DOSSIER:
FOTO: SHUTTERSTOCK
1. Los niños y la escuela en tiempos de pandemia
Con la pandemia, todo lo anterior se esfumó, espero que temporalmente. Lo que quedó es aquello más desterritorializado e institucional...
2. La escuela en tiempo de pandemia
Los profesores han debido readecuar rápidamente sus prácticas educativas, repensando –con más o menos competencias tecnológicas, con más o menos experiencias– cómo transmitir los contenidos mediante un sistema digital y a la vez, no dejar atrás a aquellos estudiantes que no tienen acceso a conectividad...
3. Educación en tiempos de pandemia: COVID-19 y equidad en el aprendizaje
Las medidas llevadas a cabo ante la rápida propagación del coronavirus reflejan la realidad inequitativa que viven muchos estudiantes fuera de las aulas..."Este es un enorme desafío de equidad educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables".
==========================
1. Los niños y la escuela en tiempos de pandemia
Lorena Ramírez y Verónica López
La crisis sanitaria que conlleva el coronavirus nos ha encontrado a todos desprevenidos y hemos visto cómo se intenta tomar medidas para hacerle frente. Entre los múltiples espacios afectados está la escuela. Sus puertas cerraron abruptamente hasta nuevo aviso, dejando a miles de niños y niñas de un momento a otro en sus casas o lugares de acogida.
En este escenario, se advierte como padres, madres y apoderados interpelan a los establecimientos educacionales a hacerse presentes de distintas maneras. Algunos alzan la voz pidiendo que no se dejen de transmitir los contenidos acordes al curriculum escolar para seguir recibiendo el servicio educativo. Otros, con agobio, reclaman el exceso de tareas que están recibiendo sus hijos e hijas debido a las dificultades que esto conlleva para su acompañamiento y seguimiento en casa.
En estas disputas nos movemos frente a un Ministerio de Educación que ha centrado su accionar en el lanzamiento de la plataforma “Aprendo en línea” que entrega textos escolares y guías de estudio para que los niños, niñas y jóvenes puedan seguir aprendiendo desde sus hogares. El objetivo –plantea el Mineduc– es ayudar a que los niños y niñas puedan continuar con sus rutinas desde el hogar, proporcionando herramientas que permitan reforzar sus conocimientos y aprendizaje. Frente a esta iniciativa los profesores han debido readecuar rápidamente sus prácticas educativas, repensando –con más o menos competencias tecnológicas, con más o menos experiencias– cómo transmitir los contenidos mediante un sistema digital y a la vez, no dejar atrás a aquellos estudiantes que no tienen acceso a conectividad.
Llama la atención –aunque no sorprende dada la existencia de una lógica educacional basada en el mercado y en la rendición de cuentas– que la primera respuesta al cierre de las escuelas esté siendo la de proveer materiales con información y guías de trabajo que los niños y niñas deben desarrollar en tiempos determinados y cuyo único énfasis está en asegurar una cobertura curricular. Sin embargo, es necesario entender que para niños y niñas la escuela es mucho más que eso. Si bien hay que aceptar que difícilmente se podrá llevar íntegramente la escuela al hogar el gran desafío está justamente en qué hacer para no perderla.
Para acercar la escuela en medio de esta crisis que limita el contacto físico se hace imprescindible facilitar instancias de encuentro para mitigar en algo la distancia así como para ayudar a los niños y niñas a recuperar parte de lo que para ellos es de gran valor: su comunidad, su vida cotidiana y el poder expresar su propio sentir y vivencias, aspectos sin duda relevantes para generar mejores condiciones para su aprendizaje y bienestar.
De un día para otro niños y niñas se quedaron sin la escuela, sin sus rincones para conversar con sus compañeros/as, sin el saludo del profesor/a. Entre muchas cosas, se quedaron sin los actos y las canciones en conjunto, sin los recreos, e incluso para los creyentes, sin los rezos colectivos de cada mañana. En un país que se caracteriza por una alta segregación territorial y fragmentación de las relaciones sociales, los niños y niñas se quedaron sin ese espacio social que les permite encontrarse con un otro. Se quedaron sin esa disposición particular del tiempo, espacio y material que configura la escuela para despertar su interés por aprender. Si queremos llevar algo de la escuela a la casa estos aspectos deben ser considerados, especialmente prestando atención a las necesidades propias de niños y niñas. Claramente la respuesta no es nada fácil, sin embargo, los estudiantes pueden dar claves más precisas de lo que requieren en estos momentos de su escuela, importantes de ser escuchadas.
