miércoles, 4 de abril de 2012

LA SOCIEDAD Y LA CULTURA, Y SUS IMPLICACIONES EN LA EDUCACIÓN Y EL CURRÍCULO

Imagen: peremarques.blogspot.com

Giovanni M. Iafrancesco V. PHD*
EDITORIAL REDIPE No. 810


Hilda Taba (1974) opinaba: “Si se concibe la educación como un agente de cambio, las ideas sobre la dinámica del cambio cultural y sus efectos sobre la personalidad y el papel del individuo en la cultura adquieren gran significación”.

A pesar de que las culturas son orgánicas y estructurales, cualquier alteración en alguno de sus elementos introduce cambios en otros y en la totalidad. En las culturas primitivas homogéneas y conservadoras (en especial las orientales) estos cambios se dan lentamente, permaneciendo intacto el núcleo de la cultura dado que los individuos jóvenes que pertenecen a ella están capacitados para prever el futuro viendo a los mayores. Es este un caso en el que los niños y las niñas pueden ver su futuro observando a los adultos, y en el que sus experiencias de vida resumen la de su generación anterior.

Por el contrario, las culturas occidentales, en especial las tecnológicamente avanzadas, se caracterizan no sólo por los cambios rápidos y bruscos, sino también por el cambio deliberado e intencionado, lo que produce un retardo cultural entre la velocidad de los cambios en los aspectos técnicos de la cultura y los cambios en los valores, las costumbres, las expectativas de conducta y las instituciones sociales.

Esta falta de uniformidad en los cambios técnicos y culturales introduce conflictos y estos producen a su vez rupturas y problemas culturales, los cuales se evidencian en la falta de aceptación de los mismos, lo que provoca contradicción, tensión, caos, desorganización, incertidumbre, mecanismos de rechazo y de defensa, actitudes negativas.

En algunas culturas los cambios que se producen en una generación son tan rápidos, que son mayores que los cambios producidos en otras culturas durante siglos. Estas culturas rápidas, que cambian desigualmente, crean dificultades en la transmisión de esa cultura. En ellas los jóvenes se quedan sin modelos y las experiencias de los padres –e incluso de los hermanos mayores- son de poca utilidad, como guía, para las nuevas generaciones.

En estas culturas rápidas los cambios son drásticos e imprevisibles y las adaptaciones indispensables no son suficientes, lo que implica desequilibrio entre los métodos destinados a crear una disposición para vivir de acuerdo con las exigencias de la cultura (conformidad) y la acentuación de los rasgos peculiares, la experimentación y la invención de la nueva cultura. Para Gorer (1955) este es un problema de aculturación.

En las culturas rápidas se genera una alteración en la función de los agentes educativos usuales de la cultura, por tener estos que asumir otros cambios imprevistos; los padres, por ejemplo, por tener que iniciar un proceso de adaptación a la nueva cultura no pueden transmitir a sus hijos su cultura primera y menos aún la última, a la cual no se adaptan.

Esta rapidez del cambio ha debilitado la capacidad de la familia para transmitir la cultura, quedando esta acción en manos de las instituciones educativas y de los educadores que viven el mismo problema; en consecuencia, los centros urbanos y los medios masivos de comunicación se convierten en los agentes culturales de primer orden, aflorando en estos procesos los conflictos de valores, lo que en poco tiempo se refleja en tendencias antisociales y de resistencia a la autoridad.

Los cambios sociales acentúan el proceso de aculturación, entendiendo por aculturaciónesta expresión “el proceso de aprendizaje de nuevas conductas y valores en una nueva cultura, tras un proceso de cambio”. Esta aculturación que ocurre a nivel macro con las culturas de los países y los pueblos debido a los cambios acelerados en los procesos tecnológicos e industriales, también se vive dentro de los pequeños cambios que se generan en la permanente movilidad social. Es lo que le ocurre al campesino al llegar a la ciudad, igualmente a un niño en el paso de la educación familiar a la que le brinda la escuela. Esta micro-aculturación (si la podemos llamar así), al igual que la macro-aculturación, está acompañada en su proceso de tensión, ansiedad, incertidumbre, desorganización, en pocas palabras, de conflictos.

