domingo, 30 de septiembre de 2012

HEGEL Y EL METODO CIENTIFICO

HEGEL Y EL METODO CIENTIFICO
Por Olmedo Beluche

Dialéctica hegeliana, captar el mundo en su movimiento

"Contribuir a que la filosofía se aproxime a la forma de la ciencia -a la meta que pueda dejar de llamarse amor por el saber para llegar a ser saber real: he ahí lo que yo me propongo" (Hegel, 1993; pág. 9), declara Hegel en las primeras páginas de su Prólogo a la Fenomenología del Espíritu.

Este deseo hegeliano de conciliar la reflexión filosófica con la ciencia, y con un método científico, no constituye un capricho del autor, sino que representa el carácter de una nueva época abierta desde las postrimerías de la Edad Media. Hegel viene a representar la culminación de una revolución en el campo del saber que en el plano de la filosofía tuvo sus inicios con Renato Descartes.


Revolución filosófica que tenía como inspiración fundamental la reflexión respecto a la posibilidad de conocer el mundo que nos rodea, y con qué métodos nos acercamos mejor a la verdad.

Revolución en el plano de la filosofía que acompañaba una revolución que se estaba produciendo tanto en el campo social, como en el de las ciencias naturales.

Nacía una nueva sociedad, la capitalista, que revolucionaba completamente el mundo social y político conocido, a la vez que exploraba y conquistaba el planeta entero, inundándolo cada vez más de mercancías. Las ciencias naturales se constituían en elemento clave de esa conquista comercial del planeta. Para conquistar mares y continentes había que servirse de la astronomía y la geografía, y para dominar ambas eran imprescindibles las matemáticas, especialmente la geometría y el álgebra.

Esta época revolucionaria tenía que producir también una revolución en la manera de concebir la filosofía, dejando atrás la especulación escolástica característica de la Edad Media. Cambió la forma de reflexionar respecto al conocimiento y a los métodos para conocer. El empirismo y el racionalismo se disputaron respecto a la certeza de sus métodos para llegar a la verdad. El cielo dejó de ser el centro de la problemática filosófica, pasando a ocupar su lugar el hombre y la naturaleza.

En un principio, el Renacimiento significó un retorno al pensamiento y la cultura antiguas. Pero a medida que continuaban su marcha imparable los cambios sociales y políticos, y los avances científicos y técnicos, se fue haciendo evidente que la filosofía antigua, y su lógica aristotélica, eran insuficientes para expresar la nueva realidad.

En las postrimerías del siglo XVIII y comienzos del XIX dos hechos decisivos cambian la historia humana, profundizando las transformaciones iniciadas, influyendo severamente sobre los pensadores de su época, especialmente los filósofos alemanes, de los cuales Hegel es su máximo exponente. Estos hechos fueron la Revolución Francesa, en el campo de la vida social y política, y la Revolución Industrial en el de la técnica que, a su vez, estuvo acompañada de nuevos avances en las ciencias naturales.

"La Revolución Francesa ,..., había sido preparada en el campo teórico e ideológico por los filósofos franceses. Pero no ha encontrado en Francia filósofos que examinaran y sacaran sus consecuencias. Desde el punto de vista moral, Kant fue el filósofo de la Revolución Francesa. El período revolucionario y napoleónico en tanto que sacudida histórica, en tanto que puesta en movimiento de la historia, encontró en Hegel el gran espíritu capaz de comprender esta sacudida y de inaugurar a la vez la filosofía de la historia y la historia considerada como filosofía, es decir, como progreso del conocimiento y del pensamiento" (Lefebvre, 1981).

La magnitud de las transformaciones ocurridas en la sociedad europea, en tan pocos años, llevó a Hegel a una concepción de la historia humana que estaba permeada por la idea del constante movimiento y progreso, como dice Lefebvre. Esta idea de un mundo en constante transformación, de un mundo social y natural en permanente movimiento, no sólo influyó en su filosofía de la historia, sino también en su concepción de la ciencia y del método para conocer la verdad.

La filosofía de Hegel es la de un mundo captado racionalmente mediante un método que permita verlo en su accionar y movimiento constante, que no lo congele (como una foto), sino que lo vea como realmente se mueve (como en un film, aunque en tiempos de Hegel estas dos metáforas no eran posibles). De ahí su método dialéctico, cuya esencia es captar la historia humana y a la naturaleza en su movimiento perpetuo. Aunque, como veremos luego, en Hegel este movimiento tiene su motor inicial en una concepción idealista.

Por eso, en el de la lógica, Hegel va a establecer una propuesta metodológica que supera a la lógica aristotélica, la lógica de le identidad, que había reinado por casi 2,000 años. Pero lo importante a recalcar en este momento, es que esa revolución filosófica y metodológica, no emanó de la cabeza de Hegel por su pura genialidad, sino que su genialidad consistió en poder racionalizar la esencia de los importantes cambios sociales, políticos y científicos de su época.

El aspecto negativo de la propuesta metodológica hegeliana es que parte de un punto de vista idealista, en la que el movimiento interno de la naturaleza y de la historia social, no son más que el desarrollo de la Idea Absoluta (variante racionalista de Dios). Ha correspondido a Carlos Marx, despejar a la dialéctica hegeliana de todo vestigio idealista para asentarla sobre una concepción materialista.

Pensamos que, pese a la costra idealista que rodea la propuesta metodológica de Hegel, ésta constituye una revolución que ha contribuido decisivamente al pensamiento científico de nuestra época. Rescatar ese aporte, reflexionando frente a un pedacito de la inmensa obra de Hegel, es nuestro objetivo.

En este trabajo, vamos a analizar la propuesta metodológica hegeliana, a través de del Prólogo a una de sus obras fundamentales, la Fenomenología del Espíritu. Mucho se ha escrito acerca de este libro, y no vamos aquí a detenernos en una reflexión sobre la publicación misma y del contexto en que fue escrita. Bástenos decir que este libro y su Prólogo constituyen parte de la obra de madurez de Hegel, ya con treinta y tantos años, y convertido en profesor de la Universidad de Jena. El libro fue concebido como parte inicial de la exposición del sistema filosófico hegeliano, y su Prólogo, que fue escrito de último, constituye un "gozne entre la Fenomenología y la Lógica".

