Universidad del Tolima
Maestría en educación
Conferencia inaugural
La escuela del siglo XXI: la escuela
para otros
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Humberto Quiceno CastrillónProfesor Univalle-IEP
Miembro del GHPP
“No lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro”
Tzvetan Todorov
Tzvetan Todorov
Quizás no hemos reparado en un hecho
fundamental, el cambio de la escuela, de sus discursos, de sus prácticas y de
sus formas. Si no hemos percibido este
hecho, quisiera hacer que ustedes lo puedan ver y analizar. Efectivamente,
todavía tenemos la escuela que queda en el barrio, esa escuela cerrada, con una
gran puerta a la entrada, en su interior vemos corredores, patios, aulas, oficinas y canchas deportivas.
Llamemos a esa escuela, una escuela física. Si nos trasladamos a un barrio
marginal, una comuna, en donde los últimos gobiernos han hecho nuevas escuelas
o mega colegios, como las llaman, ¿Qué
vemos? A un lado, el barrio marginal, poblado por desplazados, pobres y jóvenes violentos. Al
otro lado, se levanta una gran escuela,
de varios pisos, a veces con mucho vidrio, acero, hormigón, grandes ventanales,
formas geométricas. Una escuela cuyo exterior tal vez sea más llamativo que el
interior, que ese interior de las escuelas de nuestros barrios. Una escuela que
parece no tener esa dualidad de interior y exterior, de adentro y afuera. Como
si la escuela fuera una forma compacta, cuya geometría es el borde, la arista,
el triángulo, la saliente, es decir, pura forma. Esa escuela es también, la
escuela y es también la escuela física, porque es la que vemos. Una, queda
cerca de nosotros y la otra, queda lejos de nosotros, pero no lejos de otros “nosotros”,
más bien muy cerca, pegada casi, a la comuna de Santo Domingo sabio, de Agua blanca, de la comuna de Barranquilla,
donde Shakira hizo su escuela para niños pobres. Esa escuela fue hecha para
otros, que no somos nosotros.
Vemos dos escuelas. Creemos que es la
misma escuela. He dicho, son dos, porque una es de nosotros y la otra es para
otros, que no somos nosotros. La diferencia es sutil, inocente, apenas perceptible: la escuela actual es la
que diferencia entre un nosotros y otros. Mejor dicho, la escuela actual no es
para nosotros, sino para otros.
Las escuelas que se construyen no
piensan en nosotros, piensa en los otros. Son los otros, los que son el centro
de la escuela. Decía que estas nuevas escuelas o mega colegios no tenían
interior, eran un puro exterior geométrico, pues no, tienen un interior, y ese
interior son los otros. La Estrategia es
construir escuelas para encerrar los otros, para asegurar en sus formas
geométricas, cualquier otro, que no sea el nosotros. La escuela produce así una gran diferencia
que no existía en nuestras vidas: diferencia entre nosotros y los otros y a los
otros los encierra, sin encerrarlos, los
deja afuera, los deja sin interior y exterior. Pero a nosotros, nos encierra,
porque hemos estados enseñados a que nos encierren, por eso nuestras escuelas
son encerradas, que como decíamos al empezar, eran unas escuelas con puertas,
con interior que no se ve, con unas canchas que tampoco se ven, solo las ven
los que juegan adentro. En estas nuevas escuelas no existe el adentro, no se está
adentro y si se está, es porque queremos estar afuera.
Otra cuestión muy importante de estas
nuevas escuelas, es que nosotros somos espectadores
de lo que le ocurre a los otros. Nosotros vemos lo que le hacen a los pobres, a
los marginales, a los que viven en
barrios populares. Vemos y nos decimos: eso es lo que hay que hacer, eso se le
hace a los otros. Somos neutros, ante esa visión. Expectantes, nos asombra pero
nos complace y nos tranquiliza, que el Estado, emplee una forma de gobierno
sobre esta población peligrosa, que consiste en educarlos en espacios cuya
arquitectura es bella, limpia, moderna y
todo lo parece, que con las mejores
técnicas de pedagogía y de formación. Técnicas que nos vemos, procedimientos que no conocemos, medios
pedagógicos que ignoramos.
Nos quedamos únicamente con esa forma
moderna que tiene la escuela hoy, esta forma en donde prevalece más la forma,
que el contenido, forma para otros y no para nosotros.
