EL DESPLIEGUE NEOLIBERAL EN EL MERCADO DE TRABAJO: EL ALASARIADO NEOLIBERAL
Manuel Guerrero y Lucía Vicent
Tras la crisis de acumulación acaecida en el mundo occidental desde finales de los sesenta y principios de los setenta, sobrevino el célebre giro neoliberal. Los modelos económicos surgidos tras la Segunda Guerra Mundial defendían una interpretación del papel estatal que concentraría sus esfuerzos en el pleno empleo, el crecimiento económico, el bienestar de los ciudadanos y la intervención en la marcha del mercado si fuera necesario. Todo ello con el acompañamiento de políticas monetarias y presupuestarias de corte keynesiano daría forma a lo que se conoce como “liberalismo embridado”, que constituía un pacto o compromiso de clase entre el capital y el empleo. Este sistema conllevó altas tasas de crecimiento durante las décadas de los cincuenta y sesenta en parte gracias al papel ejercido por los Estados Unidos como garante del mismo. Ya a finales de la década de 1960, este “liberalismo embridado” comenzó a ofrecer signos de debilidad, de agotamiento ante la crisis de acumulación de capital que se experimentaba.
A partir de 1970 este proceso se acentúa debido al avance del desempleo y la inflación, lo que se tradujo en una etapa de marcada estanflación que caracterizó la evolución económica en los años posteriores y tuvo consecuencias significativas: repercutió en un descenso de la recaudación estatal y en un aumento del gasto social que propiciaron unas crisis fiscales que abonaban el terreno para la ofensiva neoliberal. La incapacidad de la izquierda socialdemócrata en unos casos y la traición tácita a su electorado en otros, propició que se convirtiera en un instrumento inútil para impedir el giro ideológico que se estaba imponiendo. Ahora, los intereses coincidentes con las interpretaciones hayekianas tomarían las riendas del cambio. El pacto o compromiso de clase que permitía restringir o controlar en cierto modo las cuotas de poder de las clases altas así como conceder a la clase trabajadora un mayor peso en el reparto de los beneficios se quebró definitivamente.
El despliegue neoliberal en el mercado de trabajo
Es a partir de ese momento cuando comienza a aplicarse el recetario neoliberal en el ámbito de los mercados laborales. Se debía estimular de nuevo la acumulación de capital acabando con cualquier resistencia que pudiera ofrecer la clase trabajadora a través de la organización sindical o movimientos sociales, ya fuera en el ámbito nacional o con la injerencia externa si fuera necesario. Ejemplos paradigmáticos de estas dinámicas galopantes pueden ser el golpe de Estado llevado a cabo en Chile contra el Gobierno de Unidad Popular encabezado por Salvador Allende o la ofensiva promovida por el Gobierno de Thatcher contra los sindicatos en el Reino Unido.
Es posible reconocer, pese a las especificidades pertenecientes a cada región o sector, ciertos aspectos coincidentes que podrían insertarse en el marco [des]regulatorio neoliberal. Uno de los lemas más reconocibles es la denominada flexibilidad laboral. Una condición del mercado de trabajo neoliberal que pretende combatir la “ineficiencia” y el “inmovilismo” anteriores respaldados en poderosas organizaciones sindicales surgidas tras la Segunda Guerra Mundial. Bajo el eufemismo de la especialización flexible se esconde una restauración o formación del poder de clase capitalista (como pueden ser los casos de China o Rusia) fundamentado en una reducción salarial o disminución de la protección laboral. Se configuran unos mercados laborales en los que el aumento de la precariedad y la pérdida de los beneficios por parte de la clase trabajadora vienen a resolver en favor del capital la ruptura del pacto keynesiano del pasado. Esta crisis de acumulación, que comenzó a vislumbrarse a finales de la década de los sesenta, se intentaría solventar, por tanto, en el ámbito del mercado laboral con lo que se ha bautizado como acumulación flexible.
Tal y como señalaba Karl Polanyi :
[…] la ficción de las mercancías omitía el hecho de que dejar la suerte del suelo y de las personas en manos del mercado equivaldría a aniquilarlos. En consecuencia, el movimiento contrario consistía en frenar la acción del mercado respecto de los factores de la producción: la mano de obra y la tierra. Ésta era la función principal del intervencionismo.
El deterioro de las formas de organización obrera, ya sea por claudicación cómplice o por el desgaste sufrido con la ofensiva de la propia lógica capitalista –en la que también se halla el modo de ejecutar la terciarización, las integraciones en áreas económicas, deslocalizaciones, etc.–, forma parte de este panorama que confecciona el Estado neoliberal. Un Estado que transfiere al individuo toda responsabilidad y que abandona toda provisión social al trabajador apoyándose en una exégesis escolástica de su aparato teórico. Esto, en cierto modo, estructura también la atomización de la clase trabajadora y, con ello, su pérdida clara de fuerza en la pugna distributiva: un abandono de la reivindicación colectiva que merma el sentido de clase, del colectivo (valga la redundancia) que viene estimulada también por las altas tasas de desempleo o lo que Karl Marx formulaba como la creación del ejército industrial de reserva. Esta fase condiciona la fuerza negociadora de los asalariados de forma decisiva ya que la devaluación del valor de su fuerza de trabajo, entendida como mercancía, es un hecho.
No hay que olvidar que en esta configuración del Estado neoliberal, el papel de los empresarios y de las corporaciones contribuye de forma determinante en la creación de nuevas legislaciones que favorecen sus intereses de clase y fundamentan unas condiciones objetivas claramente favorables a los mismos. Un ejemplo de ello son las puertas giratorias, que permiten establecer un trasvase entre sector público y privado a personalidades que, de este modo, incrementan y consolidan sus beneficios por la vía legal. De esta forma, se favorece a empresas de ciertos sectores que se ofrecerán, a su vez, a inflar los presupuestos y a brindar un suculento retiro al cargo público que se preste. Esto funciona, per se, como un elemento de subversión política más dentro de los canales del Estado en favor de las élites políticas y económicas.
Grosso modo, éste podría ser un trazado del paisaje que se ha ido estableciendo en el mercado de trabajo europeo desde el advenimiento neoliberal. La naturaleza, la esencia de los cambios producidos poseen un alto contenido ideológico y si perdemos de vista en nuestro análisis este asunto, obtendremos respuestas fragmentadas e incompletas y, por ende, nuestra réplica estará condenada desde su formulación.
Artículo de Manuel Guerrero (Historiador e investigador del Departamento de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense) y Lucía Vicent (Miembro del colectivo econoNuestra y de FUHEM Ecosocial). Visto en Sociología crítica.
[Sociología crítica][este artículo está siendo criticado por los talibanes neoliberales con la argumentación de que liberalismo implica no intervención estatal y que la realidad muestra que ésta existe, siendo, por tanto, incorrecto hablar de «estados liberales». La respuesta es muy sencilla: el artículo habla de la realidad, del liberalismo realmente existente, no de la versión ideológica de uso en medios radicales y de intoxicación]
http://ssociologos.com/2013/10/09/el-despliegue-neoliberal-en-el-mercado-de-trabajo-el-alasariado-neoliberal/
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