La cosa no reduce su fin, se halla en su desarrollo

El primer criterio metodológico que se desprende de la filosofía hegeliana, y que es una derivación de su concepto de historia como una sucesión de etapas tendientes a un fin, es que un fenómeno natural e histórico se desarrolla por fases, pero el conocimiento cabal del mismo, su esencia, o su verdad, no está en una de las fases, sino en analizar el proceso en su conjunto.

Desde las primeras líneas del Prólogo, Hegel señala que, por desenvolverse la filosofía en el terreno de lo universal, tiende a pensarse que lo esencial, "la cosa misma", se encuentra en el fin o los resultados. Este criterio, que es válido para estudiar la historia de la filosofía misma, considerando a los filósofos y a cada sistema filosófico como una fase de su evolución general, es aplicable a todo proceso natural.

Haciendo un símil entre la historia de la filosofía, y la evolución de un capullo a flor, y luego a fruto, Hegel señala que cada uno de sus momentos, aunque parezcan contradictorios entre sí; aunque "nieguen" el anterior, constituyen juntos partes de un todo que evoluciona. Y visto desde la perspectiva de ese todo, cada fase es justa y necesaria.

"En efecto, la cosa no se reduce a su fin, sino que se halla en su desarrollo, ni el resultado es el todo real, sino que lo es en unión con su devenir; el fin para sí es lo universal carente de vida, del mismo modo que la tendencia es el simple impulso privado todavía de su realidad, y el resultado escueto simplemente el cadáver que la tendencia deja tras de sí" (Hegel, Op. Cit., pág 8).

La verdad científica no está en un simple resultado final, "el cadáver", sino en el proceso mismo del desarrollo del fenómeno que se trate, ya sea un hecho social o natural. El método consiste en captar esa evolución de conjunto, no sólo el principio o el final, pues la vida, los hechos vivos, la esencia se encuentran en ese devenir. Y ya hemos dicho, captar ese movimiento es la propuesta de la dialéctica hegeliana.

Por ende, refiriéndose ahora a su propuesta filosófica, pero como evidente conclusión metodológica general, Hegel establece que lo importante es captar no sólo las conclusiones, sino el análisis del proceso de conjunto (el sistema): "La verdadera figura en que existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de ella" (Ibidem, pág. 9).

Pero además existe una relación dialéctica (contradictoria pero unida) entre el todo y sus momentos. Y si bien, la verdad sólo se encuentra en el desarrollo de la totalidad, esto no quiere decir que se pueda menospreciar cada una de las fases históricas de su desarrollo. Antes bien, cada una debe ser vista como una pequeña totalidad, comprendiendo que su desarrollo es necesario para el todo.

Desde el punto de vista de su concepción histórica, como desarrollo del Espíritu, Hegel considera que éste se ve obligado recorrer cada fase histórica, el "espíritu" de cada época, hasta llegar a la cima, al espíritu que ha recobrado la plena conciencia de sí mismo. Pero a la vez, cada etapa singular del espíritu tiene que recorrer las fases precedentes, pero como etapas superadas.

"Puesto que la sustancia del individuo e incluso el espíritu del mundo han tenido la paciencia necesaria para ir recorriendo estas formas en la larga extensión del tiempo y asumir la inmensa labor de la historia del mundo, ..., el individuo, por exigencia de la propia cosa, no puede llegar a captar su sustancia por un camino más corto; y, sin embargo, el esfuerzo es, al mismo tiempo, menor, ya que en sí todo esto ha sido logrado: el contenido es ya la realidad cancelada en la posibilidad o inmediatez sojuzgada, la configuración ya reducida a su abreviatura, a la simple determinación del pensamiento" (Ibid., pág. 22).

Lo verdadero es el todo

Así como el conocimiento científico no se encuentra en sus conclusiones, mucho menos puede estar en sus inicios, en sus primeras manifestaciones. Aquí Hegel reflexiona sobre la ciencia y "de que vivimos en tiempos de gestación y de transición hacia una nueva época" (Ibid., pág. 12), pero con una incuestionable propuesta metodológica: la primera manifestación de una cosa (un mundo nuevo en este caso) es una forma velada por su simplicidad, pero que todavía esconde todo su posible desarrollo posterior, "la conciencia echa de menos en la nueva figura la expansión y la especificación del contenido;... el desarrollo completo de la forma".

Por ende, una ciencia en la que el contenido no aparece completamente desplegado, en la que no se puede captar el todo y sus partes, ni las fases de su evolución, carece de "inteligibilidad universal", es decir, no puede explicar de modo racional y comprensible dicho fenómeno. A la falta de conocimiento concreto de la naturaleza, es que se debe en gran medida el formalismo en que cae la ciencia muchas veces.

"Lo verdadero es el todo. Pero el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo". "Es el devenir de sí mismo, el círculo que presupone y tiene por comienzo su término como su fin y que sólo es real por medio de su desarrollo y de su fin" (Ibid., pág. 16).

En el marco de la lógica y de la ciencia, el desarrollo de ese todo presupone la superación de la diferencia entre sujeto y objeto, por eso, propone Hegel, que la verdad se exprese no sólo como "sustancia", sino como "sujeto". Para que esto se haga, es preciso no quedarse en meros enunciados generales, que sólo representan una intuición de la verdad, sino que hay que avanzar a proposiciones (mediaciones) que expresen el contenido de lo real, el "devenir". Y hacer esto, dice Hegel, inspira santo horror a muchos pensadores que prefieren divagar en abstracciones vacías.

La sustancialidad implica a la vez lo universal (la abstracción), como lo concreto (inmediatez). El pensamiento unifica la sustancia consigo misma, pero se trata de saber si éste recae en la simplicidad inerte o presenta la realidad misma de modo irreal. Por eso, dice Hegel, la sustancia viva es el ser que es sujeto, que es verdad real, pero sólo en cuanto es el movimiento de su devenir. Lo verdadero es solamente esta igualdad que se restaura, pero no en el primer enunciado (inmediatez), sino al cabo de su desarrollo (devenir), "el devenir de sí mismo". El círculo que presupone su comienzo y su fin, y que sólo es real por medio de su desarrollo.

