180 aniversario de la expedición del Beagle
Cuando Darwin nos enseñó de donde venimos
En el aniversario del Beagle -que dio a Darwin las claves de su teoría- el darwinismo sigue siendo la piedra angular de la biología.
David Bezoar
El darwinismo supuso un salto de gigante para el conocimiento de la humanidad, una verdadera ruptura epistemológica que conmovió todo el edificio de la biología.
Cuando el bergantín HMS Beagle arribó el 2 de octubre de 1836 al puerto inglés de Palmouth, tras una larga travesía que le había llevado por las costas de medio hemisferio Sur, el joven Charles Darwin distaba mucho de ser el imberbe que partió de Inglaterra, 5 años atrás. Durante su periplo, en su condición de 'naturalista oficioso' del barco, había visto y estudiado cosas que hacían bullir su mente en un sentido subversivo para la ciencia académica victoriana.
En la costa de Monte Hermoso, cerca de Bahía Blanca, Argentina, había localizado los restos fósiles de enormes mamíferos ya extintos, algo que le había hecho dudar en secreto de la inmutabilidad de las especies. Por todas partes, el joven Darwin había observado que las especies de animales variaban entre sí, curiosamente adaptadas a la geografía y las distintas condiciones de vida.
Este último germen terminó de brotar y florecer durante la estancia del Beagle en las islas Galápagos, un joven archipiélago volcánico en medio del Pacífico, a 900 km frente a las costas andinas. El naturalista encontró variedades de pinzones que estaban emparentadas con la raza continental, pero que variaban de isla a isla. También pudo observar que los caparazones de tortugas que daban nombre al lugar diferían ligeramente entre unas islas y otras. Parecía como si las distintas condiciones materiales de cada isla modelasen a su fauna."La actual teoría de la evolución es sin duda heredera del darwinismo"
Aquel pálpito no le dejó descansar el resto de la travesía. "Estos hechos desbaratan la teoría de la estabilidad de las especies", escribió para sí en su diario. "Esto arroja luz sobre el origen de las especies".
Durante los siguientes años y décadas, Charles Darwin fue dándole forma y fundamento a una rompedora teoría, que vería la luz en 1859 con la publicación de “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida”, que cambiaría para siempre las ciencias de la vida.
Pero no habría habido gloria sin las miles de millas recorridas, sin los cientos de especies animales catalogadas, sin todas las costas avistadas y estudiadas, sin todas las tormentas, zozobras y toneladas de sal inspiradas y expiradas. No habría Darwin (darwinista) sin el viaje del Beagle.
La piedra angular de la biología
El darwinismo supuso un salto de gigante para el conocimiento de la humanidad, una verdadera ruptura epistemológica que conmovió todo el edificio de la biología. No ya por plantear la idea de la evolución o cambios en las especies, consideradas entonces inalterables -pues esas ideas ya existían antes de Darwin- sino por dotar al evolucionismo de una sólida base materialista. Como afirmó el eminente biólogo español Faustino Cordón, el darwinismo “estimuló el pensamiento biológico y abrió campos nuevos a la investigación. La biología entera se elevó a un nuevo plano de problemas y conceptos”.
La idea central del evolucionismo darwinista es el concepto de selección natural, considerada la causa de la evolución. Si bien el darwinismo ha sido sometido a crítica y desarrollo a lo largo de las décadas hasta las modernas concepciones evolucionistas, la actual teoría de la evolución -la llamada síntesis evolutiva- es sin duda heredera de El Origen de las Especies. El darwinismo es sin lugar a dudas, la piedra angular de la biología moderna.
A pesar de todas las insuficiencias, puntos débiles y aspectos erróneos del darwinismo, esta teoría clava varios pilares teóricos, varios muros maestros de la biología, que se mantienen incólumes hoy en día. En primer lugar al afirmar que las especies se transforman, van cambiando sus características a lo largo del tiempo de forma fundamentalmente gradual (aunque hoy se sabe que esos cambios pueden atravesar etapas rápidas, saltos cualitativos). Esa concepción -hoy aceptada como un axioma por la totalidad de la comunidad científica- tuvo que abrirse paso a contracorriente contra todas las concepciones creacionistas, idealistas y metafísicas, herederas de la religión, dominantes en las ciencias naturales del s.XIX.
En segundo lugar al postular que las especies se diversifican según se adaptan a ambientes o modos de vida diferentes. De esa manera una especie original puede dar lugar a dos o a varias especies “hijas”. Consecuentemente con esto -caminando con este razonamiento hacia atrás en el tiempo- todas las especies vivas del planeta están emparentadas en mayor o menor grado, todas ellas proceden en última instancia de un remoto antepasado común único, o como lo llama la ciencia actual, el LUCA (last universal common ancestor). Toda la filogenia actual (apoyada ahora en los enormes avances en genética molecular) se basa en esta idea.
En tercer lugar, y este es el corazón de su teoría, al afirmar que el cambio evolutivo está motivado por la adaptación al ambiente, que -según el darwinismo- tiene como mecanismo la selección natural.
