¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR? PARA PEDAGOGÍA CONCEPTUAL[1]
Miguel de Zubiría
Samper[2]
(FUNDACIÓN
INTERNACIONAL DE PEDAGOGÍA CONCEPTUAL ALBERTO MERANI)
FASE AFECTIVA
El aprehendizaje y la
enseñanza son dos procesos centrales para la especie humana. De ellos depende
ni más ni menos que la posibilidad de compartir conocimientos entre las personas:
conocimientos originales extraídos, en no pocos casos, uno o más siglos atrás --esto
es, muy antiguos--, al igual que los más recientemente obtenidos por
innovaciones tecnológicas ocurridas a diario.
Significa que la
enseñanza y el consiguiente aprehendizaje le permite a cada nuevo individuo que
nace al mundo adquirir su respectiva herencia cultural, humanizarse. Ambas palabras
son centrales. El aprehendizaje es parte integral de la psicología, la
enseñanza ocupa el lugar central de la pedagogía.
De como se realice la
enseñanza –el arte de enseñar-- depende la velocidad y sobre todo de la calidad
de dicha transferencia de conocimientos de una generación a otra.
De un profesor que
actúa como mediador cultural y de un o un conjunto de aprehendices, en su rol
de herederos culturales. Para nada ambas palabras –enseñanza aprehendizaje--son
secundarias; la enseñanza configura una disciplina científica: la pedagogía, que
se ocupa precisamente del arte de enseñarle a otros. En sus dos versiones: como
pedagogía, ciencia del QUÉ enseñar, como didáctica, ciencia del CÓMO enseñar.
En este artículo únicamente nos interesa la segunda disciplina: la didáctica,
el estudio de los mejores procesos para enseñar.
Ahora bien, ¿es
posible responder la ambiciosa pregunta del título?…, el núcleo de la pregunta
didáctica.
Muchos pensaríamos
que no, sobre todo porque constituye la pregunta nuclear de la didáctica o del
saber enseñar, para nada un asunto secundario.
¿Qué hace a un buen
profesor? ¿Es posible responder con un sólido criterio científico? ¿O siempre su
respuesta estará circunscrita a discusiones interminables, a variables
personales, a contextos, a temas?
Con alegría constato
que tiene una respuesta clara y precisa. Además, soportada por investigaciones
empíricas, sólidas, realizadas durante décadas por el investigador Benjamín Bloom
como líder de un enorme equipo de co investigadores,
En efecto, hace ya
casi cuatro décadas, en 1977, Editorial Voluntad publicó en Colombia el libro
Características Humanas y Aprendizaje Escolar, del investigador Benjamín Bloom,
hoy imposible de conseguir. A mi criterio, una de las obras científicas
fundamentales en educación y pedagogía, por ser la primera compilación extensa
y sistemática de estudios e investigaciones serias relativas al arte de enseñar
y al arte de aprender; en torno la pregunta nuclear de la didáctica: DE QUÉ
DEPENDE QUE LOS ESTUDIANTES APRENDAN más y mejor?
Libro prácticamente
desconocido, al menos en mi país. En las mismas décadas de trajinar, conocer e
implementar innovaciones educativas no conozco ningún pedagogo que cite dicha
obra monumental. Incomprensible es que un trabajo de tal trascendencia
didáctica pase desapercibida, mientras es norma buscar los fundamentos en
estudios de profesionales ajenos al ámbito educativo y pedagógico. Por ejemplo,
en los afamados “pedagogos” Piaget, Vigotsky o Ausubel.
Hay una enorme
distancia entre los planteamientos y las preocupaciones de Bloom y las preocupaciones
de “teóricos” educativos tan de moda como Piaget, Vigotsky, o Ausubel, todos
psicólogos desconectados de las aulas de clase donde aprenden niños reales.
Piaget, epistemólogo; Vigotsky, psicólogo del desarrollo; Ausubel, psicólogo
educativo.
Por su vocación y
preferencia profesional, ocupados en cuestiones irrelevantes al momento de
enseñar a niños a sumar, o enseñarles el concepto de clase social, o enseñarles
a adultos destrezas para desarmar una nevera, o reponer un ventilador, o re
armar el cableado del sistema eléctrico de un apartamento en construcción. O al
enseñarle cualquiera de las mil quinientas tareas de aprendizaje –sí, ¡mil
quinientas tareas de aprendizaje!-- que los aprehendices deben aprehender en su
transitar y trajinar por la escuela, y muchos más en su preparación técnica,
laboral o profesional.
Disciplinas como la
epistemología genética (Jean Piaget), la psicología del desarrollo (Lev Vigotsky),
la psicología educativa (Jerome Brunner), poco tienen que ver con saber
enseñar.