Hegel cuestiona el criterio kantiano que separa contenido y forma, esencia y manifestación exterior, fenómeno y cosa en sí. Cuestiona este esquema metodológico de su otrora maestro, ya que no expresa el movimiento del objeto y separa mecánicamente forma y contenido. Según Hegel, no se puede separar la forma del contenido, pues ambas son partes integrales del todo y deben ser captadas por el razonamiento científico. Forma y esencia son necesarias la una para la otra. Más aún, la esencia no se la puede concebir como tal, sin la forma.

"Pero este en sí es la universalidad abstracta, en la que se prescinde de su naturaleza de ser para sí y, con ello, del automovimiento de la forma en general. Precisamente por expresarse la forma como igual a la esencia constituye una equivocación creer que el conocimiento puede contentarse con el en sí o la esencia y prescindir de la forma, ...porque la forma es tan esencial para la esencia como ésta lo es para sí misma, no se la puede concebir y expresar simplemente como esencia..." (Ibid., pág. 16).

Lo negativo (contradictorio) como motor de progreso

En la filosofía de Hegel, el proceso de permanente movimiento, de devenir, que atraviesa tanto su concepto de la historia como su lógica, encuentra en la desigualdad, en lo negativo o contradictorio, el motor que incesantemente incita al progreso, al cambio, al desarrollo.

Contrariamente a la lógica formal, que ve en lo negativo o contradictorio el error y la falsedad, Hegel ve en estos elementos una esencia de veracidad y realidad que permite explicar las transformaciones. Para Hegel, lo negativo no debe ser confundido con lo falso. Es más, llega a negar la existencia de lo falso como algo absoluto y estático al proponer que de él mismo brota la verdad.

Hegel ataca la concepción formalista que considera a lo verdadero como contrapuesto a lo falso, en la que ambos son elementos estáticos de una contradicción insuperable, en la que ambos se excluyen mutuamente. Dicho en términos lógicos A es diferente de no-A. Y, en broma, afirma que lo malo y lo falso no son tan malignos como el diablo.

Por el contrario, la verdad surge de una realidad que es en sí misma contradictoria, en la que A es A y no-A al mismo tiempo. En la que los elementos contrapuestos conforman una unidad (dialéctica), contradictoria, pero unidad al fin. En la que uno se torna en el otro. Que no es explicable cabalmente sin expresar la contradicción.

"Decir que se sabe algo falsamente equivale a decir que el saber está en desigualdad con su sustancia. Y esta desigualdad constituye precisamente la diferenciación en general, es el momento esencial. De esta diferenciación llegará a surgir, sin duda alguna, su igualdad, y esta igualdad que llega a ser es la verdad. Pero no es verdad así como si se eliminara la desigualdad, sino que la desigualdad sigue presente de un modo inmediato en lo verdadero como tal, como lo negativo, como el si mismo" (Ibid., pág. 27).

Hegel califica de dogmatismo filosófico a la manera estrecha y esquemática de pensar, en que el conocimiento verdadero consiste en proposiciones que constituyen un resultado fijo, dado de un modo inmediato e invariable. Este esquema rígido no permite captar la realidad en su movimiento, tal y como es. Para llegar a la verdad científica son necesarios conceptos que expresen la realidad del todo, en su devenir, en sus partes y su forma, pero también en sus contradicciones. Pues la contradicción, o negatividad, es lo que permite el progreso y el cambio.

La oposición filosófica entre sujeto y objeto, nace de la esta contradicción lógica, y sólo se le puede superar en el marco de ella. La desigualdad entre el yo y la sustancia es lo negativo, su diferencia, pero ese "defecto", es "su alma o lo que los mueve a los dos".

"Ahora bien, si este algo negativo aparece ante todo como la desigualdad del yo con respecto al objeto, es también y en la misma medida la desigualdad de la sustancia con respecto a sí misma. Lo que parece acaecer fuera de ella y ser una actividad dirigida en contra suya es su propia acción, y ella muestra ser esencialmente sujeto. Al mostrar la sustancia perfectamente esto, el espíritu hace que su ser allí se iguale a su esencia; es objeto de sí tal y como es, y se sobrepasa con ello el elemento abstracto de la inmediatez y la separación entre el saber y el ser" ( Ibid., pág. 26).

Lo verdadero como “delirio báquico”

Hegel opina que la naturaleza de las verdades filosóficas difieren de la demostración matemática, o del conocimiento de hechos históricos (del tipo: cuándo nació Julio César). Respecto al último, se refiere a verdades que versan sobre la existencia singular, y que abordan su contenido bajo el ángulo de lo contingente y arbitrario, "sobre determinaciones no necesarias de él".

Respecto al conocimiento matemático, dice que sus demostraciones son operaciones exteriores al objeto, por tanto, no constituyen un momento de su contenido real. "Como resultado, indudablemente, el teorema, es un teorema considerado como verdadero (está hablando del teorema de Euclides, nota OB). Pero esta circunstancia sobreañadida no afecta a su contenido, sino solamente a su relación con el sujeto; el movimiento de la demostración matemática no forma parte de lo que es el objeto, sino que es una operación exterior a la cosa" (Ibid., pág. 29).

Y ejemplifica con la naturaleza del triángulo para señalar que la misma es una construcción del pensamiento, una abstracción, pero que no necesariamente se ha producido en la realidad. Es más, señala Hegel, durante la demostración la figura original del triángulo se ha perdido, descomponiéndose en otras, para sólo volver a restaurarse al final. Es una operación exterior al objeto.

Hegel considera al conocimiento matemático, por la razón expresada, como "defectuoso", y atribuye este defecto a la "pobreza de su fin". Ya que el fin, o "concepto" de las matemáticas es la "magnitud", que es una "relación inesencial, aconceptual" porque no afecta al contenido del objeto. La materia acerca de la cual versan las verdades matemáticas se refieren al "espacio", pero lo real no es algo espacial a la manera como lo ve la matemática, según lo considera Hegel. El espacio matemático es una "irrealidad", una construcción mental. "Y en ese elemento irreal no se da tampoco más que lo verdadero irreal, es decir, proposiciones fijas, muertas".