El grado de conflicto y tensión comúnmente corresponde a la distancia que existe entre la cultura que ha de ser aprendida y la cultura original, y a la distancia entre las conductas y los valores esenciales que deberán ser aprendidos y los valores y las conductas de la cultura original. Esto hace que a pesar de que se tenga que cambiar se encuentre reticencia y resistencia al cambio y pocas actitudes positivas hacia el mismo.

En educación ocurre algo semejante: los nuevos paradigmas emergentes cuestionan a los paradigmas tradicionales; los maestros que siempre se sintieron bien en su labor educativa porque fueron excelentes representantes para su paradigma convencional, de la noche a la mañana pasan a ser desactualizados, retardatarios de los procesos del cambio, se sienten anquilosados y como respuesta natural rechazan los cambios, los critican y cuestionan, y quieren volver a demostrar con sus actitudes y comportamientos la validez del paradigma anterior; lo que con el tiempo no logran, experimentando entonces un proceso de desmotivación que cada vez aplaza la necesidad de cambio.

He ahí algunas de las razones por las cuales en nuestras instituciones educativas aún se manejan los modelos de enseñanza de transmisión-asimilación de conocimientos, a pesar de que la tecnología y la informática hayan avanzado a pasos agigantados, permitiendo al educando de hoy procesos de autodidaxia y construcción del conocimiento por autogestión y auto-aprendizaje.

Frente a esta problemática es indispensable que en los centros educativos se cambien las viejas formas de la enseñanza y se inventen nuevas estrategias de formación integral, social y cultural. En este momento los educadores debemos asumir el cambio, capacitarnos, actualizarnos y perfeccionarnos en el menor tiempo posible, asumir el reto de la transformación, y con creatividad iniciar procesos de innovación que den respuesta a las expectativas e intereses de las nuevas generaciones y construir con ellas esas nuevas sub-culturas que empiecen a expresarse en los nuevos valores y costumbres y en la nueva forma de vida.

El adulto no puede rechazar la nueva cultura; por el contrario, con los jóvenes debe estudiarla, analizarla, tomar postura crítica frente a ella, calcular sus problemas y ventajas, tener pensamiento prospectivo y proyectivo e iniciar un proceso de construcción de propuestas alternativas provisionales o definitivas para favorecer el cambio y permitir el desarrollo de la juventud en esa nueva cultura. No debe persistir en mantener la cultura que caduca y reprimir los procesos naturales que surgen de la cultura emergente.

Es a través de una pedagogía contemporánea que esto se logra. Si las instituciones educativas no tienen flexibilidad curricular y no se adaptan y actualizan rápidamente, en la medida en que cambian los contextos socio-culturales producto del avance científico y tecnológico vertiginoso, corren el riesgo de desaparecer por volverse ineficientes, ineficaces e inefectivas. Posiblemente seguirán haciendo bien lo que saben hacer, a sabiendas de que eso que saben hacer es precisamente lo que ya no deben hacer.

A fin de comprender mejor nuestra tarea educativa frente a los cambios culturales y a la diversidad social, podría citar a Margaret Mead: “Nosotros como pueblo, padres, maestros y ciudadanos, estamos criando niños desconocidos para un mundo desconocido. No podemos adivinar sus necesidades recordando las nuestras, no podemos hallar las respuestas a sus preguntas buscándolas en nuestros propios corazones. Sólo mediante la proyección constante de nuestra visión hacia el futuro, mientras mantenemos nuestra observación sutilmente a tono con las necesidades, los temores y las esperanzas de estos niños, podemos esperar brindar las condiciones de evolución para la próxima generación, que podría tratar con problemas demasiado vastos para nosotros, criados en una época de inexperiencia que nos impide incluso pensar correctamente”.

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*Miembro Correspondiente Academia Colombiana de Pedagogía y Educación. Director Corporación Internacional Pedagogía y Escuela Transformadora CORIPET


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