 2 millones y Agua Blanca, que tiene 500 mil habitantes o más). La estrategia estatal es construir escuelas que incluyan grandes sectores de la población. Estas escuelas no tienen los mismos propósitos y estrategias, que las escuelas de nosotros, que buscaba educar uno por uno, que reunía esos unos con todos, para que todos compartieran los mismos contenidos, con las mismas reglas y los mismos procedimientos. La escuela para otros, no reúne, no junta, no procede de algo que no es, el niño o el joven. La escuela de nosotros perseguía que  llegáramos,  en un futuro posible, a ser  hombres, porque ser hombre es vivir juntos, estar reunidos con otros,  compartir con otros el mismo espacio, la misma educación. La escuela de otros, empieza donde acaba la otra: empieza con hombres, con trabajadores, con seres completos, no persigue llegar a un lugar o un tiempo posible. Busca, todo lo contrario, detener el tiempo, crea un espacio para detener el tiempo, crea un lugar para que no haya otro lugar. Es una escuela que no tiene un tiempo interior, un espacio móvil, un juego de espacio y la diversidad del tiempo.
Es quieta, fija, inmóvil, estancada, sin espacio y sin tiempo. No está pensada para que el niño, allí ubicado, sueñe con ser un hombre y como tal hombre, pueda estar en otra parte. Esta escuela está hecha para que esos niños  se queden niños, se queden en su lugar, como niños y como parte de ese grupo humano, de esa población. Que sigan siendo los Otros y que no se atrevan a ser parte de otra cosa o lugar, no pasen a ser parte “de nosotros”.
La escuela para otros ha creado una frontera, una línea, un corte en la ciudad, en la vida urbana y aún en la rural, entre nosotros y los otros.  Vemos la mega escuela, vemos que está  construida en las comunas pobres pero no vemos que es para localizar, encerrar e impedir que esa gente pobre cruce el espacio urbano y llegue a la ciudad, a los lugares de nosotros, esos lugares protegidos y blindados. La mega escuela sirve de frontera, una frontera que se levanta a nombre de la civilización, de los más altos valores, de la mejor arquitectura y de las mejores condiciones de vida.
Todo eso es cierto, pero se ha hecho y pensado así, para que los otros estén en ese lugar otro, y puedan ser localizados, fijados en ese nuevo territorio que se llama escuela. Nunca antes la escuela era un territorio, como ahora. Nunca antes era una inclusión que excluye, se incluye para excluir.
Este tema del territorio nos debe poner a  pensar de otro modo la escuela de otros.  Creo que este tema está ligado  a lo que se denominó la ciudad educadora. La ciudad educadora o ciudad educativa es el proyecto de crear un espacio para realizar el futuro. El futuro, lo que uno puede ser, ya no se piensa como producto de uno mismo, sino de un espacio que es el que realiza los sueños de uno. Lo que uno es y lo que uno quiere ser, ya no es un sueño, sino una realidad espacial, el sueño se hace camino, vía, calle, dirección, vector. Si ese espacio se puede planear, entonces los sueños serán posibles. De allí la consecuencia de la escuela o el proyecto escuela de otros: es habitando un espacio como uno llegar a ser. Esta idea es muy distinta a lo que nos decían en nuestra escuela, allí nos decían: es siendo como somos como podemos llegar a ser, es con la imagen de un hombre bueno, como se llega a ser bueno. La mega escuela nos dice: es atravesando el espacio como se llega ser.
Llegar a ser tiene un camino, que traza el Alcalde, el consejo de la ciudad, el político, el administrador de la cosa pública. Muy distinto a nuestro camino que es trazado por el rector, el consejo académico, el profesor y el pedagogo. Hoy es definido  nuestro camino en la vida, como un camino que atraviesa la ciudad, lo urbano, que atraviesa la escuela, el colegio y la universidad. Llegar a la escuela, pasar al colegio y luego  a la universidad es ya estar en camino de ser hombre.
Quiero recordar, a partir de dos libros, escritos hace treinta años, cuatro principios que hoy se plantean como los ejes a partir de los cuales se propone pensar la escuela y en general la educación. Estos ejes son esencialmente territoriales, formas de la ciudad educativa, son algo así como ese interior que no vemos, en la escuela de otros. Esos dos libros son Aprender  a ser, de E. Faure, escrito en 1968 y  La educación es un  tesoro de Jacques Delors, de 1996. Ambos son informes de la Unesco.  Estos principios son: Aprender durante toda la vida y la educación permanente como la  clave de arco de la ciudad educativa; restituir a la educación las dimensiones de la existencia vivida, redistribuyendo la enseñanza en el tiempo y en espacio; la educación debe poder ser impartida y adquirida por una multitud de medios, ya que lo importante es no es saber qué camino ha seguido el sujeto sino lo que ha aprendido y adquirido; un sistema  educativo global y abierto facilita la movilidad horizontal y vertical de los enseñados y multiplica sus posibilidades de elección.