Las proposiciones matemáticas se desarrollan unas desconectadas de las otras, y la relación cuando nace se hace por la "línea de la igualdad". De modo que, al no moverse por sí misma, no logra la "diferenciación de la esencia ni la contraposición esencial o desigualdad; no llega, por tanto... a lo inmanente, al automovimiento". Y agrega que las matemáticas puras tampoco analizan el tiempo frente al espacio. Las matemáticas aplicadas lo hacen, pero parten de principios sintéticos, de la abstracción de sus relaciones y aplica sus fórmulas a estos supuestos.

Hegel rechaza, por ende, el conocimiento matemático para la filosofía. El conocimiento filosófico se refiere no sólo a abstracciones mentales del sujeto, sino al objeto mismo, los contiene ambos, a diferencia de las matemáticas. O sea, el conocimiento filosófico abarca las leyes del pensamiento y de lo real, lo abstracto y lo concreto.

"También en el conocimiento filosófico tenemos que el devenir del ser allí como ser allí difiere del devenir de la esencia o naturaleza interna de la cosa. Pero, en primer lugar, el conocimiento filosófico contiene lo uno y lo otro, mientras que el conocimiento matemático sólo el devenir del ser allí, es decir, del ser de la naturaleza de la cosa en el conocimiento en cuanto tal. Y, en segundo lugar, el conocimiento filosófico unifica estos dos movimientos particulares... El movimiento es, de este modo, el doble proceso y devenir del todo, consistente en que cada uno pone al mismo tiempo lo otro, por lo que cada uno tiene en sí los dos como dos aspectos; juntos, los dos forman el todo, al disolverse ellos mismos, para convertirse en sus momentos" (Ibid., pág. 29).

Contrario a las matemáticas, el conocimiento filosófico debe captar la esencia del objeto real, debe ubicarse en las determinaciones internas, no las externas, de la cosa. Debe centrase en su esencialidad, en su concepto. El conocimiento conceptual debe captar el objeto real, tal como es, en el proceso de engendrarse, recorrer sus momentos y perecer. El conocimiento debe aprehender el movimiento interior de la cosa o esencia, para establecer las leyes de sus determinaciones internas. Pero debe captarlo, no de manera estática, sino en su movimiento.

La naturaleza del método científico, dice Hegel, consiste en no hallarse separada del contenido, de una parte; y en determinar su ritmo por sí mismo, de otra. Concebido de esta manera, el método viene a ser "la estructura del todo, presentada en su esencialidad pura". Por eso, el conocimiento científico debe entregarse a la vida del objeto, debe "expresar la necesidad interna de él". Y esto es lo contrario del pensamiento esquemático, que no expresa el contenido del objeto, sino que sólo aporta la indicación del contenido, pero no el contenido mismo.

El pensamiento conceptual, al captar la esencia del objeto, al identificarse con ella en su movimiento, supera las diferencias entre las leyes de lo real y del pensamiento, fusiona las leyes de la lógica con las de la realidad concreta. La figura concreta, moviéndose así misma, se convierte en determinabilidad simple, es decir, en forma lógica. De allí que sea innecesario introducirle un formalismo desde afuera, como sucede en las matemáticas. Porque en el concepto la "forma es ella misma el devenir intrínseco del contenido concreto".

"La manifestación es el nacer y el perecer, que por sí mismo no nace ni perece, sino que es en sí y constituye la realidad y el movimiento de la vida de la verdad. Lo verdadero es, de este modo, el delirio báquico, en el que ningún miembro escapa a la embriaguez, y como cada miembro al disociarse, se disuelve inmediatamente por ello mismo, este delirio es, al mismo tiempo, la quietud traslúcida y simple. Ante el foro de este movimiento no prevalecen las formas singulares del espíritu ni los pensamientos determinados, pero son tanto momentos positivos y necesarios como momentos negativos y llamados a perecer" (Ibid., pág. 32).

Los dos momentos del método científico

De los razonamientos hegelianos se desprende que el método científico se desenvuelve en dos momentos diferenciados, pero relacionados. Lo que hemos dado en llamar los dos momentos del método científico constituyen a la vez: tanto dos fases históricamente diferenciadas del desarrollo de la ciencia en general; como dos momentos diferenciados que se repiten ante cada nuevo saber, como dos pasos metodológicos subsecuentes.

En un primer momento, el objeto que deseamos conocer científicamente es descompuesto, analizado, en sus componentes esenciales, para establecer sus determinaciones internas. El objeto es despedazado, por así decirlo, para conocer las partes que lo componen. Este es el momento que parte de la "vida sustancial" para llegar al pensamiento de la cosa en general. Desde la conciencia sensible, el pensamiento se "eleva" hasta el pensamiento de la cosa en general, "aprehendiendo la rica plenitud con arreglo a sus determinabilidades".

En un segundo momento, son restablecidas las partes en el todo, ya establecidas las características esenciales de dichos componentes. Se vuelve a empatar las partes para conocer cómo encajan o funcionan en el todo u objeto del conocimiento. Para conocer cómo funcionan juntas, y cómo se determinan unas a otras, caracterizando ahora al conjunto o todo. Es el momento que parte de la cosa en general para llegar a la "experiencia de la cosa misma", a la "seriedad de la vida pletórica".

Es lo que posteriormente se ha dado en llamar el "círculo concreto - abstracto - concreto". Se parte de lo "concreto sensible", para establecer una serie de generalizaciones sobre él, es decir, hacer una "abstracción",a partir de la cual se reconstruye el objeto para observarlo en su movimiento interior, para llegar a un "concreto pensado".

En el plano de la lógica, el primer momento se corresponde con el imperio del principio de identidad, de la lógica formal, la lógica aristotélica; el segundo momento se corresponde con la lógica dialéctica. La primera capta determinaciones fijas e inmóviles, la segunda capta el movimiento interno del concepto.