Evidencia científica emanada desde el Centro de Investigación para la Educación inclusiva y de otras investigaciones nacionales plantea que para los niños y niñas la escuela es representada como un lugar distintivo que les permite el encuentro con otros, principalmente con sus docentes y compañeros/as. Para los estudiantes el sentido esencial de la escuela es poder aprender colaborativamente con otros, así como también establecer relaciones afectivas con los miembros de la comunidad educativa. De esta manera, el bienestar de los niños y niñas en la escuela está asociado a compartir y a divertirse con su grupo de pares así como también a sentirse constantemente acompañados, cuidados y apoyados por los profesores. Por tanto, desde la perspectiva de los estudiantes no basta con asegurar tan sólo la entrega de contenidos, sino que un pilar fundamental es también mantener las relaciones interpersonales y vínculos relevantes con la escuela.
Si se va a utilizar la tecnología a favor –ciertamente para los que tienen acceso– se hace necesario buscar alternativas para que docentes y compañeros/as puedan mantenerse contactados entre sí. Por ejemplo, en vez de sólo enviar una guía de trabajo los docentes también pueden conversar directamente con aquellos estudiantes que lo necesitan o mandar un video con caras y voces conocidas en lugar de entregar un enlace de algún material realizado por alguien con quien no tienen ningún tipo de conexión. Generar encuentros online entre todo el curso y compartir ideas en conjunto es una alternativa que resulta motivadora para el estudiante ya que favorece el efecto par para el aprendizaje.
Para acercar la escuela en medio de esta crisis que limita el contacto físico se hace imprescindible facilitar instancias de encuentro para mitigar en algo la distancia así como para ayudar a los niños y niñas a recuperar parte de lo que para ellos es de gran valor: su comunidad, su vida cotidiana y el poder expresar su propio sentir y vivencias, aspectos sin duda relevantes para generar mejores condiciones para su aprendizaje y bienestar.
Fuente:
2. La escuela en tiempo de pandemia
La escuela debe cambiar la estrategia: llevar a la casa su función solidaria y democrática y dejar a un lado lo institucional y autoritario
Sebastián Plá*
La escuela pública es una institución central para la solidaridad democrática. Hoy, ante la ausencia física de la escuela, es notable su increíble número de funciones: organiza los calendarios sociales, laborales y vacacionales, permite que padres y madres puedan ir al trabajo, resguarda a un porcentaje importante de la población entre sus muros por varias horas al día y da trabajo y sustento a muchísimas personas, entre otras. Por otro lado, todavía más importante, en ella una generación intenta educar a otra, se producen infinidad de relaciones únicas, da oportunidad a los y las niñas de ser libres de sus padres, madres o tutores por una horas, crea oportunidad de democratizar el conocimiento y muchas otras tantas más.
Con la pandemia, todo lo anterior se esfumó, espero que temporalmente. Lo que quedó es aquello más desterritorializado e institucional, aquello que es más fácil mover, de trasladar al mundo virtual: la certificación, la planeación de clase, la sobreabundancia de actividades, la evaluación a distancia. También se mantuvo la tarea, pero ahora sobrecargada. Toda actividad escolar es hoy una tarea. Y con ella, la pesadumbre de los y las estudiantes, la angustia de los padres y las madres de fallar en el trabajo y fallarle a los hijas e hijas o, peor aún, a quedar sin trabajo o continuar siendo víctima de la brecha digital y la desigualdad económica, es decir, no tener escuela alguna. Estamos, por tanto, ante una amenaza grave: perder la función democratizadora de la escuela pública.
Ante la crisis global, la escuela debe cambiar la estrategia: llevar a la casa su función solidaria y democrática y dejar a un lado lo institucional y autoritario. ¿Qué significa esto? Primero, eliminar todo vestigio de calificación. Todos los y las estudiantes, desde prescolar hasta bachillerato, deben aprobar el año, sobre todo, si no se abren la escuelas de aquí a mayo. Segundo, reconocer que en momentos como estos, el seguimiento del plan de estudio puede esperar un poco. Tercero, que las autoridades, que muchas veces también son docentes, dejen de vigilar y den a los y las docentes la libertad y la confianza que merecen, para que sean ellos quienes asuman su responsabilidad solidaria y democrática. Cuarto, y con medida de lo posible, apoyarse en la solidaridad comunitaria.