No   creemos  equivocarnos, si ponemos estos principios como los que explican la escuela de otros. Principios muy ligados a los temas del  territorio y la comunidad.
Una escuela que nos plantea que la educación es para estar en un lugar, que la educación es recorrer un espacio sin tiempo y que los  educados son  la población,  la masa, la gente y no el individuo.  Aprender durante toda la vida quiere decir, que uno no aprende verticalmente, no es el hombre, que seguro de sí, emprende el camino del aprender. Aprender es estar en un lugar, y aprender a estar en ese lugar, es pasar a otro lugar y aprender de ese lugar. Sigue la serie de lugares, de redes, de experiencias de lugares. La casa, la escuela, el colegio, la universidad y la empresa.
El aprender lo produce el lugar, lo crea el espacio, lo inventa cada sitio. El aprender no depende de un saber, de una ciencia o una disciplina, incluso el sujeto es un ser pasivo. El aprender es una experiencia del lugar, por eso el aprender se vuelve eterno, porque hay tanto para  aprender, como lugares para vivenciarlos. El aprender está en dos cosas, en el espacio y en la comunidad. El aprender se adquiere del espacio, es horizontal, es vivencia y lo produce cualquier medio. He ahí la escuela de otros, en todas sus letras.  Estas ideas no se podían plantear para la escuela de nosotros, pues esta escuela ha vivido con otros principios: el aprender se adquiere por otros, es de transmisión, se produce con los  cambios del tiempo, en el paso de niño a joven y adulto y es fundamentalmente algo que se comunica por la voz y el gesto, el ejemplo, es un mímesis, una memoria, palabra y signo. La escuela actual, dice todo lo contrario: el otro no está y en su lugar vemos el espacio; no hay vos o signo, sino adquisición; no hay ejemplo, no hay esperanza, sino realidad plasmada en las cosas que pasan.
Estos principios son principios para educar la comunidad en  el espacio. Por eso el problema de la escuela es el espacio físico y tal vez por eso el problema de la escuela es de arquitectura e ingeniería y no de pedagogía. Una pregunta es necesario hacer ¿por qué estas escuelas tienen una  arquitectura tan vistosa y ostentosa? ¿Cuál es la relación entre arquitectura y escuela? ¿Por qué una biblioteca en un barrio pobre, un mega colegio en Agua blanca, una escuela en pleno sur de Bogotá?  Organizar una escuela, crearla, construirla en todos sus campos era un asunto de la pedagogía. Desde la Didáctica magna, pasando por las Escuelas cristianas, hasta las escuelas del siglo XX, la pedagogía era  el saber o la ciencia que pensaba la escuela.
La pedagogía era un saber para construir el espacio interior de la escuela, desde el aula, la enseñanza, la actitud de los niños, el aprender, la evaluación, todo, absolutamente todo pasaba por la pedagogía. En la actualidad la pedagogía y todo ese campo dirigido a pensar cada objeto escolar  es sustituido por la arquitectura.
Este saber, esta técnica,  en lo que llama  el edificio escolar,  es la que piensa la escuela. La escuela, el colegio,  es un edificio, lo mismo que la biblioteca. Es un objeto físico, un espacio vertical y horizontal, un entorno, un espacio adyacente, contiguo, un  área y una serie de  sistemas (seguridad, salubridad, productividad, formación).  La pedagogía, que desde la antiguedad,  era un saber sobre el hombre, sobre su conducta, sobre el aprender y el enseñar, hoy es un saber sobre el espacio, cuyo eje central es el edificio. La ciencia es reemplazada por la técnica, el pedagogo por el arquitecto o ingeniero. El edificio es a la pedagogía lo que era el hombre, en ese lugar del hombre se pone el edifico y la serie de sistemas. Lo cual dio origen a la  palabra instalación.   Un edificio se instala, el edifico se instala y los sistemas se instalan. Instalar es construir, organizar y poner a funcionar una maquinaria, un aparato o dispositivo. Se instala la pedagogía, desde el lote, los factores ambientales, los contextos, las vías, y todo lo que corresponde con lo geotécnico y lo topográfico. Instalar el edificio en un lote local y en el lote global, que es la ciudad, el mundo. La ciudad se piensa del mismo modo: es un lote, en donde hay que instalar una serie de sistemas. El gran problema de las ciudades es la circulación, o sea la movilidad con seguridad y rapidez. Eso hace que el Alcalde deba ser un constructor, un instalador, un ingeniero, un arquitecto. En la escuela el pedagogo es reemplazado por el arquitecto-ingeniero. El maestro hace funciones de ingeniería, ya no se preocupa del hombre, de su interior o espíritu, de su ascenso hacia la forma humana y racional, sino que se preocupa de la salida y entrada de los niños, de la seguridad, de la conexión de espacios entre sí, de cómo vincular un entorno de aprendizaje con otro de lúdica y con otro de arte. El maestro instala el niño en la instalación que  previamente ha construido el arquitecto-ingeniero según normas y estándares del Alcalde-arquitecto-ingeniero y según principios del gran constructor e instalador mundial  que es la Unesco.