Definitivamente no con
la didáctica, el tema que nos ocupa. Si acaso, la misma relación que entre la
fisiología del corazón y los mejores procedimientos quirúrgicos. Unos
conocimientos básicos son imprescindibles en cuanto fundamentación, pero nunca
reemplazan el saber tecnológico, el saber hacer, propio de la didáctica, única
disciplina que nos ocupa aquí.
Antes de iniciar
nuestro recorrido le pregunto a usted, amable lector: ¿Se considera un
excelente profesor? Me imagino que si comenzó a revisar este breve artículo
sobre uno de los dos temas nucleares de la pedagogía, la didáctica, es porque
es profesor.
En verdad -- y en
rigor-- todos los humanos los somos, así este quehacer no nuestra profesión. En
tanto que compañeros, amigos, padres, gerentes…, cada uno de estos roles lleva
implícita la labor educativa y auto educativa. Ningún humano se escapa a ella.
Al inicio comenté que es consustancial a la especie, a las interacciones entre
individuos, que nunca faltan.
Sin embargo, es
sorprendente que muy pocos de nosotros, incluidos quienes le hemos dedicado ya
muchas décadas a esta bella profesión, podamos responder la pregunta del inicio:
¿Soy un excelente profesor? ¿Qué caracteriza a un excelente profesor? ¿Usted lo
es? ¿Por qué si, por qué no?
Entramos al análisis
de un asunto definitivo, debido a que cualquier educación, de cualquier nivel,
de cualquier tema, supone una respuesta diáfana a esta pregunta. Ella arma el
núcleo de la disciplina pedagógica conocida como DIDÁCTICA.
Igual a como
cualquier médico ha de conocer cómo funciona el mejor corazón, contra el cual
ha de comparar los miles de pacientes que atenderá en su prolongada existencia profesional.
Corazón que podría no existir instalado en ningún ser humano real, pues todos
presentan ciertas imperfecciones; no así el corazón tipo que estudia la
fisiología del cuerpo humano. El médico que desconozca esta respuesta carece de
una referencia fundamental, al igual que cualquier profesor, en el caso
analógico, cuyo oficio único es precisamente ese: enseñar.
FASE COGNITIVA
Entramos pues a un
tema definitivo: ¿qué hace al buen enseñante, o profesor o pedagogo? Durante
siglos este ha sido un tema de arduos debates y acaloradas discusiones que,
como es corriente, no conducen a ningún puerto firme. Son opiniones,
consideraciones, supuestos.
La genialidad de
Bloom y de su gran equipo de investigadores fue diseñar un método científico y
riguroso para responder tamaña pregunta. Partió de una constatación obvia, que
por obvia había pasado desapercibida por décadas: que el mejor profesor es a
quien más le aprenden sus estudiantes. De paso, conectó dos términos que
siempre deben estar muy cerca el uno al otro enseñar para aprender.
No necesariamente el
mejor profesor es el más simpático, o el más jovial, o el más entusiasta, ya
que su labor única es enseñar para que sus estudiantes o aprehendices, como preferimos
denominarlos, le aprehendan.
Y aunque demasiados
colegios y universidades interrogan, de cuando en vez, a sus estudiantes sobre
los profesores, sobre qué piensan ellos de tal o cual profesor: si es cumplido,
si parece preparar bien sus clases, si es jovial y cercano,… Esta supuesta
“evaluación” de la competencia didáctica padece de dos defectos insalvables.
El primero, asumir
que los estudiantes son expertos en pedagogía, que no lo son, siendo simples
aprehendices. El segundo, consultar las frágiles opiniones de inexpertos en lugar
indagar por los niveles de aprehendizaje alcanzados, gracias a la labor de cada
profesor. Como debería ser. Este sí resulta ser el criterio definitivo, válido y
científico.
Decía que la
genialidad de Bloom estuvo en sacar la pregunta central de la didáctica del
reino de las opiniones, de expertos o de aprehendices, y ubicarla en el terreno
del método científico. Durante muchas décadas diseñó creativos experimentos
didácticos, pero también tuvo la sabiduría de consultar miles de experiencias
en igual sentido; procedimiento conocido hoy como meta análisis. En suma, se
alimentó de sus propios conocimientos y de los de otros, como siempre procede
la indagación científica en este y en los demás campos.
Las respuestas a las
preguntas centrales de la didáctica comenzaron a aparecer. Una definitiva es que
logró ponderar el aporte del profesor, junto con el de cada estudiante, al proceso
del aprehendizaje. Comprobó que los buenos profesores son importantes, pero que
los buenos alumnos todavía más. Dado que la enseñanza es parte del proceso.