Llegado a este punto, cambiemos de
mirada y preguntémonos qué es lo que no vemos, en eso que se les hace a los otros, que no somos nosotros
y que son los pobres. No vemos lo que es
interno a la nueva escuela. En nuestra escuela de barrio, vemos lo que pasa por
dentro, porque es nuestra escuela, es la escuela donde hemos estado toda la
vida y es una escuela que tiene adentro y afuera. Como esta escuela no tiene
adentro, porque está por fuera, parece que no tuviera adentro, interior, es
decir, lo que pasa en la escuela. Eso quiere decir que no
debemos contentarnos con la escuela
física, que vemos y reconocemos. Existe otra escuela, la escuela por dentro, la
que el ojo no puede ver, y que como en
la escuela actual, no tiene adentro, hay que construirlo, inventar ese adentro
que se nos niega.
Cambiemos
de mirada y construyamos, entonces, el interior de la escuela.
Hablemos de la escuela por dentro, la escuela que hay que pensar, la
escuela que hay que inventar.
La escuela de nosotros es una escuela
dirigida a nosotros, a cada uno de nosotros, a cada uno en particular, al
individuo pero también al grupo, a los semi-grupos, a todos. El aula es un
espacio para educar a todos y cada uno, a
cada uno como grupo. La escuela es la prolongación de
aulas, de corredores, de espacios en series, de pequeños espacios, unos para
recrearse, otros para estar juntos y escuchar,
otros, para aprender y para entrar al juego de la educación. La escuela
de los Otros, la mega escuela, la escuela para los sectores del margen, los que
quedan en el borde, no es una escuela para todos y unos, el grupo y cada uno.
No contiene un espacio que reúna al grupo y al individuo. Es una escuela para la población, para la masa,
para comunas. Esta escuela sirve para separar, diferenciar, aislar poblaciones
enteras, comunas completas, sectores de pobladores, incluso ciudades (como en
Cali, Cali con 2 millones y Agua Blanca, que tiene 500 mil habitantes o más).
La estrategia estatal es construir escuelas que incluyan grandes sectores de la
población. Estas escuelas no tienen los mismos propósitos y estrategias, que
las escuelas de nosotros, que buscaba educar uno por uno, que reunía esos unos
con todos, para que todos compartieran los mismos contenidos, con las mismas
reglas y los mismos procedimientos. La escuela para otros, no reúne, no junta,
no procede de algo que no es, el niño o el joven. La escuela de nosotros
perseguía que llegáramos, en un futuro posible, a ser hombres, porque ser hombre es vivir juntos,
estar reunidos con otros, compartir con
otros el mismo espacio, la misma educación. La escuela de otros, empieza donde
acaba la otra: empieza con hombres, con trabajadores, con seres completos, no
persigue llegar a un lugar o un tiempo posible. Busca, todo lo contrario,
detener el tiempo, crea un espacio para detener el tiempo, crea un lugar para
que no haya otro lugar. Es una escuela que no tiene un tiempo interior, un
espacio móvil, un juego de espacio y la diversidad del tiempo.
Es quieta, fija, inmóvil, estancada,
sin espacio y sin tiempo. No está pensada para que el niño, allí ubicado, sueñe
con ser un hombre y como tal hombre, pueda estar en otra parte. Esta escuela
está hecha para que esos niños se queden
niños, se queden en su lugar, como niños y como parte de ese grupo humano, de
esa población. Que sigan siendo los Otros y que no se atrevan a ser parte de
otra cosa o lugar, no pasen a ser parte “de nosotros”.
La escuela para otros ha creado una
frontera, una línea, un corte en la ciudad, en la vida urbana y aún en la
rural, entre nosotros y los otros. Vemos
la mega escuela, vemos que está
construida en las comunas pobres pero no vemos que es para localizar,
encerrar e impedir que esa gente pobre cruce el espacio urbano y llegue a la
ciudad, a los lugares de nosotros, esos lugares protegidos y blindados. La mega
escuela sirve de frontera, una frontera que se levanta a nombre de la
civilización, de los más altos valores, de la mejor arquitectura y de las
mejores condiciones de vida.