Este panorama de la escuela es aterrador para los que pensamos que existe una pedagogía del hombre. Una pedagogía cuyo sentido es pensar la relación espacio, tiempo y hombre y cómo hacer del hombre, un ser perfecto y productivo, un ser culto, racional y ético. Todo parece indicar que debemos aceptar que la escuela es  ese edificio que nos han construido ante los ojos y donde ponen unos seres, que llamo los otros.  No hay nada qué hacer, sino aceptar que la escuela es ese dispositivo de arquitectura e ingeniería y que atrás quedó la escuela en donde nosotros fuimos educados, como quedó atrás el barrio, la ciudad amable y la gente bella. Pero un arquitecto, un urbanista, un constructor, nos da una serie de ideas para que no aceptemos las cosas como son y las podemos mejorar. Ese urbanista se llama Paul Virilio. Su gran tema es el espacio y la velocidad. Dé él quisiera retomar una idea novedosa, la de la instalación. Está muy bien, no se puede hacer nada sino aceptar que Shakira nos instale un gran edificio en uno de los barrios más pobres de Barranquilla. Un edificio cuya pedagogía es el sistema de ingeniería del lugar: el agua, las vías, la ruta, la seguridad, el área para jugar, el área para aprender, el área para ser felices.  Virilio nos diría, porque Shakira  no piensa en que al instalar el edificio, esa instalación deje ver lo que está detrás, deje ver la estructura que subyace a la forma, como si esa forma tuviera un contenido que no se ve, y que si se viera sería la pedagogía que está oculta. Ya no es posible volver a la pedagogía que se preocupaba de educar el hombre en sí mismo, porque hoy la preocupación máxima es el espacio que habitas, el espacio que atraviesas, el espacio que vas a recorrer. Un espacio que uno no construye, que uno no le da la forma, como era en tiempos antiguos, Sócrates le decía a Alcibíades que se diera la forma que quería, lo mismo decía Goethe, Kant, hasta llegar a  Foucault. Bueno, por qué al instalar cualquier cosa, un objeto, un dispositivo, una forma geométrica,  un área, no pensamos en que al hacerlo dejemos saber, dejemos ver por dónde va la instalación. Instalar y desenmascarar la instalación, desnudarla, volverla hacia afuera o hacia adentro,  darle la vuelta, retorcerla, desanudarla, darle un giro, para
que quede en su verdad plena en lo que es, un dispositivo de dominación, control y poder, un dispositivo de exclusión aterrador. Crear un área, organizarle un área cualquiera a un niño en la escuela, es primero, fijarlo, atarlo, someterlo, segundo, es excluirlo de otras áreas  posibles y  tercero, es  enseñarle que debe pensar y actuar  así cuando sea adulto.  ¿Cómo hacer para decirle al niño, que cuando nos dicen, que nos van a construir nuevas áreas para ser felices, nos están sometiendo e impidiendo que construyamos el área que queramos?  ¿Cómo hacer para decir otra cosa, cuando hacemos una cosa? Eso es para mí la pedagogía que debería   acompañar la escuela contemporánea, la escuela para otros. Una pedagogía que es un desdecir, un desver, un desconstruir. Doble sentido se presenta: dibujar y desdibujar, al dibujar. Hablar y deshablar al hablar y ver y desver, al ver. Educar y deseducar, al educar.
Nos podemos admitir y aceptar que la escuela sea un edificio que planea la sociedad de arquitectos e ingenieros, según las normas de la Secretaría de educación  y la dirección de un Alcalde constructor. Ese edificio es la mitad de la escuela. La otra mitad hay que construirla, ¿cómo? Poner en la escuela de los otros, la escuela de nosotros. Poner en la escuela la pedagogía, que no se  deduce del edificio, sino que se deduce del hombre. Poner en la escuela el tiempo, para que ese espacio que todavía no es hermoso, lo sea, y lo es cuando uno le pone tiempo, cuando el niño le pone su tiempo. Las cosas son bellas si están en el tiempo.
Démosle tiempo a la escuela del siglo XXI, para que veamos si dura en el tiempo.
Bibliografía
Alcaldía Mayor. Bogotá. Secretaria de educación (2000). Construyendo pedagogía.
Estándares básicos para construcciones escolares.  Bogotá, Secretaría de educación.
Coombs, Ph. (1985) La crisis mundial de la educación. Madrid, Santilla.
Delors; J.  La educación es un tesoro.  México, FCE Faure E. (1993) Aprender a ser. Madrid, Alianza editorial Quiceno, H. (2012) “Pedagogía para arquitectos”. Universidad del Litoral Santa Fé, Argentina. Ponencia internacional,
Todorov. S.  (1991) Nosotros y los otros. Madrid, Siglo XXI
Virilio, P. (2003) Amanecer crepuscular. México, FCE
 Santiago de Cali, enero 31 de 2013

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