Darwin daba por hecho que en toda especie viva hay una variabilidad natural de caracteres (no todos los individuos tienen las mismas características) y eso genera una distinta tasa de éxito reproductivo, y por otra parte una distinta tasa de supervivencia ante los desafíos del medio. La combinación de ambos factores hacen que los individuos más aptos (para reproducirse y/o para sobrevivir) tengan mayor probabilidad de transmitir sus genes a la siguiente generación. Con ello en dicha especie se van haciendo prevalentes las características más ventajosas, y la especie va evolucionando. Aunque incompleta y unilateral (como veremos más adelante), esta idea es fundamentalmente correcta.
El impacto del darwinismo
El darwinismo se apoya en varios fenómenos que la ciencia del s.XIX ya había observado, y ha permitido e impulsado posteriormente numerosas áreas de la biología.
Una es la taxonomía y la filogenética, que estudian la enorme diversidad de los seres vivos, y cómo estos se clasifican en grupos relacionados entre sí por su grado de parentesco.
Durante todo el s.XVIII, los naturalistas -con Linneo como figura principal- se habían volcado en catalogar y estudiar las especies vivas de los cinco continentes, generando una enorme cantidad de conocimientos taxonómicos acumulados acerca de lo que hoy llamamos biodiversidad. Pero esa variedad de seres vivos -y de características- necesitaba de una explicación. Y Darwin la ofreció, clara y brillante.
“[El darwinismo] proporcionó la clave del mayor cuerpo de conocimientos biológicos antes establecido: la taxonomía botánica y la zoológica. Solo admitiendo la comunidad de origen y la gradación de parentesco de todas las especies (...) se puede explicar el hecho notable de que las especies vegetales y animales no se puedan clasificar satisfactoria e inequívocamente más que en un sistema arborescente, de ramas de categorías decrecientes, en el que las especies incluidas de una cualquiera (género, tribu, familia, orden, clase, tipo) poseen, además de los caracteres que la distinguen, todos los de las categorías superiores. De este modo, el sistema natural de animales y plantas, establecido a lo largo del siglo anterior por aplicado afán de los taxonomistas, adquirió, por así decirlo, relieve en el tiempo, es decir, fue precisando las fechas en que se produjeron las ramificaciones del árbol clasificatorio por ellos establecido, que así, constituido en árbol filogénico, adquirió sentido, se convirtió en un resultado comprensible”, dijo de Darwin Faustino Cordón.
Otro es el de la misteriosa semejanza entre la evolución y el desarrollo embrionario. “Análogamente, la teoría de la evolución biológica permitió interpretar satisfactoriamente observaciones importantes de embriología comparada. El eminente embriólogo alemán Von Baer había observado el hecho de que los embriones de las distintas clases de vertebrados se parecen tanto más entre sí cuanto más corta es la edad de los embriones. Darwin atribuyó certeramente esta semejanza entre fases embrionarias a la existencia de remotos antepasados comunes. El gran darwinista Ernst Haeckel dio un paso más enunciando su famosa ley de la recapitulación según la cual el desarrollo embrionario de todo ser vivo (su ontogénesis) recapitula la historia evolutiva de sus antepasados (su filogénesis)” (F. Cordón).
El darwinismo y sus vástagos teóricos -la síntesis evolutiva- son las piedras basales sobre las que se desarrollan sus campos más fieles, tales como biología evolutiva, la paleontología o la antropología física.
Una base de materialismo para la ciencia del s.XIX
La teoría de Darwin es absolutamente materialista. Parte de la existencia de unas leyes objetivas, independientes de la voluntad de ningun ser subjetivo, que rigen la evolución de todas las especies vivas. En el darwinismo no hay lugar para cosmogonías de seres divinos o de “diseños inteligentes” de ún “supremo creador”, ni tampoco para el ser humano como “el rey de la creación divina”. El hombre es un animal más, y evidentemente emparentado con los grandes simios. Estas ideas, hoy ampliamente aceptadas, eran escandalosamente subversivas para la Inglaterra victoriana.
El darwinismo, como teoría científica, es un producto histórico, es fruto de la práctica social de la sociedad del s.XIX, y del conocimiento acumulado hasta ese momento. Es en el s.XIX, y en la Inglaterra victoriana -el país capitalista más desarrollado, donde hay una relativa mayor “libertad de pensamiento” y un patrocinio por parte del Estado de las expediciones naturalistas como la del Beagle- donde se dan las mejores condiciones para que una teoría como la de Darwin pueda brotar, abrirse paso a contracorriente y acabar siendo aceptada. De hecho, la teoría de la evolución debería ser compartida entre Charles Darwin y el también inglés Alfred Russell Wallace, un contemporáneo del primero que por otros caminos había llegado a idénticas conclusiones teóricas. Ambos mantenían correspondencia, pero al saber que Wallace iba a publicar sus conclusiones, Darwin publicó las suyas en un formato resumido -el histórico “El Origen de las Especies” (1859)para mantener la primicia."Erigió varios muros maestros de la biología, que se mantienen hoy en dia"
Cuando Marx escribió a Darwin
El darwinismo supuso uno de los frutos intelectuales más avanzados de esa época, y así lo reconoció otro de los grandes pensadores del XIX, Karl Marx. “Aunque está escrito en el más tosco estilo inglés, en este libro está la base de la historia natural”, le dijo Marx a Engels a propósito de El Origen de las Especies.