Pero lo anterior es insuficiente si no cambiamos los objetivos de la escuela. Llevamos décadas de reformas educativas tratando de formar al ciudadano competitivo para la sociedad del conocimiento, en detrimento del ciudadano solidario, colectivo, amable, que cuida de sí mismo y de los demás. La escuela en tiempos de pandemia, es también la crisis del sujeto neoliberal que ha tratado de formar la escuela. Hoy, para mí, la escuela debe ofrecer a estudiantes y padres y madres de familia una pedagogía de emergencia, una pedagogía pública, que proporcione conocimientos a todos en la casa para comprender la pandemia, enfrentar nuestros miedos y angustias, y fomentar el cuidado de sí y del otro. Una escuela que enseñe, por ejemplo, que el personal del sistema de salud pública es parte fundamental de la solidaridad social y que en vez de discriminarlos o agredirlos, tenemos que estar agradecidos con ellas y ellos.
A una escuela democrática y solidaria en tiempo de pandemia la hacemos todos. Pero sobre todo la hacen los y las docentes. Somos los y las docentes quienes tenemos que crear esta escuela y reconocer nuestra función como pilar de la solidaridad y la democracia. Pero para ello, la sociedad debe tener presente que como cualquiera, los y las docentes también estamos encerrados con la escuela en casa, tenemos angustias y miedos y, a veces, tampoco tenemos la mente clara para poder trabajar. Una escuela solidaria debe serlo para todos.
______________________________________
* Doctor en Pedagogía e investigador del IISUE en la UNAM. Su último libro: Calidad educativa. Historia de una política para la desigualdad
Fuente:
3. Educación en tiempos de pandemia: COVID-19 y equidad en el aprendizaje
Paola Estrada Villafuerte
Foto: Pxfuel.
Las medidas llevadas a cabo ante la rápida propagación del coronavirus reflejan la realidad inequitativa que viven muchos estudiantes fuera de las aulas.
El coronavirus está cambiando instantáneamente la forma en que se imparte la educación, ya que la escuela y el hogar, ahora se convierten en el mismo lugar tras las necesarias regulaciones efectuadas. Según la UNESCO, más de 861.7 millones de niños y jóvenes en 119 países se han visto afectados al tener que hacer frente a la pandemia global que nos ha sacudido este año. Millones de familias en EE.UU. se han tenido que unir al 1.7 millón de niños que se encuentran enrolados en la educación en el hogar (homeschooling). Al igual que en México, donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha extendido el período vacacional desde el 23 de marzo al 17 de abril del 2020.
Estas medidas terminan por iluminar la realidad de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico. Ya que, para algunos, resulta ser una complicación incómoda, mientras que para otros, la situación es aún más preocupante. En ciudades donde el 70 % de los estudiantes vienen de familias de bajos ingresos, llevar la escuela a casa significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas, y mucho menos la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online.
"Este es un enorme desafío de equidad educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables", dijo Ian Rosenblum, director de The Education Trust-New York. Desafortunadamente, las escuelas que pueden ofrecer una experiencia académica virtual completa, con alumnos que cuentan con dispositivos electrónicos, profesores que saben cómo diseñar lecciones en línea funcionales y una cultura basada en el aprendizaje tecnológico, no son muchas. La realidad es que la mayoría de las escuelas no están preparadas para este cambio que permite reconocer que el acceso desigual a internet es tan sólo uno de los muchos problemas que enfrenta nuestro sistema educativo a nivel global, así lo plantea Tara García para The Hechinger Report.
Según el World Economic Forum, sólo alrededor del 60 % de la población mundial tiene acceso a la red. Generando que muchísimas instituciones busquen soluciones provisionales a esta crisis, tales como el sistema educativo mexicano, que fuera de colegios privados o facultades universitarias, no se acogió la implementación de aprendizaje en línea para el sector público. La brecha digital continúa expandiéndose a medida que los estudiantes en sectores vulnerables siguen quedándose atrás en su aprendizaje.
"El mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea", señala Noah Dougherty, director de diseño en la consultora de educación, Education Elements. Muchas preguntas surgen a raíz de las problemáticas que tienden a afectar de manera desigual a aquellos en desventaja. El apoyo que se proporcionará, por ejemplo, a miles de madres solteras mexicanas que necesitan escuelas abiertas porque tienen que trabajar y su empleador o rubro no le permiten trabajar desde casa, a familias inmigrantes que deberán averiguar cómo participar en la educación en el hogar con programas en inglés, que podría no ser su primer idioma, o a aquellos niños que dependen de la escuela para sus comidas, es aún desconocido.
"Han sido desalojados de su estabilidad, han sido desalojados de sus hogares, han sido desalojados de su capacidad de vivir de manera cómoda y segura".
