sábado, 29 de septiembre de 2012

¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR?



¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR? PARA PEDAGOGÍA CONCEPTUAL[1]


 
Miguel de Zubiría Samper[2]
(FUNDACIÓN INTERNACIONAL DE PEDAGOGÍA CONCEPTUAL ALBERTO MERANI)
 FASE AFECTIVA
El aprehendizaje y la enseñanza son dos procesos centrales para la especie humana. De ellos depende ni más ni menos que la posibilidad de compartir conocimientos entre las personas: conocimientos originales extraídos, en no pocos casos, uno o más siglos atrás --esto es, muy antiguos--, al igual que los más recientemente obtenidos por innovaciones tecnológicas ocurridas a diario.
Significa que la enseñanza y el consiguiente aprehendizaje le permite a cada nuevo individuo que nace al mundo adquirir su respectiva herencia cultural, humanizarse. Ambas palabras son centrales. El aprehendizaje es parte integral de la psicología, la enseñanza ocupa el lugar central de la pedagogía.
De como se realice la enseñanza –el arte de enseñar-- depende la velocidad y sobre todo de la calidad de dicha transferencia de conocimientos de una generación a otra.
De un profesor que actúa como mediador cultural y de un o un conjunto de aprehendices, en su rol de herederos culturales. Para nada ambas palabras –enseñanza aprehendizaje--son secundarias; la enseñanza configura una disciplina científica: la pedagogía, que se ocupa precisamente del arte de enseñarle a otros. En sus dos versiones: como pedagogía, ciencia del QUÉ enseñar, como didáctica, ciencia del CÓMO enseñar. En este artículo únicamente nos interesa la segunda disciplina: la didáctica, el estudio de los mejores procesos para enseñar.
Ahora bien, ¿es posible responder la ambiciosa pregunta del título?…, el núcleo de la pregunta didáctica.
Muchos pensaríamos que no, sobre todo porque constituye la pregunta nuclear de la didáctica o del saber enseñar, para nada un asunto secundario.
¿Qué hace a un buen profesor? ¿Es posible responder con un sólido criterio científico? ¿O siempre su respuesta estará circunscrita a discusiones interminables, a variables personales, a contextos, a temas?
Con alegría constato que tiene una respuesta clara y precisa. Además, soportada por investigaciones empíricas, sólidas, realizadas durante décadas por el investigador Benjamín Bloom como líder de un enorme equipo de co investigadores,
En efecto, hace ya casi cuatro décadas, en 1977, Editorial Voluntad publicó en Colombia el libro Características Humanas y Aprendizaje Escolar, del investigador Benjamín Bloom, hoy imposible de conseguir. A mi criterio, una de las obras científicas fundamentales en educación y pedagogía, por ser la primera compilación extensa y sistemática de estudios e investigaciones serias relativas al arte de enseñar y al arte de aprender; en torno la pregunta nuclear de la didáctica: DE QUÉ DEPENDE QUE LOS ESTUDIANTES APRENDAN más y mejor?
Libro prácticamente desconocido, al menos en mi país. En las mismas décadas de trajinar, conocer e implementar innovaciones educativas no conozco ningún pedagogo que cite dicha obra monumental. Incomprensible es que un trabajo de tal trascendencia didáctica pase desapercibida, mientras es norma buscar los fundamentos en estudios de profesionales ajenos al ámbito educativo y pedagógico. Por ejemplo, en los afamados “pedagogos” Piaget, Vigotsky o Ausubel.
Hay una enorme distancia entre los planteamientos y las preocupaciones de Bloom y las preocupaciones de “teóricos” educativos tan de moda como Piaget, Vigotsky, o Ausubel, todos psicólogos desconectados de las aulas de clase donde aprenden niños reales. Piaget, epistemólogo; Vigotsky, psicólogo del desarrollo; Ausubel, psicólogo educativo.
Por su vocación y preferencia profesional, ocupados en cuestiones irrelevantes al momento de enseñar a niños a sumar, o enseñarles el concepto de clase social, o enseñarles a adultos destrezas para desarmar una nevera, o reponer un ventilador, o re armar el cableado del sistema eléctrico de un apartamento en construcción. O al enseñarle cualquiera de las mil quinientas tareas de aprendizaje –sí, ¡mil quinientas tareas de aprendizaje!-- que los aprehendices deben aprehender en su transitar y trajinar por la escuela, y muchos más en su preparación técnica, laboral o profesional.
Disciplinas como la epistemología genética (Jean Piaget), la psicología del desarrollo (Lev Vigotsky), la psicología educativa (Jerome Brunner), poco tienen que ver con saber enseñar.