Todo eso es cierto, pero se ha hecho y
pensado así, para que los otros estén en ese lugar otro, y puedan ser
localizados, fijados en ese nuevo territorio que se llama escuela. Nunca antes
la escuela era un territorio, como ahora. Nunca antes era una inclusión que
excluye, se incluye para excluir.
Este tema del territorio nos debe
poner a pensar de otro modo la escuela
de otros. Creo que este tema está
ligado a lo que se denominó la ciudad
educadora. La ciudad educadora o ciudad educativa es el proyecto de crear un
espacio para realizar el futuro. El futuro, lo que uno puede ser, ya no se
piensa como producto de uno mismo, sino de un espacio que es el que realiza los
sueños de uno. Lo que uno es y lo que uno quiere ser, ya no es un sueño, sino
una realidad espacial, el sueño se hace camino, vía, calle, dirección, vector.
Si ese espacio se puede planear, entonces los sueños serán posibles. De allí la
consecuencia de la escuela o el proyecto escuela de otros: es habitando un
espacio como uno llegar a ser. Esta idea es muy distinta a lo que nos decían en
nuestra escuela, allí nos decían: es siendo como somos como podemos llegar a
ser, es con la imagen de un hombre bueno, como se llega a ser bueno. La mega
escuela nos dice: es atravesando el espacio como se llega ser.
Llegar a ser tiene un camino, que
traza el Alcalde, el consejo de la ciudad, el político, el administrador de la
cosa pública. Muy distinto a nuestro camino que es trazado por el rector, el
consejo académico, el profesor y el pedagogo. Hoy es definido nuestro camino en la vida, como un camino que
atraviesa la ciudad, lo urbano, que atraviesa la escuela, el colegio y la
universidad. Llegar a la escuela, pasar al colegio y luego a la universidad es ya estar en camino de ser
hombre.
Quiero recordar, a partir de dos
libros, escritos hace treinta años, cuatro principios que hoy se plantean como
los ejes a partir de los cuales se propone pensar la escuela y en general la
educación. Estos ejes son esencialmente territoriales, formas de la ciudad
educativa, son algo así como ese interior que no vemos, en la escuela de otros.
Esos dos libros son Aprender a ser, de
E. Faure, escrito en 1968 y La educación
es un tesoro de Jacques Delors, de 1996.
Ambos son informes de la Unesco. Estos
principios son: Aprender durante toda la vida y la educación permanente como
la clave de arco de la ciudad educativa;
restituir a la educación las dimensiones de la existencia vivida, redistribuyendo
la enseñanza en el tiempo y en espacio; la educación debe poder ser impartida y
adquirida por una multitud de medios, ya que lo importante es no es saber qué
camino ha seguido el sujeto sino lo que ha aprendido y adquirido; un
sistema educativo global y abierto
facilita la movilidad horizontal y vertical de los enseñados y multiplica sus
posibilidades de elección.
No
creemos equivocarnos, si ponemos
estos principios como los que explican la escuela de otros. Principios muy
ligados a los temas del territorio y la
comunidad.
Una escuela que nos plantea que la
educación es para estar en un lugar, que la educación es recorrer un espacio
sin tiempo y que los educados son la población,
la masa, la gente y no el individuo.
Aprender durante toda la vida quiere decir, que uno no aprende
verticalmente, no es el hombre, que seguro de sí, emprende el camino del
aprender. Aprender es estar en un lugar, y aprender a estar en ese lugar, es
pasar a otro lugar y aprender de ese lugar. Sigue la serie de lugares, de
redes, de experiencias de lugares. La casa, la escuela, el colegio, la
universidad y la empresa.
El aprender lo produce el lugar, lo
crea el espacio, lo inventa cada sitio. El aprender no depende de un saber, de
una ciencia o una disciplina, incluso el sujeto es un ser pasivo. El aprender
es una experiencia del lugar, por eso el aprender se vuelve eterno, porque hay
tanto para aprender, como lugares para
vivenciarlos. El aprender está en dos cosas, en el espacio y en la comunidad.
El aprender se adquiere del espacio, es horizontal, es vivencia y lo produce
cualquier medio. He ahí la escuela de otros, en todas sus letras. Estas ideas no se podían plantear para la
escuela de nosotros, pues esta escuela ha vivido con otros principios: el
aprender se adquiere por otros, es de transmisión, se produce con los cambios del tiempo, en el paso de niño a
joven y adulto y es fundamentalmente algo que se comunica por la voz y el gesto,
el ejemplo, es un mímesis, una memoria, palabra y signo. La escuela actual,
dice todo lo contrario: el otro no está y en su lugar vemos el espacio; no hay
vos o signo, sino adquisición; no hay ejemplo, no hay esperanza, sino realidad
plasmada en las cosas que pasan.