Los resultados
recopilados con paciencia por Benjamín Bloom y su equipo durante décadas acabaron
por demostrar un hecho didáctico de apariencia insólita. Que el mayor aporte al
proceso enseñanza-aprehendizaje lo hace no el profesor, sino cada Aprehendiz.
Cada estudiante
contribuye con no menos de las tres cuartas partes del aprehendizaje, mientras el
profesor contribuye --en el mejor de los casos-- CON UNA CUARTA PARTE del
resultado, casi siempre con menos. Textualmente Bloom afirma: “Setenta y cinco
por ciento o más del aprendizaje final depende de cada estudiante en
particular”. Queda poco lugar a duda.
Explica que la
contribución del estudiante al aprehendizaje supere por mucho la respectiva al
profesor resulta de que el Aprehender involucra cuatro procesos: tres
psicológicos (afectividad + cognición-comprensión + experticia), y solo uno
pedagógico (enseñanza de calidad). Las tres primeras corren por cuenta
exclusiva del estudiante. La última, la calidad educativa, a cargo del
profesor.
DIAGRAMA 1. ¿De qué depende el aprehendizaje humano?
El Aprehendiz aporta
al proceso enseñanza-aprehendizaje ¡tres veces más que el profesor!, aporta sus
intereses, sus competencias intelectuales, sus competencias expresivas y prácticas.
Aportes que acaban por contribuir con las tres cuartas partes del proceso
total.
Por supuesto, los
instrumentos, las operaciones y los conocimientos con los cuales ingresa el
Aprehendiz al aula de clase también las aprehendió de otras personas, no necesariamente
de los profesores. Bien pudieron enseñárselas su madre, su padre, sus hermanos,
tíos, vecinos o profesores. O los aprehendió de alumnos adolescentes o adultos,
o de libros, artículos o ensayos de diversas fuentes: sus lecturas, en una palabra.
Vía regia de acceso al conocimiento de la mejor calidad; los escritores son de suyo
magníficos profesores, en buena medida gracias a que destinan a la preparación y
escritura de cada libro no menos de diez largos años. Piense qué tan buen
profesor sería quien le destinase siquiera la décima parte de este tiempo a
preparar sus clases. La mejora sería dramática.
EL EXCELENTE PROFESOR
Y LAS TRES FASES DEL APREHENDIZAJE HUMANO
Y si bien es cierto
que la mayor parte del aprehendizaje ocurre porque el estudiante posee ya
previamente al acto las herramientas, las operaciones mentales y los
conocimientos apropiados para asimilar el nuevo material propuesto por su
maestro, esta constatación para nada desconoce el valor fundamental del
profesor. Una de cuyas labores es precisamente esta, la de intuir y evaluar si
los estudiantes cuentan con los prerrequisitos mentales para asimilar las
enseñanzas que se prepara a enseñarles. Ya el investigador norteamericano y
psicólogo David Ausubel dejó condensado en una precisa sentencia este
importante aserto de la didáctica.
Estoy completamente
de acuerdo con David Ausubel[3]3 cuando coloca en su gran
relieve y magnifica el papel y el rol indiscutible del profesor, de los
profesores.
“Parece evidente que
el profesor debe constituir una de la variables más importantes del proceso de
aprendizaje. En primer lugar, desde el punto de vista cognoscitivo, lo amplio y
lo persuasivo que sea su conocimiento de las materias establece, desde luego,
una diferencia.
En segundo lugar,
independientemente de su grado de competencia en este aspecto, puede ser más o
menos capaz de presentar y organizar con claridad la materia de estudio, de
explicar lúcida e incisivamente las ideas y de manipular con eficacia las
variables importantes que afectan al aprendizaje. En tercer lugar, al
comunicarse con sus alumnos podrá ser más o menos capaz de traducir su
conocimiento a formas que implican el grado de madurez cognoscitiva y de
experiencia en la materia que aquellos muestren”.
Pues aceptar que la
carga principal del aprehendizaje corre por cuenta del Aprehendiz en nada
contradice el valor fundamental de las enseñanzas del profesor, de su formación
intelectual, de su formación humana y de su formación como diseñador
curricular, pedagogo y didáctica.
Lo único que debemos
abandonar de una vez por todas es la vieja y peligrosa idea de que los
estudiantes llegan al salón de clases como tabulas rasas -- reivindicación
meritoria a cargo precisamente de uno de los pioneros y fundadores de los
enfoques constructivistas; me refiero al investigador David Ausubel y a su
ejemplar discípulo Joseph Novack, creador de los mapas conceptuales--, más aún
cuando los aprehendices son jóvenes o adultos, quienes por su condición tienen
a su haber cientos o miles de aprehendizajes previos. Unos sí, otros no. Es
menester saber quiénes son estos unos y quiénes son estos otros, a fin de tomar
las medidas adecuadas para cada caso.