Definitivamente no con la didáctica, el tema que nos ocupa. Si acaso, la misma relación que entre la fisiología del corazón y los mejores procedimientos quirúrgicos. Unos conocimientos básicos son imprescindibles en cuanto fundamentación, pero nunca reemplazan el saber tecnológico, el saber hacer, propio de la didáctica, única disciplina que nos ocupa aquí.
Antes de iniciar nuestro recorrido le pregunto a usted, amable lector: ¿Se considera un excelente profesor? Me imagino que si comenzó a revisar este breve artículo sobre uno de los dos temas nucleares de la pedagogía, la didáctica, es porque es profesor.
En verdad -- y en rigor-- todos los humanos los somos, así este quehacer no nuestra profesión. En tanto que compañeros, amigos, padres, gerentes…, cada uno de estos roles lleva implícita la labor educativa y auto educativa. Ningún humano se escapa a ella. Al inicio comenté que es consustancial a la especie, a las interacciones entre individuos, que nunca faltan.
Sin embargo, es sorprendente que muy pocos de nosotros, incluidos quienes le hemos dedicado ya muchas décadas a esta bella profesión, podamos responder la pregunta del inicio: ¿Soy un excelente profesor? ¿Qué caracteriza a un excelente profesor? ¿Usted lo es? ¿Por qué si, por qué no?
Entramos al análisis de un asunto definitivo, debido a que cualquier educación, de cualquier nivel, de cualquier tema, supone una respuesta diáfana a esta pregunta. Ella arma el núcleo de la disciplina pedagógica conocida como DIDÁCTICA.
Igual a como cualquier médico ha de conocer cómo funciona el mejor corazón, contra el cual ha de comparar los miles de pacientes que atenderá en su prolongada existencia profesional. Corazón que podría no existir instalado en ningún ser humano real, pues todos presentan ciertas imperfecciones; no así el corazón tipo que estudia la fisiología del cuerpo humano. El médico que desconozca esta respuesta carece de una referencia fundamental, al igual que cualquier profesor, en el caso analógico, cuyo oficio único es precisamente ese: enseñar.
FASE COGNITIVA
Entramos pues a un tema definitivo: ¿qué hace al buen enseñante, o profesor o pedagogo? Durante siglos este ha sido un tema de arduos debates y acaloradas discusiones que, como es corriente, no conducen a ningún puerto firme. Son opiniones, consideraciones, supuestos.
La genialidad de Bloom y de su gran equipo de investigadores fue diseñar un método científico y riguroso para responder tamaña pregunta. Partió de una constatación obvia, que por obvia había pasado desapercibida por décadas: que el mejor profesor es a quien más le aprenden sus estudiantes. De paso, conectó dos términos que siempre deben estar muy cerca el uno al otro enseñar para aprender.
No necesariamente el mejor profesor es el más simpático, o el más jovial, o el más entusiasta, ya que su labor única es enseñar para que sus estudiantes o aprehendices, como preferimos denominarlos, le aprehendan.
Y aunque demasiados colegios y universidades interrogan, de cuando en vez, a sus estudiantes sobre los profesores, sobre qué piensan ellos de tal o cual profesor: si es cumplido, si parece preparar bien sus clases, si es jovial y cercano,… Esta supuesta “evaluación” de la competencia didáctica padece de dos defectos insalvables.
El primero, asumir que los estudiantes son expertos en pedagogía, que no lo son, siendo simples aprehendices. El segundo, consultar las frágiles opiniones de inexpertos en lugar indagar por los niveles de aprehendizaje alcanzados, gracias a la labor de cada profesor. Como debería ser. Este sí resulta ser el criterio definitivo, válido y científico.
Decía que la genialidad de Bloom estuvo en sacar la pregunta central de la didáctica del reino de las opiniones, de expertos o de aprehendices, y ubicarla en el terreno del método científico. Durante muchas décadas diseñó creativos experimentos didácticos, pero también tuvo la sabiduría de consultar miles de experiencias en igual sentido; procedimiento conocido hoy como meta análisis. En suma, se alimentó de sus propios conocimientos y de los de otros, como siempre procede la indagación científica en este y en los demás campos.
Las respuestas a las preguntas centrales de la didáctica comenzaron a aparecer. Una definitiva es que logró ponderar el aporte del profesor, junto con el de cada estudiante, al proceso del aprehendizaje. Comprobó que los buenos profesores son importantes, pero que los buenos alumnos todavía más. Dado que la enseñanza es parte del proceso.