Estos principios son principios para
educar la comunidad en el espacio. Por
eso el problema de la escuela es el espacio físico y tal vez por eso el
problema de la escuela es de arquitectura e ingeniería y no de pedagogía. Una
pregunta es necesario hacer ¿por qué estas escuelas tienen una arquitectura tan vistosa y ostentosa? ¿Cuál
es la relación entre arquitectura y escuela? ¿Por qué una biblioteca en un
barrio pobre, un mega colegio en Agua blanca, una escuela en pleno sur de Bogotá? Organizar una escuela, crearla, construirla
en todos sus campos era un asunto de la pedagogía. Desde la Didáctica magna,
pasando por las Escuelas cristianas, hasta las escuelas del siglo XX, la
pedagogía era el saber o la ciencia que
pensaba la escuela.
La pedagogía era un saber para
construir el espacio interior de la escuela, desde el aula, la enseñanza, la
actitud de los niños, el aprender, la evaluación, todo, absolutamente todo
pasaba por la pedagogía. En la actualidad la pedagogía y todo ese campo
dirigido a pensar cada objeto escolar es
sustituido por la arquitectura.
Este saber, esta técnica, en lo que llama el edificio escolar, es la que piensa la escuela. La escuela, el
colegio, es un edificio, lo mismo que la
biblioteca. Es un objeto físico, un espacio vertical y horizontal, un entorno,
un espacio adyacente, contiguo, un área
y una serie de sistemas (seguridad,
salubridad, productividad, formación).
La pedagogía, que desde la antiguedad,
era un saber sobre el hombre, sobre su conducta, sobre el aprender y el
enseñar, hoy es un saber sobre el espacio, cuyo eje central es el edificio. La
ciencia es reemplazada por la técnica, el pedagogo por el arquitecto o
ingeniero. El edificio es a la pedagogía lo que era el hombre, en ese lugar del
hombre se pone el edifico y la serie de sistemas. Lo cual dio origen a la palabra instalación. Un edificio se instala, el edifico se
instala y los sistemas se instalan. Instalar es construir, organizar y poner a
funcionar una maquinaria, un aparato o dispositivo. Se instala la pedagogía,
desde el lote, los factores ambientales, los contextos, las vías, y todo lo que
corresponde con lo geotécnico y lo topográfico. Instalar el edificio en un lote
local y en el lote global, que es la ciudad, el mundo. La ciudad se piensa del
mismo modo: es un lote, en donde hay que instalar una serie de sistemas. El
gran problema de las ciudades es la circulación, o sea la movilidad con
seguridad y rapidez. Eso hace que el Alcalde deba ser un constructor, un
instalador, un ingeniero, un arquitecto. En la escuela el pedagogo es
reemplazado por el arquitecto-ingeniero. El maestro hace funciones de ingeniería,
ya no se preocupa del hombre, de su interior o espíritu, de su ascenso hacia la
forma humana y racional, sino que se preocupa de la salida y entrada de los niños,
de la seguridad, de la conexión de espacios entre sí, de cómo vincular un entorno
de aprendizaje con otro de lúdica y con otro de arte. El maestro instala el niño
en la instalación que previamente ha
construido el arquitecto-ingeniero según normas y estándares del
Alcalde-arquitecto-ingeniero y según principios del gran constructor e
instalador mundial que es la Unesco.
Este panorama de la escuela es
aterrador para los que pensamos que existe una pedagogía del hombre. Una
pedagogía cuyo sentido es pensar la relación espacio, tiempo y hombre y cómo
hacer del hombre, un ser perfecto y productivo, un ser culto, racional y ético.