En el plano de las ciencias naturales en general, el primer momento se corresponde con una fase primitiva e inicial, en la que el objetivo es precisar el objeto de estudio, sus partes integrantes (géneros, especies). El segundo momento se corresponde con una ciencia que ha logrado un alto grado de dominio sobre su objeto, y ahora trata de analizar el objeto en su dinámica interna, en su movimiento interior.

Para Hegel, el primer momento representa una fase superada del pensamiento científico, una fase arcaica. Hegel opina que el verdadero pensamiento científico moderno debe desenvolverse en el segundo momento que hemos mencionado.

"El análisis de una representación, tal y como solía hacerse, no era otra cosa que la superación de la forma de su ser conocido. Descomponer una representación en sus elementos originarios equivale a retrotraerla a sus momentos, que, por lo menos, no poseen la forma de la representación ya encontrada, sino que constituyen el patrimonio inmediato del sí mismo. Es indudable que este análisis sólo lleva a pensamientos de suyo conocidos y que son determinaciones fijas y quietas. Pero este algo separado, lo irreal mismo, es un momento esencial, pues si lo concreto es lo que se mueve es, solamente, porque se separa y se convierte en algo irreal. La actividad del separar es la fuerza y la labor del entendimiento..." (Ibid., pág. 23).

Pero el que lo concreto se convierta en una generalización, una abstracción, es sólo uno de los pasos de la "formación cultural completa", del desarrollo de la ciencia. Para Hegel, este pensamiento científico antiguo constituía el proceso de formación plena de la "conciencia natural".

"...Por el contrario, en la época moderna el individuo se encuentra con la forma abstracta ya preparada... He ahí por qué ahora no se trata tanto de purificar al individuo de lo sensible inmediato y de convertirlo en sustancia pensada y pensante, sino más bien de lo contrario, es decir, de realizar y animar espiritualmente lo universal mediante la superación de los pensamientos fijos y determinados... A través de este movimiento, los pensamientos puros devienen conceptos y sólo entonces son lo que son en verdad, automovimientos, círculos; son lo que su sustancia es, esencialidades espirituales" (Ibid., pág. 24-25).

Captar ese movimiento de las esencialidades puras es lo que, a juicio de Hegel, "constituye la naturaleza de la cientificidad en general". O sea, éste último momento viene a constituir la esencia del método científico moderno: el conocimiento conceptual, que capta el movimiento interno del objeto de estudio. Una aplicación magistral de criterio hegeliano de los dos momentos del método científico nos la da Carlos Marx, en su exposición del método de la economía política:

"Parece justo comenzar por lo real y concreto, ..., en la economía, por la población que es la base y sujeto del acto social de la producción en su conjunto. Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto se revela (como) falso. La población es una abstracción si dejo de lado, por ejemplo, las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconozco los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etc., ... Si comenzara, pues, por la población, tendría una representación caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegado a este punto, habría que emprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto sino una rica totalidad de múltiples determinaciones y relaciones" (Marx, 1980; pág. 301).

Confirmando que el primer momento, la fase analítica, se corresponde con el estado incipiente de la ciencia, Marx explica que el primer camino fue el que tomó la Economía Política en sus inicios, durante el siglo XVII. Mientras que el segundo camino corresponde al de la Economía Política ya madura como ciencia.

"Una vez que esos momentos singulares fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos... Este último es, manifiestamente, el método científico correcto (Subrayado, OB). Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso... En el primer camino, la representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento" (Loc. Cit.).

Conclusiones

De lo expuesto se desprende que para Hegel la esencia del método científico se basa en la captación de la realidad como un todo contradictorio. Importantes pensadores marxistas de nuestro siglo han debatido si en el método hegeliano prevalece la categoría de totalidad, Luckacs y Garaudy, o la de negación-contradicción, Marcuse (Moreno, N. 1981; pág. 89). Pensamos que no se deben contraponer y que, al menos en este Prólogo a la Fenomenología, se percibe la importancia de ambas categorías combinadas en la dialéctica hegeliana.

Su indudable aporte a la ciencia moderna es este método cuya esencia consiste en captar al objeto en su movimiento interior, de acuerdo a sus propias leyes internas. Este método hegeliano propone la reconstrucción del objeto en el pensamiento (mediante el concepto), pues no le basta quedarse en la mera disección del objeto, para llegar a categorías simples, pero muertas. La ciencia moderna debe, a partir de esas categorías que componen internamente el objeto, reconstruirlo en el razonamiento para captar el movimiento interior de las mismas, sus relaciones y jerarquizaciones, como se dan en la vida real del objeto.

Por supuesto, en Hegel este importante aporte metodológico aparece enmarañado por su falsa creencia de que era el método (la historia de la Idea Absoluta) el que originaba la realidad, cuando en realidad las cosas ocurren al revés. Por esto mismo, llega a creer que es posible superar completamente la diferencia sujeto - objeto, pues para él ambos llegan a fusionarse en el método. Finalmente, Hegel convierte su método en un sistema filosófico cerrado al que considera la culminación insuperable del espíritu humano, lo cual contradice evidentemente su propia propuesta dialéctica de la historia.

BIBLIOGRAFIA

Beluche, Olmedo. 1993. Diccionario de sociología marxista. Panamá: CELA.
Engels, Federico. 1976. Ludwig Feurbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En Obras Escogidas, Tomo III. Moscú: Editorial Progreso.
Engels, Federico. 1976. Del socialismo utópico al socialismo científico. En Obras Escogidas, Tomo III. Moscú: Editorial Progreso.
Hegel, G. F. W. 1993. La Fenomenología del Espíritu. México: Fondo de Cultura Económica.
Lefebvre, Henri. 1981. Lógica formal, lógica dialéctica. México: Siglo Veintiuno Editores.
Marx, Carlos. 1980. Contribución a la crítica de la Economía Política. México: Siglo Veintiuno Editores.
Moreno, Nahuel. 1981. Lógica marxista y ciencias modernas. México: Editorial Xólotl. Walsh, W. H. 1974. Introducción a la Filosofía de la Historia. México: Siglo Veintiuno Editores.

http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2012/09/hegel-y-el-metodo-cientifico.html

sábado, 29 de septiembre de 2012

¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR?