Estas dificultades se replican mundialmente, no sólo en la educación básica, sino en miles de universidades que han tenido que cerrar sus aulas debido a esta crisis sanitaria. Harvard, Cambridge, MIT, UCLA, por nombrar sólo algunas instituciones de las que se han sumado, pusieron pausa a todas las clases presenciales, eventos académicos y demás servicios, para mudarse a lecturas y conferencias en línea. Consecuentemente, miles de alumnos en educación superior alrededor del mundo, han tenido que abandonar sus campus tras el aviso de desalojo que ha tomado a muchos sin recursos u opciones disponibles. Todas estas medidas fueron tomadas tras el estado de emergencia declarado en distintos estados, como en Massachusetts, EE. UU., donde fueron dados a conocer más de 100 casos confirmados.
Tal es la situación del 20 % de los alumnos totales en la Universidad de Harvard que se encuentran en ayuda financiera completa, los 10,000 estudiantes internacionales, además de aquellos que pertenecen a grupos minoritarios, quienes han sido los más afectados tras las normas preventivas llevadas a cabo estos últimos meses. Estos se preguntaban si podrían permitirse el lujo de regresar a casa, qué sucedería con las visas que no permiten educación en línea , qué acciones tomarían quienes son originarios de países que se encontraban en la lista que CDC recomienda evitar, cuáles serían los efectos que este periodo tendría en proyectos de años de investigación para los alumnos de posgrado y en carreras universitarias, como en las artes y ciencias, donde la educación frente a frente es pieza clave.
"Han sido desalojados de su estabilidad, han sido desalojados de sus hogares, han sido desalojados de su capacidad de vivir de manera cómoda y segura", menciona Jordan H. Barton, para The Crimson, periódico estudiantil de Harvard. Muchísimos casos de estudiantes que están atravesando este periodo de manera más turbulenta que otros están saliendo a flote. James A. Bedford, quien depende simultáneamente del apoyo financiero económico total y los distintos empleos que ejerce dentro del campus para subsistir, se verá privado de sus principales fuentes de ingreso, por lo que su regreso a casa se verá comprometido.
"Este es un enorme desafío de equidad educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables".
Más escenarios se suman a la lista, como quienes viven en áreas rurales sin acceso a internet, o con zonas horarias distintas. "Digamos que tengo que volver a Japón. Eso significa que hay una diferencia de tiempo de 13 horas. Cuando ustedes estén tomando la sesión real, debería estar durmiendo", mencionó Satoshi Yanaizu al periódico estudiantil. Otro estudiante, Tomasz Wojtasik, quien se encuentra una situación mucho más crítica, dijo que fue expulsado de la casa de sus padres debido a su sexualidad hace un año y menciona que no sabe en dónde se estará quedando durante este proceso.
“El único ecualizador en Harvard es el hecho de que todos vivimos juntos y tenemos el mismo alojamiento. Vivimos juntos, comemos la misma comida, tenemos los mismos recursos docentes ”, agregó Wyville, quien es originario de Anniston, Alabama. "Pero si quitas la vida en el campus y la vida residencial, entonces quitas ese ecualizador".
Aunado a esto y de manera muy contigua, agregamos la situación en la que se encuentran las personas que ofrecen sus servicios al campus en áreas de limpieza, seguridad y mantenimiento. Personal que depende totalmente de la afluencia de estudiantes y docentes en el campus. Las posibilidades para ellos varían entre la reducción de horas, licencias no remuneradas hasta los muy posibles despidos.
Harvard, en respuesta a todas las necesidades de los estudiantes, ha estado desarrollando casos de excepción para aquellos estudiantes internacionales que no pueden regresar a casa, y reembolsos totales o parciales de vuelos y transporte de pertenencias, a quienes dependen del apoyo financiero otorgado por la universidad. A esto se le une la solidaridad de los alumnos que se encuentran ofreciendo resguardo y alimento a aquellos que lo necesitan.
"El mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea".
En cuestión de semanas, se ha cambiado la manera en la que los estudiantes aprenden, y justo estas transformaciones nos dan un vistazo a las fallas en materia de equidad que sigue presentando nuestro sistema educativo, incluso en los círculos más privilegiados. El World Economic Forum, plantea que esta pandemia se convierte en una oportunidad para recordarnos las habilidades que nuestros estudiantes necesitan justo en crisis como estas, siendo así, la toma de decisiones informada, resolución creativa de problemas y, sobre todo, adaptabilidad. Para garantizar que esas habilidades sigan siendo una prioridad para todos los alumnos, la resiliencia también debe integrarse en nuestros sistemas educativos.
Fuente:
________________________________________
Fuente del dossier:
0 comentarios:
Publicar un comentario