Todo parece indicar que debemos aceptar que la escuela es ese edificio que nos han construido ante los
ojos y donde ponen unos seres, que llamo los otros. No hay nada qué hacer, sino aceptar que la
escuela es ese dispositivo de arquitectura e ingeniería y que atrás quedó la
escuela en donde nosotros fuimos educados, como quedó atrás el barrio, la
ciudad amable y la gente bella. Pero un arquitecto, un urbanista, un
constructor, nos da una serie de ideas para que no aceptemos las cosas como son
y las podemos mejorar. Ese urbanista se llama Paul Virilio. Su gran tema es el
espacio y la velocidad. Dé él quisiera retomar una idea novedosa, la de la
instalación. Está muy bien, no se puede hacer nada sino aceptar que Shakira nos
instale un gran edificio en uno de los barrios más pobres de Barranquilla. Un
edificio cuya pedagogía es el sistema de ingeniería del lugar: el agua, las
vías, la ruta, la seguridad, el área para jugar, el área para aprender, el área
para ser felices. Virilio nos diría,
porque Shakira no piensa en que al
instalar el edificio, esa instalación deje ver lo que está detrás, deje ver la
estructura que subyace a la forma, como si esa forma tuviera un contenido que
no se ve, y que si se viera sería la pedagogía que está oculta. Ya no es
posible volver a la pedagogía que se preocupaba de educar el hombre en sí
mismo, porque hoy la preocupación máxima es el espacio que habitas, el espacio
que atraviesas, el espacio que vas a recorrer. Un espacio que uno no construye,
que uno no le da la forma, como era en tiempos antiguos, Sócrates le decía a
Alcibíades que se diera la forma que quería, lo mismo decía Goethe, Kant, hasta
llegar a Foucault. Bueno, por qué al
instalar cualquier cosa, un objeto, un dispositivo, una forma geométrica, un área, no pensamos en que al hacerlo
dejemos saber, dejemos ver por dónde va la instalación. Instalar y
desenmascarar la instalación, desnudarla, volverla hacia afuera o hacia
adentro, darle la vuelta, retorcerla,
desanudarla, darle un giro, para
que quede en su verdad plena en lo que
es, un dispositivo de dominación, control y poder, un dispositivo de exclusión
aterrador. Crear un área, organizarle un área cualquiera a un niño en la
escuela, es primero, fijarlo, atarlo, someterlo, segundo, es excluirlo de otras
áreas posibles y tercero, es
enseñarle que debe pensar y actuar
así cuando sea adulto. ¿Cómo
hacer para decirle al niño, que cuando nos dicen, que nos van a construir
nuevas áreas para ser felices, nos están sometiendo e impidiendo que
construyamos el área que queramos? ¿Cómo
hacer para decir otra cosa, cuando hacemos una cosa? Eso es para mí la
pedagogía que debería acompañar la
escuela contemporánea, la escuela para otros. Una pedagogía que es un desdecir,
un desver, un desconstruir. Doble sentido se presenta: dibujar y desdibujar, al
dibujar. Hablar y deshablar al hablar y ver y desver, al ver. Educar y deseducar,
al educar.
Nos podemos admitir y aceptar que la
escuela sea un edificio que planea la sociedad de arquitectos e ingenieros,
según las normas de la Secretaría de educación
y la dirección de un Alcalde constructor. Ese edificio es la mitad de la
escuela. La otra mitad hay que construirla, ¿cómo? Poner en la escuela de los
otros, la escuela de nosotros. Poner en la escuela la pedagogía, que no se deduce del edificio, sino que se deduce del
hombre. Poner en la escuela el tiempo, para que ese espacio que todavía no es
hermoso, lo sea, y lo es cuando uno le pone tiempo, cuando el niño le pone su
tiempo. Las cosas son bellas si están en el tiempo.
Démosle tiempo a la escuela del siglo
XXI, para que veamos si dura en el tiempo.
Bibliografía
Alcaldía Mayor. Bogotá. Secretaria de
educación (2000). Construyendo pedagogía.
Estándares básicos para construcciones
escolares. Bogotá, Secretaría de educación.
Coombs, Ph. (1985) La crisis mundial
de la educación. Madrid, Santilla.
Delors; J. La educación es un tesoro. México, FCE Faure E. (1993) Aprender a ser.
Madrid, Alianza editorial Quiceno, H. (2012) “Pedagogía para arquitectos”.
Universidad del Litoral Santa Fé, Argentina. Ponencia internacional,
Todorov. S. (1991) Nosotros y los otros. Madrid, Siglo
XXI
Virilio, P. (2003) Amanecer
crepuscular. México, FCE
Santiago de Cali, enero 31 de 2013
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