¿QUÉ ES UN EXCELENTE PROFESOR? PARA PEDAGOGÍA CONCEPTUAL[1]


 
Miguel de Zubiría Samper[2]
(FUNDACIÓN INTERNACIONAL DE PEDAGOGÍA CONCEPTUAL ALBERTO MERANI)
 FASE AFECTIVA
El aprehendizaje y la enseñanza son dos procesos centrales para la especie humana. De ellos depende ni más ni menos que la posibilidad de compartir conocimientos entre las personas: conocimientos originales extraídos, en no pocos casos, uno o más siglos atrás --esto es, muy antiguos--, al igual que los más recientemente obtenidos por innovaciones tecnológicas ocurridas a diario.
Significa que la enseñanza y el consiguiente aprehendizaje le permite a cada nuevo individuo que nace al mundo adquirir su respectiva herencia cultural, humanizarse. Ambas palabras son centrales. El aprehendizaje es parte integral de la psicología, la enseñanza ocupa el lugar central de la pedagogía.
De como se realice la enseñanza –el arte de enseñar-- depende la velocidad y sobre todo de la calidad de dicha transferencia de conocimientos de una generación a otra.
De un profesor que actúa como mediador cultural y de un o un conjunto de aprehendices, en su rol de herederos culturales. Para nada ambas palabras –enseñanza aprehendizaje--son secundarias; la enseñanza configura una disciplina científica: la pedagogía, que se ocupa precisamente del arte de enseñarle a otros. En sus dos versiones: como pedagogía, ciencia del QUÉ enseñar, como didáctica, ciencia del CÓMO enseñar. En este artículo únicamente nos interesa la segunda disciplina: la didáctica, el estudio de los mejores procesos para enseñar.
Ahora bien, ¿es posible responder la ambiciosa pregunta del título?…, el núcleo de la pregunta didáctica.
Muchos pensaríamos que no, sobre todo porque constituye la pregunta nuclear de la didáctica o del saber enseñar, para nada un asunto secundario.
¿Qué hace a un buen profesor? ¿Es posible responder con un sólido criterio científico? ¿O siempre su respuesta estará circunscrita a discusiones interminables, a variables personales, a contextos, a temas?
Con alegría constato que tiene una respuesta clara y precisa. Además, soportada por investigaciones empíricas, sólidas, realizadas durante décadas por el investigador Benjamín Bloom como líder de un enorme equipo de co investigadores,
En efecto, hace ya casi cuatro décadas, en 1977, Editorial Voluntad publicó en Colombia el libro Características Humanas y Aprendizaje Escolar, del investigador Benjamín Bloom, hoy imposible de conseguir. A mi criterio, una de las obras científicas fundamentales en educación y pedagogía, por ser la primera compilación extensa y sistemática de estudios e investigaciones serias relativas al arte de enseñar y al arte de aprender; en torno la pregunta nuclear de la didáctica: DE QUÉ DEPENDE QUE LOS ESTUDIANTES APRENDAN más y mejor?
Libro prácticamente desconocido, al menos en mi país. En las mismas décadas de trajinar, conocer e implementar innovaciones educativas no conozco ningún pedagogo que cite dicha obra monumental. Incomprensible es que un trabajo de tal trascendencia didáctica pase desapercibida, mientras es norma buscar los fundamentos en estudios de profesionales ajenos al ámbito educativo y pedagógico. Por ejemplo, en los afamados “pedagogos” Piaget, Vigotsky o Ausubel.
Hay una enorme distancia entre los planteamientos y las preocupaciones de Bloom y las preocupaciones de “teóricos” educativos tan de moda como Piaget, Vigotsky, o Ausubel, todos psicólogos desconectados de las aulas de clase donde aprenden niños reales. Piaget, epistemólogo; Vigotsky, psicólogo del desarrollo; Ausubel, psicólogo educativo.
Por su vocación y preferencia profesional, ocupados en cuestiones irrelevantes al momento de enseñar a niños a sumar, o enseñarles el concepto de clase social, o enseñarles a adultos destrezas para desarmar una nevera, o reponer un ventilador, o re armar el cableado del sistema eléctrico de un apartamento en construcción. O al enseñarle cualquiera de las mil quinientas tareas de aprendizaje –sí, ¡mil quinientas tareas de aprendizaje!-- que los aprehendices deben aprehender en su transitar y trajinar por la escuela, y muchos más en su preparación técnica, laboral o profesional.
Disciplinas como la epistemología genética (Jean Piaget), la psicología del desarrollo (Lev Vigotsky), la psicología educativa (Jerome Brunner), poco tienen que ver con saber enseñar.
Definitivamente no con la didáctica, el tema que nos ocupa. Si acaso, la misma relación que entre la fisiología del corazón y los mejores procedimientos quirúrgicos. Unos conocimientos básicos son imprescindibles en cuanto fundamentación, pero nunca reemplazan el saber tecnológico, el saber hacer, propio de la didáctica, única disciplina que nos ocupa aquí.
Antes de iniciar nuestro recorrido le pregunto a usted, amable lector: ¿Se considera un excelente profesor? Me imagino que si comenzó a revisar este breve artículo sobre uno de los dos temas nucleares de la pedagogía, la didáctica, es porque es profesor.
En verdad -- y en rigor-- todos los humanos los somos, así este quehacer no nuestra profesión. En tanto que compañeros, amigos, padres, gerentes…, cada uno de estos roles lleva implícita la labor educativa y auto educativa. Ningún humano se escapa a ella. Al inicio comenté que es consustancial a la especie, a las interacciones entre individuos, que nunca faltan.
Sin embargo, es sorprendente que muy pocos de nosotros, incluidos quienes le hemos dedicado ya muchas décadas a esta bella profesión, podamos responder la pregunta del inicio: ¿Soy un excelente profesor? ¿Qué caracteriza a un excelente profesor? ¿Usted lo es? ¿Por qué si, por qué no?
Entramos al análisis de un asunto definitivo, debido a que cualquier educación, de cualquier nivel, de cualquier tema, supone una respuesta diáfana a esta pregunta. Ella arma el núcleo de la disciplina pedagógica conocida como DIDÁCTICA.