Marx, que por cierto era vecino de Darwin (vivían a solo 25km), le envió al naturalista un ejemplar de su obra magna, El Capital. En su primera página se leía “A Mr. Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”. El científico, que no ignoraba que Marx era un agitador revolucionario y el autor de El Manifiesto Comunista, no dejó de agradecerle el detalle y le contestó con cortesía.
“Le doy gracias por el honor que me hace al enviarme su gran obra sobre El Capital; pienso sinceramente que merecería en mayor medida su obsequio si yo entendiera algo más de ese profundo e importante tema de economía política. Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que ambos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano. Queda, muy distinguido señor, suyo, afectísimo. Charles Darwin”
Los puntos débiles de una gran teoría
El tiempo ha tratado bien a la teoría de la evolución de Darwin. Sus pilares y conceptos más fundamentales siguen teniendo validez en lo esencial. Pero lógicamente -determinado por el grado de conocimiento de su época y por la posición y punto de vista de la sociedad de la que fue fruto- el darwinismo tiene puntos débiles, sobretodo sometiéndo esta teoría a un punto de vista dialéctico.
Aunque el darwinismo parte en algunos aspectos de la dialéctica (las especies no son estáticas, cambian con el tiempo. Y el uno se divide en dos: una misma especie puede dar lugar a varias distintas), sin embargo, las concepciones de Darwin son en lo fundamental mecanicistas y metafísicas.
Darwin parte de que el ambiente selecciona las características más aptas, y por tanto parte de que las condiciones externas son el motor del cambio. El darwinismo -determinado por el grado de conocimiento de su época- no estableció las causas por la que existe una variabilidad de características dentro de cada especie. Hoy sabemos que la variabilidad genética, el origen de lo nuevo, en una especie se debe fundamentalmente a las mutaciones -las alteraciones fortuitas y caóticas producidas en el genoma de las células germinales- que son en última instancia fruto de la entropía, la tendencia al desorden y al cambio de todo sistema físico- y que está favorecida por mecanismos tales como la recombinación cromosómica, los elementos genéticos móviles o la reproducción sexual. El motor de la evolución es una contradicción, una pugna entre dos tipos de factores: los factores que producen variabilidad de caracteres, y los factores -como la selección natural- que restringen esos caracteres a unos pocos.
El darwinismo solo contempla los cambios cuantitativos, lentos y graduales en la evolución de las especies, y niega los saltos cualitativos. Hoy en día, concepciones evolutivas como la Teoría del Equilibrio Puntuado han corregido este punto débil. El equilibrio puntuado no niega que durante la mayor parte del tiempo de existencia de una especie, sus poblaciones están sometidas a cambios graduales, acumulativos y casi imperceptibles (periodo de estasis), pero afirma que en determinados momentos el cambio evolutivo da un salto, acelerándo drásticamente su ritmo, produciéndose una “revolución evolutiva” que da lugar a especies nuevas (especiación). El detonante de estos saltos cualitativos puede ser una catástrofe o un cambio brusco en el ambiente. Por ejemplo, el cambio climático de hace 8 millones de años abrió los bosques del África sudoriental, empujando a nuestros antepasados hacia la bipedestación.
El darwinismo tampoco parte de la relación dialéctica entre los seres vivos y su medio (tanto vivo como inerte). Es cierto que el ambiente (ecosistema) en el que vive un ser vivo lo determina, pero la actividad de esos mismos seres vivos tambien actúa sobre el ambiente transformándolo. Hay una relación bidireccional, de determinación y sobredeterminación.
Pero más allá de sus inevitables puntos débiles, el darwinismo es una teoría científica que establece leyes objetivas y universales sobre el desarrollo y el cambio de la materia viva a nivel de las especies. Frente a la orientación dominante hoy en las áreas punteras de la biología -biología molecular y bioquímica, genética, citología, fisiología, etc...- centradas en una perspectiva fragmentada del conocimiento, en los descubrimientos concretos, en la comprensión de fenómenos y procesos específicos... y cada vez más alejada de la búsqueda de leyes de la naturaleza, de sólidos cimientos para el pensamiento teórico, de pilares estratégicos para la ciencia- el darwinismo es todo un ejemplo de verdadero avance científico, de verdadero salto en la comprensión de la humanidad de las leyes que rigen la Vida con mayúsculas.
Saludemos pues, con sus luces y sus sombras, a este elevado fruto del pensamiento humano.
http://www.deverdaddigital.com/articulo/20917/cuando-darwin-nos-enseno-de-donde-venimos/
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