Los resultados recopilados con paciencia por Benjamín Bloom y su equipo durante décadas acabaron por demostrar un hecho didáctico de apariencia insólita. Que el mayor aporte al proceso enseñanza-aprehendizaje lo hace no el profesor, sino cada Aprehendiz.
Cada estudiante contribuye con no menos de las tres cuartas partes del aprehendizaje, mientras el profesor contribuye --en el mejor de los casos-- CON UNA CUARTA PARTE del resultado, casi siempre con menos. Textualmente Bloom afirma: “Setenta y cinco por ciento o más del aprendizaje final depende de cada estudiante en particular”. Queda poco lugar a duda.
Explica que la contribución del estudiante al aprehendizaje supere por mucho la respectiva al profesor resulta de que el Aprehender involucra cuatro procesos: tres psicológicos (afectividad + cognición-comprensión + experticia), y solo uno pedagógico (enseñanza de calidad). Las tres primeras corren por cuenta exclusiva del estudiante. La última, la calidad educativa, a cargo del profesor.
DIAGRAMA 1. ¿De qué depende el aprehendizaje humano?
El Aprehendiz aporta al proceso enseñanza-aprehendizaje ¡tres veces más que el profesor!, aporta sus intereses, sus competencias intelectuales, sus competencias expresivas y prácticas. Aportes que acaban por contribuir con las tres cuartas partes del proceso total.
Por supuesto, los instrumentos, las operaciones y los conocimientos con los cuales ingresa el Aprehendiz al aula de clase también las aprehendió de otras personas, no necesariamente de los profesores. Bien pudieron enseñárselas su madre, su padre, sus hermanos, tíos, vecinos o profesores. O los aprehendió de alumnos adolescentes o adultos, o de libros, artículos o ensayos de diversas fuentes: sus lecturas, en una palabra. Vía regia de acceso al conocimiento de la mejor calidad; los escritores son de suyo magníficos profesores, en buena medida gracias a que destinan a la preparación y escritura de cada libro no menos de diez largos años. Piense qué tan buen profesor sería quien le destinase siquiera la décima parte de este tiempo a preparar sus clases. La mejora sería dramática.
EL EXCELENTE PROFESOR Y LAS TRES FASES DEL APREHENDIZAJE HUMANO
Y si bien es cierto que la mayor parte del aprehendizaje ocurre porque el estudiante posee ya previamente al acto las herramientas, las operaciones mentales y los conocimientos apropiados para asimilar el nuevo material propuesto por su maestro, esta constatación para nada desconoce el valor fundamental del profesor. Una de cuyas labores es precisamente esta, la de intuir y evaluar si los estudiantes cuentan con los prerrequisitos mentales para asimilar las enseñanzas que se prepara a enseñarles. Ya el investigador norteamericano y psicólogo David Ausubel dejó condensado en una precisa sentencia este importante aserto de la didáctica.
Estoy completamente de acuerdo con David Ausubel[3]3 cuando coloca en su gran relieve y magnifica el papel y el rol indiscutible del profesor, de los profesores.
“Parece evidente que el profesor debe constituir una de la variables más importantes del proceso de aprendizaje. En primer lugar, desde el punto de vista cognoscitivo, lo amplio y lo persuasivo que sea su conocimiento de las materias establece, desde luego, una diferencia.
En segundo lugar, independientemente de su grado de competencia en este aspecto, puede ser más o menos capaz de presentar y organizar con claridad la materia de estudio, de explicar lúcida e incisivamente las ideas y de manipular con eficacia las variables importantes que afectan al aprendizaje. En tercer lugar, al comunicarse con sus alumnos podrá ser más o menos capaz de traducir su conocimiento a formas que implican el grado de madurez cognoscitiva y de experiencia en la materia que aquellos muestren”.
Pues aceptar que la carga principal del aprehendizaje corre por cuenta del Aprehendiz en nada contradice el valor fundamental de las enseñanzas del profesor, de su formación intelectual, de su formación humana y de su formación como diseñador curricular, pedagogo y didáctica.
Lo único que debemos abandonar de una vez por todas es la vieja y peligrosa idea de que los estudiantes llegan al salón de clases como tabulas rasas -- reivindicación meritoria a cargo precisamente de uno de los pioneros y fundadores de los enfoques constructivistas; me refiero al investigador David Ausubel y a su ejemplar discípulo Joseph Novack, creador de los mapas conceptuales--, más aún cuando los aprehendices son jóvenes o adultos, quienes por su condición tienen a su haber cientos o miles de aprehendizajes previos. Unos sí, otros no. Es menester saber quiénes son estos unos y quiénes son estos otros, a fin de tomar las medidas adecuadas para cada caso.