Igual a como cualquier médico ha de conocer cómo funciona el mejor corazón, contra el cual ha de comparar los miles de pacientes que atenderá en su prolongada existencia profesional. Corazón que podría no existir instalado en ningún ser humano real, pues todos presentan ciertas imperfecciones; no así el corazón tipo que estudia la fisiología del cuerpo humano. El médico que desconozca esta respuesta carece de una referencia fundamental, al igual que cualquier profesor, en el caso analógico, cuyo oficio único es precisamente ese: enseñar.
FASE COGNITIVA
Entramos pues a un tema definitivo: ¿qué hace al buen enseñante, o profesor o pedagogo? Durante siglos este ha sido un tema de arduos debates y acaloradas discusiones que, como es corriente, no conducen a ningún puerto firme. Son opiniones, consideraciones, supuestos.
La genialidad de Bloom y de su gran equipo de investigadores fue diseñar un método científico y riguroso para responder tamaña pregunta. Partió de una constatación obvia, que por obvia había pasado desapercibida por décadas: que el mejor profesor es a quien más le aprenden sus estudiantes. De paso, conectó dos términos que siempre deben estar muy cerca el uno al otro enseñar para aprender.
No necesariamente el mejor profesor es el más simpático, o el más jovial, o el más entusiasta, ya que su labor única es enseñar para que sus estudiantes o aprehendices, como preferimos denominarlos, le aprehendan.
Y aunque demasiados colegios y universidades interrogan, de cuando en vez, a sus estudiantes sobre los profesores, sobre qué piensan ellos de tal o cual profesor: si es cumplido, si parece preparar bien sus clases, si es jovial y cercano,… Esta supuesta “evaluación” de la competencia didáctica padece de dos defectos insalvables.
El primero, asumir que los estudiantes son expertos en pedagogía, que no lo son, siendo simples aprehendices. El segundo, consultar las frágiles opiniones de inexpertos en lugar indagar por los niveles de aprehendizaje alcanzados, gracias a la labor de cada profesor. Como debería ser. Este sí resulta ser el criterio definitivo, válido y científico.
Decía que la genialidad de Bloom estuvo en sacar la pregunta central de la didáctica del reino de las opiniones, de expertos o de aprehendices, y ubicarla en el terreno del método científico. Durante muchas décadas diseñó creativos experimentos didácticos, pero también tuvo la sabiduría de consultar miles de experiencias en igual sentido; procedimiento conocido hoy como meta análisis. En suma, se alimentó de sus propios conocimientos y de los de otros, como siempre procede la indagación científica en este y en los demás campos.
Las respuestas a las preguntas centrales de la didáctica comenzaron a aparecer. Una definitiva es que logró ponderar el aporte del profesor, junto con el de cada estudiante, al proceso del aprehendizaje. Comprobó que los buenos profesores son importantes, pero que los buenos alumnos todavía más. Dado que la enseñanza es parte del proceso.
Los resultados recopilados con paciencia por Benjamín Bloom y su equipo durante décadas acabaron por demostrar un hecho didáctico de apariencia insólita. Que el mayor aporte al proceso enseñanza-aprehendizaje lo hace no el profesor, sino cada Aprehendiz.
Cada estudiante contribuye con no menos de las tres cuartas partes del aprehendizaje, mientras el profesor contribuye --en el mejor de los casos-- CON UNA CUARTA PARTE del resultado, casi siempre con menos. Textualmente Bloom afirma: “Setenta y cinco por ciento o más del aprendizaje final depende de cada estudiante en particular”. Queda poco lugar a duda.
Explica que la contribución del estudiante al aprehendizaje supere por mucho la respectiva al profesor resulta de que el Aprehender involucra cuatro procesos: tres psicológicos (afectividad + cognición-comprensión + experticia), y solo uno pedagógico (enseñanza de calidad). Las tres primeras corren por cuenta exclusiva del estudiante. La última, la calidad educativa, a cargo del profesor.
DIAGRAMA 1. ¿De qué depende el aprehendizaje humano?
El Aprehendiz aporta al proceso enseñanza-aprehendizaje ¡tres veces más que el profesor!, aporta sus intereses, sus competencias intelectuales, sus competencias expresivas y prácticas. Aportes que acaban por contribuir con las tres cuartas partes del proceso total.
Por supuesto, los instrumentos, las operaciones y los conocimientos con los cuales ingresa el Aprehendiz al aula de clase también las aprehendió de otras personas, no necesariamente de los profesores. Bien pudieron enseñárselas su madre, su padre, sus hermanos, tíos, vecinos o profesores. O los aprehendió de alumnos adolescentes o adultos, o de libros, artículos o ensayos de diversas fuentes: sus lecturas, en una palabra. Vía regia de acceso al conocimiento de la mejor calidad; los escritores son de suyo magníficos profesores, en buena medida gracias a que destinan a la preparación y escritura de cada libro no menos de diez largos años. Piense qué tan buen profesor sería quien le destinase siquiera la décima parte de este tiempo a preparar sus clases. La mejora sería dramática.
EL EXCELENTE PROFESOR Y LAS TRES FASES DEL APREHENDIZAJE HUMANO
Y si bien es cierto que la mayor parte del aprehendizaje ocurre porque el estudiante posee ya previamente al acto las herramientas, las operaciones mentales y los conocimientos apropiados para asimilar el nuevo material propuesto por su maestro, esta constatación para nada desconoce el valor fundamental del profesor. Una de cuyas labores es precisamente esta, la de intuir y evaluar si los estudiantes cuentan con los prerrequisitos mentales para asimilar las enseñanzas que se prepara a enseñarles. Ya el investigador norteamericano y psicólogo David Ausubel dejó condensado en una precisa sentencia este importante aserto de la didáctica.
Estoy completamente de acuerdo con David Ausubel[3]3 cuando coloca en su gran relieve y magnifica el papel y el rol indiscutible del profesor, de los profesores.
“Parece evidente que el profesor debe constituir una de la variables más importantes del proceso de aprendizaje. En primer lugar, desde el punto de vista cognoscitivo, lo amplio y lo persuasivo que sea su conocimiento de las materias establece, desde luego, una diferencia.