Momento propicio para
arribar al centro de la conclusión didáctica de Bloom respecto a los mejores
profesores. ¿Cuáles son sus características esenciales?
Como su aporte
decisivo a la teoría didáctica, Bloom identificó cuatro tópicos que condicionan la
CALIDAD EDUCATIVA.
Cuyo mérito está –lo
repito-- en que tales tópicos brotaron de centenares de estudios empíricos
sobre profesores quienes logran enseñarles a sus estudiantes. Luego de superar la
vieja y estéril discusión en términos de opiniones, él la convirtió en un
asunto medible, cuantificable y verificable.
Tomó como variable
dependiente de sus estudios la calidad de la enseñanza, entendida como que
profesores logran los mejores aprendizajes de sus alumnos. Y punto. Sus
hallazgos contienen el peso de la evidencia empírica de décadas ocupado de
descifrar la respuesta a la importante pregunta: ¿Qué es y qué hace un buen
profesor?
Resumo sus resultados
a sus hechos desnudos y escuetos; definitivos de conocer por todo y cualquier
profesor. Los resultados empíricos muestran que la calidad educativa depende de
cuatro fundamentales factores:
A) Motivación,
B) claridad y
precisión,
C) participación y
ejercitación de los alumnos,
D) todo en un
contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Una conclusión clara
y diáfana. Cuatro factores parecen decidir la calidad del enseñar.
Vistos en su precisa
secuencia durante el acto serían los siguientes:
Motivación >
Claridad y precisión > Participación y ejercitación de los alumnos
Contexto de
permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Dicho de otra manera
más cercana a nosotros: un profesor enseña con calidad cuando
logra interesar a sus
alumnos. En segundo lugar, facilita que lo comprendan. Tercero,
utiliza abundantes
ejercicios. Y en cuarto lugar, aunque no menos importante, evalúa con
frecuencia los logros
alcanzados, y les informa de ellos a sus aprehendices.
Cuatro palabras
claves:
1) interés,
2) claridad,
3) ejercitación y
4) evaluación.
El aporte
significativo de Pedagogía Conceptual es el de insertar los hallazgos empíricos de
Bloom en el proceso de enseñanza.
Fase afectiva Fase Cognitiva Fase expresiva
Motivación
> Claridad y
precisión > Participación y
ejercitación de los alumnos
Contexto de
permanente evaluación, retroalimentación y corrección
Pedagogía conceptual
postula que no es casual que Bloom concluya que estos sean los
ingredientes básicos
de una buena didáctica. Tienen que serlo porque el aprehendizaje
humano siempre
recorre tres etapas, perfectamente escalonadas. La fase afectiva, la fase
cognitiva y la fase
expresiva.
Modelo del aprehendizaje según el cual, es tarea del
profesor en cada fase:
• afectiva = interesar (y evaluar )
• cognitiva = aclarar (y evaluar)
• de dominio = modelar (y evaluar )
En la fase afectiva el profesor crea expectancia(4). Les demuestra a
sus estudiantes –mediante
diversas técnicas--
que:
1) el tema es
comprensible, ni fácil, ni demasiado difícil (expectativa positiva),
2) encantador
(interés),
3) y que reportará
hondas repercusiones a la vida futura del Aprehendiz (sentido).
Por sus conocimientos
de neuropsicología, el profesor sabe que la tripleta afectiva
expectativa-interés-sentido moviliza la totalidad de los recursos atencionales
de sus aprehendices, y los coloca en la mejor disposición a favorecer captar
los mensajes que están por llegar en la voz de su profesor, y a colocar la
máxima energía a comprenderlos, a asimilarlos.
Una vez el profesor
logra crear en sus estudiantes la triple condición: motivaciones de expectativa-interés-sentido,
sabe que están dadas las mejores condiciones neuropsicológicas para comenzar a
presentarles el conocimiento -- sea el que fuere, v.gr. cuál es la estructura
del sistema eléctrico de una nevera, de sus ductos de enfriamiento, o la
técnica de contabilidad por partida doble-- que anhela proponerles a fin de ser
aprehendido.
[1]
Ponencia presentada en el Congreso Internacional Innovación en los procesos de
aprendizaje enseñanza en la formación técnico profesional. Lima, Perú 10 y 11 de
marzo de 2011.
[2]
Psicólogo. Director Científico Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual
ALBERTO MERANI. Bogotá, Colombia. Por favor, escribirme al correo fipcam@pedagogiaconceptual.com
[3] Ausubel
D.,Novack J. y Hanessian H. Psicología Educativa. 3.
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