Momento propicio para arribar al centro de la conclusión didáctica de Bloom respecto a los mejores profesores. ¿Cuáles son sus características esenciales?
Como su aporte decisivo a la teoría didáctica, Bloom identificó cuatro tópicos que condicionan la CALIDAD EDUCATIVA.
Cuyo mérito está –lo repito-- en que tales tópicos brotaron de centenares de estudios empíricos sobre profesores quienes logran enseñarles a sus estudiantes. Luego de superar la vieja y estéril discusión en términos de opiniones, él la convirtió en un asunto medible, cuantificable y verificable.
Tomó como variable dependiente de sus estudios la calidad de la enseñanza, entendida como que profesores logran los mejores aprendizajes de sus alumnos. Y punto. Sus hallazgos contienen el peso de la evidencia empírica de décadas ocupado de descifrar la respuesta a la importante pregunta: ¿Qué es y qué hace un buen profesor?
Resumo sus resultados a sus hechos desnudos y escuetos; definitivos de conocer por todo y cualquier profesor. Los resultados empíricos muestran que la calidad educativa depende de cuatro fundamentales factores:
A) Motivación,
B) claridad y precisión,
C) participación y ejercitación de los alumnos,
D) todo en un contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Una conclusión clara y diáfana. Cuatro factores parecen decidir la calidad del enseñar.
Vistos en su precisa secuencia durante el acto serían los siguientes:
Motivación > Claridad y precisión > Participación y ejercitación de los alumnos
Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Dicho de otra manera más cercana a nosotros: un profesor enseña con calidad cuando
logra interesar a sus alumnos. En segundo lugar, facilita que lo comprendan. Tercero,
utiliza abundantes ejercicios. Y en cuarto lugar, aunque no menos importante, evalúa con
frecuencia los logros alcanzados, y les informa de ellos a sus aprehendices.
Cuatro palabras claves:
1)    interés,
2)    claridad,
3)    ejercitación y
4)    evaluación.
El aporte significativo de Pedagogía Conceptual es el de insertar los hallazgos empíricos de Bloom en el proceso de enseñanza.
Fase afectiva                                  Fase Cognitiva                                          Fase expresiva
Motivación >                         Claridad y precisión >                                Participación y ejercitación                                                                                de los alumnos
Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección
Pedagogía conceptual postula que no es casual que Bloom concluya que estos sean los
ingredientes básicos de una buena didáctica. Tienen que serlo porque el aprehendizaje
humano siempre recorre tres etapas, perfectamente escalonadas. La fase afectiva, la fase
cognitiva y la fase expresiva.
Modelo del aprehendizaje según el cual, es tarea del profesor en cada fase:
• afectiva = interesar (y evaluar )
• cognitiva = aclarar (y evaluar)
• de dominio = modelar (y evaluar )
En la fase afectiva el profesor crea expectancia(4). Les demuestra a sus estudiantes –mediante
diversas técnicas-- que:
1) el tema es comprensible, ni fácil, ni demasiado difícil (expectativa positiva),
2) encantador (interés),
3) y que reportará hondas repercusiones a la vida futura del Aprehendiz (sentido).
Por sus conocimientos de neuropsicología, el profesor sabe que la tripleta afectiva expectativa-interés-sentido moviliza la totalidad de los recursos atencionales de sus aprehendices, y los coloca en la mejor disposición a favorecer captar los mensajes que están por llegar en la voz de su profesor, y a colocar la máxima energía a comprenderlos, a asimilarlos.
Una vez el profesor logra crear en sus estudiantes la triple condición: motivaciones de expectativa-interés-sentido, sabe que están dadas las mejores condiciones neuropsicológicas para comenzar a presentarles el conocimiento -- sea el que fuere, v.gr. cuál es la estructura del sistema eléctrico de una nevera, de sus ductos de enfriamiento, o la técnica de contabilidad por partida doble-- que anhela proponerles a fin de ser aprehendido.


[1] Ponencia presentada en el Congreso Internacional Innovación en los procesos de aprendizaje enseñanza en la formación técnico profesional. Lima, Perú 10 y 11 de marzo de 2011.
[2] Psicólogo. Director Científico Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual ALBERTO MERANI. Bogotá, Colombia. Por favor, escribirme al correo fipcam@pedagogiaconceptual.com
[3] Ausubel D.,Novack J. y Hanessian H. Psicología Educativa. 3.

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