En segundo lugar, independientemente de su grado de competencia en este aspecto, puede ser más o menos capaz de presentar y organizar con claridad la materia de estudio, de explicar lúcida e incisivamente las ideas y de manipular con eficacia las variables importantes que afectan al aprendizaje. En tercer lugar, al comunicarse con sus alumnos podrá ser más o menos capaz de traducir su conocimiento a formas que implican el grado de madurez cognoscitiva y de experiencia en la materia que aquellos muestren”.
Pues aceptar que la carga principal del aprehendizaje corre por cuenta del Aprehendiz en nada contradice el valor fundamental de las enseñanzas del profesor, de su formación intelectual, de su formación humana y de su formación como diseñador curricular, pedagogo y didáctica.
Lo único que debemos abandonar de una vez por todas es la vieja y peligrosa idea de que los estudiantes llegan al salón de clases como tabulas rasas -- reivindicación meritoria a cargo precisamente de uno de los pioneros y fundadores de los enfoques constructivistas; me refiero al investigador David Ausubel y a su ejemplar discípulo Joseph Novack, creador de los mapas conceptuales--, más aún cuando los aprehendices son jóvenes o adultos, quienes por su condición tienen a su haber cientos o miles de aprehendizajes previos. Unos sí, otros no. Es menester saber quiénes son estos unos y quiénes son estos otros, a fin de tomar las medidas adecuadas para cada caso.
Momento propicio para arribar al centro de la conclusión didáctica de Bloom respecto a los mejores profesores. ¿Cuáles son sus características esenciales?
Como su aporte decisivo a la teoría didáctica, Bloom identificó cuatro tópicos que condicionan la CALIDAD EDUCATIVA.
Cuyo mérito está –lo repito-- en que tales tópicos brotaron de centenares de estudios empíricos sobre profesores quienes logran enseñarles a sus estudiantes. Luego de superar la vieja y estéril discusión en términos de opiniones, él la convirtió en un asunto medible, cuantificable y verificable.
Tomó como variable dependiente de sus estudios la calidad de la enseñanza, entendida como que profesores logran los mejores aprendizajes de sus alumnos. Y punto. Sus hallazgos contienen el peso de la evidencia empírica de décadas ocupado de descifrar la respuesta a la importante pregunta: ¿Qué es y qué hace un buen profesor?
Resumo sus resultados a sus hechos desnudos y escuetos; definitivos de conocer por todo y cualquier profesor. Los resultados empíricos muestran que la calidad educativa depende de cuatro fundamentales factores:
A) Motivación,
B) claridad y precisión,
C) participación y ejercitación de los alumnos,
D) todo en un contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Una conclusión clara y diáfana. Cuatro factores parecen decidir la calidad del enseñar.
Vistos en su precisa secuencia durante el acto serían los siguientes:
Motivación > Claridad y precisión > Participación y ejercitación de los alumnos
Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección.
Dicho de otra manera más cercana a nosotros: un profesor enseña con calidad cuando
logra interesar a sus alumnos. En segundo lugar, facilita que lo comprendan. Tercero,
utiliza abundantes ejercicios. Y en cuarto lugar, aunque no menos importante, evalúa con
frecuencia los logros alcanzados, y les informa de ellos a sus aprehendices.
Cuatro palabras claves:
1)    interés,
2)    claridad,
3)    ejercitación y
4)    evaluación.
El aporte significativo de Pedagogía Conceptual es el de insertar los hallazgos empíricos de Bloom en el proceso de enseñanza.
Fase afectiva                                  Fase Cognitiva                                          Fase expresiva
Motivación >                         Claridad y precisión >                                Participación y ejercitación                                                                                de los alumnos
Contexto de permanente evaluación, retroalimentación y corrección
Pedagogía conceptual postula que no es casual que Bloom concluya que estos sean los
ingredientes básicos de una buena didáctica. Tienen que serlo porque el aprehendizaje
humano siempre recorre tres etapas, perfectamente escalonadas. La fase afectiva, la fase
cognitiva y la fase expresiva.
Modelo del aprehendizaje según el cual, es tarea del profesor en cada fase:
• afectiva = interesar (y evaluar )
• cognitiva = aclarar (y evaluar)
• de dominio = modelar (y evaluar )
En la fase afectiva el profesor crea expectancia(4). Les demuestra a sus estudiantes –mediante
diversas técnicas-- que:
1) el tema es comprensible, ni fácil, ni demasiado difícil (expectativa positiva),
2) encantador (interés),
3) y que reportará hondas repercusiones a la vida futura del Aprehendiz (sentido).
Por sus conocimientos de neuropsicología, el profesor sabe que la tripleta afectiva expectativa-interés-sentido moviliza la totalidad de los recursos atencionales de sus aprehendices, y los coloca en la mejor disposición a favorecer captar los mensajes que están por llegar en la voz de su profesor, y a colocar la máxima energía a comprenderlos, a asimilarlos.
Una vez el profesor logra crear en sus estudiantes la triple condición: motivaciones de expectativa-interés-sentido, sabe que están dadas las mejores condiciones neuropsicológicas para comenzar a presentarles el conocimiento -- sea el que fuere, v.gr. cuál es la estructura del sistema eléctrico de una nevera, de sus ductos de enfriamiento, o la técnica de contabilidad por partida doble-- que anhela proponerles a fin de ser aprehendido.


[1] Ponencia presentada en el Congreso Internacional Innovación en los procesos de aprendizaje enseñanza en la formación técnico profesional. Lima, Perú 10 y 11 de marzo de 2011.
[2] Psicólogo. Director Científico Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual ALBERTO MERANI. Bogotá, Colombia. Por favor, escribirme al correo fipcam@pedagogiaconceptual.com
[3] Ausubel D.,Novack J. y Hanessian H. Psicología Educativa. 3.

 
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